Filosofía en español 
Filosofía en español

Materialismo / Idealismo político y democrático

[ 842 ]

¿Qué es la Democracia?: Respuestas Conceptuales / Respuestas Filosóficas

La pregunta “¿qué es la democracia?” ha recibido y sigue recibiendo múltiples respuestas. Sin embargo, estas respuestas pueden clasificarse en dos grupos, cuya línea divisoria es casi siempre borrosa, porque la clasificación no es dicotómica o disyunta: el grupo de las respuestas conceptuales (tecnológicas, históricas, jurídicas…) y el grupo de las respuestas filosóficas (tomando como criterio la presencia relevante, en las respuestas, de ciertas Ideas –tales como Hombre, Animal, Soberanía, Igualdad, Libertad, Historia, etc.– que desbordan el horizonte de los conceptos [783] tecnológicos, jurídicos o históricos, los cuales, sin embargo, se dan por presupuestos).

Algunos considerarán, en principio, las respuestas conceptuales como más positivas o prácticas que las respuestas filosóficas, que tenderían a ser interpretadas como más vagas y especulativas (“los filósofos han querido hasta ahora conocer el mundo, pero de lo que se trata es de cambiarlo”). Sin embargo, estas apreciaciones (incluida la tesis de Marx) son muy superficiales, porque las respuestas filosóficas, aunque no se reconozcan como tales (a pesar de que estas respuestas constituyen el contenido de esa especie que hemos llamado “filosofía centrada” [19] en algunos de los dominios del mundo, mejor o peor delimitado, como puedan serlo la religión, la música o la guerra), suelen formar parte de los mismos programas revolucionarios o de los mismos textos constitucionales. De hecho, las ideas filosóficas incorporadas a las constituciones democráticas son ideas filosóficas mucho más activas que los conceptos tecnológicos, jurídicos o históricos mediante los cuales las “ciencias políticas” intentan definir la democracia (“la democracia es un sistema de elección de representantes”, “la democracia es un sistema de creación de leyes susceptibles de ser falsadas cada cuatro años”, “la democracia es un sistema que establece la separación de poderes, y no ya del poder judicial respecto del ejecutivo, sino, sobre todo, del poder ejecutivo respecto del legislativo”).

En todo caso, cuando los revolucionarios franceses definieron la democracia por la libertad (entendida a veces por los “amigos del pueblo”, de Marat, como libertad realizable por una “dictadura plebiscitaria”, en la que un pueblo libre deja el poder en manos de un dictador elegido por todo el pueblo), estaban, sin duda, apelando a una Idea filosófica, por nebulosa que ella fuese, sin perjuicio de que tal Idea estuviese utilizada en los programas prácticos de demolición del Antiguo Régimen [733] y de cambio hacia un Nuevo Régimen (y concretada y positivizada en proyectos más precisos, tales como libertad de prensa, libertad de asociación, libertad de residencia, etc.).

Otro tanto cabría decir de las respuestas a la pregunta ¿qué es la democracia? que se acogen a la Idea de Igualdad, como es el caso de la respuesta de Tocqueville (ya en la introducción a su obra La democracia en América) y de otros muchos, Bobbio entre ellos (en la medida en la que identificaba a “la izquierda” como la más genuina expresión de la democracia).

Cabría decir en cambio que Rousseau concibió originalmente a la democracia genuina como el reino de la fraternidad [887], es decir, de la concordia unánime de los ciudadanos; una fraternidad que fue acaso entendida por Rousseau, antes que como una idea explícita, como un concepto cuasiempírico, a saber, el concepto de una república muy pequeña [895] (siguiendo la inspiración de Aristóteles) en la que fuera posible reunir al pueblo, contando con el acuerdo unánime de sus decisiones. Un concepto que implicaba, sin duda, una idea de inmediatismo (y así lo vio también Kant) que llevaba a considerar a la democracia real y posible como basada en la “confraternidad” implicada en la separación del poder legislativo respecto del poder ejecutivo (más que en la separación del poder ejecutivo y el judicial), una idea que llevaba a considerar a la democracia efectiva como el régimen más despótico imaginable [859], es decir, como la tiranía de las mayorías. Y, por ello, habría que agregar –dice Rousseau (Contrato Social, III, 4)– “que no hay gobierno tan sujeto a las guerras civiles como el democrático o popular”. (Kant, en La paz perpetua, puntualiza: “De las tres formas posibles de Estado [autocracia, aristocracia, democracia] es la democracia, en el estricto sentido de la palabra, necesariamente despotismo [891], porque funda un poder ejecutivo en el que todos deciden sobre uno y hasta a veces contra uno, si no da su consentimiento”).

