Ricaurte Soler Batista 1932-1994

Filósofo panameño, catedrático de la Universidad de Panamá, considerado el “pensador más relevante de la teoría de la patria, de la nacionalidad panameña” del siglo XX, desde “los fundamentos generales de la filosofía marxista, debidamente ensamblados con la concepción materialista de la historia” (Miguel Ángel Candanedo Ortega). Nace en Concepción (Chiriquí) el 11 de agosto de 1932 y muere de un infarto, en la ciudad de Panamá, el 14 de agosto de 1994.
Estudia el bachillerato en el Colegio La Salle y se licencia en Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Panamá, donde obtiene el título de Profesor de Filosofía e Historia con el trabajo de graduación “Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX (Para la historia de las Ideas en el Istmo)”, publicado el mismo año de 1954 por la Imprenta Nacional, y reeditado en 1971 (“No obstante algunas modificaciones formales esta segunda edición reproduce substancialmente la primera”). Para este estudio pudo utilizar manuscritos originales e inéditos de Justo Arosemena Quesada (1817-1896), organizando la obra en “Introducción”, cinco capítulos (I. Positivismo (Justo Arosemena), II. Antipositivismo, III. Americanismo (Justo Arosemena), IV. Panameñidad (Justo Arosemena), V. Concepción del Istmo) y “Síntesis”.
Frente al “infundio panamericanista” [recuérdense los textos, de 1925, de Avelino Gutiérrez o José Carlos Mariátegui] presenta Ricaurte Soler el pensamiento panameño, parte de la Historia de las Ideas hispanoamericanas, como íntima y esencialmente hispanoamericano:
«Decíamos en párrafos anteriores que la introspección que implica en el pensamiento panameño la reflexión sobre la peculiaridad nacional y americana estaba determinada por circunstancias de tipo socio-político y por la dirección misma de la Historia de las Ideas en Panamá. Pero esa misma historia nos revela cómo la autoconsciencia americana se manifiesta fundamentalmente hispanoamericanista, dando así rotundo mentís al infundio panamericanista. Arosemena jamás pensó en unidad alguna panamericana, y en su ideario el paso del hispanoamericanismo a estructuras políticas superiores conducía inmediatamente al internacionalismo. En Panamá, pues, las fuentes legítimas de la americanidad en su pensamiento e historia de las ideas no son otras que las del hispanoamericanismo. Igual se puede decir del resto de naciones de origen español. La consciencia, pues, de la homogeneidad substancial de estas naciones no puede tener, frente a la hibridación panamericanista, mayores credenciales históricas. En Arosemena la síntesis de tal dirección de su pensamiento se fundamenta en su concepto de la Historia y en su particular aplicación al devenir americano. La distinción cualitativa entre la América sajona y la hispánica es supuesto esencial e indispensable de su americanismo. […] Por lo que toca al americanismo, o mejor dicho hispanoamericanismo, otro tanto se puede decir de Pablo Arosemena, quien coincide explícita o implícitamente con el ideal hispanoamericanista de Don Justo, aunque los motivos íntimos de esa posición estén más acentuadamente determinados en el primero que en el último autor citado, por un sentimiento diáfanamente anti-imperialista. […] Hizo posible la fundamentación histórico-sociológica de nuestra autenticidad nacional, independientemente de los patrones en tal sentido acostumbrados en el resto de los países hispanoamericanos, ahorrándonos la invención de una leyenda negra anticolombiana, polémicas bizantinas, &c. Esto mismo, claro está, hizo posible igualmente que nuestro teórico de la nacionalidad de mayor calificación, Justo Arosemena, adelantara muchas de las teorías histórico-sociológicas ahora empleadas por la historiografía americana. […] El Pensamiento istmeño ha sido determinado –opera él mismo como una de sus causas– por la genuina e intrínseca validez de la colectividad panameña. Esto, y sus aportes en el sentido de la historia de las ideas, nacidos precisamente de nuestra peculiaridad americana e istmeña, le hacen merecer el puesto que por su naturaleza le corresponde en la común Historia de las Ideas hispanoamericanas.» (“Síntesis”.)
Este primer libro del joven Ricaurte Soler no pasa desapercibido: Patricio Peñalver Simó (1919-1992), entonces colaborador científico de plantilla de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de la Universidad de Sevilla (y miembro de la activa organización católica Opus Dei), lo reseña laudatoriamente, en abril de 1955, en la revista Estudios Americanos [volumen IX, nº 43; y no en Cuadernos Hispanoamericanos, como figura en la contracubierta de la segunda edición de 1971]; por los días en los que se imprime en París el número de mayo-julio de Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, donde los oteadores antisoviéticos también están alerta ante la irrupción del joven panameño:
«Es el primer intento orgánico de poner en claro las articulaciones fundamentales del pensamiento filosófico, político, social y cultural del siglo XIX en Panamá. Al autor hay que agradecerle el esfuerzo de recoger materiales poco conocidos –manuscritos inéditos de Justo Arosemena– y la ponderación con que analiza y estudia esos elementos. El interés del trabajo se acentúa por el hecho de la menor atención que los especialistas han dedicado a las etapas decimonónicas del pensamiento en los países derivados de la Gran Colombia.» (Patricio Peñalver, Univ. de Sevilla. Estudios Americanos, Vol. IX, nº 43, Sevilla, abril 1955.)
«Rasgo predominante y común a todas las Universidades de Hispanoamérica en la hora presente es el afán hecho método de tomar conciencia radical de la génesis de su civilización, al triple nivel de la nacionalidad, del hispanoamericanismo y de la integración del último en la estructura de Occidente. Las más recientes generaciones de intelectuales, formadas dentro de este espíritu, se distinguen, pues, por su manera indirecta y sutil de hacer Historia narrable haciendo, serena y concienzudamente, densa historia narrada. De la pluma de uno de estos jóvenes pensadores, que se dan el nombre significativo de revisionistas, y editado por el Ministerio de Educación de Panamá, nos llega un libro breve que, por las sugestiones implícitas en su temática, no vacilamos en calificar de excepcional. Es su título Pensamiento Panameño y Concepción de la Nacionalidad durante el Siglo XIX, y Ricaurte Soler el nombre de su autor.» (“El pensamiento panameño”, Cuadernos, París, mayo-julio 1955.)
El recién licenciado y ya reconocido autor, tiene ocasión de trasladarse a Francia, donde en 1954 se había puesto en marcha el Institut des Hautes Études de l'Amérique latine, culminando su doctorado en la Universidad de París (1957), con la tesis doctoral El positivismo argentino: pensamiento filosófico y sociológico (publicada en 1959 por la Imprenta Nacional de Panamá).
1958 «Su solidaridad con la Federación de Estudiantes de Panamá durante los conflictos de mayo del año de 1958, le acarreó la detención por varios días en la Cárcel Modelo; experiencia que lejos de doblegar su espíritu, afianzó sus convicciones democráticas y progresistas en pro de la justicia social y la autodeterminación del país. […] El gobierno que presidió el citado ex-presidente de la república [Ernesto de la Guardia], había reprimido de manera sangrienta los movimientos estudiantiles en mayo de 1958 y montado –durante varios días– un cerco militar al campus universitario, quedando en su interior varios cientos dc estudiantes incomunicados. Este episodio conocido como el “Pacto de la Colina”, suscrito entre los estudiantes y el gobierno nacional. Dichos sucesos tuvieron hondas repercusiones políticas en el país.» (Víctor Ávila Ducasa 1994.)

En 1960 encabeza el grupo de “jóvenes intelectuales” que fundan la revista Tareas, que dirige durante treinta y cuatro años, hasta su fallecimiento.
«En 1959 regresé a Panamá con el propósito de reunir el material de mi tesis para optar por el título de Licenciado en Filosofía con Mención en Literatura General, en la Universidad de Chile, y días después, en una visita que hice a la Universidad de Panamá, mi amigo Franz García de Paredes, en ese tiempo estudiante de la Licenciatura en Español, me presentó a Ricaurte Soler. A pesar de la solemnidad de Ricaurte, que era más timidez que formalismo, hicimos al instante una sólida amistad, que nunca terminó. […] Poco después viajó a México por asuntos académicos y relacionados con sus investigaciones, y desde la capital azteca le escribió a Franz García de Paredes, comentándole que a su vuelta tiene el propósito de fundar una revista, y que apela a la colaboración de nosotros, su grupo. También le comenta que le gustaría bautizarla con el nombre de Cuasimodo, pensando en la revista que dirigió el Dr. José Dolores Moscote. Al volver, nos insiste en la urgencia de fundar una revista que sea el testimonio de los intelectuales panameños de ese momento. Hablamos del asunto los tres, Soler, Franz y yo, y decidimos convocar una reunión en la casa de Franz, a la que se invitó a otras personas que se habían entusiasmado con el proyecto. Como no mostramos mucho convencimiento de que la revista se llamara Cuasimodo, él lanza el nombre de Tarea. Franz interviene en contra del nuevo nombre, y el poeta César Young Núñez propone agregar una “s”, es decir, bautizarla con el nombre de Tareas. La soluciÓn nos convenció a todos, y la siguiente decisión, unánime, fue que su director fuera el propio padre, y algunos de los presentes quedamos conformando el Consejo Editorial de Tareas. Alfredo Castillero Calvo, discípulo de Soler en ese entonces, le informó que su hermano Enoch tenía conocimientos de diseño gráfico, así que fue él escogido para hacer la portada de la nueva revista. Ricaurte aprobó la portada y se la llevó, complacido, al pintor Alberto Duraty, quien le dijo que era tan solemne que parecía un retrato de él. Como era de esperarse, el primer número de Tareas fue bautizado en un maratónico brindis en la casa de Franz, animado por espesas conversaciones.» (Arístides Martínez Ortega 1994.)
