Filosofía en español 
Filosofía en español

Aspasia de Mileto  fl. 450 a.n.e.

“Célebre cortesana griega”, amante de Pericles, “que uniendo al culto de Venus el de las Musas, se ilustró en las letras y la filosofía”, aunque “mantuviese en su Casa Rameras”, y a quien el gobierno socialpodemita de España ha introducido en 2022 entre los “saberes básicos” con los que adornar las “competencias” (“CPSAA4”, “CC3”, &c.) de los jóvenes bachilleres: “– Filosofía y ciudadanía en la Ilustración griega: los sofistas y Sócrates. Aspasia de Mileto y el papel de la mujer en la cultura y la filosofía griega” (Real Decreto 243/2022, de 5 de abril, que establece las enseñanzas mínimas del Bachillerato en “Historia de la Filosofía”).

Fragmento de Platón, Menéxeno o la oración fúnebre (≈ 387 a.n.e.)
(Versión de Patricio de Azcárate, Obras completas de Platón, Madrid 1871, tomo 2, páginas 149-177.)


Menexenes.

¿Te creerías capaz de dirigir tú mismo la palabra si fuere preciso, y sí el Senado te hubiere escogido para ello?

Sócrates.

Me sorprende, mi querido Menexenes, que me digas si soy capaz, cuando he aprendido la retórica bajo la dirección de una de las profesoras más hábiles, que ha formado un gran número de oradores excelentes, sobre todo uno que no tiene rival entre los griegos, que es Pericles, hijo de Jantipo.

Menexenes.

¿Quién es? Aunque sin dudar, será Aspasia{1} la que quieres decir.

Sócrates.

En efecto; y también Connos, hijo de Metrobo. He aquí mis dos maestros, este en la música y Aspasia en la retórica. No es una cosa extraordinaria que un hombre formado de esta manera sobresalga en el arte de la palabra. Pero cualquiera otro, que no hubiera recibido tan buena enseñanza como yo, aun cuando hubiera tenido por maestros a Lampro para la música, y a Antifon de Ramnusa{2}, sería perfectamente capaz, alabando a los atenienses delante de los atenienses, de merecer su aprobación.

Menexenes.

Y si tuvieras que hablar ¿qué dirías?

Sócrates.

De mi propio caudal quizá nada. Pero Aspasia, sin ir más lejos, pronunció ayer delante de mí un elogio fúnebre de estos mismos guerreros. Sabía lo que acabas de anunciarme: que los atenienses debían elegir un orador, y entonces para darnos un ejemplo de lo que debería decirse, tan pronto improvisaba, tan pronto recitaba de memoria pasajes que acomodaba al objeto, tomándolos del elogio fúnebre que pronunció Pericles, y cuya producción tengo por suya.

Menexenes.

¿Y podrías recordar las palabras de Aspasia?

Sócrates.

Pobre de mí, si no las recordara. Las aprendí de ella misma, y poco faltó para que me pegara por mi falta de memoria.

Menexenes.

¿Quién te impide repetírnosla?

Sócrates.

El temor de ofender a la profesora, si supiese que yo había recitado su discurso en público.

Menexenes.

No hay ningún peligro, Sócrates; habla y me harás un gran favor, sea el discurso de Aspasia o de cualquiera otro. Habla, pues; te lo suplico.

Sócrates.

Pero quizá vas a burlarte de mí, viéndome, viejo como soy, entregarme a ejercicios propios de un joven.

Menexenes.

De ninguna manera, Sócrates. Habla sin temor.

Sócrates.

Pues bien, es preciso darte gusto. […]

[…] He aquí, Menexenes, la oración fúnebre de Aspasia de Mileto.

Menexenes.

¡Por Júpiter!, Sócrates, bien afortunada es tu Aspasia, si en su calidad de mujer es capaz de componer discursos semejantes.

Sócrates.

¿No me crees? No tienes más que seguirme y la oirás hablar a ella misma.

Menexenes.

Más de una vez he encontrado a Aspasia y sé de lo que es capaz.

Sócrates.

¡Y bien! ¿es que no la admiras ni te muestras agradecido a ella por este discurso?

Menexenes.

Estoy infinitamente agradecido, Sócrates, por este discurso a aquella o a aquel, sea el que sea, que te lo ha referido; pero estoy aún más agradecido al que acaba de pronunciarle.

Sócrates.

Muy bien. Pero supongo que no me denunciarás, si quiero referirte otros muchos bellos discursos sobre objetos políticos, compuestos por ella.

Menexenes.

Vive tranquilo, no te denunciaré; pero no dejes de referírmelos.

Sócrates.

Cumpliré mi palabra.

{1} La más célebre entre las mujeres célebres de la Grecia; originaria de Mileto, hija de Axioco. Se la llamaba algunas veces Ἥρα, como se llamaba a Pericles Όλόμπιος; muy versada en la retórica y en la política que parece haber enseñado a Pericles y a Sócrates.

{2} Véase el elogio que de éste hace Tucídides, VIII, 68.


filosofia.net/piezas/aspasia.htm

1534 «Podría asimismo deciros de otras que han sido inventoras de tantas cosas tan provechosas a los hombres, que merecieron ser tenidas por diosas, como fue Palas y Ceres. También os podría decir de las Sibilas, por cuyas bocas Dios habló tantas veces y reveló al mundo las cosas que habían de acaecer. Asimismo de aquellas que han sido maestras de grandes hombres, como Aspasia y Diótima, la cual con sacrificios dilató diez años el tiempo de una pestilencia que había de venir sobre Atenas. Deciros hía también de Nicostrata, madre de Evandro, la cual mostró las letras a los latinos, y de otra mujer que fue maestra de Píndaro lírico. Asimismo os diría de Corina y de Safo, que fueron ecelentísimas en poesía; pero no quiero traer las cosas de tan lexos.» (Juan Boscán [1490-1542], Traducción de El cortesano de Baltasar de Castiglione [1478-1529], apud CORDE.)

c1539 «Vengo a las mias de las quales os dare mas larga cuenta como naturales de mi greçia. Pithagoras el philosopho tuuo vna hermana la qual se llamo Theclea: la qual por muchos años leyo la philosophia en athenas: y se glorificaua su hermano hauer sido su discipulo. A esta suçedieron otras sabias dueñas Aspasia y Diotina y Targelia: las quales suçedieron por preçeptoras de los discipulos de Theoclea. El diuino Platon tuuo entre sus diçipulos dos mugeres Laschiena mantiena, y la otra se llamaua Axiothea phialasia: fueron dos mugeres griegas doctissimas: y entre los diçipulos de Platon muy nombradas.» (Cristóbal de Villalón [≈1510-≈1558], El Scholástico, apud CORDE.)

c1550 «Y dice Justino una cosa donosa, aunque poco honesta: que había costumbre entre los de Cipro que las doncellas, ciertos días antes que se velasen, iban a la ribera del mar y ganaban con sus cuerpos públicamente los dotes que habían prometido. Y entre los babilonios había otra peor, según Herodoto: que cuando los padres venían en pobreza, ponían sus hijas a ganar para sustentarse. Aquella Aspasia, que llamaron socratica meretrix dicen que hinchó toda Grecia de mujeres enamoradas; y por su causa y dellas, comenzó Pericles la guerra peloponisiaca, porque las habían robado los megarenses.» (Juan de Arce de Otárola [1515-1562], Coloquios de Palatino y Pinciano, apud CORDE.)

grabado

1561 «ASPASIA hija de Axiocho Milesio, fue enamorada de Pericles, la cual amó en tanta manera que cuando salía de casa, y cuando entraba la solía siempre besar. Dícese que fue mujer de muy gran nombre y gloria, y las cosas que se hicieron en la guerra contra los Samios, dicen haber sido hechas por Pericles a causa de los Milesios, por ruego de Aspasia. Y el Pericles por amores de esta dio su mujer a otro, porque vivían ambos juntos muy mal, y entonces casó se con Aspasia. Plu. en la vida de Pericles. PERICLES Capitán de los Atenienses fue enviado con Sófocles Poeta trágico contra los Lacedemonios, los cuales les destruyeron las tierras con diversos campos, y acrecentaron el imperio de los Atenienses con muchas ciudades…» (Primera parte del Promptuario de las Medallas de todos los más insignes varones que ha habido desde el principio del mundo, con sus vidas contadas brevemente, y traducido ahora nuevamente por Juan Martín Cordero, en Lion 1561, en casa de Guillermo Rouillio [1518-1589], pág. 115.)

