Filosofía en español 
Filosofía en español

Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez  1912-1981

Leopoldo Eulogio Palacios Profesor español que desde 1944 se dedicó a la enseñanza de la lógica como funcionario del estado, nacido en Madrid el 31 de enero de 1912, hijo de Leopoldo Palacios Morini (1876-1952). Cursó la primera enseñanza y los estudios medios en el Instituto Escuela, y en 1930 comenzó a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Inició su actividad literaria en los años de la República, colaborando en Acción Española, Cruz y Raya, Cuadernos de la Facultad de Filosofía y Letras, &c. Leopoldo Palacios (¿Morini o Rodríguez?) estuvo presente en el famoso discurso pronunciado por Ortega el 6 de diciembre de 1931 en el cine de la Ópera, y también en el discurso que, un mes después y en el mismo cine, pronunció Miguel Maura el domingo 10 de enero de 1932.

«Los dos años [1932-1933] en que se reunió la tertulia [de Acción Española] en el piso de la plaza de las Cortes pueden ser considerados la época áurea de la misma. Los habituales contertulios solíamos oscilar entre diez y veinticinco. Recuerdo, sobre todo, a Ramiro de Maeztu, Víctor Pradera, José Calvo Sotelo, Pedro Sainz Rodríguez, Juan Antonio Ansaldo, Jorge Vigón, de los marqueses de Quintanar, de la Eliseda y de las Marismas del Guadalquivir, el general Pignatelli de Arangón, Joaquín Arrarás, Manuel Pombo Polanco, José Luis Vázquez-Dodero, Julián Cortés Cavanillas, Lucas María de Oriol, Emiliano Aguado, Leopoldo Eulogio Palacios… Eventualmente, concurrían algunos otros amigos que no residían en Madrid; entre ellos, José María de Areilza, que dirigía la filial de Acción Española en Bilbao, el conde de Rodezno, José María Pemán, el industrial catalán José Guasch, Alfonso García de Valdecasas y el general García de la Herrán, después de ser amnistiado de la condena que se le impuso por su intervención en el golpe de 10 de agosto [de 1932]. Había otros contertulios aún más esporádicos. Un día, por ejemplo, llegó, recomendado por el marqués de Lozoya, el joven estudiante José Corts Grau, más tarde rector de la Universidad de Valencia. (…) Las dos figuras más destacadas de la tertulia, quienes realmente la canalizaban y configuraban, fueron Maeztu y Pradera. Pero ninguno de los dos monopolizaban la conversación, según he dicho.» (Eugenio Vegas Latapie, Memorias políticas. El suicidio de la Monarquía y la Segunda República, Planeta, Barcelona 1983, pág. 266-267.)

«Según me refirió Maeztu –embajador en aquel país algunos años antes–, el arzobispo de Toledo don Isidro Gomá y Tomás, en la conferencia que pronunció en Día de la Raza [de 1934] en el teatro Colón, de Buenos Aires, había mencionado varias veces a Maeztu e incluso citado párrafos de su libro La defensa de la Hispanidad, editado por nosotros el año anterior [apareció en la primavera de ese mismo año], y cuya recensión aparecida en Acción Española fue redactada, a sugerencia del mismo Maeztu, por Leopoldo Eulogio Palacios, joven estudiante entonces, más tarde catedrático de Filosofía en la Universidad de Madrid y queridísimo amigo y compañero en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, recientemente fallecido.» (Eugenio Vegas Latapie, Memorias políticas. El suicidio de la Monarquía y la Segunda República, Planeta, Barcelona 1983, pág. 224.)

Leopoldo Palacios Rodríguez se licenció en la Facultad de Filosofía de Madrid en junio de 1936.

«La licenciatura en Filosofía la obtuvo también en la Universidad Central en 1936, pocas semanas antes de que se iniciara la Guerra Civil que le obligó a refugiarse en la Embajada de Francia, marchando poco después a este país vecino, de donde en junio de 1938 regresaba a Vitoria para colaborar en el Ministerio de Educación Nacional del Gobierno del general Franco, al tiempo que dirigía un curso de lengua latina.» HDFE 6:216

«Detenido en los primeros días de la insurrección del 18 de julio, su maestro Maeztu es asesinado y él pasa casi dos años en la cárcel de Madrid. Inmediatamente después de terminar la guerra se le otorga la cátedra de filosofía en el instituto de enseñanza media de Vigo, pero seguirá en Madrid regentando otra cátedra de introducción a la filosofía.» (Gregorio Morán, El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo, Tusquets (Andanzas 324), Barcelona 1998, página 130.)

