Filosofía en español 
Filosofía en español

Alfredo Adolfo Camús 1817-1889

«D. Alfredo Adolfo Camus nació en París en 1817. Sus padres D. Fernando Antonio y Doña Clara Cardero le proporcionaron una notable educación en su ciudad natal, aprovechando sus buenas disposiciones para el estudio de las letras. Fueron tales sus progresos, que hallándose ya en la Península en 1834 fue nombrado catedrático de lengua francesa en el colegio nacional de Córdoba, plaza que obtuvo después de una brillante y honrosa oposición, a la vez que continuaba sus estudios de matemáticas en aquel antiguo y renombrado colegio de Ntra. Sra. de la Asunción, en que se está educando hace ya más de tres siglos la flor de la juventud andaluza. Pero este puesto que hubiera satisfecho la ambición de una medianía, no bastó para llenar la del Sr. Camus, que ganoso de nuevos laureles, puede decirse que entonces emprendió su carrera literaria. En efecto, en esta época le vemos dedicarse al estudio de la filosofía, escribir artículos literarios para varios periódicos de Andalucía, y hasta arrastrado del ardor patriótico propio de la juventud, inscribirse en las filas de la Milicia Nacional de Córdoba y salir en 1836 contra las facciones que invadieron nuestras provincias meridionales, batirse contra ellas, ser hecho prisionero y aun estar próximo a ser fusilado. Decidido por este acontecimiento en favor de la causa de Isabel II, a su regreso, ya en libertad, comenzó a tomar parte en la prensa política de Andalucía, en que siguió escribiendo hasta su venida a la corte en 1841. Mas no por esto abandonó sus estudios, pues entre tanto se graduó en 1837 de bachiller en filosofía por la universidad de Sevilla, en cuyo ejercicio obtuvo la nota de nemine discrepante, y comenzó la carrera de teología, que siguió en tres cursos hasta 1840 en el seminario auxiliar de San Pelagio de Córdoba, con nota de sobresaliente. Antes de concluirlos, en 1839, fue nombrado catedrático de geografía del ya citado colegio de la Asunción de Córdoba, en el que había explicado esta asignatura por encargo del director, y la que siguió regentando hasta 1842. Cesó en ella en este por haber obtenido, previa oposición, el nombramiento de sustituto pro universitate de literatura e historia de la Universidad de Madrid. En la corte se dio desde luego a conocer Camus por sus estudios y escritos. Diferentes periódicos políticos le contaron en el número de sus redactores: también dio artículos a otros literarios, y se distinguió principalmente con la publicación de un Curso de Historia universal y las adiciones aumentadas y corregidas a la Retórica y Poética de Sánchez Barbero. Estos ensayos y su aplicación le hicieron ocupar muy pronto un puesto bastante notable en la república de las letras. Desde el mismo año 42 asistió en el Ateneo de Madrid a las lecciones de derecho público, economía política y lengua árabe de los Sres. Alcalá Galiano, Valle y Gayangos. En 1843 se matriculó en la escuela especial de Administración siguiendo los cursos de derecho político internacional, economía política, administración y derecho administrativo, siendo examinado al fin de todos ellos y obteniendo las mejores notas y correspondiente habilitación. También estudió lengua hebrea en la universidad, de 1844 a 45. […]» (Escenas Contemporáneas, Madrid 1861, tomo I, págs. 233-237.)

