Luis Hysern Catá 1840-1899
Médico homeópata y empresario español, obtuvo el grado de Doctor en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de España tras leer ante su Claustro, el domingo 18 de diciembre de 1864, en el solemne acto de recibir la investidura, el discurso ¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme a los grandes destinos que la ha confiado la Providencia? (22.932 palabras / 134.641 caracteres). El padre del joven doctorando, Joaquín Hysern Molleras, era entonces catedrático de la misma Facultad de Medicina, y se produjo una circunstancia curiosa: aparte de la reglamentaria impresión del discurso (un opúsculo de 69 páginas), mereció tambien la imprenta otro opusculito con el Discurso pronunciado ante el Claustro de la Universidad Central, por el doctor D. Juan María Pou y Camps…, junto con una “Acción de gracias del Dr. D. Luis de Hysern y Catá” (pliego impreso también en el taller de José M. Ducazcal; la presentación de Pou en páginas 3-9, la acción de gracias del nuevo doctor en páginas 13-14).
Joaquín de Hysern (1804-1883) y Juan María Pou Camps (1801-1865), ambos de la provincia de Gerona, amigos desde la infancia, figuran en el primer escalafón de catedráticos de universidad de 1846, inspirado por el plan Pidal de 1845, que supuso de hecho la holización de la totalidad atributiva de profesores muy heterogéneos, procedentes de establecimientos bien diferentes, en los 222 catedráticos de la universidad española en 1846; Hysern con antigüedad de 1830 en el Colegio de San Carlos de Madrid, Pou con antigüedad de 1829 en el Colegio de medicina, cirugía y farmacia de Pamplona. Los dos amigos publican en 1839 una obra divulgadora de las novísimas técnicas que se van aplicando a las imágenes: Exposición histórica y descripción de los procedimientos del daguerreotipo y del diorama (Imprenta de D. Ignacio Boix, Madrid). Fueron también socios en distintas empresas mineras desde los años cuarenta.
Joaquín de Hysern estuvo casado con María Dolores Catá March, y tuvieron dos hijos, Adelaida y Luis Hysern Catá. En 1839 se traslada a Francia como médico de cámara del joven Francisco de Paula de las Dos Sicilias (nacido en 1827, uno de los candidatos para matrimoniar con Isabel II, nacida en 1830 y reina desde 1833), y a principios de 1841 vuelve de París a Madrid, plenamente contagiado por las doctrinas homeopáticas del sajón prusiano alemán afrancesado Samuel Hahnemann (1755-1843). Su hijo Luis, nacido en París, suponemos que en 1840, se queda al poco huérfano y su padre viudo. De hecho Juan María Pou y su esposa hicieron de segundos padres de los dos huérfanos:
«[…] El Sr. Pou es demasiado filósofo para hacer caso de las extrañas invectivas del bachiller A., ni darlas importancia alguna. Pero yo me hallo en posición muy diversa: unido desde la infancia a mi digno colega por los sagrados vínculos de una constante, pura y santa amistad, no puedo ni debo mirar con indiferencia que un escritor cualquiera, abusando de su posición y escudado con el incógnito, ofenda injustamente el buen nombre y la reputación literaria y científica, del hombre que me ha alentado y sostenido en la desgracia, y que ha dado a mis hijos huérfanos una madre digna y virtuosa, y se ha constituido de ellos en un segundo padre. […] Joaquín de Hysern y Molleras. Madrid 21 de octubre de 1849.» (El Eco de la Medicina, periódico de la Academia de Esculapio, Madrid, 26 octubre 1849, nº 76, pág. 607.)
El viudo Hysern recién homeopatizado vuelve pronto a matrimoniar, con María Manuela Palmero Durán, con la que tiene otros dos hijos, Narciso (que se muere en 1856) y Joaquín Hysern Palmero (nacido en Madrid en 1846, bachiller en 1861, se matricula el curso 1861-62 con 15 años en la Facultad de Filosofía y Letras; en el curso 1862-63 inicia con 16 el preparatorio de Derecho; el 30 de junio de 1871 suspende, con 24 años, el examen de grado de Licenciado en Derecho Civil y Canónico… y en 1879 se muere, dejando vacante la plaza de juez que había ganado en Sequeros, provincia de Salamanca, y viuda a Josefa Herrero). La primogénita, Adelaida Hysern Catá, fue longeva: ya viuda de Enrique Amado Salazar, vio reconocida en 1899 una pensión vitalicia, en tanto que huérfana de su padre, una vez que su madrastra también hubo fallecido: “Dña. Adelaida Hysern y Catá, de estado viuda, huérfana de D. Joaquín, Catedrático que fue de la Facultad de Medicina de la Universidad Central. Se le declara con derecho a pensión vitalicia de 2.500 pesetas anuales que disfrutó su difunta madrastra Doña Manuela Palmero y Durán hasta que falleció.” (Gaceta de Madrid, 15 agosto 1899, pág. 592.)
1845 «Cuestión de homeopatía. Como dijimos nuestros lectores, el señor don Joaquín Hysern ha tomado parte en la cuestión de Homeopatía en la Academia de Esculapio, ocupando las dos últimas sesiones, celebradas, como las anteriores, en público en la capilla de los estudios de San Isidro: su intención fue, al parecer, colocarse en un terreno neutral, a cuyo efecto pidió la palabra ni en pro ni en contra. La Academia, cumpliendo lo prevenido en sus estatutos, y teniendo sin duda en cuenta lo avanzado de la estación, ha suspendido los actos aplazándolos para el nuevo curso. […] Repetimos que nos ha parecido menos conducente al interés del asunto y dignidad del ilustrado profesor de quien hablamos, que haya elegido, para exponer su dictamen en materia de tal importancia, una sociedad, aunque laudable por sus esfuerzos, compuesta de alumnos que, en el caso presente, no pueden en su generalidad formar un juicio, y en la cual ha de ponerse al nivel de los contrincantes que se han presentado, que son todavía discípulos, excepto tres o cuatro profesores nuevos en la práctica, entre los que merece particular mención el distinguido joven don Ildefonso Martínez.» (Gaceta Médica, Madrid, 20 junio 1845, año 1, nº 17, pág. 132.)
1848 «Y, si aplicando semejante principio de una filosofía verdaderamente platónica, a la doctrina de las enfermedades, hubiéramos de reconocer una clase entera de estas, determinadas exclusivamente y sostenidas por la lesión, la alteración, el trastorno de ese principio independiente de la materia misma de los órganos; es decir por una modificación de una entidad meramente espiritual y subsistente por sí misma; creeríamos preferible a todas luces, abrazar las ideas del materialismo fisiológico y patológico; y no pondríamos en duda siquiera, la existencia de estas enfermedades vitales, indisputablemente imaginarias, restos informes y verdaderamente fantásticos de esa ontología absurda, que con tanto provecho de la ciencia, logró desterrar de la filosofía médica, el entusiasta fundador de la extinguida medicina fisiológica.» «Al profesar esta última opinión no por esto adoptamos los principios del materialismo fisiológico, por más que Burdach califique de materialistas a los que atribuyen la extinción necesaria de la vida a una cualidad de la organización, incompatible con el mantenimiento de aquella; a los que sostienen que la muerte natural sucede porque la sequedad, el endurecimiento y la rigidez de los tejidos orgánicos, la osificación de las arterias, la obliteración de los capilares, &c., que acompañan a las edades avanzadas, no permiten ya a los movimientos orgánicos el manifestarse.» (Joaquín Hysern Molleras, La filosofía médica reinante. Exámen crítico de sus fundamentos teóricos y prácticos…, discurso pronunciado el día 20 de enero de 1848, Imprenta del Colegio de Sordo-Mudos y Ciegos, Madrid 1848, págs. 112 y 191.)
