De la doctrina homeopática del Doctor Samuel Hahnemann
Artículo segundo
En el artículo 1.° de este punto se dio una idea sucinta de los principios fundamentales de esta doctrina de Hahnemann y se expusieron los principales ejemplos de su materia médica; ahora solo falta que expongamos algunas observaciones con que se apoya dicha doctrina y resumamos el juicio que han formado de ella los dos célebres profesores Hufeland y Lichtenstaedt.
3. Observaciones en apoyo de la doctrina homeopática
Hahnemann no ha publicado ningún hecho u observación en confirmación de su doctrina, lo que no deja de ser muy extraño; pero se encuentran en las obras de sus discípulos, y sobre todo en los Archivos de la homeopatía, un cierto número de casos de curaciones obtenidas por este medio terapéutico, entre los cuales referiremos únicamente dos, que son escogidos entre los que nos han parecido más favorables a este último y en cuyos casos se hizo uso de substancias cuyos efectos sobre el hombre sano se encuentran entre los ejemplares de la materia médica.
1.ª Observación. El Dr. Gross refiere el siguiente hecho. Un paisano, de unos 30 años de edad, robusto, de temperamento sanguíneo, y que había disfrutado siempre de una buena salud, fue atacado súbitamente en abril de 1825 de una afección del ojo derecho, que al cabo de cuatro semanas presentaba los síntomas siguientes: Aspecto natural del órgano enfermo que solamente parece un poco menos brillante que el del otro lado: Ambliopia, y con frecuencia diplopia: Manchas obscuras que parecen agitarse a veces delante del ojo afectado: Incapacidad de toda visión por la mañana y tarde a la hora del crepúsculo: Pupila constantemente dilatada. La salud del sujeto era muy buena bajo todo otro respeto, y su estado le inspiraba mucha inquietud.
Reflexionando el Dr. Gross que la belladona era la substancia cuyos efectos correspondían mejor con los síntomas que acaban de enumerarse, prescribió la quintillonésima parte de una gota de zumo de dicha planta, en un vehículo cuya naturaleza no indica. No necesitando la persona afectada de ninguna preparación dietética a causa de su excelente constitución, tomó dicho medicamento el mismo día por la noche.
Diez días después este hombre se presentó al Dr. Gross dándole parte de que veía mucho mejor y distinguía con poca pena los objetos en las horas crepusculares. No obstante, aun se presentaban durante el día algunas manchas obscuras al ojo afectado, y por la noche la llama de una vela le parecía rodeada de una aureola: esta luz artificial fatigaba también dicho órgano y le producía una sensación penosa. En su consecuencia el autor de la observación le administró la cuadrillonésima parte de una gota del zumo de pulsatila, (Anemone pulsatilla), a causa de presentar los efectos de dicha planta la mayor analogía con los síntomas actuales. Este medicamento fue tomado por la mañana del día once de la curación, una hora antes del desayuno ordinario. Ocho días después no quedaba el menor vestigio de la enfermedad: el ojo derecho había recobrado en toda su integridad la facultad de ver y la ha conservado después.
2.ª Observación. El Dr. Pleyel refiere el siguiente caso. M... soguero, fue atacado el 16 de marzo de 1825 de una calentura intermitente perniciosa que presentaba los caracteres de la enfermedad conocida con el nombre de sudatoria y descrita por Willis y Sennerto. Por la noche en el momento de meterse en la cama, experimenta el enfermo un calor que parece recorrer todas las venas, interrumpido por un calofrío en las extremidades; al mismo tiempo sed ardiente, peso en el epigastrio, eructos amargos, vomituriciones. Aunque colocado en una pieza muy caliente y en una cama en que se halla rodeado enteramente de pluma, y a pesar de las bebidas calientes; que bebe de cuando en cuando a intervalos muy cortos y continúa a percibir calofríos con bastante frecuencia; a estos síntomas se añade entonces una tos seca y que le fatiga mucho. Al cabo de dos horas sobreviene un sudor copioso que sale de todo el cuerpo en gotas grandes, y durante este tiempo el enfermo pierde el conocimiento. Este estado se prolonga, hasta el rayar el día y deja al enfermo en un estado de debilidad tan grande, que ni siquiera puede mover una de sus extremidades, mucho menos levantarse de la cama. Se pasaron de esta suerte cuatro noches antes de llamar al Dr. Pleyel.