El primer número de Tareas va fechado en octubre de 1960, y reproduce un artículo del mexicano Miguel Bueno González (“Ética y Filosofía”), profesor de la UNAM, con el que debió tratar Ricaurte Soler durante su estancia en México. En el segundo número de Tareas (enero-febrero 1961), reproduce Soler su artículo “El pensamiento sociológico de Mariano Otero”, ya publicado un año antes en México (Cuadernos Americanos, nº 108, enero-febrero de 1960). Este artículo vuelve a ser reproducido ese mismo año, como uno de los cinco trabajos que conforman el libro de Ricaurte Soler, Estudios sobre historia de las Ideas en América (Imprenta Nacional, Panamá 1961).
«Ricaurte Soler se ha mostrado por sus estudios como uno de los más destacados conocedores del pensamiento filosófico en América; de algunos ya se ha hablado en esta revista, y por supuesto en muchas otras. Ahora ha recogido en un volumen cinco estudios… Bien trabados y expuestos con rigor, muestran dominio y honda reflexión.» (Constantino Láscaris Comneno, Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica,, vol. III, nº 10, San José, Julio-Diciembre 1961.)
1962 «Al desarrollarse el movimiento de reforma universitaria en la Universidad de Panamá a comienzos de los sesenta, el Dr. Soler comprendió la trascendencia social y las proyecciones latinoamericanas de ese planteamiento. Por tales razones, al estallar la huelga universitaria de agosto-septiembre del año 1962, a raíz del conflicto entre la Unión de Estudiantes Universitarios y la llamada “rosca universitaria”, que integraban los directivos y la mayoría del cuerpo docente de la institución, el profesor Soler no vaciló en tomar partido junto a los estudiantes. Los docentes que formaban la “rosca universitaria” expidieron a mediados de agosto de 1962, un manifiesto de respaldo “irrestricto” al Rector Narciso Garay, quien había decretado la expulsión de nuestra Casa de Estudios de los dirigentes de la U.E.U. y de la F.E.P. Estos fueron responzabilizados por los actos violentos que frustraron el intento del ex-presidente Ernesto de la Guardia de apersonarse al Paraninfo Universitario donde sería investido como miembro de la Academia Panameña de la Lengua, a fin de que esta entidad cultural cubriera la vacante existente desde el fallecimiento del Dr. Octavio Méndez Pereira.» (Víctor Ávila Ducasa 1994.)
1963 «Su postura teórica respecto a la Universidad y su misión en Latinoamérica y Panamá, la expuso posteriormente en el Forum sobre Reforma Universitaria que organizó la Escuela de Temporada en el verano del año 1963. A este evento cultural concurrieron notables intelectuales del continente, como el Ingeniero Gabriel del Mazo, ex-Rector de la Universidad de La Plata, Argentina, y quien en sus días de estudiante en la Universidad de Córdoba, en el año 1918, fue activo participante del movimiento de Reforma Univcersitaria, que se extendió luego por todos los centros de educación superior del continente. Participaron también el escritor y catedrático ecuatoriano Dr. Benjamín Carrión; el jurista salvadoreño Reynaldo Galindo P. y el pedagogo y político venezolano Dr. Luis Beltrán Prieto. Los expositores panameños fueron los distinguidos profesores Federico Velásquez, Francisco Céspedes y Ricaurte Soler. Por los estudiantes, correspondió al autor de este escrito exponer el planteamiento de reforma universitaria. La Revista Tareas nº 9 (1963), recogió en sus páginas la conferencia del Dr. Soler “La Reforma Universitaria: Perfil Americano y Definición Nacional” y la nuestra “Los estudiantes y sus luchas por la Reforma Universitaria en Panamá".» (Víctor Ávila Ducasa 1994.)
«Un verano de 1960 Ricaurte Soler llegó al Instituto Nacional como reemplazo de Juan Antonio Tack, nuestro profesor de filosofía, quien viajaba al servicio diplomático en el exterior. Ninguno de los dos imaginaba lo que el destino les deparaba. A Tack pasar a la historia como el "canciller de la dignidad", en la lucha generacional panameña contra el imperialismo yanqui por la soberanía total en la Zona del Canal; a Soler ser el principal teórico de la nacionalidad panameña en el siglo XX. Tack nos presentó a Soler. Sus clases de filosofía marcaron el rumbo de mi vida, así como la de tantos otros que fueron sus alumnos. Por aquel mismo tiempo nació su proyecto de la revista Tareas. Desde entonces, como parte del mismo, el maestro se convirtió en compañero y amigo hasta el día de su muerte.» (Miguel Montiel Guevara, Ricaurte Soler. La cuestión de Identidad Nacional y Latinoamericana, Panamá 2013, pág. 15.)
Colaborador de la revolución nicaragüense
El viernes 27 de diciembre de 1974, en Nicaragua, guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional, dirigidos por Eduardo Contreras Escobar [1945-7 noviembre 1976], asaltan la casa del exministro somocista José María Castillo, que resulta muerto junto con dos soldados y un chofer, secuestrando a importantes personalidades que celebraban una fiesta, rehenes que intercambian por la liberación de catorce guerrilleros presos y cinco millones de dólares; acción que es tenida como punto de partida de la lucha victoriosa del sandinismo sobre el somocismo que se culmina con el triunfo revolucionario del 19 de julio de 1979.
«Nicaragua accede a las peticiones del comando sandinista. El ex ministro Castillo resultó muerto en el asalto a su residencia. Importante papel negociador del embajador español. Desde la noche del pasado viernes, Nicaragua ocupa un primer plano en la actualidad internacional como consecuencia del asalto a la mansión de un ex ministro, donde se celebraba una recepción, protagonizado por un comando extremista. Con el país en estado de excepción por decreto del Gobierno del general Anastasio Somoza, las horas han transcurrido lentamente mientras se negociaban las exigencias del comando sandinista, en cuyo poder se encuentran una veintena de importantes personalidades nacionales y extranjeras. Las noticias que llegan desde Managua indican que el único punto conflictivo en las conversaciones que sostiene el Gobierno nicaragüense con los secuestradores sandinistas es la permanencia de los rehenes en Managua tras la concesión del resto de las demandas por parte del presidente de la República, general Anastasio Somoza Debayle. La información fue suministrada a Efe por el embajador de España en Nicaragua, José García Bañón, cuyas gestiones hicieron posible que Cuba aceptara recibir a los guerrilleros. El Gobierno nicaragüense plantea que, si se han concedido el resto de las demandas, los secuestradores, en gesto de buena voluntad, deberían acceder a que los rehenes no les acompañen a Cuba, logrando su libertad desde el momento de la salida del comando sandinista. La seguridad de los secuestradores está garantizada además, arguye el Gobierno nicaragüense, por la presencia del nuncio apostólico en Nicaragua, Gabriel Montalvo; el arzobispo de Managua, Ovando y Bravo, y el embajador de Méjico, Joaquín Mercado, que acompañarán a los guerrilleros hasta Cuba. Los guerrilleros han solicitado la entrega de cinco millones de dólares, que se les han concedido; liberación de 14 sandinistas que cumplen condenas, ocho de ellos por delitos comunes y otros seis recientemente detenidos por actividades guerrilleras en las montañas de Matagalpa y Cinotiga. Entre estos últimos se encuentran tres hermanos de apellido Núñez y otro guerrillero apellidado Cuadra Somarriba. Los secuestradores solicitan también la publicación de un manifiesto, cuyo texto ha sido dado a conocer por la Voz de los Andes, y el avión que les conducirá a Cuba. […] Las gestiones del arzobispo permitieron retirar el cadáver del dueño de la residencia, José María Castillo, que fue muerto al iniciarse el asalto de su casa en la noche del 27 de diciembre. José María Castillo opuso resistencia a los asaltantes, que entraron disparando en la mansión. Como consecuencia del enfrentamiento perecieron también dos soldados y un chófer, mientras que otros dos guardias quedaron heridas. […] Otra dificultad que ha retrasado la salida de los secuestradores, tras la aceptación por parte del Gobierno nicaragüense de las demandas de los secuestradores, ha sido la dificultad para reunir rápidamente los cinco millones de dólares exigidos por los sandinistas. Según fuentes extraoficiales, un avión norteamericano ha desembarcado todo o parte del dinero en el aeropuerto de Managua. Luego fue trasladado a la capital en vehículos blindados del Banco Nacional de Nicaragua. […] Quizá con la misma idea antinorteamericana “in mente”, los guerrilleros del F.S.L.N. tomaron la mansión donde parte de la alta sociedad nicaragüense celebraba una fiesta en honor del embajador norteamericano Turner Shelton. Diez minutos antes, el embajador había abandonado la residencia, pero otros funcionarios nicaragüenses, como el embajador en Washington, Guillermo Sevilla, y el embajador ante la Organización de Estados Americanos (O.E.A.) Guillermo Lang, son en estos momentos rehenes de los guerrilleros. Familiares cercanos del presidente de la República, general Anastasio Somoza Debayle, están también entre los rehenes. En septiembre de 1973 fue muerto en una acción armada el entonces jefe del Frente, Turcios Chavarría. Desde entonces, el grupo guerrillero había sido considerado como definitivamente liquidado.» (ABC, Madrid, martes 31 de diciembre de 1974, páginas 13 y 20.)
