Filosofía en español 
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La Gaceta Literaria

La Gaceta Literaria

La Gaceta Literaria, ibérica - americana - internacional. Letras : Arte : Ciencia. Gran periódico quincenal (1 y 15 de cada mes), se publica en Madrid entre 1927 y 1932 y es una referencia imprescindible en la historia ideológica de la España del siglo XX. Su impulsor y director, Ernesto Giménez Caballero, identifica este periódico quincenal con la llamada generación del 27, y asegura que: «La Gaceta fue la precursora del Vanguardismo en la Literatura, Arte y Política. Una política que por dos años resultó unitiva y espiritual y desde 1930 divergente, pues la juventud se fue politizando. Y de La Gaceta saldrían los inspiradores del comunismo y del fascismo en España» (Memorias de un dictador, 1979, pág. 66 de la ed. de 1981.)

Desde hacía unos meses Ernesto Giménez Caballero y Guillermo de Torre venían colaborando en la realización de las crónicas literarias de Revista de las Españas (publicada en Madrid por La Unión Ibero-Americana), relación que se mantuvo en los primeros meses del nuevo periódico: en la cabecera del primer número de La Gaceta Literaria (1º de enero de 1927) figura Giménez Caballero como Director-Fundador, y Guillermo de Torre como Secretario. Esta situación se mantuvo durante los primeros 48 números (es decir, durante 1927 y 1928), a pesar de que Guillermo de Torre se había ya marchado a la Argentina en agosto de 1927 (donde casó con la pintora Norah Borges, hermana de Jorge Luis, y luego se nacionalizó).

En el primer número se hace figurar el siguiente Comité Redactor de La Gaceta Literaria: «Director: E. Giménez Caballero. Secretario: Guillermo de Torre. Literatura: Ramón Gómez de la Serna, Pedro Sáinz Rodríguez, Antonio Marichalar, José Moreno Villa, José Bergamín, Antonio Espina, M. Fernández-Almagro, Benjamín Jarnés, Enrique Lafuente, Juan Chabás y M. Arconada. Ciencias: Filosofía: F. G. Vela. Matemáticas: T. R. Bachiller. Física: M. A. Catalán. Naturales: J. Pérez de Barradas. Filología: A. Alonso. Derecho: A. Garrigues. Medicina: J. Segovia Caballero. Pedagogía: A. Ballesteros. Ingeniería: R. Urgoiti. Arquitectura: C. Arniches. Secciones especiales: Obrerismo: J. de Zugazagoitia. Deportes: Edgar Naville. Dibujantes: G. García Maroto, Vázquez Díaz, Barradas, Bores, Bagaria, Bartolozzi, Tejada, T. Salazar, Bon.»

«El primer gran trueno lo provocó nuestro Editorial Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica (15 de abril de 1927), escrito por Guillermo de Torre, rechazando el galicismo de latinoamérica. La revista Martín Fierro, que creo dirigía Jorge Luis Borges, futuro cuñado de Guillermo, arremetió contra nosotros seguido por bastantes escritores, y luego otras publicaciones hispanoamericanas. Duró mucho aquella tormenta.» (Memorias de un dictador, página 63.)

A Guillermo de Torre le sustituye César Muñoz Arconada (desde el número 49, primero del año 1929, figura como Redactor-Jefe). A través de Arconada había conocido Giménez Caballero, a principios de 1927, al joven Ramiro Ledesma Ramos (nacido en 1905, estudiante de filosofía y matemáticas, ya en el número 5 firma una reseña con una R.), que sería quien, a lo largo de más de medio centenar de colaboraciones, tratase de hecho más asuntos filosóficos y científicos en La Gaceta:

«César Muñoz Arconada que, al marchar Guillermo de Torre a Buenos Aires, quedó de Secretario un tiempo, al principio se sintió fascista y me ayudó a traducir En torno al casticismo de Italia, título unamunesco que puse a la obra de Curzio Malaparte, y que llevaba como Prólogo mi Manifiesto del 15 de febrero de 1929. Libro que publicaría Rafael Caro Raggio, el cuñado de Baroja, tras leerlo y aprobarlo el gran don Pío. Arconada fue el que me presentaría a Ramiro Ledesma Ramos, su vecino de Cuatro Caminos, calle de Santa Juliana, 6, y empleado de correos y estudiante de Filosofía y Matemáticas. Pero Arconada, en su pobreza y lirismo y sus amores románticos por Greta Garbo, derivaría al comunismo, con pureza y humildad.» (Memorias de un dictador, página 78.)

