Filosofía en español 
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Junta Democrática de España  29 julio 1974 - 26 marzo 1976

Preparativos de la Junta Democrática de EspañaEn Lisboa, cabe Don Juan de BorbónEntrañables relaciones de Santiago Carrillo con los borbones carlistasPresentación de la Junta Democrática en París y en MadridEl autodenominado Gobierno de la República Española en el exilio ante la JDEEl catalanista exiliado José Tarradellas ante la JDEPreparan una alternativa de centro-izquierda a la Junta: la “Conferencia Democrática”La Junta Democrática abre oficina en ParísEl canciller de Austria recibe a la Junta DemocráticaLa Declaración de Estrasburgo de 12 de marzo de 1975El PRI mexicano dona 400.000 dólares a la Junta DemocráticaSelección de noticias sobre la Junta Democrática en la prensa española durante 1974Otras menciones a la JDE

Estructura política cristalizada en el tardofranquismo en la que se suponía que el Partido Comunista de España era la organización clandestina más poderosa de entre quienes la promovían. La Junta Democrática de España se presentó públicamente en el Hotel Intercontinental de París, el día 30 de julio de 1974, leyéndose ante numerosos medios de comunicación la Declaración de la Junta Democrática de España, fechada el día anterior en Madrid, en una ceremonia protagonizada por dos españoles exiliados: Santiago Carrillo Solares (1915-2012, secretario general del PCE) y Rafael Calvo Serer (1916-1988, numerario de la organización católica Opus Dei, catedrático de Historia de la Filosofía española en la Universidad de Madrid y desde 1966 presidente del Consejo de Administración de Madrid, diario de la noche, periódico cerrado por el gobierno en octubre de 1971).

Presentación de la Junta Democrática de España en el Hotel Intercontinental, París 30 de julio de 1974

Presentación de la Junta Democrática de España

Presentación de la Junta Democrática de España (Hotel Intercontinental, París 30 de julio de 1974). Santiago Carrillo, secretario general del PCE, flanqueado a su izquierda por Rafael Calvo Serer (numerario del Opus Dei) y a su derecha por José Vidal-Beneyto (1927-2010, millonario valenciano procedente del Opus Dei, conocido antifranquista desde su eficaz actuación en el anticomunista contubernio del Congreso por la Libertad de la Cultura, Múnich 1962).
 

Intervinieron en la fundación de la Junta Democrática de España algunas de las organizaciones políticas que operaban con distinto grado de clandestinidad o tolerancia en España:

Como era de esperar se mantuvieron al margen, y aún mostraron su oposición a este proyecto, las organizaciones liberales, cristianas y socialdemócratas en las que dominaba el prejuicio anticomunista (y preferían seguir viendo al PCE de Santiago Carrillo como el tentáculo de Moscú que ya no era). El éxito propagandístico de la Junta Democrática de España obligó a acelerar los planes de renovación del PSOE, auspiciados por socialdemócratas alemanes y franceses, de suerte que, tres meses más tarde, en el Congreso de Suresnes (11-13 octubre de 1974), los jóvenes renovadores sevillanos, capitaneados por Felipe González (1942), se impusieron sobre los anacrónicos exiliados del exterior, con el apoyo económico y el beneplácito de la Internacional Socialista, y Willy Brandt y François Mitterrand pastoreando en persona la operación, que se dejó por el camino un residual PSOE-histórico.

No había cumplido aún la Junta Democrática de España un año cuando el PSOE de Felipe González promovió, como estructura alternativa a la Junta, una Plataforma de Convergencia Democrática (11 junio 1975, que prescindía en su rótulo de España). Cuatro meses después de la muerte del general Franco y del cumplimiento de la continuidad que, en efecto, había dejado «atada y bien atada», es decir, consolidada «la prolongación de la dictadura a través de la Monarquía del Régimen» (en fórmula de la ingenua Declaración de la Junta Democrática), tras la coronación de Juan Carlos I como Rey de España, la Junta Democrática de España y la Plataforma de Convergencia Democrática armonizaron sus ansias partitocráticas, el 26 de marzo de 1976, fundiéndose en una Coordinación Democrática, conocida también como Platajunta (que también prefirió mantener elíptica la referencia a España).

Preparativos de la Junta Democrática de España

«El nacimiento a la vida política de la Junta Democrática se debió a diversos factores. Unos, de carácter objetivo, motivados en la circunstancia política. Otros, de índole subjetiva, basados en mi circunstancia personal. Los que fueron sus fundadores conocen los hechos inmediatos. No sus antecedentes lejanos. Pues lo que se fraguó en la Junta no era una idea que flotara en el aire al alcance de cualquier partido o persona decidida que la hicieran cristalizar. Lo realmente planteado en esa acción unitaria no era el problema de la presencia del PC. Eso sólo fue el aspecto más llamativo. El Régimen y el PSOE, como haría luego Kissinger con la Platajunta, lo pusieron en primer plano para producir miedo nacional y restar crédito internacional a la Junta, en tanto que símbolo político de una alternativa de Estado. Pero lo decisivo era otra cuestión, inédita en la historia europea. La de si la democracia podría ser conquistada, de modo pacífico, por la sociedad civil, y elevada al Estado, de abajo arriba, como forma de Gobierno. Esa novedosa idea se apoyaba en antecedentes que provenían de la singularidad de mi experiencia personal, y de mis conocimientos de historia sobre las causas de fracaso de las revoluciones políticas por las tradiciones oligárquicas de los notables que las promueven.
La Junta sirvió a Carrillo para presentarse en sociedad de la mano de hombres tan destacados y significativos para la Iglesia, la Universidad, la alta burguesía y los prestigios profesionales, como Rafael Calvo Serer, Enrique Tierno Galván, el PNV, la empresa Huarte, el príncipe Hugo Carlos, Valentín Paz Andrade, Alfonso Cossío, Manuel Brosseta, José Joaquín Díaz de Aguilar o yo mismo. Pero cuando quedó en minoría, junto con Tierno y CCOO, la lealtad del PC y del PSP a la estrategia de la movilización popular fue ejemplar en todos los sentidos. Y la Junta triunfó, hasta el punto de conquistar la hegemonía en la sociedad civil y la iniciativa en la sociedad política, por su fidelidad a mi concepción del modo de llegar a la democracia, sin peligro de caer en la oligarquía de partidos.» (Antonio García Trevijano, «Novedad de la Junta Democrática», La Razón, Madrid, 3 agosto 2000.)

«El proceso de creación de la Junta Democrática fue muy complejo y laborioso. Su concepción no salió de mi cabeza como la diosa Marte con el yelmo puesto. Cada paso que daba condicionaba el siguiente. Conociendo la falta de confianza de los partidos en ellos mismos y la morbosa susceptibilidad con la que rechazaban las iniciativas o convocatorias ajenas (llegaron al extremo de inventar la expresión “autoconvocatoria” para celebrar reuniones entre ellos), se me ocurrió la idea de hacerlos converger en un programa de acción común por la democracia política, a través de un ardid táctico.
En diciembre de 1973, tras el asesinato de Carrero, llegué a un acuerdo con Don Juan de Borbón sobre la necesidad de que hiciera pública su ruptura con la Monarquía franquista representada por su hijo el Príncipe Juan Carlos, en una entrevista que le haría el diario Le Monde, bajo la condición de que todos los partidos y las personalidades de mayor prestigio en la oposición apoyaran luego por separado, en cascada, la integridad de su compromiso público en favor de un proceso constituyente de las libertades públicas, la democracia política y los Estatutos de Autonomía.
Don Juan me pidió que redactara sus declaraciones y fijó la fecha de su onomástica (24 de junio de 1974) para hacerlas. Tenía pues seis meses de plazo para obtener la conformidad de los partidos a este plan de acción. En Enero de 1974, Don Juan aprobó el texto de su entrevista, donde sólo sustituyó la palabra franquista por otra más institucional. Ese texto contenía los doce puntos que deberían aprobar públicamente los partidos. Durante la estancia de Don Juan en París (febrero), concerté el compromiso con Le Monde. Y le presenté al editor de Ruedo Ibérico, José Martínez, a sus declaraciones por las organizaciones y personalidades de su entorno editorial. Entonces comuniqué a Don Juan que ya había obtenido la conformidad de los partidos nacionalistas por este orden: Jose María Lasarte (PNV), José Andreu (Ezquerra y Asamblea de Cataluña), Alejandro Rojas Marcos (PSA). Y que Valentín Paz Andrade se había encargado de asegurarse el apoyo de los partidos gallegos. Le anuncié que obtendría, a mi regreso, la conformidad de los sindicatos CCOO y USO.
Entonces empecé mi gestión con los partidos problemáticos por este orden: PC de Santiago Carrillo, PSP de Tierno, Democracia Cristiana de Gil Robles y Ruíz Giménez, grupo liberal de Joaquín Garrigues y PSOE de Pablo Castellano. Como no les pedía ningún tipo de unión entre ellos, ni un compromiso monárquico, sino simplemente la promesa de apoyar los doce puntos programáticos de la declaración que Don Juan haría a Le Monde, con los que estaban de acuerdo, nadie puso objeciones ni condiciones, salvo Pablo Castellano que se abstuvo de toda promesa, por no creer que Don Juan se atrevería a romper, de ese modo irreversible, con la Monarquía de su hijo.
Llegado el momento de la verdad, el día 24 de Junio de 1974, por las razones o circunstancias que Luis María Anson relata con toda veracidad y exactitud en su biografía de Don Juan, éste incumplió su palabra. Pablo Castellano acertó y yo me equivoqué. Pero ese mismo día, desde que me despedí de Don Juan, anunciándole que ya no quedaba más opción para la democracia que la República, hasta que llegué al hotel de Lisboa donde me esperaban Tierno y Morodo, con otros politicos de relieve que se habían congregado en espera de las declaraciones, en ese trayecto de carretera, tomó cuerpo en mi imaginación la nueva idea. Puesto que los partidos habían aceptado los doce puntos de la declaración, podríamos superar el plan fracasado, prescindiendo de Don Juan, si los convertíamos en programa común de un organismo unitario de toda la oposición.» (Antonio García Trevijano, «Sin Don Juan, la Junta Democrática», La Razón, Madrid, 7 agosto 2000.)