«Nicaragua, la revolucionaria, la vergona, la arrecha, como se dice allá, llega a Panamá a comienzos de 1975. No recuerdo qué día, no recuerdo qué mes. La historia es como las procesiones. O se la está viendo pasar desde la acera, o se la está viviendo desde dentro. Y llega en la persona de Eduardo Contreras. “Marcos”, se llamaba aquí. Marcos era miembro de la Dirección Nacional del Frente Sandinista y hacía sólo unas pocas semanas había dirigido una acción contra la casa de un oligarca nicaragüense, Chema Castillo. En lo mejor de una fiesta estaban cuando irrumpió el comando tomándolos a todos como rehenes. Marcos, que allí se le llama “Comandante Cero”, los negocia con Somoza, el de turno, que le tocó ser el último, y logra canjearlos por prisioneros políticos. También consigue, no sé ahora si medio millón de dólares o el millón completo. Trajo el dinero aquí a Panamá en una bolsa que se la dio a guardar a Ricaurte Soler, historiador muy connotado y hermano mío desde la infancia. Entre los presos políticos que Marcos libera hay muchos que posteriormente juegan un papel importante. Lenín Cerna, por ejemplo, actual Jefe de Seguridad de Estado. Daniel Ortega, el Presidente... Gracias a la cárcel de Somoza, estos cuadros llegan vivos al triunfo Revolución y no se produce ese “apagón” del que Torrijos tanto hablaba. El General Torrijos siempre hacía hincapié en que los mejores cuadros, los que más “sobresienten” la causa revolucionaria, precisamente por eso mismo son también los más arrojados y los que primero mueren. Produciéndose así un apagón de cuadros en el momento en que más necesidad hay de ellos. Esa fue una de las razones por las que, contrariando su vocación íntima por el heroísmo y el romanticismo, se decidió siempre en favor de la negociación antes de llegar a la confrontación armada para resolver el problema de la Zona del Canal. La acción de Eduardo Contreras, Comandante Cero; hizo posible que al triunfo de la revolución nicaragüense, en lugar del apagón, se diera un gran potencial de claridad política. Marcos llega a Panamá de la siguiente forma: Un día me dice el profesor Ricaurte Soler que un colega suyo, el sociólogo René Zabaleta, boliviano, enviaba a este joven nicaragüense con el propósito de que se entrevistara con el General Torrijos. Yo veo la cosa con un poco de desconfianza. Los profesores no son la gente en quien más puede uno confiar. Esa profesión, como la de los médicos, atrae sobre todo, con valiosísimas excepciones, a los que ponen en primer lugar su seguridad y su estabilidad económica. O sea, la peor gente, y en los oficios más delicados. […] Es importante tomar nota de la fecha en la que se inicia la relación del General Torrijos con el sandinismo: 1975. Antes que ningún otro gobernante. Excepción hecha de Fidel Castro, por supuesto. Meterse con Somoza era también meterse con los norteamericanos. Ellos mismos habían dicho textualmente: “Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, Y lo dijo nada menos que Franklin Delano Roosevelt, uno de los santones de su “democracia”. Es más, cuando Carlos Andrés Pérez, entonces Presidente de Venezuela, decide darle un apoyo financiero al Frente Sandinista, no se atreve a hacerlo directamente y se lo da a Torrijos. Y el General entonces me mandó a mí a Costa Rica para llevarles la maletita llena de dinero. Medio millón de dólares era. Y aquí viene una anécdota del carajo.» (José de Jesús Martínez, Mi general Torrijos, Editorial Legado, Costa Rica 1987, páginas 169-171 y 182.)
Entrevista a Ricaurte Soler
Por Dimas Lidio Pitty [1941-2015]
Tomado de El Día, México, 10 de agosto de 1975.
D.L.P. ¿Cuál es la razón de que hayas derivado de la especulación de carácter puramente filosófico hacia los problemas de la historia y las cuestiones sociales?
R.S. En la historia de las ideas en América son muy excepcionales los casos en los cuales encontramos filósofos estrictamente especializados en los problemas ontológicos o gnoseológicos. Toda la historia de las ideas en América demuestra más bien lo contrario. Y una de las razones de ser de esta situación es la de que los problemas de carácter económico y político adquieren en nuestro mundo subdesarrollado un tal grado de agudeza que hace indispensable que la especulación filosófica se interese, incluso por motivos éticos, en estos problemas de la realidad americana.
D.L.P. ¿Tienes algunas obras en las que se perciba ese tránsito de los estudios filosóficos hacia el ámbito social y político?
R.S. Mis primeros libros fueron, efectivamente, sobre historia de las ideas en mi país y, posteriormente, sobre historia de las ideas en la Argentina. En 1959, por ejemplo, se publicó en Panamá El positivismo argentino, pensamiento filosófico y sociológico. Esta misma obra fue publicada por la editorial Paidós, de Buenos Aires, en 1968. Rápidamente comprendí, sin embargo, que el esfuerzo por registrar la originalidad y las especificaciones de la historia de las ideas en América constituía una tarea insuficiente en la medida en que esas ideas no eran lo suficientemente integradas dentro del proceso total del desarrollo histórico latinoamericano. Pareció entonces necesario intentar un estudio lo más exhaustivo posible de la historia económica y social de la América Latina. Esa es la razón por la cual algunos historiadores de las ideas nos hemos abocado a la lectura de las investigaciones de los especialistas en la historia social latinoamericana.
El rasgo de nuestra época
Desgraciadamente, muchos hemos considerado que esas investigaciones son claramente insuficientes, sobre todo por el hecho de que se intentaron aplicar, en forma mecánica, las leyes y las generalizaciones válidas para la historia de la sociedad capitalista occidental a la realidad latinoamericana, desconociendo lo que ya, a nivel de la historia de la cultura y de la historia de las ideas, considerábamos como contribuciones válidas, aunque todavía parciales. Este es, precisamente, el tema que trato de desarrollar en la ponencia presentada al Coloquio Nacional de Filosofía que se celebra en Morelia en estos días.
D.L.P. A tu juicio, ¿cuál sería la explicación o caracterización más aproximada del momento histórico actual? En otras palabras, ¿cuál es el rasgo distintivo de nuestra época?
R.S. Creo que, evidentemente, el rasgo distintivo de nuestra época es el de la revolución social. Esto quiere decir, en primer término, la socialización de los medios de producción y cambio en los países desarrollados lo mismo que en los países dependientes o sub-desarrollados. Lo que es realmente exaltante son las vías, cada vez más inéditas, heterodoxas o inesperadas, a través de las cuales se realiza este ineluctable proceso.
Revoluciones democrático burguesas
D.L.P. Desde tu punto de vista, ¿cómo se manifiesta y cuáles son esas vías heterogéneas, inéditas o inesperadas?
R.S. Para tener una mayor claridad sobre este problema, es conveniente recordar que las mismas revoluciones democrático-burguesas adquirieron formas extraordinariamente diversas. Es común observar, por ejemplo, los paralelismos y homogeneidades que efectivamente se presentaron entre la revolución inglesa y la francesa, pero también es frecuente olvidar la forma tan distinta a través de la cual se conformó la revolución democrático-burguesa en los Estados Unidos. En este país, por ejemplo, un momento de esa revolución lo constituyó la independencia de 1776, sin embargo, el proceso no culminó sino con la liquidación del modo esclavista de producción, casi un siglo más tarde, como corolario de la Guerra de Secesión.
Todavía una forma más sorprendentemente distinta de la revolución democrático-burguesa la encontramos en Alemania, donde en modo alguno ésta presentó las características de masas que insurgían reyolucionariamente desde abajo, sino que más bien revistió el carácter de la revolución “desde arriba”. Los junkers aburguesados, el ejército prusiano y la conducción de Bismarck eliminaron los principados, la fragmentación política, consolidaron la unidad nacional alemana y abrieron cauce al desarrollo impetuoso del capitalismo alemán.
Estas observaciones sólo quieren señalar que bajo la categoría de revolución democrático-burguesa es necesario descubrir, sin embargo, las formas extraordinariamente distintas a través de las cuales aquella revolución se ha llevado a cabo. Para la investigación marxista es una tarea desafiante precisamente el hecho de que sean más o menos escasas las observaciones de Marx y Engels a propósito de las transformaciones realizadas por el bismarckismo.
Formas de socialización
D.L.P. Entonces, desde este ángulo, ¿cuáles serían las formas distintas en que se están realizando los procesos de socialización de los medios de producción y cambio en el mundo de hoy?
R.S. Como es bien sabido, Marx y Engels, a pesar de notables anticipaciones, no pudieron prever la magnitud y las nuevas características del capitalismo en su fase imperialista. Es por ello que el proceso ineluctable de la socialización de los medios de producción y cambio presenta la complicación de adquirir formas distintas en los países imperialistas y en los sometidos al dominio imperial. Sin entrar en mayores consideraciones en torno a las revoluciones que ya han realizado efectivamente esta tarea (las naciones del campo socialista), parece evidente que en los países del Tercer Mundo se están dando las formas inesperadas, sorprendentes y heterogéneas a las que aludí anteriormente.
(Tomado del monográfico dedicado a Ricaurte Soler por la revista Lotería, Panamá, diciembre 1994, nº 400, págs. 283-285.)