En 1940 ingresa en el Cuerpo de Catedráticos Numerarios de Institutos Nacionales de Enseñanza Media de España y desempeña su cometido como profesor de filosofía en el Instituto de Vigo, y a partir de 1941 en Madrid. En 1941 colabora en Ecclesia y publica «La formación del intelectual católico» en Escorial.

«Rafael Calvo Serer y Leopoldo Eulogio Palacios, un hombre de mayor edad procedente del grupo integrista monárquico Acción Española, darán a sus contadas colaboraciones en Escorial el tono de catolicismo ultramontano que les caracterizará durante muchos años. Van a ser estos dos intelectuales «ultras» los que en unos años desaten el combate sin tregua por derribar la hegemonía intelectual que tenía el grupo de Laín Entralgo, García Conde, Tovar y el maestro Zubiri, quien pronto se distanciará de todos manteniendo unos tortuosos acercamientos, ora a unos ora a otros, desde su posición de indiscutido maestro de filosofía que encandila a casi todos.» (Gregorio Morán, El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo, Tusquets (Andanzas 324), Barcelona 1998, páginas 116-117.)

Pronto se incorpora también a la Universidad como profesor encargado de curso, y colabora en el recién fundado Instituto «Luis Vives» de Filosofía, del CSIC: en la Memoria de 1942 figura «Leopoldo E. Palacios» dirigiendo un seminario sobre «Objeto y carácter de la Lógica», y en la Memoria de 1943 se recoge que «Leopoldo Eulogio Palacios» ha publicado, en Revista de Filosofía, «Sobre el concepto de lo normativo». En 1942 nace su hijo Juan Miguel Palacios García [profesor titular de filosofía moral de la Universidad Complutense desde 1980].

Doctor en Filosofía en 1944 por la Universidad de Madrid, con la tesis La doctrina de la Lógica en Juan de Santo Tomás (180 hojas, T289), dirigida por Juan Zaragüeta Bengoechea, defendida el 12 de enero de 1944 ante un tribunal formado además por Juan Francisco Yela Utrilla, Santiago Montero Díaz, Manuel Barbado Viejo y Bruno Ibeas. Resumen: «El autor se propone hacer un estudio sobre la teoría de la Lógica en sus relaciones con la teoría de las demás disciplinas humanas a base de los elementos que nos suministran las obras de Juan de Santo Tomás. Realiza amplias comparaciones entre la Lógica, por un lado, y la prudencia, el arte, la Filosofía natural, la Matemática y la Metafísica por el otro, poniendo de manifiesto que el trasiego que ha sufrido la Lógica al ser traída y llevada por las distintas partes de la Filosofía se debe a una insuficiente fijación de su estructura noética. Sólo esta fijación puede impedir esa inclusión de la Lógica en otras esferas del saber humano sufrida tantas veces a lo largo de su historia. En la Introducción de este estudio el autor se esfuerza en fijar dicha estructura intelectual de la Lógica, haciendo ver cómo esta ciencia tiene por objeto formal el ente de razón llamado tradicionalmente secunda intentio (p. 8-17), de lo que es secuela su carácter esencialmente especulativo (p. 17-18). Semejante verdad se confirma a lo largo de los cinco siguientes capítulos que forman el grueso de su tesis (p. 20-162), con ocasión de los problemas particulares que nacen al relacionar la Lógica con las demás virtudes intelectuales. En el fondo de todos ellos puede ver cualquiera que lo que impide la inclusión de la Lógica en otros terrenos del saber es la peculiaridad de su objeto formal como secunda intentio. En suma, la Lógica es disciplina distinta de las demás, pero su distinción sólo resalta bien sobre el fondo de una unidad de comparación, según hace ver el autor al ir confrontando sucesivamente su objeto formal y su carácter propio con el objeto y las características de las demás virtudes intelectuales, basándose continuamente en los textos de Juan de Santo Tomás. Así se pone de relieve la verdad que pretende dilucidar a lo largo de las páginas precedentes: la estructura noética de la Lógica como ciencia especulativa de la secunda intentio.» (Tomado de Sumarios y extractos de las Tesis Doctorales leídas desde 1940 a 1950 en las secciones de Filosofía y Pedagogía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Madrid, páginas 23-26.)

