Obras completas de Platón | Madrid 1871-1872 |
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Obras completas de Platón, tomo 7, Medina y Navarro, Madrid 1872, págs. 105-145.
Después de haber hablado de esta manera, creí que se daría por terminada la conversación; pero, al parecer, todo lo dicho no fué más que el preludio. Glaucon dio en esta ocasión una prueba de su valor acostumbrado, y lejos de rendirse como Trasimaco, tomó la palabra y dijo: Sócrates, ¿te contentas con figurarte que nos has convencido de que la justicia es de todas maneras preferible a la injusticia, o quieres realmente convencernos?
–Yo querría, le contesté, convenceros realmente, si esto estuviera en mi mano.
–Entonces tu no haces lo que quieres, Sócrates, porque díme: ¿no hay una clase de bienes, que deseamos y que buscamos por lo que ellos son, sin cuidarnos para nada de sus resultados, como la alegría y otros placeres puros y sin mezcla, aunque no nos proporcionen otra ventaja que el placer de gozar de ellos?
–Sí, hay, a mi parecer, bienes de esta naturaleza.
–¿No hay otros que amamos a la vez por sí mismos y por sus resultados, como, por ejemplo, el buen sentido, la vista, la salud? Aquellos dos motivos nos mueven igualmente a procurárnoslos.
–Es cierto.
–¿No encuentras una tercera clase de bienes, como el entregarse a los ejercicios del cuerpo, el restablecer su salud, el ejercer la medicina o cualquiera otra profesión lucrativa? Estos bienes, diremos, que son penosos pero útiles, y los buscaremos no por sí mismos, sino por el salario y demás ventajas que nos proporcionan.
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