En octubre de 1975 comienza a preparar la ponencia que presenta ante el Segundo Congreso Nacional de Sociología (Panamá, diciembre 1975) y que publica a principios de 1976 bajo el título Panamá: Nación y Oligarquía 1925-1975 –Prólogo, Introducción, 1. Clases nacionales y antinacionales en la América Hispana, 2. La nación y el Estado panameño, 3. El imperialismo (1903), 4. La oligarquía (1925), 5. El populismo (1940), 6. Bonapartismo y nacionalismo revolucionario (1968), Conclusión y perspectivas (1976)–, libro ampliamente difundido en tanto que ofrece una exposición coherente de la historia de Panamá, desde un materialismo histórico que busca apartarse de la “marxteología”, y que aprecia en el régimen del general Omar Torrijos Herrera [1968-1981] un bonapartismo equivalente a nacionalismo revolucionario:
«A escala hispanoamericana la organización estatal-nacional quedó distorsionada e inconclusa en razón de la heterogeneidad, contradicciones y pluriclasismo del poder social liberal-nacional que la promovió. Las reformas liberales sólo precariamente triunfaron sobre las fuerzas económicas y sociales pre-capitalistas y antinacionales. La expansión imperialista inglesa y norteamericana, a finales del siglo XIX y principios del XX, trasmutó irreversiblemente la función nacional o antinacional de las clases en Hispanoamérica. Igual sucedió en Panamá a partir de 1903, y sobre todo a partir de 1925, cuando las clases que antes eran portadoras del proyecto liberal-nacional enfrentan conflictos con clases que no podrían prohijar su ideología ni su concepto de nación. La burguesía comercial y casateniente ve desde entonces en el imperialismo la garantía de su existencia. A partir de ese momento “la oligarquía no tiene nacionalidad” (expresión del General Omar Torrijos Herrera). Durante el siglo XIX las clases nacionales en Hispanoamérica no fueron las mismas que en la Europa moderna. La situación difiere todavía más a partir de la expansión imperialista. Estas especificidades hispanoamericanas deben ser claras para la investigación marxista, aunque no para la marxteología. […] La división electoral de la oligarquía en 1968, y la alianza de su sector mayoritario con el populismo, determinó que el régimen militar instaurado ese año sólo pudiera afirmarse en conflicto con las principales organizaciones políticas de la oligarquía. El régimen militar fue adquiriendo así, sobre todo a partir del “contragolpe” de diciembre de 1969, un carácter bonapartista sui generis. […] Es de notar que la izquierda, la del apoyo acrítico, no ha aprendido la lección y nunca ha intentado movilizaciones con objetivos definidamente anti-oligárquicos. […] Hoy es legítimo esperar una promoción de las organizaciones de base, después del viaje del General Torrijos a Cuba, y en especial a partir de la nueva orientación que se imprime a la Dirección General para el Desarrollo de la Comunidad (DIGEDECOM). […] Frente a la izquierda organizada el régimen ha adquirido mayor independencia al dividir el ya débil Partido Comunista. Esto debe preocupar, tanto más cuanto que el sector fraccionado enfrenta el peligro cierto de una progresiva desideologización. […] Para concluir queremos señalar la posibilidad real de un embocadura colonialfascista. Como era de esperar, la relativa autonomía política frente a la oligarquía ha permitido al régimen una política internacional más agresiva e independiente, sobre todo en lo relativo al enclave colonial de la Zona del Canal. En estas circunstancias el colonialfascismo, disfrazado de civilismo democrático, es la solución ideal para el imperialismo. […] Pero el ultraizquierdismo, de ayer y de hoy, adolece de la misma enfermedad, infantil o no: el desconocimiento de la realidad histórica y social de nuestros pueblos. Por eso se cree crítico. Y no lo es.» (“Conclusión y perspectivas 1976”).
Los tratados Torrijos-Carter se firman en Washington el 7 de septiembre de 1977. Tras los sucesos del 9 de enero de 1964, Día de los Mártires, Panamá había roto relaciones diplomáticas con Estados Unidos, y hubieron de pasar diez años hasta la firma en Panamá, el 7 de febrero de 1974, por el canciller filósofo Juan Antonio Tack y el secretario de estado norteamericano Enrique Kissinger, de una declaración conjunta que contemplaba la derogación de los tratados anteriores y la devolución a Panamá de la Zona del Canal, con el establecimiento de una fecha para el fin de la soberanía estadounidense en esa Zona, con la que se iniciaban nuevas negociaciones. El 23 de octubre 1977 se celebra el plebiscito, convocado por Torrijos, para que el pueblo panameño ratificase o no los tratados que fijaban la transferencia definitiva de soberanía a Panamá el 31 de diciembre de 1999. Se opusieron a los tratados sectores de la derecha, la democracia cristiana y grupos de extrema izquierda. Votaron medio millón de panameños y los tratados quedaron ratificados, con un 32% de votos en contra.
«Lo primerísimo que hay que decir de las negociaciones de los Tratados, que es un caso particular, pero esencial, del concepto torrijista de negociación, es que él nunca pensó en lo más mínimo que esas negociaciones iban a terminar en los Tratados, o en otras negociaciones. La negociación, y los Tratados también, son solamente un medio para lograr el objetivo final. El objetivo final del General Torrijos era la liberación, con toda la carga semántica, política, económica, filosófica, humanista, de la que es capaz el término. Todo lo demás es un medio. A pesar de que, como es natural, tuvo que abogar en favor de la ratificación popular de esos Tratados en un plebiscito nacional, él decía, después, que nadie sabía cómo había votado él. Era un gesto de coquetería. Yo le decía que sí sabía cómo había votado: que había votado que “Sí, pero no mucho”, “Sí, pero no tanto”, “Sí, porque qué le vamos a hacer”, “Sí a regañadientes”. Por supuesto que votó que sí. En su caso, era lo correcto. La única vez que lo vi hacer campaña fue en ocasión del plebiscito. En un camión, como un político cualquiera, saludando a la gente, recorrimos los barrios más populares y populosos de la ciudad. El que sí voto que no, fui yo. Y él lo sabía, porque yo se lo dije. En mi caso, lo correcto era eso. Claro, yo voté que no, porque sabía que el “sí” iba a ganar. Y al General Torrijos le interesaba que el “sí” ganara, pero no con mucho margen. En esa ocasión la ultraizquierda jugó un papel muy bueno. Mejor incluso que el de los jóvenes torrijistas, cuyo apoyo a Torrijos a veces era demasiado acrítico e incondicionado. Yo los vi llegar para esa ocasión a la Calle 50 a consultar con él, y el General no quiso recibirlos, porque la línea era justamente esa, la de no recibirlos, la de incitarlos a que lo ataquen. En esos momentos necesitaba demostrarle a los gringos que ya no aguantaba ni una enmienda más. Justamente yo lo había oído conversar con Rómulo Escobar Bethancourt, su asesor más cercano, sobre qué podía decir éste, en un discurso que iba a hacer por la televisión esa misma tarde, para ofender a la gente y que salieran a la calle a protestar, a tirar piedras. Pero la gente no salió, por amor a Torrijos. Y nos zamparon las enmiendas. Otros, derechistas, que adversaron los Tratados no merecen la pena ni de considerarlos. Con un patriotismo hipócrita y cínico, que nunca llegó a ponerles en peligro ni su vida ni su dinero, alegaban que los Tratados legalizaban la intervención después del año dos mil. A lo que el General contestaba que era “menos mala” una intervención potencial que una actual. O, como dice Ricaurte Soler, el profesor de historia y filosofía, y amigo mío, de quien ya he hablado anteriormente: “E. U. se aseguran jurídicamente derechos de intervención para la defensa del Canal después del año 2000. Pero la invasión física de ahora desaparece para dar paso al 'derecho' a la invasión física. Es claro que en los Tratados Torrijos-Carter los Estados Unidos recorren el camino inverso de concesiones cada vez más concretas a cambio de derechos cada vez más abstractos”. En todo caso, no merece la pena discutir con los que no cuentan con un solo muerto por patriotismo. La alternativa de la negociación era la agudización de nuestras contradicciones con los yanquis y resolver el problema ya, de una vez por todas. Como se hizo en Chile. Como se hizo en Granada. Es la opción de la ultraizquierda, que ha demostrado ser “infalible en el error”, como dice Soler, mi amigo Ricaurte, recientemente citado. El ejemplo de Chile es injusto. Allende cae por no radicalizarse y no por radicalizarse. Pero la verdad es que si hay una buena definición de la ultraizquierda era esa, la de pensar que “tanto peor es tanto mejor”, citando una vez más a Ricaurte Soler.» (José de Jesús Martínez, Mi general Torrijos, Editorial Legado, Costa Rica 1987, páginas 252-254.)
Derrotado el demócrata Jaimito Carter en las elecciones presidenciales yanquis de 4 de noviembre de 1980, inicia el republicano Ronaldo Reagan su mandato imperial en enero de 1981: en mayo un sospechoso accidente aéreo termina con Jaime Roldós, presidente constitucional del Ecuador; y el 31 de julio desaparece por Penonomé la aeronave de la Fuerza Aérea Panameña en la que viajaba el líder máximo de la Revolución Panameña. (John Perkins aseguraba en 2006 que Torrijos había sido asesinado por agentes de la CIA.)
«El viernes 31 de julio de 1981 fue uno de esos días aciagos que nadie espera que ocurran. El general Omar Torrijos Herrera, líder del proceso panameño que culminó con el triunfo de la nación panameña sobre el imperialismo yanqui y su dominación colonial en nuestro país, murió víctima de lo que se presume con bastante certeza fue un atentado de aviación. Partió de este mundo sin decir adiós y se llevó con él a su ínclita revolución, que en la intimidad, decía Chuchú, el mismo general llamaba revulú. Su desaparición cambió toda la escena política nacional. El siniestro significó para Chuchú y Soler que había caído el telón del llamado proceso panameño, que ambos apoyaron con la razón y el corazón. El dolor es contagioso... mucho más el dolor infinito. Lo sintió Chucho Martínez con la muerte de Omar Torrijos. Lo sintió Soler con la muerte de Chuchú. Lo sentí yo con la muerte de Soler. Los tres llegaron hasta el umbral de su utopía nacionalista con el triunfo de los Tratados Torrijos-Carter, pero ninguno alcanzó a celebrar la victoria final aquel inolvidable mediodía del 31 de diciembre de 1999.» (Miguel Montiel Guevara, Ricaurte Soler. La cuestión de Identidad Nacional y Latinoamericana, Panamá 2013, págs. 16-17.)
1983 «Después del acto inaugural se celebró una mesa redonda sobre Bolívar y la revolución hispanoamericana, moderada por José María de Areilza, en la que participaron Arturo Uslar Pietri, José Manuel Castañón, Mariano Baptista y Antonio Caballero. Hoy, jueves, el rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santiago Roldán, modera una mesa redonda en la que se debatirá La unidad hispanoamericana y el equilibrio internacional en Simón Bolívar. Participan Germán Arciniegas, Mario Hernández, Luis Bossano y Ricaurte Soler.» (“Luis Yáñez: ‘Simon Bolívar fue el precursor de la idea de la comunidad iberoamericana de naciones’”, El País, Madrid, 27 octubre 1983.)