1851 «Concluye el comunicado del Excmo. señor D. Joaquín de Hysern, que principió en el núm. 16 de nuestro periódico. […] Los señores D. Francisco Méndez Alvaro, folletinista del Boletín de medicina, cirugía y farmacia, D. Ildefonso Martínez y D. N. N. redactores, según se asegurada de la Linterna médica, son médicos, menos el último, que encalló al fin del 6.º año de la carrera de sus estudios, y aquí colgó las hopalandas y residen en Madrid, y ninguno de ellos paga un real de contribución por la clase; y ninguno de ellos ayuda en un maravedí a llevar las cargas de sus compañeros; y en fin, ninguno de ellos llega a tener siquiera inscrito su nombre en la matrícula de los médicos que ejercen la profesión en esta muy heroica y coronada villa. Si no es así, espero que estos señores se servirán rectificarlo, para conocimiento y gobierno de los que pagamos, o creemos pagar por ellos, la contribución industrial al erario. Esto no obstante, esos señores médicos de mentirillas, titulo tenus, debaten con los médicos de veras, y deciden magistralmente, tanquam ex tripode, con una seriedad verdaderamente risible, las más arduas y elevadas cuestiones de la teoría y de la práctica médicas.» (El Centinela de la Homeopatía, Madrid 1 de junio de 1851, nº 18, pág. 7.)
El bachiller Luis Hysern Catá se matricula el curso 1856-1857 como alumno de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central. Es el año en el que se muere muy joven su hermanastro Narciso. Pero luego cursará la Facultad de Medicina, la de su padre y su abuelo.
1861 «Nota de los alumnos que han obtenido premios en el curso de 1860 a 1861 en la Universidad Central. Premios Ordinarios. […] Facultad de Medicina. […] D. Luis Hysern y Catá, en Clínica de Obstetricia.» (Gaceta de Madrid, 7 de octubre de 1861, pág. 4.)
«Es, pues, posible que los medicamentos atenuados hasta la dilución llamada infinitesimal, ejerzan una influencia, una acción física, fisiológica, patológica o terapéutica en el hombre sano, y sobre todo en el enfermo. En segundo lugar, ¿es probable esta actividad dinámica en las diluciones infinitesimales de los medicamentos? La analogía está por la afirmativa; el materialismo médico y el neo-hipocratismo, especie híbrida de un consorcio absurdo de vitalismo y materialismo, están por la negativa; nosotros estamos por la analogía.» (Joaquín Hysern Molleras, “La certidumbre de la homeopatía en sus fundamentos empírico-racionales”, El criterio médico, periódico de homeopatía, oficial de la Sociedad Hahnemanniana Matritense, Madrid 1861, tomo 2, pág. 178.)
1862 «Grados. Los bachilleres en la facultad de Medicina, D. Vicente Asuero y Villaescusa, D. Luis Hysern y Catá, D. Ricardo Maurín y Montero, D. Filiberto Laguna y Lozano, D. Gerardo López Larraya, don Francisco Vila y Morgue, D. Fernando Romero y Palacios, D. José Martí y Arnedo, D. Andrés Braña de la Iglesia, D. Eugenio García Izquierdo, D. Antonio de Lazameta y Gutiérrez, D. Rafael Galí y Díaz, D. Ricardo Egea y Gómez, D. Jacinto Retamal y Salas, D. Eduardo Lastres y Juiz, D. Manuel Martínez Romo, D. Carlos Sánchez Gutiérrez Pruneda, D. Paz Álvarez y González, y D. José Pérez Muñoz; recibirán la investidura de licenciados en dicha facultad el domingo 29 de junio, en el salón de actos públicos de la facultad de Medicina, siendo padrino el doctor D. Pedro Mata. Leerá el discurso científico el señor don Luis Hysern y Catá, y pronunciará el de gracias el Sr. D. Eduardo Lastres y Juiz. Asistirá una brillante orquesta compuesta de profesores del teatro Real y de Jovellanos bajo la dirección del Sr. Arche. El decano de la facultad Sr. López presidirá el acto.» (La Correspondencia de España, Madrid 28 junio 1862, pág. 4.)
1864 «El Sr. Marqués de O'Gavan confirió ayer el grado de Doctor en Medicina al Licenciado D. Luis de Hysern y Catá, apadrinado por el Doctor D. Juan María Pou y Camps. El laureando pronunció un discurso sobre el tema: “¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme a los grandes destinos que le ha confiado la Providencia?” en el que demostró sus cualidades oratorias y sus profundos conocimientos científicos. El Paraninfo de la Universidad se hallaba en extremo concurrido.» (Gaceta de Madrid, martes 20 de diciembre de 1864, pág. 4.)
«El domingo 18 del corriente recibió el grado de doctor en medicina don Luis de Hysern y Catá, hijo del Excmo. Sr. D. Joaquín de Hysern, Consejero Real-Inspector general de Instrucción pública del Reino. Apadrinó al graduando el Dr. D. Juan María Pou y Camps, catedrático de Análisis química, y le fue conferido el grado por el Excmo. Sr. Marqués de O'Gavan, senador del Reino y Consejero de Instrucción pública. El nuevo doctor leyó un brillante discurso, lleno de pensamientos sublimes y de galas oratorias, sobre el tema siguiente: ¿Cuál es la educación física general de la mujer, más conforme a los grandes destinos que le ha confiado la Providencia? Enviamos nuestra más cordial enhorabuena al joven Dr. D. Luis de Hysern, así como al Excmo. Sr. D. Joaquín, y deseamos se conquiste en el cultivo de la ciencia tanto laurel como hoy rodea la frente venerable de su señor padre.» (El Criterio Médico, Madrid, 25 de Diciembre de 1864, pág. 531.)
Puede advertirse que la ceremonia de investidura como doctor de Luis Hysern revistió circunstancias excepcionales: el grado le fue conferido personalmente por el Consejero de Instrucción pública y senador vitalicio, Bernardo Echevarría O'Gavan (1802-1878), primer Marqués de O'Gavan (desde 1851). Y tiene el mayor interés el discurso pronunciado por Juan María Pou en esa ceremonia, que permite confirmar, a la vista del discurso de Luis Hysern, que el padrino Pou influyó ideológicamente mucho más que su padre don Joaquín en la formación del nuevo doctor. Pou ofrece una secuencia de modelos del pretérito que no deja de sorprender: Platón, Aristóteles, Newton, Leibnitz, Vicente de Paul y el “gran Ignacio”… y es que el pío don Juan María Pou pertenecía a la Sociedad de San Vicente de Paul (que había fundado a partir de 1833 un hijo de León de Francia, el profesor e historiador Antonio Federico Ozanam, al que los católicos tienen por beato desde 1997, en tanto que precursor de la doctrina social de la Iglesia, y cuya filial española, impulsada por el pianista y compositor madrileño Santiago Masarnau Fernández, ya había sido reconocida en 1850 por la matriz parisina de esta organización de burgueses católicos que entendían que alcanzar el bienestar de la clase jornalera y reducir la pobreza eran los modos verdaderamente efectivos de calmar los vientos revolucionarios agitados por la internacional proletaria).
Discurso pronunciado ante el Claustro de la Universidad Central, por el doctor D. Juan María Pou y Camps, catedrático de análisis química en los estudios del doctorado de Medicina y Farmacia, en la presentación del Licenciado D. Luis Hysern y Catá, para la solemne investidura del grado de Doctor en la Facultad de Medicina
Excmo. e Illmo. Sr.
