Patricio de Azcárate Corral 1800-1886
Filósofo y político español, historiador y difusor de la filosofía moderna y meritorio traductor a la lengua española de las obras de Platón, Aristóteles y Leibniz. Gracias a la patriótica actividad de Patricio de Azcárate, entre 1871 y 1878 pudo contar el público lector, por primera vez en lengua española, con ediciones dignas de Platón, Aristóteles y Leibniz. Los 26 volúmenes de la Biblioteca Filosófica dispuesta por Azcárate (11 volúmenes con las obras completas de Platón, 10 volúmenes de obras de Aristóteles y 5 volúmenes de obras de Leibniz), junto con la Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos (1861), suponen quizá la aportación más trascendental que durante todo el siglo XIX pudo hacerse a la filosofía en el ámbito de la lengua española. Así como es imprescindible reconocer la tarea de Gundisalvo en el Toledo del siglo XII para entender el florecer filosófico latino del siglo XIII; se hace necesario reconocer la labor de don Patricio en el siglo XIX para entender el florecer filosófico hispánico del siglo XX. Nació Patricio de Azcárate en León en 1800, donde inició sus estudios, que continuó en la Universidad de Oviedo y en Santiago de Compostela, donde se licenció en Derecho. Establecida su familia en Gijón, la posibilidad de utilizar la biblioteca de Jovellanos determinó en buena medida sus preocupaciones ulteriores:
«Muy ajeno, lector, estaba, y he estado toda mi vida, de darme a conocer en el sentido en que aparezco en esta obra; pero una porción de circunstancias han creado esta necesidad, y llamo necesidad por lo mismo que la voluntad ha tenido la menor parte... Cuando seguí mi carrera literaria de jurisprudencia tuve ocasión de entregarme a una variada y vasta lectura en la biblioteca del Sr. Jovellanos, en la villa de Gijón, vecindad de mis padres, venciendo antes el obstáculo de las lenguas vivas de naciones que van delante de nosotros; y estaba en el lleno de mis [218] estudios cuando tuve que abandonar, por el estado de mi salud, aquel pueblo de grato recuerdo para mí, y establecerme en León, mi país natal. El cúmulo de negocios que me rodearon en el momento que abrí mi bufete, y la circunstancia de haber comenzado a muy luego la guerra civil, en la que tomé parte en defensa de la Reina, símbolo del principio de libertad, sirviéndola con mi entendimiento, hicieron que en diez años se vieran interrumpidos mis estudios absolutamente, pues en todo este período apenas tuve el tiempo necesario para el descanso ordinario. Separado de la vida pública en fines de 1843, con la renuncia que hice del gobierno de una provincia, pude, sin perjuicio de mi profesión, consagrar horas y reanudar mis estudios, como compensación a un alma que no conocía solaz en tantos años. Los que sepan lo que son los placeres del entendimiento advertirán con qué gusto renové mis antiguas ideas, y adquirí otras nuevas después de diez años de interrupción.» (Patricio de Azcárate, Prólogo a Veladas sobre la filosofía moderna, 1853.)
Activo liberal (perteneció y luchó en la Milicia Nacional), establecido de nuevo en su León natal, participó en las iniciativas progresistas del momento: Comisión de Monumentos, Biblioteca Provincial, Sociedad Económica de Amigos del País, desempeñando durante muchos años la Secretaría de la Diputación Provincial de León. En 1841 fue elegido Diputado a Cortes por León. En 1843 fue nombrado jefe político de León. Pero algunos integristas leoneses paletos, que parecen añorantes de la pureza de sangre, de la selección racial y del racismo étnico, todavía dos siglos después son premiados por atreverse a escribir párrafos como el siguiente, en el que se desenmascara a los recién llegados:
«La familia Azcárate, que a la hora de escribir este trabajo pasa por ser una de las clásicas, de las tradicionales y consagradas en la vida leonesa, tiene raíces foráneas y no aparece [por] León hasta el año 1770. En esta fecha Juan Lorenzo de Azcárate abandona su hogar navarro y se instala en León como Contador de Cuentas Reales. Le acompaña su sobrino Tomás. Uno y otro procedían de Azcárate, un pueblo que se levanta al pie del monte Aralar, a unos cuarenta kilómetros de Pamplona. Fue precisamente Tomás de Azcárate quien se casó en la vieja capital leonesa con doña Clara del Corral, originaria de Bedoya (Santander). Del matrimonio Azcárate-Corral nacería Patricio, en el año 1800. Después de pasar su infancia en León, Patricio se trasladó a Oviedo para cursar estudios universitarios. Allí debió de conocer a una joven de antigua familia asturiana, doña Justa Menéndez Morán, con la que contrajo matrimonio. Así se constituiría una familia larga y feliz que vivió en armonía alrededor de cincuenta años, en la que nacieron y se educaron cinco hijos: Gumersindo, Tomás, Cayo, Jesusa y Manuela. Don Patricio dedicó su vida a la atención familiar, al cultivo de la filosofía, que sería para él una afición y una pasión, y a la función pública. Fue un hombre laborioso, hábil, prudente y de un extraordinario prestigio. Doña Justa, una dama dotada de buen sentido y de fortaleza moral.» (Alfredo Marcos Oteruelo, El pensamiento de Gumersindo de Azcárate, Premio de la Institución Fray Bernardino de Sahagún, León 1981, pág. 23. [Alfredo Marcos Oteruelo, nacido en 1932, falleció el 14 de febrero de 2004, según figura en 'Fieles del Opus Dei fallecidos en el primer semestre del año 2004', boletín Romana, nº 38, pág. 98.])
Casado con Justa Menéndez-Morán Palacio, natural de Gijón (hija del coronel Luis Menéndez Morán y de Carmen Palacio, ambos de Gijón), compraron en 1848 al marqués de Gastañaga una casona con sus fincas en Villimer, en la cuenca del río Porma, a unos 17 kilómetros de León, lugar que se convirtió a partir de entonces en casa solariega de los Azcárate (en el cementerio de Villimer sería enterrado Patricio, y aún en 2008 allí fue enterrado el empresario José María Entrecanales Azcárate, presidente de Acciona). Allí pasaban algunos días los amigos de Patricio, como Julián Sanz del Río y Fernando de Castro. Decidió Azcárate escribir sobre asuntos de filosofía para poder administrar a su hijo Gumersindo (León 1840-1917) la formación que no encontraba en los planes de estudio oficiales. Ocurría esto en 1852: al año siguiente publicaba unas Veladas sobre la filosofía moderna (Rivadeneyra, Madrid 1853, 474 págs.). En 1849 había nacido su segundo hijo, Tomás de Azcárate Menéndez (León 1849-1921), que sería Contralmirante. Más tarde nacieron Cayo, Jesusa y Manuela, que llegaron a adultos (aunque tuvieron más hijos, que no pasaron de mortichuelos). Después del alzamiento de 1854 los gobiernos progresistas le nombraron gobernador civil, cargo que desempeñó hasta 1863 en distintas provincias: León, Valladolid, Vizcaya, Santander, Murcia y Toledo.
1853, Veladas sobre la filosofía moderna
«Así las cosas, llega el curso literario de 1852 a 1853, en ocasión que un hijo mío entraba a estudiar cuarto año de Instituto, o lo que es lo mismo, primer año de filosofía elemental, y con este motivo me movió la curiosidad de examinar el plan vigente de estudios, que es de 10 de setiembre de 1852, y saber qué clase de enseñanza iba a recibir, como preparación para cursar facultad mayor en universidad. Tristes reflexiones se me ofrecieron a la vista de este documento, del que sólo hablaré como el artista que critica una imagen sin faltarla al respeto.» (Patricio de Azcárate, Prólogo a Veladas sobre la filosofía moderna, Madrid 1853, pág. 12.)
«El primer ensayo que hice para dar a conocer mis estudios filosóficos merece referirse. En 1853 tenía escrito un libro, que yo mismo llevé al establecimiento del Sr. Rivadeneira, y al leer este señor el título que decía: Veladas sobre la filosofía moderna, me dijo: «Le imprimirá Vd. para Vd. y para sus amigos.» Le repliqué: Y para vender. Y entonces me dijo: Dudo que tenga salida, porque en España no hay filosofía. En efecto, se imprimió, se puso a la venta, no hubo un comprador, y a petición del librero recogí de su poder los ejemplares. El dicho de este hombre entendido y práctico, y la derrota de mi libro, lejos de desanimarme, fueron un aliciente para continuar trabajando, y con motivo de haberme nombrado por segunda vez Gobernador de mi provincia en el año siguiente de 1854, que desempeñé hasta fines de 1856, y de haberlo sido después en los cinco años de la unión liberal, refundí durante este tiempo las Veladas, y publiqué una nueva obra titulada: Examen histórico-crítico de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia, que remití desde Murcia en 1861, y se imprimió en el establecimiento del Sr. Mellado, en cuatro tomos, edición que se ha agotado en los años siguientes, sin haber un solo ejemplar a la venta. Este cambio en tan pocos años me causó asombro, porque el dicho del Sr. Rivadeneira era entonces la pura verdad.» (Patricio de Azcárate, «La filosofía y la civilización moderna en España», febrero 1880.)
