Filosofía en español 
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Apariencias y Verdades en la televisión

[ 692 ]

Concepciones sobre la Verdad y Apariencia televisivas (teoría de teorías)

Si las apariencias son constitutivas del Mundo apotético real y si el Mundo apotético [702] es real porque, por su mediación, actúan realidades apremiantes, realidades cuya estructura ya no es apotética, sino paratética (y entre estas realidades incluimos, por ejemplo, al referirnos a la televisión [693], tanto a los procesos que tienen lugar en los tubos catódicos, como los que tienen lugar en las áreas cerebrales de asociación de la corteza óptica), entonces podemos admitir que las cuestiones en torno a la Verdad se perfilarán en el contexto de las relaciones entre las Apariencias y el Mundo [679-686].

Designaremos por “P” al conjunto de las apariencias televisivas, que tiene, como primer subconjunto, a todas las imágenes que aparecen en el marco de la pantalla 𝔈(P). Designamos por Mi al conjunto de realidades que actúan a través del Mundo entorno de los hombres, es decir, de los diversos grupos sociales. Si utilizamos el “formato” propio de las clases lógicas, el conjunto P se nos dará como una clase de clases de P y el conjunto Mi como una clase de clases de morfologías mundanas. Y si mantenemos una concepción de la Verdad por la Identidad [680], sería innegable que la relación de la lógica de clases más afín a la identidad es la relación de inclusión de clases. En consecuencia: si ponemos en correspondencia las diferentes alternativas asignables a las relaciones de inclusión entre las clases P y las clases Mi obtendremos una taxonomía de los diferentes modelos sobre la Verdad y Apariencias televisivas. Los modelos obtenidos en nuestra taxonomía permiten recoger o identificar aspectos dispersos de concepciones comunes en forma de opiniones, o incluso embriones de teorías implícitas entre quienes teorizan o simplemente reflexionan en torno a la televisión; así como establecer las correspondencias o afinidades pertinentes entre estos modelos y otros contextos distintos de la televisión, a saber, con diversas concepciones ontológicas dadas en la tradición filosófica y con distintas concepciones gnoseológicas de la ciencia.

Taxonomía de modelos sobre las relaciones entre apariencias y verdades televisivas:

  1. [(P ⊂ Mi) = 1] & [(Mi ⊂ P) = 0] – Modelo Positivista.
  2. [(P ⊂ Mi) = 0] & [(Mi ⊂ P) = 1] – Modelo Poético.
  3. [(P ⊂ Mi) = 1] & [(Mi ⊂ P) = 1] – Modelo Mimético.
  4. [(P ⊂ Mi) = 0] & [(Mi ⊂ P) = 0] – Modelo Circular.

Supondremos que las fórmulas evaluadas 1, tienen cuantificación universal, mientras que las evaluadas 0, tienen cuantificación negativa particular: “algunas apariencias no están incluidas en el mundo” por ejemplo.

I. Modelo positivista (presentacionista, descripcionista). Concibe a la televisión como “registro” o “crónica” de la realidad tal como ella se nos hace presente. Está representado por la que llamamos “Teoría ingenua de la televisión” que es el resultado de la “construcción polémica” que se ha fabricado la que llamamos “Teoría crítica de la televisión” que se autoconcibe, precisamente, como crítica a la “Teoría ingenua”, como crítica a la “concepción común” de los “consumidores satisfechos” de los programas televisados, en la medida, sobre todo, en que esta satisfacción tiene que ver con el “efecto realidad” [700]. La mayoría de los críticos de televisión que, desde la Sociología, la Psicología o las “Ciencias de la Comunicación”, denuncian la “gran mentira” de la televisión, se mueven en el ámbito de la “Teoría crítica” (Adorno, U. Eco, G. Sartori, P. Bourdieu). Las apariencias televisivas se interpretarán en su versión más radical como apariencias falaces [681] (o, al menos, como simulaciones) “calculadas” por el “Poder” (político, económico) para entontecer al pueblo. El “realismo natural” o “ingenuo” las concebirá como apariencias veraces, como manifestaciones de la realidad misma (la pantalla de televisión como “ventana abierta a la realidad del Mundo”, según la metáfora oscurantista de T. Hutchinson). La “Teoría ingenua” tiene una estrecha correspondencia con las concepciones generales de las apariencias formuladas por Parménides, Platón o Husserl; mientras que la “Teoría crítica” se correspondería con las formulaciones de A. Schopenhauer y Berkeley (quien atribuía a Dios el poder de crear las formas del Mundo en el momento mismo en el que éstas eran percibidas). En el terreno de la Teoría de la Ciencia, mencionaremos la estrecha afinidad entre la idea empirista de la verdad, como aletheia, propia del positivismo lógico (y aun del positivismo fenomenológico husserliano), así como la afinidad entre la teoría constitutiva de la verdad y el pragmatismo verificacionista.

