Filosofía en español 
Filosofía en español

Homeopatía

Juicio sobre el método, 1736
“Similia similibus curantur” en el prólogo de Juan Vázquez de Cortés a Juicio sobre el método de curar los morbos con el uso del agua, Sevilla 1736.

«Concluimos, en fin, de las anteriores reflexiones, hechas sobre los puntos que pueden considerarse como fundamentales del sistema homeopático; 1.° que esta teoría incurre en el vicio común exclusivista, por no dar importancia alguna a las acciones físicas y químicas del organismo, despreciando las alteraciones anatómicas de los sólidos, y no dando valor alguno al importante juego de los humores, ni a la acción de los agentes funcionales. 2.° Que al establecer sus principios ha tomado por base algunos hechos ciertos, que, mal interpretados, han salido de la esfera de su verdadero sitio, pretendiendo avasallar los dilatados dominios de la medicina. 3.° Que se aleja de la madre común de las ciencias, la filosofía, entregándose en los brazos del fatal empirismo, al desatender la influencia de las causas remotas de los males, y al descuidar el estudio de su naturaleza íntima en cuanto es dado al entendimiento del hombre. Y 4.° que perdiendo vanamente el tiempo en una observación infecunda, desatendiendo los verdaderos medios de instrucción médica, y olvidando los sanos principios de una terapéutica racional, expone a graves riesgos la suerte de los enfermos. Desechemos, pues, un sistema que tanto dista de la verdad, establecida ya por el oráculo de Coo; y conociendo sus errores, comunes con los de todas las teorías exclusivistas que han estorbado el progreso de la ciencia, evitemos el escándalo que también Hipócrates lamentaba al expresar en su libro del Régimen en las enfermedades agudas, “que sentía que los médicos se descarriaran siguiendo principios opuestos; de donde resultaba el daño de que el vulgo no creyese en la certidumbre de medicina, comparándola al arte de los augures.”» (Tomás Santero, Examen crítico del sistema homeopático, Madrid 1845, págs. 24-25.)

«La concepción de Hahnemann data de a fines del siglo XVIII y ha sido anterior a la escuela de Broussais, a la anatómico-patológica de Laennec; a la empírica de los hipocratistas de nuestros días, a la ecléctica y demás que en su lugar hemos analizado. La homeopatía es más añeja que todas estas escuelas, y lo que es peor, está mucho más desacreditada que la más desacreditada de todas ellas. Los hombres que la han introducido en España han vendido al público por una creación añosa, un cadáver galvanizado por un ser vivo. Si me ocupo de Hahnemann y en su doctrina como una cosa actual, es porque actuales son sus adeptos y en especial los que en España, los que en Madrid no perdonan medio alguno para esparcir su adopción, más que entre los profesores y los alumnos de medicina, entre los clientes poderosos en influencia y riqueza.» (Pedro Mata, “Espíritu filosófico de Samuel Hahnemann, deducido de su biografía”, Examen crítico de la Homeopatía, Madrid 1851, 1:479.)

«La negación de Hahnemann no es la duda de Sócrates, no es la aplicación de la reflexión a la conciencia que produjo, por un lado a Platón, y por otro a Aristóteles. No es el escepticismo absoluto, pero hipotético y momentáneo de Descartes, reemplazado inmediatamente por el cogito, ergo sum y la serie de afirmaciones que nacen de esta primera verdad de la conciencia. No es tampoco el escepticismo de Bacon, borrado apenas nace, con la proclamación del método experimental dirigido por el raciocinio. No es por último la crítica de Kant, cuyo cálculo y límites de las facultades intelectuales no tendían más que a derribar el dogmatismo, a señalar al espíritu humano su verdadero destino y a enriquecerle de conocimientos reales en el campo de la experiencia. La negación de Samuel Hahnemann es absoluta, es permanente, incondicional; es una muerte sin resurrección; es un escepticismo verdaderamente negativo; es una negación que reduce a la nada todas las conquistas de veinte y cinco siglos. No es una suposición dialéctica para marchar por otra vía más acertada por el campo de la verdad; es una afirmación seca y terminante de que no se sabe nada en medicina, de que todo es puro engaño, de que todo es una decepción, una brillante mentira.» (Pedro Mata, “Espíritu filosófico de Samuel Hahnemann, deducido de su biografía”, Examen crítico de la Homeopatía, Madrid 1851, 1:485-486.)

«Este arranque del alma fue una revelación, dice el biógrafo, y este es el origen de la homeopatía, añade el mismo con una candidez admirable. Tenedlo pues entendido, señores; la homeopatía es hija de la revelación; es una verdad revelada, es de origen divino. Desdeñará por lo mismo los problemas de la filosofía; porque la filosofía no alcanza las verdades reveladas. Como la revelación, que nada omite en lo concerniente a nuestro destino moral y excluye toda especulación puramente científica, la homeopatía no resolverá más que lo necesario, no dará más que el hecho, abandonará el cómo a las disputas de los filósofos, destruirá la inquietud, no la curiosidad, anunciará la resolución y prescindirá del problema. Desde este momento supremo el escéptico se ha transformado en místico. Ha vuelto la espalda al mundo y se ha dirigido a Dios, para pedirle una nueva doctrina médica. Es como un gentil disoluto que convertido a la religión de Jesucristo, abandona todo su patrimonio a los monjes y se va a orar a las tebaidas y a mortificarse en vida con los rigores del más extremado ascetismo. La nueva concepción de Hahnemann por lo tanto no nace de su cerebro; nace de su corazón. No es una idea, es un sentimiento, una pasión más bien. No es un pensamiento, es un dolor. Los delirios de Hahnemann serán excusables, porque serán hijos del sufrimiento; no tendrán su asiento en su cabeza, porque, en la anatomía de las musas, el dolor tiene su asiento en el corazón.» (Pedro Mata, “Espíritu filosófico de Samuel Hahnemann, deducido de su biografía”, Examen crítico de la Homeopatía, Madrid 1851, 1:489-490.)