Las Veladas sobre la filosofía moderna van dedicadas «a la juventud estudiosa», se entiende que a la juventud estudiosa española, a la que ofrece como modelo patriótico una curiosa relación de personajes:
«Si quereis modelos en vuestro país de hombres de este temple, y que por ser de este temple han arribado al templo de la inmortalidad, ahí teneis en el ideal de la religión los Granadas y Chacones, los Arias Montanos y Azpilcuetas, los Canos y Salmerones. Ahí teneis en el ideal de la política los Patiños y Saavedras, los Antonio Pérez y Cisneros, los Olivares y Campillos. Ahí teneis en el ideal de la milicia los Leivas y Córdobas, los Albas y Bazanes, los Santa Cruz y Urbinas, los Pizarros y Corteses. Ahí teneis en el ideal de la historia los Morales y Marianas, los Solíses y Herreras, los Mendozas y Zuritas. Ahi teneis en el ideal de la epopeya los Cervantes y Ercillas. Ahí teneis en el ideal de la poesía los Lope de Vega y los Quevedos, los Garcilasos y Calderones, los Rebolledos y Góngoras. Ahí teneis en el ideal de la filología los Brocenses y Sepúlvedas, los Nebrijas y Sigüenzas. Ahí teneis en el ideal de la legislación los Covarrubias y Macanazes, los Campomanes y Jovellanos. Ahí teneis en el ideal de la medicina los Valles, los Lagunas y Huertas. Ahí teneis en el ideal de las matemáticas los Jorge Juan y los Ulloas. Ahí teneis en derecho natural los Victorias, los Sotos, los Ayalas, maestros del gran Grocio. Ahí teneis en el ideal de las bellas artes los Riveras y Céspedes, los Velázquez y Canos, los Murillos y Herreras. Ahí teneis, en fin, en el ideal de la filosofía los Vives, los Pereiras y Huartes, y los dos campeones, los Balmes y Valdegamas, que en el siglo XIX han abierto el palenque. El español tiene naturalmente estas tendencias a lo alto, a lo sublime, a lo ideal; y por eso la Europa nos moteja de orgullosos, y la Europa dice la verdad; pero este orgullo nace de que, fuertemente ligadas nuestras afecciones a nuestras creencias religiosas, como adheridas a nuestra nacionalidad, han creado con los siglos, como base de nuestro carácter, esa grandeza espiritualista de miras, que inspira la religión misma, y se halla sostenida por el principio de unidad.» (págs. 7-8.)
El prólogo va firmado en León, en agosto de 1853, por lo que sólo hacía tres meses que había fallecido Juan Donoso Cortés, y cinco años Jaime Balmes, los dos campeones «que en el siglo XIX han abierto el palenque» filosófico español. En el capítulo preliminar señala las tres direcciones distintas en las que necesariamente ha marchado la filosofía desde el renacimiento: «y cualesquiera que sean los matices con que los filósofos hayan presentado su doctrina, precisa e irremisiblemente tienen que pertenecer o al empirismo o al idealismo o al sistema psicológico, porque la inteligencia humana no puede salir de la esfera de acción que le designó el Criador, y esta esfera está reducida a los tres grandes objetos, el universo, la humanidad y Dios; y según que se fije en cada uno de ellos como punto de partida, toma la doctrina la investidura que le corresponde», por lo que decide organizar su obra en tres partes, y dedicar a cada una de ellas un libro: «De aquí resulta naturalmente la división de la obra en tres partes: primera parte, Sistema Empírico; segunda parte, Sistema Idealista; tercera parte, Sistema Psicológico; que serán objeto de otros tantos libros.» Como puede confirmarse por el índice, las Veladas de 1853 desarrollan la primera parte del proyecto general (que culminará en la Exposición... de 1861):
Índice de Veladas sobre la filosofía moderna, Madrid 1853, 475 págs.
Dedicatoria, 5
Prólogo, 11
Capítulo único preliminar. Cuadro general de la filosofía moderna como base del juicio crítico de los sistemas filosóficos, y división de la obra, 25
Parte primera. Sistema empírico.
Capítulo primero. Sistema empírico. Historia del sistema empírico desde el renacimiento de las letras hasta la filosofía de Locke, 47
Cap. II. Sistema empírico. Historia del sistema empírico desde la filosofía de Locke hasta la filosofía de Condillac, 68
Cap. III. Sistema empírico. Historia del sistema empírico desde la filosofía de Condillac hasta la revolución de 1789, 82
Cap. IV. Sistema empírico. Historia del sistema empírico desde la revolución de 1789 hasta la aparición de Royer Collard en 1811, 97
Cap. V. Sistema empírico. Doctrina. La experiencia sensible, origen de los conocimientos humanos. Bacon, 107
Cap. VI. Sistema empírico. Doctrina. Empirismo de la antigüedad renovado. Gasendo, 123
Artículo primero. Exposición de hechos, 123
Art. II. Principio metafísico del sistema epicúreo, 127
Art. III. Psicología del sistema epicúreo, 139
Art. IV. Cuestión psicológica del origen de las ideas en el sistema epicúreo, 145
Art. V. Filosofía moral del sistema epicúreo, 150
Cap. VII. Sistema empírico. Doctrina. Puro empirismo. Locke, 156
Artículo primero. Libro primero del Ensayo sobre el entendimiento humano, 156
Art. II. Libro 2.º del Ensayo sobre el entendimiento humano, 167
Art. III. Libro 4.º del Ensayo sobre el entendimiento humano, 193
Cap. VIII. Sistema empírico. Doctrina. Sensualismo. Condillac, 225
Cap. IX. Sistema empírico. Doctrina. Materialismo. Broussais, 249
Cap. X. Sistema empírico. Doctrina. Fatalismo. Hartley, 293
Cap. XI. Sistema empírico. Doctrina. Escepticismo. Hume, 321
Cap. XII. Sistema empírico. Doctrina. Principio moral. Helvecio, 340
Cap. XIII. Sistema empírico. Doctrina. Legislación. Bentham, 368
Cap. XIV. Sistema empírico. Doctrina. Derecho público. Hobbes, 405
Cap. XV. Sistema empírico. Doctrina. Lenguaje. Desttut de Tracy, 433
Cap. XVI. Resultados ventajosos del sistema empírico, 444
Cap. XVII. Resultados adversos del sistema empírico, 458
Fin del índice.
1861, Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos...
Azcárate, gobernador civil en Murcia, publicó en 1861 su segunda obra filosófica, ampliación de las Veladas, la importante Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia (Francisco Mellado, Madrid 1861, 4 vols., reproducida en microficha por Pentalfa Ediciones, Oviedo 1982, e incorporada en junio de 2009 al Proyecto Filosofía en español, en facsímil pdf con texto flotante), en la que ofrece por vez primera en español un panorama de la filosofía realmente existente en el momento, y que tantos otros en España ignoraban o preferían ignorar.
«Obra nueva. Acaba de salir de las prensas del establecimiento tipográfico del Sr. Mellado el primer tomo de una obra de D. Patricio de Azcárate, titulada Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia.» (La Correspondencia de España, Madrid, lunes 5 de agosto de 1861, pág. 4.)
«El miércoles último fue cruzado de comendador de Isabel la Católica en el palacio episcopal de Murcia, el Sr. Azcárate, gobernador civil de aquella provincia.» (La Época, Madrid, martes 5 de noviembre de 1861, pág. 3.)
«Si nuestras noticias no son equivocadas, y creemos que no lo sean, se ha dispuesto por conveniencia del servicio que el gobernador de Toledo, Sr. Argüelles, pase a desempeñar el gobierno de Murcia, reemplazándole en Toledo el Sr. Azcárate, que estaba en Murcia. También el Sr. Sicilia, gobernador de Navarra, debe ser trasladado a Álava, y el de Álava, vizconde del Cerro, a Navarra.» (La Época, Madrid, martes 31 de diciembre de 1861,pág. 2.)
«La política de la unión liberal es el movimiento, pero de personas solamente: en todo lo demás, ¿hacen algo los ministros? Se reúnen, vuelven a reunirse... ¿para qué? Cuando menos, debería creerse que para tratar de la cuestión de Méjico, o de algo de lo que pasa en Europa... ¡Vaya! ¡vaya! ¡Como si ellos fueran a desperdiciar su precioso tiempo en tales parvedades!... Ellos lo entienden admirablemente, y van derechitos a su objeto, que es lo que realmente les importa para sostenerse en el poder, contentando, cuándo a los unos, cuándo a los otros. Por eso, los tales Consejos de ministros se ocupan sólo de personas, y de aquí las noticias que suelen aparecer en la prensa ministerial. Anoche nos da las siguientes La Época: ‘Si nuestras noticias no son equivocadas, y creemos que no lo sean, se ha dispuesto por conveniencia del servicio, que el gobernador de Toledo, Sr. Argüelles, pase a desempeñar el gobierno de Murcia, reemplazándole en Toledo el Sr. Azcárate, que estaba en Murcia. También el Sr. Sicilia, gobernador de Navarra, debe ser trasladado a Álava, y el de Álava, vizconde del Cerro, a Navarra.’» (La Iberia, diario liberal, Madrid, miércoles 1º de enero de 1862, pág. 2.)
«De acuerdo con mi Consejo de ministros, vengo en nombrar gobernador de la provincia de Toledo a D. Patricio de Azcárate, que desempeña igual cargo en la de Murcia. Dado en Palacio a veinticinco de diciembre de mil ochocientos sesenta y uno. Está rubricado de la real mano. El presidente del Consejo de ministros, Leopoldo O’Donnell.» (La Esperanza, periódico monárquico, Madrid, miércoles 1º de enero de 1862, pág. 2.)
«Interior. Murcia, 10 de enero. (De nuestro corresponsal.) Ha sido nombrado gobernador de esta provincia el señor don Pedro Celestino Argüelles, trasladando a la de Toledo al señor don Patricio de Azcárate. [...] El señor Azcárate dejará gratísimos recuerdos; su carácter tolerante a nadie ha rehusado su protección, y celoso por los intereses públicos que se le han confiado, ha sabido conciliar los difíciles deberes que le impone su posición de delegado del gobierno con los adelantos y mejoras del país: así lo mostró en el célebre asunto de nuestro ferro-carril, en el que intereses de gran consideración parece que trataban de neutralizar los efectos de lo acordado y sancionado en una solemne ley, en pro de esta localidad, y el señor Azcárate, dentro de la legalidad, se hizo murciano en sus disposiciones, actitud y maneras expansivas con que tomó parte en una cuestión puramente local, ganó muchas simpatías, las que asimismo ha sabido conquistarse por su índole sumamente pacífica, atento con toda clase de personas y opiniones, y de costumbres rígidas, él como su familia han sido un modelo de religiosidad. El nuevo gobernador de Toledo llevará la adhesión de este país, honroso galardón para los funcionario públicos que así conocen sus deberes y los practican en bien de sus administrados.» (La España, Madrid, viernes 17 de enero de 1862, pág. 1.)
