Filosofía en español 
Filosofía en español

Democracia y Corrupción

[ 765 ]

Corrupciones genéricas / Corrupciones específicas de la democracia:
la Sedición como ejemplo de corrupción propia de la democracia

[1] Cuando enunciamos como tesis central (una tesis que dirigimos contra el fundamentalismo democrático) [762] la proposición “la democracia es corruptible” [761], lo hacemos en sentido genérico {segunda acepción del predicado “propio” de Porfirio}, aplicando la corruptibilidad a todas las democracias [882], pero no solo a ellas {dado que genéricamente afecta también a todas las sociedades políticas}. Pero no en sentido estrictamente esencial, porque no queremos decir que la democracia se defina esencialmente por su corruptibilidad. Queremos decir, sencillamente, que la corruptibilidad deriva de la misma esencia de la democracia, y que no es tanto un “accidente aleatorio quinto predicable” {predicado no esencial, sino accidental, es decir, no derivado de la esencia}, como pudiera serlo la corrupción de algún funcionario [763] público. Queremos decir que la corrupción es un accidente propio de la democracia, derivado de su esencia, es decir, que es un accidente cuarto predicable {el llamado cuarto predicable de Porfirio es un predicado que se aplica al sujeto como un accidente que, aun no siendo esencial, sin embargo, se deriva de la esencia}.

Y precisamente por su condición genérica respecto de los diversos tipos de sociedad política (democráticas, oligárquicas, tiránicas, monárquicas…) [837-838] la corruptibilidad puede afectar a las democracias tanto a nivel genérico como a nivel específico.

Esta distinción es de la mayor importancia crítica, pues es preciso discriminar, cuando denunciamos (o diagnosticamos) una corrupción en el curso de una sociedad democrática existente, si este predicado le afecta a nivel genérico (en cuanto sociedad política), o bien a nivel específico (precisamente en cuanto democracia).

No hay contradicción lógica alguna en que una corrupción definida, siendo propiedad genérica, puede afectar específicamente al sujeto o sustrato [758], puesto que la especificidad no la ponemos en la corrupción en general, sino en tipo específico de corrupción considerado, y en los mecanismos de su génesis.

La mortalidad, o la muerte, puede afectar a un hombre a nivel genérico de animal (por ejemplo, cuando un cazador y su perro mueren fulminados por el mismo rayo) o puede afectar a nivel específico al hombre (por ejemplo, cuando la muerte le afecta como resultado de las maniobras de un suicidio ritual). […]

[2] Sin duda, la corrupción de los sistemas democráticos puede tener causas genéricas comunes a las corrupciones de otros sistemas políticos. Por ejemplo, la corrupción de un sistema político derivado de la corrupción o del debilitamiento genético de los individuos que lo integran, de epidemias, sequías o “radiaciones misteriosas” capaces de afectar a muchos componentes de las sociedades políticas en las épocas históricas (como cuando se habla de la desaparición del Imperio de los mayas, anterior a la entrada de Hernán Cortés en sus territorios).

Efectos corruptores muy similares, que tienen lugar tanto en las aristocracias como en los Imperios [716-726] o en las democracias, pueden tener causas diferentes o al menos canalizaciones propias de cada sistema político. En efecto, cada sistema político tiene, dada la diversidad de sus instituciones particulares, zonas características especialmente vulnerables a la corrupción, vías de acceso diferentes, “talones de Aquiles” tecnológicos o ideológicos [876], membranas blandas, delgadas o filtrantes, “puntos débiles”, de suerte que puede decirse que cada sistema político facilita más o menos determinados tipos de corrupción. […]

Es incontestable que un proceso sedicioso constituye una corrupción de la sociedad política en la que esa corrupción tiene lugar, sea Serbia, sea España. Y también es incontestable que cabe hablar de corrupción de una sociedad política por sedición, porque ello equivale a la mutilación de una parte formal [28] del organismo político establecido. Y esto al margen de que esta mutilación se considere justa o injusta, legal o ilegal, suponiendo que estas disyunciones tengan aquí algún significado político.