1580 «(Laert. en la vida de Platón.) Fueron Diotima y Aspasia tan admirables en el estudio de la Filosofía, que holgaba Sócrates y se preciaba de llamar maestra a Diotima, y de oír las lecciones de Aspasia.» (Juan de Espinosa, Diálogo en laude de las mujeres, impreso en Milán en 1580, fol. 53v)

1588 «Quiero venir a hablar de las mujeres gentiles, para que conozcan éstos que, acerca de los filósofos del siglo, se buscaban las diferencias de los ánimos, no la de los cuerpos. Platón introduce a Aspasia disputando con los más sabios filósofos; Safo compite con Píndaro en la poesía; Temisto fué tenida en tanto como los más famosos de los sabios de Grecia; Cornelia, la madre de los Gracos, por su mucha elocuencia aprovechó mucho a que sus hijos fuesen famosos oradores.» (Fray Pedro Malón de Chaide OSA [c1530-1589], La conversión de la Magdalena, apud CORDE.)

1589 «Máximo Tirio hace a Sócrates discípulo de la famosa Aspasia Milesia en la filosofía y retórica, y en lo de la facultad amatoria de la fatídica Diótima, y en la música de Conón, y en la poesía de Eveno, y en la agricultura de Iscómaco, y en la geometría de Teodoro.» (Juan de Pineda SI [1588-1637], Diálogos familiares de la agricultura cristiana, apud CORDE.)

1594 «Atheneo dice que Pericles enojado de los Megarenses por le tener a su amiga Aspasia y después su mujer, y a otras dos ramerillas criadas de aquella, hizo aquel edicto contra los Megarenses, y así por tres rameras se destruyó la Grecia, y aún dice más Atheneo que le echaba con su nuera, y que porque rogó por Cimón que pecaba con su propia hermana Elpinice, le pagó ella consigo.» (Fray Juan de Pineda [c1520-1599], Monarquía eclesiástica, segundo volumen de la primera parte, en Barcelona M.D.XCIIII [1594], libro quinto, capítulo X, § II, fol. 20r.)

1602 «En sabiduría, María, hermana de Aarón, es alabada en las divinas letras; la reina Sabá; las Sibilas; Santa Caterina, virgen y mártir; Marcela, Fabiola y Paula, romanas; Eudocia, emperatriz, que compuso muchas historias evangélicas en verso, a imitación de Homero; Safo de Lesbia, Lírica, fue muy gran poetisa, y della tomó nombre el verso sáfico que ella inventó; Aspasia, Milesia [y] Patia, de Alejandría, grande astróloga; Pola Argentaria, que ayudó a su marido Lucano a corregir los tres primeros libros de la Farsalia; la griega Leoncia, doncella que escribió contra el filósofo Teofrasto; Proba Valeria, muchacha romana, de tan maravilloso ingenio, que de pedazos de versos de Virgilio, hizo un libro de los misterios de nuestra santa fe; y doña Isabel, mujer del rey don Alfonso el X, escribió maravillosamente en astrología; y, por [no] cansar, dejo otros el muchos ejemplos.» (Mateo Luján de Saavedra [Juan Martí, 1570-1604], Segunda parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache, apud CORDE.)

1603 «Llegado a que hayamos de especificar sus virtudes más por extenso, ya sabemos que todos los ejercicios virtuosos del mundo los inventaron las mujeres; pues la invención de escribir letras inventó Nicostrata, que por otro nombre llamaron Carmenta; Polina, la retórica, según Plinio; Milexia, los relojes; Ceres, el pan y guisados, según Solino; y Diodoro y Plinio afirman que ésta misma dio principio al haber leyes; Anachil fue la primera que se vistió paño; Aragne inventó el hilar, Safo el hacer versos, que llamó sáficos, y los de Coriña compitieron con los de Homero (según Propercio en sus libros segundo y quinto), y Teobulina, Damorfila, Valeria, Proba, Praxila, Hipatra, Aspasia, Cornelia, Musca, Fermones, Teofelia, Sisipatria y Telesila fueron grandes poetas, de las cuales escriben Lucrecio y Teofrasto, en la Vida de Apolonio, Erasmo, Quintiliano, Plutarco, en el libro De virtutibus mulierum, Celos, en el libro octavo, capítulo undécimo.» (Agustín de Rojas Villandrando [1572-1635], El viaje entretenido, apud CORDE.)

1624 «Después fuí rey, despues un elefante; / Tras esto la ramera Aspasia, y luego / Atenedoro, un fiel representante, / Y Epídices, cobarde orador griego: / Fuí Terpandro, gran músico y danzante / Que á la arpa añadió una cuerda, y ciego, / Olvidé los primores que sabía; / Camello fuí otra vez, gallo otro dia.» (Bernardo de Balbuena [1562-1627], El Bernardo, apud CORDE.)

1624 «Antiguo ejemplo seguí, no de los oradores profanos sólo, que de éstos no hallamos hoy sino una oración fúnebre de Demóstenes, y acaso la más tibia de las suyas, y ésta imitada de Cicerón en una de sus Filípicas, otra de Platón, que él atribuye a Aspasia, y ambas no de difunto determinado, sino a los manes, que ellos llamaban, y a la memoria de los que en defensa de su patria murieron en la guerra.» (Fray Hortensio Paravicino OSST [1580-1633], Oración fúnebre a Fray Simón de Rojas, apud CORDE.)

oleo
Miguel Corneille el Joven (1642-1708) · Aspasia en medio de filósofos de Grecia · óleo ≈1680 (100×200 cm) · Salón de Nobles del Palacio de Versalles.

No menciona Feijoo a la Aspasia de Pericles, sino a la Aspasia concubina de Artajerjes («Tuvo Artajerjes tres hijos legítimos, y ciento y doce bastardos. Fecundidad prodigiosa pero infeliz; porque Darío, uno de los legítimos, conspirando con cincuenta de los bastardos, quiso quitar la vida a su padre. El motivo (tan torpe como el intento) fue no haber querido alargar a su concupiscencia a su concubina Aspasia», Teatro crítico universal, tomo segundo, discurso séptimo, 1728) en su madurez concubina de Ciro («No he leído sino de dos mujeres que conservasen la hermosura hasta los setenta años: Diana de Poitiers, Duquesa de Valentinois, en tiempo de Enrico Segundo de Francia; y en la antigüedad Aspasia de Mileto, concubina de Ciro, Rey de Persia», Teatro…, tomo tercero, discurso undécimo, 1729).

1753 «Aspasia de Mileto, en Jonia, era hija de Axiocho, y la hicieron célebre en Atenas sus talentos y belleza. Aunque se entregase mucho a los placeres, y mantuviese en su Casa Rameras, se había hecho tan hábil en la elocuencia, y aún más en la política, que el mismo Sócrates iba a tomar lecciones de ella a su casa misma. Amóla con extremo el célebre Pericles, el cual después de haber tenido con ella un comercio ilegítimo dejó a su mujer por casarse con ella: empero corrió ella riesgo de la vida en una acusación que Hermipo intentó contra ella, por delito de impiedad, y por haber sobornado mujeres para el uso de Pericles, cuyas solicitaciones y lágrimas la eximieron de el tal peligro. Esta mañosa mujer que gobernaba el Estado con los consejos que daba a su marido, hizo declarasen la guerra los Atenienses a los habitadores de Samos a favor de los de Mileto. Dícese también, que su odio contra los Megarenses, que habían robado dos Doncellas de su comitiva, fue el exordio de la guerra de Megara, de donde nació la del Peloponeso. Murió Pericles el año 3 de esta guerra, el primero de la LXXXVIII Olimpiada, el 428 antes de J. C. Aspasia, que de él no había tenido hijos, se entregó entonces a un hombre de bajo nacimiento, y le exaltó con su crédito y mañas a los principales empleos de la República. Su nombre era tan célebre en toda Asia, que Ciro, hermano de Artajerjes Mnemon, le impuso a su concubina, de la cual hablamos luego. * Plutarco in Pericle. Atheneo l. 5, y 13. Aristófanes, in Acharn.» (Luis Moreri, El gran diccionario histórico, París & León de Francia 1753, tomo 1, págs. 776-777.)

