Filosofía en español 
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Democracia como Institución: Nematología y Tecnología

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Democracia de la libertad / Democracia de la Igualdad / Democracia de la Fraternidad:
Holización política

La tríada de valores supremos, Libertad, Igualdad, Fraternidad, puede considerarse de hecho como índice de la holización de una sociedad [733] constituida como un todo atributivo [24], de partes heterogéneas, con una anatomía diferenciada. Esta sociedad diferenciada será reducida a la nada al transformarse [734], sobre todo en el terreno teórico o ideológico, en el conjunto abstracto de unidades o átomos, iguales entre sí, que la forman. Porque la holización es una abstracción mediante la cual los individuos átomos de una sociedad quedan igualados en derechos y en deberes, que los equiparan según criterios externos y artificiosos, aunque importantes prácticamente. Criterios que requieren ser corregidos constantemente por la propia acción política, y muchas veces por iniciativa individual, precisamente mediante la corrupción de estos individuos en busca de la igualdad y de la libertad definida en el tablero social en el que juegan.

El fundamentalismo democrático [854-875], que consideramos como la expresión más depurada del idealismo democrático [842-853], apela desde luego a “los tres principios revolucionarios”, y en ellos funda la consideración de la democracia como la mejor forma posible de la sociedad política. Incluso como la forma única aceptable del porvenir […], como el fin efectivo de la historia política [888] de la humanidad.

Ahora bien, también es verdad que, de hecho, las democracias realmente existentes (y desde luego las concepciones idealistas de la democracia) no prestan siempre la misma atención a cada uno de los axiomas del sistema mencionado. O, si se prefiere, en el momento de desarrollar la Idea filosófica de la democracia [842], no siempre dan la misma importancia a sus axiomas, del mismo modo a como el Sistema Solar puede también ser contemplado unas veces desde el principio de la inercia (como sería el caso de la teoría de la relatividad), otras veces desde el principio de la fuerza (como sería el caso de las concepciones de Hawking o Penrose) y otras veces desde el principio de la acción recíproca [630] (como sería el caso del monismo fisicalista). Cabría hablar, según esto, de concepciones idealistas de la democracia que tienden a subrayar, sobre todo, el principio de la libertad (para Kelsen, como para Aristóteles, la democracia se define ante todo por la libertad); otras concepciones de la democracia subrayarán el principio de la igualdad [Bobbio, Babeuf]; y unos terceros subrayarán el principio de la fraternidad o de la solidaridad (como sería el caso del monismo democrático marxista: “a cada cual según sus necesidades…”).

1. Idealismo democrático como democracia de la libertad

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Las concepciones idealistas [844] que podríamos agrupar como conducentes a la concepción de una “democracia de la libertad” son acaso las que mantienen una mayor presencia entre los pueblos que han llegado a la democracia tras el derrocamiento o transformación de un régimen previo autoritario (tiránico, despótico, colonialista, etc.). La “democracia de la libertad” se nos mostrará ante todo como una democracia reivindicativa.

A su vez, la Idea de la democracia de la libertad podría recibir versiones muy diferentes y contrapuestas entre sí. La más acusada tiene que ver, sin duda, con la libertad del pueblo (o de la Nación) y la libertad de los sujetos individuales. La reivindicación de la libertad nacional no es exclusiva de las democracias de la libertad, puesto que las autocracias o las aristocracias también han reivindicado su libertad (eleutheria) frente a la opresión de otros pueblos, y acaso con más resolución que las democracias. La libertad reivindicada por Esparta, y aun por Atenas, frente a los persas (sin perjuicio de que se interprete a Atenas como una república democrática), tenía que ver seguramente más con la reivindicación de la libertad de los pueblos respectivos que con una reivindicación de la libertad de los individuos, espartanos o atenienses, dentro de sus repúblicas, aun cuando la involucración de ambas categorías de la libertad fuese muy grande: una derrota ante los bárbaros podía significar la esclavización de los ciudadanos libres. [829-830]

Más aún, tal como se entendió por los revolucionarios de 1789, cuando tuvieron que enfrentarse muy pronto con el acoso de las “potencias imperialistas” del Antiguo Régimen [736] (o, si se quiere, con el imperio inglés, con el imperio francés, con el imperio eslavo o el imperio español), tenía más que ver con la libertad de la patria que con la liberación de los individuos (que precisamente eran arrastrados violentamente, si era preciso, por la república, a tomar las armas). La fase napoleónica, es decir, las guerras napoleónicas, fueron también emprendidas en nombre de la libertad de Francia, que había asumido, ideológicamente, la misión de liberar a los demás reinos de Europa de las cadenas del Antiguo Régimen. Cuando se estableció, en Viena, el “equilibrio” entre los reinos de Europa, llegó el momento de reivindicar la libertad en su versión de libertad individual [314-335], y en España, como es sabido, nació el liberalismo [732], que no tuvo probablemente en sus orígenes el significado económico político que adquirió más adelante en el curso del siglo XIX y del siglo XX, y que se resume en la frase: “más mercado, menos Estado”. En la democracia española de 1978 [863], la libertad reivindicativa suele ser entendida principalmente, según la versión individualista de la libertad, ante todo antes de la crisis económica de 2007, como reivindicación de las libertades de expresión, de asociación, de desplazamiento, etc., que habrían sido reprimidas por la “Dictadura”.