«Ayer ha tomado posesión de su cargo el nuevo gobernador civil de Toledo, señor Azcárate.» (La correspondencia de España, Madrid, martes 21 de enero de 1862, pág. 2.)
«Hoy ha tomado posesión de su cargo el nuevo gobernador civil de Toledo, señor Azcárate.» (La Iberia, diario liberal, Madrid, miércoles 22 de enero de 1862, pág. 3.)
«Libro nuevo. Tenemos a la vista el que el señor don Patricio de Azcárate acaba de publicar con el título de Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos. Es, como el mismo nombre lo indica, una historia razonada de la filosofía moderna, y un cuadro de los principios aceptados hoy por la ciencia, y llena un vacío que hace tiempo se lamenta en nuestras universidades. Cuando los estudios toman un carácter tan eminentemente filosófico; cuando la juventud, comprendiendo que la idea es la madre del hecho, la verdadera fuerza del mundo, procura estudiarla en todas sus manifestaciones; obras de este género se pueden considerar, no sólo por el mérito que en sí tienen, por el gran trabajo que representan, sino por su oportunidad. La del señor Azcárate, es un estudio esmerado, claro, preciso, fiel en la exposición de las doctrinas, y su lenguaje es sencillo y preciso como corres[ponde...] lectura a las personas aficionadas a este género de estudios.» (La Iberia, diario liberal, Madrid, sábado 8 de febrero de 1862, págs. 3-4.)
«El celoso gobernador civil de Toledo, señor Azcárate, adelantándose a los deseos del gobierno sobre la conveniencia de que desapareciesen los muchos pobres que públicamente imploraban la caridad por las calles y plazas en aquella población, dictó el 1º de abril un bando disponiendo las más acertadas disposiciones encaminadas a quitar la mendicidad, habiéndolo conseguido tan completamente que según nos dice nuestro correspondal no se ve hoy en Toledo un mendigo, siendo así que antes pululaban por...» (La correspondencia de España, Madrid, sábado 28 de junio de 1862, pág. 1.)
«Agricultura. Damos cabida a continuación a la carta que el joven diputado provincial por el partido de Lillo ha dirigido al gobernador de la provincia de Toledo, con motivo de los ensayos hechos en los pueblos de dicho partido de una máquina segadora, porque la creemos digna por sus acertadas observaciones de ser conocida de nuestros suscritores. También publicaremos en breve otro artículo, sobre el mismo asunto, de nuestro amigo y colaborador señor Torres Mena. Dice así la carta, tal como la publica el Boletín oficial de la provincia: “Señor don Patricio de Azcárate, presidente de la Junta de Agricultura de esta provincia de Toledo. Lillo, 23 de julio de 1862. Muy estimado amigo mío y de toda mi consideración: Habiendo merecido el partido que tengo el honor de representar en la diputación de esta provincia, la honrosa distinción de ser el primero a quien la celosa Junta que Vd. Preside tan dignamente ha facilitado, para su conocimiento y propagación, la primera máquina agrícola también de las que se propone adquirir con tan laudable objeto, faltaría a un deber muy sagrado si no me apresurase a manifestar a tan distinguida corporación, en nombre de mis comitentes labradores, todo el agradecimiento que sienten por tan inmerecida distinción; dando cuenta a Vd. al propio tiempo del resultado que hemos obtenido en las pruebas de la segadora de Burgess and Key, y exponiéndole con franca sinceridad las observaciones que los prácticos cuanto entendidos labradores de este país hacen sobre dicha máquina [...] No podré olvidar nunca, ni debo omitir en esta carta, el primer efecto que la vista de la segadora produjo en estas sencillas gentes, desde el instante en que la diestra mano del inteligente mecánico don Juan N. fue dando su colocación a aquel conjunto de piezas desordenadas. [...] Figúrese Vd. cuál sería la admiración de todos, al ver emprender a la segadora su majestuosa marcha, dejando tras sí una regular y armónica hilera de mies a una sola cabeza, y el rastrojo tan limpio, que hizo exclamar a un pastor de mi casa: «Señor amo, esta máquina es la muerte de las ganaderías.» El uno buscaba la huella destructora de las mulas y de la gran rueda, y la encontraba en el rastrojo segado de antemano; el otro examinaba la mies y no acertaba a explicarse cómo había salido ilesa y tan perfectamente igualada del choque de los cilindros; el otro, por último, buscaba con afanoso empeño en la tierra los granos desgranados por los golpes del molinete, y concluía afirmando, que aquello era un milagro, o laa espigas habían adquirido mayor consistencia a la sola presentación de la máquina. [...] Hasta por consideraciones de humanidad, decían oportunamente algunos de mis amigos, debe adoptarse un invento que nos priva del doloroso espectáculo de ver a niños y mujeres perder su salud entregados a un trabajo tan angustioso, no obstante que no produjera economías, y que el ganado de que se lamentaba el pastor de la primera prueba, necesitase mayor extensión de terreno para alimentarse en su agostadero. Estoy seguro de que en el partido de Ocaña no habrá sido el resultado menos satisfactorio y completo; y por ello se permite rogar a Vd. Que felicite a la Junta, su afectísimo y atento amigo Q. B. S. M., Venancio González y Fernández.”» (La Iberia, diario liberal, Madrid, sábado 9 de agosto de 1862, pág. 2.)
«Han sido admitidas las dimisiones de los Sres. Azcárate y Goicoerrotea, gobernadores de Almería y Toledo.» (La Esperanza, periódico monárquico, Madrid, martes 26 de mayo de 1863, pág. 3.)
«Han sido admitidas las dimisiones de los señores Azcárate y Goicoerrotea, gobernadores de Almería y Toledo.» (El clamor público, periódico del partido liberal, Madrid, miércoles 27 de mayo de 1863, pág. 1.)
«Oficial. (Gaceta de ayer). Presidencia del Consejo de Ministros. Reales decretos. De acuerdo con mi Consejo de ministros, vengo en admitir la dimisión que ha presentado don Patricio de Azcárate del cargo de gobernador de la provincia de Toledo; declarándole cesante con el haber que por clasificación le corresponda, y quedando satisfecha del celo e inteligencia con que ha desempeñado dicho cargo. Dado en Aranjuez a veinticinco de mayo de mil ochocientos sesenta y tres. Está rubricado de la real mano. El presidente del Consejo de ministros, marqués de Miraflores.» (La Iberia, diario liberal, Madrid, jueves 28 de mayo de 1863, pág. 2.)
El capitán de Artillería Luis Vidart Schuch hace figurar en su libro La filosofía española, de 1866, la siguiente noticia:
«El Sr. López Uribe en la Gaceta de Madrid, D. José Joaquín de Mora en la América, el Sr. Llana en La Iberia, el catedrático D. Federico de Castro en la Revista Ibérica, y el Sr. D. Juan Uña y Gómez en dos artículos publicados en La Democracia, han juzgado según sus distintos puntos de vista la Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia (1861) del Sr. D. Patricio de Azcárate; señaladísima cuanto merecida honra, que alcanzan muy pocas obras filosóficas en esta España del siglo XIX, donde la indiferencia del vulgo se halla admirablemente secundada por el desdén [194] de algunos doctos; capaces de jurar por Cousin, Hegel o Krause, que los más altos pensamientos nacidos a orillas del Manzanares, son pobres y raquíticos engendros si se comparan con las magníficas lucubraciones que produce la ciencia en todo el resto de la civilizada Europa. Dejando el juicio de la parte histórica del libro del Sr. Azcárate para otro lugar de este ligero estudio, diremos ahora algunas palabras sobre el sistema científico expuesto bajo el nombre de Verdaderos principios de la ciencia. Considera el Sr. Azcárate que el principio de la ciencia es el análisis psicológico, pero termina admitiendo la esfera de actividad propia de la razón pura: y así se ha dicho, con gran fundamento, que el sistema expuesto en los Verdaderos principios de la ciencia, apoya el pie en la escuela escocesa y llega con su cabeza a las teorías alemanas. Acompaña a la obra del Sr. Azcárate un árbol genealógico de los conocimientos humanos, que presenta gran claridad y acierto en sus divisiones aun cuando, conforme a las teorías psicológicas de su autor, parte de la concepción humana, y en nuestro sentir, la división de las ciencias, debe fundarse en la categoría primera y superior del ser absoluto y sus tres manifestaciones [195] eternas, la sobrenatural, la espiritual y la material.» (Luis Vidart Schuch, La filosofía española, indicaciones bibliográficas, 1866, págs. 193-195.)