Este médico, atendiendo al tipo periódico de la enfermedad y encontrando en el estadio de frío síntomas semejantes a los que determina la quina, administró, el día 20 de marzo por la mañana, una millonésima parte de grano de dicha corteza. Aquella noche no se presentaron ya los síntomas de la quina, pues no se observaron calofríos, ni sed, ni peso, ni incomodidad en el epigastrio; mas el calor sobrevino con tanta intensidad como antes, y estuvo acompañado también de un sudor abundante y seguido de una grande debilidad, faltando solo la tos a este estadio. Juzgando el Dr. Pleyel que la quina había producido ya todo su efecto, administró una gota de zumo de sauco, para continuar la curación homeopática. El día 23 fue el último en que hubo sudor. Solo quedó entonces una debilidad que fue combatida homeopáticamente con una millonésima parte de grano de quina y cedió a la acción de esta dosis. Desde entonces dicho sujeto disfrutó buena salud.
4. Juicio de Hufeland y de Lichtenstaedt sobre la doctrina homeopática
Hufeland, en su Diario de Medicina práctica, mes de enero de 1826, expone que, mientras que no esté terminado el estudio que la humanidad hace sobre sí misma, debe ser acogida con benevolencia toda nueva tentativa, cuyo objeto sea resolver el problema de la curación de las enfermedades. Concretándose en seguida a la doctrina homeopática, se expresa de esta manera:
“Hasta aquí se ha reconocido, en Medicina, que el verdadero método curativo de una enfermedad era el que se dirigía a su causa, y no puede ser de otra manera. En seguida se han distinguido las causas morbíficas en causas remotas que no son más que la ocasión de la enfermedad, y causas próximas o sea las que la producen inmediatamente, y aun hacen parte esencial de la misma.
La Medicina racional cura a veces combatiendo el primer género de causas; pero no siempre es posible recurrir a dicho método curativo y quitar de esta suerte las enfermedades. Y a la verdad, a veces las causas remotas no pueden ser reconocidas; otras veces no está en nuestro poder el substraer a los enfermos de su influjo; otras veces por fin el efecto que ellas producen sobre el organismo, o en otros términos la causa próxima, persiste después que han sido destruidas. En todos casos el médico debe dirigir sus esfuerzos contra esta última, esto es contra lo que constituye esencialmente la enfermedad. Esto es también combatir la causa; pero como la existencia de la enfermedad interior no puede ser reconocida sino por la de los síntomas que están a nuestra vista, el método curativo deberá apoyarse sobre estos síntomas y será desde entonces un tratamiento sintomático. Pero este puede ser de dos maneras; o bien solo atacará a los síntomas aislados, y no será más que paliativo; o bien se dirigirá contra el conjunto de fenómenos que forma como la expresión de la enfermedad y hará entonces parte del tratamiento contra la causa.
Hasta aquí la medicina reinante está de acuerdo con la homeopática: yo he llamado en mis obras específico o directo este último género de método curativo, y específicos, empíricos los medios que lo componen.”
Parece que este práctico comete aquí una omisión importante, a saber la de los casos bastante comunes, en que el método curativo dirigido contra los síntomas especiales de una afección local, cuya causa próxima se ignora, hace desaparecer al mismo tiempo esta última y los fenómenos generales o simpáticos que dependían de ella. Es pues muy exagerado el decir con los médicos homeopatistas que el conjunto de síntomas es el solo que puede dar las indicaciones de un método curativo.
En seguida señala Hufeland las diferencias que existen entre la homeopatía y los demás medios terapéuticos. Después dice que la escuela de Hahnemann hará un verdadero servicio a la Medicina perfeccionando esta parte del tratamiento específico que constituye la homeopatía. Hablando después de esta última, añade:
“Protestamos solamente contra la pretensión de hacerla método general y único, y pensamos que estará siempre subordinada a las indicaciones dadas por la causa. Hasta aquí lo más común era escoger los métodos curativos entre los que por sus efectos sobre el organismo son considerados como opuestos a las causas o a lo menos a los síntomas de la enfermedad; pero se empleaban también algunas veces los medicamentos homeopáticos. Lo que hay de nuevo en el principio fundamental de la doctrina de Hahnemann es su generalización. Este médico merece ser elogiado por haber puesto en mayor claridad y determinado mejor la acción de los medicamentos homeopáticos y el modo de administrarlos. Así que recibimos con reconocimiento un método qué es saludable en muchos casos.
La principal dificultad consistirá siempre en establecer de un modo positivo la acción particular y esencial de cada medicamento. Es sin duda muy juicioso el estudiar esta acción sobre el hombre sano; pero ¿esta acción por cuantas circunstancias no es modificada? ¿Cómo se discernirán entre un millar de fenómenos los que le pertenecen más especialmente? ¿Acaso no hay ciertos efectos muy interesantes de las substancias medicinales que sólo se presentan en las enfermedades?”
Más adelante dice Hufeland que nadie había reconocido antes de Hahnemann, que la fuerza activa de los medicamentos es susceptible de multiplicarse como la de los contagios y que de este hecho se deriva la eficacia de las dosis extremadamente pequeñas.