«El autor de la homeopatía por lo tanto, al proclamar que las enfermedades no son más que síntomas, grupos de síntomas, sin nombre, y que darles nombre es darles entidad, es ontología, ha hecho más que dar otra prueba de su falta de filosofía, de su carencia de lógica, del carácter extravagante y ridículo que singulariza todos sus actos, ideas y producciones.» (Pedro Mata, “Espíritu filosófico de Samuel Hahnemann, deducido de su biografía”, Examen crítico de la Homeopatía, Madrid 1851, 1:504.)

«Veámosle en el terreno práctico, vamos a verle en sus primeros pasos en el ejercicio de su nueva medicina. La primera realización práctica del principio similia similibus curantur le verifica Samuel Hahnemann en Georgenthal y notadlo bien… ¡en un hospital de locos!… Era en efecto el lugar más a propósito que pudo escoger el reformador, para estudiar prácticamente la ley de los semejantes. El enfermo a quien dicen que curó era un literato que se había vuelto loco, herido por un epigrama de Koztbue. Lo natural, lo procedente, lo lógico era que Hahnemann le hubiese curado con otro epigrama. Y a la verdad bien puede decirse que así sucedió. Hahnemann le dio globulitos y un glóbulo homeopático, como remedio de la locura, es verdaderamente un epigrama.» (Pedro Mata, “Espíritu filosófico de Samuel Hahnemann, deducido de su biografía”, Examen crítico de la Homeopatía, Madrid 1851, 1:509.)

«Pero dejemos ya, señores, estos razonamientos, que pudieran pecar por lo prolijos, y sigamos los últimos pasos del pontífice homeopático. En 1827 había perdido a su primera esposa Enriqueta Kuchler y en 1835 contrajo segundas nupcias con la señorita Melania de Hervilly, joven francesa que había ido a Koethen a hacerse curar por Samuel Hahnemann. Y si hago figurar este hecho en esta reseña, no es por cierto como un hecho científico. Pero si un casamiento contraído a la edad de setenta y nueve años con una joven no tiene nada de científico, tampoco tiene nada de filosófico: es otro de los actos antilógicos del fundador de la Homeopatía. La lógica de semejante casamiento está muy expuesta a dar frutos sospechosos. Es una premisa que puede tener muy ilegítimas consecuencias. Contraído este nuevo matrimonio, Samuel Hahnemann se trasladó a París con su esposa, teniendo que salir de noche, según dice su biógrafo, porque el pueblo de Koethen, que quince años atrás había apedreado al innovador de Meissen, por haber ejercido la homeopatía; se proponía apedrearle otra vez, porque le abandonaba e iba a hacer milagros en otra parte. El pueblo de Koethen, por lo visto, era tan bárbaro en su cariño como en sus odios. Recibiéronle en París con muestras de júbilo y entusiasmo sus discípulos y adeptos, y allí ejerció la homeopatía con éxito extraordinario, al decir de su biógrafo, hasta que en 1843 pagó el tributo que sin excepción ninguna pagan todos los mortales a la naturaleza.» (Pedro Mata, “Espíritu filosófico de Samuel Hahnemann, deducido de su biografía”, Examen crítico de la Homeopatía, Madrid 1851, 1:517-518.)

Por los años veinte del siglo XIX se va sabiendo por España de Samuel Hahnemann y su homeopatía

En las Décadas médico-quirúrgicas y farmacéuticas, que publicaba Manuel Hurtado de Mendoza en Madrid, el 30 de noviembre de 1821 se menciona el “principio homonopático de Hanheman” al informar de la virtud profiláctica de la belladona contra la fiebre escarlatina. Cinco años después, desde Barcelona, el Diario general de las ciencias médicas vuelve a glosar tales supuestas virtudes, y en el verano de 1827 decide difundir, en dos artículos, los principios de la doctrina homeopática del doctor Hahnemann. Sin embargo, dos años después, en octubre de 1829, el mismo Diario general de las ciencias médicas se hace eco de las “Dudas de la eficacia de la belladona contra la escarlatina”.

1821 “Sobre la virtud profiláctica de la belladona según Hahnemann contra la fiebre escarlatina” (Décadas médico-quirúrgicas, 30 noviembre 1821.)

1826 “Sobre el uso por Samuel Hahnemann de la belladona contra el contagio de la escarlatina” (Diario general de las ciencias médicas, agosto 1826.)

1827 “Virtud de la belladona en las epidemias de escarlatina” (Diario general de las ciencias médicas, julio 1827.)

De la doctrina homeopática del Doctor Samuel Hahnemann. Artículo primero” (Diario general de las ciencias médicas, agosto 1827.)

De la doctrina homeopática del Doctor Samuel Hahnemann. Artículo segundo” (Diario general de las ciencias médicas, septiembre 1827.)

1829 “Dudas de la eficacia de la belladona contra la escarlatina” (Diario general de las ciencias médicas, octubre 1829.)

Publicaciones semioficiales jalean a la homeopatía por España a comienzos de los años treinta

El 10 de septiembre de 1831, la Gaceta de Madrid publica en español la carta que Samuel Hahnemann ha dirigido a Sebastián Cayetano conde de Guidi sobre las ventajas de la homeopatía contra el cólera-morbo. Acompaña esa carta una glosa apologética del progreso de la homeopatía en los estados de Alemania, en Napoles (cuyo monarca, se dice, ha fundado una cátedra de homeopatía) y en Francia, introducida por el conde de Guidi con notable éxito en León. La condición de ser la Gaceta diario oficial de España desde 1661 ayuda al prestigio, como es natural, del “nuevo método curativo” que ofrece remedios contra el mortal cólera-morbo, difundiendo la buena nueva por toda la Nación pues, como era habitual entonces, diarios locales reproducen la noticia publicada por la Gaceta desde Madrid.

1831 “Cólera-Morbo y Homeopatía: carta de Samuel Hahnemann a Sebastián Cayetano conde de Guidi” (Gaceta de Madrid, sábado 10 setiembre 1831.) Reproducida de la Gaceta por otros periódicos, como Diario Balear, Palma, domingo 9 octubre 1831, págs. 34-36.)