«D. Patricio de Azcárate. Los continuados trabajos históricos y críticos de Cousin, Damiron, De-Gerando, Foucher de Careil, Barchou de Penhoen, Willm, Dollfus y Luis de Peisse, han llegado a conseguir que las teorías filosóficas de la escuela escocesa y de la moderna Alemania sean conocidas en Francia, y de esta suerte pueden ser avalorados sus méritos, condenados sus extravíos, según resulte en justicia de razonada y científica controversia. Poco o nada se había hecho en España para realizar un fin semejante, hasta que el Sr. D. Patricio de Azcárate publicó en 1854 el primer tomo de sus Veladas sobre la filosofía moderna, que más tarde ha venido a formar parte de su Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos (1861), de cuya obra vamos a dar algunas noticias, aun cuando no tan extensas como merecería su importancia y el gran vacío que ha venido a llenar en el cuadro de la ciencia española del siglo XIX. Comprende la Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos una concienzuda reseña del desenvolvimiento intelectual de Europa [222] desde el renacimiento hasta nuestros días. Condenando severamente el Sr. Azcárate el empirismo baconiano y el idealismo cartesiano, ensalza la prudente mesura de la escuela escocesa y el profundo transcendentalismo de la crítica kantiana. En nombre de una idea superior donde se armonicen los contrarios, y aun los contradictorios, que se presenta ante nuestra razón, rechaza el eclecticismo francés como impotente para realizar esta gran idea y escribe las siguiente apreciaciones, cuya severidad acaso debiera templarse por algunas consideraciones que después apuntaremos (...).» (Luis Vidart Schuch, La filosofía española, indicaciones bibliográficas, 1866, págs. 221-226.)
La Biblioteca filosófica
En su célebre escrito programático de 1856 (diez años antes, en 1846, Manuel Rivadeneira había proyectado y puesto en marcha su Biblioteca de autores españoles), Gumersindo Laverde había lanzado el proyecto de una Biblioteca de filósofos españoles: «...la formación de una Academia que tenga por principal objeto fomentar en España los estudios filosóficos (...) publicar una 'Biblioteca de filósofos españoles' en lengua vulgar, con noticias biográficas y bibliográficas, anotaciones y comentarios, facilitando así la adquisición y estudio de sus obras a los amantes de esta suerte de conocimientos...» Es bien sabido que Laverde procuró durante años que otros ejecutasen sus planes (ver «Gumersindo Laverde y la Historia de la Filosofía Española»). En 1859 ha renovado Gumersindo Laverde este proyecto, ahora denominado Biblioteca de filósofos ibéricos, y ofrece una relación de quince «escritores distinguidos» que podrían colaborar en él (personas con las que mantiene correspondencia, algunas de cuyas cartas se conservan), entre ellos: Patricio de Azcárate, Manuel A. Berzosa, Ramón de Campoamor, Francisco Fernández González, Nicomedes Martín Mateos, José Moreno Nieto, Nicolás Salmerón Alonso o Julián Sanz del Río (dos años después, uno de estos, Francisco Fernández y González, publicaba su Plan de una Biblioteca de autores árabes españoles, Madrid 1861, reeditado en microficha por Pentalfa en 1983).
Por su parte en 1864 Patricio de Azcárate, en este ambiente impulsor de publicaciones reivindicativas y regeneradoras, sin limitar el patriotismo español a lo supuestamente autóctono, tenía ya formado el proyecto de traducir a la lengua, para facilitar su lectura y conocimiento, los clásicos de la filosofía, en una Biblioteca Filosófica, universal y no particular, que debía comenzar por el principio, por Platón.
Tras el revolucionario 1868 muchos, sobre todo desde la iglesia católica, volvieron a alarmarse ante la realidad de los nuevos y peligrosos planes de la Filosofía (que hubiera dicho Vélez). La respuesta más interesante e inteligente a estos planes y programas que buscaban el fomento de la filosofía la protagonizó en 1869 el fraile dominico Zeferino González, al publicar su opúsculo, Sobre una Biblioteca de Teólogos Españoles. Sin dejar de ensalzar el carácter patriótico, digno y elevado del proyecto de realizar una Biblioteca de filósofos españoles, «capaz de servir de lenitivo, siquiera escaso e incompleto, a la acerba pena que nos causan la universal postración, el abatimiento y ruinas que oscurecen el brillo y arrebatan las glorias de España», se pregunta inmediatamente «si no sería mas conveniente, más útil y hasta más patriótico por de pronto, el publicar una Biblioteca de teólogos españoles. (...) Porque la verdad es que si España puede presentar algunos filósofos más o menos recomendables y distinguidos, no puede presentar escritores que rayen tan alto en filosofía, como rayaron en teología Torquemada, los dos Sotos, Cano, Carranza, Molina, Suárez, Vázquez, Alfonso de Castro, Pérez de Ayala, Báñez, Lemos, Valencia, con tantos otros que dieron gloria inmortal a nuestra patria.»
En mayo de 1871, la noticia de que la Biblioteca filosófica es algo inminente ya ha recorrido España:
«La prensa madrileña anuncia una publicación importantísima que va a comenzar en el mes próximo. Con el título de Biblioteca filosófica, van a ser impresas por primera vez en lengua castellana las obras de Platón, Aristóteles, Suárez, Raimundo Lulio, Luis Vives, Bacon, Leibnitz, Kant y otros célebres filósofos, traducidas al español por don Patricio de Azcárate, autor de trabajos filosóficos de grande importancia. Los editores de la Biblioteca filosófica, que son los que están publicando hace tres años la popular Biblioteca de instrucción y recreo, anuncian que sólo harán una tirada de 500 ejemplares, y que no admitirán en ningún caso mayor número de suscritores que los primeros 500 que lo deseen, para lo cual se darán recibos numerados y se publicarán en las cubiertas de los tomos los nombres de los que se suscriban.» (La Convicción, periódico monárquico, Barcelona, viernes 26 de mayo de 1871, pág. 3207.)
Diez años después de la publicación de los cuatro tomos de la Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos, cumplidos ya los setenta años de edad, entregaba Azcárate al público su tercera aportación a la filosofía nacional, con estas palabras al frente del primer tomo de las Obras completas de Platón: «Al aparecer por tercera vez nuestro nombre al frente de una obra de Filosofía, debemos recordar lo que en trabajos anteriores dijimos acerca del patriótico fin, a cuya realización nos proponíamos contribuir, consagrando nuestra actividad a esta clase de trabajos.»
En efecto, a finales de julio de 1871 la Biblioteca filosófica de Patricio de Azcárate ya es una realidad, reparte entre los suscriptores el tomo primero de las Obras completas de Platón, puestas en lengua castellana por primera vez..., y el 12 de agosto de 1871, por ejemplo, publica en La Correspondencia de España el anuncio que aquí se reproduce. En la Introducción al primer tomo se detenía Azcárate en explicar el móvil que le había llevado a iniciar la edición de Platón e informaba de los nombres de algunos de quienes estaban dispuestos a colaborar en su proyecto:
«...limitando esta introducción a explicar el móvil que nos impulsa a publicar la Biblioteca Filosófica y la razón que hemos tenido para comenzar por las obras de aquel filósofo. Deseando asociar a la patriótica empresa que emprendemos las personas que en nuestro país han consagrado, más o menos, su actividad al cultivo de los estudios filosóficos, hemos rogado a algunas de aquellas que tomaran a su cargo el escribir un Juicio crítico de cada uno de los filósofos, cuyas obras formaran parte de la Biblioteca, a fin de que de este modo nos ayudaran eficazmente en este trabajo superior a nuestras escasas fuerzas. Pues bien, tenemos la indecible satisfacción de decir, que este ruego ha sido atendido del modo que era de esperar de quienes tantas muestras tienen dadas de su amor a la ciencia y a su país. Reciban todos el sincero testimonio de nuestra profunda gratitud. En su virtud, el conocido profesor de Metafísica de la Universidad de Madrid, D. Nicolás Salmerón y Alonso, se ha encargado de escribir el Juicio crítico de Platón, con el cual se cerrará la publicación de las obras de este filósofo. De la crítica de los demás se ocuparán a su tiempo los señores D. Manuel A. Berzosa, D. Ramón de Campoamor, D. Francisco de Paula Canalejas, D. Federico de Castro, D. Francisco Giner de los Ríos, D. Gumersindo Laverde Ruiz, D. Nicomedes Martín Mateos, D. José Moreno Nieto, D. Juan Valera y Don Luis Vidart. Por este motivo, la sección correspondiente a cada filósofo comenzará con la biografía, que siempre facilita la inteligencia de los escritos de un autor, y concluirá con el Juicio crítico de su doctrina.»
Obsérvese que Nicolás Salmerón Alonso, Manuel A. Berzosa, Ramón de Campoamor, Nicomedes Martín Mateos y José Moreno Nieto figuraban también entre los nombres propuestos, doce años antes, por Gumersindo Laverde (y que, por supuesto, entonces Laverde contaba con Azcárate, y ahora Azcárate contaba también con Laverde).
Parece evidente que Patricio de Azcárate debía tener ya prácticamente dispuesta toda su versión de Platón antes de que comenzase su publicación, pues en sólo catorce meses (julio de 1871-agosto de 1872) los quinientos suscriptores recibieron los once tomos de la obra:
«Ya que nos hemos reído bastante, hablemos de cosas serias. No hay más de malo sino que, por más que rebusco, no hallo asuntos serios de que ocuparme. Sin embargo, no puede negarse que los filósofos son gente seria, y a la vista tengo un libro de este género que acabo de recibir en mi calidad de suscritor a las Obras de Platón, de las cuales forma el primer volumen. Aparte de que la importancia de esa publicación, acometida con tanta fe como desinterés por los Sres. Medina y Navarro, sin mendigar protección extraña ni subvención oficial, el libro de que hablo se recomienda por la belleza tipográfica, excelente papel y esmeradísima impresión. Los editores han limitado la tirada a 500 ejemplares, que se colocarán por suscripción y no saldrán a la venta pública. Por la lista que se inserta al final del primer tomo, puede fácilmente deducirse que serán muchísimas las personas que se quedaran con el deseo de adquirir la obra si no se dan priesa a suscribirse.» (D. Ornedo [pseudónimo de Fernando Martín Redondo, suscriptor nº 269], «Revista de Madrid», El Imparcial, diario liberal, Madrid, miércoles 2 de agosto de 1871, pág. 1.)