«Conseguido el acuerdo de José María Lasarte y Josep Andreu, llamé por teléfono a Valentín Paz Andrade. Una de las figuras de más prestigio en Galicia. Me pidió incorporarse conmigo en el grupo de personas independientes y prometió gestionar la entrada de los partidos gallegos en el organismo unitario. La transición no ha hecho justicia a la memoria de esta gran personalidad cultural del galleguismo. Lo conocí por sus vinculaciones profesionales con la empresa Pescanova. Y al primer instante comprendí que era una persona fuera de lo corriente. A su sensibilidad literaria, poco común en la política, unía un talento especial para captar el sentido de los nuevos sentimientos regionalistas, que surgían como reacción a la desigualdad y desequilibrio en el desarrollo económico impulsado por el centralismo político. Nunca olvidaré su menuda figura llena de distinción, humanismo y perspicacia. Sus agudos análisis me ayudaron a comprender la naturalidad del andalucismo de Rojas Marcos y la culturalidad del valencianismo de Manuel Brosseta.
Un domingo de mayo de 1974 visité a Enrique Tierno Galván, en su domicilio de Ferraz, para que leyera el documento unitario y asistiera a una inmediata reunión, en el hotel Lotti de París, con Santiago Carrillo, Rafael Calvo Serer, un delegado del PNV, Josep Andreu, por la Asamblea de Cataluña, y don Valentín Paz Andrade. A medida que iba leyendo el texto su cara demudada del pajizo seco al blanco cerúleo. Hasta que, antes de terminar, explotó en un borbotón de angustia y miedo: “¡Pero esto es una revolución!”. Mi sonrisa de ironía le humilló. “Claro, no se trata de una revolución social, no hablo por mí, estoy de acuerdo con el contenido, sólo es cuestión de lenguaje, deberíamos de suavizarlo.” Por otros derroteros que le parecían menos ridículos añadió: “No creo, de otro lado, que a mi partido le convenga aparecer ahora de repente cogido de la mano del partido comunista y del Opus Dei, tengo que pensarlo con más calma.” Era fácil de rebatir: “Franco está enfermo, Pablo Castellanos y Gil Robles preparan una plataforma de la oposición con exclusión del PC y tu partido, seguramente se negarán a integrarse en nuestra unión, aprovecha esta oportunidad para situarte a la izquierda del PSOE y lograr el reconocimiento de la Internacional Socialista. Me propongo presentar nuestra unión, ante la opinión internacional y el Parlamento de Estrasburgo, como la alternativa democrática a la dictadura. Adelántate a la muerte de Franco y al PSOE.” Conocía muy bien a Tierno. Como persona, como intelectual y como político. Siempre he desconfiado de las personas que hablan como escriben. En un francés lo disculpo por la tradición que ha hecho admirar la brillantez y la precisión de la expresión oral en la conversación ordinaria. Pero entre nosotros, como en Inglaterra, la pedantería oculta vicios del carácter y desdoblamiento de la personalidad. El alma tortuosa de Tierno la ocultaba su palabra suave y la delataba su cuerpo violento. Su cobardía rayaba en el delirio, y su doblez, en el arte. Su naturaleza estaba compuesta como la de los centauros. A través del pantalón, sus pantorrillas se dibujaban como las de un sátiro. Pero su inteligencia natural, más profunda que el entendimiento del mundo social y político que le daba su confusa cultura, era prodigiosa. Si hubiese leído menos y con más discernimiento, habría pensado y escrito mejor. Su pensamiento siempre estuvo dominado por sus pasiones. Como político y hombre de partido, cuando no seguía al pie de la letra los criterios de Raúl Morodo, era una completa calamidad. Pero mis argumentos, a favor de sus pasiones de rivalidad con el PSOE y Gil Robles, más fuertes en aquel momento que su miedo genético, inclinaron el precario fiel de su balanza y prometió asistir a la reunión de París.» (Antonio García Trevijano, «Personalidades de la Junta (II)», La Razón, Madrid, 17 agosto 2000.)

«Era tan segura y desprendida de pequeñeces mi amistad con Rafael Calvo Serer, que para ponerlo en contacto con Santiago Carrillo, contrariando la inclinación de su prejuicio religioso, le preparé una “encerrona”. Yo acababa de regresar al Hotel Lotti, tras la entrevista con Carrillo donde me pidió que le presentara a Rafael Calvo. Este me esperaba para cenar. Le dije que había invitado a una personalidad del exilio para que cenara con nosotros. Ya antes le había presentado a José Martínez, de Ruedo Ibérico. Y creyó que, esta vez, se trataría de algún miembro del gobierno republicano. Estaba sentado en un sofá de espaldas a la puerta del salón. Llevábamos media hora conversando cuando, sin mediar palabra, me levanté para recibir al invitado que iba a nuestro encuentro. “Rafael, te presento a Santiago Carrillo.” Lo saludó con una seriedad contraída que delataba, pese a su experiencia mundana, una rara mezcla de interés y contrariedad. La simpatía de Santiago y mis bromas sobre el demonio le relajaron. Enseguida estábamos en el acogedor restaurante del hotel celebrando nuestro agradable encuentro con champán. Hablaron a sus anchas. Y luego se integraron en la incipiente unidad de la oposición.» (Antonio García Trevijano, «Personalidades de la Junta (4)», La Razón, Madrid, 24 agosto 2000.)

En Lisboa, cabe Don Juan de Borbón

Los promotores de la Junta Democrática de España no pretendían instaurar en España otra república, y no le hacían ningún asco a la restauración en España de la monarquía, aunque discrepaban sobre el individuo que habría de ser coronado tras la muerte de Franco. Estaban de acuerdo en rechazar al Príncipe de España, designado el 22 de julio de 1969 por el régimen para suceder a Franco, en su momento, como Jefe del Estado a título de Rey («la prolongación de la dictadura a través de la Monarquía del Régimen»). Preferían unos que el futuro Rey fuese el Conde de Barcelona, Juan de Borbón Battenberg (1913-1993), el pretendiente Juan III y padre precisamente del Príncipe de España, exiliado en Estoril (quien, coronado su hijo como Rey de España en noviembre de 1975, aún tardaría año y medio en reconocer a Juan Carlos I mediante la renuncia a sus «derechos», el 14 de mayo de 1977). Los secuaces del Partido Carlista, por supuesto, postulaban como futuro rey al pretendiente Javier I, aunque, por razones de edad, calculaban que el mejor candidato de sangre azul para suceder a Franco había de ser don Carlos Hugo de Borbón-Parma, autogestionario adalid del carlismo-leninismo.

El rótulo Junta Democrática de España quedó aceptado en la reunión que celebraron sus promotores en el Hotel Ritz de Lisboa los días 3 y 4 de junio de 1974, reunión en la que estuvieron presentes Santiago Carrillo, Rafael Calvo Serer, Enrique Tierno Galván, el carlista José María de Zavala Castella, un representante de José Andreu Abelló (1906-1993, fundador en 1931 de ERC y promotor en 1971 de la Asamblea de Cataluña), ejerciendo el notario Antonio García-Trevijano como eficiente coordinador ejecutivo. El Partido Nacionalista Vasco excusó su asistencia, aunque anunció que Julio de Jáuregui (1910-1981) asistiría a futuras reuniones. Así lo reconstruía Santiago Carrillo veinte años después:

«Conservo mis notas de la reunión celebrada los días 3 y 4 de junio en el hotel Ritz de la capital lusa. Transcribo lo esencial de ellas, haciendo una salvedad: no se trata de notas taquigráficas. Yo apunté aquello que más me interesaba, por lo que en algún caso, mis notas pueden dar sólo una idea parcial de las informaciones aportadas. A esta reunión acudieron el profesor Tierno Galván, un delegado carlista y el suplente de Andreu Abelló. Se excusó el PNV, anunciando que a una próxima reunión acudiría el señor Jáuregui. Los demás miembros de la junta se hallaban presentes al completo. Aquello ofrecía la impresión de ser el intento unitario de oposición más serio en el momento.
Hubo una fase previa de información. Con respecto al Ejército, objeto de nuestra atención, el dato más significativo era un discurso del general Vega Rodríguez, no publicado en la prensa, en su toma de posesión de director de la Guardia Civil. Se le atribuía haber dicho que la Guardia Civil fue creada para perseguir el bandolerismo en el campo, no para hacer la policía en las ciudades y aporrear a los estudiantes, y que se esforzaría porque el cuerpo volviese a ocupar su primitivo papel. Parece que también había declarado que no debía fidelidad a nadie más que a España. Sus palabras no se habían publicado por el contenido contestatario que encerraban. Esto explicaba lo del monóculo de Spínola. A partir de ese momento era un candidato a ser contactado.
Trevijano refirió una comida con el señor Areilza, que no debió ser excesivamente cordial. Al comienzo parece que el conde había tomado aires de superioridad, encontrándose con una respuesta bastante agresiva de Trevijano, quien nos anunció que su interlocutor negaba sus contactos con Arias, y afirmaba su deseo de entrar en la junta. (La verdad es que terminó enviando al señor Senillosa, como su representante oficioso, solución a la que nos negamos, porque teníamos la impresión de que Areilza, obrando así, no se comprometía y lo único que intentaba era estar informado de lo que hacíamos.)
Otro tema de información era la entrevista celebrada por Alejandro Rojas Marcos y Trevijano con Felipe González. Según ambos Felipe estaba de acuerdo con el proyecto de la junta; negó que el PSOE fuera hostil a la unidad con el PC. Prometió que el PSOE tomaría rápidamente la decisión de participar y que había el 80% de posibilidades de que el elegido para formar parte fuese él. (Aquí transcribo literalmente mis notas. En un paréntesis yo he escrito, entonces precipitadamente, como luego se vio: “Si esto es así ¡se acabaron las maniobras de Gil Robles!”)
Para facilitar la adhesión del PSOE el profesor Tierno Galván anunció su propósito de modificar el nombre de su partido, que pasaría a llamarse Partido Socialista Popular, en vez de Partido Socialista del Interior.
La cuestión que suscitó mayor discusión fue la de las relaciones con don Juan de Borbón. Los monárquicos de la junta informaron de que las gestiones para que el exiliado de Estoril encabezase la oposición tropezaban con serios obstáculos. Dijeron que Satrústegui y Sainz Rodríguez habían redactado un discurso ambiguo para que lo pronunciara don Juan en la fiesta de aniversario, en vez del discurso antifranquista que deseábamos. Calvo Serer contó que el Gobierno había enviado al “pollo Ansón” a Estoril con una “información truculenta”: la existencia de una alianza de la oposición muy seria, que representaría al 60% de los españoles, y que trataba de utilizar a don Juan no ya para destruir al régimen franquista, sino a la monarquía, ante lo que le ponían en guardia.
El plan de Trevijano y Rafael Calvo Serer consistía en preparar unas declaraciones para Le Monde, en las que don Juan se propondría como árbitro para el cambio con un programa: Gobierno provisional, con los objetivos de la junta: consultar al pueblo sobre la forma de Gobierno y legalización de todos los partidos políticos sin exclusión. Las declaraciones se publicarían el 28 de junio en dicho diario y serían una bomba política. Trevijano había redactado un proyecto.
En la junta algunos éramos profundamente escépticos pero no nos oponíamos a intentarlo. Mas para los carlistas la idea era difícilmente aceptable.
Presentaban, por un lado, objeciones de carácter dinástico –pues su partido podía romperse– y también de eficacia. Pensaban que podía haber otras soluciones más efectivas. Incluso consideraban preferible a don Juan, su hijo don Juan Carlos.
Se originó una larga discusión. Al final Tierno Galván consiguió que el líder carlista, Zabala, aceptase que si la instauración de don Juan viniese sin participación de la Junta, ellos no abandonarían ésta. Pero no podían promocionar a don Juan.
Tierno llegó a proponer que si don Juan se negaba se hiciese la misma invitación a don Carlos Hugo; pero esto fue rechazado por Trevijano como poco serio.
En esa discusión yo intervine brevemente para decir que desde el punto de vista estratégico lo esencial era la movilización popular; tácticamente necesitábamos “quien nos abriera la puerta desde dentro”. Podía ser un general, don Juan, y –teóricamente– hasta don Juan Carlos. Pero Carlos Hugo no estaba “dentro”, sino “fuera” y no podía abrirnos ninguna puerta.
Tras muchas vueltas los carlistas, que deseaban no apartarse de la junta, quedaron en que reflexionarían.
Por su parte los monárquicos presionarían para convencer a don Juan, lo que se presentaba muy difícil.
En esa reunión se adoptó ya por unanimidad el nombre que íbamos a darnos: Junta Democrática de España, y se aprobó el programa elaborado en París. Además se convocaba una nueva reunión de la junta el 19 del mismo mes en Lisboa.» (Santiago Carrillo, Memorias, Planeta, Barcelona 1993, págs. 590-592.)