«Camus y Carder (Alfredo Adolfo). Biog. Literato español, hijo de un convencional francés, nacido en Baena (Córdoba) en 1797 y muerto en Leganés (Madrid) en 1889. En 1834 fué nombrado profesor de francés del colegio de la Asunción de Córdoba y en 1846 pasó a la Universidad Central como profesor de literatura griega y latina, cargo que desempeñó hasta poco antes de su muerte. Por su cátedra pasaron todos los que alcanzaron después celebridad en la literatura y en la política, desde Cánovas y Castelar hasta Menéndez Pelayo y Canalejas. Fue hombre de portentosa erudición y además poseía método propio de enseñanza, en el que mostrando el espíritu clásico más puro, no desdeñaba tampoco dar a sus lecciones el comentario real y picaresco a veces. No obstante sus reconocidos méritos, no perteneció a ninguna sociedad científica ni literaria, ni poseyó otra distinción que la gran cruz de Isabel la Católica. Conservó hasta el fin de su vida la lucidez de su inteligencia y dejó varias obras, de las cuales algunas no se han publicado, pudiendo citar entre ellas: Curso elemental de retórica y poética, la traducción del Tratado de antigüedades romanas, de Osaneaux; Manual de historia universal. Análisis razonado de las obras de Cicerón, Séneca, Quintiliano y Horacio, y Comentarios a las Lectiones graecae, de Bardon.» (Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Barcelona 1911, tomo 10, página 1340.)

«Camus (Alfredo Adolfo). Profesor. Fue catedrático de Literatura clásica, griega y latina de la Universidad de Madrid en la segunda mitad del siglo XIX, distinguido escritor y gran humorista. Dejó algunos libros y varios discursos.» (Enrique Esperabé de Arteaga, Diccionario enciclopédico ilustrado y crítico de los hombres de España, Madrid 1956, pág. 92.)

«Camus y Carder (Alfredo Adolfo). Hijo de un revolucionario de la Convención francesa, nació en Baena (Córdoba) en 1797. En 1834 era profesor de francés en el colegio de la Asunción de Córdoba y a partir de 1846 fue catedrático de literatura griega y latina en la Universidad de Madrid, desarrollando hasta poco antes de su muerte una fecundísima labor docente, tanto por la originalidad de sus métodos pedagógicos, como por su extraordinaria erudición y de la que se beneficiaron hombres como Castelar, Cánovas, Menéndez y Pelayo, Canalejas, &c. Entre sus numerosas obras, muchas de las cuales quedaron inéditas, merecen recordarse en este lugar sus análisis de Séneca, Cicerón, Quintiliano y Horacio. Falleció en Leganés (Madrid), en 1889. Obras: 1535. Preceptistas latinos... Ciceron: De Oratore, De Clasis Oratoribus; Quintilianum: Institutione; Tacito; De causis corruptae eloquentiae; Seneca: Declamationes; Horacio: De arte poetica. Madrid, Rivadeneyra, 1845, XIV+369 р. 1536. Compendio elemental de historia universal. Madrid, 1842-1843. 2 vols. 1537. Curso elemental de retórica y poética. Madrid, 1846-47. Ídem, Madrid, 1854. Ídem, Madrid, 1865. 1538. Programa de literatura clásica griega y latina, Madrid, Impr. Escuelas Pías, 1861, 30 р. Estudios: Esperabé de Arteaga, E.: Diccionario..., Vol. I, s.v.» (Gonzalo Díaz Díaz, Hombres y documentos de la filosofía española, CSIC, Madrid 1983, tomo II, pág. 92.)

La enciclopedia Espasa, poco fiable en general para las fechas, decidió en 1911 envejecer veinte años al entonces ya difunto Alfredo Camus (catalanizando de paso su segundo apellido), introduciendo una especie –que adoptan no solo quienes liban con fruición, como Gonzalo Díaz, quien añade cita a Esperabé como estudioso del autor, lo que obliga a copiar las tres líneas firmadas por quien fuera rector de Salamanca, para mayor escarnio– que se sigue propagando más de un siglo después. Así Vulgopedia, desde 2011 hasta hoy mismo (2025) sigue propalando que Alfredo Camus nació en 1797…, a pesar de que Francisco García Jurado, catedrático de filología latina en la Universidad Complutense, tiene dedicados más de una docena de trabajos académicos a Camús, en los que desde 2012, al menos, ya deshace el error en el que también había incurrido en 2002, en su libro Alfredo Adolfo Camús (1797-1889), humanismo en el Madrid del siglo XIX (Biblioteca del Humanismo, Ediciones Clásicas, Madrid 2002, 96 páginas).