«Se ha publicado el sexto tomo de las Obras de Platón que con gran esmero y copiosas notas da a luz mi amigo Azcárate (D. Patricio), uno de los pocos españoles contemporáneos que se han dedicado a estudios filosóficos. Faltaba a los estudiosos y a los moralistas esta preciosa colección, cuyas partes andaban diseminadas, y no todas en lengua vulgar, y Azcárate ha hecho un servicio a su país publicándola.» (Nemesio Fernández Cuesta [suscriptor nº 493], «La media correspondencia», La América, crónica hispano-americana, Madrid, 27 de febrero de 1872, pág. 2.)
«Se ha publicado el tomo octavo de las obras completas de Platón. Este tomo y el anterior forman el célebre tratado que lleva por título La república.» (La Correspondencia de España, Madrid, jueves 30 de mayo de 1872, pág. 3.)
«Acaba de publicarse el tomo once y último de las Obras completas de Platón, que forman parte de la Biblioteca filosófica dada a luz por los editores Sres. Medina y Navarro. Como de esta edición se han hecho solo 500 ejemplares, para ser repartidos entre los suscritores, no quedará ninguno completo a la venta; pero sí se expenderán los tomos sueltos de suscritores que no los recojan oportunamente. Es probable que a las obras de Platón siga la publicación de las de Aristóteles.» (La Correspondencia de España, Madrid, domingo 25 de agosto de 1872, pág. 3.)
«Los editores señores Medina y Navarro han hecho una tirada especial de las dos principales obras de Platón, La República y Las leyes, atendiendo a los deseos de muchas personas que deseaban poseerlas. Ambas obras se han puesto a la venta en las principales librerías. R.» (La Correspondencia de España, Madrid, miércoles 18 de diciembre de 1872, pág. 1.)
Como ya hemos dicho la edición de los once volúmenes de las obras de Platón fue posible gracias a los 500 suscriptores que se comprometieron a adquirir la obra, cuyos nombres figuran en la relación que figura al final del tomo tercero. (Véase esa relación y algunos comentarios sobre la misma, así como la lista de los suscriptores por provincias y un mapa elaborado a partir de tales datos.) Entre los suscriptores encontramos las personalidades más prominentes del momento: Antonio Cánovas del Castillo, Manuel María del Valle, Gumersindo Laverde, Nilo María Fabra, Romualdo Alvarez Espino, Manuel Cañete, Francisco María Tubino, Francisco Franco [Vietti, abuelo de...], Pedro Antonio de Alarcón, Urbano González Serrano, Nicolás Salmerón, Rafael María de Labra, Gaspar Nuñez de Arce, Manuel Pedregal y Cañedo, Tomás Tapia, Antonio María Fabié, Miguel Rodríguez Ferrer, Fernando de Castro, Federico de Castro, Francisco Giner de los Ríos, Vicente Innerárity, Francisco de Paula Canalejas, Ramón de Campoamor, Alejo García Moreno, Luis Vidart, Francisco Fernández y González, Francisco Pí y Margall, Antonio Benítez de Lugo, José Canalejas y Méndez, Adelardo López de Ayala, Segismundo Moret y Prendergast, Nicolás María Rivero, Nemesio Fernández Cuesta, &c.
1871-1872 Obras completas de Platón, traducidas por Patricio de Azcárate, versión facsímil: Introducción · Noticias biográficas · Sobre el orden de los diálogos · Eutifrón o de la santidad · Apología de Sócrates · Critón o el deber · El primer Alcibiades o de la naturaleza humana · Carmides o de la sabiduría · Laques o del valor · Protágoras o los sofistas · El primer Hipias o de lo bello · Menexenes o la oración fúnebre · Ion o de la poesía · Lisis o de la amistad · Fedro o de la belleza · Filebo o del placer · Teetetes o de la ciencia · Eutidemo o el disputador · El sofista o del ser · Parménides o de las ideas · Menon o de la virtud · Cratilo o de la propiedad de los nombres · Fedón o del alma · Gorgias o de la retórica · El banquete o del amor · El político o de la soberanía · Timeo o de la naturaleza · Critias o la Atlántida · La República · argumento · libro primero · libro segundo · libro tercero · libro cuarto · libro quinto · libro sexto · libro séptimo · libro octavo · libro noveno · libro décimo · Las Leyes · argumento · libro primero · libro segundo · libro tercero · libro cuarto · libro quinto · libro sexto · libro séptimo · libro octavo · libro noveno · libro décimo · libro undécimo · libro duodécimo · Segundo Hipias o de la mentira · El segundo Alcibíades o de la oración · Teages o de la ciencia · Hiparco o del amor a la ganancia · Los rivales o de la filosofía · Timeo de Locres, del alma del mundo y de la naturaleza · Epinomis o el filósofo · Minos · Clitofon · Axioco · De lo justo · De la virtud · Erixias · Cartas · Definiciones · Poesías · Testamento
Pero no puede dejar de sorprender que en esa relación de quinientos suscriptores de la primera edición española de las obras de Platón, donde aparecen nobles, militares, políticos, catedráticos, escritores, abogados, se advierta la ausencia absoluta de personajes vinculados a la iglesia católica. Parece que la edición de Platón no fue recibida con especial interés por los clérigos. Incluso se advierte un bajo número de suscriptores en las provincias más católicas: en las provincias vascongadas, en Cataluña, incluso ninguna en Navarra. (Ver mapa.)
A medida que el sexenio revolucionario (1868-1874) fue avanzando, las diferentes posiciones ideológicas, políticas y religiosas irán marcando sus diferencias. Precisamente en plena I República (1873-1874) la Biblioteca de autores españoles iniciada por Rivadeneira en 1846 publicaba su volumen 65, dedicado a Obras escogidas de filósofos (preparado por Adolfo de Castro Rossi), y es bien sabido cómo la prepotencia de Nicolás Salmerón (que en el verano de 1873 había sido presidente de la República durante dos meses escasos) determinó que el jovencísimo Marcelino Ménendez Pelayo, buscando aprobar la asignatura de Metafísica para terminar su carrera, tuviera que hacer escala en Valladolid, en septiembre de 1874, produciéndose el fecundísimo encuentro con Gumersindo Laverde. A finales de ese año, cuando la efímera república daba paso a la restauración borbónica, Azcárate podía ya estar orgulloso de la publicación, en sólo cuatro años, de los primeros 21 volúmenes de su Biblioteca Filosófica (los 11 tomos de las obras de Platón y los 10 tomos de las obras de Aristóteles).
«Una de las más notables publicaciones emprendidas recientemente es la Biblioteca filosófica que dan a la luz los editores Medina y Navarro. A las obras completas de Platón, agotadas ya, van a suceder dentro de pocos días las de Aristóteles, cuyo anuncio publicamos al principio de este número.» (La Correspondencia de España, Madrid, lunes 7 de julio de 1873, pagina 2.)
«Ya se ha publicado el primer tomo de las Obras de Aristóteles, que forman parte de la Biblioteca filosófica publicada por la casa editorial de Medina y Navarro. Como sucedió con las Obras de Platón, cuyos ejemplares se agotaron a poco de publicarse, las de Aristóteles, de las que sólo se hacen 500 ejemplares por suscrición, no llegarán a ponerse a la venta, pues faltan ya muy pocos suscritores para completar aquel número.» (La Correspondencia de España, Madrid, martes 5 de agosto de 1873, pág. 2.)
«La casa editorial de Medina y Navarro acaba de publicar el segundo tomo de las Obras de Aristóteles, que está dando a luz. Comprende la segunda y última parte de La moral, y como todas las de Aristóteles y las de Platón, ya publicadas, están vertidas al castellano por el Sr. D. Patricio Azcárate. El tercer tomo, que ya está en prensa, contendrá La política. La tirada de estas obras es únicamente de quinientos ejemplares, y los Sres. Medina y Navarro prestan un gran servicio a los hombres estudiosos con esta publicación.» (La Correspondencia de España, Madrid, jueves 9 de octubre de 1873, pág. 3.)
«La casa editorial de Medina y Navarro acaba de publicar el segundo tomo de las Obras de Aristóteles, que está dando a luz. Comprende la segunda y última parte de La moral, y como todas las de Aristóteles y las de Platón, ya publicadas, está vertida al castellano por el señor don Patricio Azcárate. El tercer tomo, que ya está en prensa, contendrá La política. La tirada de estas obras es únicamente de quinientos ejemplares, y los señores Medina y Navarro prestan un gran servicio a los hombres estudiosos con esta publicación.» (La Iberia, diario liberal, Madrid, viernes 10 de octubre de 1873, pág. 3.)
«La casa editorial de Medina y Navarro, que viene publicando la importante colección de las obras filosóficas de Aristóteles, puestas en castellano por D. Patricio de Azcárate, acaba de dar a luz el tomo 3º de las mismas, que contiene la obra titulada Política, y tiene en prensa para publicar en breve el tomo 4º, que comprenderá el primer volumen de la Psicología. La edición, como saben nuestros lectores, es sólo de 500 ejemplares y quedan muy pocos disponibles.» (La Correspondencia de España, Madrid, viernes 14 de noviembre de 1873, pág. 2.)
«La casa editorial de Medina y Navarro acaba de dar a luz el tomo 4º de la importante colección de las Obras filosóficas de Aristóteles, puestas en castellano por D. Patricio de Azcárate. La edición de estas obras es de quinientos ejemplares y quedan pocos disponibles.» (La Correspondencia de España, Madrid, viernes 16 de enero de 1874, pág. 2.)
«Acaba de publicarse el sexto tomo de las Obras de Aristóteles, que da a luz la casa editorial de Medina y Navarro. Este tomo es el primero del tratado de Lógica del filósofo griego.» (La Correspondencia de España, Madrid, domingo 24 de mayo de 1874, pág. 2.)