Casimiro de Gregory Dávila, ardoroso guerrillero en 1808 (Canga Argüelles glosa su lealtad a Fernando VII, Observaciones… a Napier, Londres 1830, vol. 3, pág. 70 nota), “Gregory el de Leganés” (según Pío Baroja), comienza a publicar en marzo de 1832 unos Anales de Ciencias, Literatura y Artes que, desde el principio, gozaron por parte del Gobierno de S. M. Fernando VII de “una especial protección por los útiles conocimientos que contiene y por las aplicaciones que pueden hacerse en España en beneficio de la riqueza particular y pública”. Su segunda entrega, abril de 1832, dedica 45 páginas a verter, no del inglés sino de su adaptación francesa, la crítica a tres obras de Hahnemann publicada por The Edinburgh Review en enero de 1830 (“New System of Cure. Hahnemann's Homöopathie”, vol. L, número C, págs. 504-527). El original británico de esa crítica bibliográfica ofrece algunas menciones y referencias que no se encuentran en la versión española, que sigue fielmente, sin embargo, la retocada versión francesa: “Sciences Medicales. Nouvelle médecine allemande ou Doctrine de l'Homœopathie” (Revue Britannique, París, febrero de 1830, tomo 28, págs. 183-214).

1832 “Nueva medicina alemana, o doctrina de la Homeopatía” (Anales de Ciencias, Literatura y Artes, Madrid, abril de 1832, tomo II, págs. 77-121.)

1833 Samuel Hahnemann, “Instrucción para que cada uno pueda asistir a los suyos en caso de cólera” (El Vapor, Barcelona, 27 julio 1833.)

La pintora parisina Melania d'Hervilly llega a Köthen, buscando ser curada por el anciano viudo Samuel Hahnemann, el 8 de octubre de 1834. Cien días después, el 18 de enero de 1835, Samuel (79 años y nueve meses) y Melania (34 años y once meses) contraen matrimonio civil en su casa, sin beneplácito eclesiástico; y el 7 de junio de 1835 abandonan discretamente Köthen, camino de París…

En 1835 el doctor Ramón López (a) Pinciano inunda España de literatura homeopática en español

Tras quince años de noticias aisladas y rumores sobre la nueva medicina alemana, en artículos en español o libros y revistas extranjeras, sobre todo francesas, los médicos informados advertían un crecimiento constante de presencia de la homeopatía, quizá porque, mientras otras escuelas emergentes podían coexistir en una misma tradición secular, el reformador protestante y masón Hahnemann obligaba a los médicos a tomar partido en una decisión maniquea: o se unían a la “homeopatía” o seguirían presos de la antigua y estéril “alopatía”.

El doctor en medicina Ramón López (a) Pinciano, inquieto joven recién vuelto de estudiar cinco años por Francia e Italia, en febrero de 1835 ya ha publicado en Madrid y vende tres libros de homeopatía por él traducidos (el Manual dietético de la homeopatía de Gerardo José María Bigel; la Exposición de la doctrina médica homeopática, u Organon del arte de curar de Samuel Hahnemann; y la Carta sobre la homeopatía dirigida a los médicos franceses por el Conde S. Des Guidi traducida y dedicada a los Profesores Españoles por el Doctor López-Pinciano, de Sebastián Cayetano conde de Guidi), y unas semanas después asesora la primera farmacia homeopática española, la de su amigo el licenciado farmacéutico José María Sánchez, que en la primavera de 1835 ya expende pomitos preñados de globulitos homeopáticos desde su céntrica botica en la mismísima Puerta del Sol. El doctor López-Pinciano todavía había de traducir al español y publicar en 1835 la Farmacopea homeopática de Franz Hartmann; el Examen teórico-práctico de la doctrina médica homeopática de Honorato Casimiro Gueyrard; y dos tomos del Tratado de materia médica o de la acción pura de los medicamentos homeopáticos de Samuel Hahnemann.

Las obras de la nueva doctrina médica homeopática”, La Revista Española, Madrid, 10 enero 1835, nº 444, págs. 1209-1211.

Medicina homeopática de Hahnemann”, Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, Madrid, 22 enero 1835, nº 34, págs. 25-28.

Sebastián Cayetano conde de Guidi (1769-1863), Carta sobre la homeopatía dirigida a los médicos franceses por el Conde S. Des Guidi traducida y dedicada a los Profesores Españoles por el Doctor López-Pinciano, traducida por Ramon Isaac López Pinciano, Madrid 1835, 53 págs.

«Medicina homœopática» (Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, Madrid, 31 diciembre 1835.)

Ramón Isaac López Pinciano, “Doctrina homœopática del doctor Hahnemann” (Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, Madrid, 14 enero 1836.)

Luis Bertrán, “Comunicado sobre la medicina homœopática” (Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, Madrid, 14 enero 1836.)

Al terminar 1835, gracias a Ramón López-Pinciano, están disponibles en España, para bien o para mal, siete obras homeopáticas en español, que suman 1.500 páginas y cuestan 108 reales de vellón; y, además, la botica homeopática de Sánchez en la Puerta del Sol.