«“Bolívar tiene el mérito de haber hecho la independencia, y en ella está patente la vigencia de su pensamiento.” Con estas palabras, pronunciadas en el transcurso de la mesa redonda “La unidad hispanoamericana y el equilibrio internacional en Simón Bolívar”, el escritor y diplomático colombiano Germán Arciniegas pretende significar que la independencia representa “lo más radical de la revolución hispanoamericana”. En está mesa redonda, la segunda del seminario sobre Simón Bolívar que se celebra en el Instituto de Cooperación Iberoamericana, participaron además Mario Hernández Sánchez-Barba, catedrático y director del departamento de Historia Contemporánea de América de la Complutense; Luis Bossano; Ricaurte Soler, director del departamento de Historia de la Universidad de Panamá, y Carlos Moya, vicerrector de la Universidad Menéndez Pelayo, que actuó como moderador. […] Ricaurte Soler, por su parte, hizo especial hincapié en el concepto de hispanoamericanismo en Bolívar y demostró la existencia de diferentes conceptos de patria iberoamericana, conceptos vinculados con la conciencia de clase.» (“Germán Arciniegas, en el seminario sobre Bolívar”, ABC, Madrid, viernes 28 de octubre de 1983, pág. 50.)
1985 «Convocatorias. Conferencias. A las siete y media. Ricaurte Soler, en el Colegio de Licenciados en Ciencias Políticas y Sociología (Quintana, 29): “La formación de los Estados nacionales latinoamericanos”.» (ABC, Madrid, martes 28 de mayo de 1985, pág. 37.)
El miércoles 20 de diciembre de 1989 el ejército de los Estados Unidos de Norteamérica bombardea la ciudad de Panamá y 26.000 soldados yanquis comienzan la invasión de la República en la que todavía mantienen “la Zona”…, Operation Just Cause que, más de 3.000 muertos después, dan por concluida el 31 de enero de 1990 con la detención del general Manuel Antonio Noriega. Un año después Ricaurte Soler publica, en México, La invasión de Estados Unidos a Panamá. Neocolonialismo en la posguerra fría, libro que se abre con este prólogo:
Ricaurte Soler, La invasión de Estados Unidos a Panamá. Neocolonialismo en la posguerra fría, Siglo XXI, México 1991
Prólogo
Se ha señalado, con justa razón, que la invasión a Panamá por parte de Estados Unidos es, hasta 1989, la acción armada más importante emprendida por esta potencia después de Vietnam. A ello se podría agregar que es también el empeño de mayor intensidad bélica desplegado por Estados Unidos en América Latina durante el siglo XX. Baste recordar que el sismógrafo de la Universidad de Panamá registró 422 explosiones de bombas en las primeras 14 horas –una bomba cada dos minutos– sólo en el área metropolitana de la ciudad de Panamá (700.000 habitantes). Como es de suponer, las consecuencias políticas, económicas y psicológicas de la agresión militar han sido traumáticas para la nación panameña, agresión que, por otra parte, no es el resultado del “I took Panamá” de Teodoro Roosevelt.
La nación panameña es el producto de una historia multisecular que en sus trazos generales precisa dibujar para comprender los efectos distorsionadores que sobre la identidad que se gesta han ejercido las agresiones e invasiones de Estados Unidos, y en particular la última. Por ello el estudio del presente no puede dispensarse del esfuerzo historiográfico totalizador, y éste no puede eludir, aunque sólo fuere a través de una implacable síntesis, los empeños que por afirmar su autodeterminación caracterizaron la historia de la nación panameña durante el pasado siglo y el presente. Ésta es la razón de ser de los tres primeros capítulos del presente estudio.
Pero la invasión también ha sido de enorme trascendencia en cuanto a sus implicaciones para el dominio estratégico de toda América Latina por parte del imperio. A este respecto hay que recordar que el proyecto nacional para América Latina (para Hispanoamérica en su primera versión) no sólo es el producto de las visiones y previsiones de sus mejores próceres, como Miranda, Bolívar o Martí. Es también el resultado de hondas tradiciones y de prácticas y políticas que si no han concretado en lo real no por ello han perdido su racionalidad. En 1889 James Blaine, el creador del panamericanismo, invitaba a formar un zollverein continental. Un siglo después George Bush ordena la invasión y ocupación de Panamá para, casi simultáneamente, bajo el nombre de “Iniciativa de las Américas”, repetir la centenaria invitación de Blaine. ¡Cómo cobra actualidad la romántica reflexión de Francisco Bilbao, escrita en 1856!: “La América debe al mundo una palabra. Esa palabra pronunciada, será la espada de fuego del genio del porvenir que hará retroceder al individualismo Yankee en Panamá.”1
Podrá también parecer romántico, e incluso retórico, que la Historia nos ha acostumbrado a ver con certidumbre que el “genio del porvenir” avizorado por Bilbao no es otro que el de los pueblos latinoamericanos. Dadas estas consideraciones, y aunque no en primer término, estimamos que la invasión a Panamá hay que situarla en su contexto histórico actual latinoamericano. La distensión a escala mundial, y la “Iniciativa de las Américas” de Bush, muestran que, ahora sí, el imperio está dispuesto a alcanzar plenamente los objetivos propuestos en 1889 en el primer congreso panamericano de Washington. La narcodiplomacia y el genocidio perpetrado en Panamá un siglo después, son instrumentos de una política aun más agresiva de dominación continental. Estudiar y reflexionar sobre la invasión a Panamá de 1989 ha de ofrecernos orientaciones para responder mejor a las incertidumbres y desafíos del futuro de Panamá, de América Latina e incluso del Tercer Mundo.
1 José V. Lastarria, et al., Unión y confederación de los pueblos latinoamericanos (edición facsimilar), México, Unión de Universidades de América Latina, 1979, págs. 276-277.
Por los días en los que se distribuye este último libro de Ricaurte Soler, un infarto termina con la vida de su amigo José de Jesús Martínez, “Chuchú Martínez” (Nicaragua 1929-Panamá 27 enero 1991), doctor en filosofía por la Universidad de Madrid, profesor de filosofía marxista de la Universidad de Panamá, dramaturgo, aviador, asesor del general Torrijos, ganador en 1971, junto con Ricaurte Soler, del premio de más prestigio en Panamá, el Ricardo Miró en su modalidad de Ensayo (The New York Times y El País le dedicaron nota necrológica).
«Filósofo soñador, soñaba con un mundo feliz porque tenía un corazón de utopía. Toda su vida fue una epifanía donde el Canal Interoceánico era nuestro, Latinoamérica una sola nación y el mundo entero socialista. Hizo suyos los sueños de Bolívar, Monteagudo y Del Valle; el mismo sueño de Augusto César Sandino de una gran nación hispanoamericana. Anhelos compartidos con otro soñador como él, su inolvidable amigo José de Jesús “Chuchú” Martínez, el polifacético asesor del general Omar Torrijos Herrera. El Canal de Panamá ahora es nuestro, el milagro aconteció, pero ninguno de los dos llegó a verlo. El dolor se les enroscó en el alma por el fracaso en el poder de la revolución sandinista, con la que contribuyeron, y el derrumbe del “socialismo real” en Europa del Este. Les explotó el corazón... literalmente, con la “maldita”, como la llama Chuchú, invasión yanqui del 20 de diciembre de 1989 a Panamá. Ninguno de los dos superó la infinita tristeza que se apoderó de su ser y los llevó a morirse uno detrás del otro, llenando de tristeza el corazón de miles de panameños y gente de más allá.» (Miguel Montiel Guevara, Ricaurte Soler. La cuestión de Identidad Nacional y Latinoamericana, Panamá 2013, págs. 15-16.)
La invasión norteamericana, la muerte de su amigo, &c., afectan mucho a Ricaurte Soler, que sigue enriqueciendo su revista Tareas: “Tradición, reflexión y enseñanza de la filosofía en el Panamá” (79:3-30, septiembre-diciembre 1991), “Rogelio Sinán en sus 90 años: una reflexión” (81:119-123, mayo-agosto 1992), “Martí y el Canal de Panamá” (82:47-51, septiembre-diciembre 1992), “El Principio de No Intervención” (87:113-115, mayo-agosto de 1994). El 14 de agosto de 1994, recién cumplidos los 62 años, otro infarto termina con su vida.
«Ricaurte Soler nació en Panamá el 11 de agosto de 1932 en Concepción, provincia de Chiriquí, limítrofe con Costa Rica. Murió el 14 de agosto de 1994 en su hogar, a la edad de 62 años, de un fulminante infarto al miocardio, mientras descansaba en su estudio. Allí lo tuve en mis brazos, acaricié sus negros cabellos lacios y vi sus ojos sin brillo en su cuerpo inerte, frío, sin vida. Un hombre como él no muere nunca aunque se muera. Pocos años antes, el 27 de enero de 1991, había fallecido su amigo Chuchú, de igual manera y a la misma edad. No me cabe duda alguna que también por los mismos motivos de indescriptible tristeza. No alcanzaron a ver el nacimiento de la nueva república panameña, ahora sin enclave colonial, el mediodía del 31 de diciembre de 1999, cuando dejó de existir la Zona del Canal. Ambos dejaron un rico y extenso legado intelectual nacionalista y latinoamericanista. Y en mí un recuerdo inolvidable. Por los dos escribo este ensayo.» (Miguel Montiel Guevara, Ricaurte Soler. La cuestión de Identidad Nacional y Latinoamericana, Panamá 2013, pág. 16.)

Revista cultural LOTERÍA, Panamá, diciembre 1994, nº 400, 313 páginas.
Ricaurte Soler: pensamiento filosófico, histórico, sociológico
“Nuestra portada. Dr. Ricaurte soler (1932-1994), pensador panameño cuya obra abarcó la filosofía, la historia (panameña y latinoamericana) y la sociología.”
Escritos filosóficos de Ricaurte Soler
La elaboración del presente número de la Revista Lotería está dedicado integralmente a la reproducción de algunos textos que por su mediana extensión y gran relevancia teórica, permiten formarse una idea cabal de las contribuciones fundamentales de Ricaurte Soler –recientemente fallecido– al desarrollo del pensamiento panameño.