El 25 de mayo de 1944, sólo cuatro meses después de haber alcanzado el grado de doctor, requisito para poder opositar a una cátedra universitaria, ingresa en el Cuerpo de Catedráticos Numerarios de Universidad, al ganar por oposición la cátedra de Lógica de la Universidad de Madrid. (Obtuvo la excedencia de su cátedra en el Instituto de Alcalá de Henares: BOE, 3 julio 1944.)

«En 1944, su amigo el ministro de Educación, Ibáñez Martín, pone a su más que amigo, José Pemartín, también de Acción Española, como presidente del tribunal que debe concederle una cátedra en la Universidad Central. Será la de lógica, vacante desde la destitución y muerte del socialista Julián Besteiro. Palacios quería una cátedra de retórica, para evocar quizás a Francisco Sánchez, el Brocense, profesor durante la segunda mitad del siglo XVI en el Colegio Trilingüe de Salamanca, aunque es posible que el antecedente no se ajustara a la obsesiva ortodoxia religiosa de Leopoldo Eulogio Palacios.» (Gregorio Morán, El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo, Tusquets (Andanzas 324), Barcelona 1998, página 131.)

Aunque ya desde antes de la guerra firma como «Leopoldo Eulogio Palacios», en la tesis doctoral en 1944 y en los documentos oficiales su nombre aparece como «Leopoldo Palacios Rodríguez» (en los escalafones de 1950, 1955, 1961, 1974 nunca aparece el «Eulogio»). Tampoco en la Guía de la Universidad de Madrid de 1957, donde en la relación de catedráticos de la Facultad de Filosofía y Letras (págs. 329-330) puede leerse: «Palacios Rodríguez (Leopoldo). Isaac Peral 2, 249665», lo que se repite en la de 1960 (pág. 209); aunque en la de 1961 ya figura «Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez, Lógica, Ibáñez Martín, 2, Teléf. 244 33 78» (pág. 67).

«Leopoldo Palacios –éste era su nombre de nacimiento– se había criado en una familia pudiente, ilustrada y liberal. Su padre, el jurista Leopoldo Palacios Morini, era toda una personalidad de la vida cultural española, traductor de Herbert Spencer, y antiguo representante de España en la Sociedad de Naciones ginebrina. Durante la República su hijo Leopoldo se dedica a la literatura y escribe en La Gaceta Literaria de Giménez Caballero, y al igual que éste, se decanta hacia la extrema derecha. Sólo que en vez del fascismo naciente, Palacios va hacia el ultraconservadurismo de Ramiro de Maeztu, de quien se considerará "discípulo predilecto" {Revista de Estudios Políticos, XVI, 1946}. Por la influencia religiosa de Maeztu se bautiza y adopta el segundo nombre de Eulogio, se supone que en honor de san Eulogio; como hay dos, cabe deducir que no se inclinó por el san Eulogio de Córdoba –autor de la Exhortación al martirio, encarcelado y decapitado en tiempos de Abderramán III, acusado de proferir insultos contra Mahoma–, sino que quizá prefiriera a su homónimo de Mesopotamia, el gran Eulogio del Concilio de Constantinopla, defensor incansable de la ortodoxia frente a la herejía, lo que le hizo acreedor del título de héroe de la cristiandad, muriendo en pleno disfrute del poder obispal, en tiempos de Teodosio el Grande. Esta emulación vendría luego, porque durante la República el recién bautizado figura sólo entre los colaboradores de la revista monárquica y reaccionaria, Acción Española. Estudia filosofía en Madrid y termina la carrera en junio de 1936, en la misma promoción que Julián Marías, el padre Mindán, Manuel Granell y el orteguiano Rodríguez Huescar (…).» (Gregorio Morán, El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo, Tusquets (Andanzas 324), Barcelona 1998, página 130.)

Poco después de los éxitos académicos de 1944 se manifestaron los primeros síntomas de una grave dolencia pulmonar, que le había de obligar a convalecer largas temporadas en varios sanatorios de la sierra madrileña. En 1945 ganó el Premio Nacional de Literatura por su libro La prudencia política.

