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Moral a Nicómaco · libro primero, capítulo V

Imperfección inevitable de esta indagación de la felicidad

Contentémonos por el momento con este bosquejo imperfecto del bien; es una necesidad, quizá útil, comenzar desde luego por trazar este incompleto cuadro, sin perjuicio de volver después sobre estos primeros trazos. Una vez bien hecho el bosquejo, todo el mundo al parecer es capaz de continuar la obra y precisar todos sus detalles; el tiempo es el que procura todos estos progresos, o por lo menos, es un poderoso auxiliar para hacerlos descubrir. Él es el origen de todos los perfeccionamientos en las artes; porque una vez creado un arte, no hay nadie que no pueda contribuir a llenar sucesivamente sus vacíos.

Importa no olvidar tampoco lo que acaba de decirse. Repitamos, que no es justo exigir en todas las cosas un mismo grado de exactitud, y que en cada caso sólo debe pedirse una precisión relativa a la materia de que se trata. Es preciso al mismo [18] tiempo resignarse a no obtenerla sino en la medida compatible con los procedimientos y el método que se aplique. De este modo el operario y el geómetra buscan, por muy diferente camino la línea recta. El uno no se ocupa de ella, sino en cuanto puede servir para la obra que hace; el otro la estudia en lo que es en sí misma y en sus propiedades; porque sólo busca y contempla lo verdadero. De este modo debemos conducirnos en todas las cosas; no sea que las malas obras se hagan más numerosas que las obras mismas.

Un motivo semejante debe obligarnos a no querer en todas las cosas remontamos hasta la causa. En muchos casos, basta mostrar claramente la existencia de la cosa, como se hace con los principios; porque la existencia de la cosa es un principio y un punto de partida. Por otra parte, entre los principios, unos son descubiertos y conocidos por la inducción; otros lo son por la sensibilidad; otros lo son por una especie de hábito; otros, en fin, vienen de otro origen. Es preciso aprender a tratar cada uno de estos principios según el método que corresponde a su naturaleza, y es poco cuanto cuidado se ponga para determinarlos bien. Tienen una gran importancia para las deducciones y las consecuencias que de ellas se sacan; porque con razón se dice, que principiar es hacer más de la mitad en todas las cosas, y que basta por sí sólo para aclarar muchos puntos en las cuestiones que se discuten.

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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 1, páginas 17-18