Nos ha correspondido la grata tarea de seleccionar aquellos textos de filosofía “pura”, que mejor expresan la especificidad y el rigor de las concepciones y aportes de Soler en este campo. Para tal efecto, hemos escogido las obras Materialismo e Idealismo: una alternativa de introducción a la filosofía y Estudios Filosóficos sobre la Dialéctica. Se trata, en ambos casos, de textos cortos, pero de una gran densidad intelectual, que expresan fehacientemente, no sólo la orientación marxista del pensamiento y la obra filosófica de Soler, sino lo que es aún más importante, las contribuciones personales de nuestro filósofo al desarrollo de un marxismo renovado, nada obsecuente con los dictados de la ortodoxia estéril.
Materialismo e Idealismo es una obra de intensión divulgadora, que logra sintetizar magistralmente, en apenas cuarenta (40) páginas de pequeño formato, los fundamentos y categorías esenciales del marxismo en contraposición con las diversas expresiones del idealismo y del materialismo mecanicista; agregándole, además, la compleja teoría marxista de la ideología. Por ello ha recibido, desde su primera edición en 1974, la calurosa acogida de un numeroso público lector, que desde entonces hasta hoy ha obligado a efectuar múltiples ediciones y reediciones, con tirajes de miles de ejemplares cada una. Ha sido, pues, esta obra, escuela de marxismo para varias generaciones de panameños.
Sin embargo, son los Estudios Filosóficos sobre la Dialéctica la obra en que se evidencia en su mayor plenitud, la profundidad y originalidad del marxismo soleriano, pues en esos tres pequeños ensayos logra no solamente abordar con profundidad los temas cardinales de la dialéctica marxista, sino que disiente abierta y brillantemente de los monjes del academicismo y de los santones de la ortodoxia del Diamat, sobre la causalidad en sus versiones mecanicistas y dialécticas, y sobre el azar y la necesidad.
Debemos, no obstante, llamar la atención sobre la visión absolutamente equivocada de aquellos que plantean que la obra de Soler fue en sus inicios fundamentalmente filosófica y posteriormente, a lo largo de varias décadas, devino en pensamiento historiográfico y sociológico. Quienes han realizado esta lectura mecanicista pierden de vista que para un filósofo marxista, los fundamentos y categorías básicas de la filosofía, así como sus presupuestos ontológicos y epistemológicos subyacen como sustrato metodológico e hilo conductor de toda su producción intelectual.
Por ello, concluimos afirmando que la “ópera magna” de Soler, su teoría de la nacionalidad panameña y latinoamericana –que hacen del Maestro, el Pensador más relevante de la teoría de la patria en el presente siglo– descansa sobre una cosmovisión integral en que se articulan los fundamentos generales de la filosofía marxista, debidamente ensamblados con la concepción materialista de la historia. Fue, pues, Soler filósofo de tiempo completo.
Miguel Ángel Candanedo Ortega
Panamá, Octubre de 1994.
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Escritos históricos de Ricaurte Soler
La presente selección de los escritos de carácter histórico del Dr. Ricaurte Soler, maestro y amigo, resultó un poco difícil en su determinación final dada la variada y continua perseverancia de su pluma en la especificada gama del acontecer histórico panameño y latinoamericano. En tal sentido, no fue necesario hacer un esfuerzo cronológico, ya que Soler desde sus primeros trabajos partió de premisas filosófico-políticas e ideológicas con una raigambre en el conocimiento de nuestras realidades en el pretérito. Por otro lado, a medida que la investigación se desarrollaba, Soler fue haciendo más y mejor énfasis en el enfoque totalizador de la historia y su esencia, las contradicciones sociales, la lucha de clases, lo cual se encamina paulatinamente hacia la observancia constante y cuidadosa de la historia como ciencia social y el trabajo interdisciplinario de la misma con estas últimas.
El Materialismo Histórico y Dialéctico fue siempre su guía y la divulgación de la fundamentación nacional panameña, partiendo de los postulados del “Teórico de la Nacionalidad”, Justo Arosemena, junto a la necesidad de la unidad latinoamericana en base a sus propulsores y luchas constantes, son estructuras indubitables en la consistencia de los escritos de Ricaurte Soler. Precisamente, en su sentir y decir, Soler hizo énfasis en aquellos elementos históricos que, a través de las contradicciones entre los hombres, hicieron avanzar progresivamente a las sociedades panameña y latinoamericanas.
Sus escritos históricos son cada vez más esclarecedores a medida que madura su análisis e interpretación. Podemos señalar que en todos ellos, la teoría y la realidad, cimentadas en la investigación, contienen elementos de historia y las demás ciencias sociales en mayor o menor grado. Era un cientista social en el mejor sentido de la palabra. La contemporaneidad de la historia y su proyección futura son columnas firmes en su labor como historiador de la nacionalidad panameña y de “Nuestra América”.
Lo individual y social van dialécticamente entrelazados en sus investigaciones. Así, aplicó creativamente el materialismo histórico y dialéctico, especialmente a nivel de las interrelaciones entre las estructuras económicas y las superestructuras jurídico-políticas e ideológicas, pudiendo mostrar una historia donde las relaciones entre los hombres, sus luchas, sus avances y retrocesos, su pensamiento, son la base entendible de todo su transcurrir económico, social, político y de sus ideas. Desde este ángulo, su análisis del papel del Estado en las naciones latinoamericanas a partir de la independencia, como homogeneizador y cimentador de las diversas estructuras del todo nacional, abre caminos insospechados para la correcta interpretación del devenir histórico de Nuestra América.
En efecto, es el mejor historiador de la nacionalidad panameña, su mejor historiador de las ideas, uno de los mejores a nivel latinoamericano. Más siempre y, cada vez más las contradicciones sociales fueron el soporte de su constante historiar del pensamiento panameño y latinoamericano. Conscientemente, esa fue su más extraordinaria labor, junto a la publicación durante 34 años de la Revista Tareas.
La selección que sometemos a su consideración, contiene todos los elementos esbozados. En lo que respecta a los Escritos Históricos sobre Panamá, partimos del Ensayo “Conciencia Liberal y Conciencia Nacional” del libro Formas Ideológicas de la Nación Panameña. Luego escogimos “La Independencia de Panamá de Colombia”, del libro Panamá, Dependencia y Liberación. Además, uno de los trabajos que conceptuamos abre múltiples caminos de investigación, “Justo Arosemena y la Idea Nacional Panameña del Liberalismo”, del libro La Fundación de la Nacionalidad, aparece dentro de la Antología. Del libro Cuatro Ensayos de Historia sobre Panamá y Nuestra América, les presentamos la monografía “Etapas del Pensamiento y Acción Antiimperialismo en Panamá”, que nos da una visión concreta del estilo dinámico de ver la historia por Soler. Finalmente, una etapa que obsesionó al Maestro, siendo uno de sus mejores analistas e intérprete, “Torrijos: Estado, Nación e Imperialismo”, del libro Panamá. Historia de una crisis, cierra el círculo histórico-antológico de esta parte de la muestra.
En lo que respecta a los Escritos sobre América Latina, presentamos el Ensayo “Nota sobre la nación y Revolución hispanoamericanas”, del libro La Filosofía y las Revoluciones Sociales, y el “Prólogo” y la “Introducción” –La Nación Latinoamericana–, ambos del libro Idea y Cuestión Nacional Latinoamericana de la Independencia a la Emergencia del Imperialismo. Estos trabajos están interrelacionados teórica y metodológicamente. Del mismo libro anterior, es el escrito “Cuestión Nacional y Relaciones de Producción”. Del libro Cuatro Ensayos de Historia sobre Panamá y Nuestra América, tomamos el ensayo “Bolívar y la Cuestión Nacional”, excelente relación entre el pensar y accionar del libertador en el marco de las relaciones sociales existentes. También les presentamos, “Lucas Alamán: La idea nacional en la filosofía política del conservatismo”, del libro Clase y Nación, y “El Pensamiento Sociológico de Mariano Otero”, del libro Estudios sobre Historia de las Ideas en América, con los cuales podremos observar el accionar de un historiador con herramientas provenientes de las Ciencias Sociales, de las cuales la Historia es parte fundamental.
A no dudado, dejamos fuera otros escritos de real importancia, pero consideramos que éstos son igualmente representativos.
Rolando Ernesto Hernández Solís
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Escritos sociológicos de Ricaurte Soler
La obra de Ricaurte Soler como ninguna, está signada por el drama del movimiento que ella describe y explica: De cómo la renuncia por el proyecto nacional de unos, promueve la obsesión y la esperanza de otros. Es, en definitiva, este movimiento de rupturas y continuidades del conflictivo y no acabado proceso de construcción de la Nación y del Estado que la representa, el que Ricaurte Soler obsesivamente elevó al rango de problema teórico, con el único empeño de hacerla viable. El problema de la Nación panameña en Soler consiste entonces, en que la Nación panameña es un problema histórico y teórico sin resolver.
”Clase y Nación en Hispanoamérica”, como “Panamá: Nación y Oligarquía 1925-1975”, recogen desde la perspectiva sociológica este esfuerzo fundamental de la obra de Soler.
En el primer ensayo sociológico, Ricaurte Soler nos enseña que es a partir de “lo mejor de nuestra historiografía” que podemos comprender las causas internas de nuestro atraso y con ello las posibilidades históricas de su superación; pero también algo más, que no estamos huérfanos de ideas para justificar su importación y, que sólo conociendo y amando al liberalismo latinoamericano del Siglo XIX como él lo hizo, podemos tener una visión portentosa de la autenticidad de nuestra cultura y de la fuerza que de ella podemos extraer para responder a los retos de un mundo lleno de incertidumbres.
En el segundo ensayo, Soler nos muestra cómo las categorías sociológicas de Clase social, Estado, Imperialismo, Oligarquía, Populismo y Bonapartismo le darían a la construcción teórica del problema nacional el carácter de ruptura en el quehacer del pensamiento panameño en su esfuerzo de interpretar su realidad nacional. Pero por otra parte, Soler nos enseña que la Nación panameña es un acto deliberado de construcción de las clases sociales y de sus luchas en el espacio fundamental del aparato estatal.