«En 1945, cuando se convierte en otro paradigma de la intelectualidad emergente, tiene treinta y tres años. La prudencia política sale publicada por el Instituto de Estudios Políticos, donde tiene influencia casi absoluta el también arrollador Javier Conde. Leopoldo Eulogio Palacios, con su discurso ultracatólico, utiliza tanto el púlpito de Escorial, como de Revista de Filosofía o Arbor. A los primeros les entregará un texto de seductor título: «La formación del intelectual católico», noviembre de 1941, de cuyo contenido cabe suponer que debieron de quedar tan perplejos los miembros del cristianísimo consejo de redacción que hubieron de poner incluso una nota convocando a «cuantos tengan o crean tener algo que decir sobre el tema». Para Palacios las bases del intelectual católico deben estar en «el latín, la filosofía escolástica y la teología». Para Revista de Filosofía hace donación de reseñas lacayunas sobre las excelencias suaristas de un jesuita (Ramón Ceñal) o las cimas tomistas de un dominico (el padre Ramírez).
La prudencia política es un documento excepcional en el que uno puede encontrar razones para su solaz, para la burla, la formación piadosa y la moralización de las costumbres. Todo involuntario, por supuesto, dado que se trata de un libro escolástico sobre asunto tan poco perenne como la política: «Este libro nace», escribe en el prólogo, «con el intento de conciliar dos posturas antagónicas de la política: el oportunismo y el doctrinarismo». Es claro que en 1945, terminada la segunda gran guerra con la derrota del fascismo, venía el asunto como pomada a cuerpo baldado, y Leopoldo Eulogio Palacios desarrolla una variante del justo medio aplicado a la política, al que denomina «prudencialismo». «El prudencialismo aspira a ser la conjunción armónica de lo ideal y lo real, el ensamblaje del caballero y el escudero, la síntesis de don Quijote y Sancho.» (…)
Como es lógico, las reacciones a su aparición, aparte del máximo galardón oficial, fueron exultantes. Azorín escribió una encomiástica reseña en Revista de Estudios Políticos, sin olvidar la referencia a «Nuestro Caudillo», definiéndolo como «un libro sencillo, claro, limpio» (noviembre-diciembre de 1945). El catedrático José Corts Grau, desde Escorial, se reconcome por la «santa envidia [que] siente uno ante libros [como este] que le gustaría haber escrito». (…) En 1945 el posfascismo se hace nacionalcatolicismo. No hay corte, ni proceso, sino un deslizamiento. Al fin y a la postre la Iglesia estaba con el alzamiento antirrepublicano desde el primer instante.» (Gregorio Morán, El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo, Tusquets (Andanzas 324), Barcelona 1998, páginas 131-133.)

En 1948 funda y dirige la revista Finisterre, que sólo dura ese año y publica doce entregas.

«El hallazgo semántico de generación del 27 sólo podía venir de un hombre que reuniera la doble condición de protagonista y filólogo. Ése era Dámaso Alonso. Lo enuncia en un artículo que aparecería en una de esas revistas culturales de la época, Finisterre, correspondiente al mes de marzo de 1948. El vehículo no era ninguna tontería residual puesto que Finisterre la dirigía Leopoldo Eulogio Palacios, uno de los teóricos más representativos del nacionalcatolicismo, con pretensiones de poeta y ambición retórica, que ya ha salido en este libro con cierta reiteración. Era un adversario político directo de todo lo que habían representado –incluso que seguían representando– los hombres ahora bautizados como «del 27». Mientras éstos basculaban durante la República hacia la izquierda, Palacios, después de convertirse al catolicismo y hacerse bautizar, se ponía al servicio de Acción Española, ultrarreaccionaria y monárquica.» (Gregorio Morán, El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo, Tusquets (Andanzas 324), Barcelona 1998, páginas 418-419.)

En 1949 fue miembro adherente extranjero (pero no asistió) al Primer Congreso Nacional de Filosofía, celebrado del 30 de marzo al 9 de abril de 1949 en Mendoza (Argentina). En 1949, 1950 y 1951 dictó cursos semestrales en Quebec, en la Universidad Laval (universidad católica francófona), invitado por el teólogo y filósofo tomista belga, afincado en Canadá, Charles de Koninck (†1965).

