Filosofía en español 
Filosofía en español


Introducción

Las características generales de toda investigación histórica, y las particularidades de la presente, requieren una previa apuntalación introductoria que a la vez precise los objetivos y las limitaciones del trabajo realizado. En relación con lo primero anotaremos nuestra consciente evasión de todo sistema historiosófico, evasión que no implica, claro está, renunciamiento a la interpretación histórica. Sólo que las que propongamos a la consideración del lector no estarán sujetas a ninguna concepción singularista, sujeción tan frecuentemente observada en la historiografía contemporánea –fiel proyección de la tendencia monista del pensamiento de la época moderna–. Cuando tal tarea acometamos lo haremos con el modesto propósito de encontrar unidades de significación histórica, aisladas o conexas, cuya integración, tarea más pretensiosa, en una unidad filosófica suprema que explique total o parcialmente el devenir istmeño, dejamos para otros. Por lo demás, la labor meramente narrativa, dadas las condiciones actuales de la historiografía panameña, tendrá igual significación dentro de los límites del trabajo, y fuera de él, los que le otorgue la crítica tomadas en consideración las condiciones antedichas.

Aparte de la documentación bibliográfica, oportuna y abundantemente citada en el texto, el presente estudio ha utilizado como fuentes de primera mano los extensos, y en lo fundamental, bien conservados archivos del Dr. Justo Arosemena. Con igual interés se ha estudiado indistintamente la correspondencia, escritos inéditos, material académico, &c., de esta figura cuya destacada actuación en nuestra vida intelectual nos ha impelido a considerarla, en el acaecer histórico-cultural istmeño, y por tanto en la conformación de nuestros capítulos a tal devenir referidos, como la personalidad más egregia, centralizadora e imprescindible, de pretéritas actividades istmeñas, políticas y espirituales. En la articulación de estos elementos en la unidad que supone la nacionalidad, nuestra nacionalidad, marcó Justo Arosemena su impronta con caracteres indelebles. De ahí nuestro propósito de enfocar una serie de problemas a través de su actuación integral, sorprendente por lo multifacética.

Aunque la exaltación biográfica de Arosemena ha ocupado muchos párrafos de numerosos exegetas, el retrato del hombre nos interesará menos que su obra y su pensamiento, obra y pensamiento que responden cabalmente a la multifurcación de sus energías, explicable quizás por los motivos íntimos de su formación espiritual y por los requerimientos inaplazables de la época en que vivió. Frecuentemente inmersos en las tareas propias de la historia política, han marginado nuestros historiadores, salvo raras excepciones, los aspectos concernientes al desenvolvimiento ideológico, histórico-cultural, de Panamá. De ahí que pretendamos presentar un panorama que ofrezca los elementos, no por su difícil captación menos dinámicos, que informaron la estructura espiritual del Istmo durante el siglo XIX.

Predomina en la exposición de la tarea que acometemos un criterio de ordenación del material, que conduce de las manifestaciones más universales del pensamiento, las filosóficas, a las más concretas que ese mismo pensamiento puede hacer objeto de investigación; en el caso que nos ocupa, la problemática común hispanoamericana, y más particularmente aún, la peculiaridad nacional istmeña. En las tres instancias de la temática del pensamiento panameño; en la trilogía de momentos fundamentales de su actividad teórica: universalidad, americanidad y panameñidad, ha desarrollado Arosemena una labor principalísima hasta el punto de que sus ideas en las tres dimensiones esenciales preferencia indisputable jerarquía intrínseca e histórica. De ahí el énfasis que hacemos en la exégesis y crítica de su ideario en las direcciones apuntadas.

Las conclusiones generales de este estudio pretenden mostrar la impostergable necesidad, inherente a todo pensar hispanoamericano, y por tanto panameño, de acometer, con prioridad, o si se quiere, paralelamente, el planteamiento y dilucidación de los problemas nacidos de la circunstancia americana –para emplear una feliz expresión de Leopoldo Zea– y los que la civilización occidental y la cultura universal postulen como esenciales a nuestra calidad de seres espirituales, es decir, portadores y creadores de cultura. En tal sentido la dimensión universal, filosófica, es considerada al igual que la local, filosófico-política, como entidades que reflejan un acaecer cultural que incluso puede tener una estructura, pero que no se puede resolver en un estaticismo de esencias que nos sean peculiares, y que, no obstante, estén ancladas en formas universales anti-históricas.

Se ha pretendido, en efecto, explicar la peculiaridad panameña como esencia intemporal, supuesto fundamento legítimo de la entidad nacional. Tal explicación supone un ontologismo inspirado en algunas corrientes filosóficas contemporáneas; la Fenomenología en particular.