1781 «Si en el concurso viereis algunas Damas atentas a lo que decís, lo que no es del todo imposible, como no haya por allí algún papagayo con quien hablar, algún perrito a quien besar, algún mico con quien jugar, o algún Petimetre con quien charlar, ablandad vuestra erudición, dulcificad vuestro estilo, modulad vuestra voz, componed vuestro semblante, y dejaos caer con gracia sobre las Filósofas, que ha habido en otras edades; decid que las hubo de todas sectas; y dejando pendiente el discurso, idos a casa, y sin dormir aquella noche (a menos que se os acabe el velón, en cuyo caso será preciso que esperéis hasta que amanezca, y sería chasco, si fuese por Enero) tomad la Obra citada, y en la pág. 189, del Tomo tercero veréis las mujeres Filósofas con su nombre, patria, y sistema, con la distinción entre las que filosofaron, según alguna determinada escuela, o las que se anduvieron filosofando, como quisieron, para las cuales tenemos en este siglo excelentes maridos. Tened muy presente la siguiente lista: Hipo. Aristotelea. Cleobullina. Aspasia. Clea. Diotima. Beronisa. Pámfila. Eurídice. Julia. Domina. Myro. Sosipatra. Antusa. Agonize. Eudocia. Elocia. Novela. Anacomena. Eudocia. Y otras que allí veréis, y yo no me quiero detener en trasladar. Notad que entre las Filósofas la secta mayor fue la de las Pitagóricas, porque sin duda (diréis con gracejo, haciéndoos aire con algún abanico, si es verano, y calentándoos la espalda a la chimenea, si es invierno, o dando cuerda a vuestro reloj, que habréis puesto con el de alguna Dama de la concurrencia, o componiéndoos algún bucle, que se os habrá desordenado, o mirando las luces de los brillantes de alguna piocha, o tomando un polvo con pausa y profundidad en la caja de alguna Señora, o mirándoos a un espejo en postura de empezar el amable) sin duda diréis, haciendo alguna cosa de estas, o todas juntas, porque el sistema de Pitágoras trae la metempsicosis, transmigración, o vaya en castellano una vez, sin que sirva de ejemplar para en adelante, el paso de un alma por varios cuerpos, y esta mudanza debe ser favorita del bello sexo.» (José Vázquez [José Cadalso Vázquez, 1741-1782], Los eruditos a la violeta, o Curso completo de todas las ciencias [1772], Madrid 1781, págs. 30-32.)

1786 «Real Sociedad Económica Matritense de los Amigos del País. Celebró la antigüedad más de setenta mujeres tan instruidas en la Filosofía, que no se desdeñaron muchos Filósofos de recibir sus lecciones. Entre éstas sobresalieron la mujer e hija de Pitágoras, de cuya escuela hubo muchas; Arete enseñó a Aristippo y Diotima, y Aspasia a Sócrates, aquel Filósofo que trajo a los Griegos como si viniera del Cielo, la ciencia de las costumbres. No hay nación culta que no pueda presentar un crecido número de mujeres estudiosas y aplicadas, lo que fácilmente podrá ver cualquiera en el Diccionario de las Mujeres Ilustres, o en los Elogios de Mr. Tomás; y de nuestras Literatas Españolas en el Memorial Literario del mes de Junio de 1785, pág. 147.» (Memorial Literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, Imprenta Real, Madrid, abril de 1786, número XXVIII, págs. 472-473.)

1790 «Literatura y comercio. París. Viaje del Joven Anacharsis en la Grecia, a mediados del siglo 4.° antes de la era vulgar. Tomo primero, que contiene la introducción a este viaje. […] Volvamos a las reflexiones del autor en el punto en que las dejamos. “La célebre Aspasia, natural de Mileto en Jonia, favoreció el sistema de corrupción en que se había empeñado Pericles, cuya cortesana y esposa fue sucesivamente. Tenía tal ascendiente en él, que se le acusó más de una vez de haber suscitado la guerra para vengar sus injurias personales. Se atrevió a formar una sociedad de cortesanas, cuyos atractivos y favores debían inclinar a los Jóvenes Atenienses a los intereses de su fundadora. Algunos años antes se había sublevado toda la Ciudad al oír semejante proyecto. Cuando se ejecutó dio motivo a la murmuración; los poetas cómicos se desenfrenaron contra Aspasia, pero no por eso dejó de juntar la mejor sociedad de Atenas. Pericles autorizó la licencia; Aspasia le entendió; Alcibíades la hizo amable, y la nación arrastrada fue cómplice de tantos extravíos, que a fuerza de excusarlos acabó con defenderlos. Tal fue el trastorno en las ideas y en los principios, que las voces más conocidas mudaron de sentido, que se dio el nombre de engaño a la buena fe y de destreza al doblez… Finalmente Atenas tan depravada, fue tomada por los Lacedemonios, y no tardó a rendirse a las armas del Rey de Macedonia.” El Joven Anacharsis antes de dar la última mano a este triste cuadro, quiere consolar a sus lectores presentándoles el de todas las artes de ingenio, de espíritu, y de imaginación. Con este cuadro interesante acaba el tomo primero de su viaje, del que informaremos a nuestros lectores en los seis tomos siguientes. (Diario Enciclopédico.)» (Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en Europa, de hoy Lunes 22 de Febrero de 1790, dedicado a los Literatos y Curiosos de España, págs. 177-.)

1821 «La asociación de los iniciados de Ceres no fue pues ni medio ni instrumento de poder; pero era necesario tener secreta la doctrina que en ellos se enseñaba, porque era contraria a las preocupaciones populares. Es muy probable que Sócrates fuese víctima del fanatismo ateniense y Aspasia y Anaxágoras estuvieron antes de él muy expuestos a serlo, por haberse atrevido a enseñar o a exponer en público los dogmas de la doctrina oculta, que en nuestro sentir no eran otros que los de la unidad y de las perfecciones del Ser Supremo.» (“De las sociedades secretas”, El Censor, periódico político y literario, Madrid, sábado 13 de octubre de 1821, n.° 63, pág. 165.)

1822 «Aspasia. Parece que esta mujer insigne fue el modelo que se propuso Catalina primera Emperatriz de Rusia, de que hemos hablado en los números 5 y 6 de nuestro periódico. Pericles, uno de los hombres más grandes que tuvo la Grecia, y que venía a ser un Rey en la república de Atenas, se enamoró de Aspasia, cuyos principios no fueron más brillantes que los de Catalina; y finalmente se casó con ella. Generalmente se decía, que Pericles se gobernaba por sus consejos, y que debía a su esposa la gloria que llegó a adquirir tanto en la sabiduría de su gobierno, como en las guerras que emprendió por consejos de su mujer. Era tan política como elocuente: y así es que Sócrates, el primero y el más sabio de los filósofos griegos, tenía mucho gusto en su trato, y le hacía tomar parte en los discursos filosóficos que tenía este hombre tan respetable y admirado de todos los siglos, con los primeros sabios de la Grecia, como Platón, Aristóteles y otros muchos.» (Periódico de las Damas, Madrid 1822, número 8, págs. 17-18.)