En 1840 el joven Alfredo Adolfo Camus se va dando a conocer como traductor del francés de obras de actualidad en el país vecino, en ediciones por suscripción que se imprimen en Córdoba y por Madrid difunden la viuda de Razola e Ignacio Boix:

1840 «Viaje a Oriente, por Mr. de Lamartine; traducido al castellano por D. Alfredo A. Camus. Prospecto. El nombre de Mr. de Lamartine es sobradamente conocido en el mundo literario para que nos ocupemos en encomiar el mérito de su obra. El autor del Viaje a Oriente es en Francia una notabilidad literaria, un poeta célebre, un genio de primer orden. Notase en todas sus obras ese gustó pintoresco, oriental, bíblico, que se comunica a nuestro corazón con la dulce melancolía de su estilo, al par que sencillo, fluido y elegante; encuentra uno en sus pensamientos ése sabor religioso, que solo puede inspirar la lectura y meditación de los libros santos, esa dulzura inefable, que solo puede gustar un corazón puro y virtuoso, una alma tierna y simpática. Como este viaje no es tan solo un itinerario, sino también un poema, hallase en él al lado de una descripción topográfica un cuadro de la naturaleza, un pensamiento poético o una alusión histórica; vemos al viajero, al anticuario, al filósofo, y sobre todo al poeta cristiano en un solo individuo admirar, describir las ruinas de los antiguos monumentos, recordar la historia de los pueblos que los construyeron y que ya no existen, comprobar y venerar los vestigios, que cual testimonios permanentes de su veracidad, nos quedan de los personajes sagrados de que nos hablan el Génesis y el Evangelio. Esta obra constará de un tomo en 8.º de unas 350 páginas de buen papel e impresión, e irá adornado con el retrato del autor. Sale por suscripción al precio de 10 rs. vn. en Córdoba, y 11 en lo restante de España, cuyo importe no se cobrará hasta la entrega de la obra; fuera de suscripción se venderá a 12 rs. en Córdoba, y 14 en los demás puntos. Se suscribe en esta corte en las librerías de la viuda de Razola y ni la de Boix; en Córdoba en las de Noguer y Manté, y en las principales librerías del reino.» (Gaceta de Madrid, 7 de junio de 1840, pág. 4.)

«Nuevo manual de Geografía universal, que comprende las nociones mas genérales e importantes sobre la población, Gobiernos, religiones, recursos locales e industriales de los diferentes pueblos del globo; precedido de un tratado de cosmografía y elementos del sistema planetario. Obra publicada en Francia bajo los auspicios de los ministerios de lo Interior y Trabajos públicos, por Hemann. Traducida del francés y anotada por D. Alfredo A. Camus. […] El traductor por su parte ha procurado presentarlo al público español con la más escrupulosa exactitud, anotando sin embargo aquello que le ha parecido demasiadamente conciso, ampliando y corrigiendo además el artículo de España, muy reducido en el texto para aquellos que hayan de concurrir a los Liceos e institutos de segunda enseñanza: al efecto ha tenido a la vista los Elementos de geografía de España y Portugal, de Antillon; la nueva estadística de España, por Moreau de Jonnés, y la división territorial de la Península e Islas adyacentes según el Real decreto de 30 de Noviembre de 1833. Esta obra constará de un tomo en 8.º abultado de buen papel e impresión. Su precio 12 rs. vn. en Córdoba, y 14 en las provincias, que satisfarán al acto de recibirla. Puntos de suscripción. Madrid, librería de la Viuda de Razola y Boix; Córdoba, en la librería de Noguér y Manté, y en las principales del reino.» (Gaceta de Madrid, 25 de septiembre de 1840, pág. 4.)

La relación de Camus con el editor madrileño Ignacio Boix se fortalece cuando éste lanza la Biblioteca de Educación (1842-1845): una vez incorporado su nombre a la relación de colaboradores de esa biblioteca, figura ya en todas las relaciones sucesivas. Ahí publica un Compendio elemental de historia universal (2 tomos, 1842) y un Manual de filosofía racional (1845, junto con Andrés Gonzalo Peralvo). Por estos años su apellido no gastaba tilde (que luego se irá incorporando de tanto en tanto).

