Federico Alberto Lange (1828-1875)
 
Historia del materialismo, Madrid 1903

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Segunda parte. Periodo de transición.

Notas de la segunda parte

Federico Alberto Lange, Historia del materialismo, Madrid 1903, tomo 1, páginas 487-505

Federico Alberto Lange, Historia del materialismo, Notas de la segunda parte 1. Nos iniciamos en la fisiología de las naciones por una filosofía de la historia escrita desde el punto de vista de las ciencias físicas y de la economía política, habiendo penetrado esta luz hasta el fondo de las más humildes cabañas; pero esto no nos manifiesta más que un lado de la cuestión, y las modificaciones de la vida intelectual de los pueblos permanecerían envueltas en la obscuridad si no se explicasen por los cambios sociales. La teoría de Liebig sobre el agotamiento del suelo ha sido exagerada por Carey y amalgamada con aserciones absurdas, pero la verdad general de esta teoría es indudable, sobre todo en lo que se refiere a la civilización del mundo antiguo; las provincias exportan cereales hasta empobrecerse y se despueblan poco a poco, mientras que alrededor de Roma y de las ciudades secundarias la riqueza y la población elevan la agricultura a su más alto grado; pequeños jardines bien abonados y cultivados admirablemente producen en flores, frutos, &c., cosechas más lucrativas que vastos dominios situados en lugares remotos; según Roscher, un árbol frutal de los alrededores de Roma producía hasta 375 pesetas al año, mientras que en Italia un grano de trigo daba cuatro granos apenas y el cultivo de los cereales se hacía en tierras muy malas; la riqueza concentrada en una gran capital es más sensible a los choques que vienen de fuera que la de un país comercial de mediana importancia, porque aquélla depende de la producción de los alrededores que suministran los alimentos de primera necesidad; los estragos de la guerra en un país fértil, aun cuando se una a ella la destrucción de un gran número de seres humanos, desaparecen bien pronto por el trabajo de la naturaleza y del hombre, mientras que un golpe dado a la capital, sobre todo cuando los recursos de las provincias comienzan a agotarse, pueden fácilmente traer una conmoción general porque entorpece el desarrollo del comercio en su punto central y destruye súbitamente los exagerados precios de cuanto el lujo consume o produce; pero aun sin estos ataques del exterior la decadencia se acelera cuando el empobrecimiento y la despoblación de las provincias, cada vez más estrujadas, no pueden dar un rendimiento semejante al que daban anteriormente.

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