Es por lo anterior que en la obra de Soler, esta concepción teórica de la Nación como proceso inacabado y llevada de la mano por la lucha entre clases nacionales y antinacionales, abrió para siempre una grieta insalvable en las pretensiones de la cultura de la anexión por imponer el fatalismo histórico de la inviabilidad del proyecto nacional.
Enoch Adames Mayorga
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Ricaurte Soler, historiador de las ideas
Por Rodrigo Miró Grimaldo [1912-1996]
Recientemente, de modo inesperado, murió Ricaurte Soler, distinguido docente de nuestra Universidad, esforzado trabajador intelectual que deja un importante legado, referido de modo especial a la historia de las ideas en Panamá y latinoamérica. En cuanto a nosotros importan Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX (1954), Formas ideológicas de la nación panameña (1963), Panamá, nación y oligarquía (1976), Panamá, dependencia y liberación (1974) y los ensayos destinados a esclarecer el pensamiento de Justo Arosemena, de quien preparó además dos nutridas compilaciones de escritos, publicada una por la Biblioteca del estudiante universitario de la Universidad Autónoma de México (1981) y la otra por la Biblioteca de Ayacucho (1982), aparte el volumen que recoge la polémica de D. Justo con Gil Colunje publicado por la revista Tareas con el rubro de Teoría de la Nacionalidad (1968), trabajos todos indispensables para el conocimiento cabal de las ideas del gran patricio.
En el orden latinoamericano su aporte es asimismo de gran valor: Estudios sobre la historia de las ideas en América (1960), El Positivismo argentino, pensamiento filosófico y sociológico (1959), Clase y nación en Hispanoamérica (1975), Idea y cuestión nacional latinoamericanas (1980), Clase y nación, problemática latinoamericana (1981). Y quedan otros textos específicamente filosóficos. Todo ello hizo de Soler uno de los más laboriosos de nuestros profesores universitarios, ejemplo digno de imitar. Y también el pensador panameño de más amplia repercusión internacional, con libros editados en Buenos Aires, México, Caracas, San José de Costa Rica y Barcelona.
Hoy quiero referirme a los orígenes de mi personal relación con Soler, quien no se contó entre los estudiantes que tomaron mis cursos en la Universidad. Una afortunada circunstancia me puso en contacto con él en la etapa postrera de sus estudios para lograr el grado de Profesor en Filosofía e Historia y la Licenciatura en Filosofía y Letras. Su guía en la Facultad fue el Dr. Carlos Manuel Gasteazoro, quien en 1953 marchó a España con el propósito de investigar en los archivos españoles, particularmente en el Archivo de Indias, de Sevilla. Y al marcharse me solicitó que ayudara a su discípulo graduando en las tareas de su compromiso final. Hice lo que pude, faena nada difícil por tratarse de un joven laborioso y capaz. Me interesé luego en conseguir la aprobación del Ministro de Educación, entonces Ingeniero Víctor Cruz Urrutia, para que el trabajo se editara en la Imprenta Nacional, donde se terminó de imprimir el día 9 de agosto de 1954, con prólogo del autor de estas líneas. Fue una feliz ocurrencia que volvió a darse dos años después con Naturaleza y forma de lo panameño, de Isaías García Aponte, compañero de promoción de Soler, con proemio de Diógenes de la Rosa. Son dos esfuerzos notables que inauguran la bibliografía de egresados universitarios sobre ese tipo de estudios. No obstante ser frutos primerizos revelan vocaciones firmes y bien encaminadas.
Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX, el trabajo al que me he estado refiriendo, es uno de nuestros buenos libros olvidados, por lo que se propone y logra. Y es lamentable el hecho ya que trata de cuestiones poco consideradas a pesar de su mucha monta.
El capítulo primero trata del pensamiento positivista en función de Justo Arosemena, y consta de cuatro apartados: significación histórico-filosófica de Justo Arosemena, Bentham y Arosemena, Positivismo, y Valorización crítica. Luego de afirmar que “Arosemena es sin lugar a dudas el cerebro istmeño de mayor capacidad filosófica y de más hondo sentir universalista” y referirse al influjo y evolución del pensamiento de Bentham en Colombia, ensaya una síntesis de la situación local, en los térmnos siguientes: “La historia de la cultura panameña presenta rasgos peculiares de insospechable fundamentación en el no menos peculiar devenir histórico-político del Istmo. A los factores que informaron la vida intelectual hispanoamericana de principios del decimonono, destruyendo una educación medievalista, se agregan en nuestros lares circunstancias de nítida procedencia regional, de genuina extracción istmeña. Esto, desde los albores mismos de la colonia. Es que el papel de país de tránsito ha insuflado en nuestra cultura un espíritu de superficialidad en donde lo improvisado y lo provisional campean. No obstante, la conciencia de tal eventualidad ha creado como reacción fecunda en nuestros próceres políticos e intelectuales una mentalidad que se escinde en dos actitudes fundamentales –cuyo acaecer es objeto del presente trabajo– y que podemos señalar: a) en la tendencia hacia lo universal a través de las doctrinas básicas cuya actualización se deja a la pedagogía, y b) en la afirmación decidida de la nacionalidad, pese a los elementos transitorios que una situación geográfica ha entronizado en su estructura política. Nos referimos, pues, respectivamente, al pensamiento panameño y su concepción del Istmo.”
Luego de aludir a los naturales influjos del escolasticismo medieval, capítulo segundo, estima como derivados tardíos pronunciamientos antipositivistas. Estudia las manifestaciones de la enseñanza oficial que empieza a recibir influjos de la modernidad con la creación del Colegio Provincial del Istmo, si bien persisten, sobre todo en la altiplanicie bogotana, testimonios del pensamiento que se le opone. Al respecto Soler aporta información valiosa y alude a contraposiciones que en la segunda mitad del siglo enfrentan a Manuel José Pérez y José de la Cruz Herrera con Manuel Toribio Gamboa y Belisario Porras, entre otras cosas. Son vislumbres que esperan todavía desarrollos confirmatorios.
En el capítulo tercero recuerda tempranos textos del pensar americanista que tuvo voceros como José Cecilio del Valle, centroamericano, y Bernardo Monteagudo, argentino, &c. a los que luego rindió homenaje con la reedición de Unión y Confederación de los Pueblos Hispanoamericanos, compilación publicada en Chile en 1862 y dada a la luz aquí, Ediciones Tareas, en el año de 1976.
Los capítulos cuarto y quinto, acaso lo más sustantivo para sus designios, se intitulan Panameñidad (Justo Arosemena) y Concepción del Istmo (Mariano Arosemena y Santiago de la Guardia), Soler realiza insólitos esfuerzos por informarse, y observa: “Las décadas inmediatamente anteriores a la secesión de 1903, a la vez que oscuras, presentan obstáculos casi insuperables, que posibilitan (* Es obvio que quiso decir imposibilitan) una visión objetiva de los acontecimientos. A la multitud heterogénea de sucederes, inconexas en apariencia, agréguese la ausencia de una compilación documental orgánicamente concebida, que ilustre en lo que atañe al mencionado período, los pasos indispensables de toda labor heurística. (Siempre quiso enmendar la deficiencia: alguna vez me sugirió que hiciéramos entre ambos una reedición, enriquecida con nuevos textos, de los Documentos fundamentales para la historia de la nación panameña.)
La síntesis con que finaliza su tesis dice: “El pensamiento panameño ha sido determinado –opera él mismo como una de sus causas– por la genuidad e intrínseca validez de la colectividad panameña. Esto, y sus aportes en el sentido de la historia de las ideas nacidos precisamente de nuestra peculiaridad americana e istmeña, le hacen merecer el puesto que por su naturaleza le corresponde en la común historia de las ideas hispanoamericanas”.
Octubre 21 de 1994
Versión revisada, tomada de Épocas, Segunda Era Nov. de 1994.
1995 «Ricaurte Soler. La tercera visión sociológica de la sociedad panameña la presenta Ricaurte Soler, historiador panameño también docente universitario por más de tres décadas. Soler se inscribe en la tradición del pensamiento marxista. En la concepción marxista existen dos campos sociales bien delimitados y en conflicto. Cada campo está compuesto por una clase social que tiene un proyecto que cumplir. Es la noción militante que presente Wirth en su tipología. Por un lado, señala Soler, en Panamá existe una clase obrera con un proyecto de sociedad socialista. La clase obrera, empero, debe ampliar su capacidad de lucha formando alianzas con otros sectores de la sociedad. La militancia de la clase obrera entraña enfrentarse a la clase dominante. Significa rechazar el pluralismo, resistir la asimilación y redoblar la militancia. Por el otro, Soler plantea la existencia de una clase empresarial (capitalista) que debe esforzarse por mantener su unidad para consolidar su dominación, tanto material como ideológica. La militancia de la clase empresarial significa enfrentarse al resto de los grupos sociales, especialmente a la clase obrera. En el caso de esta última, el enfrentamiento con la clase obrera es estratégico porque es la única con un proyecto social alternativo. La militancia de la clase empresarial significa enfrentar a la clase obrera y ofrecer liderazgo al conjunto de la sociedad. Significa presentar un modelo de sociedad pluralista y desarrollar un plan de asimilación de los demás sectores sociales. Los límites de la tolerancia están definidos por el empeño de la clase obrera por superar las formas de dominación así como el esfuerzo de la clase empresarial por conservar su hegemonía sobre el conjunto de la sociedad. Soler plantea, en el contexto de la teoría marxista, que el enfrentamiento entre trabajo y capital en el lugar de trabajo (en las relaciones sociales de producción) se extienden a los niveles superestructurales de la sociedad. Estos niveles están compuestos por la instancia jurídica-política y por la instancia ideológica. Las grandes batallas entre el “proletariado” y la “burguesía” tienen su escenario privilegiado a nivel de la política y de la ideología. Los grados de intolerancia se sienten a nivel político por medio de la persecución de las organizaciones partidistas contrarias que, por definición, tienden a subvertir el orden establecido. Se restringe el derecho a la circulación de la prensa escrita, a la organización de los partidos y de los gremios e, incluso, al ser elegido y poder elegir. A nivel ideológico la intolerancia llega a niveles que distorsionan la visión del mundo. Todos los elementos asociados a la otra clase son manipulados y satanizados. Se plantea una lucha por el dominio de las instituciones y medios que forman la conciencia de la población: la familia, la educación, la Iglesia, la prensa. En el caso de Panamá, Soler plantea el enfrentamiento entre una “clase nacional” y una “clase antinacional”. La clase nacional, encabezada por los trabajadores y estratos medios de la población, procura consolidar el mercado interno, rescatar los valores vernaculares y fortalecer un régimen político democrático. En cambio, la clase antinacional valora el “transitismo” como medio para promover el desarrollo económico, privilegia valores de otras latitudes relativamente más avanzadas y no duda en interrumpir el proceso democrático para imponer sus objetivos políticos.» (Marco A. Gandásegui, “Prácticas y desafíos de la tolerancia en Panamá”, en UNESCO, Prácticas y desafíos de la tolerancia en Panamá, Panamá 1995, páginas 61-63.)
