Filosofía en español 
Filosofía en español

Apariencias y Verdades en la televisión

[ 700 ]

Retina social de la audiencia: Esse est percipi / Dictadura de la audiencia

El Mundo que envuelve [693], como una atmósfera imprescindible al Ente televisivo, está formado por la “fase emisora” (que incluye al mundo cósmico y social, y al mundo de los actores y actantes que intervienen ante las cámaras y aparecen en las pantallas) y la “fase receptora” (la audiencia). Pero el “mundo de la audiencia” no se reduce a un sujeto individual aislado, ni una multiplicidad o colectivo de sujetos individuales yuxtapuestos. Esta es otra de las apariencias [694] más significativas que la televisión genera: la apariencia de que cada televidente es un ciudadano independiente, libre, aislado o aislable de los demás cuando se encierra en su cuarto de estar; se supondrá, además, que está dotado de juicio propio, cuando se sienta ante la pantalla.

El “mundo de la audiencia” es una multiplicidad de totalidades atributivas (cuyos elementos son los sujetos individuales) entre las cuales existen “soluciones de continuidad” A través de muy diversos mecanismos, principalmente de comunicación no verbal (gestos, miradas); pero también verbales: comentarios “a pie de pantalla” entre los componentes del grupo que la contempla; comentarios lejos de la pantalla, ofrecidos por la prensa o por la radio) las “células individuales” que componen la audiencia llegan, directa o indirectamente, a interaccionar mutuamente dando lugar a la “retina social de la audiencia”. Por ello, la proposición “lo que no está en el mundo tampoco está en la telepantalla” [692] comienza a significar algo relativamente preciso: “lo que no está incorporado a la audiencia, a la estructura de la ‘retina social’, es decir, lo que no está en el mundo del público, tampoco podrá aparecer en la pantalla”. No nos referimos ahora a la génesis de esta implicación: una cosa es aparecer en la pantalla y otra cosa es poder ser incorporado a la estructura de la “retina social” de una audiencia, según los lapsos de tiempo que se estimen significativos en cada caso. En efecto: para el político en campaña electoral ser es ser percibido a través de la pantalla; pero así como no todo lo que incide sobre el cristalino es percibido por la retina (y menos aún incorporado al área óptica occipital), tampoco todo lo que incide sobre la cámara, y es transmitido a la pantalla, es percibido por la retina social de la audiencia y menos aún incorporado a su estructura. La “retina social” de una audiencia no es un simple espejo o “arcilla dócil” preparada para ser moldeada por la pantalla en funciones de dator formarum. Una audiencia de televisión tiene una estructura ideológica y social de génesis muy compleja y diversificada; cada audiencia específica-k actuará en realidad como un filtro eficaz para seleccionar las formas y las secuencias que las pantallas le van ofreciendo, para asimilar aquellas que contribuyen a fortificar y hacer crecer la masa de su estructura, y para rechazar aquellas otras que la repelen. Por tanto, para el político, para el arista, para el sacerdote…, “ser es ser percibido”, pero siempre que ese “ser percibido”, y de un modo determinado, no se reduzca al aparecer en la pantalla, y aún a ser percibido por la retina orgánica. “Ser percibido” significa aquí ser percibido por la “retina social” específica de cada audiencia.

Pero si la retina social percibe algo es porque ese algo existe previamente, conjuntamente con otras cosas. Dicho de otro modo: el ser (el esse) no se deriva del percibir (del percipi), sino, por el contrario, es el percibir o el ser percibido (el percipi) el que se deriva del ser, del esse; y esto ya lo sabía el propio Berkeley, aunque tantos intérpretes, empezando el Credo por Poncio Pilatos, lo olvidan. Pero Berkeley comienza por poner nada menos que a Dios como causa del ser que es capaz de percibir, es decir, como causa del ser del sujeto percipiente. Solo a través de ese sujeto podría considerarse a Dios como causa de los objetos percibidos por el sujeto previamente creado por Dios.

En un régimen de televisión libre, de múltiples canales opcionales, la tesis que pone en la audiencia televidente el principio de una “dictadura de la televisión” resulta mucho más probable. La dictadura de la audiencia posee como instrumento ejecutivo principal de su poder (en el supuesto de una sociedad de consumo en la que los programas de televisión se financian por la publicidad, que depende a su vez del audímetro) el mecanismo del zapping. Si, por ejemplo, a una audiencia determinada (a su mayoría, y, a veces, sus élites más influyentes) le repugnan o simplemente le aburren las pantallas que ofrezcan debates sobre los milagros de Cristo, sobre la existencia de Dios, sobre el Papa, o sobre la partitocracia, o sobre la fusión fría, podemos tener la seguridad de que todas esas “ofertas” irán siendo cada vez más escasas y terminarán por desaparecer tragadas por la criba de la selección natural. Diríamos que tales ofertas no tienen “validez ecológica” suficiente para subsistir en la pantalla. Por ello, más que hablar de la “autocensura” de los directores de programas, habría que hablar de “censura de la audiencia”. Como responsables de la programación, por ejemplo, como responsables de la “televisión basura” habría que considerar no tanto a los directores de los programas sino el estado de sus audiencias respectivas. De este modo podríamos decir que cada público tiene la televisión que se merece. Por tanto, podríamos llegar por esa vía a la conclusión de que “lo que no está (con fuerza activa, de arrastre) en el mundo de la audiencia, tampoco estará en la pantalla de la televisión”. Dicho de otra manera, si algún personaje, alguna obra, etc., tuviera reconocida alguna importancia en el Mundo, aparecería en la pantalla; y si es cierto que pueden ocasionalmente aparecer en pantalla algunas cosas o personas en función de “golpes de mano” cometidos por algún “amigo emisor”, también es cierto que esta comparecencia sería efímera y pronto será olvidada.

El llamado “efecto realidad” (la supuesta tendencia de los televidentes comunes, motivada por la veracidad de las imágenes, a “dar un crédito inicial” a todo cuanto les es presentado en la pantalla) actuará, por tanto, selectivamente sobre cada “segmento social” (amas de casa, jóvenes de buenas familias, escritores, científicos, “plebe frumentaria”, fieles de una confesión o secta religiosa, simpatizantes o militantes de un partido político) que quiera reforzar un tipo de bienes o de valores con los que ya cuenta. Dicho de otro modo: lo que está en televisión, dotado de “efecto realidad”, es aquello que ya estaba en el mundo [701].

{Tv:AyV 61-63, 66, 69 /
TbyD / → EM 70-87, 166-170}

<<< Diccionario filosófico >>>