Neófitos homeópatas reivindican su prioridad y solera ante lo nuevo, antaño y hogaño

Egolatrías, narcisismos, localismos y otras patologías propias de paletos acompañaron la eclosión bibliográfico homeopática española de 1835 (“Badajoz es la primera capital de nuestro suelo que ha visto la homeopatía puesta en práctica, y este honor no se le debe quitar”) y siguen latiendo en nuestro degenerado presente autonómico (“Pero también hay que decir que Cádiz fue pionera en el mundo de la medicina a nivel nacional, ya que la primera revista homeopática de España se publicó en esta ciudad, en 1835”). ¡Cada día que amanece…! El neófito José Sebastián Coll, médico titular en Toro (Zamora), iluminado homeópata converso tras haber ejercido cuarenta años de alópata sin saberlo, mentirá descaradamente en 1843 al asegurar que Pinciano publicó sus traducciones en 1836 (“el año 35, un año antes que Pinciano comenzase sus publicaciones dichas, se verificó en Cádiz la de los archivos de medicina homeopática, traducidos del francés, de que se dieron a luz cuarenta o cincuenta números, y cesó”), se quejará de la juventud del traductor (“no favorecía mucho a los progresos de una ciencia nueva el crédito que pudiera adquirirle la circunstancia de ser su apóstol un muchacho apenas conocido en nuestra península”) y en todo caso reclamará que “antes que el Dr. Pinciano dé su redacción periodística, me hallaba yo ya ocupado seriamente del estudio de la homeopatía en las traducciones francesas del Dr. Jourdan”. La realidad es que José Sebastián Coll, que retrospectivamente glosa prácticas homeopáticas suyas de 1837, inicia su activismo en 1839 al firmar un librito con siglas, “D. J. S. C.”, y no “sale del armario” hasta enero de 1840; en 1844 vuelve a publicar el Organon de Hahneman que Pinciano ya había traducido y editado nueve años antes, en 1835…

[ en proceso ]

«Homœopatia, sus ventajas y peligros, escrita en francés por el doctor Duringe, y traducida al castellano por D. Manuel Rollan, médico en esta corte. Esta obrita de poco coste, reúne lo necesario para que los facultativos y curiosos formen una idea exacta de este nuevo sistema médico que, extendido ya y practicado en otros países con felices resultados, empieza a propagarse en el nuestro y a hacer prosélitos a la par que adversarios, y se convenzan todos, de que si es digno de llamar nuestra atención como método especial de curación, a juicio de Duringe, no es admisible como sistema universal y exclusivo. Contiene además la circunstanciada biografía de Hahnemann su fundador. Un tomito en 8.°; se vende en Madrid en la librería de Ranz, calle de la Cruz, a 12 rs. en pasta y 10 en rústica; y en Toledo en la de Reinoso, en las Cuatro Calles.» (El Español, Madrid, 12 junio 1836, pág. 1.)

1840 José Sebastián Coll, “Manifiesto. El presente contendrá en bosquejo la conducta de la Academia Médico-Quirúrgica de Castilla la Vieja, y de su Socio corresponsal y Subdelegado D. José Sebastián Coll, Médico titular decano de Toro, con motivo de haberse este último presentado en la capital de dicha provincia, llamado a defender en su Universidad literaria, teórica y prácticamente la doctrina homeopática del Doctor Samuel Hahnemann” (Valladolid, 6 abril 1840.)

«Archivos de la Medicina Homeopática (Badajoz). Publicados en Badajoz bajo la protección de la Academia Médico-Quirúrgica de Sevilla, Córdoba y Extremadura, por D. Pedro Rino y Hurtado. Empezó el 1.° de Julio de 1840, por cuadernos mensuales de dos pliegos en 4.°, que cada año componía un tomo. Es el primer periódico de homeopatía publicado en España, y el Sr. Rino uno de los más activos e infatigables propagandistas de esa doctrina médica.» (Francisco Méndez Álvaro, Breves apuntes para la historia del periodismo médico y farmacéutico en España, Madrid 1883, pág. 25.)

1841 «Extracto de periódicos. Nacionales. Los números 9 y 10 de los Archivos de medicina homeopática contienen […]. Últimamente después de varios consejos para la práctica homeopática en muchas enfermedades, terminan estos números con la exposición de los prosélitos que parece va haciendo la homeopatía en España. Nosotros somos los primeros en desear que se estudie imparcialmente esta doctrina tan preconizada por unos como ridiculizada por otros. A decir verdad, sentimos que esta circunstancia de tener acérrimos entusiastas y enemigos jurados, la asemeje algún tanto a otras muchas teorías que han aparecido de tiempo en tiempo, cautivando la imaginación con sus maravillosas apariencias; pero queremos que la práctica y el raciocinio desmientan aserciones fundadas al parecer en la experiencia, y en argumentos más o menos especiosos.» (Semanario de Medicina. Periódico de la Academia de emulación de ciencias médicas, Madrid, 6 de mayo de 1841, nº 18, pág. 141.)

1846 Ildefonso Martínez, “Homeopatía. Comunicado. Ilustración y buena fe homeopática”, Boletín de Medicina…, 17 mayo 1846, págs. 153-157.

1847 «Tocante a que acusamos a la Alopatía de falta de sistema, yo por mi parte lo confieso más sobra que falta de ellos, lo que otros reconocerán conmigo, y tocante a que calificamos de grosero materialismo al conjunto de escuelas habidas, diré que sin una crasísima ignorancia mal podríamos calificar así a los ultra-espirituales Paracelso, Vanhelmon, Stahl, Barthez… cuyos envejecidos sistemas condenamos, no de grosero materialismo, sino del exceso contrario tan falso como el de los que no ven en el hombre sino órganos.» (José María Gil, “Sobre las reflexiones preliminares al examen de la Homeopatía”, Gaceta Homeopática, Segunda serie, Madrid, 1 julio 1847, pág. 14.)

«Todos los periódicos médicos, y aun algunos políticos, han dado estos días la noticia de que el Excmo. Sr. D. Pedro Castelló había hecho dimisión de su cargo de médico de cámara de S. M., cuya conducta pensaban imitar sus dignos compañeros. No podíamos esperar otra cosa del antiguo Decano del colegio de San Carlos, cuyos buenos deseos por el lustre y decoro de la ciencia son de todos conocidos. Felicitamos cordialmente al Sr. Castelló por un acto que le honra tanto, y le acompañamos en el sentimiento que debe causarle el abandonar la asistencia de la augusta Señora a quien ha visto nacer, por cuyos días ha velado con tanto interés, y de la que, y de su Real familia, ha recibido numerosos e inequívocos testimonios de distinción y aprecio. ¡Ojalá sea cierto que los demás médicos de cámara imitan el ejemplo de tan venerable anciano! Nosotros, que apreciamos, cual se merecen, a los que además de haber sido nuestros maestros, nos han dispensado favores que jamás se olvidan, sentiríamos mucho, que por un mal entendido celo comprometieran su reputación en tantos años adquirida, y más aún que llegase una ocasión en que la fuerza poderosa de las circunstancias les obligase a hacer el peligroso y desairado papel de editores responsables.» (La Verdad, periódico de medicina y ciencias auxiliares, Madrid, 1 noviembre 1847, n° 6, pág. 24.)