Después de la crisis, que puso en quiebra el llamado “Estado de bienestar” [832] (lo que en siglos anteriores se llamaba “felicidad de los pueblos”), la democracia reivindicativa intensificó su sesgo individualista [833]. Las reivindicaciones de una “democracia real” por parte de los movimientos afines a las acampadas de la Puerta del Sol frente a la partitocracia [897] bipartidista asentada tras el golpe de Tejero) incluía no solo, desde luego, la libertad de reunión, de expresión, etc., sino también la reivindicación de un trabajo “con salario digno”, de una vivienda, de educación y sanidad “gratuitas” (para cada ciudadano). El proyecto idealista de una “democracia real” (frente a la democracia efectiva realmente existente) [856] constituía una reivindicación, ante todo, de las libertades individuales cuyas limitaciones se hacen patentes, y aun trágicas, a raíz de una crisis económica que arroja al paro a casi el 50% de los jóvenes. Sus componentes idealistas cabría apreciarlos, precisamente, en la implícita evidencia de que esa “democracia real” propugnada (que propiamente era una democracia idealizada y amorfa) sería la clave para recuperar la libertad individual, es decir, la libertad de la dependencia económica de la familia, de los amigos o de las instituciones de caridad derivadas de la crisis.

Una Idea de libertad muy similar, por cierto, a la que Hamilton en América, o Kant en Europa, consideraron necesario atribuir a los ciudadanos para que pudieran considerarse libres en el contexto de un sufragio universal: “Un individuo solo puede considerarse libre cuando su subsistencia no depende de otra persona.” Solo que de la idea de Hamilton o de Kant se deducía también la necesidad de limitar el sufragio universal [859] a la forma de un sufragio censitario, que obviamente los demócratas fundamentalistas del proyecto de la democracia real no podían tener en cuenta.

Pero al mismo tiempo el demócrata idealista proclamará el reinado de su libertad, en grupos o colectividades de individuos libres, mediante la regla: “mi libertad solo tiene como límite la libertad de los demás”. Y de aquí la apelación constante a la idea pacifista de respeto y de tolerancia ante los pensamientos ajenos, aunque sean contrapuestos a los propios (un respeto o tolerancia que implica necesariamente el mayor desprecio imaginable por los pensamientos de los demás).

En cualquier caso, el antagonismo entre las dos versiones del idealismo democrático de la libertad, que ninguna voluntad de respeto o tolerancia mutua puede disimular, se manifiesta con claridad en el antagonismo entre dos formulaciones prácticas que pueden considerarse emanadas, respectivamente, de cada versión: la “versión comunalista” (“no preguntes tanto por lo que España, o el Estado, la Comunidad Europea… puede hacer por ti, sino por lo que tú puedes hacer por España…”) y la “versión individualista” (“no preguntes tanto por lo que tú puedes hacer por España, por el Estado… sino por lo que España, o el Estado, puede hacer por ti”).

2. Idealismo democrático como democracia de la igualdad.

La versión del idealismo democrático como democracia de la igualdad también es reivindicativa. Nos atenemos a la forma individual del igualitarismo, que se refiere sobre todo a la reivindicación de las propiedades o derechos que cada cual considera sobrepasados por las propiedades o derechos de los demás. Las reivindicaciones democráticas igualitarias son, según esto, más negativas que las reivindicaciones de las democracias libertarias, que son más positivas. La objeción más certera que puede oponerse al igualitarismo, como idealismo democrático, es acaso la de Kelsen: el ideal de la igualdad se alcanza más directamente en las autocracias autoritarias (tipo soviético o nacional socialista) que en las democracias.

En efecto, añadiremos por nuestra parte, las democracias pueden establecer las condiciones más necesarias para que los ciudadanos tengan igualdad de oportunidades. Pero esta “igualdad de salida” no garantiza la “igualdad de llegada” [832], al menos en una democracia que respete las libertades individuales, dado que las capacidades de cada ciudadano son distintas, así como las mismas circunstancias en las que él se desenvuelve.

3. Idealismo democrático como democracia de la fraternidad

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La “democracia de la fraternidad” es también una versión idealista del fundamentalismo que se desliza, sin embargo, hacia el estatismo totalitario de “planificación central”, que se opone no sólo al liberalismo, sino también a la democracia de la igualdad. El principio de fraternidad no implica la igualdad, como tampoco el principio de acción recíproca implica la igualdad de las fuerzas gravitatorias que interaccionan.

{FD 131-133 / EC112 /
EC109-113 / → DCI / → PCDRE / → FD / → ZPA}

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