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Metamorfosis del Antiguo Régimen en Nación política: fase de holización analítica (trituración) / Átomos racionales
La Nación francesa, en cuanto Nación política, procede del Estado del Antiguo Régimen, históricamente constituido. Y fue una reconstrucción de ese Estado, una metamorfosis del Antiguo Régimen (en función de crisálida) en la primera República democrática de la Historia Universal. Utilizamos la holización [733], en tanto que procedimiento racional, para el análisis de la transformación de la sociedad política del Antiguo Régimen en una Nación política. La racionalización por holización [825] implica, en su momento analítico, un lisado o trituración [822] de las morfologías anatómicas según las cuales está organizado el campo material que se trata de organizar (en este caso el Antiguo Régimen). Una trituración que, por lo demás, no se practica solo al principio, sino a lo largo del curso de desarrollo del ortograma holizador.
Las partes anatómicas del campo político trituradas en el proceso de holización (y que, evidentemente, opondrán resistencia, mayor o menor, a tal proceso de lisado) son partes morfológicas muy diferenciadas y arraigadas según tradiciones casi siempre muy antiguas. Entendemos como partes anatómicas de la sociedad política del Antiguo Régimen instituciones tales como el Trono y el Altar; los estamentos constituidos por las diferentes aristocracias y por los diversos órdenes del clero; las lindes que separan las diversas propiedades agrícolas, las morfologías urbanas jerarquizadas, el sistema de reclutamiento de funcionarios o de soldados, la organización de los hospitales, prisiones o escuelas y, con todo ello, la “morfología” definida, incluso por su indumentaria, de las diferentes profesiones: médicos, abogados, maestros, soldados, oficiales, obreros, jornaleros…
En principio, la holización, en su fase analítica requiere la trituración de todas estas morfologías heterogéneas heredadas con vistas a preservar, en el lisado, a las partes formales [28] elementales, a los elementos o individuos o unidades átomas (que en nuestro caso se identificarán con los individuos personales, o “átomos racionales”), porque es a partir de ellos como la reconstrucción holizadora (fase sintética) tendría que llevarse adelante. Así, en la etapa de la Convención Nacional (que se extiende desde el golpe de Estado de 2 de junio de 1793 hasta el 26 de octubre de 1795, aquel 4 de Brumario en el que la Convención declaró terminada su obra, disolviéndose al grito: “¡Viva la República!”), la guillotina empezó a funcionar; y no solo ella, porque los procónsules de la Convención, Collot d’Erbois y Fouché, establecieron las matanzas en masa; tampoco hay que olvidar las “inmersiones de Nantes”, organizadas por el comisario Carrier, y cuyo objetivo era “liquidar” a los individuos o “átomos racionales” que, aun siendo hombres, no parecían reunir las condiciones necesarias para llegar a ser, en el proceso de racionalización en marcha, ciudadanos.
Sin embargo, en el proyecto original de la izquierda revolucionaria [732] figuraba la necesidad de detener el proceso de trituración o lisado de las “partes anatómicas” del Antiguo Régimen, al llegar a los individuos humanos, a los átomos racionales de la sociedad (“in-dividuo” es el calco latino de “á-tomo” griego, que siglos atrás había realizado Boecio). Ahí estaba la Declaración de los Derechos del Hombre (votada el 27 de agosto de 1789) en la cual la sociedad humana es analizada en sus átomos, libres e iguales, del mismo modo que la Teoría Cinética de los Gases, analizaba a estos como compuestos de “átomos”, también libres e iguales. “Y la libertad (escribía Cantú) del género humano fue proclamada por una chusma de extranjeros, negros, siameses y esclavos”. La trituración holizadora debía, por tanto, detenerse en los individuos humanos; no podía continuarse hasta sus moléculas químicas, hasta los elementos de los cuales los individuos humanos estaban compuestos. Estos elementos químicos “no entraban en los cálculos” de la racionalización política revolucionaria, aunque ulteriormente tuvieran que ser tenidos en cuenta, por los servicios de sanidad o de alimentación del Estado surgidos de la Revolución, o recuperados por ella.
Fue la Nación política la que “fabricó” a sus átomos racionales, al atribuirles sus derechos, transformando a los hombres en ciudadanos, pero sin perder nunca el punto de vista de la humanidad global que habitaba la Tierra: una comisión de la Academia de Ciencias de París (en la que figuraban Lagrange, Laplace, Monge, Condorcet) propuso en 1792, con la pretensión de establecer urbi et orbe un sistema universal de medidas, que se tomase como referencia una longitud dada en función del globo terráqueo: el cuarto meridiano, cuya diezmillonésima parte sirvió para definir el metro, adoptado el 21 de septiembre de 1792.
Las “partes anatómicas” (nobleza, clero, estado llano) del reino de Francia desaparecieron como tales, resolviéndose en sus elementos (los ciudadanos). Un proceso que tuvo dos momentos críticos: el primero, el 17 de junio de 1789, cuando el Tercer Estado, considerando que representaba al 96% de la Nación, se declaró constituido como representante de la Nación francesa y tomó el nombre de Asamblea Nacional; el segundo, el 27 de junio, cuando el Rey ordenó que la minoría del clero y la mayoría de la nobleza, que se mantenían separados, se reunieran en la Asamblea. El senador Bailly, al recibir a los diputados del clero y de la nobleza dijo: “La familia está completa”. Era el mismo Bailly, presidente del Tercer Estado, que, una vez constituida la Asamblea Nacional el 17 de junio, cuando esta recibió el 23 de junio una orden de disolución del Rey, respondió al mensajero: “Yo no puedo disolver la Asamblea sin que ella haya deliberado”. Y dirigiéndose a los diputados les dijo: “… la Nación reunida en Asamblea no puede recibir órdenes”.
No todos, sin embargo, entendieron el proyecto revolucionario de transformación racional del Antiguo Régimen del mismo modo, el modo (el “modo de la holización”): los girondinos (reclutados sobre todo entre la burguesía ilustrada y dirigidos por Brissot) partiendo del Antiguo Régimen, no querían llevar la racionalización hasta los individuos, como átomos racionales de una Nación, una e indivisible, al modo de los jacobinos, sino que querían mantener como unidades los departamentos. De ahí su federalismo que, a la vez (al atenuarse las fronteras nacionales), les hacía creerse más abiertos a una República Universal. De hecho, no colaboraron en la insurrección del 10 de agosto de 1792 que puso fin a la monarquía, ni apoyaron a la Convención (como representantes de la Nación) a la que oponían la Comuna de París: provocaron el asalto de los sans-culottes a la Convención (31 de mayo a 2 de junio de 1793) y ello determinó su ruina. Cuarenta y un girondinos fueron condenados y ejecutados en la guillotina, otros, como Petión y Roland, huyeron a las provincias intentando mantener la agitación federalista.
A la fase analítica (trituración) de holización, siguió la fase sintética (reconstrucción) [735] de la sociedad política francesa.
{MI 145-146, 123-126, 163-165 /
→ BS29 3-28 / → MI 93-154 / → MD / → ENM 81-153}