«La casa editorial de Medina y Navarro acaba de publicar el tomo sétimo de la importante colección de las Obras de Aristóteles, puestas en castellano por D. Patricio de Azcárate. Comprende este tomo Los primeros analíticos, y es el segundo volumen de la lógica. La edición es de 500 ejemplares por suscrición, como lo fue en las Obras de Platón hoy agotadas.» (La Correspondencia de España, Madrid, lunes 3 de agosto de 1874, pág. 2.)
«La publicación de las Obras de Aristóteles, traducidas por el Sr. Azcárate, que forman parte de la Biblioteca filosófica, dada a luz por los editores Sres. Medina y Navarro, continúa activamente. El tomo octavo, que es el tercero de la Lógica, acaba de ser repartido a los suscritores. Esta Biblioteca sólo se adquiere por suscrición.» (La Correspondencia de España, Madrid, miércoles 11 de noviembre de 1874, pág. 1.)
«Obras filosóficas de Aristóteles, puestas en lengua castellana por D. Patricio de Azcárate, y publicadas por los señores Medina y Navarro, editores. Forman once tomos en 4º español, edición de lujo, y se vende cada tomo a 20 reales en Madrid y a 24 reales en provincias, edición de 500 ejemplares solamente. Van publicados ocho tomos, y los cuatro últimos, que tenemos a la vista, son: Psicología (opúsculos), Lógica (Categorías, Hermeneia, Primeros analíticos y Últimos analíticos). Diríjanse los pedidos a los mencionados editores (Rubio, 25, Madrid).» (La Ilustración española y americana, Madrid, 8 de diciembre de 1874, pág. 15.)
«Acaba de publicarse el tomo noveno y penúltimo de las Obras filosóficas de Aristóteles que da a luz la casa editorial de Medina y Navarro. A las obras de Aristóteles seguirán las de Kant, Leibinitx [sic] y Bacon.» (La Correspondencia de España, Madrid, sábado 12 de junio de 1875, pág. 2.)
Como puede advertirse la edición de los diez tomos de las obras de Aristóteles (inicialmente previstos once) se demoró más respecto de lo que había sucedido con las obras de Platón. Cabe sospechar que los suscriptores no fueron tan impulsivos esta vez, pues los editores tuvieron que publicar más anuncios recordando que aún quedaban disponibles unas pocas suscripciones... De hecho no llegaron a publicar la relación de suscriptores.
No se conformó Azcárate, en su proyecto de facilitar la lectura directa en español de textos filosóficos clásicos, con las obras de Platón y de Aristóteles, y así dedicó los meses siguientes a preparar su traducción de Leibniz. Dos años después de concluida la edición de Aristóteles podía ya firmar orgulloso, con fecha de noviembre de 1877, en la presentación del primer tomo que vería la luz unas semanas después: «De las obras filosóficas cuya traducción anunciamos en 1864, han visto la luz pública las de Platón y Aristóteles; después de éstas, deben venir las del gran Leibnitz.» El editor, Eduardo de Medina en solitario (ya separado de Luis Navarro), anunció en diciembre de 1877 la continuación de la Biblioteca filosófica en condiciones similares a los precedentes de 1871 y 1873, pero si decíamos que Aristóteles había suscitado menos interés que Platón, la edición de Leibniz, a pesar de que fue bien publicitada por la prensa, ya sólo logró reunir a 201 suscriptores, que a lo largo de 1878 y principios de 1879 recibieron los cinco tomos de la obra (inicialmente prevista en cuatro).
«Biblioteca filosófica. Obras de Leibnitz, puestas en castellano por D. P. Azcárate. Se publicarán desde el próximo mes de Enero en cuatro tomos en 4º español, en la misma forma y tamaño que las obras de Platón y de Aristóteles. Edición de 500 ejemplares. Por suscrición directa costará cada tomo 20 rs. en toda España. Pídanse prospectos a la casa editorial de Medina. Amnistía, 12, Madrid.» (La Correspondencia de España, Madrid, sábado 8 de diciembre de 1877, pagina 1; el mismo anunció se repitió en ese periódico al menos los días 9, 16, 18 de diciembre y 2 de enero de 1878.)
«Movimiento bibliográfico. Obras de Leibnitz, puestas en castellano por D. Patricio de Azcárate. Tomo primero. Principios metafísicos. Dicho tomo forma un elegante volumen en 4º español, de 488 páginas en buen papel y esmerada impresión, siendo por lo tanto muy barato, pues su precio por suscrición es sólo 20 reales cada tomo en toda España. Al final del tomo se publica la lista de los señores suscritores, entre los cuales figuran muchas personas ilustradas, Bibliotecas y Academias, y se ofrece continuarla en los tomos sucesivos. No necesitamos encarecer la importancia de estas obras, y solo recomendamos a nuestros lectores protejan su publicación fomentando de este modo la de la Biblioteca Filosófica, la cual ha merecido favorabilísimos y entusiastas informes de la Academia Española y de la de Ciencias morales, encareciendo su importancia y necesidad en España, y ha sido además premiada en la Exposición universal de Viena, en 1873.» (El Globo, Madrid, miércoles 3 de abril de 1878, pág. 3.)
«Publicaciones. Obras de Leibnitz, puestas en castellano por don Patricio de Azcárate. Tomo I. Principios metafísicos. Continuando la publicación de la Biblioteca filosófica, paralizada hace algún tiempo, la casa editorial de Medina acaba de publicar el tomo I de las obras de Leibnitz, una de las piedras angulares del gran edificio de la filosofía. Dicho tomo forma un elegante volúmen en 4º español, de 488 páginas, en buen papel y esmerada impresión, siendo por lo tanto muy barato, pues su precio por suscrición es sólo 20 rs. cada tomo en toda España. Al final del tomo se publica la lista de los señores suscritores, entre los cuales figuran muchas personas ilustradas, bibliotecas y academias, y se ofrece continuarla en los tomos sucesivos. No necesitamos encarecer la importancia de estas obras, y sólo recomendamos a nuestros lectores protejan su publicación fomentando de este modo la de la Biblioteca filosófica, la cual ha merecido favorabilísimos y entusiastas informes de la Academia Española y de la de Ciencias morales, encareciendo su importancia y necesidad en España, y ha sido además premiada en la Exposición Universal de Viena, en 1873. Digna del mayor elogio es la casa editorial de Medina por el inmenso servicio que presta a su patria con la publicación de dichas obras; y todos tenemos el deber no sólo de tributarle aplausos por los sacrificios que tiene que hacer para ello, sino ayudarle en su honrosa tarea en beneficio de España.» (La Iberia, diario liberal, Madrid, jueves 4 de abril de 1878, pág. 3.)
«Obras de Leibnitz.– Tomo I.– Principios metafísicos.– Madrid.– Casa editorial de Medina. Es este el volúmen 22º de la Biblioteca filosófica que con excelente acuerdo empezó a publicar hace algún tiempo dicha casa. A la importante obra de Leibnitz precede un prólogo breve pero muy nutrido de ideas del concienzudo traductor D. Patricio de Azcárate, quien precisa de una manera clara y determinada la influencia que el pensamiento de Leibnitz ejerció en el desenvolvimiento de la civilización y de la idea filosófica de su época, cuando florecían inteligencias como Newton, Descartes, Fenelon, Galileo, Bayle, Gassendo, Spinosa, Fontenelle, Pascal, Hobbes, Locke, Keplero, Bossuet, Arnauld, Clarke, Nicole, Malebranche y otros muchos, que prepararon unos y otros caracterizaron plenamente aquel gran siglo eminentemente espiritualista. Sin hacer un juicio crítico de la doctrina, expone sobria pero muy determinadamente, el sistema, empezando por reconocer, que los grandes descubrimientos de sabios tan eminentes como Newton, Keplero, Galileo y otros le condujeron naturalmente a considerar la grandeza de la creación bajo un punto de vista que apenas a ningún filósofo se le había ocurrido. Considerando a Leibnitz como ecléctico, su traductor ha elegido el metodo sintético para dar a conocer sus obras y en los cinco tomos de que constará la colección de ellas el primero va encabezado con la historia que de sí mismo escribió este filósofo, siguiento luego los extractos del Fedon del Teetetes de Platón, comprendiendo el resto del volúmen todas las demás producciones en que aparece el Pensamiento metafísico de Leibnitz. Esta traducción parece ser la primera que se ha hecho en castellano.» (Revista de España, Madrid, nº 246, 2ª quincena de mayo de 1878, tomo LXII, pág. 282.)
«Biblioteca filosófica.– T. XXIV.– Obras de Leibnitz, t. III.– Nuevo ensayo sobre el entendimiento humano.– Libros 3º y 4º.– Madrid, 1878.– Un vol. de 302 págs. en 8º. Nada tenemos que añadir a los elogios que por parte de la prensa en general, a los que oportunamente hemos asociado los nuestros, mereció la excelente traducción de esta obra, de que ahora se publica el tercer tomo, hecha por D. Patricio de Azcárate y dada a la estampa con el esmero y pulcritud que acostumbra la casa editorial de Medina.» (Revista de España, Madrid, nº 260, 2ª quincena de diciembre de 1878, tomo LXV, pág. 573.)
«Obras de Leibnitz.– La acreditada casa editorial de Medina (Amnistía 12, Madrid) acaba de publicar el tomo III de estas importantes obras, que contiene los libros III y IV del Nuevo ensayo sobre el entendimiento humano. Este tomo forma el volúmen XXIV de la Biblioteca filosófica, que hace algunos años viene publicando dicha casa editorial, con gran aceptación de las personas ilustradas. La suscrición a estas obras continúa abierta: su precio es 20 reales cada tomo en toda España.» (La ilustración española y americana, año XXIII, nº 1, Madrid, 8 enero 1879, pág. 16.)