En consecuencia, cuando expresamos nuestra decisión de dejar de lado las respuestas conceptuales para atenernos únicamente a las respuestas filosóficas a la pregunta “¿qué es la democracia?”, no estamos significando que nos desinteresamos por tales respuestas conceptuales, como si estas pudieran quedar reducidas a la condición de conceptos dibujados en una esfera doméstica, de campanario, despreciable. Solo si se presupone una dicotomía o disyunción radical entre el “plano de los conceptos” (involucrado con los fenómenos) y el “plano de las ideas”, tendría algún sentido el desinterés por los conceptos y por los fenómenos. Pero una dicotomía semejante es solo un efecto de la brocha gorda doctrinal, porque la “filosofía de la democracia” está ya inmersa en los conceptos más característicos (sobre todo los de índole jurídico-constitucional) de la democracia.

Y la razón más importante acaso sea esta: que las respuestas conceptuales a la pregunta “¿qué es la democracia?” presuponen ya alguna idea implícita o ejercitada, una idea implícita que, también es verdad, solo se nos hace explícita (o representada) con la ayuda de las formulaciones filosóficas más explícitas o exentas (muchas veces “disueltas” en la nematología [876-897] de las constituciones democráticas).

Con todas estas consideraciones queremos decir que al proyectar el análisis de las respuestas filosóficas a la pregunta “¿qué es la democracia?” nos referimos también, mediatamente, a las respuestas conceptuales, en lo que ellas puedan envolver de filosofía inmersa [12]. Y, desde esta perspectiva, justificaremos en gran medida la tendencia creciente a considerar como filosóficas respuestas que, desde otros puntos de vista, solo pueden ser llamadas así por un abuso de los términos. […]

En todo caso, cuando hablamos de filosofía de la democracia nos referimos, ante todo, a las democracias homologadas realmente existentes [854-855] en el siglo XXI, y a las ideas que estas democracias tienen de sí mismas o de otras democracias coetáneas o pretéritas. Y constatamos que las democracias realmente existentes presentan notables diferencias. Por ejemplo, existen hoy democracias en cuya constitución figura la pena de muerte [474], y otras en las que se la excluye. Y esta diferencia (que cabría interpretar como extrapolítica, por ejemplo, como una característica ética) no es meramente ética, sino política [467], por cuanto una constitución que admite la pena de muerte presupone también la idea de la subordinación última del ciudadano a la república (al Estado), mientras que una constitución que no contenga la pena capital es compatible con la concepción del Estado como una entidad orientada a atender, ante todo, a la vida y al bienestar de los ciudadanos particulares […].

En consecuencia, cuando hablamos de filosofía de la democracia no nos referiremos directamente a las doctrinas que sobre la democracia aparecen en las Historias del pensamiento filosófico; nos referiremos a las Ideas inmersas en las democracias realmente existentes de los países occidentales, en sentido amplio. Es decir, a las Ideas, o conceptos ideológicos, que estas democracias realmente existentes inscriben en sus banderas o utilizan en sus programas de cooperación con los países no democráticos en vías de desarrollo (incluyendo aquí a los países islámicos). No nos referimos, por ejemplo, a las democracias históricas (a la democracia de Pericles [829-830] o a la democracia republicana [841] de Jefferson o a la de Jackson), ni tampoco a las ideas de la democracia que nos ofrece una Historia de las Ideas políticas. Nos referimos a la filosofía de las democracias hoy realmente existentes, y solo a su través a las democracias históricas cuya consideración fuera pertinente.

{EC111 /
PCDRE / → EC109-113}

<<< Diccionario filosófico >>>