Boix también le implica en su inacabada –sólo llegó hasta la entrada “Armenia”– Enciclopedia española del siglo diez y nueve (1842-1847), publicada por entregas (en unidades de “medios tomos”). Camus no figura en las relaciones de colaboradores, pero firma dos de las noventa entradas suscritas por autor a lo largo de los 12 tomos publicados: “Aereometría” y “Aereostática” (páginas 97 a 114 del tomo sexto, 1843).

Baldomero Espartero, Regente del reino en nombre y durante la menor edad de S. M. la Reina Doña Isabel II, crea en Madrid una “Facultad completa de filosofía” el 8 de junio de 1843 (Gaceta de Madrid, 9 de junio de 1843): ante síntomas de anacrónico gremialismo académico retrospectivo léase la exposición del ministro Pedro Gómez de la Serna y adviértanse los estudios contemplados por esa Facultad de Filosofía, y sus cátedras del museo de ciencias naturales, del observatorio meteorológico, &c. Seis días después el Duque de la Victoria nombra once catedráticos para esa facultad, seis en propiedad y cinco interinos (entre ellos Julián Sanz del Río, pero no Alfredo Adolfo Camus)… El 30 de julio de ese mismo año de 1843, el ya ex-Regente y sus íntimos embarcan en el Puerto de Santa María, en buque británico, por supuesto, rumbo al cómodo exilio londinense; de manera que, el 3 de septiembre, el nuevo gobierno provisional anula cuanto se refiere a tal facultad de filosofía.

Y precisamente sólo dos meses después, día primero de noviembre de 1843, Alfredo Adolfo Camus, que aún no es doctor pero sí aparece revestido como “Catedrático de Literatura”, asume la obligación honrosa “pero desproporcionada a las fuerzas de un profesor novel”, de pronunciar el discurso inaugural para la solemne apertura del curso de 1843 a 1844 en la Universidad Literaria de Madrid, discurso al que ni siquiera pone título, aunque nosotros lo publicamos aquí bajo el rótulo con el que inicia Camus uno de sus párrafos: “Poderoso auxilio para los gobiernos han sido con frecuencia las universidades”.

Tras el lanzamiento universitario de Camus en noviembre de 1843, por la puerta grande y en delicado trance político ideológico, se advierte su presencia entre las cohortes que habrían auspiciado tal protagonismo. Así la Academia de Ciencias Eclesiásticas, que entre 1841 y 1843 permanece casi paralizada, le incorpora en 1844 a su Junta de Gobierno o Directiva, en calidad de Bibliotecario (en una junta de la que ha desparecido, respecto de la anterior, su coetáneo Manuel Ruiz de Quevedo, por ejemplo).

«Hemos visto el primer número de las Crónicas de la academia española de Ciencias eclesiásticas, periódico utilísimo, donde se hace una reseña fiel y exacta de las luminosas discusiones que tienen lugar en esta ilustrada corporación. Las importantes cuestiones que en la academia se dilucidan, y particularmente la muy interesante que está avocada sobre cuáles serán las bases que podrán designarse para la celebración de un concordato que termine pacífica y amistosamente las diferencias que existen entre nuestro Gobierno y la Santa Sede apostólica, hacen subir el interés de esta publicación, que no dudamos llenará cumplidamente los deseos de la academia y de los amantes de las ciencias; porque entre los señores que componen la comisión de redacción vemos con placer que figura nuestro amigo D. Alfredo Adolfo de Camus, tan práctico e inteligente en esta clase de trabajos.» (Gaceta de Madrid, sábado 23 marzo 1844, nº 3478, página 4.)