El 19 de junio de 1974 se celebró en Lisboa una segunda reunión preparatoria de la Junta:

«El 19 de junio volvimos a reunirnos en el Ritz de Lisboa. Asistíamos los mismos, más los señores Ugalde e Isasi, que representaban al PNV y Pepín Vidal Beneyto y G. Navarro que se incorporaban a la junta. Faltaban en cambio los carlistas que días antes nos habían hecho llegar un documento contra la “promoción” de don Juan. Excusaba su ausencia don Alfonso de Cossío por falta de documentación para salir del país. Uno de los primeros acuerdos tomados fue que yo me entrevistara con los carlistas. La gestión acerca de don Juan había sido un “gran fracaso” según se nos informó. Se sabía de antemano que en una entrevista con su hijo, celebrada en un yate en aguas de Mallorca, se había comprometido a no autorizar las declaraciones ya concertadas con Le Monde. “A pesar de todo –relataba Trevijano– leyó el texto y sólo hizo tachaduras breves, sobre todo cuando se empleaban los términos franquismo o régimen franquista.”» (Santiago Carrillo, Memorias, Planeta, Barcelona 1993, pág. 593.)

Entrañables relaciones de Santiago Carrillo con los borbones carlistas

«Cumpliendo los acuerdos de la junta establecí en París una relación con don Carlos Hugo, su familia y su entorno político. La reconversión del carlismo a las ideas de la democracia e incluso del socialismo era un fenómeno tan sorprendente que me interesó conocerlo de cerca. El señor Zabala –hoy fallecido– me presentó un día a don Carlos Hugo. Era éste un joven universitario formado en Francia, sin duda muy inteligente, con el que resultaba fácil congeniar. Conocí y tuve largas conversaciones con su familia: su padre, don Javier, su esposa entonces, doña Irene, princesa de Holanda, y su hermana María Teresa. Don Javier era un hombre, ya bastante anciano, que había participado en la resistencia antinazi en Francia y había sido represaliado por los alemanes. Mientras hablaba con él en el apartamento de Carlos Hugo en París me costaba trabajo identificar al hombre que se expresaba como un demócrata con quien cuarenta años antes había sido uno de los organizadores de la sublevación franquista. […] Sin embargo en el movimiento carlista la evolución que representaba don Carlos Hugo chocaba con sectores que seguían anclados en la tradición, como se vio en una de las marchas a Montejurra. Doña Irene, su esposa, era una mujer encantadora, bella e inteligente. Hablando con ella me sorprendía que fuese tan fácil entenderse, un miembro de la casa reinante de Holanda y yo, dirigente de un Partido Comunista. Una vez me dijo una frase que me dio mucho que pensar: que ellos –los carlistas– y nosotros nos parecíamos mucho. Y así como cuando Calvo Serer me había dicho algo parecido, referido al Opus Dei, lo había rechazado, en este caso encontraba cierta analogía: la raíz popular del carlismo, la profundidad de las convicciones que cada uno profesábamos, la sinceridad de nuestro comportamiento. Al lado de eso, la nueva versión del carlismo encarnada en don Carlos Hugo no era en absoluto lejana a nuestras propias convicciones. Mis conversaciones con María Teresa, hermana de don Carlos Hugo, confirmaban la misma impresión. Yo nunca llegué a ver a don Carlos Hugo como un pretendiente al trono de España sino como el posible líder de un partido cuyo futuro me parecía incierto.» (Santiago Carrillo, Memorias, Planeta, Barcelona 1993, págs. 595-596.)

Presentación de la Junta Democrática en París y en Madrid

«La Junta Democrática. Franco tuvo lo que vulgar y exactamente no se podría definir de otro modo que como un patatús. Claro está, que un patatús de Franco debía conservar su estigma y así fue un patatús grisáceo, lentísimo, circunloquial y sobre todo enigmático. Ese tipo de enigmas que en el fondo no ocultan nada. El día 13 de julio los periódicos no pudieron silenciar por más tiempo lo que ya era del dominio público. Su excelencia el Generalísimo padecía flebitis en la pierna derecha.
Ni un minuto más de espera. La voz de Carrillo se hizo perentoria: mis amigos y yo somos la alternativa. Tenía dos razones de peso; la primera, que no había otra y la segunda que eran los primeros. La presentación de la Junta Democrática se hizo en el Hotel Intercontinental el 30 de julio de 1974 ante 20 equipos de la televisión mundial y cien medios de comunicación.
De los tres componentes principales sólo aparecieron dos, Santiago Carrillo y Rafael Calvo Serer. El tercero, Antonio García Trevijano, no podía hacerlo por su condición de ciudadano no exiliado, con bufete y negocios en España. Antonio y Santiago corrieron con todos los gastos, a escote, salvo en el caso del profesor de Filosofía señor Calvo Serer, cuyo modesto patrimonio no podía soportar aquella inflación y era cuestión que proveía con prodigalidad el abogado Trevijano.
La declaración programática tenía la mano notarial de éste –el régimen político del Estado español toca a su fin– que huía de la imprecisión y del vacío jurídico, la celebración de una consulta popular [se hará] entre los doce y los dieciocho meses, contados desde el día de la restauración de las libertades democráticas. Se proponían ser el núcleo que aglutinara a su alrededor a las fuerzas políticas que romperían con la dictadura y establecerían la democracia, sin decir aún qué tipo de régimen instaurarían.
La historia de la Junta Democrática había empezado en el verano del año anterior y a impulsos mancomunados de esos dos personajes que tenían muchos puntos en común, Trevijano y Carrillo. Los dos buscaban la tan añorada oportunidad de acaudillar un gobierno, un estado, un pueblo. Audaces ambos hasta el delirio, tenían a sus espaldas una historia abigarrada. La de Carrillo ya es sabida, la de Trevijano empezaba con una brillante carrera de abogado, negocios de toda especie, entre los que sobresalían los de Guinea Ecuatorial y un matrimonio que le vinculaba a una familia, los Chouraki, con amplias relaciones en los medios judíos de Francia y el norte de África. Es curioso cómo en un país donde a nadie se le oculta la mejor y más rápida manera de hacer negocios, resulta que García Trevijano tuviera “mala fama” por hacer exactamente lo que muchos otros hicieron con mayor descaro y mejor crédito. Había conspirado durante los años cincuenta y sesenta con sectores militares, estaba vinculado a un periódico del opusdeísmo aperturista –Madrid– y, en fin, tenía un gusano político en el cuerpo que le pedía pelea y poder.
Quizá lo más sobresaliente de los dos, amén de la audacia, fuera la soberbia. Incluyendo la personalidad de Calvo Serer, de menor cuantía, los tres pertenecían a la sociedad mosqueteril de los soberbios. Jamás dudaron de nada, y en verdad que a lo largo de sus trayectorias cambiaron de ideas y pareceres, alcanzando como en el caso de Serer los niveles del travestismo, pero no obstante jamás les cupo un ápice de duda respecto a su talento político, su perspicacia y su sentido de la oportunidad. Hablar con ellos, juntos o separados, le producía a uno la sensación de entrar en los salones de Talleyrand en el palacio vienés de Kaunitz y no poder evitar la sensación de sentirse monsieur de Carème, cocinero del príncipe.
Rafael Calvo Serer estaba en desventaja frente al sesgo de condotieros renacentistas de Carrillo y Trevijano, quienes podían distinguir sus habilidades manejando floretes y dialécticas. Rafael Calvo nunca pudo superar su aire de fraile medieval. Había recorrido un camino tortuoso desde ser martillo de herejes, luz de Trento y nacional-católico furibundo, hasta aparecer codo a codo junto a dos descreídos demoníacos como sus colegas de la Junta. La única fidelidad de su vida seguía siendo el Opus Dei, donde hacía las veces de monosabio de monseñor Escrivá de Balaguer. Nadie dentro ni fuera de la Obra le hacía maldito el caso aunque admiraban la tozudez de sus alegatos.» (Gregorio Morán, Miseria y grandeza del Partido Comunista de España 1939-1985, Planeta, Barcelona 1986, págs. 493-494.)

«En el verano de 1974, coincidiendo con la primera hospitalización de Franco, la Junta Democrática hizo su presentación en un hotel parisino, ante la prensa internacional. Fue un importante aldabonazo político la noticia de su constitución y el hecho de que Rafael Calvo Serer y yo fuéramos los presentadores. Mi calidad de dirigente comunista era ampliamente conocida, así como la significación de derechas de Calvo Serer. La prensa franquista lanzó una tremenda campaña de insultos contra ambos presentadores. No tenían ya argumentos políticos serios y la creación de la junta les hería en lo vivo.
En Madrid García Trevijano, acompañado de otras personalidades políticas, había hecho también la presentación de la junta ante la prensa, confirmando el contenido de la rueda de París. A raíz de la presentación las Juntas Democráticas comenzaron a desarrollarse por toda España, convirtiéndose rápidamente en un movimiento real. En París hicimos varias reuniones a las que acudieron representantes de casi todas las provincias.» (Santiago Carrillo, Memorias, Planeta, Barcelona 1993, págs. 600-601.)

Ruedo Ibérico, la editorial parisina dirigida por el anarquista José Martínez Guerricabeitia, venía encargándose de publicar, sin firmarlos y aparentando autoediciones de su autor, los libros antifranquistas de Rafael Calvo Serer. El día anterior a la presentación de la JDE apareció uno de sus libros más famosos: La otra “cosa nostra”. La Asociación Católica Nacional de Propagandistas y el caso del “El Correo de Andalucía”, firmado por A. Sáez Alba (pseudónimo de Alejandro Rojas Marco, de Alianza Socialista de Andalucía). El biógrafo de José Martínez, que ha consultado sus diarios y documentos, traslada la inquietud del editor ante la JDE, al percibir el inicio del fin de un ciclo en el que, como tantos otros, habían logrado sobrevivir profesionalmente del antifranquismo (adviértase cómo se adelanta un poco el biógrafo al calificar ya entonces a Carrillo como eurocomunista, rótulo que no se acuña hasta la primavera de 1975):

«Dos días después se presentaba en París la llamada Junta Democrática, una coalición antifranquista liderada por el eurocomunista Santiago Carrillo, secretario general del PCE, y un grupo de dirigentes liberales partidarios de don Juan de Borbón, que encabezaba uno de los autores ocultos de Ruedo ibérico, Rafael Calvo Serer, y entre los que también se encontraba Antonio García-Trevijano. Para el director de Ruedo ibérico tal hecho no era una buena noticia, porque avizoraba en ello una estrategia política de transición, de reforma, de transformación gradual del franquismo frente a la ruptura revolucionaria que él deseaba, y que pronto comenzaría a propugnar.» (Albert Forment, José Martínez: la epopeya de Ruego ibérico, Anagrama, Barcelona 2000, pág. 462.)