1850 «Sobre el valor del sistema hidropático se ha traducido libremente al idioma español la obra titulada: La hidropatía o curación por el agua fría escrito por Mr. Claridge. Pero el sistema médico más dominante si se exceptúa el alopático, ha sido el homeopático y por lo mismo se han escrito y traducido acerca de él algunos varios tratados tanto en pro como en contra. A los primeros pertenecen, como principales: el Examen crítico filosófico de las doctrinas médicas homeopáticas y alopáticas comparados entre sí, original del homeópata Sebastián Coll. La traducción que Manuel Ciriaco Rollan, médico en Madrid, hizo del tratado escrito en francés por el Dr. Duringe con este título: Homeopatía, sus ventajas y peligros. Nuestro paisano y malogrado joven Ramón López conocido con el seudo-nombre de Dr. Pinciano, tradujo el Manual de las propiedades características de los medicamentos homeopáticos, escrito en alemán por Jahr. Otro homeópata e ilustrado escritor y literato Rafael de Cáceres tiene traducido del francés la Guía del homeópata, escrita en alemán por el Dr. Ruoff. Fernández del Río lo ha verificado la obra titulada: Medicina doméstica homeopática, o guía de las familias, original del Dr. Heringe. El homeópata Robustiano de Torres Villanueva ha vertido al castellano del idioma francés, la Doctrina y tratamiento de las enfermedades crónicas dada a luz por Samuel Hahnemann. Pío Hernández Espeso, otro sectario de la doctrina de los infinitesimales, nos ha dado al castellano el Tratado práctico de terapéutica homeopática de las enfermedades agudas y crónicas escrito por el Dr. Hartmann, y por último se halla también libremente traducido al español, el Hahnemann, exposición de la doctrina médica homeopática, u Organon del arte de curar. Son los segundos: el titulado Juicio crítico sobre el sistema homeopático publicado por Tomás Santero, agregado de la facultad de Madrid; una Memoria físico-crítica de la medicina homeopática, escrita por nuestro compañero el Dr. Tomás Araujo. Las lecciones dadas en la escuela de Madrid por Ramon Frau y publicadas después con el título de La homeopatía juzgada en el terreno de los hechos, y sobre todas por sus razones concluyentes, La homeopatía o farmacología análogo-infinitesimal ante el criterio y el sentido común, escrita por Tomas Corral y Oña (55. Hemos leído y examinado con la mayor atención la obra del doctor Corral y en nuestro juicio es la primera; recomendamos su lectura a los profesores que deseasen de buena fe apreciar el valor de la doctrina homeopática).» (Mariano González de Sámano, Apéndice al Compendio histórico de la Medicina española, Imprenta de D. Agustín Gaspar, Barcelona 1850, pág. 100 y nota 55 en página 210.)

“Que soy materialista, pero materialista a mi manera científica… el materialismo médico-homeopático”

El rótulo “materialismo médico” se introduce sobre todo en ambientes homeopáticos, herederos seguidores del sajón prusiano alemán afrancesado Samuel Hahnemann (1755-1843). Pero, como es natural, los homeópatas españoles y en particular los madrileños, estaban bastante reñidos entre sí: la natural competencia entre bandas que buscan captar clientes y prestigio en un novedoso mercado emergente, los individualismos particularistas y hasta las divergencias ideológico filosóficas. Formaban por tanto dos bandos principales: la línea de Pío Hernández Espeso (†1880) y los suyos, impulsora de la Gaceta Homeopática de Madrid (1845-1846), La Homeopatía (1846-1847), Gaceta Homeopática (1848-1849), el Instituto Homeopático Español (1849), la Academia Homeopática Española (1853), La década homeopática (1854-1857), La reforma médica (1865-1870), &c., y la línea de José Núñez Pernia (1803-1879) y los suyos, impulsora de la Sociedad Hahnemanniana Matritense (1845) y su Boletín (1847-1851), los Anales de la medicina homeopática (1851-1857), El criterio médico (1860-1889), el Instituto Homeopático y Hospital de San José (1878), &c.

En la península, en general, dominaban los homeópatas espiritualistas y sus irisaciones, pero contaba España en ultramar con homeópatas materialistas declarados, como Cayetano Cruxent Lalbi (1801-1863), “doctor médico-cirujano homeópata, tan ventajosamente conocido en nuestras Antillas por los felices resultados de su distinguida práctica, y en el mundo médico por sus concienzudos trabajos científicos” (escribía de él La Esperanza, periódico monárquico de Madrid, el 31 de mayo de 1854, anunciando su llegada a la corte y próximo retorno a La Habana). Este médico cubano, que poco antes de morir dejó publicadas unas Consideraciones críticas acerca de los principios fundamentales de la Homeopatía (Barcelona 1863, 605 págs.), se vio obligado a tener que escribir este remitido, publicado en 1855 por los Anales de la medicina homeopática de la Sociedad Hahnemanniana Matritense:

Breve contestación al artículo del Sr. D. Carlos Somoza, inserto en la pág. 73 y siguientes del tomo IV de los Anales de la medicina homeopática.

Remitido.

El Sr. D. Carlos Somoza, contestando a un artículo que publiqué en la entrega primera del tomo y periódico citados, supone que ulteriores explicaciones podrán quitar a los asertos que encierra mi artículo, el sabor de materialismo que los hace sospechosos e inaceptables para él.