Grave, excepcional, árduo, por lo menos tanto como agradable y satisfactorio, es para mí el intento que aquí me trae en este momento solemne. Vengo a presentar al claustro, Señores, ¿a quién? ¿a un discípulo aventajado? ¿a un amigo querido? ¿al hijo querido de un amigo querido? ¡Oh! no, no por cierto: todo ello es en verdad; pero más, mucho más que todo para mí, sin género de duda. ¿Será, pues, a un hijo mío? ¡Todavía más! Es sí, a un hijo mío; un hijo del corazon: el hijo es de mi propia alma este a quien tengo la honra, el placer indescriptible de presentaros. No es el hijo del azar, el hijo de la materia; no el hijo casual, que en su obra fortuita y animal, haya de la naturaleza recibido y debido criar y educar por obligación; por deber y por cariño sí; pero por un deber, por un cariño puramente animal e instintivo, digámoslo así, que como recayó en uno, así pudo recaer en otro, ni más, ni menos: no; es, repito, el hijo del corazón, el hijo del alma, no que de la carne; el hijo adquirido por un deber espontáneo, libre, electivo; por un deber, que surgió todo entero del cariño; primero a los padres que la naturaleza le hubo deparado, y a quienes me ligaban estrechos vínculos de amistad antigua, desde los primeros juveniles años; luego e inmediatamente al ser desvalido, al huérfano privado de madre en los primeros días de su frágil existencia, y a quien, en la de mis malogrados hijos, podía yo proporcionarle otra nueva madre, no menos tierna y amorosa; luego inmediata y sucesivamente a la obra de mi propia inteligencia, de mi rica voluntad, cada vez más agradecidas al Omnipotente, que privándome de los hijos de la carne, me recompensaba con usuras de lo que me quitára con los hijos del espíritu que me deparaba. No es el hijo de mis placeres, es el hijo más bien de mis dolores, el que vengo a presentaros, orgulloso en mi obra; digo mal, inefablemente reconocido al supremo Director y Arbitro de todo lo creado, que en sus infinitas bondades para conmigo, ha querido colmar mis más ardientes deseos, mis más ansiosos votos en este día, garantizándome de esta manera (si me es permitido valerme de esta frase) los que para el porvenir abrigo en lo íntimo del corazón, en lo más profundo del alma, en beneficio de la hechura de mis manos, del hijo de mi adopción, en quien se ha debido reconcentrar todo el afecto, el cariño todo, de que en sus altos juicios ha querido tan profusamente enriquecerme el cielo. ¡Gracias, Dios mío! ¡gracias por tantos beneficios, a Vos, que del mal mismo hacéis surgir el bien, cuando menos lo comprenden vuestras pobres criaturas! ¡Gracias por el presagio; que si por lo hecho juzgo, para lo hacedero creo desde luego deber aceptar!...
Pero me apartaba, Señores, me extraviaba del propósito que aquí nos trae, llevado, arrebatado, mejor diría, por mi disimulable entusiasmo, hasta las regiones que están cubiertas con el tupido velo del porvenir; por más que el ojo nutrido en el conocimiento de lo pasado, fundada base de la esperanza, que descansa en las bondades del amoroso Padre que nos creó, pueda ya como vislumbrar algo de lo que en ellas haya de surgir un día.
Pues bien, Excmo. Sr.; este joven que os presento, ya lo sabéis, es un pedazo de mi corazón; es un ser amado, laboriosa y constantemente preparado desde los primeros días de su vida hasta el presente, con el objeto de hacerlo digno de los altos destinos, para que ha creado el Señor a su hechura predilecta. ¿Os diría yo ahora lo que ha llegado a ser? ¿me atrevería a tanto? ¿lo sé yo mismo? Solo puedo, solo debo deciros lo que he querido que sea: aquello porque he venido trabajando con ahínco, sin tregua y sin descanso; y por cuya consecución daría yo mi vida entera, ganoso de que el Señor me concediera tanto bien. Desde luego, Señores, yo he aspirado a lo que todos los padres deben de aspirar, a lo que todos aspiran sin duda, bien que con éxito desigual y encontrado, a causa de la falta de armonía entre los medios y el fin; entre los desacertados medios que se suelen poner en juego, para llegar al fin, que equivocadamente se proponen, o que mejor debieran proponerse. Por mi parte, Señores, yo he aspirado a que este objeto de todos mis desvelos llegara a ser un día feliz ornato de la sociedad en que deberá girar; y nada creo haber omitido, de cuanto estuvo a mis alcances, para preservarlo de caer en la degradación moral e intelectual del siglo; para ponerle a cubierto, para robustecerlo contra la deplorable acción de la atmósfera emponzoñada en que estamos sumergidos, y cuyo mefítico influjo sufrimos todos a pesar nuestro, y lamentamos, sin podernos sustraer a la inevitable presión que nos ahoga: tal así como en una comarca infestada por un virus pestilencial, hasta las más robustas constituciones se resienten, más o menos, de la enfermedad reinante; aun cuando, a beneficio de bien entendidos métodos y de oportunos tratamientos, consigan declinar el mortal efecto, que insidioso les inocula el aire mismo que respiran.
A la sazón, en que los goces materiales lo son todo para la muchedumbre insensata; hoy día, en que tanto pululan por desgracia los eruditos a la violeta, los semisabios, cuanto más necios, tanto más orgullosos, los que a sí propios se califican ostentosamente de capacidades; y que lo son en realidad, y tanto mayores, cuanto más huecas están y más vacías, más desprovistas de meollo y de toda solidez; hoy, siglo por cierto del vapor, en que todo es vapor, ciencia, virtud, religión y patria; vapor, es decir, ruido, movimiento, fuerza bruta; que vuela, que se disipa, que se desvanece, si no se le alimenta a gran precio; que empuja, que ruge, que ensordece, que conduce a un precipicio, a una explosión, si no se le modera; hoy día, en que hasta el oro mismo, este dios del siglo, es vapor, según que viene, según que se va, según los efectos que produce; en que todo es vapor y se reduce a vapor; en que se estudia y se aprende al vapor, para que se desvanezca como el vapor; hoy, siglo del periodismo, en que todo es periódico, y nada dura más de un día, nada pasa, nada va más allá del día; en que, verdaderos efímeras, todo se destruye, se aniquila, todo desaparece en un día, política, ciencia, poder, riquezas, todo; hoy día, verdadera noche moral, para el común del que se llama pueblo, y para el que es pueblo sin conocerlo, sin sospecharlo acaso en el vacío fondo de su orgullo; hoy día, sin embargo, hay, como siempre, por la misericordia del Señor, algo sólido, algo de más cuerpo y consistencia, de verdad real y de más precio; aun cuando por su modestia no lo parezca; aun cuando, sin hacer ruido, se esconda al vulgo necio siempre, ignorante y vocinglero. Todavía se le puede encontrar al verdadero mérito; todavía se le puede reconocer, se le puede distinguir, se le puede ver brillar en el fondo mismo de la oscuridad en que yace retraído: todavía se le puede aquilatar, despojándolo de la grosera corteza de la calumnia, en que se complace en envolverlo la corrupción siempre villana, la depravación artera e hipócrita, a vueltas de cínica y desenfrenada. Y este mérito, y esta modestia y esta virtud, que moderada, laboriosa, paciente, compasiva, caritativa, sumisa, sobria y templada, estudia infatigable; aprende los deberes propios, para cumplirlos; escudriña los derechos ajenos, para respetarlos; investiga en toda su extensión los límites señalados al saber, para abarcarlos, sin atreverse a rebasarlos; contenta con llenar el destino, que al dedo de la Providencia le plugo trazarle; esta fuerza poderosa, esta potencia robusta, tan sencilla, como sublime, solo se asienta, solo descansa en la sólida base de la única verdadera religión, que al prometerle la eterna corona en una vida imperecedera, le prepara ya en esta para aquellos goces inefables, con la sola y única felicidad de que es dado disfrutar acá en la tierra; con la verdadera paz del corazón; de la cual se irradian en el seno del individuo, como en el de la familia y de la sociedad entera, el sólido contento y la tranquila alegría, con las puras satisfacciones, si alguna vez perturbadas, nunca, jamás, destruidas por los acontecimientos exteriores, independientes de la voluntad, prósperos o adversos, cualesquiera que puedan sobrevenir. Verdadero filósofo, severo e incorruptible repúblico; honrado y laborioso ciudadano; instruido y versado en todo cuanto le atañe conocer; podrá con razón decir, que algo se le alcanzó de la verdadera sabiduría; toda vez que nada se le escondió de lo que en su respectiva posición social, en su profesión científica, o en otro cualquier camino de la vida, siquiera no de tan brillantes destellos exteriores adornado, cuales hubiera podido soñar, se hallaba en la imprescindible obligación de abarcar, o debía necesariamente saber.