El cronista de la Gaceta se alegra el 23 de marzo de 1844 de la presencia de “nuestro amigo D. Alfredo Adolfo de Camus” en la comisión de redacción del primer número de las Crónicas de la academia española de Ciencias eclesiásticas. Efímera presencia, pues solo tres semanas después anuncia El Católico la orden de cierre de la Academia de Ciencias Eclesiásticas… Inmarcesible, el cronista amigo de Gaceta de Madrid airea en junio rumor referido al “ilustrado joven D. Alfredo Adolfo Camus”: que está concluyendo un Manual clásico de literatura griega

«Sabemos que el ilustrado joven D. Alfredo Adolfo Camus, profesor de la universidad literaria de esta corte, está próximo a concluir un nuevo e importante trabajo destinado a la enseñanza de la juventud, a cuyos adelantos y desarrollo intelectual dedica hace tiempo sus cuidados. Este trabajo, digno del mayor encarecimiento por su utilidad, es un Manual clásico de literatura griega, que ya hubiera visto acaso la luz pública si no le arredrase justamente a su autor la consideración de que, no obstante su importancia y hasta su necesidad, carece el referido Manual por el momento de objeto, por no ser obligatorio el estudio del griego en ninguna de las carreras ni establecimientos públicos. Es muy de sentir por cierto que en la patria de Arias Montano, de Simón Abril, de Sánchez de las Brozas, de Correas y de tantos otros, honra y prez de la España erudita, que ilustraron con sus obras, haya venido a caer en tan lamentable y completo abandono el estudio de las lenguas sabias, entre las cuales casi ocupa el griego el primer lugar. En nuestra instrucción secundaria no entra para nada el estudio de este precioso idioma, cuyo conocimiento y propagación nos haría descubrir y apreciar ricos e inestimables tesoros de literatura, cuya existencia nos es casi ignorada. Tampoco se exige para la prosecución de ninguna carrera, cuando algunas, y en especial la de la medicina, tiene que recurrir a cada paso a esa fuente, donde se encuentran los mejores autores y los mejores libros. Por eso en Inglaterra, en Francia, y particularmente en esa sabia Alemania, maestra universal en punto a estudios, el griego, el latín y la lengua nacional son requisitos indispensables para dar principio a todas las carreras, pues se consideran con razón como la base de todos los demás conocimientos.

Por fortuna nuestra ya no debe hacerse esperar mucho la reforma de la enseñanza secundaria. Un eminente literato, cuyo distinguido talento honra no poco a su país, ha redactado un proyecto sobre este asunto, con presencia de las consultas que han remitido las universidades y demás corporaciones científicas de la monarquía. Del examen de este proyecto se ocupa con celoso afán el consejo de Instrucción pública, y la reconocida ilustración y profundos conocimientos de los ilustres personajes que le componen nos hacen abrigar la esperanza consoladora de ver restablecido con gloria el estudio de las lenguas sabias, a las cuales tanto debe la civilización moderna, hija del renacimiento, y que con aceptación universal cultivaran nuestra España en aquellos felices días en que las famosas universidades de Alcalá y Salamanca se envanecían con razón de sus célebres colegios trilingües. La Europa moderna monopoliza hoy el trabajo de nuestros mayores: concurramos pues los que más derecho y mayores títulos tenemos a utilizarnos con gloria del nombre español de trabajos que podemos considerar como nuestros.

Por tanto, al paso que reconocemos los obstáculos que se oponen en el día a la publicación del Manual de literatura griega, no podemos menos de estimular al Sr. Camus a la conclusión y perfección de una obra, que sobre la gloria literaria que podrá conquistarle, está quizá destinada, mientras no aparezcan trabajos de mayor importancia, a resucitar entre nuestra juventud estudiosa la saludable afición al estudio de los grandes modelos de la antigüedad, afición que ha estado por mucho tiempo muerta con mengua de nuestro renombre literario y notable perjuicio de las ciencias y las letras.» (Gaceta de Madrid, viernes 7 de junio de 1844, nº 3554, página 3.)