Soy enemigo de rodeos, y por lo tanto acostumbro dar a mis opiniones el carácter claro y franco que el médico que tenga convicciones debe mostrar siempre en toda cuestión que interese a la humanidad. Por lo tanto, creo deber a mi apreciable compañero las siguientes aclaraciones:

1.ª Que soy materialista, pero materialista a mi manera científica, y, sobre todo, médicamente hablando.

2.ª Que, a pesar de esta circunstancia, soy Homeópata puro.

3.ª Que considero como un acto de arbitrariedad científica y de despótica represión el pretender excomulgar un Homeópata a otro Homeópata, tan solo porque no acaba este las explicaciones hipotéticas que aquel da a la manera como los hechos se producen.

4.ª Que en muchos puntos de doctrina, y aun de práctica homeopática, la autoridad del maestro tiene aprisionada la inteligencia de no pocos de los discípulos.

5.ª Que rechazo como inútil, y hasta cierto punto como perjudicial para la humanidad doliente, la creencia espíritu-vitalista del creador de la Homeopatía, formulada en su teoría del dinamismo vital.

6.ª Que si se atiende a los resultados prácticos, mi materialismo médico-homeopático es, cuando menos, tan provechoso para la humanidad doliente como pueda serlo la creencia en el dinamismo vital Hahnemanniano.

7.ª Que creo en la ley de los semejantes, en la necesidad de la experimentación pura, y en la acción eficaz de las dosis infinitesimales.

8.ª Que tengo fe en el porvenir, y que, por lo tanto, no reculo ni abandono mis principios, sean cuales fueren las calificaciones con que se pretenda reprobarlos.

9.ª Que tengo un convencimiento íntimo de que la Homeopatía es el áncora de salud de los enfermos y de los médicos; pero que de la Homeopatía de Hahnemann, a la del siglo vigésimo, habrá tanta diferencia como la que existe entre el telégrafo de Chappe y el eléctrico de nuestros días.

10. Que mis pretensiones no son las de pasar por sabio entre los médicos, sino las de curar más y mejor que los titulados sabios, que los que se esfuerzan en inculcar al mundo médico que, sin lo que ellos llaman ciencia, no puede haber salud para los enfermos.

11. Que el médico, en calidad de antropólogo, se queda completamente a oscuras, vagando sin dirección precisa, y tropezando a cada paso, desde el momento que aparta la vista de lo que se ve y se toca, y de lo que se puede percibir distintamente por medio de la razón, para irse a perder en las regiones misteriosas de los espíritus; en una palabra, desde que admite que sin físico no hay ni puede haber moral.

12. Que la ciencia frenológica enseña y prueba con hechos materiales que la materia es un intelectámetro infalible; por lo tanto, que para el fisiologista práctico, las manifestaciones intelectuales, sentimentales e instintivas, deben ser consideradas como productos de ciertas y determinadas porciones de materia.

He dicho lo que por el pronto es posible y conveniente. He hecho mi profesión de fe en breves palabras. Si la suerte me vuelve a llevar a la Península, ofrezco al Sr. Somoza explanar más las ideas vertidas como preludio en la presente contestación, en una obrita que está destinada a ver la luz pública, y que estoy escribiendo ex profeso en los momentos que puedo robar a mi práctica.

Habana 22 de abril de 1855.

Dr. C. Cruxent.

(Anales de la medicina homeopática, tomo IV, Madrid 1855, págs. 301-303.)

1856 Pío Hernández, Apuntes para la historia de la homeopatía en España (La Década Homeopática, 10, 20 y 30 mayo 1856.)

1864 [ Marqués de Núñez además de médico sin estudios y gran cruz de Carlos III ] (La Iberia, 8 diciembre 1864.)

[ Marqués de Núñez …curandero, con título de médico ilegítimamente adquirido ] (La Iberia, 29 diciembre 1864.)

1865 José Núñez Pernia, [ Comunicado sobre su condición de médico, marqués y homeópata ] (La Iberia, 10 enero 1865.)

Apreciaciones de los últimos esfuerzos hechos por los homeópatas de Madrid y de los resultados que han obtenido, Madrid 1865.

Apreciaciones de los últimos esfuerzos hechos por los homeópatas de Madrid y de los resultados que han obtenido, Santiago 1865.

1867 «Colegio Médico Homeopático de Missouri. El 28 de Febrero último se confirió por la facultad de este colegio el grado de doctor a los alumnos que habían concluido sus estudios académicos, y cuyas tesis doctorales fueron aprobadas, en virtud de los exámenes sufridos.» (El criterio médico, Madrid, 10 julio 1867, pág. 310.)

1869 «Colegio médico homeopático de Cleveland para mujeres. El 3 de Marzo confirió la facultad de este Colegio el grado de Doctor a las señoras que habían terminado sus estudios médicos y cuyas tesis doctorales fueron aprobadas. Un numeroso público, compuesto especialmente por el sexo femenino, llenaba por completo el Salón de Grados, atestiguando de este modo el gran interés que tienen por la prosperidad de este Colegio las señoras de Cleveland. El reverendo C. E. Felton, pastor de una iglesia protestante, pronunció un discurso en favor del adelantamiento social de la mujer. Felicitó a las directoras y protectores del nuevo y próspero Colegio, y por sus deseos en pro de un brillante porvenir para el mismo. Dijo que eran revolucionarias en sus tendencias, puesto que aspiraban a colocar a la mujer a la misma altura que el hombre, haciéndola perder la posición inferior que ocupaba en la sociedad. Después de un breve discurso del Dr. C. S. Verdi, se adjudicaron los diplomas y se confirió el grado de Doctor a cuatro alumnas, por la profesora Myrak Merrick. Las nuevas doctoras eran de mediana edad y de un talento extraordinario, según dice el periódico americano de donde tomamos estos datos. El discurso de despedida fué pronunciado por la graduanda Cutler. El extracto del discurso de esta doctora se reduce a lo siguiente: “Que se había dicho por algunos que la naturaleza débil de la mujer inhabilita a ésta para el cumplimiento de los críticos deberes de la profesión médica. Los que así arguyen, saben muy poco de la naturaleza de la mujer. El valor en los sufrimientos la ha sido reconocido por los poetas y sabios. Para aquéllos, ¿no endulza ella lo que no se puede soportar? No están sus simpatías limitadas a su familia y parientes. Por su ternura excita la dulce simpatía de su propia raza. Ella sabe mejor que nadie lo que sufre una madre y el peligro en que está su vida en el momento del parto. Decir que Dios no ha dado a la mujer valor para sufrir y para sostener y consolar a los que sufren, es lo mismo que llamar ignorante al que es fuente de sabiduría.” Nuestros lectores comprenderán que no quedaría descontento el auditorio femenino del discurso de la nueva doctora, y que el entusiasmo no tuvo límites.» (El criterio médico, Madrid, 25 mayo 1869, pág. 239.)