Y he aquí, Excmo. Sr., lo que yo he querido que venga a ser este pedazo de mis entrañas, para quien todo en mi cariñoso entusiasmo, todo me parecería siempre poco. Ved aquí a lo que me he dedicado, disponiéndole al efecto, desde antes de que empezaran a lucir los primeros albores de la razón, no olvidado un punto de cuanto es necesario preparar convenientemente un terreno virgen; y desbrozarlo, y removerlo y abonarlo; y no perdonar gasto, estudio ni fatiga; si se quiere que con el tiempo recompense en fecundidad, en riqueza y hermosura los deseos legítimos del agricultor. Y ved aquí, Señores, repito, a lo que yo he aspirado y los angostos senderos por donde he procurado siempre dirigir sus juveniles pasos; ganoso de que siguiéndolos constante, llegue un día a remontarse hasta el levantado fin a que conducen: sic itur ad astra.
¿Es llegado ya por fin, Señores, el momento oportuno de poderos decir, que la obra haya quedado terminada, completa? Fuera de que, para poderlo alcanzar en toda su extensión, fuerza es que trabaje el hombre durante su vida entera; que tal es de laboriosa la condición humana; vana presunción sería el asegurarlo nunca; por más que derrame el cielo sus bendiciones sobre los hombres de buena voluntad. Y si puedo, sin embargo, decir, que tanto a mí, como al bello corazón de nuestro joven laureando, no nos falta la buena voluntad; con cuál objeto, ni aun para poner más en relieve los adelantamientos de sus bien aprovechados pasos, ¿perdería yo el tiempo en discurrir acerca de la significación y de los valores, más o menos positivos, de los triunfos académicos que en las aulas haya podido alcanzar? ¿A qué vendría hacer prolija mención de las mejores notas adquiridas, de los premios ordinarios y extraordinarios, en buena lid alcanzados, de los destinos científico-prácticos merecidos, obtenidos, y alguno de ellos durante harto tiempo satisfactoriamente desempeñado, si todo ello no es más que una primera consecuencia necesaria del gran todo preparado, que no podría tener razón de dejar de ser, para que las esperanzas de un porvenir brillantemente sólido no fueran ilusorias? Y no lo son afortunadamente: no será así, por la merced del Señor; que espero coronará, si no mis débiles esfuerzos, a lo menos mi poderosa, mi rica voluntad, superior con mucho a mis alcances físicos, a mi limitada fuerza intelectual.
Ahora bien, Señores: yo puedo decir desde luego en alta voz, que si he trabajado, si me he esforzado, en transmitirle, infundirle, ingerirle, e identificarle con el germen de cuanto bueno he alcanzado; la trasmisión a su vez se verificó, sin que se opusieran más que los naturales obstáculos, y la infusión fluyó espontánea, y el injerto prendió con naturalidad, y la identificación a mi parecer, fue completa, absoluta. Yo he visto formado su hermoso corazón; yo he creído verlo, y a su debido tiempo. ¿Sería, ¡gran Dios! que me hubiese equivocado? ¿que hubiese podido engañarme a mí mismo? ¡Oh! no: no lo habréis permitido; no lo permitiréis, Señor, por vuestra mala ventura.
¿Por qué no habré podido ser yo un Esculapio, y hubiera sido él entonces un Macaón o un Podalirio? ¿Por qué no he podido ser una Minerva-mentor y hubiera podido ser él entonces otro Telémaco en su género? Podrá traducirse acaso en orgullosa fascinación de mi cariño lo que voy a deciros; pero ello es una verdad, que me complazco en reconocer, por más que deba poner de manifiesto otra verdad, que si me humilla, de ningún modo me rebaja. Materia es dispuesta el joven que me envanezco en presentaros, para todo lo bello, lo bueno, lo grande: si más aventajado no fuere actualmente, culpa es, de ningún modo suya, como ni tampoco mía, ni de mis deseos o de mi voluntad , que no conocen límites; sino de mi escaso valer, que a mas no hubo alcanzado.
¡Oh! ¡quién hubiera podido, si no aventajar, que eso es imposible, llegar a lo menos algún tanto, aproximarse, siquiera de muy lejos, a Platón y a Aristóteles, a Newton y a Leibnitz, a Vicente de Paul y al gran Ignacio, para trasmitírselo todo, todo entero, completo, absoluto, saber, virtud, sólida ciencia, verdadera y augusta sabiduría! Quedan empero echados los cimientos; y fiador es de su solidez el origen mismo, el apellido de nuestro joven laureando; cuyo valor real es harto conocido por fortuna, para dispensarme en este momento de ofender la modestia del amigo que lo lleva y que se lo ha transmitido. Y si bien acerca de este punto pudiera objetárseme aquello de
Et genus et proavos, et quae non fecimus ipsi,
vix ea nostra voco...
Señores, sabido está de sobra con todo que fortes creantur fortibus.
A vos toca ahora coronarlos, Excmo. Sr., con la merecida laurea; no tan solo para premio propio, cuanto para estímulo ajeno: que el joven que bien empezó, no es de esperar, por Dios, que mal acabe; según que ya lo dijo el sabio: adolescens juxta viam suam, etiam cum senuerit, non recedet ab ea.
Acción de gracias del Dr. D. Luis de Hysern y Catá
Excmo. e Ilmo. Sr.
Si un deber imprescindible no me obligára a levantar de nuevo mi voz en este recinto de la ciencia, si de otro modo no dejase de rendir un tributo de gratitud a vos, a mis maestros y a mis queridos Padres y directores de mi vida; tal vez sellara mis labios y el silencio sería sin duda más elocuente que mis palabras, siempre pálido reflejo de la diversidad de pensamientos que cruzan por mi mente y de la multitud de sentimientos que agitan mi corazón. Sin embargo; a vos, Excmo. e Ilmo. Sr., que os habéis dignado investirme de las nobles y distinguidas insignias que tanto me honran en esta solemnidad académica, a vosotros sabios varones que con vuestros conocimientos habéis cuidado de ilustrar cada vez más mi entendimiento, y a tan respetable claustro; dirijo ahora mi voz, como eterno testimonio de la gratitud que hacia vosotros conservaré siempre al recuerdo de este para mí tan fausto día.
Y tú, Padre amado, que ves hoy cumplidos tus más vehementes deseos al cabo de tantos años de cuidados y esperanzas, tú, mi padrino querido, que con esfuerzos no interrumpidos guiastes desde su más tierna infancia los inciertos pasos de la vida del hijo de tu adopción por el difícil sendero de la ciencia y del deber; aceptad uno y otro mis palabras como débil muestra del profundo cuanto acendrado cariño que por vosotros siente y sentirá siempre mi alma, llena de amor, llena de gratitud, llena de un sentimiento indefinible, que brota de ella incesantemente sin que pueda yo calificarlo, pero que vosotros comprenderéis bien. A vosotros, a quienes debo mi vida, mi educación, y aún este puesto que ahora ocupo, ¿con qué podré satisfaceros una deuda tan sagrada, que no sea todo escaso para cumplirla, aún la pública manifestación de gratitud que estoy haciendo?... Y si de vosotros he recibido tanto, ¿qué diré de vuestras esposas queridas, que cual madres verdaderas cuidaron de mi infancia, una primero, después otra, y entrambas a porfía trataron de llenar el inmenso vacío que el cielo quiso dejar en mi corazón desde bien temprana edad?