Si hemos de hacer caso a Gumersindo Laverde (carta a Marcelino Menéndez Pelayo de 22 de agosto de 1877), Patricio de Azcárate incluso habría cobrado por cumplir su ansiado proyecto traductor: «Me complace mucho el saber que Navarro le pide á V. su colaboración para la Biblioteca clásica. Respecto á precio, diré á V. que á Azcárate le pagaron 2.000 rs. por cada tomo de sus traducciones de Platón y Aristóteles.» El 1º de diciembre del mismo año le repite Laverde al joven Marcelino: «Debes aceptar desde luego la proposición de Navarro respecto á la traducción de las obras de Marco Tulio, de las cuales se echa de menos una versión castellana completa. Para ti no es esta tarea muy difícil, y además puedes aprovechar algunos de los trabajos ya existentes. A Azcárate le pagó 2.000 rs. por cada uno de los tomos de Platón y Aristóteles», y cuatro días más tarde, el 5 de diciembre de 1877, le informa Laverde: «El propio Medina acaba de anunciar la continuación de la Biblioteca filosófica dando á luz, desde luego, en 4 tomos las obras de Leibnitz, traducidas por D. Patricio Azcárate. Creo que no te será difícil entenderte con Medina para que publique después las de Vives ó Foxo.»
En 1878 la primera edición de la Historia de la Filosofía del dominico fray Zeferino González no menciona entre sus fuentes las recientes ediciones de Azcárate en español de Platón y de Aristóteles (cita de Platón la Opera, Marsilio Ficino interprete, 1556; y de Aristóteles, Opera, 1608), aunque sí le menciona en una línea (por el apellido, sin llegar siquiera a escribir su nombre):
«Para comprender y apreciar el movimiento y condiciones de la filosofía cristiana en nuestra patria, conviene no olvidar que en la misma se ha verificado y verifica un movimiento filosófico-racionalista al lado del movimiento cristiano. [...] Las principales direcciones racionalistas son la dirección hegeliana y la dirección krausista. [...] Hasta la hora presente (1877), los discípulos de Krause y Sanz del Río en España no han publicado trabajos de especial importancia [...]. Al lado de la dirección hegeliana y de la escuela krausista, fase la más importante del racionalismo español por el número de sus adeptos, no faltan escritores y escritos que responden a otras fases del racionalismo. Así, por ejemplo, la fase o dirección espiritualista se halla representada por la Exposición histórica-crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia, de Azcárate, al paso que la dirección positivo-materialista, la darwinista, la crítico-positivista y neokantiana se hallan representadas respectivamente con mayor o menor perfección por Tubino, por García Alvarez, por Revilla, Simarro, Heredia, Perojo y algunos otros. Milita hoy también en las filas racionalistas Vidart, el mismo que en años anteriores militó en el campo católico, y que debe a la inspiración cristiana la más importante de sus producciones, o sea La filosofía española.» (Zeferino González, Historia de la Filosofía, Madrid 1879, tomo tercero, págs. 487-492.)
En general, quienes se enfrentan a la filosofía española desde las posiciones de la iglesia católica o con las orejeras cristianas puestas (y abundan bastante, aunque a veces ni ellos mismos son conscientes), tienden a ningunear las obras y traducciones de Patricio de Azcárate, pues al fin y al cabo fue el malvado que permitió a los hispanos tanto conocer los sistemas filosóficos modernos como leer directamente a Platón, a Aristóteles y a Leibniz: así el dominico Fray Guillermo Fraile, en los dos tomos de su Historia de la filosofía española, sólo le menciona una vez, y para decir que fue padre de Gumersindo. Sin comentarios. Como contraste, un autor menos sectario, como Mario Méndez Bejarano, reconoce el mérito de Patricio de Azcárate:
«D. Patricio de Azcárate (1800-86) llegó hasta el límite [498] de su longevidad trabajando en filosofía, mas su labor reviste carácter histórico y crítico. Ni inventó ni profesó sistema determinado, trató de todos con imparcialidad, y su obra principal, la Biblioteca Filosófica, de que sacó a la luz 26 volúmenes, prestó gran servicio a la difusión de los estudios y acreditó las excelentes condiciones a que me he referido por sus discretas anotaciones a las obras de Platón. Aristóteles y Leibniz, traducidas por él mismo. Sus escritos originales se titulan: Veladas sobre la Filosofía moderna (1854), Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos (1861), Del materialismo y positivismo contemporáneos. La Filosofía y la civilización moderna en España (1886).» (Mario Méndez Bejarano, Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX, [1927], págs. 497-498.)
Son muchos quienes, desde cierta pedantería que sólo en parte puede disculparse por lo anacrónico y descontextualizado de la crítica, desprecian las ediciones de Azcárate, pues ofrecen textos clásicos a partir de otras lenguas modernas y, como es natural, no resisten siempre la crítica filológica actual. Pero las traducciones de Platón, Aristóteles y Leibniz que dispuso don Patricio de Azcárate han sido reeditadas sin cesar durante más de un siglo, y siguen sirviendo de base para la mayor parte de las ediciones que de esos autores circulan de hecho por los países de lengua española.
Dejó realizada Patricio de Azcárate, en manuscrito, la traducción de Bacon en cuatro tomos, que no se llegó a publicar («y no traduje las de Descartes y Kant, como lo había anunciado en mi prospecto, porque dos personas muy competentes se adelantaron anunciando su publicación, con cuyo motivo suprimí mis trabajos», 1880, nota 2). Fue miembro correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y de la Real Academia de la Historia. Falleció don Patricio en León el sábado 20 de febrero de 1886, poco antes de que su hijo Gumersindo obtuviese por primera vez en las Cortes el escaño de diputado por el distrito de León, en el que pudo mantenerse sentado durante los siguientes treinta años. Tal como dejó dispuesto fue enterrado en el cementerio de Villimer, donde se condujo el cadáver la mañana del domingo 21 de febrero.
«A la memoria del Sr. D. Patricio de Azcárate (Q. E. P. D.). Si al hondo y profundo sentimiento respondiera fiel y exacta la expresión, la pluma debería trazar patética el triste duelo que el ánimo embarga y que a los ojos brota sin que la voluntad pueda ni quiera impedirlo [...] Burgos 20 de febrero de 1886, Manuel Prieto Getino.» «A la memoria de Don Patricio de Azcárate. Ya de la vida abandonó el ambiente / aquel pecho robusto y animoso / y el espíritu tenue, vagoroso / en busca va de la región luciente [...] F. Ruiz de la Peña.» «En otro número publicaremos más por extenso datos necrológicos que comprenden todo cuanto se refiere a la vida científica del ilustre difunto, ya respecto a sus estudios y obras científicas, y a los trabajos con que contribuyó al fomento y sostenimiento de establecimientos de instrucción pública en León.» «El tarjetón de la Biblioteca Provincial, donde figuró el nombre de don Patricio de Azcárate y de los demás ilustres fundadores de la misma, hállase cubierto estos días con una gasa en señal de luto por el fallecimiento de tan esclarecido leonés.» (El Porvenir de León [sale los sábados y los miércoles], miércoles 24 de febrero de 1886, nº 2329, pág. 1.)
«En nuestro número anterior quedó fuera de ajuste el siguiente suelto: El Sr. D. Patricio de Azcárate y Corral, ex-diputado a Cortes y ex-gobernador civil, ha fallecido el día 20 de febrero de 1886, a las tres de la tarde a la edad de 85 años. R. I. P. El cadáver que ha sido enterrado en el cementerio de Villimer, fue acompañado hasta las afueras de la población por un numeroso concurso de amigos del finado y de su respetable familia, a la cual acompañamos en su natural sentimiento.» (La Estafeta del Noroeste (crónica de León), sale los martes, jueves y sábados, León, jueves 25 de febrero de 1886, nº 23, pág. 3.)
«Nuestro corresponsal de León nos escribe con fecha de ayer: "El día 20 del corriente falleció en esta ciudad, a la avanzada edad de 85 años, el señor D. Patricio de Azcárate, padre del tan conocido hombre público del mismo apellido. D. Patricio de Azcárate desempeñó un gran papel como hombre político, siendo durante la época progresista primero y la de la unión liberal después, gobernador civil de varias provincias. Como jurisconsulto lo fue muy notable, durante más de treinta años que ejerció su profesión en este su pueblo natal. En él, juntamente con el Sr. D. Fernando de Castro, creo la Biblioteca Legionense, allá por los años de 1844, salvando de una pérdida segura los restos de las librerías de los monasterios suprimidos. A él se le debe el Asilo de Mendicidad de León, y en la sociedad Económica de Amigos del País ejerció el cargo de director con gran acierto. Como escritor era una verdadera notabilidad, de esas que no han sobresalido más por su excesiva modestia. Descuella el ilustre leonés como filósofo. Entre otras obras notables publicó las siguientes: en 1853 las Veladas sobre la filosofía moderna, posteriormente la Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia, cuya obra está agotada. También tradujo y publicó en Madrid las obras de Platón, de Aristóteles y de Leibnitz. Otros notables trabajos deja a la posteridad, no ligeros e insulsos, sino profundos y llenos de doctrina, como pocos. Su estilo es en todos ellos muy castizo, claro y elegante, sin que jamás presuma de maestro. Las reales Academias de Ciencias Morales y Políticas y de la Historia le habían, hace años, honrado con el título de correspondiente. Era por este último concepto el individuo más antiguo de esta comisión provincial de monumentos, que deja un vacío difícil de llenar. El distrito electoral de la capital le nombró una vez su diputado a Cortes. No sólo sus numerosos amigos, sino el pueblo entero de León ha sentido el fallecimiento de tan esclarecido varón. B."» (La Correspondencia de España, Madrid, martes 2 de marzo de 1886, pág. 1.)