Dos semanas después, en El Heraldo, otro gacetillero, si no el mismo, reivindica para jalear a Camus a otra veterana academia madrileña, también renqueante, la Greco-latina matritense…

«Hace algunos días que la Gaceta se ocupó de un trabajo elemental sobre literatura griega que está concluyendo el profesor de la universidad de esta corte D. Alfredo Adolfo Camús. Nos consta, en efecto, que este joven hace tiempo se consagra a este trabajo, que si llega a perfeccionar, cual es de esperar de su laboriosidad y constancia, no puede menos de ser utilísimo para la juventud estudiosa, en quien despertará la afición de los buenos modelos de la antigüedad griega, que aun al cabo de tantos siglos es nuestra maestra en bellas artes y bellas letras.

El trabajo del Sr. Camús, aunque elemental, puede ser de tal importancia, que merezca la atención del consejo de instrucción pública, y entonces las dificultades insuperables que su autor encuentra hoy para su publicación, pudieran allanarse en beneficio no tanto del Sr. Camús como de la juventud de nuestras universidades. Por otra parte, habiendo en España una academia nacional que tiene por objeto el estudio del latín y del griego, pudiera encomendarse a este cuerpo literario su examen, al cual no dudamos se sometería su modesto autor, quien es además miembro de dicha corporación.

En este caso sería justo que el gobierno facilitase en su imprenta, la única tal vez que tenga fundiciones suficientes para la edición de una obra de esta clase, la impresión del Manual clásico de literatura griega del Sr. Camús.» (El Heraldo, Madrid, miércoles 19 de junio de 1844, nº 619, página. 3.)

De cualquier modo, esa presencia mediática favorece que Camús se mantenga el curso 1844-1845 como profesor de la Universidad Literaria de Madrid: tiene a su cargo 90 alumnos en tercer curso de la Facultad de Filosofía –véase su “Programa de Literatura correspondiente al tercer año de Filosofía para el curso 1844-1845”– y cuatro alumnos en séptimo curso de la Facultad de Teología: véase su “Programa de oratoria sagrada.

No logra ser reconocido como catedrático de universidad en la pidaliana holización de ese gremio, la que se plasma en el primer escalafón de 1846 –“Los 222 catedráticos de la universidad española en 1846”–, aunque con el tiempo le será reconocida antigüedad retrospectiva de 14 de marzo de 1846 (que no de noviembre de 1843, en que ya había pronunciado, como catedrático, solemne discurso inaugural ante el Claustro de la universidad madrileña). Su nombre aparece, ocupando el último puesto, en el escalafón de 1849, como catedrático de “Literatura y composición latinas” en la Facultad de Filosofía de Madrid (“Alfredo Camus”: de entrada, número 290 de 290 en el Escalafón 1 enero 1849); de “Literatura Latina” (“Alfredo Adolfo Camus”: de ascenso, número 218 de 273 en el Escalafón 1 marzo 1855); y luego en la recien creada Facultad de Filosofía y Letras (de término: número 186 de 275 en el Escalafón 1 junio 1858; 182 de 269 en el Escalafón 1 agosto 1859; 99 de 271 en el Escalafón 1 octubre 1860; 82 de 269 en el Escalafón 1 diciembre 1862; 75 de 285 en el Escalafón 1 octubre 1863; 69 de 287 en el Escalafón 1 octubre 1864; 12 de 360 en el Escalafón 1 enero 1882; 11 de 366 en el Escalafón 1 enero 1883; 10 de 374 en el Escalafón 1 enero 1884, &c.).

Figura entre los colaboradores de Revista ibérica de ciencias, política, literatura, artes e instrucción pública, tomos VI y VII (1863).

Entre 1874 y 1887 su nombre adorna la relación de colaboradores de todas las entregas (números 1 a 212) de La Raza Latina, periódico internacional, afrancesado órgano que “se publica en Madrid dos veces al mes, en francés, italiano, portugués y español”, como “revista católica” que busca combatir al “Imperio Teutónico” que pretende “la supremacía de la raza germánica”, para defender la “Europa latina” y los intereses de la “raza latina” frente a la “ambición de la raza germana”.