En vosotras, que henchidas de placer y de alegría, estáis oyendo mis palabras, encontré los dulces consuelos de una madre, en vosotras hallé lo que la suerte fatal me arrebató: para vosotras guardo y guardaré siempre en mi pecho un caudal inagotable e inextinguible de cariño verdadero, pequeña recompensa, que el tiempo jamás podrá borrar.
Mas en medio del placer que experimento al dirigiros estas frases, una nube de tristeza rodea mi corazón, y empaña mi alegría al recordar en este instante solemne, la memoria de mi Madre querida, a quien mis ojos apenas llegaron a ver, pero por quien mi alma sintió siempre un afecto desconocido, más fuerte todavía desde que la luz de la razón iluminó mi entendimiento.
Sea este recuerdo para tí, Madre querida, que desde los Cielos recoges mi pensamiento, corona inmarcesible, que al entrar en el mundo de la ciencia te dedico como única prueba que puedo darte del amor que tu memoria constantemente me ha inspirado.
He dicho.
1865 «¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme con los grandes destinos que la ha confiado la Providencia? Vamos a ocuparnos, si bien ligeramente, del discurso que leyó el licenciado D. Luis de Hysern y Catá en la Universidad Central, con motivo de recibir la investidura de doctor en la facultad de Medicina. Este joven doctor se propuso por tema el que a nuestro juicio ofrecerá siempre grandes dificultades en su exposición y desarrollo, a saber: “¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme a los grandes destinos que la ha confiado la Providencia?” Nosotros, sin embargo, confesamos que procuró llevar a cabo su noble propósito con gran lucidez de ideas, enriquecida con la historia, si tal se nos permite llamarla, del estado civil de la mujer en los tiempos antiguos. Después de examinar lo que fue y la consideración que alcanzó entre el pueblo hebreo, recorriendo al propio tiempo diferentes naciones para hallar la importancia que se la diera en cada una en aquellos tiempos, manifiesta el alborozo de su alma al escuchar “la voz del Salvador resonando en lo alto del Calvario” porque desde entonces ya quedó “cimentada la libertad católica sobre la tierra” y con ella por tanto la emancipación de la mujer, hasta allí sometida al brutal envilecimiento. Noble y atrevida nos pareció la empresa intentada por el joven doctor, y muy difícil sobre todo que pudiera asentar una idea fija, clara, terminante, no de los beneficios que inmediatamente reportara la mujer con su emancipación, ni de los que posteriormente en nuestros días disfruta, sino del uso que debe hacer de aquellos mismos beneficios, si ha de continuar en su tranquila y no interrumpida posesión. El noble paladín, sin embargo, se muestra gran conocedor de las causas y efectos que mueven el corazón de la mujer, conoce sus virtudes y sus defectos, y señala atrevido y digno los medios que en su concepto ha menester para hacerse acreedora a la consideración del mundo, cuyos intereses en gran parte, ya que no enteramente, tiene en sus manos. Así es en verdad, y no queremos averiguar la fortuna o la desgracia de tal suceso, y en su virtud grande es y debe ser la responsabilidad de la mujer en nuestra sociedad moderna; bienes y males puede sembrar a su antojo, a sabiendas muchas veces, por ignorancia otras y siempre en uso del imperio que ejerce en la familia: esto es de todos muy sabido; grandes maestros han estudiado el mismo asunto, exponiendo sus profundas observaciones y preceptos, y en todos o casi todos hallamos conformidad de ideas con las que asienta el joven doctor Hysern y con la que alimenta nuestro pobre juicio. Pero no podemos menos de lamentar el que nuestras mujeres no se hallen dispuestas fácilmente a elevarse cuanto debieran en su importante misión. Sus deberes están ya de antiguo conocidos; su corazón siempre es susceptible de los mismos afectos y tendencias; con unos mismos peligros y seducciones las rodea el mundo; la misma consideración y respeto encontrarán en la sociedad, si saben y logran hacerse dignas del puesto que las reserva la pública opinión; ¿en qué consiste, pues que la mujer de nuestros días, generalmente hablando, se encuentra a gran distancia de la misión que está llamada a ejercer, aunque no renuncia por eso a su influjo? Las causas de este mal, harto deplorable ciertamente y de difícil cura hoy entre nosotros, las señala ya con notable acierto y profundidad de miras el señor Hysern. Creemos que este señor habría vivido mejor en los tiempos en que la mujer respiraba más puras auras, pues que en nuestros días los vientos que para ella corren son harto mefíticos; dichosa la que, una vez trastornada y perdido el buen camino, halla una mano bienhechora que la torne en sí y logre reconocer sus muchos y aun tal vez grandes errores. La tarea que se impuso el señor Hysern, por más que sea todo lo arriesgada y difícil que nosotros creemos, supo llevarla a cumplido término con sus nobles esfuerzos, en su brillante y extenso discurso en el cual nos sorprenden más que las formas literarias, la valentía y verdad de las ideas en él emitidas y la abnegación de su noble espíritu al traer una piedra más para el edificio que se construirá o no.» (Escenas Contemporáneas, bajo la dirección de Don Manuel Ovilo y Otero, Madrid 1865, año X, tomo I, págs. 11-12.)
«Se anuncia la próxima aparición de un nuevo periódico médico homeopático con el título de La Razón Médica, que será dirigido por el Sr. Hysern, tomando parte en la redacción, además de otros profesores, los señores D. Pío Hernández, D. Zoilo Pérez y García y D. Luis Hysern y Catá.» (La Correspondencia de España, Madrid 30 abril 1865, pág. 3.)
El padrino de Luis Hysern, Juan Pou Camps, se muere a los 61 años, el 16 de octubre de 1865, cuando el cólera azotaba la Corte (“A las dos de la madrugada de ayer ha fallecido el Sr. D. Juan Pou y Camps, vice-decano y catedrático de la facultad de farmacia en la Universidad Central; cuando había logrado vencer la epidemia reinante, ha sucumbido a consecuencia del tifus”, La Esperanza, Madrid 17 octubre 1865.)
1867 «El Sr. D. Joaquín Hysern confirió el domingo último la investidura de doctor en la facultad de medicina a los señores D. Santiago González Encinas [¿Cuál es la educación física y moral de la mujer, más conforme a los grandes destinos que la ha confiado la providencia?] y D. Anastasio Carrera y Sainz [¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme a los grandes destinos que la ha confiado la providencia?]. Fueron padrinos del primero el doctor en derecho don Germán Gamazo, y del segundo el señor Encinas a continuación de su grado.» (La Correspondencia de España, Madrid, miércoles 17 abril 1867, pág. 3.)
1868 «Protesta. Los que suscriben, Médicos-Cirujanos y Farmacéuticos que ejercen la Homeopatía en esta Capital, han visto con sumo desagrado en el número 9 del Bulletin de la Société Homæopathique de France, correspondiente al 1.° de Enero del corriente año, copiada, entre otros documentos relativos al último Congreso Homeopático internacional celebrado en París, una carta del Excmo. Sr. Marqués de Núñez, en la que se da a sí mismo el título de Jefe de la Homeopatía de España. Ante esa calificación, que con tanta audacia como imprudencia se arroga de su propia autoridad el señor Marqués de Núñez, los que firman, celosos de su dignidad profesional, protestan de la manera más terminante contra tan extraña, inmodesta y desautorizada aseveración, y afirman que nunca le han reconocido ni podido reconocer por tal Jefe de la Homeopatía. ¿Con qué títulos el Sr. Marqués de Núñez se apropia el dictado de Jefe de la Homeopatía en España, cuando consta que sus antecedentes literarios médicos se reducen a un curso de nueve meses ganado por asistencia, pero no probado por el examen anual, en la escuela preparatoria de Medicina de Burdeos? Y este señor, por grande que su ingenio fuese, ¿podría alcanzar con justicia el relevante título de Jefe de una escuela médica respetable, en el estado actual de extensión, complicación y adelantamientos de los numerosos, arduos y diversos ramos de la ciencia de curar? Los firmantes solo consideran Jefe de la escuela homeopática, a la cual se honran de pertenecer, al fundador de esta gran doctrina, al inmortal Samuel-Cristiano-Federico Hahnemann. Y quien de cuanto va expuesto lo contrario asiente, él verá en lo que estima su dignidad profesional. Conste, pues, esta solemne protesta que los infrascritos hacen pública ante los profesores de la ciencia y ante el mundo entero, para que los hombres y la historia den a cada cual lo que merezca y con justo título le corresponda. Madrid 19 de Marzo de 1868. Joaquín de Hysern.- Juan Suarez.- Juan de Morales.- Pío Hernández.- Esteban Rodrigo, farmacéutico.- Zoilo Pérez.- Julián García del Real.- Manuel Carrión y Muñoz, farmacéutico.- Wenceslao Aquilino Manzaneque.- Fermín Urdapilleta.- Juan Rivas.- Cesáreo Martín Somolinos, farmacéutico.- Luis de Hysern y Catá.- José María de Gorostizaga.- Silverio Rodríguez López.- José López Girón, farmacéutico.- Diego González Osuna.- Antonio R. Martin.- Antonio Miguel Fajardo.– José Font.» (El Eco de Gerona, 30 abril 1868, pág. 3.)