II. Modelo poético (de poiesis) [784]. Postula, en su primera versión (P ⊂ Mi) = 0, la autonomía y sustantividad del orden de las apariencias; se trata de una teoría idealista de la inmanencia de las pantallas fruto de la radicalización, por sustantivación, de la efectiva capacidad de la pantalla, funcionando a través del tiempo (días, semanas, meses, y años), para generar, en las diversas capas de la “muchedumbre televidente”, un orden “telecéntrico” de procesos de retroalimentación, que serían disociables, aunque inseparables, de otros órdenes causales en los cuales el curso de las imágenes de la pantalla está envuelto. La segunda versión (Mi ⊂ P) = 1, establece que “todo el mundo de las formas (las formas según las cuales el mundo real está conformado) forma parte del Mundo de las apariencias”; una tesis casi tautológica, tanto si ese “mundo” lo concebimos como el “mundo entorno” de la televisión como si nos atenemos al mundo interno, al dintorno [90] de 𝔈(P), constituido por la infraestructura tecnológica 𝔉, que también está conformado íntegramente desde las apariencias y en función de ellas (las apariencias son el criterio último de la calidad tecnológica de la infraestructura 𝔉). La Verdad, en este modelo, se circunscribe a la inmanencia de las apariencias, es decir, la verdad no tendría por qué depender de las realidades mundanas y, en particular, de las apariencias ofrecidas a la “visión natural” del mundo real. En su versión moderada, concedería, sin embargo, algún tipo de intervención indirecta de la realidad en el ordo et conexio de las apariencias televisivas; en su versión radical, negará cualquier intervención externa. La concepción de la verdad y de la apariencia de la versión moderada se correspondería (en otros contextos distintos de la televisión) con el que podría denominarse “realismo óptico constructivista” propio de la “filosofía espontánea” practicada por muchos científicos o técnicos que investigan los mecanismos de la visión de los hombres y animales en general. Este “realismo constructivista” se presenta como alternativa al “realismo ingenuo” asociado al adecuacionismo isológico de tradición aristotélica. En cuanto a las correspondencias con sistemas clásicos, la versión moderada se asociaría al neoplatonismo (que interpreta al Mundo como el conjunto de apariencias que depende en cada instante del sujeto divino); o con la metafísica de Santo Tomás que concibe la verdad como adecuación entre el entendimiento humano (receptor de formas) y el entendimiento divino (dador de las formas, emisor de las mismas). En su relación con concepciones gnoseológicas de la ciencia, englobamos este modelo en el “teoreticismo”: el “realismo constructivista” de la televisión (y de la visión) con la concepción de la ciencia de P. Duhem; la versión radical con el “falsacionismo” de K. Popper, y con el formalismo literario (inmanencia literaria, poética o retórica) de R. Jakobson y del “Círculo de Praga”.

III. Modelo mimético (de mímesis). Establece la identidad entre las apariencias de la telepantalla (P) y el Mundo (Mi); un idealismo “pantelevisivo”, un “delirio gremial” propio de quien, viviendo de la televisión, se comporta como si el Mundo estuviese formado por todo aquello que gira en torno a la imagen (Mi ⊂ P) y como si las imágenes fuesen el Mundo y lo constituyesen (P ⊂ Mi). Sin embargo, cabría dar una interpretación plausible (casi tautológica) si interpretamos Mi como “mundo de la televisión” [693] constituido por la infraestructura física 𝔉 y por los escenarios naturales o artificiales 𝔈(C v C’). El concepto de verdad implícito en este modelo es la verdad como adecuación (isológica y sinalógica). Estas dos Ideas de Verdad tienen su correspondencia en dos grandes tradiciones filosóficas: la tradición monista del escepticismo (el “pirronismo”, por ejemplo), y la tradición dualista (el dualismo platónico y neoplatónico el Mundo sensible o Mundo de las apariencias y el Mundo inteligible o Mundo de las Ideas). La primera tradición evolucionará en sentido dogmático hasta tomar la forma del Idealismos absoluto (Fichte); la segunda, evolucionará según múltiples corrientes, por ejemplo, la del agustinismo o la del tomismo). En cuanto a sus correspondencias con concepciones gnoseológicas, señalaremos el adecuacionismo positivista de Avenarius (adecuacionismo “interno”) y el adecuacionismo realista (adecuaciones “externo”), incluyendo A. Tarski.

IV. Modelo circularista. Establece que “ni la televisión es una parte del Mundo, ni el Mundo es un ‘mundo entorno’ de la televisión” y representa a todas las concepciones que se oponen a cada una de los modelos anteriores en la medida en que se fundan en la sustantivación o hipóstasis [4] de alguno de sus términos (P o M). En efecto, P ⊂ Mi = 1, es decir, la inclusión de una “clase de apariencias” (P) en la “clase de las cosas que constituye en Mundo” (Mi), o recíprocamente, presupone que estamos tratando las apariencias P como si ellas constituyen una clase y tuviesen la unidad propia de una clase, susceptible de ser incluida, por tanto, como tal clase global, en el “Mundo”. La “sustantivación” se lleva a cabo, en consecuencia, no ya tanto al poner “P” (como concepto distributivo), sino al incluir P, como si fuera una totalidad, en el Mundo (Mi), entendido, a su vez, como una clase de acontecimientos, como si todas las apariencias P, por el hecho de serlo, pudieran totalizarse (atributivamente) bajo la condición de “apariencias incluidas en Mi”. El circularismo puede ponerse en correspondencia con el materialismo filosófico que se constituye, desde sus propios presupuestos normativos, ontológicos y gnoseológicos, como alternativa crítica al resto modelos.

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