La desaparición del comunista Arconada de la cabecera de La Gaceta se produjo en el número 65 (1º de septiembre de 1929), coincidiendo con el cambio de domicilio del periódico, que abandona el edificio de la calle Canarias 41 (cuartel general de Giménez Caballero y de los talleres de artes gráficas de su familia) y se traslada a Príncipe de Vergara, 42 y 44. De hecho fue el número 62 (15 julio 1929) el último donde figura como pie de imprenta «Ernesto Giménez, Huertas 16 y 18, Madrid» (supuesta antigua casa de Cervantes desde la que el padre de Giménez Caballero había levantado una boyante industria a partir de una modesta imprenta). El número 63 (1º de agosto) aparece ya impreso por «Compañía General de Artes Gráficas, S.A., Príncipe de Vergara, 42 y 44, Madrid». En el mismo número 65, donde los cambios producidos se trasladan a la cabecera del periódico, y que abre el curso 1929-30, se anuncia también que el director-fundador parte de viaje para estudiar el mundo sefardí, y en forma de entrevista Giménez Caballero informa que, durante esos dos meses de ausencia prevista, La Gaceta «quedará a cargo de mi colega y codirector Pedro Sáinz Rodríguez, quien poco a poco la irá llevando conmigo a hacer de ella un órgano de mayor importancia, difusión y periodicidad; el verdadero periódico total de las letras españolas en que siempre he soñado».

Lo que había sucedido es que en 1929 La Gaceta Literaria había tenido que pasar, para poder seguir existiendo, a depender del grupo CIAP (Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, S.A.), controlado por el banquero Ignacio Bauer, asesorado por el monárquico, conspirador y místico Pedro Sáinz Rodríguez, que fue impuesto como co-director. En sus inicios, en 1927, La Gaceta se había financiado con 10.000 pesetas aportadas por un grupo de personalidades liberales, que más tarde estarían ligadas a la caída de la monarquía y el advenimiento de la república: Nicolás María de Urgoiti, Gregorio Marañon, Angel Ossorio y Gallardo, duque de Maura, José Antonio de Sangroniz, José Félix de Lequerica, José María de Areilza, Ramón de Basterra o Gustavo Gili. Era natural que el acercamiento al fascio que se había producido en el inspirador del proyecto hiciese desconfiar a mecenas tan liberales (lo mismo hubiese sucedido si la prolongación natural de tales vanguardismos hubiera sido el comunismo). Giménez Caballero logró que CIAP, el mismo año de la convulsión universal del capitalismo, devolviese a los mecenas iniciales su capital; pero al perder el control que le suponía ser el impresor, quedaba en manos de quienes, proclamada la República, lucharían por una restauración católica y monárquica. Cincuenta años después el propio Giménez Caballero no parece darse cuenta del todo de la neutralización que había sufrido La Gaceta:

«Pero al politizarse las juventudes hacia 1930, hube de traspasarla a una editorial, la CIAP, que preparaba la otra revolución, la del berenguerismo y la República, con dinero hebraico, el de Bauer, ayudado por Manuel L. Ortega, y como director literario Pedro Sainz Rodríguez. Que pasaría conmigo a la dirección de mi revista, entrando ya en ella firmas que de vanguardistas no tenían más que la ilusión de parecerlo» (Memorias de un dictador, página 72.)

Los cambios quedaron más explícitos todavía en el primer número de 1930, que iniciaba el cuarto año de vida del periódico: La Gaceta redujo su formato, aumentó el número de sus páginas (16 o 24 en lugar de las 6 u 8 habituales durante los tres primeros años) y Pedro Sáinz Rodríguez pasó a compartir en la cabecera la dirección junto con un Giménez Caballero, que, en el cambio, perdió además su calidad de fundador.

A principios de 1931 Ernesto Giménez Caballero colabora con Ramiro Ledesma Ramos en el lanzamiento de La Conquista del Estado, y al proclamarse en abril la República, las posiciones políticas de Giménez Caballero y su defensa del fascismo, determinan que todavía más colaboradores se fuesen olvidando de colaborar en La Gaceta. El número 112 (15 de agosto de 1931) tuvo que escribirlo íntegramente Giménez Caballero: aparece retitulado como El Robinsón literario de España (o la República de las Letras), y numerado como primer número. Debía ya sospechar el fundador que tendría que llenar más veces él solo su periódico si quería mantenerlo vivo. Los números 115, 117, 119, 121 y 122 se corresponden con las siguientes entregas, hasta seis, del Robinsón. El siguiente número, el 123 (1º de mayo de 1932) fue el último de La Gaceta Literaria (que ni siquiera se despidió de sus lectores).

Ortega había inaugurado el primer número de La Gaceta Literaria: “Sobre un periódico de las letras”, la publicación que en sólo unos meses se convirtió en referencia de las vanguardias y acumuló una nómina impresionante de colaboradores: Benjamín Jarnés, Ramón Gómez de la Serna, Amado Alonso, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Jorge Guillén, José Bergamín, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Rosa Chacel, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Ramiro Ledesma Ramos, Juan Aparicio, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Menéndez Pidal, Américo Castro, Gregorio Marañón, Luis de Araquistain, Max Aub, Corpus Barga... (Es interesante advertir la escasa participación de Unamuno, exiliado en Francia, sólo unas pocas líneas sumándose al centenario de Góngora, al que La Gaceta dedica su número 11.)

En 1980 Topos Verlag (de Vaduz, Liechtenstein) y Ediciones Turner (de Madrid, España) publicaron una edición facsimilar íntegra de La Gaceta Literaria, en tres volúmenes, con un Prólogo del propio Ernesto Giménez Caballero. (Este prólogo está refundido en el capítulo correspondiente de Memorias de un dictador, 1979.)

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