1875 «Mi querido amigo: agradeceré á V. que traiga de la botica homeopática de Somolinos, calle de las Infantas, un tubito de globulos de Ignacia.» (Carta de Gumersindo Laverde a Marcelino Menéndez Pelayo, desde Valladolid, 10 de octubre de 1875, MPEP 1:254.)

1884 Luis Hysern, Método higiénico, preservativo y curativo del cólera morbo asiático, Madrid 1884.

Similia similibus curantur

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«Quien haya presenciado, como yo he tenido ocasión de presenciar en mi práctica los fenómenos que ocasiona en el organismo vivo el envenenamiento por el arsénico, habrá quedado persuadido de la semejanza tan notable que existe entre el cuadro sintomático que produce este veneno y el que presenta el cólera morbo asiático fulminante, hasta el punto de que si no se hubiera tenido la evidencia de la causa de aquellos fenómenos, se diría que la alteración que se observaba no era otra que la enfermedad asiática. Mareos, vómitos, diarrea biliosa primero, después acuosa, retortijones, ardor insoportable en el estómago, sed violenta, calambres en las piernas, ojos hundidos con profundas ojeras, color terroso o azulado de la piel, labios lívidos, frío marmóreo y sudores fríos, todos los fenómenos más notablemente análogos a los del cólera, predominando desde el primer momento el ardor en el estómago y la sed, son producidos por el arsénico. La provechosa acción de este remedio contra el cólera así como la del cobre y algunos otros que emplea la homeopatía en los diferentes citados períodos de esta enfermedad, ha debido ser sospechada por los indios, quienes en un libro de medicina titulado Yugamuni Chintamani, escrito en sánscrito, aconsejan una receta para combatir esta enfermedad que llaman sinanga, muy notable por la extraña mezcla de ingredientes de que se compone, entre los cuales figura el oropimente (o sea el sulfuro arsenical), el cobre bajo la forma de carbonato y otros varios que en deplorable confusión mezclan en su fórmula como si los entregaran al poder del organismo para que este elija entre todos el que más le convenga, haciendo caso omiso de los demás que forman su cortejo.»

Luis Hysern, Método higiénico, preservativo y curativo del cólera morbo asiático, Madrid 1884.

Fragmentos de Lester Snow King (1908-2002) sobre la homeopatía (Lester S. King, “La homeopatía: vida y doctrinas de Samuel Hahnemann”, en Historia Universal de la Medicina, dirigida por Pedro Laín Entralgo, Salvat, Barcelona 1973, tomo V, págs. 105-107.)

«Los médicos del siglo XVIII tendían a considerar la fiebre como una enfermedad unitaria. Así, pues, cuando Hahnemann creía que la Chinchona “producía” una fiebre, no establecía distinciones entre diferentes clases de estados febriles. Imputaba un rasgo particular e ignoraba sus múltiples diferencias.»

«Hahnemann argüía que una substancia medicinal podía producir un estado “idéntico” a una enfermedad de presentación natural: la corteza de la quina curaba la fiebre –al menos, la fiebre intermitente– y también originaba una fiebre –o estado similar a la fiebre–. La conclusión parecía ser que una substancia que curaba una fiebre, también podía producirla.»

«Desde nuestro punto de vista, este credo básico de la homeopatía descansaba sobre un fundamento muy endeble. Hahnemann apoyaba la cuestión sobre las virtudes productoras de la “fiebre” de la quina, pero en 1791 precisó más su concepto. La corteza, escribía, que clínicamente puede suprimir una fiebre intermitente, actúa produciendo una fiebre de corta duración. De esto dedujo que cualquier substancia capaz de inducir tal “fiebre” artificial podía reprimir la fiebre intermitente de modo totalmente específico, aunque no con el mismo grado de certidumbre.»

«Basándose en tan mínimas pruebas experimentales, Hahnemann se permitió amplias generalizaciones. Formuló dos axiomas: Primero, que toda medicina eficaz produce en el organismo un peculiar tipo de enfermedad –lo que en realidad quería decir es que los medicamentos “eficaces” alteran de modo demostrable las funciones orgánicas–. Segundo, que si se desea curar una enfermedad –cualquier enfermedad– habrá que utilizar el medicamento susceptible de producir una dolencia “artificial” similar. Así, la chinchona, que cura la fiebre, produce también fiebre en las personas normales. Esto lo amplió en la proposición de que todo lo que produce una fiebre puede curar una fiebre. Posteriormente lo generalizó aún más aplicándolo a todas las enfermedades: lo que produce un dolor de cabeza, puede curar un dolor de cabeza; lo que produce un insomnio, puede curar un insomnio, etcétera.»

«Para crear un sistema médico amplio, Hahnemann emprendió una “investigación” farmacológica sistemática y alentó a sus alumnos y discípulos para obrar de igual forma. Si una enfermedad se cura con la substancia medicinal susceptible de producir los mismos síntomas, será necesario descubrir qué síntomas causará una droga determinada. ¿De qué modo? En aquella época no existía la farmacología como ciencia. Los médicos recetaban complicadas mezclas de drogas y no se contaba ni con un cuerpo de doctrina que indicase la acción que un fármaco particular podía tener, ni con técnicas para investigar el problema. Hahnemann insistió en que los métodos terapéuticos predominantes, con sus prescripciones asaz complejas, eran perjudiciales, y propugnó que los médicos debían utilizar sencillas drogas puras. Para averiguar cuál de éstas era apropiada en determinada enfermedad, era preciso investigar sistemáticamente las propiedades de diferentes fármacos.»

