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Metafísica · libro noveno · Θ · 1045b-1052a
II Potencias irracionales; potencias racionales
Entre los principios de que hablamos, hay unos que residen en los seres inanimados, otros en los seres animados, en el alma, en la parte del alma en que se encuentra la razón. Como se ve, debe de haber potencias irracionables y racionales; y todos los actos, todas las ciencias prácticas, todas las ciencias, en fin, son potencias, pues son principios de cambio en otro ser, en tanto que otro. Cada potencia racional puede producir por sí sola efectos contrarios, pero cada una de las potencias irracionales produce un solo y mismo efecto. El calor sólo es causa de la calefacción, mientras que la medicina puede serlo de la enfermedad y de salud. Se verifica así, porque la ciencia es una explicación racional. Ahora bien, la explicación racional explica el objeto y la privación del objeto, sólo que no es de la misma manera. Bajo un punto de vista, el conocimiento de lo uno y de lo otro es el objeto de la explicación racional; pero bajo otro punto de vista, es principalmente el del objeto mismo.
Las ciencias de esta especie son por lo mismo necesariamente ciencias de los contrarios, pero uno de los contrarios es su propio objeto, mientras que el otro no lo es. Ellas explican el uno en sí mismo; y sólo accidentalmente, si puede decirse así, tratan [254] del otro. Valiéndose de la negación es como muestran el contrario, haciéndole desaparecer. La privación primera de un objeto es en efecto su contrario; y esta privación primera es la supresión del objeto.
Los contrarios no se producen en el mismo ser; pero la ciencia es una potencia en tanto que contiene la razón de las cosas, y que hay en el alma el principio del movimiento. Y así lo sano no produce más que salud, lo caliente más que el calor, lo frío la frialdad, mientras que el que sabe produce los dos contrarios. La ciencia conoce lo uno y lo otro, pero de una manera diferente. Porque la noción de los dos contrarios se encuentra, pero no de la misma manera, en el alma que tiene en sí el principio del movimiento; y del mismo principio, del alma, aplicándose a un solo y mismo objeto, hará salir ambos contrarios. Los seres racionalmente potentes están en un caso contrario al en que se encuentran los que no tienen más que una potencia irracional; no hay en la noción de estos últimos más que un principio único.
Es claro que la potencia del bien lleva consigo la idea de la potencia simplemente activa o pasiva; pero no acompaña siempre a ésta. El que obra el bien, necesariamente obra; mientras que el que solamente obra, no obra necesariamente el bien.
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