El autodenominado Gobierno de la República Española en el exilio ante la JDE

Con fecha 20 de julio de 1974, ante la enfermedad de Franco y conociendo sin duda la inminente presentación de la Junta Democrática, el pintoresco Gobierno de la República Española en el Exilio mandó imprimir elegantemente en París cuatro páginas con una declaración, en francés, que se apresuró a difundir lo más posible: «Se está mandando a todos los parlamentarios del Consejo de Europa, y a todos los diputados y senadores de Francia» (figura en una anotación manuscrita sobre el ejemplar conservado en el Archivo de Manuel de Irujo):

«Vers la fin de l'ère franquiste. Déclaration du Gouvernement de la République Espagnole en Exil. Quel que soit le dénouement de la grave maladie dont souffre le Caudillo, il est évident que l'ère du post-franquisme a commencé en Espagne. […] Non, ni Don Juan-Carlos, ni Don Juan de Bourbon ne rétabliront jamais la liberté et la démocratie en Espagne puisqu'ils sont les instruments dont les oligarchies absolutistes et réactionnaires veulent se servir pour sauvegarder leurs privilèges, moyennant un simulacre de démocratie. […] Nous, les républicains, affirmons qu'il n'y a d'autre régime légitime que celui issu de la Constitution républicaine de 1931 et des Statuts d'Autonomie de la Catalogne et du Pays Basque, dernière expression indiscutable de la souveraineté nationale. […] A cette heure cruciale de l'histoire de l'Espagne, il était de notre devoir de faire entendre la voix de la République. Ce devoir est accompli. D'autres sauront, avec patriotisme, accomplir le leur. Paris, le 20 Juillet 1974. José Maldonado, Président de la République. Fernando Valera, Président du Conseil des Ministres. Julio Just, Vice-Président et Ministre de l'Émigration. Antonio Alonso Baño, Ministre de la Justice. Macrino Suárez, Ministre de l'Économie. Francisco Giral, Ministre en Mission en Amérique du Nord et aux Antilles. Manuel de Rivacoba, Ministre en Mission en Amérique du Sud.»

En esta política ficción, el 5 de agosto, quien se creía presidente del gobierno de la república española, difundió una nota reservada, mecanografiada y policopiada en dos páginas, distanciándose de la Junta:

REPUBLICA ESPAÑOLA
Presidencia del Gobierno

NOTA RESERVADA
Para las Delegaciones y Corresponsalías
del Gobierno de la República Española.

El Gobierno no puede permanecer silencioso ante la información difundida con insólita generosidad por los periódicos y agencias de prensa, según la cual se ha constituido en España y en el exilio una JUNTA DEMOCRÁTICA encabezada por el antiguo director del diario MADRID y miembro destacado del Opus Dei, ahora en desgracia, D. Rafael Calvo Serer y por el Secretario General del Partido Comunista Español D. Santiago Carrillo.

Días antes de que se diera a conocer dicha noticia, este Gobierno había aprobado la Declaración recogida en el Documento nº 19 de la Presidencia del Consejo de Ministros, de que ya tendrá Vd. conocimiento, en la que se fija la línea política que nos viene impuesta ante el problema de la sucesión franquista por la consecuencia, la decencia y la lealtad debidas a la Constitución republicana. A ella seguiremos ajustando nuestra conducta, cualquiera que fuesen los éxitos o fracasos que coseche el nuevo movimiento, el cual se ha constituido sin que ni este Gobierno ni la mayor parte de las fuerzas auténticamente democráticas de España y del exilio hubieran sido previamente informados.

Ignoramos, pues, lo que haya realmente detrás de la flamante Junta Democrática, ora se trate de una mera compaña sensacionalista de la prensa, aprovechando el interés que siempre despierta el drama español, ora de un noble, serio y eficaz intento de recoger, estructurar y canalizar la corriente de opinión liberadora de nuestro pueblo.

En principio, seguiremos creyendo que sólo el régimen republicano posee las virtudes intrínsecas para propiciar la vuelta a España de la democracia libre, y todo lo que se oriente por otros derroteros, ya sea en pos de una Monarquía más o menos constitucional, ya hacia un nuevo régimen totalitario de signo contrario al hoy existente, contribuirá más bien, aun sin quererlo ni proponérselo, a retrasar el advenimiento de las libertades que toda España desea.

Por otra parte, la lógica y la sindéresis de consuno enseñan que son las fuerzas tradicionalmente adictas a los principios de la democracia libre las llamadas a constituir el núcleo en derredor del cual se unifique y organice la acción popular encaminada al restablecimiento de las libertades esenciales.

Hechas estas salvedades, y aunque por las razones indicadas hayamos de permanecer al margen de la Junta Democrática, no queremos en modo alguno interferirnos en su acción ni desautorizarla públicamente, como no hemos obstaculizado ni desautorizado ninguno de los múltiples movimientos que la han precedido, inspirados en el mismo generoso impulso, pero condenados al mismo previsible fracaso.

Sólo con carácter reservado cursamos la presente comunicación a nuestras Delegaciones y Corresponsalías, con objeto de que estén debidamente ilustradas acerca de los móviles en que se inspira nuestra conducta.

París, 5 de Agosto de 1974
EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO,
F. Valera.

El catalanista exiliado José Tarradellas ante la JDE

El 21 de julio de 1974, José Tarradellas (1899-1988), en su calidad de «Presidente de la Generalidad de Cataluña» (en el exilio), días antes de la presentación de la Junta Democrática, reprocha los vínculos catalanes con la Junta, en carta a Pere Esteve que su servicio de prensa difundió en español:

«Todo lo que acabo de indicarle y que nadie puede desmentir, crea que me duele y además me produce una profunda tristeza. No dudo que estaremos de acuerdo en considerar que la asistencia de las personalidades más conocidas de la Asamblea de Cataluña a las reuniones celebradas los días 18 y 19 de Junio en Lisboa, juntamente con los monárquicos partidarios de D. Juan de Borbón, constituye un gravísimo error a la par que una ridiculez. Error, porque su presencia, en oposición a sus presunciones y a sus afirmaciones, no ha influido lo más mínimo en las resoluciones adoptadas por D. Juan de Borbón, y ridiculez, porque da la sensación de que existen catalanes y Organizaciones representativas que, llevados por su provincialismo, contribuyen a que nuestro pueblo retorne a las viejas luchas del siglo pasado entre alfonsinos y carlistas. No, querido Esteve, pertinentemente sabe usted que la Asamblea de Cataluña no fue creada para esta misión y mucho menos para ponerla al servicio de los que pretenden imponernos una monarquía.
Precisamente en estos momentos y con mayor fuerza si cabe, los catalanes y todos los ciudadanos que conviven con nosotros, vengan de donde vinieren, hemos de afirmar nuestra fidelidad republicana como nunca hemos dejado de hacerlo a lo largo del presente siglo. Si por haber perdido su fe en nuestros ideales, o por conveniencias personales, alguien piensa lo contrario, su posición merece respeto, pero, lo que no podemos admitir en modo alguno, es que nos comprometa y, circunstancia más grave todavía, que ponga en entredicho la voluntad de la inmensa mayoría de la Asamblea de Cataluña que, a mi entender, no ha declarado su fidelidad, ni está dispuesta a declararla, a D. Juan de Borbón, ni a su hijo que en estos días asume las funciones de Jefe de Estado.»

«Per altra banda, si hi ha qui creu que la solució de les nostres dificultats polítiques, econòmiques i les nostres responsabilitats davant el futur, les resoldrà la “Junta Democrática de España” es evident que ens trobem davant un estat d'espeit gens seriós. Car, como ja deveu saber, aquesta “Junta” constituïda solament per una tendència del comunisme espanyol i un parell de membres de l'Opus Dei, ni a Espanya, ni a Catalunya, cap partit polític ni organització, sigui obrera o intel⋅lectual, no en formen part.» (José Tarradellas, carta de 16 de septiembre de 1974 a un miembro de la Comisión Coordinadora de Fuerzas Políticas de Cataluña.)

«Por la exposición de sus observaciones y quejas es evidente que su carta ha sido principalmente motivada por mi decisión del 3 de Agosto último dando a conocer la posición de Cataluña a las más destacadas personalidades políticas e intelectuales francesas. Si en aquella fecha mi resolución significaba el cumplimiento de un deber, hoy sigo estimando que no podía proceder de otro modo ante la formación en París, el 30 de Julio último, de la “Junta Democrática de España” constituida únicamente por el “Partido Comunista de España” y un miembro del “Instituto Secular de Derecho Pontifical Opus Dei”. Considero que haber silenciado este hecho hubiera sido perjudicial a nuestro país ya que elucidar los problemas y evitar confusiones siempre es necesario y útil. […] Debo comunicarle que, según mi opinión, nos encontramos en el buen camino. Si cerca de tres meses después de constituida la “Junta Democrática de España”, ni un solo partido político catalán anterior o ulterior a 1940, ni ninguna organización social o espiritual de nuestro país han considerado oportuno adherirse a tal Organismo es un motivo de satisfacción que nos permite ver el futuro con optimismo.» (José Tarradellas, carta de 21 de octubre de 1974 a Salvador González.)

«De paso por Toulouse, D. Josep Tarradellas, Presidente de la Generalidad de Cataluña, ha abordado, en unas declaraciones a La Depeche, que traducimos, los problemas políticos de Cataluña y sus relaciones con España.
P.– ¿Cuál es su posición respecto a la “Junta Democrática” fundada en París por el Sr. Santiago Carrillo del Partido Comunista de España y el Sr. Rafael Calvo Serer, ex-Director del diario Madrid, por un sector de los demócratas cristianos y el Opus Dei?
R.– Considero que los catalanes no deben confundirse con las actuaciones de uno u otro partido, ni con los hombres políticos españoles. Los catalanes sólo deben contar con ellos mismos pensando únicamente en los intereses de Cataluña y de la República. No deben aceptar, en modo alguno, pasar a ser una sucursal de los partidos españoles.
P.– ¿Y en relación a la “Conferencia Democrática” de los Sres. Gil Robles, Ruiz Jiménez, Ridruejo y otras personalidades, que han creado en Madrid una Asociación dispuesta a reemplazar al franquismo, cual es su opinión?
R.– He de repetir lo que acabo de declararle: Cataluña sólo otorgará su confianza a un movimiento español dispuesto a respetar la Generalidad de Cataluña nacida de la Constitución que el Pueblo español libremente votó.
P.– ¿Cómo ve usted la reanudación política en España después del franquismo?
R.– Debe preverse un período de gobierno provisional, tanto en Madrid como en Barcelona, para preparar el país a unas elecciones y que pueda así manifestar libremente si quiere la monarquía, y en este caso que forma de monarquía, o si desea la República, y respetar la voluntad del Pueblo.
P.– No ha hecho alusión alguno a la fórmula “Juan Carlos”…
R.– En efecto, ya que usted me ha interrogado sobre la solución “después del franquismo” y la fórmula en cuestión no sería más que la continuación del franquismo.» (Declaraciones de José Tarradellas a La Depeche de Midi, de Toulouse, Francia, el día 4 de diciembre de 1974, Butlletí d'Informació editat pel Servei d'Informació i Publicacions de la Generalitat de Catalunya.)

Preparan una alternativa de centro-izquierda a la Junta: la “Conferencia Democrática”

El 6 de septiembre de 1974 difunde la prensa el rumor interesado de la próxima cristalización de un proyecto alternativo a la Junta Democrática, una “Conferencia Democrática” que se está organizando en Madrid por quienes se autopresentan como centro-izquierda, y se filtran algunos nombres significativos presuntamente implicados: Fernando Álvarez de Miranda y Joaquín Ruiz-Gimenéz como democristianos, Dionisio Ridruejo y Antonio García López como socialdemócratas, Pablo Castellanos como socialista, Heribert Barrera desde Cataluña, Ramón Piñeiro y José María Beiras desde Galicia. Varios de esos nombres vinculados a las actividades anticomunistas del Comité español del Congreso por la Libertad de la Cultura, auspiciado por los Estados Unidos, a Múnich 1962, &c.