2003 «Por ejemplo, en lo tocante a “nuestra América”. No conozco mejor denominación que esa para aplicársela a la difícil unidad dinámica que somos. Investigadores como el panameño Ricaurte Soler y la chilena Sara Almarza han estudiado la presencia de este sintagma en varios autores, a los que cabría añadir aún otros. Pero indudablemente correspondió a José Martí acuñarlo en la forma en que ha llegado a nosotros, creadoramente abierto al porvenir.» (Roberto Fernández Retamar, “Los múltiples orígenes culturales en la formación americana”, en UNESCO, Cultura y Desarrollo, La Habana, nº 2, enero-junio 2003, pág. 10.)
2014 «Más allá de las cuestiones descriptivas, el aporte de Soler es sustantivo, en la medida que es el pensador creativo capaz de articular un discurso con la capacidad explicativa suficiente para hacer tradición en Panamá –y en efecto eso fue lo que ocurrió– ya sea para seguir o alejarse, Soler es lectura obligada entre nosotros, para comprender los dilemas de la modernidad panameña.» (Abdiel Rodríguez Reyes, “Ricaurte Soler, a veinte años de su fallecimiento”, La Estrella de Panamá, domingo, 10 de agosto de 2014.)
★ Bibliografía cronológica de Ricaurte Soler
1954 Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX (Para la historia de las Ideas en el Istmo), Prólogo de Rodrigo Miró, Imprenta Nacional, Panamá 1954, XX+140 págs. Segunda edición: Librería Cultural Panameña, Panamá 1971, XX+137 págs.
1958 con Rodrigo Miró, Significación histórica y filosófica de Justo Arosemena [Ricaurte Soler: “Justo Arosemena y el positivismo autóctono hispanoamericano”; Rodrigo Miró: “Justo Arosemena, intérprete y vocero de la nacionalidad”], Publicación de la Revista “Lotería”, Panamá, septiembre de 1958, 17 págs.
1959 El positivismo argentino: pensamiento filosófico y sociológico, Imprenta Nacional, Panamá 1959, 308 págs. Segunda edición: Editorial Paidós, Buenos Aires 1968, 276 págs.
1961 Estudios sobre historia de las Ideas en América, Imprenta Nacional, Panamá 1961, 120 págs. Segunda edición (con un prólogo de José de Jesús Martínez): Universidad de Panamá, Panamá 1966, 122 págs. Tercera edición (con un prólogo del autor fechado en mayo de 1979): Librería Cultural Panameña, Panamá 1979, 93 págs.
1963 La reforma universitaria: perfil americano y definición nacional, Ediciones de la Revista “Tareas”, Panamá 1963, 19 págs.
Formas ideológicas de la Nación panameña. Panamá y el problema nacional hispanoamericano [“Publicado en la Revista Interamericana de Bibliografía, nº 1, volumen XIV, Washington, enero-marzo de 1964”], Ediciones de la Revista “Tareas”, Panamá 1963, 100 págs. Segunda edición: 1964. Cuarta edición: Educa, San José de Costa Rica 1972. Quinta edición: Editorial Universitaria Centroamericana, San José de Costa Rica 1977, 147 págs. Séptima edición: Ediciones de la Revista Tareas, Panamá 1985, 91 págs.
1966 Modelo mecanicista y método dialéctico, Ediciones de la Revista “Tareas”, Panamá 1966, 16 págs.
1971 Materialismo e idealismo, una alternativa, de introducción a la filosofía, Ediciones de la Revista “Tareas”, Panamá 1971, 57 págs. “Este cuaderno recoge dos artículos de introducción a la filosofía anteriormente publicadas en la revista Tareas” (“Sobre las direcciones filosóficas fundamentales”, “Problemas de la historia de la filosofía”). Tercera edición aumentada: Ediciones de la Revista “Tareas”, Panamá 1974, 72 págs. (con apéndice: “Materialismo e idealismo: esquema analítico”, de Humberto Brugiati). Octava edición: Ediciones Manfer, 1989, 67 páginas. En Lotería, nº 400, diciembre 1994, págs. 3-21.
1973 Estudios filosóficos. Sobre la dialéctica, Ediciones Librería Cultural Panameña, Panamá 1973, 75 págs. Contiene: 1. Modelo mecanicista y método dialéctico, 2. Causalidad en el mecanicismo y casualidad en la dialéctica, 3. Dialéctica de universales e individuales (sobre el nominalismo).
Panamá en el mundo americano. Programa analítico. Alegato, segunda edición: Ediciones Librería Cultural Panameña, Panamá 1973, 88 págs; tercera edición, corregida y aumentada, Ediciones Librería Cultural Panameña, Panamá 1975, 100 págs.
Panamá, páginas y tareas, Ediciones de la Revista “Tareas”, Panamá 1973, 115 págs.
Clase y Nación en Hispanoamérica. Siglo XIX, Ediciones de la Revista “Tareas”, Panamá 1975, 68 págs. Editorial Universitaria Centroamericana, San José de Costa Rica 1976, 88 págs..
1976 Panamá: Nación y Oligarquía 1925-1975, Ediciones de la Revista Tareas, Panamá 1976, 60 págs. Cuarta edición: Tareas, Panamá 1989, 66 págs.
Panamá, dependencia y liberación, 2ª ed., Editorial Universitaria Centroamericana, San José de Costa Rica 1976, 303 págs.
1979 La nación latinoamericana, proyecto y problema, UNAM (Centro de estudios latinoamericanos), México 1979, 23 págs.
1980 Idea y cuestión nacional latinoamericanas, de la independencia a la emergencia del imperialismo, Siglo XXI (América Nuestra), México 1980, 294 págs. Tercera edición: Siglo XXI (América nuestra. Caminos de liberación, 27), México 1987, 294 págs.
1981 Clase y nación: problemática latinoamericana, Fontamara (Colección Ensayo contemporáneo), Barcelona 1981, 145 págs.
(edición, introducción y notas) Justo Arosemena, Panamá y nuestra América, UNAM (Biblioteca del estudiante universitario), México 1981, XXVII+394 págs.
1982 (selección, prólogo y cronología) Justo Arosemena, Fundación de la nacionalidad panameña, Fundación Biblioteca Ayacucho (Biblioteca Ayacucho, 92), Caracas 1982, XXXIII+514 págs.
1983 Cuatro ensayos de historia. Sobre Panamá y nuestra América, Ed. M. Arosemena (Colección Ricardo Miró), Panamá 1983, 93 págs. Segunda edición corregida y aumentada, Ed. M. Arosemena (Colección Ricardo Miró), Panamá 1985, 127 págs.
1988 (compilador) El pensamiento político en Panamá en los siglos XIX y XX, Biblioteca de la Cultura Panameña nº 6, Universidad de Panamá 1988, 593 págs.
1989 Panamá: historia de una crisis, Siglo XXI, México 1989, 119 págs.
1991 La invasión de Estados Unidos a Panamá. Neocolonialismo en la posguerra fría, Siglo XXI (Historia inmediata), México 1991, 186 págs.
★ Sobre Ricaurte Soler
1994 Víctor Ávila Ducasa [1939], “Ricaurte Soler: un intelectual comprometido con su tiempo”, Lotería, nº 400, Panamá, diciembre 1994, págs. 281-282.
1994 Arístides Martínez Ortega [1936], “Ricaurte Soler y Tareas”, Lotería, nº 400, Panamá, diciembre 1994, págs. 293-294.
2013 Miguel Ángel Montiel Guevara [1942], Ricaurte Soler. La cuestión de Identidad Nacional y Latinoamericana, Editorial Universitaria Carlos Manuel Gasteazoro, Panamá 2013, 148 págs.
★ Sobre Ricaurte Soler en este sitio
1955 X. X., “El pensamiento panameño”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, 12:105-106.
★ Textos de Ricaurte Soler en este sitio
1954 Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX (Para la historia de las Ideas en el Istmo), Prólogo de Rodrigo Miró. Segunda edición: Librería Cultural Panameña, Panamá 1971, XX+137 págs.
1960 “El pensamiento sociológico de Mariano Otero”, Cuadernos Americanos, México, enero-febrero de 1960.
1961 “El pensamiento sociológico de Mariano Otero”, Tareas, Panamá, enero-febrero de 1961.
1966 Modelo mecanicista y método dialéctico, Ediciones de la Revista “Tareas”, Panamá 1966, 16 págs.
1973 Estudios filosóficos. Sobre la dialéctica, Ediciones Librería Cultural Panameña, Panamá 1973, 75 págs.
1976 Panamá: Nación y Oligarquía 1925-1975, Ediciones de la Revista “Tareas”, Panamá 1989, 65 págs.
1988 “Política exterior de Panamá y crisis actual”, El País, Madrid, jueves 7 de abril de 1988.