1832 «Pero al paso que se ha puesto todo el esmero posible para bosquejar y analizar más o menos exactamente el carácter nacional de los hombres, se ha descuidado por lo común el de las mujeres. Tal vez no será difícil atinar con la causa de esta disparidad. El carácter de las mujeres, menos pronunciado y más difícil de analizar que el de los hombres, está menos sujeto al influjo de los gobiernos y a los acontecimientos políticos; motivo por el cual no presenta de igual suerte al observador modificaciones o alteraciones particulares. Por otra parte los historiadores, atentos tan solo a descubrir el genio militar y cívico de los pueblos, han tenido por muy indiferente su influjo en las revoluciones y vicisitudes, considerándolas como seres nulos en política, bajo el frívolo pretexto de que su espíritu y costumbres están subordinadas a las de sus padres y esposos. Añadamos también que ocupados en las proezas, caracteres, y hechos ruidosos, no se han dignado descender a aquellas virtudes ocultas y tranquilas que constituyen el verdadero placer de la vida privada, y pertenecen casi del todo a las mujeres. Si la historia señala una que otra vez el carácter de alguna mujer ilustre, es casi siempre por hallarla en la cumbre del poder, o por su notable influencia en los destinos políticos de las sociedades. A la gran Semíramis no la vemos más que sobre el trono de los egipcios: el brillo de las diademas nos hace advertir las Cleopatras del Egipto. Entre los griegos, el genio hizo distinguir algunas mujeres célebres. Los nombres de Safo y de Aspasia se han pronunciado siempre con cierto entusiasmo. El exterminio de los tiranos de Roma, pronunciado sobre el puñal de Lucrecia, nos hace recordar el fatal heroísmo de una mujer desventurada. Si alguna vez se habla de alguna hermosura, la vemos como una constelación seguida casi siempre de crímenes y desgracias, o como causa de la ruina de un pueblo. Apenas podemos acordarnos de una bella Elena sin llorar sobre los escombros de alguna abrasada Troya.» (“Mujeres de Europa”, Cartas españolas, o sea Revista histórica, científica, teatral, artística, crítica y literaria, Madrid 1832, tomo VI, pág. 294.)

1838 «Entonces sobresalió en el regazo de la sociedad ateniense una extrañeza particular: las Hetairas, o esclavas manumitidas, cortesanas de buen tono, se apoderaron del cetro de la elegancia, que las mujeres honradas habían dejado desprenderse de sus manos; vinculóse en ellas el cultivo de las artes; solo ellas tuvieron derecho de componer versos, de embelesar a los estadistas, y de entretener en las hablas graves de los filósofos, las agudezas traviesas de la imaginación, los prestigios de la poesía, de la música y de la pintura. Clase peregrina que se da mucho la mano con las sacerdotisas del deleite, conocidas en la India bajo el nombre de bayaderas. Dejaban a las matronas recatadas la tirantez de las costumbres, la ignorancia y el aburrimiento de la vida casera; bastábales el reinar por el numen y el gracejo. Símbolos de la beldad intelectual como de la física, las Hetairas, que todos los autores antiguos representan de una interesante hermosura, y de las cuales asoma Aspasia por dechado, no nos han dejado un solo fragmento auténtico que los sabios puedan atribuirles sin controversia. Ateneo ha recogido algunos versos que llevan el nombre de Aspasia; pero nada prueba que sea ella su autora. Cicerón ha conservado un pequeño diálogo en prosa, que se dice ser suyo. Plutarco afirma que las arengas de Pericles encierran largas frases dictadas por ella. El Menejeno de Platón le señala un papel muy brillante; y Plutarco, al mismo tiempo que dice que solo Platón ha hermoseado este escrito con el embeleso de su estilo, confiesa que lo sustancial del pensamiento y el sistema filosófico del Menejeno, son precisamente las teorías morales y recónditas que la célebre dama andaba derramando. Mas ¿quién rastrea los alcances suyos que trascendieron o predominaron en la democracia ateniense, por tan escasas huellas? ¡Cuánto valdría un manuscrito que pusiera de manifiesto aquel numen portentoso que resplandeció entre Sócrates y Pericles, inspirando a entrambos! Señora del señor del Ática, reina soberana del hombre que había domado al pueblo soberano de la Ágora o plaza, ¡qué mujer, qué prodigio debía de ser la cortesana de Mileto! Una por quien hubiera Pericles repudiado con gusto a su esposa legítima de su misma sangre, exponiéndose a derrocar su propio encumbramiento; la que daba lecciones de política a aquel ambicioso, y de elocuencia a Sócrates; aquella mujer por cuyos peligros lloró su marido, filósofo que no había llorado nunca por los suyos; cuya sonrisa era un agasajo, que hacía la paz o la guerra; cuya fisonomía y beldad servían de tipo a todos los artistas en la misma patria de la hermosura; ante quien venía el poeta en busca del acierto, y la virtuosa matrona en busca del móvil de su atractivo; la mujer que avasalló a Lisicles, hombre sin educación y sin alcances, le tocó con su varilla mágica, le obligó a seguir su carro, y trasformó aquel traficante de bueyes en orador, aquella ruin y torpe conquista en una potestad política; Aspasia que ensanchó el ámbito de los logros peregrinos y voluptuosos en el pueblo más esmerado en sus recreos, el más delicado en sus deleites, ¿qué no hubiera hecho, nacida en Esparta? hubiera sojuzgado a los reyes, esclavizado a los senadores, seducido a los éforos y volcado el gobierno de Dracón. De todas las mujeres de Atenas, la única que se haya granjeado nombradía intelectual, cuya memoria haya llegado a la posteridad, es Aspasia. El tiempo ha borrado los nombres de las Hetairas, que descollaron antes y después de ella. Ninguna mujer de ciudadano ha aspirado a la gloria literaria. Un escoliador antiguo atribuye, no se sabe con qué fundamento, el octavo libro de los Anales de Tucídides a su hija; cuento ridículo que ni siquiera nos dignamos refutar.» (“Literatura. Mujeres griegas. Aspasia, Safo, Erina, Miro, Telesilla, Mirtis, Nosis, Anita, Praxilla, Corina, Anagallis, Areta, Hipatia, Elara, Pánfila, Ana Comnena, Eudoxia, Irene”, El Museo de las familias, Barcelona 1838, tomo I, págs. 231-233.)