«Los intelectuales del Opus Dei se sentían preteridos. Lo expresará Jesús Arellano, uno de los prohombres del tradicionalismo católico en la historia académica, cuando en 1952 se defina a sí y a los suyos en un texto memorable: Nuestra generación universitaria y la vida española actual. Aplastante mediocridad intelectual, catedrático de Sevilla, influyente varón de la Obra de Dios (…) los portavoces de esta «generación» serán citados de manera expresa. En primer lugar, Rafael Calvo Serer –«una de las mentes más representativas de nuestro momento histórico»– y luego Juan José López Ibor, Leopoldo Eulogio Palacios, Florentino Pérez Embid, Vicente Rodríguez Casado y el joven sacerdote Raimundo Pániker. Éste es el plantel de estrellas intelectuales del integrismo, todos, incluido el autor de tan deslumbrador ensayo, miembros o simpatizantes entonces del Opus Dei. La disputa entre miembros de la Obra de Dios y la Falange, que había tenido desde el combate sobre la España con o sin problema una tregua, casi un armisticio, se reiniciará con fuerza en 1952. (…) Laín en 1945 era mucho Laín y Calvo Serer no era nada más que un aspirante a dogmático en las desangeladas huestes de monseñor Escrivá de Balaguer. Pero en 1952 ni el Opus Dei era ya lo que siete años antes, ni Rafael Calvo Serer un aspirante; ya ejercía. La polémica entre ambos, con el cadáver del mártir Maeztu entre sus argumentos, va a ser uno de los espectáculos intelectuales del momento. Señalará la ofensiva del tradicionalismo opusdeísta, que culminará en 1953 con la denuncia expresa de Calvo Serer en una revista parisina de la conspiración falangista para el monopolio y estrangulamiento del Estado.» (Gregorio Morán, El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo, Tusquets (Andanzas 324), Barcelona 1998, páginas 449-450.)

«Palacios (Leopoldo Eulogio). Uno de los filósofos más profundos de la nueva generación; uno de los mejores humanistas españoles, el creador del «prudencialismo». Nació en 1912 en Madrid, en cuyo Instituto Escuela hizo sus primeros estudios, que prosiguió licenciándose y doctorándose en Filosofía. En 1940 obtuvo, por oposición y con el número uno, la cátedra de Filosofía y Ciencias Sociales del Instituto de Enseñanza Media, y cuatro años después alcanzó por unanimidad la cátedra de Lógica de la Universidad de Madrid. Hoy, en su admirable madurez intelectual y con su honda preparación humanística, Palacios es uno de los grandes valores de su generación. Desde muy joven ha colaborado en las mejores revistas culturales, con estudios de índole literaria, filosófica y teológica, y ha cultivado también la poesía lírica. En este campo de la poesía puede considerársele como un precursor de las nuevas tendencias, tanto en su orientación a lo clásico como en su vuelta a lo religioso. Su libro La prudencia política obtuvo en 1945 el Primer Premio Nacional de Literatura. Dirección: Isaac Peral, 1, Teléfono 24 96 65.» (Figuras de hoy. Enciclopedia biográfica nacional ilustrada de las personalidades de la actualidad, tomo 1, Madrid 1950, pág. 436.)

En la Memoria de 1951 del Instituto «Luis Vives» se informa que «el vicedirector, D. Leopoldo Eulogio Palacios» ha desarrollado un cursillo sobre Teoría de la ciencia y ha publicado su obra El mito de la nueva cristiandad». Fue también vicepresidente de la Sociedad Española de Filosofía. En 1954 ingresó como miembros de número en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Fue también profesor de Instituto Social «León XIII». Falleció en Madrid el 22 de noviembre de 1981. La cátedra que dejó vacante en Madrid fue ocupada por su antiguo protegido, Manuel Garrido Jiménez.