El desgraciado Luis Hysern, que había contraido matrimonio con Encarnación Sanz Coll (hija de Claudio Sanz Martín Molino, intendente militar y caballero Gran Cruz de Isabel la Católica, y de Carmen Coll Bis), se queda viudo el primero de junio de 1868, padre de un pequeño hijo del que no encontramos vestigios ulteriores. Tampoco parece que Luis Hysern volviera a matrimoniar de nuevo.
«† La señora doña Encarnación Sanz y Coll de Hysern, ha fallecido a las doce menos cuarto del día 1.° de junio de 1868. El doctor D. Luis de Hysern y Catá, viudo; los Excmos. e Ilmos. Sres. D. Claudio Sanz y Martín Molino y D.ª Carmen Coll y Bis, padres; los Excmos. e Ilmos. Sres. D. Joaquín de Hysern y Molleras y D.ª Manuela Palmero y Durán, padres políticos; el hijo, los hermanos, hermanos políticos, tíos, primos y demás parientes y amigos, ruegan a sus amigos se sirvan encomendarla a Dios y asistir a la conducción del cadáver desde la casa mortuoria, calle del Prado, múm. 20, a la sacramental de San Isidro, a las once de la mañana de hoy 2, en lo que recibirán especial favor. El duelo se despide en el cementerio. Se suplica el coche.» (Diario Oficial de Avisos de Madrid, martes 2 de junio de 1868, página 2.)
1869 «Acta de la reunión que los individuos de la prensa médico-farmacéutica de Madrid celebraron el día 18 de abril de 1869 para tratar de la convocación de una Asamblea médica general. Reunidos los señores D. Juan J. de Cambas, D. Pedro González Velasco, D. Francisco de Asís Delgado Jugo, D. Teodoro Yañez, D. Quintín Chiarlone, D. Zoilo Pérez, D. Pío Hernández, D. Luis Hysern, D. Matías Nieto Serrano, D. Saturio Andrés, D. Pablo Fernández Izquierdo, D. José Soler, D. Félix Tejada y España y D. Juan Cuesta y Krerner, el día 18 de abril de 1869, a las ocho de la noche, en el local de la Academia Médico Quirúrgica, a consecuencia de la invitación del Sr. Cambas, director del periódico El Progreso Médico, de Cádiz, se procedió al nombramiento de una mesa provisional, habiéndose elegido al efecto al Sr. Chiarlone, como director de uno de los periódicos más antiguos, para desempeñar el cargo de presidente, y al señor D. Luis Hysern, como uno de los más jóvenes de la reunión, el de secretario.» (El Genio Médico-Quirúrgico, Madrid, 30 abril 1869, pág. 242.)
«Que no es de esperar que estos dignos profesores, por muchos que sean los quilates en que se estimen, desairen la invitación de la Sociedad, porque tengan en menos debatir las doctrinas de la homeopatía; cuando profesores distinguidos y de gran reputación en las escuelas alopáticas, no se desdeñaron poco tiempo ha de acudir con grande interés a defender unos y a impugnar otros en la Academia Médico-Quirúrgica Matritense, la doctrina anti-filosófica, anti-científica, anti-social y anti-religiosa del materialismo médico y filosófico.» (Joaquín Hysern, “Fundación de la Academia Homeopática Española -concluye la contestación…)”, La reforma médica, periódico oficial de la Academia Homeopática Española, Madrid 30 setiembre 1869, nº 75, pág. 360.)
Aunque su nombre aparece en 1868 y 1869 de manera secundaria en asuntos relacionados con la industria homeopática impulsada por su señor padre, da la impresión de que el joven doctor viudo se aparta durante unos años de los terrenos médicos para dedicarse a otras actividades industriales, potenciadas por el matrimonio del oficial de ingenieros Enrique Amado Salazar (1829-1899) con Adelaida Hysern (padres de Joaquín Amado Hysern y de María Luisa Amado Hysern), donde el suegro del militar, el catedrático don Joaquín Hysern, participa también directamente. Luis Hysern es secretario de la “Sociedad Especial Minera Los Amigos de Reding”, que tiene su domicilio en la calle del Prado, número 10, segundo izquierda (es decir, en el domicilio familiar de los Hysern). El militar Enrique Amado Salazar anduvo desde pronto vinculado a minas plomizas: había adquirido San Francisco en el cerro del Abadejo en Linares de Jaén, inscrita en octubre de 1866, registró a su nombre en 1869 La Gallega, con ocho pertenencias plomizas en el mismo cerro del Abadejo, &c.
1870 «Sociedad Especial Minera “Los Amigos de Reding”. Debiendo celebrarse junta general ordinaria para tratar asuntos pertenecientes a la misma, se participa a los señores socios, esperando se sirvan concurrir a ella el día 11 del corriente mes, a las ocho y media de la noche, calle de las Tres Cruces, núm. 3, cuarto principal. Madrid 3 de abril de 1870. De orden del presidente, el secretario, Luis Hysern.» (Diario oficial de avisos de Madrid, 5 abril 1870, pág. 3.)
1871 «Sociedad Especial Minera “Los Amigos de Reding”. Habiendo acordado el consejo de gobierno repartir el vigésimo dividendo de utilidades, de a cien escudos por acción, con arreglo al art. 24 del reglamento social, se avisa a los señores accionistas que aun no le han cobrado, para que se sirvan verificarlo de diez a doce de la mañana, en la tesorería de la sociedad, calle del Prado núm. 10, cuarto 2.°, izquierda. Madrid 26 de noviembre de 18781. El secretario, Luis de Hysern y Catá.» (La Correspondencia de España, Madrid 27 noviembre 1871, pág. 4.)
El 9 de enero de 1879, ante Santiago Urdiales, notario de Madrid, “comparece el Sr. D. Enrique Amado Salazar, de 49 años de edad, de estado casado, Teniente Coronel de Ingenieros, vecino y residente en Cádiz, estante accidentalmente en esta Corte, calle del Prado, número 10, piso segundo…”, para ratificar la constitución de Santa Adelaida, sociedad minera, con domicilio en Madrid, para explotar las minas San Francisco y La Gallega, en el cerro de Abadejo, cuarto del Ardas, término de Linares… “La Sociedad constará de cien acciones divididas en cuartos, distribuidas en la forma siguiente: D. Enrique Amado Salazar 54, Excmo. Sr. D. Joaquín Hysern 20, D. Maximiano Laffitte 5, Excma. Sra. Doña Manuela Palmero 4, D. Luis de Hysern y Catá 3, D. Joaquín de Hysern y Palmero 3, Doña Carmen Ortega 2, Doña María y Doña Ángela Amado y Galván 1, D. Manuel Amado Salazar 1, Doña Cristina Amado Salazar 1, Doña Irene Amado Salazar 1, D. Constantino Wiseciowiski 1, D. Francisco Huertas 1, D. Juan Martínez 1, D. José Marín 1, D. Juan Marín 1.” Los cargos de la sociedad Santa Adelaida son: “Presidente, el Excmo. Sr. D. Joaquín de Hysern; Vicepresidente, Sr. Don Enrique Amado Salazar; Tesorero, Don Maximiano Laffite, y Contador Secretario, D. Luis de Hysern y Catá”. Cuando se produjo ese acto, Joaquín Hysern tenía 74 años, Manuela Palmero Durán 66, Maximiano Laffite Maslestegui 26 y “D. Luis de Hysern y Catá, de 38 años de edad, su estado viudo, Doctor en Medicina, con cédula personal expedida por el distrito del Congreso con el número 6.424” (Boletín Oficial de la Provincia de Madrid, lunes 27 de enero de 1879, págs. 3-4).
