Obras de Aristóteles La gran moral 1 2 Patricio de Azcárate

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La gran moral · libro primero, capítulo XVIII

El verdadero fin de la virtud es el bien

El verdadero fin de la virtud es el bien{7}, y la virtud aspira más a este fin que a las cosas que lo deben producir, mediante a que estas cosas mismas forman parte de la virtud. Por verdadera que sea esta teoría, si se intentara generalizarla, podría llegar a ser absurda: por ejemplo, en pintura podría ser uno un excelente copista sin merecer por esto la menor alabanza, a no ser que se dedicara exclusivamente a hacer copias perfectas. Pero lo propio de la virtud, hablando absolutamente, es proponerse siempre el bien. «Mas, se dirá quizá, ¿no habéis sentado antes que el acto vale más que la virtud misma? ¿Por qué ahora concedéis a la virtud como su más preciosa condición, no lo que produce el acto, sino aquello en lo que no cabe acto posible?» Sin duda lo dijimos, y ahora repetimos lo mismo. Sí, el acto es mejor que la simple facultad. Al observar a un hombre virtuoso, sólo podemos juzgarle por sus acciones, porque es imposible ver directamente la intención que pueda tener. Si pudiéramos siempre conocer en los pensamientos de nuestros [35] semejantes su relación con el bien, el hombre virtuoso nos aparecería tal como es, sin tener necesidad de obrar.

Puesto que hemos enumerado, al hablar de las pasiones, algunos de los medios que constituyen la virtud, es preciso que digamos a cuáles de aquellas se aplican estos medios.

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{7} Gran principio tomado de Platón, y al cual Aristóteles no ha sido siempre completamente fiel.

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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 2, páginas 34-35