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Moral a Nicómaco · libro quinto, capítulo XI
Imposibilidad de que sea uno realmente injusto para consigo mismo
Conforme a lo que acabamos de decir, vamos a ver si puede uno ser o no ser culpable para consigo mismo. En el número de los deberes impuestos por la justicia es preciso poner todos los actos relativos a cada género de virtud que están ordenados positivamente por la ley; y así la ley no ordena el suicidio; y lo que no ordena, lo prohíbe. Además, cuando en oposición a la ley uno causa un daño a otro sin tener la excusa de que se devuelve un daño recibido, se hace voluntariamente injusto y culpable. Voluntariamente quiere decir aquí que se sabe a quién, con qué y cómo se ha causado el daño. Pero el que se mata en un acceso de cólera, obra voluntariamente contra la ley, sobrada en este caso de razón, ejecuta un acto que la ley no le permite, y comete un acto culpable. ¿Pero contra quién? Es contra la sociedad, y no contra sí mismo. Porque, en fin, si sufre, sufre voluntariamente; y nadie se hace voluntariamente una injusticia. He aquí por qué la sociedad le castiga{113}; y una especie de deshonor acompaña al suicida, quo es mirado como culpable para con la sociedad. Además no puede ser nadie injusto para consigo en el sentido en que dijimos que un hombrees injusto, sólo por cometer un acto de injusticia, sin ser por otra parte [149] absolutamente perverso. La injusticia para consigo mismo es completamente diferente de esta clase de injusticia. El hombre, que accidentalmente se hace culpable de un hecho malo, es vicioso, como el cobarde de que hablamos antes; pero no por esto se hace, como no se hace este, completamente vicioso. El hombre que es injusto para consigo, no comete tampoco la injusticia como resultado de una absoluta perversidad; imputársela, sería suponer que se puede a la vez quitar y dar una misma cosa a una misma persona; lo cual es imposible, siendo siempre necesario que lo justo y lo injusto estén en muchos individuos. Además, es preciso que el acto injusto sea voluntario, que sea resultado de una libre preferencia, y anterior a toda provocación, puesto que el que vuelve el mal que se le hace sin otro motivo que su propio sufrimiento, no puede pasar nunca por autor de una injusticia. Pero el que comete una injusticia consigo mismo, sufre y hace a la vez y al mismo tiempo las mismas cosas; y se seguiría que podría entonces imponerse uno mismo el sufrimiento de una injusticia por su propia voluntad. Añádase a todo esto, que no se puede ser injusto y culpable sin cometer una de las injusticias o delitos particulares. Nadie es adúltero con su propia mujer; nadie se roba escalando su propia casa; nadie hurta sus propios bienes. En resumen, la cuestión de saber si uno puede hacerse injusticia a sí mismo, se resuelve por la definición que hemos dado de la injusticia que se sufre voluntariamente.
No es menos evidente que son dos cosas malas sufrir y cometer una injusticia. En efecto, es por una parte tener menos, y por la otra tener más que la parte media y justa; es haber perdido este apetecido medio, que constituye la salud en la medicina y la robustez normal en la gimnástica. Pero, en conjunto, cometer una injusticia es más malo que sufrirla{114}, porque la injusticia que se comete va siempre acompañada de perversidad y es profundamente reprensible; y cuando digo perversidad entiendo, ya la perversidad completa y absoluta, ya un grado que se aproxima a ella mucho; además de que todo acto voluntario de injusticia supone necesariamente un fondo real de iniquidad.
Por lo contrario, cuando se sufre una injusticia, es siempre sin perversidad ni injusticia de nuestra parte. Así sufrir una [150] injusticia es manos malo que cometerla; lo que no impide que indirectamente pueda ser algunas veces un mal mayor. Pero poco importa a la ciencia, que no debe ocuparse de estos detalles; la ciencia dice, por ejemplo, que una pleuresía es más grave que un paso dado en falso; y sin embargo puede suceder que indirectamente este llegue a ser un mal mayor: por ejemplo, si a consecuencia de este accidente se cae en manos del enemigo y se pierde la vida.
Sólo por una simple metáfora o por la semejanza es como puede decirse que hay una justicia, no precisamente de uno para consigo mismo, sino de ciertas partes de nosotros para con otras ciertas partes. Esta justicia no es la justicia absoluta; es solamente la justicia del dueño respecto del esclavo, y del padre respecto de su familia. En todas nuestras teorías, la parte racional del alma se distingue y se separa de la parte irracional; y sólo tomando en cuenta esta distinción es como puede creerse posible la injusticia para consigo mismo. Y si en efecto sucede en estos fenómenos del alma, que el hombre se ve muchas veces contrariado en sus propios deseos, es porque puede haber entre estas diversas partes de nuestra alma ciertas relaciones de justicia, como las hay entre el ser que manda y el que obedece.
He aquí lo que teníamos que decir relativamente a la justicia y a las otras virtudes morales.
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{113} Estas ideas están tomadas de Platón, que no dice tan claramente que el suicidio sea un crimen social, sino que le mira más bien como una impiedad.
{114} En el Gorgias de Platón puede verse desenvuelta esta gran máxima.
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