1844 «Aspasia, natural de Mileto, ciudad de la Jonia, mujer muy célebre por su belleza y sus talentos. Se fijó y estudio en Atenas y su casa llegó bien pronto a ser el punto de reunión de los hombres más distinguidos de la Grecia. Allí se celebraban conferencias para discutir sobre los puntos más importantes de la filosofía, la literatura y la política: Sócrates mismo iba a escuchar sus lecciones, y Alcibíades y Pericles eran de los concurrentes más asiduos. Este último concibió por Aspasia una pasión tan viva, que por casarse con ella repudió a su esposa. Así tuvo en el ánimo de aquel héroe tan grande influencia que, según dicen, manejó por algún tiempo a su antojo los negocios más graves de la república. Pocas mujeres célebres menciona la historia que hayan sido a un mismo tiempo tan elogiadas y tan deprimidas como Aspasia; y nosotros en verdad no sabríamos dirimir la contrariedad de tantos pareceres por más que estudiásemos todo lo que en pro y contra se ha escrito de la filósofa de Mileto. Si hubiésemos de creer a unos. Aspasia corrompió el carácter y las costumbres de los jóvenes atenienses de ambos sexos; pero si seguimos el parecer de otros (y entre estos nos obliga la imparcialidad a citar a Bouillet, nuestro contemporáneo y respetable escritor) la famosa griega, amiga de todo lo que era noble, grande y bello, contribuyó con todo su poder a inspirar a los atenienses el gusto por las artes, y fue una iniquidad calumniarla, colocando a una mujer tan superior en el número de las cortesanas. Sus enemigos dicen que las jóvenes discípulas de Aspasia servían de modelos a los pintores y escultores, que inspiraban con sus amores a los poetas y que servían de principal ornamento en los banquetes: sus amigos dicen por el contrario que por su elocuencia, su amabilidad y sus increíbles talentos, merecía los respetos que la tributaban los filósofos, los guerreros y los jóvenes más distinguidos de la Grecia. ¿Quién, pues, tendrá razón? porque nosotros respetamos mucho la opinión de graves autores antiguos y modernos que en nada es favorable a la reputación de Aspasia. Pero ¿sería imposible que en aquella época cuando los partidos políticos se hacían tan cruda guerra, cuando Pericles mismo tenía tantos enemigos y era tan difamado; ¿sería imposible, repetimos, que la esposa de aquel hombre célebre, envidiada por su singular hermosura, por sus talentos, y más que todo por su alta influencia en los negocios del Estado, hubiese sido víctima también de los venenosos tiros de la calumnia? Los difamadores de oficio, que entonces, como ahora, poblaban las grandes capitales ¿necesitarían acaso de otro pábulo para sus calumnias, que la admirable belleza de la filósofa jonia? Sin recurrir a la historia, sin recordar más que el tiempo que ha transcurrido de este siglo ¿no podríamos citar cien y cien mujeres respetables, que han sido calumniadas horriblemente en iguales términos, y acaso, acaso por los mismos que han solicitado en vano sus favores y condescendencias?... Ya hemos dicho que no queremos ni podríamos dirimir opiniones tan opuestas: sin embargo, creemos que se deben oír con prevención las acusaciones de que es objeto la célebre Aspasia. Es verdad que cuando el partido adversario a su esposo Pericles estaba más desencadenado contra éste, quisieron herirle en lo más vivo, acusando a Aspasia ante el Areópago como corruptora de las costumbres públicas, y que Hermipo sostuvo la acusación; pero también es cierto que Aspasia confundió al acusador con sus razones y elocuencia, y que Pericles que la acompañó y tomó parte en la defensa, no lo hubiera hecho a ser fundada la acusación: y en esto convendrán cuantos conozcan a fondo la historia del ateniense que dio nombre a su siglo. Diopites la acusó también ante los areopagitas como impía; pero es necesario explicar los términos en que debe entenderse esta acusación. Diopites, o más bien los enemigos de Pericles, la denunciaban porque no creía en los efectos divinos de los fenómenos celestes, y atmosféricos, ni daba tampoco entero crédito a lodos los sueños descabellados de la mitología griega. Ya se habrán impuesto nuestros lectores en que esta denuncia probaría a lo más que era efectiva la grande instrucción que amigos y enemigos atribuyen a Aspasia; y que esta mujer ilustrada se adelantó unos cuantos siglos a despreciar los delirios mitológicos, como nosotros hace ya algunos que los despreciamos. Era sin embargo punto de religión, y el Areópago, que es sabido no transigía en asuntos de esta especie, se hallaba poco dispuesto a declarar su inocencia. El discurso elocuente de Pericles no bastó a poner de su parte a los inflexibles jueces: Aspasia conocía todo lo terrible de las penas con que los areopagitas castigaban la impiedad; y por una debilidad muy propia de su sexo, prorrumpió en llanto. Pericles sabía por experiencia todo el poder que el hermoso semblante de Aspasia ejercía en el momento de verter lágrimas, y en tal apuro recurrió a un lenguaje de acción para conmover a los jueces: levantó el velo con que su esposa estaba cubierta y el Areópago la salvó. En esta circunstancia apoyan algunos para decir que desde entonces decayó el nombre de imparcial de que gozaba aquel famoso tribunal, y para insistir más y más en que Aspasia era una verdadera cortesana. Sin embargo, aún pueden otros oponer contra estas consideraciones, la amistad y el respeto que Sócrates la tributaba; y en verdad que aquel hombre tan morigerado, difícilmente prodigaría tan tiernos afectos a una mujer sumergida en el vicio y la prostitución. Dícese también que por consejo suyo emprendió Pericles dos guerras; la de Samos y la de Megara. La primera para vengar a sus compatriotas los habitantes de Mileto; la segunda para castigar a los megarenses porque habían arrebatado dos doncellas de su comitiva. Cuando el gran Pericles no hubiera tenido otros motivos de alta política para emprender aquellas guerras, en este consejo no ven algunos más que el desagravio del amor propio ofendido, a que pocas veces renuncian las mujeres por muy superiores que sean, y de que tampoco suelen desentenderse los hombres. Nosotros, sin embargo, siendo cierta esta acusación, no perdonaríamos a Aspasia haber dado lugar a aquellas guerras, que ocasionaron más tarde la del Peloponeso, y con esta muchas calamidades para la Grecia. Después de la muerte de Pericles, ocurrida 428 años antes de Jesucristo, dicen muchos historiadores que se apasionó ciegamente de un joven de muy mediana extracción, llamado Lisicles, y que lo encumbró a los primeros empleos de la república: y en fin la memoria de esta célebre griega no se eximirá muy fácilmente de las feas acusaciones que, con razón o sin ella, la dirigieron muchos de sus contemporáneos, y han reproducido otros escritores en épocas más cercanas; pero lo que no tiene duda es que a su genio singular se debió el rápido progreso que en su tiempo hicieron en Atenas las ciencias y las artes. Es además constante que los mismos atenienses enviaban a sus mujeres e hijas a la casa de Aspasia para que aprendiesen de ella la elocuencia, la poesía, la filosofía y otros muchos ramos del saber más acomodados a su sexo: y esta circunstancia habla mucho en favor de la filósofa de Mileto; porque es necesario suponer que los atenienses habrían llegado a un extremo inconcebible de bajeza e infamia para que enviaran a sus prendas más queridas a una escuela de prostitución. Nosotros concebimos que puede haber hombres muy relajados; pero también creemos que entre estos mismos, los que prostituyesen a sus esposas e hijas, serían una excepción, y nada más que una excepción.» (Vicente Díez Canseco [1813-1895], Diccionario biográfico universal de mujeres célebres, Madrid 1844, tomo I, págs. 229-232.)

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Juan León Gérome (1824-1904), Socrate venant chercher Alcibiade chez Aspasie, 1861 (Sócrates yendo a buscar a Alcibíades donde Aspasia, óleo, 64×97 cm). «Aún demostró Gérome mayor desdén a la moral en dos cuadros que expuso en 1861, titulados Friné ante el Areopago y Sócrates yendo a buscar a Alcibiades a casa de Aspasia. Estos cuadros fueron mal recibidos por la crítica. Un escritor, Saint-Víctor, decía lo siguiente al hablar de esto: “Gérome renuncia evidentemente al dibujo, al gusto y al estilo, y se consagra al arte de divertir al público y de poner la antigüedad en viñetas como Benserade ponía la historia romana en redondillas”. Otro crítico, Du Camp, invitaba al artista a que no cediese al mal gusto del público y a que renunciara para siempre a los asuntos eróticos.» (“Juan León Gérome”, Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, Barcelona 1892, tomo 9, pág. 350.)

1864 «En Atenas brilla solamente la veleidosa cortesana, que en medio del escándalo y de la orgía, es la única que inspira a todos los grandes hombres; y Sócrates y Alcibiades, y Pericles y Praxiteles filosofan y trabajan y consultan en amigable consorcio con las más afamadas, no menos célebres y tenidas en alta estima por sus talentos que por su hermosura; y Lais y Aspasia, y Cotito y Frine son casi adoradas y hasta se les levantan altares; y ellas deciden de la guerra y de la paz, y revocan y anulan hasta las mismas decisiones del severo, del recto, del incorruptible Areópago. La aprobación legal del adulterio, la exposición y el abandono de los hijos, y la dura esclavitud de la mujer no cortesana, es lo que se encuentra entre los adelantamientos de aquellos siglos y de aquella república. Y Pafos, y Citera, y Gnido, y Chipre, y Amatonta, son nombres que como Atenas y Esparta recuerdan todavía la más honda degradación de la mujer.» «Si en Grecia se había visto nada menos que a Aristóteles dejar por heredera suya en su testamento a la cortesana Herpilis; a Sócrates, digno discípulo de Aspasia, dar lecciones a Teódota de no sabemos qué filosofía; a Pitágoras, al rígido Pitágoras suspirar muellemente a los pies de Téano; nos encontramos en Roma con que el austero Catón presta su mujer a Hortensio; Paulo Emilio repudia la suya; Pompeyo se deshace de Antistia para casarse con la hija de Sila; Cicerón hace lo propio con Terencia para salir de deudas y repudia a su turno a Publia después de haber malgastado su dote; y Tiberio cede a Augusto su esposa Livia estando en cinta; ¿pero qué son todos estos desórdenes en comparación de los que en progresión espantosa se siguieron después? ¿qué son en comparación de las liviandades monstruosas de la casa del mismo Augusto, de su hija Julia, de la célebre Mesalina, la Licisca del prostíbulo, de la sobrina barragana de Domiciano, la incestuosa madre desnaturalizada, y de las más monstruosas depravaciones de toda suerte de las fiestas de la buena diosa y de Priapo? Las matronas se disputan los histriones y los más viles gladiadores a peso de oro y luchan con las más envilecidas prostitutas; y Plauto y Juvenal y Petronio y Séneca y tantos otros autores e historiadores nos hacen estremecer al dejarnos estampado en sus escritos la pintura de la inconcebible abominación de aquella depravada sociedad.» (Luis de Hysern y Catá, ¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme a los altos destinos que la ha confiado la Providencia?, Discurso leído en la Universidad Central en el solemne acto de recibir la investidura de Doctor en la Facultad de Medicina, Madrid 1864.)

