Aspasia de Mileto
Biog. Célebre cortesana griega, famosa por su hermosura, su talento y su inmoral conducta. Nació en Mileto. Vivió en Atenas y fue contemporánea de Pericles. Su padre Axioco era de una familia distinguida. Aspasia recibió de la naturaleza los dones de la hermosura, y poseyó una alta inteligencia que perfeccionó por la educación, si bien por su amor a los placeres llegó hasta el libertinaje, por lo que se ha dicho que «corrió a la gloria por medio de la infamia.» Filósofa aun en sus desórdenes, formóse un sistema de voluptuosidad, y juzgando estrecho para su ambición el suelo patrio, se estableció en Atenas. En esta ciudad apareció como un fenómeno extraordinario, creciendo la admiración cuando la oyeron hablar, y afanándose todos por conocer a la que, no teniendo nada de cruel, reunía en sí belleza, ingenio y sabiduría. En su casa reunió a las personas más cultas de Atenas y en la misma celebró conferencias en que la Política, la Elocuencia y la Filosofía eran objeto de discusiones interesantes. Dícese que fue maestra de Pericles en Elocuencia, que revisaba y corregía sus escritos, y que abrió una escuela en donde enseñaba públicamente la Retórica y las Bellas Letras. Filósofos, poetas, oradores, políticos y generales no se desdeñaban de concurrir a la casa de la que los griegos llamaban gráficamente etaira, es decir, compañera. Muchos atenienses de las familias más respetables iban con sus esposas e hijas para que éstas aprendieran delicadeza de modales, y no temían el contagio del mal ejemplo, porque los grandes talentos de Aspasia hacían desaparecer el escándalo de sus costumbres. Cicerón relata una conversación tenida por la etaira con Jenofonte y la mujer de éste: Si vuestra vecina, decía Aspasia dirigiéndose a la mujer del famoso general, tuviese alhajas más preciosas que las vuestras, ¿no las preferiríais? –Sin duda, respondió la otra. –Y si sus vestidos y demás adornos fuesen mejor que los vuestros, ¿cuáles os gustarían más? –Los suyos, contestó la interpelada. –¿Y si su marido fuese mejor que el vuestro? Avergonzada su interlocutora, guardó silencio. Repitió Aspasia estas preguntas a Jenofonte, que tampoco dio contestación. Entonces les dijo: Voy a responder por vosotros. Vos, Jenofonte, quisierais que vuestra mujer fuese perfecta; y vos, que vuestro marido fuese el mejor de todos. Así, pues, si queréis ser felices, procurad ser perfectos, porque de otro modo, jamás estaréis contentos uno de otro. Como se ve, Aspasia había adoptado el método de Sócrates, que gustaba de conversar con ella y llevaba a la casa de nuestra biografiada a sus amigos, sin creer por esto que padeciera su buen nombre. La etaira, cuando vieja, juntó bajo su techo a otras jóvenes. Enseñábales a tocar instrumentos y a trabajar en diversas labores; pero Aristófanes las trata también de compañeras y Ateneo dice que la Grecia estaba poblada de jóvenes libertinas que salían del domicilio de Aspasia.
Pericles se enamoró de tan extraña mujer, y según parece, aprendió de ella aquella elocuencia victoriosa que sus propios enemigos compararon a la fuerza del rayo, pues se afirma que de ella tomó los preceptos que Aspasia había recibido de Gorgias. Es innegable que la etaira influyó poderosamente en el alma de Pericles, quien, por vengar a Mileto, patria de su amada, suscitó la guerra de Atenas contra Samos. Diódoro supone ocurrido este suceso en el año cuarto de la Olimpíada 84 (441 a de J. C.)
Según Aristófanes, la etaira encendió igualmente la guerra del Peloponeso. Léase lo que dice aquel poeta por boca de uno de los personajes de su comedia los Acarnianos: Unos jóvenes, recalentados por el vino, van a Megara y roban a la etaira Simete. Los de Megara, irritados, vienen y se llevan dos jóvenes de las de Aspasia, y de este modo tres prostitutas causan la guerra que abrasa toda la Grecia.
Por el mismo tiempo Hermipo, poeta, intentó contra Aspasia dos acusaciones, una de impiedad, y otra porque, según el denunciante, atraía a su casa mujeres libres para entregarlas a Pericles. Éste la defendió sin reparo, y cuando la acusada compareció ante el Areópago, Pericles, a pesar de su carácter político grave y comedido, la cogió en sus brazos en presencia de los areopagitas, la besó repetidas veces, la baño el rostro de lágrimas, y consiguió salvarla. Tales actos de amorosa demencia no aminoraron el prestigio de que el defensor disfrutaba.
Pericles, no pudiendo resistir a su pasión, resolvió casarse con Aspasia. Había contraído antes matrimonio con una viuda rica, de la que tenía dos hijos llamados Jantipo y Paralo. Propúsola el divorcio, aceptando ella; proporcionóla el ilustre político otro marido, y luego caso públicamente con Aspasia, de la que le había nacido un hijo al que Pericles dio su nombre. El célebre tirano no perdió por este enlace su influencia, ni sintió disminuir su cariño. Jamás le humilló tan indigna alianza, y despreció la murmuración general y las sátiras lanzadas contra Aspasia aun en el teatro, en donde Eupolis, Cratino y Aristófanes la ultrajaban bajo los nombres de nueva Omfala, nueva Deyanira y otros menos honestos.
Jantipo y Paralo vengaban a su madre despreciando a Pericles y a su compañera. Dolíase infinito el tirano porque los amaba; más Aspasia se desquitaba con públicos desprecios, que la mala conducta de aquéllos justificaba no poco. Estos hijos murieron antes que su padre, el cual para consolarse, alcanzó para su hijo natural el derecho de ciudadanía. En otro tiempo Pericles había hecho adoptar una ley contraria. Ahora solicitó su derogación, y le fue concedida en premio a sus muchos servicios y como lenitivo a la aflicción causada por el fallecimiento de sus hijos legítimos. Aquel hijo consiguió grandes honores, y se contó entre los infelices generales condenados a muerte después de la batalla de Arginusas, por haber cuidado de seguir la victoria antes que de enterrar a los soldados muertos en el combate.
Poco tiempo después bajó al sepulcro Pericles. Aspasia contrajo matrimonio con Lisicles, rico comerciante en ganados y hombre grosero que, gracias a las lecciones o influencia de su esposa, llegó a ser un orador hábil y uno de los primeros personajes de la República.
Nuestra biografiada había compuesto varias obras. Ateneo habla de sus diálogos en verso; pero se duda que sean de Aspasia, pues no son más que una burla contra Sócrates, y sólo pudo escribirlos un entendimiento perverso y corrompido por el libertinaje. El Menexenes de Platón contiene un discurso en loor de los griegos muertos en defensa de la patria. En este diálogo recita Sócrates a Menexenes el expresado discurso, diciendo que el día anterior lo había oído de boca de Aspasia. Cicerón afirma que los atenienses, encantados con la belleza de este panegírico, hacían que se dijese en público todos los años, y que esta costumbre aún subsistía en su tiempo. La crítica moderna entiende que es a Platón a quien debe la posteridad esta pieza de elocuencia.
Nada más se sabe de la vida de la etaira. La reputación de sus gracias, de su ingenio y de su hermosura fue tan grande, que Ciro el Joven creyó tributar honor singularísimo a Mirto, la más querida de sus amantes, dándola el nombre de Aspasia. Esquines, discípulo de Sócrates, y Antístenes, jefe de los cínicos, compusieron cada uno, con el título de Aspasia, una obra. Ni una ni otra han llegado hasta nosotros.