Una semana después, aprovechando un acto del Partido Socialista portugués en Lisboa, dirigentes del PSOE «que no permitieron que fuesen tomadas fotografías para evitar su posible identificación» (obviamente del entorno jóvenes andaluces que, un mes después, se hicieron con el control del PSOE en el Congreso de Suresnes), se apresuraron a desmarcarse tanto de la Junta Democrática como de la recién nacida Conferencia Democrática (que entendían como una alianza anticomunista):

«Algunos dirigentes del denominado Partido Socialista Obrero Español enjuiciaron la actualidad de España durante una conferencia de prensa. Lisboa, 14. […] Puntualizaciones. En una breve conferencia de prensa, y en presencia de algunos dirigentes del Partido Socialista portugués, dirigentes del PSOE, que no permitieron que fuesen tomadas fotografías para evitar su posible identificación, resumieron su particular visión de la situación político-económica española, si bien está claro que el acto se destinaba a hacer constar la posición de no alineamiento del PSOE en ninguna de las agrupaciones de izquierda y centroizquierda recientemente constituidas en España. Acusaron a la Junta Democrática, constituida por Calvo Serer y Santiago Carrillo, de prepararse para la etapa postfranquista, sin preocuparse del período anterior. En cuanto a la Conferencia Democrática, se trata de una alianza anticomunista, cosa que el PSOE no es.» (La Vanguardia, Barcelona, 15 septiembre 1974.)

«En el “no mans land” político existente entre el puro continuismo y la Junta Democrática de España, algunos sectores han tratado de cuajar un denominado Congreso o Conferencia democrática, que definían como una solución de centro-izquierda.» (Santiago Carrillo, «La situación política en España y la aparición de la Junta Democrática», Nuestra Bandera, oct 1974)

«Informe sobre dos alianzas opositoras, la Junta Democrática y la Conferencia Democrática» (despacho confidencial del embajador norteamericano Horacio Rivero, Madrid, 23 octubre 1974.)

«Congreso del PSOE en París del 11 al 14 de octubre. Movimientos recientes de otros partidos socialistas españoles» (despacho confidencial del embajador norteamericano Horacio Rivero, Madrid, 23 octubre 1974.)

Pudiera parecer que el plan de principios de septiembre de 1974 para neutralizar, desde posiciones anticomunistas, a la Junta Democrática, se hubiese quedado en nada tras lo declarado por dirigentes del PSOE en Lisboa a mediados de ese mismo mes. Pero después de octubre, una vez consolidado Isidoro en Surenes como secretario general del PSOE, los amigos alemanes facilitaron la identificación del enemigo, de suerte que el 26 de noviembre de 1974, en Madrid, buena parte de los socialcristianos, exfalangistas y protosecesionistas ya reclutados para la “Conferencia Democrática” de septiembre, Joaquín Ruiz-Giménez, Dionisio Ridruejo y José María Gil-Robles y Gil-Delgado (1935, hijo del adalid de la Confederación Española de Derechas Autónomas durante la República) entre ellos, se reunieron con el nuevo secretario general del PSOE, Felipe González, que iba acompañado de Nicolás Redondo, José María Benegas, &c., para intentar cuajar un frente común anticomunista contra la Junta Democrática. Como es natural, la prudente y eficaz policía franquista controlaba la reunión y, en cuanto el exministro Ruiz-Giménez la hubo abandonado, procedió a la formalidad de llevar al resto a pasar la noche en comisaría. Adviértase la delicadeza en los tratamientos de la nota de prensa oficial: es la propia policía franquista, además, quien coloca el primero en su nota el nombre de «don Felipe González Márquez», preeminencia que pasa a los titulares de la prensa, contribuyendo así el régimen a popularizar en España el nombre de un nuevo opositor aceptable, desconocido por el público:

«Por reunión ilegal. Detención de don Felipe González, don José María Gil-Robles y Gil Delgado, don Dionisio Ridruejo y otras personas. Madrid 26. En la noche de hoy, la Jefatura Superior de Policía ha facilitado una nota, en la que se da cuenta de la detención de catorce personas por reunión ilegal. La nota de la Policía dice lo siguiente: “En la tarde de hoy han sido detenidos, en reunión ilegal, don Felipe González Márquez, don Antonio Cañellas Balcells, don José María Gil-Robles y Gil-Delgado, don Francisco Javier Cassasás Miralles, don Jaime Cortezo Velázquez-Duro, don Nicolás Redondo Urbieta, don Antonio María García López, don Heriberto Barrera Costa, don Manuel Gómez-Reino Carnota, don José Pallach Carola, don José María Benegas Haddad, don Juan Ajurriaguerra Ochandiano, don Amadeo Cuito Hurtado y don Dionisio Ridruejo Jiménez, los cuales, una vez que presten declaración, pasarán a disposición de la autoridad judicial correspondiente.”
En relación con la nota facilitada por la Jefatura Superior de Policía de Madrid sobre la detención de catorce personas acusadas de reunión ilegal, Europa Press ha sabido que dicha detención se realizó, a media tarde, en el domicilio de una empresa mercantil, situado en el número 14 de la madrileña calle de Segre. Asimismo, fuentes jurídicas informaron a Europa Press que la detención se realizó minutos después de que abandonara el local el ex ministro don Joaquín Ruiz-Giménez. Al parecer, aunque no ha sido confirmado oficialmente, también asistieron a parte de la reunión otras personas. Don Joaquín Ruiz-Giménez se trasladó a primeras horas de la noche de hoy a las dependencias de la Dirección General de Seguridad para interesarse por los detenidos. Europa Press.» (ABC, Sevilla, miércoles 27 noviembre 1974, pág. 43.)

«Opositores demócrata cristianos y socialistas moderados arrestados en una reunión» (despacho confidencial del jefe de la embajada norteamericana Samuel D. Eaton, Madrid, 28 nov 1974.)

«Puestos en libertad los líderes demócrata cristianos y socialistas detenidos» (despacho confidencial del jefe de la embajada norteamericana Samuel D. Eaton, Madrid, 30 nov 1974.)

«Política en orden (público): Detenidos de postín», Doblón, Madrid, 7 de diciembre de 1974.

«Participación española en el Congreso del Partido Socialista Portugués» (despacho uso limitado oficial del jefe de la embajada norteamericana Samuel D. Eaton, Madrid, 20 diciembre 1974.)

«La representación ilegal española era cuatripartita y abundante, posiblemente la más abultada de las delegaciones extranjeras. Solamente el P.S.O.E. ocupaba, junto con los bulliciosos delegados de las Juventudes Socialistas, gran parte de las butacas destinadas a los invitados. A prudente distancia se sentaban los llamados miembros del Partido Socialista, no reconocidos por la Internacional Socialista, y que al parecer fueron invitados por indicación personal de Soares a título individual. A pesar de estos delegados, la “estrella invitada” resultó ser Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista español; “aquí se apoya más a la Junta Democrática que a la ortodoxia”, se oyó decir.» (Congreso del Partido Socialista Portugués: «Estrella invitada», Santiago Carrillo, Doblón, Madrid, 21 de diciembre de 1974.)

«Informe sobre la Junta Democrática y la Conferencia Democrática, parte 2» (despacho confidencial del jefe de la embajada norteamericana Samuel D. Eaton, Madrid, 19 febrero 1975.)

«Informe de situación sobre la Junta Democrática y Conferencia Democrática» (despacho confidencial del embajador norteamericano Wells Stabler, Madrid, 25 abril 1975.)

Nueve meses después del rumor de aquella “Conferencia Democrática”, y tras aquel susto de noviembre, el 11 de junio de 1975 nacía la “Plataforma de Convergencia Democrática”, capitaneada por Felipe González: cinco meses antes de la muerte del general Franco los europeos de la Internacional Socialista ya tenían bien situado al PSOE y a su candidato. Además, a finales de ese mismo mes de junio de 1975, se moría Dionisio Ridruejo, en quien tanto habían invertido los norteamericanos…

«Sin embargo, la reunión más conocida de los socialistas con los democristianos y los socialdemócratas tuvo lugar el día 26 de noviembre de 1974, en la calle Segre, 14, de Madrid (en el despacho de Antonio García López, quien en los años cincuenta había estado en relación con el PSOE y después se integró en el grupo de Ridruejo; García López se dedicaba a la lucrativa tarea de representar sociedades financieras americanas). Esta reunión resultó memorable, no sólo porque, efectivamente, trabajaron en favor de la unidad, sino sobre todo porque fueron detenidos por la policía. Allí se encontraban dieciséis políticos antifranquistas: Felipe González, Redondo, Benegas, en representación del PSOE; Ruiz-Giménez, Álvarez de Miranda, Cortezo y uno de los hijos de Gil Robles, José María, en cuanto democristianos; Díez-Alegría (hijo), y los citados Ridruejo y García López, como socialdemócratas; Pallach y Cassassas, delegados de la socialdemocracia catalana; Ajuriaguerra, del PNV; Cañellas, de la UDC; y Barrera y Cuito, de ERC. Todo ellos fueron trasladados a la Dirección General de Seguridad, menos Ruiz Giménez y Álvarez de Miranda, que se marcharon antes de que llegase la policía. Al tener noticia de lo ocurrido, Ruiz-Giménez fue a la central de policía a pedir que le detuvieran porque era tan responsable como los otros de la reunión clandestina, pero la policía política se negó a encerrar en un calabozo al ex ministro de Franco. Álvarez de Miranda también acudió a la Dirección General de Seguridad, y a este democristiano sí que aceptaron detenerle. Los trataron respetuosamente y les invitaron a cenar una comida bastante decente. Al día siguiente los pusieron en manos del TOP, pero quedaron todos en libertad pocas horas después.» (Sergio Vilar, Franquismo y antifranquismo, Orbis, Barcelona 1986, págs. 171-172.)

«Los esfuerzos para atraer a la junta al PSOE y la Democracia Cristiana fallaron. La Democracia Cristiana y la Socialdemocracia alemanas presionaban seriamente a sus correligionarios españoles para que mantuvieran marginados a los comunistas. Círculos norteamericanos y alemanes, principalmente, temían que la península Ibérica basculara hacia el comunismo. He oído explicar a Mario Soares que por aquellas fechas, Kissinger, hablando con él había dado por perdido a Portugal y hasta le había ofrecido un exilio dorado como profesor en una universidad americana. Conociendo la hegemonía que el PCE había tenido en la resistencia antifranquista, norteamericanos y alemanes temían que esa hegemonía se prolongase con las libertades democráticas en España. Por consiguiente utilizaron todos sus medios de presión para bloquear y frenar al PCE, ayudando directamente al PSOE.» (Santiago Carrillo, Memorias, Planeta, Barcelona 1993, pág. 607.)