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1865 «Observemos un momento a la joven que llega a la pubertad y veremos qué cambios más marcados se efectúan en su moral, tan notables como hemos visto se efectúan en su físico; pues bien, entonces es cuando la madre tiene que redoblar sus esfuerzos para que las pasiones que con tanto ímpetu se desarrollan, tengan un saludable dique para que no se desborden, un contentivo fuerte y que no puede ser otro que la virtud, fuente inagotable de bondad. En esta época se establece la lucha más encarnizada entre la naturaleza y el pudor, entre la materia y el espíritu y cuando desgraciadamente este no vence, cuando las pasiones no han sido contenidas, ¿qué espectáculos más tristes presentan a nuestra vista entregándose cual atroz Aspasia en aras del vicio más repugnante, menoscabando y aun destruyendo su delicada organización y conduciéndola algunas veces hasta cometer los más terribles crímenes?» (Miguel Moreno y Martínez, ¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme a los grandes destinos que la ha confiado la Providencia?, Discurso leído en la Universidad Central en el solemne acto de recibir la investidura de Doctor en la Facultad de Medicina, Madrid 1865.)

1867 «Aspasia reúne a su lado lo más florido de la sociedad ateniense, y domina a Pericles dueño de la Grecia; Teodata lleva al estudio de un pintor, donde sirve de modelo, una multitud cínicamente curiosa, incluso el mismo Sócrates, que la felicita por sus nuevos amantes; Phrine ofrece reconstruir a Tebas con el precio de sus amores; Lastenia concurre diariamente a lecciones de Platón; Nera es defendida por la elocuencia de Demóstenes; Guatena, Glicena, Demo y otras mil, tratan de embellecer el vicio con sus desórdenes; y en tanto, la honrada madre de familia quedaba abandonada, como dice un historiador, al silencio y al retiro del hogar. De tal suerte se trasmitió a la mujer la perversión del hombre que, decía Jenofonte, para conservar la paz con ellas es preciso olvidar su falta primera y perdonar la segunda.» (Anastasio Carrera y Sáinz, ¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme a los grandes destinos que la ha confiado la Providencia?, Discurso leído ante el claustro de la Universidad Central en el solemne acto de recibir la investidura de Doctor en Medicina y Cirugía, Madrid 1867.)

1875 «Aspasia. Biog. Célebre cortesana, natural de Mileto, que uniendo al culto de Venus el de las Musas, se ilustró en las letras y la filosofía y brilló en Atenas hacia la mitad del siglo V antes de J. C. Abrió en su casa, frecuentada por Sócrates, Platón, Alcibiades, Pericles y otros, una escuela de elegancia, de filosofía, de política y elocuencia, y fue tan amada de Pericles que llegó a ser su esposa, obteniendo de él un afecto profundo e inalterable. Se dice que había sido su maestra en la elocuencia, y que fue quien le inspiró en política: después de muerto éste, amó a un hombre oscuro, a quien elevó a los primeros cargos de la república.» (Diccionario Universal de la Lengua castellana, Ciencias y Artes, Astort Hermanos, Editores, Biblioteca Universal Ilustrada, Madrid 1875, tomo I, pág. 1084.)

1877 «Aspasia de Mileto. Biog. Célebre cortesana griega, famosa por su hermosura, su talento y su inmoral conducta. Nació en Mileto. Vivió en Atenas y fue contemporánea de Pericles. Su padre Axioco era de una familia distinguida. Aspasia recibió de la naturaleza los dones de la hermosura, y poseyó una alta inteligencia que perfeccionó por la educación, si bien por su amor a los placeres llegó hasta el libertinaje, por lo que se ha dicho que «corrió a la gloria por medio de la infamia.» Filósofa aun en sus desórdenes, formóse un sistema de voluptuosidad, y juzgando estrecho para su ambición el suelo patrio, se estableció en Atenas. En esta ciudad apareció como un fenómeno extraordinario, creciendo la admiración cuando la oyeron hablar, y afanándose todos por conocer a la que, no teniendo nada de cruel, reunía en sí belleza, ingenio y sabiduría. En su casa reunió a las personas más cultas de Atenas y en la misma celebró conferencias en que la Política, la Elocuencia y la Filosofía eran objeto de discusiones interesantes. Dícese que fue maestra de Pericles en Elocuencia, que revisaba y corregía sus escritos, y que abrió una escuela en donde enseñaba públicamente la Retórica y las Bellas Letras. Filósofos, poetas, oradores, políticos y generales no se desdeñaban de concurrir a la casa de la que los griegos llamaban gráficamente etaira, es decir, compañera. […]» (“Aspasia de Mileto”, Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, Montaner y Simón Editores, Barcelona 1887, 2:851-852.)

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Henry Holiday (1839-1927) · Aspasia en el Πνύξ · óleo 1888 (89×117 cm) · Londres (Camden Local Studies and Archives Centre).

1901 «Fue Sócrates por tal motivo acusado de amistad hipócrita y mal definida con personas del mismo sexo. Prendado de la juventud y de la belleza, se declara Sócrates amante de Alcibíades y afirma que sólo sabe lo que es una cosa, el amor. Pero a pesar de los versos atribuidos a Aspasia, de la insinuación malévola de una palabra ingeniosa de Cicerón y de la ligereza con que Boileau le llama amigo equívoco de Alcibíades, el amor de Sócrates se refería a la belleza interior, no a la belleza física; seducía intelectual, no físicamente; se sacrificaba a la Venus Urania, no a la Venus terrestre, proponiéndose purificar, hacer más bella y mejor el alma de aquel a quien se ama. Si hubiera Sócrates confundido el amor y la amistad, ¿no le habría zaherido Aristófanes y no hubieran hecho de ello sus acusadores capítulo de cargo? La acusación de corromper la juventud se refería en el proceso al intelecto, no a las costumbres.» (Urbano González Serrano, “Bocetos filosóficos. I. Sócrates”, Revista Contemporánea, Madrid, 15 de noviembre de 1901.)

1902 «Siglo V antes de J. C. Aspasia de Mileto, célebre prostituta y mujer de mucho talento. Frecuentaron su casa, Sócrates, Platón, Alcibíades, Pericles y otros. Fue mucho tiempo querida de Pericles, pero a la muerte de este se entregó en brazos de Lysiclo, hombre oscuro e ignorante a quien hizo llegar a obtener los más elevados puestos de la República.» (El Progreso de Asturias, Oviedo, sábado 28 de junio de 1902, pág. 2.)

1909 «Aspasia de Mileto. Biog. Célebre cortesana o hetaira griega, n. en Mileto hacia el 480 antes de J. C.; era hija de Axioco y pertenecía a una familia distinguida. Dotada de una sin par hermosura y de un talento e ingenio privilegiados, muy joven aún se trasladó a Atenas, donde pronto conquistó gran celebridad. Vivió en un círculo de artistas, literatos, filósofos y políticos, en el que figuraban los hombres más eminentes de su tiempo: Alcibíades. Fidias, Sócrates, Jenofonte y Pericles, quien se enamoró tan perdidamente de ella, que no vaciló en repudiar a su esposa para casarse con Aspasia (445). Por su amena conversación hizo de la casa de Pericles un centro frecuentado por todas las personalidades de relieve de su época. Era el tiempo en que el teatro gozaba de una gran libertad, y autores y cómicos ponían de relieve y censuraban la vida de todos los ciudadanos, y claro está que Pericles, jefe del partido democrático, y Aspasia, no escaparon a sus envenenados dardos, con mucha más razón por cuanto los histriones eran, en su mayoría, adictos al partido aristocrático. […]» (“Aspasia de Mileto”, Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, José Espasa e Hijos, Barcelona 1909, tomo VI, págs. 716-717.)

1925 «Y no es cosa de broma. La secta se propaga. Sólo que, al llegar al terreno de las instituciones políticas, al querer adoptar la miserable y caída civilización occidental, enferma de cristianismo, a su ideal, no saben por dónde principiar y organizar su maravillosa utopía, llamada a reconstituir para las generaciones venideras la fuerte, alegre, despreocupada y brillante sociedad de Aspasia y de Pericles, de Alcibiades e Hipatia... En cuanto a Sócrates, si por casualidad reencarnase, habría que volver a darle la cicuta...» (Edwin Elmore, “Vasconcelos frente a Chocano y Lugones. Los ideales hispanoamericanos ante el sectarismo contemporáneo”, en Poetas y bufones. Polémica Vasconcelos-Chocano. El asesinato de Edwin Elmore, Madrid 1926.)