1970 «Palacios Rodríguez, Leopoldo-Eulogio (1912). Catedrático y Escritor. Catedrático de Lógica de la Universidad de Madrid, hombre de rigor científico y a la vez poeta y ensayista, Leopoldo-Eulogio Palacios Rodríguez nació en Madrid el 31 de enero de 1912. En el Instituto Escuela de su ciudad natal hizo sus estudios primarios y secundarios, y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid se licenció y doctoró en Filosofía. Contó con ilustres maestros, entre los que destaca, en filosofía, José Ortega y Gasset y en poesía, Juan Ramón Jiménez. Desde joven colaboró en las principales revistas culturales de España. En 1944 ganó por oposición la cátedra de Lógica de la Universidad de Madrid, y en 1954 ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Ha sido varios años profesor invitado de la Universidad Laval de Quebec (Canadá). Desde 1967 pertenece a la Schopenhauer-Gesellschaft. También está relacionado con el movimiento internacional del «Latín Vivo», que trata de restaurar el latín como lengua universal de los sabios. Como filósofo se le deben parte de innumerables atisbos y enfoques personales de los problemas, la doctrina del prudencialismo, que, basada en la distinción entre verdadera y falsa prudencia, trata de salvar los valores auténticamente morales de la acción política. También se le debe la impugnación del humanismo católico y la interpretación del cristianismo como «divinismo». En filosofía especulativa, la crítica ha señalado el interés de su doctrina de la verdad como transfiguración de la intuición por el concepto; su teoría del análisis y la síntesis; su cuádruple escala de los saberes teóricos y prácticos; su bosquejo de un cuadro general de las artes basado en la noción de bien, y su doctrina (de alcance ontológico y moral) sobre el humanismo del bien congénito. Obras principales: Libros: La prudencia política, El mito de la nueva cristiandad, Don Quijote y la vida es sueño, Filosofía del saber, El juicio y el ingenio y otros ensayos, &c.» (Diccionario biográfico español contemporáneo, Círculo de Amigos de la Historia, Madrid 1970, volumen 3, págs. 1189-1190.)

1985 «Leopoldo Eulogio Palacios (1912-1981), que nació y murió en Madrid, en cuya universidad enseñó lógica desde 1944, representa el tomismo, con todas sus proyecciones (incluida la política) desde una perspectiva más amplia y con un estilo mucho más claro y elegante. Antiguo alumno de Ortega, García Morente, Zubiri, Zaragüeta y Gaos, no parece haberse visto influido por sus respectivos métodos. Pronto se hizo miembro de Acción Española (era monárquico convencido) y en 1943 presentó su tesis doctoral sobre Juan de Santo Tomás (el comentarista de santo Tomás de Aquino del siglo XVII). Amigo de la cultura francesa (enseñó durante mucho tiempo en Francia y en Quebec), se vincula particularmente a Luis de Bonald, con el mayor desinterés y con una lealtad inalterable. Fue un hombre de gran personalidad y afición literaria, e incluso poeta en los ratos libres. Trabajó la historia de la filosofía y se especializó en Juan de Santo Tomás, Balmes, L. de Bonald, Cervantes y Calderón, Gilson y Maritain (a quien critica vigorosamente en ocasiones, mucho más de lo que lo hiciera Massis). Luego es metafísico (El mito de la nueva cristiandad, 1959; cfr. el artículo «Ideología pura de Balmes a Husserl» o La vida es sueño: ensayo sobre el sentido filosófico del drama de Calderón, 1947). Defensor del «realismo dogmático», L. E. Palacios se opone tanto al realismo crítico de algunos neoescolásticos como al idealismo y al naturalismo. En su opinión es falso que a nosse ad esse valet consequentia («del conocer al ser, la consecuencia es buena»). Su realismo (que no hay que confundir con el realismo ingenuo de lo vulgar) recurre a una conversión del entendimiento. «Es reflejo y no reflexivo, es decir, obedece a una evidencia que no supone esa redditio completa del entendimiento sobre sí mismo que es la reflexión perfecta, sino una reflexión imperfecta que termina en la cosa» («La cosmología de Étienne Gilson», prefacio a la traducción castellana de Gilson, El realismo metódico, p. 32).
En el plano de la ética política, Palacios rechaza el «doctrinarismo» (imbuido de principios pero indiferente al hic et nunc) y el «oportunismo» (empirismo sin principios y prontamente maquiavélico), y opta por un «prudencialismo», que subordina la política a la moral, pero teniendo en cuenta siempre las oportunidades y lo concreta, destaca aquí la interesante distinción entre lo «factible» (de orden pragmático) y lo «hacible» (de orden axiológico). La prudencia política (1945; 4ª edición en 1978) es pues una obra muy rica, de trascendentales enseñanzas. En El mito de la nueva cristiandad, el profesor madrileño denuncia el humanismo personalista de Jacques Maritain, que encuentra sospechoso de liberalismo e incluso de laicismo, y le opone el «divinismo», inspirado por un tomismo intransigente, sin ningún contagio profano. El juicio y el ingenio es también extremadamente personal; destacan en esta obra, entre otras, las páginas sobre Kant y España, sobre la «agnagnórisis», sobre «Historia y poesía», &c. La filosofía del saber (1962) marca, no obstante, una evolución del maestro madrileño hacia el intuicionismo y la apertura a la inspiración.» (Alain Guy, Historia de la filosofía española (1983), Anthropos, Barcelona 1985, págs. 399-401.)