La Junta Democrática abre oficina en París

«La tarea, desde que se hizo pública la Junta Democrática, consistía en nada menos que darle solidez, llenar de público esa carpa para verle actuar [a Carrillo] a lo grande, conforme se anunciaba en el programa de mano. No le quedaba más remedio que ir primero a Trevijano y Serer, como si se tratara de una postulación de tres líderes en busca de la revolución política. Los despreciaba. A García Trevijano le llamaba, en ausencia, el “nuevo Romero Robledo”, aquel político decimonónico que se distinguió por su falta de principios y por su capacidad para ganar elecciones desde el Ministerio de Gobernación; sabía que no contaba ni siquiera con los clientes de su saneada notaría para apoyarle en la aventura. Hacia Calvo Serer no tenía ni siquiera comparación histórica que atribuirle; le consideraba un pelmazo, simple y megalómano, que por carecer ni siquiera era suya, del todo, su conciencia. El asunto quedaba en gran medida a cargo del buen hacer del PCE en el interior y de su habilidad en el terreno internacional. La Junta abrió oficina en París, rue de Lisbonne, y a su cabeza se puso el inquieto profesor Pepín Vidal, al que adjuntaron una secretaria de la confianza de Santiago.
Debía hacer del PCE el ideal gramsciano de la hegemonía social. Convertirlo en aglutinante social, dinamizador de clases y sectores, motor que hiciera despegar a la Junta Democrática y despertar a la sociedad en su conjunto, bastante conmocionada e inquieta ante el porvenir. Franco estaba en la cama y de vez en cuando se levantaba, pero el sistema estaba desahuciado.
El primer éxito de esta ofensiva del PC será la incorporación a sus filas del grupo Bandera Roja, especialmente influyente en Cataluña. Desde que el profesor de Derecho Político, Jordi Solé Tura redactara, en 1972, el documento programático de Bandera Roja –“Sobre el revisionismo” – hasta dos años más tarde, que se inician las primeras conversaciones entre el PSUC y ellos, habían pasado muchas cosas en Cataluña y en España y en el mundo. El grupo hizo su travesía dejando de ser la conciencia radical de los comunistas catalanes y propugnando la estricta ortodoxia “carrillista”, más y mejor que el propio PSUC.» (Gregorio Morán, Miseria y grandeza del Partido Comunista de España 1939-1985, Planeta, Barcelona 1986, pág. 496.)

El canciller de Austria recibe a la Junta Democrática

«Fue aquél un período apasionante. En el país se sucedían huelgas, movilizaciones, más efectivas cada vez. En el exterior se extendían los apoyos. Austria era uno de los países donde actuaba un grupo de entusiastas de la causa democrática que nos apoyaban. En 1975 organizaron en Viena varios actos a los que acudimos Calvo Serer, Vidal Beneyto y yo. Nos recibió con toda pompa, en su despacho oficial, el canciller Bruno Kreisky. Cuando yo le saludaba, con la fórmula consagrada de “me encanta conocerle”, me llevé la sorpresa de oírle responder que ya nos conocíamos, y al preguntarle de qué, me explicó que él había sido uno de los dirigentes de la Internacional Juvenil Socialista que me habían expulsado de ésta en 1939, en el Congreso de Lille, añadiendo que no obstante, se alegraba de recibirme en esta ocasión y de manifestar su solidaridad con la acción política que llevábamos a cabo para restablecer la democracia en España. A fin de cuentas la anécdota resultó simpática y creó un ambiente aún más amistoso en la entrevista. Yo no le recordaba en absoluto ni le identificaba hasta ese momento como uno de los presentes en Lille. En 1939 Bruno Kreisky era un emigrado, prácticamente desconocido, utilizando posiblemente hasta un nombre falso, y en cambio ahora era una de las figuras importantes de la política mundial, a la cabeza de la neutral Austria.» (Santiago Carrillo, Memorias, Planeta, Barcelona 1993, págs. 603-604.)

La Declaración de Estrasburgo de 12 de marzo de 1975

El 12 de marzo de 1975 la Junta Democrática alcanzó el reconocimiento de las instituciones europeas en Estrasburgo, siendo sus representantes recibidos en audiencia por Georges Spenalle, presidente del Parlamento Europeo.

«La reunión de la llamada “Junta Democrática” en Estrasburgo. Estrasburgo, 13 (Servicio especial, por télex.) La autodenominada Junta Democrática de España, en el transcurso de una operación que puede calificarse como “ágil y muy rápida”, pero que parecía cuidadosamente preparada con muchos meses de antelación, ha querido presentarse ante las instituciones de las Comunidades Europeas utilizando la sesión inaugural del Parlamento europeo de 1975. La película de los hechos, que, por otra parte, no han dejado de sorprender a los informadores, es la siguiente:
—El martes, día 11, llegan a Estrasburgo algunos miembros de la mencionada Junta y visitan, a título privado, las instalaciones de la “Casa de Europa”,
—El miércoles, día 12, un avión especial, fletado desde París por algunos líderes de la Junta, llega a Estrasburgo, a las once de la mañana. A la una de la tarde se celebran tres comidas por separarado: una, organizada por el comisario europeo Cheysson: otra, por un grupo, considerado como el más liberal, del Parlamento y, por fin, otra que ofrece la propia Junta Democrática. Por la tarde, la Junta recibe a algunos miembros de la Comisión europea, y, poco después, la misma Junta es recibida en audiencia oficial por el nuevo presidente del Parlamento, Georges Spenalle, quien, al término de la reunión hace publico el siguiente comunicado:
“El presidente del Parlamento Europeo, Georges Spenalle, recibió en audiencia en Estrasburgo, el 12 de marzo de 1975, a una Delegación de la Junta Democrática Española, integrada por el profesor Tierno Galván y los señores Vidal Beneyto y Calvo Serer. Las entrevistas trataron de la situación en España y de las relaciones entre España y la Comunidad Económica Europea. La misma Delegación, que fue la primera recibida por el nuevo presidente del Parlamento, y otros miembros de la Junta, habían procedido en el curso de la jornada a intercambios de puntos de vista con los diferentes grupos políticos del Parlamento.”
A las siete menos diez del mismo día, el profesor Tierno Galván presidía, con Alfonso de Cossío, una conferencia de Prensa sobre la Junta, su presencia en Estraburgo y la situación política española. En dicha conferencia, en la que se pidió a los informadores no difundir la lista de españoles llegados a Estrasburgo, fue leída la llamada Declaración de Estrasburgo.
Nota de la Redacción. Sin pretender un análisis, que sería por fuerza apresurado, de lo que represente y sea la llamada “Junta Democrática de España”, y sin establecer tampoco apreciación alguna sobre sus miembros componentes –asunto que no nos compete–, lamentamos el grave episodio que la crónica relata. Lo lamentamos y lo condenamos absolutamente. Nada de la política española, sea teoría general o particular solución de un problema, debe ser activado o promocionado desde más allá de nuestras fronteras, con desprecio evidente de la opinión participante de la absoluta mayoría de los españoles que residen en el ámbito geográfico propio de la nacionalidad. Nada que afecte a la política española puede decirlo o condicionarlo nadie desde fuera. No es patriótico, no es ético siquiera, jugar a acciones políticas en el extranjero, sin auténtica representación legítima y con la despreocupación injustificable de enturbiar y dificultar la convivencia española desde posiciones que carecen de transparencia y de garantía en la intención y en la maniobra.» (ABC, Madrid, 14 de marzo de 1975, pág. 102.)

«Informe de situación sobre la Junta Democrática y Conferencia Democrática» (despacho confidencial del embajador norteamericano Wells Stabler, Madrid, 25 abril 1975.)

«García Trevijano había logrado establecer una relación con la Comisión de la Comunidad Europea, a través del señor Cheysson, representante francés –ministro de Exteriores años después con François Mitterrand–. Tal relación nos fue de gran utilidad pues tanto Cheysson como el socialista italiano Spinelli –y posteriormente otros miembros de la Comisión y del Consejo de Europa– eran sinceros defensores de la presencia de una España democrática en el Mercado Común. La primera entrevista con Cheysson y Spinelli fue muy discreta, casi clandestina, pero sirvió para establecer todo un plan que culminó en la recepción de la junta por la Comisión y el Parlamento europeos a primeros de marzo de 1975, en Estrasburgo. Oficialmente estuvieron presentes en la entrevista el profesor Tierno Galván y don Alfonso de Cossío. La junta fue recibida también por el señor Spenale, a la sazón presidente del Parlamento. Por vez primera las autoridades de la Comunidad Europa realizaban un acto claro de reconocimiento de la oposición democrática española, que sentó muy mal a la prensa franquista. Comentando el acontecimiento ABC publicó una nota de la redacción en la que se decía: “No es patriótico, no es ético siquiera jugar a acciones políticas en el extranjero sin representación legítima española.” Un señor R. Manzano, en el Noticiero Universal, comparaba el hecho con las “intromisiones” de la CIA en Chile y Chipre y añadía: “Lo mismo que existe en el mundo el peligro de las empresas multinacionales, existe también el riesgo de unas ideologías internacionales, que apoyan a sus comulgantes, no sólo con el peso de sus partidos, sino con la influencia que sus miembros logran dentro de fuertes organizaciones, capaces de presionar sobre ajenas estructuras soberanas.”
El acontecimiento era tan importante que la supercontrolada prensa española tuvo que dar cuenta de él a sus lectores. La Junta Democrática se apuntaba un tanto importantísimo.
De la visita a la Comunidad Europea se derivó un documento de la junta que se llamó la Declaración de Estrasburgo, y que Tierno y Cossío presentaron a la prensa internacional.
A aquella reunión de la junta asistieron numerosos hombres políticos venidos del interior del país, asumiendo algunos riesgos. Además de los dos mencionados estaban allí Raúl Morodo, García Agudín, Valentín Paz Andrade, García Trevijano y todos los miembros de la junta. En ésta se produjo entonces un debate en el que por primera y última vez, Tierno y yo cambiamos propósitos algo agrios. Se trataba de hacer en Madrid una rueda de prensa para presentar la misma declaración. Yo proponía que la encabezara abiertamente Tierno Galván, por su personalidad bien conocida. El viejo profesor no estaba de acuerdo; opinaba que eso podía provocar su encarcelamiento. Yo no entendía que esta posibilidad pudiera inquietarle y se lo dije. En ese momento le tenía una envidia enorme; hubiera dado cualquier cosa por estar en su situación. “Si lo haces –le decía– te conviertes en el líder de la oposición y levantas a tu partido como el representante más autorizado del socialismo español. Si llegan a detenerte no podrán mantenerte en la cárcel más que un mes o dos. Después de Estrasburgo toda Europa te apoyará.” Pero el profesor seguía negándose diciendo que un encarcelamiento perjudicaría su “prestigio social”.» (Santiago Carrillo, Memorias, Planeta, Barcelona 1993, págs. 606-607.)

El PRI mexicano dona 400.000 dólares a la Junta Democrática

El jueves 5 de junio de 1975 (seis días antes de la presentación de la Plataforma) los representantes de la Junta Democrática fueron recibidos oficialmente por Luis Echeverría, presidente de México. Organizó la visita un sobrino del presidente, de madre valenciana, el diputado Rodolfo Echeverría Ruiz (quien ya había organizado, el año anterior, en nombre del PRI, una visita de Felipe González a México; y había de ser quien gestionase, en 1977, el delicado proceso de disolver el Gobierno de la República Española en el Exilio –superestructura constituida en México el 17 de agosto de 1945– como paso previo para que México y la España postfranquista de la restauración borbónica pudiesen reanudar las relaciones diplomáticas suspendidas en 1939; incluso, años más tarde, fue embajador en Madrid).