Tiene su interés recordar el ardor que recibe de su colega Justo Álvarez Amandi, carlista “absolutista cerrado e intransigente”:

1881 «Una reforma necesaria en Instrucción Pública. El 13 del actual Enero, el claustro reunido de la Universidad e Instituto de Oviedo obsequiaba con un refresco al Dr. D. Alfredo A. Camús, que se hallaba en la capital de Asturias, de vuelta de Gijon, a donde le llevaron asuntos del servicio. Puestos ya a la mesa, rodó la conversación sobre materias de enseñanza, y el señor Camús dolíase amargamente de que, después de 1868, la de la lengua latina estuviera limitada en nuestros establecimientos de instrucción a dos cursos de sola una lección diaria; mientras que en Francia, v. gr., se invertían ocho años en igual estudio. Llegado el instante de los brindis, nuestro colaborador D. Justo Álvarez Amandi, catedrático de Literatura latina, y que enseñando igual asignatura que el señor Camús, siente como éste, y más ellos que otros profesores de letras, el gran vacío que en la preparación intelectual de los jóvenes hace notar la ignorancia casi absoluta de lengua latina, con que pasan a facultad; el Sr. Álvarez Amandi; repetimos, leyó ante aquel selecto concurso, por vía de felicitación a su ilustre compañero, una carta, que precisamente tenía por objeto lamentarse de lo mismo que el dicho profesor de la Central con pena tanta lamentaba. La carta estaba escrita en latín: su fondo y su forma agradaron sobremanera al Sr. Camús; y nosotros, por haber sido leida en el seno de la Universidad asturiana, y por otras razones que fácilmente se adivinarán, damos con gusto a luz su traducción al castellano. Dice así:
Justo Álvarez Amandi al muy ilustre y sabio varón Alfredo Adolfo Camús, su compañero en la enseñanza de la juventud, saluda cordialmente.
A tí, que has llegado a la región de los Astures y te hallas aquí con nosotros a la mesa, yo, el menor de los maestros de esta alma Escuela ovetense, quiero saludarte, y vivamente deseo hablar contigo algunas palabras. Ante todo, deseóte felicidades en este día, y ruego a Minerva que te conserve sano y salvo en su reino y dominios por largos años. Después ¿qué he de decirte?… Hablaré de aquella nuestra lengua latina, a la cual nosotros amamos más que a nuestros ojos, y que ¡ay! actualmente en las aulas públicas de España pasa su existencia como una viuda a todas horas angustiada por la tristeza. Así lo dispusieron los hados. Tú bien sabes que nuestros alumnos hasta los rudimentos de la lengua latina ignoran casi por completo. ¿Y es posible que a esta generación le enseñemos nosotros la ciencia de las letras? Jamas. Lo que en erial se siembra no puede producir, ni ciento, ni uno. Ea, pues, doctor sapientísimo. Tú, consejero y defensor de la Instrucción pública; tú, custodio y amante de la pureza del habla latina, y mantenedor de ella entre nosotros, alza ante las autoridades de este reino la voz de la sabiduría y de la experiencia: clama sin cesar, para que la lengua latina logre en las leyes el apoyo de que hoy casi totalmente carece. En el pueblo de los Galos (vulgo Francia), la juventud consagra al estudio de la latinidad ocho años, durante los cuales aprenden los preceptos de toda la gramática, sin omitir las reglas más insignificantes, y trabajan sin cesar en traducciones a la vulgar lengua. ¿Por qué, siendo como somos imitadores de esa Nación en tantas cosas, en ésta, tan excelente, no hemos de caminar tras sus huellas? Trabaja, carísimo compañero, si tus consejos, como pienso, son escuchados, hasta conseguir que la instrucción latina se levante de la postración suma en que yace, y luzcan con luz nueva en nuestra Hesperia aquellos estudios que, según atestigua Marco Tulio, “alimentan a la juventud, recrean a la vejez, son adorno de los sucesos prósperos, sirven de refugio y solaz en las adversidades, nos deleitan en casa, no son estorbo fuera, pernoctan con nosotros, y con nosotros viajan y van de campo.” No suceda, quizás, que las naciones se alcen contra nosotros, y lo calamitoso de nuestros tiempos las haga atreverse a menospreciar o a silbar España, que en algún día dio al mundo par que los admirase los nombres de Elio, Antonio Nebrija, Luis Vives, Francisco Sánchez de las Brozas, Hernando Nuñez, el Pinciano, y otros que llegaron a ser ornamento inmortal de su patria. Estos deseos y súplicas hago llegar a ti en la ciudad de Oviedo, donde afortunadamente hay aún quien cultive con amor la lengua de Catón y de Ennio. Aquí, en nuestra Universidad José Campillo, Manuel Rodríguez Losada, Ulpiano Gómez Calderón, y otros, son profesores distinguidísimos en las letras latinas. Fuera de este respetabilísimo centro de enseñanza, no faltan quienes, como los canónigos lectoral, magistral y penitenciario de la santa catedral basílica, como así bien el párroco de San Tirso, y muchos más, están llenos de ciencia gramatical, y entienden los más selectos autores del Lacio y pueden traducirlos al español y exponerlos magistralmente. Tú, muy querido mio, no eches en olvido mis deseos. Porque, una vez realizados, nuestros jóvenes, nutridos con el alimento de la enseñanza gramatical, podrán con oportunidad y fruto saborear las gracias de Platón, la dulzura de Virgilio, y la láctea abundancia de Tito Livio. Hágalo Dios, y a ti dígnese preservarte incólume de toda aflicción de cuerpo y de espíritu. Vale. En Oviedo a 13 de Enero de 1881. J. A. A.”» (La ilustración gallega y asturiana, 28 enero 1881, tomo III, nº 3, pág. 8.)