Porque la sedición es una corrupción política que tiene el nombre de traición, y no es biológica o ética, económica o religiosa. Y las sediciones no son exclusivas de las sociedades democráticas. Hubo sediciones importantes en la Roma republicana o en la España del Antiguo Régimen (pero las sediciones en el Antiguo Régimen o en las dictaduras tienen las vías de acceso muy limitadas). Los puntos débiles de las sociedades políticas del Antiguo Régimen o de las dictaduras son muy escasos y limitados; hay pocas zonas blandas capaces de ceder ante la sedición. Esta supone allí periodos largos de preparación, disposición de fuerzas, elección del momento adecuado (el “momento psicológico”, como se llamó tanto en la época de Bismarck como en los tiempos del frustrado golpe de Estado de octubre de 1934 en Asturias), sigilo y “oscurecimiento global”.

En cambio, la sedición en una democracia tiene vías mucho más accesibles: las urnas. Vías obviamente cerradas en la monarquía absoluta o en la dictadura, sencillamente porque allí no hay urnas. Pero las urnas de la democracia, junto con lo que ellas implican (propaganda electoral, votaciones, etc.), facilitan [771], aunque no provoquen, la acción de los secesionistas. […] En ese sentido, puede decirse que la sedición y las maniobras que la preparan son corrupciones propias de la democracia.

En cualquier caso, se reconocerá que las urnas, y aun las elecciones, no son las razones últimas de la corrupción sediciosa. Las urnas y la costumbre de votar son las vías de acceso a un proyecto sedicioso, un cauce que facilita el curso de las aguas sediciosas, pero que no es su fuente. Las fuentes pueden estar en otros muchos lugares. Pero aquí nos interesa considerar las fuentes que sean ellas mismas características de la democracia.

Y estas fuentes habrá que buscarlas en los principios más generales de la democracia, como pudieran serlo los principios de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad [854], principios que puso en marcha la Revolución Francesa por boca de Danton. No puede hablarse de democracia en sentido moderno antes de esta revolución [733]; la democracia de Pericles fue solo una democracia procedimental [829] […].

[3] La distinción entre la afectación genérica y la específica es muy importante como criterio de clasificación de las corrupciones empíricas; y lo seguirá siendo aun en el supuesto de que todas las corrupciones observables fueran genéricas, por cuanto entonces habría que concluir que la democracia no es una forma de Estado tan “perfecta” que hubiera llegado a controlar las corrupciones genéricas, alcanzando la incorruptibilidad postulada por los fundamentalistas.

Cuando afirmamos que la corruptibilidad afecta propiamente, sea genéricamente, sea específicamente, a todas las democracias queremos decir:

(1) Que la corrupción afecta a todas las democracias desde el punto de vista extensional, tanto a la democracia descrita por Tucídides [858] como a la democracia descrita por Tocqueville [842].

(2) Que la corrupción afecta a todas las partes de cualquier democracia desde el punto de vista intensional:

(a) Tanto si consideramos a las partes determinantes que, en nuestro sistema, se agrupan en los dos órdenes consabidos: como partes o momentos nematológicos y como partes o momentos tecnológicos [876-897]. Hablaremos de corrupciones nematológicas y de corrupciones tecnológicas [770], a la manera como, refiriéndonos a un organismo viviente, podríamos hablar de corrupciones neurológicas o de corrupciones viscerales.

(b) Pero también si consideramos a las partes integrantes [29] que en nuestro sistema se clasifican según nueve tipos diferentes, las que corresponden a las caras del eneaedro irregular [766] representativo de las sociedades políticas […]. Sin embargo, y dada la involucración […] entre la “sociedad política” y la “sociedad civil” [597], tendremos que tener en cuenta, obligadamente, los lugares de esta sociedad civil [769] de donde pueden manar con mayor probabilidad las corrupciones de la sociedad política.

{FD 157-158, 372-373, 374-376, 158 /
FD 155-188}

<<< Diccionario filosófico >>>