En 1877 había comprado Luis Hysern en Sevilla, por 60.000 pesetas, un pequeño buque de 140 toneladas de registro bruto, el San Joaquín, y a finales de 1879 lo inscribe en la Capitanía Marítima de Gijón, dedicado, al parecer, al tráfico carbonero. Parece ser que en 1881 residía Luis Hysern en Oviedo, ejerciendo la medicina y unos negocios que no terminaban de prosperar.
«Luis Hysern Catá (Madrid). Al folio 59 de la Lista 5.ª de Gijón se inscribió el 11 de diciembre de 1879 el buque San Joaquín (ex Capricho, ex Margana), que pasaba a ser el más viejo de Asturias, pues había sido abanderado en Cádiz en 1856. Medía 35,56 metros de eslora, 5,32 de manga y 3,08 de puntal, con 140 TRB. Fue matriculado a nombre de Luis Hysern, que lo había adquirido en 1877 en Sevilla por 60.000 pesetas, estando entonces residiendo en Madrid. Procedía de la liquidación por quiebra de la sociedad Ricardo Triay y Compañía, y había pertenecido anteriormente a la naviera Butler Hermanos. Luis Hysern y Catá residía en Oviedo en 1881, donde ejerció la medicina, lo que sabemos con ocasión de suscribir un importante préstamo (30.000 pesetas) a 3 años, para cuya garantía hipotecó precisamente el buque, que se hallaba asegurado de incendio y riesgo marítimo en la compañía sevillana Lloyd Catalán. El San Joaquín tuvo corta vida, pues naufragó en la playa de Santa Marina (Ribadesella), el 4 de diciembre de 1882, “perdiéndose totalmente y quedando en salvamento pasajeros y tripulación” (Lista 5.ª, f.59). No obstante, Hysern debió de seguir aplicándose al tráfico o a la producción carbonera, si bien con poco éxito, como parece deducirse de un traspaso de crecidas deudas (unas 163.111 pesetas) que hace en 1884 a Eduardo Marina López, a cambio de consignar a este “todos los carbones”.» (José Ramón García López, Historia de la marina mercante asturiana, Ediciones Nobel, Luanco 2006, tomo II, págs. 214-215.)
En 1882 se reincorpora Luis Hysern a la práctica médica homeopática, para suceder a su anciano padre en esa otra industria familiar. Ingresa como socio de número en la Sociedad Hahnemanniana Matritense, que pronto presidirá, tras morir don Joaquín al año siguiente.
1882 «Ha ingresado en la Sociedad, en la clase de socios de número, el Dr. D. Luis de Hysern, hijo del Excmo Sr. D. Joaquín de Hysern, cuyo nombre, de fama universal, va unido a sus obras, a su práctica y a sus trabajos en pro de la doctrina hahnemanniana. El Dr. Hysern, hijo, ha sabido conservar dignamente el apellido y fama de su señor padre, y la Sociedad Hahnemanniana se honra con poderle contar en su seno.» (“Acta de la sesión pública celebrada por la Sociedad Hahnemanniana Matritense el día 10 de Abril de 1882, para conmemorar el 127° aniversario del natalicio de Samuel Hahnemann. Presidencia del señor Don Salvador Giménez. Memoria leída por el secretario general don Jesús Torres y González”, El Criterio Médico, Madrid, 15 y 30 de Abril de 1882, pág. 6-7.)
1883 «+ R.I.P. El Excmo. e Illmo. Señor D. Joaquín de Hysern y Molleras […] ha fallecido el 14 del actual, a las ocho de la mañana. El Excmo. Sr. Ministro de Fomento, el ilustrísimo señor director general de Instrucción pública, su desconsolada viuda la Excma. Sra. D.ª Manuela Palmero de Hysern, sus hijos D.ª Adela y el doctor D. Luis, sus hijos políticos D. Enrique Amado Salazar y D.ª Josefa Herrero, viuda de Hysern, sus nietos, sobrinos y demás parientes.» (La Correspondencia de España, Madrid 14 marzo 1883, pág. 4.)
1884 «Sociedad Hahnemanniana Matritense. Sesión literaria del 19 de Abril de 1884. Presidencia del Sr. D. Luis Hysern. […]» (El Criterio Médico, Madrid 15 y 20 de mayo de 1884, pág. 145)
Veinte años después de su discurso doctoral, publica Luis Hysern el opúsculo Método higiénico, preservativo y curativo del cólera morbo asiático (Madrid 1884, 51 páginas). Tiene interés ojear ese texto para advertir la basura doctrinal sobre la que organiza Hysern su industria camelística homeopática, con la que facilitaba a sus clientes afectados de “miasmas” dulces tránsitos diarreicos mediante la combinación de Espíritu de alcanfor, Arsenicum de la 6.ª dilución en glóbulos, Arsenicum de la 3.ª trituración, Veratrum de la 6.ª dilución en glóbulos, Veratrum de la 3.ª dilución en líquido, Cuprum de la 6.ª dilución en glóbulos y en líquido, Ipecacuana de la 3.ª en glóbulos, Ácido fosfórico de la 3.ª en glóbulos y Carbón vegetal de la 6.ª en glóbulos y en líquido; entre los remedios que hacía públicos, pues tambien recuerda que “los demás medicamentos que pueden tener indicación en el período reactivo de la enfermedad, tales como la China, Rhux tox, sulfur o tintura sulphuris, phosphoro, hyosciamus y otros varios, tienen indicaciones muy variadas y darían lugar a largas descripciones, que por una parte serían difíciles de aplicar oportunamente por personas inexpertas y por otra no conducirían al fin práctico que me he propuesto al formular estas instrucciones, pues en los casos en que estos remedios tienen aplicación sólo el profesor encargado de la asistencia del enfermo es quien puede hacer de ellos el uso que sea necesario.” Filippo Pacini ya había encontrado en 1854 que el Vibrio cholerae era responsable del cólera, pero aunque no se le hace caso hasta que lo jalea Koch en 1883, Luis Hysern en 1884 prefería no enterarse. Por suerte para los españoles un año más tarde, en 1885, Jaime Ferrán ya está vacunando a los afectados de cólera con notable éxito, y publica la memoria correspondiente en 1886, aunque hubieron de pasar años hasta que se impusieron descubrimientos que arruinaron otras industrias.
