Filosofía en español 
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Apariencias y Verdades en la televisión

[ 695 ]

Apariencias específicamente televisivas y sus Marcos: Telepantallas / Escenarios (artificiales y naturales)

Como ocurre con las apariencias, realidades y verdades en general [680], cuando atendemos a las apariencias, realidades o verdades que puedan determinarse a través de la televisión, es imprescindible definir los marcos que sean pertinentes para cada una de las clases consideradas.

El marco primario de las apariencias televisivas son las pantallas receptoras. En este marco primario (que es necesariamente apotético) encontramos las falsas apariencias (o pseudoapariencias), por ejemplo, el reflejo de la ventana del cuarto de estar en la pantalla de la televisión que confundimos con la imagen de una ventana que estuviera siendo televisada. A las verdaderas apariencias televisivas, a las imágenes que desfilan en la pantalla, las designaremos con la letra P. Y para subrayar el marco apotético-escénico en el que las P se desenvuelven utilizamos la expresión 𝔈(P), significando: “verdaderas apariencias P dadas en el marco escénico 𝔈” [693]. Sin embargo, no todo lo que aparece en 𝔈 puede considerarse como apariencia, aun dejando de lado las falsas apariencias. La “nieve” o las “líneas agitadas” de una pantalla mal sintonizada no son aún apariencias televisivas, porque no alcanzan la morfología que le es propia. Tampoco son apariencias desenmarcadas, puesto que son dadas en 𝔈. Podríamos interpretarlas como apariencias nulas 𝔈(0), o bien como apariencias materiales y no formales. [696] Tanto las pseudoapariencias, como las apariencias P nulas y como las verdaderas apariencias habrán de ir referidas alotéticamente a otras realidades o apariencias.

Sin duda cabe aplicar el concepto de apariencia en cada uno de sus tipos [681] a multitud de contenidos, situaciones o procesos relacionados con la televisión. Sin embargo, la consideración de esta diversidad in-finita (indefinida) de apariencias relacionadas con el “mundo de la televisión” haría imposible cualquier análisis pertinente para nuestro propósito de establecer la conexión entre las apariencias y las verdades específicamente televisivas. Muchas de estas apariencias, que indudablemente encontramos en el mundo de la televisión [693], no podrán considerarse como específicamente televisivas, como internas, características y esenciales a la televisión.

Apariencia televisiva será toda secuencia que aparece en la telepantalla 𝔈(P) como resultado del funcionamiento del sistema tecnológico que el receptor contiene en su interior (“detrás de la pantalla”) que se mantengan dentro de las dos características positivas comunes a todas las apariencias televisivas 𝔈(P): (1) Su condición alotética (alotético-inmanente y transverso-alotética) [52] y (2) la implicación (objetual, no proposicional) entre las apariencias 𝔈(P) y el sujeto televidente S(t) en tanto que sujeto operatorio.

(1) Condición alotética. Se despliega en dos planos: (a) Plano interno o inmanente a 𝔈(P), en el cual las imágenes-apariencias se concatenan con otras apariencias de 𝔈(P). Sin embargo, para mantener su especificidad, las apariencias 𝔈(P) no han de perder enteramente la referencia alotética al exterior de la pantalla (a la cámara de la emisora, por ejemplo), de otra suerte no sería posible diferenciarlas de las apariencias del cinematógrafo [691], de las del vídeo clip o de las de la pantalla del ordenador. (b) El plano externo o transversal a 𝔈(P), en el que puedan establecerse las líneas de conexión transverso-alotéticas, entre las imágenes telepantalla 𝔈(P) y otras realidades externas, generalmente muy distantes de la telepantalla. Por tanto, las apariencias 𝔈(P) que tomamos como primarias en la televisión son también, de algún modo, transverso-alotéticas, cuya continuidad con la realidad se establece a lo largo de esta línea que atraviesa el plano de la pantalla. Las apariencias de la telepantalla han de considerarse, por tanto, dadas en continuidad sinalógica con las apariencias de la telecámara. Y como las apariencias de 𝔈(P) se constituyen como tales morfológicamente ante los ojos del sujeto que las mira, así también las apariencias 𝔈(C) o de 𝔈(C’) se constituyen en general ante los ojos de los cámaras que las enfocan o que han calculado el enfoque de la telecámara: la superficie de la Luna captada por la telecámara el 20 de julio de 1969 era ya una apariencia, como apariencia [699] era la superficie de Luna que se captaba en las pantallas).

En consecuencia: tanto 𝔈(P), como 𝔈(C) o 𝔈(C’) habrán de considerarse como “marcos de apariencias”. Al conjunto de los marcos a través de los cuales se constituyen las apariencias presentes ante los sujetos operatorios (televidentes, “cámaras”, actores…), lo englobamos bajo la rúbrica de “Mundo” o “Mundo entorno” [702] (en el sentido del Umwelt de J. Von Uexküll) de los telesujetos. Pero este mundo, como todos los mundos entorno, es un mundo constituido por formas apotéticas. Por ello, no puede identificarse con la Realidad. La Realidad (las realidades), obran a través del Mundo; pero el “Mundo” no agota “a Realidad”. Sin embargo, a las realidades que consideramos como implicadas siempre de algún modo en las apariencias nos referimos a través de los fenómenos que constituyen nuestro Mundo (Mi) [72]. Lo más asombroso es que el “mundo entorno” de las apariencias que envuelve a las telepantallas, no termina en ellas, sino que, a su vez, continúa sinalógicamente en las retinas (oculares y corticales) de los sujetos operatorios que las miran (la “audiencia”); ojos que están entretejidos mutuamente mucho más de lo sugiere la consideración de cada individuo como un “usuario” que utiliza su receptor libre e independiente de los demás televidentes [700].

(2) Implicación objetual (no proposicional) entre las apariencias 𝔈(P) y el sujeto televidente. De aquí se deriva una consecuencia fundamental para la “teoría de la televisión”: que el proceso de formación de apariencias televisivas, en lo que tiene que ver con las verdades televisivas [697], ha de tener lugar a escala de las morfologías dadas en 𝔈, no a escala de las morfologías dadas en 𝔉 [692]. El aparecer en la pantalla de las imágenes es un proceso fluyente en cuya misma positividad (que no se reduce, por tanto, al plano fisicalista) está implicado el sujeto televidente, en cuanto sujeto operatorio, al margen del cual se desvanecería la morfología constitutiva de las apariencias en cuanto tales.

Por último, si tenemos en cuenta la Idea de la Clarividencia habrá que concluir que los escenarios (artificiales o naturales) que pueden considerarse como específicamente televisivos serán aquellos en cuyo presente, es decir, en el “curso dramático” de la ocurrencia de un círculo de secuencias dotado de sentido (por tanto, “segmentable”), podamos suponer implicado el presente de los telespectadores, un círculo de “presente dramático televisivo” [689].

{Tv:AyV 43-47, 263-268, 49}

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