«También visitamos en ese tiempo México. Fuimos las mismas personas más Teodulfo Lagunero. Un auténtico “fan” de la democracia española, Rodolfo Echeverría, joven diputado y miembro influyente de la dirección del PRI, que mantenía un activo contacto con nosotros, y que ha seguido siendo un leal amigo de la España democrática –y un sincero amigo personal–, había recibido el encargo del presidente mexicano, Luis Echeverría, de actuar como su representante oficioso cerca de la junta. Él organizó el viaje a México.
El presidente Echeverría nos recibió calurosamente. Durante la semana que pasamos allí estuvimos reunidos frecuentemente con él en la residencia presidencial, y una de las veces coincidimos allí también con el presidente rumano Ceausescu, que visitaba oficialmente el país. La disposición de Echeverría para ayudar a la junta era total, sin hacer misterio de un antifranquismo que el Gobierno mexicano había mantenido firmemente desde los tiempos de la guerra civil. El único problema que podía crear nuestra visita era con el Gobierno republicano en exilio, que ya no representaba nada, pero mantenía una embajada abierta en el distrito federal. […] Tuve también contactos con mis amigos de la emigración republicana residentes allí, particularmente con el profesor Wenceslao Roces y con Paco Largo, miembros ambos del Comité Central del PCE. Estaban tan ilusionados como yo con el cambio que se perfilaba en España, tras tantos años de espera.
El PRI nos dio un donativo de cuatrocientos mil dólares. Una mínima parte se gastó en el exterior. Casi todo fue entregado a las juntas en el interior. La distribución de estos fondos produjo alguna discusión. Rafael Calvo Serer era partidario de crear una editorial en el exterior para apoyar la acción antifranquista. Teodulfo Lagunero y yo insistimos en que ese dinero fuera a España, criterio que finalmente prevaleció.» (Santiago Carrillo, Memorias, Planeta, Barcelona 1993, pág. 604.)

Selección de noticias sobre la Junta Democrática en la prensa española durante 1974

Junta Democrática de España

0731 «Carrillo y Calvo Serer anuncian la formación de una “Junta Democrática”. Insinuaron que cuentan con “grupos partidarios” dentro de España. París 30. La formación de una “Junta Democrática” para promover en España la constitución de un pretendido Gobierno ha sido anunciada hoy en París, por don Santiago Carrillo, ante un grupo de periodistas convocados en el Hotel Intercontinental. Junto al secretario general del partido comunista apareció únicamente don Rafael Calvo Serer como vocero adjunto de dicha “Junta Democrática”.
Tanto el dirigente comunista como el señor Calvo Serer, que se irroga la representación de los demócratas españoles, insinuaron, sin mencionar nombre alguno, que cuentan con grupos partidarios dentro de España, aunque ninguno de ellos estuviera representado en la citada conferencia de Prensa. Observadores franceses interpretan esta insinuación como apoyos que, en el marco de la llamada “Alianza por la Libertad” propugnada desde hace años por el partido comunista, han dado a dicha “Junta Democrática” el partido carlista y algún grupo socialista radical. Efe.” (ABC, Madrid, miércoles 31 de julio de 1974, pág. 15.)

«Conferencia de Prensa de Santiago Carrillo, en París. Anunció la formación de una “Junta Democrática” tendente a constituir un pretendido Gobierno en España. París, 30. La formación de una “Junta democrática” para promover en España la constitución de un pretendido gobierno ha sido anunciada hoy en París, por don Santiago Carrillo ante un grupo de periodistas convocados en el Hotel Intercontinental. Junto al secretarlo general del partido comunista apareció únicamente, don Rafael Calvo Serer, como portavoz adjunto de dicha “Junta Democrática”
Tanto el dirigente comunista como el señor Calvo Serer, que se arroga la representación de los demócratas españoles, insinuaron sin mencionar nombre alguno que cuentan con grupos partidarios dentro de España, aunque ninguno de ellos estuviera representado en la citada conferencia de prensa. Observadores franceses interpretan esta insinuación como apoyos que, en el marco de la llamada “Alianza por la Libertad” propugnada desde hace años por el partido comunista, han dado a dicha “Junta Democrática” ciertos sectores del partido carlista y algún grupo socialista radical. Efe.» (La Vanguardia Española, Barcelona, 31 de julio de 1974, pág. 17.)

Calvo Serer y Santiago Carrillo, conferencia de prensa en París, Mundo Obrero

0806 «Comentarios en torno a una sorprendente “Junta Democrática”. Madrid, 5. (De nuestra Redacción). La más desoladora consecuencia que, de vivir en España, hubieran experimentado don Santiago Carrillo y don Rafael Calvo Serer, tras su anuncio en París de la formación de una “junta democrática”, aglutinadora de los comunistas del primero con los democráticos que en su megalomanía cree representar el segundo, habría sido la de comprobar el nulo interés o eco público por esa decisión que los ha llevado a ambos desde la afinidad al contubernio.
No obstante, la noticia fue publicada en toda la prensa madrileña con el suficiente destaque y los comentarios no han faltado. Apostillas que conjugan desde el estupor a la ironía. «Desde hace algún tiempo Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista Español –lo de español, en la medida que lo autoriza Moscú–, siente una morbosa inclinación por cambiar las “checas” por los restaurantes y el puño cerrado por la “mano tendida”.» Con está entrada, el diario Arriba, en un comentario titulado “Un desconocido llamado Santiago Carrillo”, resume la triste historia de este personaje durante la contienda civil, recordando la creación en Madrid –agosto de 1936– de un “comité de investigación y salud pública nutrido por elementos del Frente Popular y con preponderancia comunista”. “Santiago Carrillo –prosigue el comentarista– formaba parte del mismo y se encargaba, además, de la administración del dinero y las joyas robadas a las víctimas”.
En Pueblo y en una breve sección titulada “Mirar y ver”, el joven y admirable escritor que utiliza el seudónimo de “Cándido” dedica su comentario, cargado de finísima ironía, a Calvo Serer: «Personalmente –escribe– ni me va ni me viene que pacte con Santiago Carrillo, con la C.I.A., con la U.E.F.A., o con el “sursum corda”, siempre y cuando no le dejen poner la mano en un periódico en el que yo trabaje. Se me dirá que soy un egoísta, pero ya voy siendo mayor para correr riesgos.»
El periódico Ya, en una columna editorial titulada “Compañeros de viaje”, escribe entre otras cosas: «¿Qué es, qué representa, en nombre de qué puede hablar esa vaporosa “junta democrática de España”, que se ha dirigido con un manifiesto nada menos que “al pueblo español”?» El editorial señala cómo en esa junta sólo aparecen dos nombres, bien que suficientes “para desacreditar el más convincente documento”. “No le damos mas importancia –prosigue– de la estrictamente anecdótica que tiene, ni por supuesto, se trata de que pueda hacer peligrar nada ni estremecer a nadie. Pero por esto mismo nos parece oportuno acusar recibo de la maniobra, aunque sin concederle más espacio del que ocupen estas líneas.” La estratagema, burda y torpe, es denunciada por el periódico. «Por supuesto, el comunismo prefiere enmascararse tras el sonoro nombra de esa “junta democrática”, de la que no se nos dice más y únicamente conocemos otro nombre que poner junto al de Santiago Carrillo. ¿Quién ha investido a los firmantes del manifiesto nada menos que con “la representación legítima de las aspiraciones democráticas a nivel nacional”? Ellos, naturalmente, se han investido a sí mismos, pues nadie puede tomar en serio sus referencias, tan optimistas como vaporosas, a unas inconcretas fuerzas que nadie sabe donde están ni siquiera se concretan. Concretos son únicamente, repetimos, los nombres de Santiago Carrillo, con su triste historial no ya de transfuga, sino de traidor al socialismo español en provecho del comunismo, y de Rafael Calvo Serer, sobre cuyas piruetas sólo podemos decir que esta supera a todas las anteriores.»
En Hoja del Lunes, Antonio José González Muñiz, en forma de comunicación al director, publica su sección “España desde las Cortes”, dedicada esta vez a hacer la “historia de un demócrata español”. El articulista pregunta: «¿Ha leído usted la declaración que ha hecho una llamada “Junta Democrática de España” al pueblo español? Es una especie de bufonada política firmada por Santiago Carrillo Solares y por don Rafael Calvo Serer.»
Estos son algunos de los comentarios que más directamente han enfocado en la prensa madrileña, el “affaire” Carrillo-Calvo Serer. Otros periódicos se limitaron a dar la noticia, con algún sugestivo titular. La verdad es que ambos “compañeros de viaje”, no obstante sus gestos y andanzas, tienen poco “mordiente” en la realidad política española; o no se les conoce, o se les conoce demasiado. Y esto último, también es una ventaja.» (La Vanguardia Española, Barcelona, martes 6 de agosto de 1974, pág. 6.)

0811 «Carrillo y Calvo Serer, entrevistados en una radio francesa. París 10. Santiago Carrillo y Rafael Calvo Serer fueron entrevistados hoy ante los micrófonos de la emisora France Inter por el periodista Marcel Niedergand, del diario Le Monde. Tanto el secretario general del partido comunista de España como Calvo Serer reafirmaron en el curso de la entrevista sus puntos de vista sobre España manifestados anteriormente con ocasión de la presentación en París de una pretendida “Junta Democrática” de la que se califican como portavoces. Efe.” (ABC, Madrid, 11 de agosto de 1974, pág. 22.)

0830 «Se afirma que la F.A.I. celebró una reunión el día 19 de agosto en “algún lugar del sudeste francés”. Madrid, 29. (De nuestra Redacción.) Según se ha sabido hoy en Madrid, el pasado día 19 de agosto, “en algún lugar del sudeste francés” se reunió una asamblea plenaria de los grupos que se integran en la Federación Anarquista Ibérica (España-Portugal). Se sabe que participaron numerosos dirigentes, así como representantes de la “Internacional de las Federaciones Anarquistas” y de la Primera Internacional en su sección española de la “Confederación Nacional del Trabajo”. No se ha dado a conocer el lugar donde se celebró la reunión, pero se especula con la posibilidad de que haya sido Cannes el lugar elegido. Al parecer se discutió, entre otros temas, el de la reciente constitución de una pretendida “junta democrática”, presentada en París por el tándem Carrillo-Calvo Serer. En relación con ésta noticia se comenta en Madrid que aquí pudiera estar la clave de la acción llevada a cabo para reintegrar a Palma de Mallorca a don Juan de Borbón, conde de Barcelona, motivada, como se sabe, por haberse descubierto un intento de secuestro en la persona del jefe de la Casa Real. La policía española, cree saberse, sigue muy de cerca los pasos de los grupos anarquistas, y pudo conocer anticipadamente de esta asamblea. Inmediatamente alertó a la policía de Mónaco, a donde se habían trasladado los condes de Barcelona y, posteriormente, se ocupó de que don Juan de Borbón y su esposa regresaran a España en un avión especial. Al parecer, entre los participantes en la asamblea figuraron miembros del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL).» (La Vanguardia Española, Barcelona, viernes 30 de agosto de 1974, pág. 7.)