“El ejemplo del almizcle y de muchas otras substancias nos prueba que ciertos medicamentos conservan sus propiedades hasta un estado de división extrema. Hahnemann tiene el mérito de haber fijado nuestra atención sobre el aumento de actividad que resulta de la multiplicación de los puntos de contacto de los medicamentos por su extensión en un vehículo líquido.
Considerado bajo el punto de vista puramente práctico, nos parece que el sistema homeopático es susceptible de ejercer un doble influjo en la Medicina.
De una parte ofrece muchas ventajas, a saber:
1.° La de fijar la atención de los médicos sobre la semeiótica y la sintomatología que son un poco olvidadas en el día,
2.° La de dar toda su importancia a la dietética,
3.° La de desengañar a un cierto número de médicos que creen en la necesidad de emplear los medicamentos en dosis muy crecidas, por no decir enormes,
4.° La de conducir a la simplificación de las prescripciones,
5.° La de guiar a un conocimiento más exacto de las propiedades de las substancias medicinales, ventaja que ha resultado ya de los trabajos de Hahnemann y de sus discípulos,
6.° La de no poder dañar jamás directamente,
7.° La de dejar más tiempo a la naturaleza para obrar.
En desquite, el método de que se trata, entre otros inconvenientes, presenta los siguientes:
1.° El de conducir a los médicos poco instruidos a adoptar una terapéutica del todo sintomática,
2.° El de perjudicar al estudio profundo de la Medicina,
3.° El de ocasionar las más peligrosas omisiones,
4.° El de quitar a los médicos toda la confianza en las fuerzas de la naturaleza.”
Se habrá observado que entre las ventajas e inconvenientes señalados por Hufeland, no hay ninguno directamente concerniente al valor terapéutico del método de Hahnemann; pero este valor solo puede ser apreciado por los hechos, y estos, a lo menos los publicados hasta ahora, son todavía poco numerosos para poder sacar de ellos ninguna conclusión decisiva.
Compárese la opinión del venerable práctico, que acabamos de citar, con el juicio del mismo sistema con que el profesor Lichtenstaedt termina su excelente crítica, notable por su moderación, por el orden de ideas y por la claridad del estilo, consignada en los Anales literarios de las ciencias médicas publicados por Hecker, en el cuaderno de setiembre de 1825. Dicho profesor opina:
“1.° Que la homeopatía no puede sostenerse como sistema, según lo evidencian sus principales dogmas,
2.° Que los experimentos de la escuela homeopática parecen indicar nuevos medios curativos, y que merecen ser repetidos con alguna atención, sobre todo en los casos en que tienen poca o ninguna eficacia los antiguos métodos terapéuticos: que en los casos en que serían confirmados sus felices resultados, el valor científico de estos nuevos hechos sería del todo diferente del que les ha designado Hahnemann,
3.° Que la nueva doctrina confirma una cosa ya conocida, a saber, que cantidades diferentes de un medicamento producen efectos diferentes entre sí, no solo por su intensidad, sino también por su naturaleza. Este hecho merece ser estudiado con nuevos experimentos verificados según los dos métodos extremos de Rasori y de Hahnemann, sobre todo según el de este último que es menos arriesgado que el del primero,
4.° Que en las curas homeopáticas no es nula la acción de la naturaleza, como opina la nueva escuela, antes al contrario, muy poderosa,
5.° Que la homeopatía, en vez de desconocer las actuales riquezas de la Medicina, debe procurar el adquirir un lugar legítimo en el dominio de esta.”
Hagamos un resumen de todo lo expuesto acerca de este punto. La idea sucinta que hemos dado de los dogmas fundamentales de la doctrina de Hahnemann basta sin duda para poder apreciar su valor. Los ejemplos de la materia médica que se continuaron en seguida, hacen presentir el partido que podrá sacarse del modo de investigación propuesto y adoptado por este medico y la sagacidad que será necesaria para evitar la falta que ha cometido, poniendo en una misma línea todos los efectos producidos por una substancia medicinal en un hombre sano, y dando en consecuencia como efectos específicos de cada substancia una cantidad inmensa de fenómenos, de los cuales muchos son idénticos para los que no son adeptos de la nueva escuela. Es de advertir que en la relación de dichos síntomas solo hemos indicado los principales, y cuya existencia es más bien verificada; porque el número de ellos es crecidísimo, como que se cuentan unos 900 para la nuez vómica &c. En las dos observaciones relatadas se ve el modo con que los discípulos de Hahnemann ponen en práctica los preceptos de su maestro y recogen los hechos. Finalmente, las opiniones imparciales de Hufeland y de Lichtenstaedt nos manifiestan el juicio de los médicos ilustrados de Alemania sobre la doctrina de su compatriota.