«† El Excmo. e Ilmo. Señor Don Alfredo Adolfo Camús y Cardero, Catedrático de la facultad de filosofía y letras de la Universidad central, gran cruz de Isabel la Católica, secretario honorario de S. M., &c., &c., ha fallecido el 19 de febrero, a las cuatro de la tarde, en su casa de Leganés. El Excmo. Sr. Rector y claustro de profesores de la Universidad central; su desconsolada hija doña Justa Camús y Aguado, sus sobrinos y demás parientes, suplican a sus amigos le encomienden a Dios y asistir al funeral que se ha de celebrar el sábado 23 del corriente a las diez de la mañana, en la iglesia parroquial de dicha villa, en lo que recibirán especial favor. No se reparten esquelas.» (La Correspondencia de España, Madrid, 21 de febrero de 1889, pág 4.)


Sobre Alfredo Adolfo Camús en Filosofía en español

1889 “Camús” (en José Verdes Montenegro y Páramo, Nuestros hombres de ciencia, Madrid 1889, páginas 107-114.)


Textos de Alfredo Adolfo Camús en Filosofía en español

1843 “Aereostática”, Enciclopedia española del siglo diez y nueve, Boix Editor, Madrid 1843, tomo 6, páginas 104-114.

1843 “Poderoso auxilio para los gobiernos han sido con frecuencia las universidades”, Discurso inaugural pronunciado para la solemne apertura del curso de 1843 a 1844 en la Universidad literaria de esta Corte, el día 1.º de noviembre del presente año de 1843, Aguado, Impresor de la Universidad, Madrid 1843, 16 páginas.

1844 “Programa de Literatura correspondiente al tercer año de Filosofía para el curso de 1844-1845.” (en Oración inaugural pronunciada en la solemne apertura de la Universidad Literaria de Madrid, el día 1.º de Noviembre de 1844, páginas 56-60.)

Programa de oratoria sagrada. Curso de 1844-1845.” (en Oración inaugural pronunciada en la solemne apertura de la Universidad Literaria de Madrid, el día 1.º de Noviembre de 1844, páginas 119-120.)

gbs