1934 «Así era Aspasia de Mileto cuando posaba en el taller de Fidias; así fue Friné cuando se desnudó ante los jueces implorando la absolución. La belleza era vigor, arte, salud, optimismo. El mito de Afrodita, surgiendo de las aguas completamente desnuda, demuestra la adoración que sentía ese pueblo artista por el desnudo arte.» (Cecilia A. Mantua [Cecilia Alonso Bozzo, 1905-1974], “La Venus de Milo y la belleza de hoy”, Feminal, suplemente femenino de El Día Gráfico, Barcelona, miércoles 29 de agosto de 1934, n° 28, pág. 1.)

1935 «Aspasia. f. Astr. Asteroide n.° 409 del catálogo, descubierto por Charlois en 1895. || Bot. Género de plantas orquidáceas creado por Lindl. en 1833. Consta de nueve especies de la América Central y Meridional. Poseen seudobulbos en forma de discos; constan de una sola hoja coriácea. Sus flores, de bastante tamaño, forman pomos insertos oblicuamente. || ORNITÓGALO. || n. p. Biog. Célebre cortesana griega, de Mileto, que por su gran talento y su mucha belleza mereció ser la esposa de Pericles, siendo como su ninfa Egeria, pues le instruyó en la oratoria y le aconsejó en el ejercicio del gobierno. Acusada de impiedad, la defendió tan patéticamente su marido, que la absolvió el Areópago. Muerto Pericles el año 429 antes de J. C., se casó con Licicles, mercader de ganado. Contribuyó al desarrollo de las artes y escribió algunos discursos en honor de los guerreros muertos por la patria. || Cortesana griega de últimos del siglo V antes de J. C., famosa por su belleza y talento, n. en Focea, hija de Hermético. Fue robada a sus padres con destino al harén de Ciro el Joven. Enamorado de ella el monarca, y habiéndose resistido enérgicamente a sus deseos, la hizo su esposa. Muerto Ciro en la batalla de Cunaxa, cayó ASPASIA en poder del vencedor, Artajerjes II, que la guardó para su harén, donde pronto ella logró gran ascendiente sobre el monarca. Al ser Darío designado para sucederle, pidió a su padre que le cediese ASPASIA, y al ver que ésta consentía en ello, la hizo Artajerjes gran sacerdotisa de la diosa Anaitis, cargo que le imponía la más rigurosa castidad, y que desempeñó hasta su muerte.» (Diccionario Enciclopédico Salvat, segunda edición, Salvat Editores, Barcelona 1935, tomo II, pág. 451.)

1939 «La historia fue injusta con Teodora. En sus páginas se la compara con Aspasia de Mileto. Y nada más inexacto. Aunque el origen de la emperatriz de Bizancio es un tanto oscuro, aunque existen testimonios que acusan hechos reprobables en su primera juventud, lo cierto es que, al ser creada Patricia por Justino, y al casarse con Justiniano, los magistrados y el pueblo la aclamaron sin reservas, y no hubo una voz que se levantara en son de protesta.» (José Sánchez-Arcilla [1903-1965], “La emperatriz Teodora”, Diario de la Marina, La Habana, 10 de mayo de 1939, pág. 4.)

José Ferrater Mora no dedica entrada a Aspasia de Mileto en ninguna de las seis ediciones de su Diccionario de Filosofía (ni en la de México 1941, México 1944, Buenos Aires 1951, Buenos Aires 1958, Buenos Aires 1965, ni en la postrera de Madrid 1979).

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1953 «Aspasia. Biog. Célebre cortesana de Mileto, establecida en Atenas. (Segunda mitad del siglo V antes de J. C.) Conquistó el corazón de Pericles, menos por su belleza que por los encantos de su espíritu y el ascendiente de sus cualidades morales. Habiéndose separado de su mujer, Pericles vivió el resto de su vida con Aspasia, de la que tuvo un hijo, llamado como su padre, que andando el tiempo había de contarse entre los infelices generales condenados a muerte después de la batalla de las Arginusas. Los enemigos de Aspasia acusaron a ésta de impiedad y fue precisa toda la influencia de Pericles para que el Areópago no la reconociese culpable. La casa de Aspasia era el centro de reunión de los filósofos y escritores de Atenas, y el mismo Sócrates la frecuentaba. Los poetas cómicos de su tiempo, y especialmente Aristófanes, la representan como consejera política de Pericles y como la causa principal de la guerra de Atenas contra Samos y de las guerras del Peloponeso. Poco después de la muerte de Pericles (429 a. de J. C.) dícese que se unió al rico comerciante en ganados Lisicles, hombre grosero al que convirtió con sus lecciones en orador hábil personaje eminente. || Joven focea hija de Hermotima. Primero fue la favorita de Ciro el Joven, y más tarde de su hermano Artajerjes. Su verdadero nombre era Milto. Cuando Darío, hijo de Artajerjes, se enamoró de ella, Artajerjes la hizo sacerdotisa de un templo de Ecbatana, donde la observación del celibato era de rigor.» (Nueva Enciclopedia Sopena, Editorial Ramón Sopena, Barcelona 1953, tomo 1, pág. 582.)

1995 José Solana Dueso [1946], Aspasia de Mileto. Testimonios y discursos, Anthropos Editorial (Textos y documentos 18), Barcelona 1994, 132 págs.

1997 Amalia González Súarez, Aspasia (ca. 470-410 a.C), Ediciones del Orto (Biblioteca de Mujeres), Madrid 1997, 96 págs.

2000 «Día internacional de la Mujer. Barcelona ciudad. –Les dones i les filosofies. Inauguración de una exposición itinerante que quiere recuperar la figura de 24 mujeres, desde Aspasia de Mileto (Grecia, siglo V a.C.) hasta Flora Tristán. Vestíbulo de Can Serra. Rambla Catalunya, 126 (17.00 h).» (La Vanguardia, Barcelona, 8 de marzo de 2000, pág. 15.)

2004 «Aspasia de Mileto. Cortesana griega (Mileto, h. 470 - íd., 410 a. C.). En Atenas mantuvo relaciones en un círculo de filósofos, poetas y artistas (Sócrates, Alcibíades, Fidias, &c.), e influyó sobre Pericles, quien repudió a su esposa para casarse con ella (425 a. C.). Se distinguió por su talento y por su belleza.» (Gran Enciclopedia Universal, Espasa Calpe S. A., Biblioteca El Mundo, Madrid 2004, tomo 2, pág. 1969.)

2005 «Aspasia era la crítica literaria de aquella especie de corto y secreto parlamento. Era verdad, y ni ella ni su marido lo habían ocultado, que había introducido en Atenas un movimiento de emancipación femenina, que para los atenienses, anclados en la tradición, venía a ser el colmo del libertinaje. Pero, igual que sucedía con todos los demás del grupo, compensaba este carácter anarquista con una cultura superior, que hacía de ella una verdadera aristócrata y un perfecto complemento femenino de Pericles. Dominaba la retórica y según las lenguas maldicientes de los cómicos –pero en este punto parece que no estaban equivocados– había preparado algunos de los discursos del jefe del partido popular. Era ella precisamente la secretaria que levantaba acta de aquella reunión y la que resumía por escrito las ocurrencias de los políticos, artistas y filósofos.» (José Ramón San Miguel Hevia [1932-2019], “Las grandes panateneas”, El Catoblepas, abril 2005, n° 38, pág. 8.)