1999 «Palacios Rodríguez, Leopoldo Eulogio. Poeta (Madrid, 1912 - Madrid, 1981). Fue catedrático de Lógica en la Universidad de Madrid y miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Dirigió la revista literaria Finisterre. Obras: La prudencia política (1946), Don Quijote y La Vida es sueño, Filosofía del saber (1962), El juicio y el ingenio y otros ensayos, recopilación de artículos (1967), y Salutación y otros poemas.» (Personajes de la Historia de España, Espasa-Calpe, Madrid 1999, tomo 10, pág. 1370.)

Tesis doctorales dirigidas por Leopoldo Eulogio Palacios

  1. Antonio Millán Puelles, El problema del ente ideal en la Fenomenología, Universidad de Madrid, 10 de mayo de 1947. Director: Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez. Tribunal: Lucio Gil Fagoaga, Santiago Montero Díaz, Juan Francisco Yela Utrilla, José María Sánchez de Muniaín Gil.
  2. José Todolí Duque, Filosofía y Religión, Universidad de Madrid, 16 de marzo de 1949. Director: Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez. Tribunal: Juan Zaragüeta Bengoechea, Juan Francisco Yela Utrilla, José María Sánchez de Muniaín Gil, Anselmo Romero Marín.
  3. José Luis Martín Rodríguez, Proudhon y Donoso Cortés ante la propiedad privada, Universidad de Madrid 1965 (2 vols., T9572). Directores: José Luis López-Aranguren Jiménez y Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez.
  4. José María Corzo Sinobas, El deseo de ver a Dios en la filosofía antigua, Universidad de Madrid 1968 (325 f., T9509). Director: Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez.
  5. Alfredo Deaño Gamallo, Lógica simbólica y lógica del lenguaje ordinario, Universidad de Madrid 1968 (381 f., T9806). Director: Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez.
  6. Carlos Mellizo Cuadrado, El problema del conocimiento en David Hume, a la luz de su escepticismo, Universidad de Madrid 1968 (319 f., T9612). Director: Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez.
  7. Pascual Martínez Freire, Aportaciones de Whewell a la filosofía de la ciencia empírica y a la lógica inductiva, Universidad Complutense de Madrid 1971 (497 f., T9633). Director: Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez.
  8. Rodolfo Fernández González, La contribución de Guillermo Hamilton a la lógica moderna, Universidad Complutense de Madrid 1976. Director: Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez. Tribunal: Antonio Millán Puelles, Oswaldo Market García, Pascual Martínez Freire, José Hierro Sánchez-Pescador.
  9. José Miguel Gambra Gutiérrez, La doctrina de la analogía en la obra de Santiago María Ramírez: hermenéutica tomista y nuevas aportaciones, Universidad Complutense de Madrid 1977 (341 f., T24537). Director: Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez.
  10. José María Izquierdo Arroyo, Lógica proposicional sumalista: bases histórico-textuales, Universidad Complutense de Madrid 1980 (8 vols., T11295). Director: Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez. Tribunal: Tomás Marín Martínez, José López Yepes, Pascual Martínez Freire, José Luis Arce Carrascoso.

Selección bibliográfica de Leopoldo Eulogio Palacios

Sobre Leopoldo Eulogio Palacios

1945 Azorín, La prudencia y el tiempo.

1997 Juan Miguel Palacios García, «Leopoldo Eulogio Palacios: bibliografía», Revista de Filosofía, 2ª serie, nº 10 (1997), págs. 241-248.

Textos de Leopoldo Eulogio Palacios en el Proyecto filosofía en español

1934 Defensa de la Hispanidad, por Ramiro de Maeztu

1942 Juan de Santo Tomás en la coyuntura de nuestro tiempo

1943 España, en la restauración del tomismo

1949 La ideología de Bonald

1953 Donoso Cortés y el justo medio

1974 Maritain

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