«Hahnemann y sus discípulos emprendieron tan minuciosa investigación, pero sus técnicas eran muy distintas de los modernos métodos de la ciencia: se basaban totalmente en la introspección y no en cualquier tipo de mensuración objetiva. El investigador tomaba una substancia y después intentaba describir todos los estados subjetivos que fuese capaz de apreciar tras dicha ingestión.»

«Todo esto puede parecer absurdo, pero de hecho representó un progreso definido. Hahnemann comprendió que para dotar a la terapéutica de una base racional era necesario investigar la acción específica de cada fármaco particular. Además, insistía en que los agentes terapéuticos sólo deben ser ensayados en personas sanas, y no en animales. La economía animal no es idéntica a la humana, y los experimentos en animales no pueden transferirse sin más al hombre. Hahnemann fue un verdadero fundador de la ciencia farmacológica. Insistió en que el médico debe ensayar substancias puras, no compuestas; en que los experimentos deben efectuarse en seres humanos y no en animales; y en que sólo los experimentos in vivo eran convincentes. No obstante, prescindía de los controles. Confiaba únicamente en la introspección y no en la observación objetiva. Y carecía de sentido crítico, de un juicio profundo que le permitiese distinguir lo pertinente de lo desatinado, lo significativo de lo trivial.»

«Su doctrina le atrajo numerosos adictos, y sus seguidores crearon una vasta literatura –tanto periódicos como libros– que elaboraron y extendieron sus enseñanzas. Creó un sistema completo de medicina, que rivalizaba con la medicina tradicional –a la que llamó alopatía, para distinguirla de su propia homeopatía. Pero al mismo tiempo, levantó enconados antagonismos. Los críticos ridiculizaban sus teorías sobre la enfermedad, sobre la fisiología y sobre la supuesta efectividad de las diluciones extremas. Sus más inteligentes seguidores disminuyeron sus frecuentes extravagancias. Pero subsistía un hecho contumaz: que muchos pacientes se curaban con un régimen homeopático, en tanto que pacientes similares, tratados por médicos tradicionales, no lo conseguían. Los críticos señalaban que las dosis homeopáticas equivalían prácticamente a la inexistencia del fármaco y que las “curas” homeopáticas no se debían a las drogas administradas, sino únicamente al “poder curativo de la naturaleza”. Sin embargo, estas críticas constituían al mismo tiempo una acusación contra la medicina tradicional, por la utilización de medidas que dañaban al paciente en lugar de favorecerlo. La homeopatía ponía de manifiesto concluyentemente que la práctica médica tradicional perjudicaba frecuentemente al paciente. De hecho, los médicos comprendieron que la carencia total de tratamiento es mejor que un mal tratamiento.»

«El desarrollo de la homeopatía, pese a los argumentos lógicos que se la opusieron, constituye un fenómeno notable en la historia de la medicina. Pero también es igualmente notable su declive, ya que pone de manifiesto el modo cómo la ciencia médica puede lentamente purificarse a sí misma de sus propios errores.»

1974 «Es un principio que encontramos ya en el pensamiento “mítico”, “salvaje”(1) y desde luego en los poetas (en Homero, Odisea XVII, 218, vemos que Dios lleva siempre “lo igual hacia lo igual”). (1) Los etnólogos suelen recoger este principio bajo una rúbrica que recuerda precisamente el concepto de Amor empedocleo: la simpatía. Así, el concepto de “magia simpática” de Frazer, en sus dos ramas de “magia homeopática” (fundada en la asociación de ideas por semejanza) y de “magia contaminante” (fundada en la asociación de ideas por contigüidad).» (Gustavo Bueno, La metafísica presocrática, Pentalfa, Oviedo 1974, pág. 311.)

2006 «La medicina homeopática –tal es la tesis que defiendo– no es sino puro y simple pensamiento mágico, un residuo –o “supervivencia”, como diría Tylor– de un modo de pensar el mundo y de concebir las relaciones de causalidad, que se remonta, seguramente, a los estadios más primitivos de la humanidad, y que ha seguido su propio curso de forma paralela al pensamiento científico y filosófico, llegando incluso al extremo exigir un lugar propio en las concepciones de la realidad de aquellas sociedades más avanzadas; y no exclusivamente –como acaso podría conjeturarse– en los sectores más populares de las mismas –aunque en ellos, sí, de manera principal–. El caso de la homeopatía es prueba de cómo la magia ha llegado a instalarse en el campo de una ciencia o una tecnología que ha alcanzado un altísimo grado de desarrollo. Porque es obvio que no hablamos de una mera creencia supersticiosa –patrimonio, acaso, de la mentalidad popular menos ilustrada– en la posibilidad de curaciones mágicas o milagrosas; una creencia, por tanto, que de forma directa e inmediata aspira a situarse al margen de la medicina científica y a discurrir por cauces ajenos y distintos a los de ésta. Muy al contrario, la homeopatía quiere constituirse –y así se presenta– como medicina sin más, y como tal desea ser reconocida –algo que, desgraciadamente, alguna vez ha sucedido–. Afirma ser, en suma, una práctica médica entre otras, y con el mismo rango de cientificidad que cualquiera de ellas. Con la homeopatía, la magia muestra su pretensión de no conformarse con permanecer en los márgenes que le deja el pensamiento científico, sino de ser ciencia ella misma. Y ciencia de una nada desdeñable complejidad, puesto que su inserción en el ámbito de la medicina pasa por exigir carta de reconocimiento en el de la física, la química o la biología. Y, sin embargo, no es más que magia.» (Alfonso Fernández Tresguerres, “Médicos y magos”, El Catoblepas, noviembre 2006, 57:3.)