0908 «Ante las proyectadas asociaciones políticas. Tendencias de centro izquierda al margen de la “Junta Democrática”. Madrid, 7. (De nuestra Redacción.) Según rumores no confirmados que recoge la prensa internacional de ayer y algún periódico de la capital, está cristalizando, en Madrid, la llamada “Conferencia Democrática” por medio de la que grupos de diversas tendencias políticas y de cara a las proyectadas Asociaciones intentan ofrecer una alternativa democrática para España, al margen de la denominada “Junta Democrática” cuya constitución anunciaron en París los señores Carrillo, secretario general del Partido Comunista y Calvo Serer, antiguo editor del diario Madrid.
La Conferencia Democrática agrupa, al parecer, a personalidades de tendencia de centro-izquierda. Los señores don Fernando Álvarez Miranda y don Joaquín Ruiz Jiménez representan el pensamiento democristiano mientras que el escritor Dionisio Ridruejo y el economista don Antonio García López se erigen en portavoces de la tendencia social-democrática. Participan también el conocido abogado don Pablo Castellanos, de orientación socialista.
Se especula con la posibilidad de que a la citada junta se puedan adherir personalidades de diferentes regiones españolas de similar pensamiento. Respecto a Cataluña se citan los nombres de don Heribert Barrera, físico y profesor de la Universidad Autónoma, hijo de un antiguo conseiller de la Generalitat y del socialista don José Pallach, del I.C.E. de la Autónoma. Para Galicia se citan los nombres de don Ramón Piñeiro, director de la editorial “Galaxia” y don José María Beiras, catedrático de Economía.» (La Vanguardia Española, Barcelona, domingo 8 de septiembre de 1974, pág. 8.)

0915 «Algunos dirigentes del denominado Partido Socialista Obrero Español enjuiciaron la actualidad de España durante una conferencia de prensa. Lisboa, 14. […] Puntualizaciones. En una breve conferencia de prensa, y en presencia de algunos dirigentes del Partido Socialista portugués, dirigentes del PSOE, que no permitieron que fuesen tomadas fotografías para evitar su posible identificación, resumieron su particular visión de la situación político-económica española, si bien está claro que el acto se destinaba a hacer constar la posición de no alineamiento del PSOE en ninguna de las agrupaciones de izquierda y centroizquierda recientemente constituidas en España. Acusaron a la Junta Democrática, constituida por Calvo Serer y Santiago Carrillo, de prepararse para la etapa postfranquista, sin preocuparse del período anterior. En cuanto a la Conferencia Democrática, se trata de una alianza anticomunista, cosa que el PSOE no es.» (La Vanguardia Española, Barcelona, domingo 15 de septiembre de 1974, pág. 21.)

Otras menciones a la Junta Democrática

«La Junta Democrática. El escenario previsto por el Profesor para después de la muerte del dictador está ya cercano. Franco está enfermo. En Marqués de Cubas se discute sobre la naturaleza del régimen que le sucederá a aquél. El Profesor tiene muy presentes las confidencias de Fraga y no desconoce las actitudes aperturistas de algunos de los tecnócratas del Opus Dei. En estas, una mañana irrumpe en su piso de Ferraz Antonio García Trevijano para comunicarle que ha nacido en París una plataforma política que han dado en llamar la Junta Democrática de España, y le invita a que se sume a ella. La han puesto en marcha Santiago Carrillo, Calvo Serer y él mismo. La misión de la Junta es impedir el vacío que puede provocar la muerte de Franco; el régimen sucesorio tiene que encontrarse con la propuesta inmediata de la oposición. El Profesor responde al emisario que está muy de acuerdo con la iniciativa, pero que debe pensar en su participación. […] La idea de la Junta le trae a la memoria las propuestas de “las mesas democráticas” que tanto le gustaban a Dionisio Ridruejo siempre que se tuviera a raya a los comunistas: “Terminan por apoderarse de todo –solía decir– y nunca te puedes fiar de que no revienten las cosas si les interesa para conseguir determinados fines de propaganda o para impedir el fortalecimiento de determinadas personas o movimientos. Ahí está en la cárcel de Carabanchel Marcelino Camacho, porque Carrillo le ha entregado a la policía para quitárselo de en medio”. El Profesor pensaba cabe la mesa camilla que Ridruejo era un gran anticomunista pero que, en el fondo, tenía razón en sus reservas. Sin embargo había que jugar con el PCE, era inevitable, tenía datos sobre su implantación: unos noventa mil en toda España, dispuestos a todo, y él tendría la llave de esa fuerza enorme porque nunca les legalizarían las fuerzas sucesoras de Franco. Le diría que sí a Trevijano pero dejaría esperar un par de días. A la primera reunión de la Junta Democrática en París asistieron Pepín Vidal Beneyto –Pimpinela Escarlata le llama–, García Trevijano, Calvo Serer, Rojas Marcos y Carrillo. El Profesor se siente, por vez primera en la vida, en una situación que no le da gran confianza. Echa de menos a los viejos amigos de la derecha que le daban tanta seguridad en Unión Española. Después de esperar durante tantos años a que llegara este momento, ahora están separados. Los Ruiz Giménez y Gil Robles se han negado a estar en la Junta porque ellos, en todo caso, estarán donde esté el PSOE. Y él, Enrique Tierno, estará en el lado en el que no esté el PSOE.» (César Alonso de los Ríos, La verdad sobre Tierno Galván, Anaya & Mario Muchnik, Madrid 1997, págs. 231-233.)

«Salvo dos o tres excepciones, las personalidades de la Junta se retiraron de la política tan pronto como se produjo la traición del PSOE y del PC a los compromisos firmados de abrir un período de libertad constituyente sobre la forma de Estado y de Gobierno. Este alejamiento de la mediocridad oligárquica, que sustituyó a la mediocridad dictatorial, prueba la nobleza de intenciones, y la superioridad de conciencia, de los independientes que dieron sus almas a las Juntas, por pasión de libertad y sentimiento del deber ciudadano. Entre ellos recuerdo con emoción y gratitud a talentos ya fallecidos, como Alfonso Cossío y Manuel Brosseta; a figuras del arte, como Cristóbal Halffter y Carmelo Bernaola; a abogados, como Emilio Atard (Valencia), Emilio Gastón (Aragón) o Fernando García Agudín (Galicia); a economistas, como José Ramón Tamames (actuó en la Junta de Madrid por mi designación directa); a médicos como Manuel Mora (Baleares) y Castilla del Pino; a arquitectos como Ramón Fernández Rañada (Asturias) y Lamela; a empresarios como Javier Vidal (Huarte) y Carlos Ibarra; a catedráticos como Pedro de Vega y Gustavo Villapalos; a editores y periodistas, como Ramón Akal y Mario Rodríguez Aragón; a sociólogos como Mario Gaviria y José Vidal Beneyto. Por su inteligencia, su cultura, su capacidad y su conocimiento del mundo internacional, hice responsable a Vidal Beneyto de la política exterior de la Junta. Su gestión la llevó más allá de lo previsible.» (Antonio García Trevijano, «Personalidades de la Junta (y 6)», La Razón, Madrid, 31 agosto 2000.)

«Mientras tanto, una parte de la oposición democrática se unió en un frente común. El PCE y algunos políticos relacionados con Don Juan de Borbón (Calvo Serer), establecieron la Junta Democrática en París en julio de 1974. Más tarde se unieron los socialistas de Tierno Galván, los carlistas de Carlos Hugo, Comisiones Obreras, el Partido Marxista de los Trabajadores y otros grupos. La Junta demandaba una ruptura democrática con el régimen, la formación de un gobierno provisional, los partidos políticos, la restauración de todos los derechos democráticos, autonomía de las regiones y un referéndum que decidiera sobre la forma de Estado. Otros grupos de la oposición decidieron no unirse a la Junta principalmente a causa del carácter predominantemente comunista. El PSOE, la USDE (Unión Socialdemócrata Española), la ID, Izquierda Democrática de Ruiz-Giménez, los partidos vasco y catalán, dos partidos de la izquierda radical así como los carlistas, que habían abandonado la Junta Democrática, decidieron crear la Plataforma de Convergencia en julio de 1975. En marzo 1976, la Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia se unieron en un frente común llamado Coordinación Democrática, que también demandaba una “ruptura democrática”.»
«En septiembre de 1974, diversos miembros del PSOE: Guillermo Galeote, Nicolás Redondo, Enrique Múgica, Pablo Castellano, Eduardo Gómez Albizu, Felipe González y Alfonso Guerra, elaboraron un documento conocido como “La declaración de septiembre”. Éste definía la postura del partido en aquel momento crucial de la enfermedad de Franco, la aparente apertura del gobierno de Arias Navarro, y la creación de la Junta Democrática por el Partido Comunista en julio de 1974. El documento argumentaba que el régimen de Franco estaba llegando a su fin debido a la crisis económica y política que siguió a la muerte de Carrero Blanco. El PSOE propuso como la única forma de salir de esta situación una “ruptura democrática”. En octubre de 1974, el último congreso del PSOE fuera de España tuvo lugar en Suresnes (Francia), del 11 al 13 de octubre. El congreso eligió una nueva Comisión Ejecutiva tras la separación del PSOE(h). Como consecuencia de las discrepancias de opinión acerca del candidato más idóneo, Felipe González fue elegido primer secretario del PSOE. Pablo Castellano, que había estado en la Comisión Ejecutiva desde 1971, fue elegido secretario internacional.» (Pilar Ortuño Anaya, Los socialistas europeos y la transición española, Marcial Pons, Madrid 2005, págs. 34 y 202.)

«Cuando se forma la Junta Democrática en 1974, siendo el PCE su principal valedor, el PSOE apenas existía, y, cuando empezó a cobrar fuerza, Gómez Llorente dictaminó que no participaría en nada que no hubiera creado o pudiera controlar, incluido el movimiento ciudadano. Y a lo que se ve les fue muy bien, pues Enrique Mújica dinamitó la Platajunta, echando por la ventana, de paso, al notario Trevijano, que solía ataviarse con trajes claros, de color hueso, como si fuera un plantador de algodón en la finca vecina de Tara, rodeado de negritos bubis, sobre los que se rumoreaba que tenía poderío. La primera reunión de la Junta Democrática en Oviedo tuvo lugar en la Casa Sacerdotal en noviembre de 1974, siendo anfitrión el cura Santa Eugenia y asistiendo, entre otros, Ramón Fernández-Rañada (que luego sería el hombre de Trevijano en Asturias y el portavoz inevitable de todas las acciones conjuntas o “unitarias”, dada su condición de independiente), Álvaro Ruiz de la Peña, Francisco Casariego, el catedrático Julivert, el fotógrafo Nebot (uno de los comunistas ovetenses más característicos), José Luis Marrón y el ideólogo Iglesias Riopedre, a quien Ramón Rañada llamaba “el agente Iglesias”. Hubo otras reuniones posteriores en el estudio de arquitecto de Ramón Rañada, en la calle Fruela, 4.» (Ignacio Gracia Noriega, «La Coordinadora Democrática de Asturias», La Nueva España, 22 septiembre 2008.)

Sobre la Junta Democrática de España

Audio de la Conferencia de prensa de la Junta Democrática [Universidad de Alicante.]

Sobre la Junta Democrática de España en Filosofía en español

1973 Declaración de la Junta Democrática de España, Madrid, 29 de julio de 1974.

Calvo Serer y Santiago Carrillo, conferencia de prensa en París, MO: 31 julio 1974.

Otra reunión en París , Cambio 16, 5 agosto 1974.

José Luis Gómez Tello, La conspiración de París, Fuerza Nueva, 17 agosto 1974.

La situación política en España y la aparición de la Junta Democrática, NB: octubre 1974.

gbs