Similia similibus curantur
«Quien haya presenciado, como yo he tenido ocasión de presenciar en mi práctica los fenómenos que ocasiona en el organismo vivo el envenenamiento por el arsénico, habrá quedado persuadido de la semejanza tan notable que existe entre el cuadro sintomático que produce este veneno y el que presenta el cólera morbo asiático fulminante, hasta el punto de que si no se hubiera tenido la evidencia de la causa de aquellos fenómenos, se diría que la alteración que se observaba no era otra que la enfermedad asiática. Mareos, vómitos, diarrea biliosa primero, después acuosa, retortijones, ardor insoportable en el estómago, sed violenta, calambres en las piernas, ojos hundidos con profundas ojeras, color terroso o azulado de la piel, labios lívidos, frío marmóreo y sudores fríos, todos los fenómenos más notablemente análogos a los del cólera, predominando desde el primer momento el ardor en el estómago y la sed, son producidos por el arsénico. La provechosa acción de este remedio contra el cólera así como la del cobre y algunos otros que emplea la homeopatía en los diferentes citados períodos de esta enfermedad, ha debido ser sospechada por los indios, quienes en un libro de medicina titulado Yugamuni Chintamani, escrito en sánscrito, aconsejan una receta para combatir esta enfermedad que llaman sinanga, muy notable por la extraña mezcla de ingredientes de que se compone, entre los cuales figura el oropimente (o sea el sulfuro arsenical), el cobre bajo la forma de carbonato y otros varios que en deplorable confusión mezclan en su fórmula como si los entregaran al poder del organismo para que este elija entre todos el que más le convenga, haciendo caso omiso de los demás que forman su cortejo.»
Luis Hysern, Método higiénico, preservativo y curativo del cólera morbo asiático, Madrid 1884.
1886 «En la sesión celebrada por la sociedad Hahnemanniana Matritense para la renovación parcial de cargos de su junta directiva, han sido elegidos: para presidente de la sociedad, el doctor D. Luis de Hysern, y para vicepresidente, el doctor D. Hipólito Rodríguez Pinilla. Se nombró una comisión para las reformas administrativas de la sociedad, compuesta de los Sres. García Cenarro, Rodríguez Pinilla y doctor Asuar, la cual ha de presentar en la próxima sesión su dictamen acerca de las indicadas reformas.» (La Correspondencia de España, Madrid 10 junio 1886, pág. 1.)
«El Instituto Homeopático (paseo de la Habana, núm. 3) celebrará su sesión inaugural del presente curso académico el día 7 del corriente, a las dos de la tarde, leyendo el discurso de apertura el doctor D. Luis de Hysern, y procediéndose después a la distribución de premios del curso anterior.» (La Correspondencia de España, Madrid 5 noviembre 1886, pág. 3.)
«La sociedad Hahnemanniana Matritense, celebrará sesión en su local, Salud, 15, principal, el día 16 del actual a las ocho y media de la noche. Continuará en el uso de la palabra en el tema “La difteria”, el señor presidente doctor D. Luis de Hysern.» (La Correspondencia de España, Madrid 14 diciembre 1886, pág. 3.)
En 1887 aparece su traducción del Tratado teórico y práctico de Electro-Homeopatía, sistema Sauter, por Joseph Genty de Bonqueval (Bailly-Baillière, Madrid 1887, 424 páginas). El farmacéutico suizo Alberto Federico Sauter (1846-1896), en la línea del conde italiano César Mattei (1809-1896), logró poner en marcha un poderosa industria electro homeopática en Ginebra, bajo la marca l'Etoile, de la que Luis Hysern se convirtió en activo propagandista.
1887 «La sociedad Hahnemanniana Matritense celebrará sesión científica el próximo jueves, a las ocho y media de la noche, en su local, Salud, 15, principal, derecha, en la cual continuará su exposición sobre “La difteria”, el señor presidente, Dr. D. Luis de Hysern.» (La Correspondencia de España, Madrid 26 enero 1887, pág. 3.)
1888 «La sociedad Española de Higiene celebró el martes la junta general de gobierno que marca el reglamento, siendo aprobadas por unanimidad las cuentas anuales, así como un voto de gracias al contador, tesorero y comisión encargada de revisarlas. Procedióse después a la elección de un cargo vacante en la junta directiva, y resultó elegido el doctor D. Luis de Hysern. El presidente expuso el fundamento en que se ha apoyado la junta directiva para designar los socios nombrados jurados a fin de calificar los trabajos presentados al concurso de premios, y la sociedad aprobó unánimemente dichos nombramientos.» (La Correspondencia de España, Madrid 11 octubre 1888, pág. 3.)
1890 «Sociedad Económica Matritense. Junta de Gobierno. […] Vocales. […] Sr. D. Luis Hysern.» (Guía Oficial de España, Madrid 1890, pág. 641.)
1892 «Real orden nombrando para constituir el tribunal calificador de aspirantes a vigilantes de establecimientos penales a D. José Álvarez Mariño, Presidente, y vocales a D. Tomás Aranguren y D. Luis Hysern.» (El Criterio, Salamanca, 25 febrero 1892, pág. 2.)
Hacia 1895 se publica su traducción española del Manual de electro-homeopatía y de higiene (Instituto Electro-Homeopático de Ginebra, Librería editorial de Bailly-Bailliere, Madrid s.f., 469+XV páginas), otro libro de autoayuda: “Modo de diagnosticar, tratar y curar las enfermedades uno mismo”, aunque utilizando, sí, por supuesto, los remedios electro-homeopáticos l'Etoile de la casa Sauter de Ginebra… En la relación de “Médicos Veterinarios y Prácticos que emplean los remedios Electro-Homeopáticos de la Estrella” aparece el traductor: “Hysern y Catá, Dr., (D. Luis de) plaza de la Independencia, 8-2º, Madrid”. Entre los “medicamentos auxiliares de los remedios de la Estrella” figura “Kola-Coka Sauter. Tónico reconstituyente por excelencia. Superior a todas las preparaciones de quina, &c., preparado en forma de pastillas, puede tomarse en seco, en tisana, o con vino” (pág. 63).
1897 «Asociación de la Prensa. Los reputados doctores D. Luis Hysern y D. José Núñez, director el primero del Instituto Homeopático y hospital de San José, y el segundo encargado de la clínica quirúrgica del mismo, han ofrecido a la junta directiva de la Asociación de la Prensa, asistencia médica y quirúrgica en dicho hospital a todos los socios que lo necesiten.» (La Correspondencia de España, Madrid 12 marzo 1897, pág. 4.)
«Entre las operaciones últimamente practicadas en el establecimiento, se cuentan de feliz éxito la de paratomía, por el doctor D. José Núñez, y la del director Sr. Hysern, con la ligadura de la arteria femoral, en un aneurisma de la poplítea. Alma y verbo del Instituto-Hospital es el caballeroso y sabio doctor D. Luis Hysern, que sostiene ya brillante el blasón científico heredado de su ilustre padre; su sola presencia infunde ánimo en los enfermos; su palabra, siempre elevada, confianza sin límites; su ciencia, seguridad en el éxito, y su bondad, verdaderamente cristiana, cariño sin límites. Ofreció, con su elevación de carácter acostumbrado, sus servicios a la Asociación de la Prensa, y uno de sus socios fundadores, desde estas columnas, le rinde justo tributó de agradecimiento por sus cuidados y atenciones en el Instituto-Hospital.» (Vicente de la Cruz, “El Hospital de San José”, El Globo, Madrid, 25 julio 1897, pág. 3.)
Parece que Luis Hysern se murió discretamente hacia 1899. En la Guía de España 1898, con domicilio en Plaza de Matute 9, figura como vocal de la Junta Superior de Prisiones por la Sociedad Económica Matritense (pág. 224), y también en la Guía de 1899; todavía persiste “Hysern y Catá (Luis), médico, Pl. de la Independencia, 8” en el Anuario del Comercio 1900 (pág. 190), ya no en los siguientes.
1903 «Hysern y Catá (Luis). Doctor en Medicina y director del Hospital homeopático de San José, de Madrid. Auxilió a su padre don Joaquín en la redacción de La Reforma Médica (1865-70) y dirigió la revista El Propagador Homeopático (1897).» (Manuel Ossorio Bernard, Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo XIX, Madrid 1903, volumen 1, págs. 203-204.)
★ Textos de Luis Hysern Catá en el proyecto Filosofía en español
1864 ¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme a los grandes destinos que la ha confiado la Providencia?, Madrid 1864, 69 páginas.
1884 Método higiénico, preservativo y curativo del cólera morbo asiático, Madrid 1884, 51 páginas.