«El día 20 de febrero falleció en León, a la avanzada edad de 85 años, el Sr. D. Patricio de Azcárate, padre del distinguido hombre público del mismo apellido. Enviamos nuestro sincero pésame a la familia del finado.» (El Liberal, Madrid, martes 2 de marzo de 1886, pág. 3, col. 2.)
«El entierro de D. Patricio de Azcárate. A las tres de la tarde del 20 del pasado, se extinguía, para siempre, una de esas inteligencias privilegiadas, cuyo recuerdo se conservará perdurablemente, en el corazón de todos los hombres que saben apreciar en su verdadero valor las virtudes públicas y privadas del ciudadano eminente, del patricio probo y del esposo y padre intachable. [...] Carlos Félix de Sosa.» (El Porvenir de León [sale los sábados y los miércoles], miércoles 3 de marzo de 1886, nº 2331, págs. 1-2.)
El periódico El Porvenir de León publicó una amplia biografía de Patricio de Azcárate a lo largo de varios de sus números del mes de marzo de 1886 (nº 2331, 3 marzo; nº 2332, 6 marzo; nº 2334, 13 marzo; nº 2335, 17 marzo; nº 2336, 20 marzo; nº 2337, 24 marzo; y nº 2338, 27 marzo), firmada por Ramón Álvarez de la Braña (1837-1906), archivero-bibliotecario de la Diputación de León y jefe de su biblioteca provincial.
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«4. Azcárate, traductor. 4.1. La Biblioteca Filosófica. "Se traducía servilmente, diciéndolo o sin decirlo; y ni siquiera se traducían las obras maestras, sino los más flacos y desacreditados manuales." Esta cita de Menéndez Pelayo en su Historia de los Heterodoxos Españoles es bien significativa del olvido en que ha quedado la labor de traducción que realizó don Patricio de Azcárate –no precisamente sobre «manuales desacreditados»– desde su oscuro rincón leonés. A lo largo y ancho de las 335 páginas de la obra del P. Fraile, donde el texto se comprime al máximo para dar cabida a multitud de nombres de españoles relacionados de alguna manera con la filosofía, «desde la Ilustración» sólo encontramos el de Patricio de Azcárate una sola vez, en la página 144, para decir que era el padre de Gumersindo. En una historia de este tipo pensamos que merecía más amplia referencia quien puso en lengua castellana, por primera vez, las obras completas de Platón, máxime si esto se hace en una época que suscita tantas quejas y lamentaciones de unos y de otros sobre nuestra miseria y nuestro mimetismo con respecto a franceses y alemanes y, en general, ante cualquier «novedad». Quizá haya que volver a traer la conocida sentencia de Revilla sobre el exclusivo dominio que ejercieron en las Universidades los manuales de Goudin, Jacquier y Guevara, durante toda la primera mitad del siglo, y poner al lado la repetida intención de Azcárate de que los jóvenes estudiantes pudiesen conocer las obras originales de los grandes filósofos. Porque Azcárate no se dirige en ninguno de sus escritos a la «clase filosófica» del país (supuesto que existiese; Terrón sitúa en las fechas posteriores a 1854 la existencia de verdaderos «profesionales» de la filosofía); es lo suficientemente humilde para reconocerse un simple aficionado a estas materias. Su preocupación fue siempre la formación filosófica de los jóvenes, convencido de que lo que servían las universidades e institutos no era adecuado a las necesidades del siglo. Más de una vez ha denunciado estas deficiencias, en cartas y escritos; e, igualmente, hemos conocido la más directa contribución de sus obras. Ahora, ya septuagenario, se impone la Ardua empresa de las traducciones de los clásicos. Más justos han sido con Azcárate otros historiadores de la filosofía, como Méndez Bejarano, cuando reconoce que, con sus traducciones, "prestó gran servicio a la difusión de los estudios".» (Nicolás Martín Sosa, Patricio de Azcárate (1800-1886), filósofo e historiador de la Filosofía, Salamanca 1979, págs. 123-124.)
[Un señor que firma Héctor J. Ayala, y que gusta de adornar su firma señalando su pertenencia al CONACYT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, de México) y al CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de España), al tratar de la suerte de Leibniz en México, ha puesto en circulación en 2002 las siguientes extravagancias: «Si bien Don Patricio Azcárate fue el primero, al parecer, en verter al castellano no pocos escritos de Leibniz (trabajo que por cierto realizó en Norteamérica, en Boston, para ser exactos, aunque publicó sus traducciones en Madrid) a finales del siglo XIX, no fue sino hasta 1940 –a no ser que algún ejemplar perdido de la primera edición de Azcárate llegara a nuestras costas casi de incógnito– que Leibniz apareció en Latinoamérica (...). Primeramente que Leibniz llega a América por influencia de emigrantes españoles (la familia de Azcárate); y en segundo lugar, que es en Argentina donde se editan sus obras por vez primera en Latinoamérica...» (Héctor J. Ayala, «Leibniz en México», Thémata, Revista de Filosofía, nº 29, Sevilla 2002, págs. 21-22.) ¿De donde saca el «investigador» mejicano Héctor J. Ayala que al casi octogenario don Patricio se le habría perdido algo por Boston? ¿Cree de verdad este novedoso historiador de la filosofía en el ridículo supuesto de la llegada a América de las obras de Leibniz de la mano de presuntos emigrantes españoles ¡precisamente! de la familia de Azcárate? ¡Ah!, por supuesto, en 1878 llegaron a Méjico ejemplares de la edición de Leibniz dispuesta por Patricio de Azcárate, pero no un fabulado «ejemplar perdido... [que] llegara a nuestras costas casi de incógnito», sino porque la librería del «Sr. D. J. F. Parrés y Compañía. Méjico» figura como suscriptor 197 de la edición, y la Casa Editorial de Medina, el editor español, era fiel cumplidora de sus compromisos. Pero raro sería que las fantasías del señor Ayala no encontrasen eco en algún atormentado hermeneuta leibniziano, por lo que no deben descartarse en el porvenir versiones aumentadas y mejoradas de estas fábulas.]
Obras de Patricio de Azcárate Corral
Veladas sobre la filosofía moderna, M. Rivadeneyra, Madrid 1853, 474 págs.
Exposición a S. M. sobre arreglo de los Fueros de las Provincias Vascongadas, Viuda e Hijos de Miñón, León 1856, 30 págs.
Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia, Establecimiento tipográfico de don Francisco de Paula Mellado, Madrid 1861, 4 vols., 368 + 333 + 295 y 248 págs. [Existe edición en microficha de esta edición por Pentalfa Ediciones, Oviedo 1982. Facsímil pdf con texto en el Proyecto Filosofía en español, junio 2009.] Segunda edición: Librería de A. Durán, Madrid 1870-1874, 4 vols.
Del materialismo y positivismo contemporáneo: discurso leído en el Liceo de la Sociedad Económica de Amigos del país de León, Miñón, León 1870, 41 págs.
Obras completas de Platón, puestas en lengua castellana por primera vez por Patricio de Azcárate, Medina y Navarro (Biblioteca Filosófica), Madrid 1871-1872, 11 volúmenes. (1-2: Diálogos socráticos, 3-4: Diálogos polémicos, 5-6: Diálogos dogmáticos, 7-8: La República o El Estado, 9-10: Las Leyes, 11: Obras varias.) [Facsímil pdf con texto en el Proyecto Filosofía en español, agosto 2009.]
Obras de Aristóteles, puestas en lengua castellana por Patricio de Azcárate, Medina y Navarro (Biblioteca Filosófica), Madrid [1873-1875], 10 volúmenes. (1-2: Moral, 3: Política, 4-5: Psicología, 6-9: Lógica, 10: Metafísica.)
Obras de Leibnitz, puestas en lengua castellana por Patricio de Azcárate, Casa Editorial de Medina (Biblioteca Filosófica), Madrid 1878, 5 volúmenes. (1: Varios –34 textos, desde la 'Vida de Leibnitz trazada por él mismo' hasta 'La Monadología'–, 2-3: Nuevo ensayo sobre el entendimiento humano, 4: Correspondencia filosófica, 5: Teodicea.)
La filosofía y la civilización moderna en España, Montoya y Compañía, Madrid 1880, 28 págs. (Publicado también en Revista de España, nº 287, 1ª quincena de febrero de 1880, tomo 72, 1880, págs. 319-344, texto firmado en «Villimer (León) Octubre de 1879.»)
Sobre Patricio de Azcárate Corral
1862 Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos..., Revista Ibérica, 15 de febrero
José Joaquín de Mora, Filosofía [Exposición histórico-crítica...], La América, 8 de abril
Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos..., La Iberia, 4 de diciembre
Federico de Castro, Exposición histórico-crítica de los sistemas..., Revista Ibérica, 30 diciembre
1866 Luis Vidart Schuch, La filosofía española, indicaciones bibliográficas, págs. 193-195, 221-226.
1927 Mario Méndez Bejarano, Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX, págs. 497-498.
1979 Nicolás Martín Sosa, Patricio de Azcárate (1800-1886), filósofo e historiador de la Filosofía, Ediciones Universidad de Salamanca (Serie Varia, temas científicos y literarios, nº 26), Salamanca 1979, 156 págs. (con prólogo de Miguel Cruz Hernández.)
El público de las ediciones de Azcárate
1871 Los 500 suscriptores a las Obras de Platón por orden y por provincias
1878 Los 201 suscriptores a las Obras de Leibniz por orden y por provincias
Textos y versiones de Patricio de Azcárate en el Proyecto filosofía en español
1853 Prólogo a Veladas sobre la filosofía moderna
1861 Exposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos
1871-1872 Obras completas de Platón · Introducción · Noticias biográficas · Sobre el orden de los diálogos · Argumento de la República · Argumento de las Leyes
1873-1875 Obras filosóficas de Aristóteles · Vida y obra de Aristóteles
1880 «La filosofía y la civilización moderna en España»