2010 «Aspasia. Esta filósofa se llama Aspasia y vivió aproximadamente entre el 460 y el 401 a. C. El nombre de Aspasia significa la “bella bienvenida”. A la edad de veinte años, Aspasia se marchó con su padre de Mileto, en Asia Menor, hacia Atenas. En su ciudad natal, su padre ya había decidido convertirla en hetera. Las heteras eran mujeres que vendían su cuerpo a cambio de dinero. La mayoría de las veces, se trataba de mujeres de mucha cultura, que eran muy respetadas por su sabiduría. También Aspasia había recibido una formación brillante. En Atenas, dirigía una escuela de heteras y regentaba un burdel que visitaban los hombres más ilustres de la ciudad. Entre ellos estaba el filósofo Sócrates, que se sintió fascinado por la inteligencia de esta mujer, según informan fuentes tales como los Recuerdos de Sócrates de Jenofonte. Lo mismo les sucedió al también filósofo Anaxágoras y al político Pericles, el cual se enamoró de la joven veinte años menor que él, abandonó a su mujer e hizo de Aspasia su pallake, una compañera ilegítima. Esta unión provocó un escándalo y los círculos “formales” de Atenas ridiculizaron a Aspasia por su pasado. Ateneo de Naucratis, autor de obras sensacionalistas y de entretenimiento escribió: “Pericles llevó una vida de placer, abandonó a su mujer y vivió con Aspasia, la famosa hetera de Mileto, por la que malgastó gran parte de su fortuna”. Aspasia llegó incluso a ser acusada por su conducta, y a Pericles le costó mucho conseguir que la dejaran libre. Después de la muerte de Pericles, en el año 429 a. C., se casó con el mercader de ganado Lisicles. El llamado “siglo de Pericles” se caracterizó por un gran fomento del arte, la filosofía y la ciencia. Había tres clases sociales: los ciudadanos, los metecos (extranjeros que se habían instalado en el Estado) y los esclavos. La clase dominante era la de los ciudadanos. Ellos determinaban la vida del Estado y decidían sobre la guerra y la paz. Claro que esto sólo correspondía a los hombres. Las mujeres no tenían derechos civiles. Sus tareas se limitaban al cuidado de la casa y a la educación de los hijos. Se las excluía ampliamente de la vida pública y solamente abandonaban la casa para asistir a grandes fiestas. De hacer la compra, se encargaban los esclavos. Las heteras constituían la excepción. Eran muy libres en sus maneras. En lo que a formación se refiere, estaban muy por encima de las mujeres casadas y gracias a esta superioridad, los políticos y los filósofos las tenían por buenas interlocutoras. Aspasia era considerada una maestra excelente en las especialidades de filosofía y retórica. Sócrates le pedía consejo y le enviaba sus alumnos. Los más instruidos de la ciudad confiaban mucho en esta mujer tan culta e inteligente. Como Sócrates mismo no puso sus ideas por escrito, sabemos de él principalmente a través de la obra de sus discípulos, sobre todo de Platón (427-347 a. C.). Platón anotó sus pensamientos en forma de diálogos, en los que casi siempre uno de los interlocutores es Sócrates. En uno de sus diálogos, Menéxeno, Sócrates dedica los más grandes elogios a su maestra Aspasia. Incluso confiesa que la teme, y explica cómo, en una ocasión, ella estuvo a punto de golpearlo por haber sido un alumno tan desmemoriado. En este mismo diálogo, Sócrates repite un discurso que Aspasia debió de haber improvisado. Se trata de una oración fúnebre por los caídos en la guerra del Peloponeso. Pericles también había pronunciado un discurso con el mismo motivo, aunque era sobre todo un himno de alabanza de la forma de Estado democrático que él creó. En cambio, en el discurso de Aspasia se enumeran las virtudes tradicionales del pueblo ateniense y los vivos son llamados a no llorar excesivamente a los muertos. En la Antigüedad clásica, la retórica, el arte de la oratoria, es una disciplina muy importante. Expresarse con artificio tenía mucha importancia y se recomendaba a los filósofos practicarlo. Como dice Aspasia: “Porque con un discurso bellamente expuesto sobreviene el recuerdo de las acciones gloriosamente efectuadas y el homenaje para sus autores de parte de los que las escuchan.” El discurso consigue que no se olvide a los hombres que fueron a la guerra y quizás perdieron la vida. En el arte de la oratoria se combinan la espontaneidad y una preparación estudiada. El discurso debe estar bien construido y no producir un efecto de rigidez. De manera que la filosofía de Aspasia se desenvolvía predominantemente en los espacios públicos. La pensadora vivía los momentos de diálogo, amaba la conversación y la alocución en forma de discurso. Este modo de filosofar tiene un fuerte componente pedagógico. Una filosofía que se hace realidad al hablar resulta más educativa y tiene también de este modo un efecto social. Así lo defendía Aspasia. Quería animar a filosofar y no proclamar ningún tipo de sabiduría académica. “A nuestros padres, si aún viven, y a nuestras madres es preciso exhortarlos sin cesar a soportar de la mejor manera posible la desgracia, si se llega a producir, y no lamentarse con ellos –no necesitarán que se les aflija, pues el infortunio acaecido les causará suficiente pesar–, sino cuidándolos y calmándolos, recordarles que los dioses han escuchado sus principales súplicas. Porque no habían pedido tener hijos inmortales sino valientes y famosos. Y esos bienes, que se cuentan entre los  más grandes, los han obtenido. Y no es fácil para un mortal que, en el curso de su existencia, todo suceda según deseo.” Del discurso en el diálogo de Platón Menéxeno.» (Ingeborg Gleichauf [Friburgo de Brisgovia 1953], Mujeres filósofas en la historia. Desde la Antigëdad hasta el siglo XXI [2005], traducción de Kàtia Pago Cabanes, Icaria Antrazyt, Barcelona 2010, págs. 12-15.)

2012 Julio Medem [1958], Aspasia, amante de Atenas, Espasa-Libros (Espasa narrativa), Madrid 2012, 816 págs.

En 2018 la doctora española en filosofía Yera Moreno no contempla la presencia de Aspasia de Mileto en la relación de mujeres que propone incorporar al currículum de Literatura y Filosofía de una “escuela feminista”:

«3. Incluir, al menos, la misma cantidad de libros escritos por mujeres que por hombres en el currículum de Lengua y Literatura, porque la cantidad importa. Ejemplos de libros y/o autoras clásicas y modernas a incluir: Virginia Wolf, María Zambrano, Emily Dickinson, Marta Sanz, Jeannet Winterson, Ali Smith, Clarice Linspector, Sarah Waters, Alice Walker, Margaret Atwood, Alice Munro…
4. Incluir, al menos, la misma cantidad de mujeres filósofas que de hombres filósofos en el temario de Historia de la Filosofía (de nuevo, la cantidad importa). Ejemplos de mujeres filósofas a incluir: Marina Garcés, Judith Butler, Donna Haraway, María Zambrano, Hipatia de Alejandría, Mary Wollstonecraft, Hannah Arendt, Chantal Mouffe…» (“Breve decálogo de ideas para una escuela feminista”, Revista Trabajadores/as de la Enseñanza, Comisiones Obreras, nº 364, Madrid, febrero 2018.)

2019 Armand D'Angour [1958], Socrates in Love. Making of a Philosopher, Bloomsbury Publishing, Londres 2019, 272 págs. («Lo que hasta ahora ha pasado desapercibido es que, cuando Sócrates dice en el Banquete de Platón que “hace mucho tiempo [i.e. cuando era joven] aprendí todo sobre el amor de una mujer inteligente”, se nos dice una verdad biográfica. La mujer que recibe el nombre de ‘Diotima’ se supuso durante mucho tiempo que era un personaje ficticio. Pero un análisis renovado del texto del Banquete y relevantes pruebas históricas apuntan a que ‘Diotima’ es el disfraz de Platón para una mujer real: Aspasia de Mileto.» armand-dangour.com/socrates-in-love/)

2022 «Historia de la filosofía […] Criterios de evaluación […] Saberes básicos. […] A. Del origen de la filosofía occidental en Grecia hasta el fin de la Antigüedad. […] – Filosofía y ciudadanía en la Ilustración griega: los sofistas y Sócrates. Aspasia de Mileto y el papel de la mujer en la cultura y la filosofía griega.» (Real Decreto 243/2022, de 5 de abril, que establece las enseñanzas mínimas del Bachillerato en “Historia de la Filosofía”.)

Sobre Aspasia de Mileto en Filosofía en español

1887 “Aspasia de Mileto” en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, Montaner y Simón Editores, Barcelona 1887.

1909 “Aspasia de Mileto” en la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, José Espasa e Hijos, Barcelona 1909.

gbs