Tal aplicación de una filosofía determinada a objetos que pertenecen por definición –aparte de toda consideración metodológica, y filosófica, de las ciencias– a la Historia, implica necesariamente una teorización que haga posible tal aplicación. Según la Fenomenología las ciencias eidéticas (de esencias) no incluyen, es claro, las ciencias de hechos, entre las cuales está la Historia. Sin embargo, aun cuando se argumente que todo hecho implica una esencia, hasta el presente se ha hecho una Fenomenología de la estética, de la moral, &c.; pero no se ha hecho una definitiva Fenomenología de lo histórico, razón por la cual afirmamos que antes de toda aplicación concreta del método fenomenológico a entidades históricas se requiere una teorización previa que la haga posible. Efectuada tal construcción teórica, o afirmado que se haya lo implícito de la misma en cada aplicación particular, la fenomenología de la historia istmeña no pasa de ser uno de los tantos caminos posibles en la determinación de la peculiaridad istmeña. Puede ser uno de los métodos, pero no el método para tal determinación.

Hemos afirmado nuestra consciente evasión de todo sistema historiosófico en particular; no obstante, la imposibilidad absoluta de materializar tal aserción es evidente. Nos guía fundamentalmente un criterio historicista en sentido general, criterio que nos ha permitido hacer énfasis con mayor coherencia en los aspectos individualizadores de las estructuras a que nos abocamos. El hispanoamericanismo cultural, por ejemplo, puede ser sólo una pretensión genuinamente historicista que nunca podrá incorporarse una concepción esencialista, a menos que esa concepción prohíje un criterio acumulativo y no estático de las “formas intemporales” en cuyo caso una nueva teorización es imprescindible.

El criterio historicista nos permite igualmente, no obstante la indiscutible legitimidad de la nacionalidad panameña desde un punto de vista histórico y sociológico, fundir las características istmeñas en sus dimensiones culturales e histórico-nacionales con las que informan la realidad hispanoamericana en general. En los capítulos subsiguientes se ha de relacionar íntimamente el devenir panameño en el siglo XIX con el acaecer histórico y cultural hispanoamericano durante el mismo período. Es que, independientemente de la existencia de una nacionalidad como la panameña, la ecuatoriana, la argentina, &c., hay una realidad de la cual no son más que manifestaciones determinadas por la historia lo que denominamos panameñidad, venezolanidad, mexicanidad, &c. Nosotros concebimos la hispanoamericanidad, no como una yuxtaposición de esencias intemporales, sino como la unidad histórico-estructural que hace posible la peculiaridad regional.

Lo anterior no parece compaginarse con el criterio que nos conduce a afirmar rotundamente la legitimidad de la nacionalidad panameña. Pero es que tal legitimidad sólo la concebimos para el Istmo, como para cualquier otra nación, en un sentido histórico-sociológico. La necesidad de mostrar nuestra autenticidad, nuestra íntima razón de ser, es tanto más perentoria cuanto se considera la influencia de las tesis de interpretación histórica extranjeras sobre el devenir de la nacionalidad. El pensamiento panameño durante el siglo XIX es factor trascendental que ratifica la tesis de la autenticidad nacional y rectifica la interpretación de nuestra historia que postula únicamente la conjunción de dos imperialismos como la razón suficiente del existir nacional istmeño. Pero al lado de estas concepciones de la génesis nacional ha aparecido aún otra, que aprovechando las interpretaciones mencionadas, en un afán de afirmación de lo hispanoamericano en general, y de lo grancolombiano en particular, trata de invalidar las credenciales históricas de nuestra personalidad. Basándonos en los testimonios de lo que denominamos el pensamiento istmeño hemos llegado a la íntima persuasión de que la conciliación de lo panameño con lo colombiano no es posición equidistante de quien rehúye los extremos –que también el término medio es un extremo–, sino que se haya en consonancia con la realidad histórica panameña, además de corroborar las características generales de la circunstancia hispanoamericana.

La búsqueda de lo panameño en la historia de su “pensamiento” parecerá absurda desde luego que tan sólo hablar de un pensamiento que sea panameño es discutible. Empero, hay un devenir ideológico istmeño, así como hay un devenir ideológico hispanoamericano. Que no tenga características originales es secundario. Es que, en grado no menor que en Europa, el ideario de los países de origen hispánico, en nuestro continente, ofrece una íntima vinculación con el acontecer histórico-político de la nacionalidad. Esta vinculación se hace particularmente concreta, tangible, en la labor docente desarrollada por el Estado y en la concepción que de ese mismo Estado (filosofía política) y de su destino (nacionalidad) ofrezcan los pensadores criollos. En toda historia del pensamiento hispanoamericano, o de alguno en particular de sus naciones integrantes, es imprescindible, pues, tomar en consideración lo mismo que la especulación estrictamente filosófica, la meditación sobre la realidad continental y la reflexión sobre la peculiaridad nacional. Tales son los pasos que hemos seguido en la redacción del presente trabajo.

Últimamente ha entrado en el comercio intelectual hispanoamericano, con caracteres dramáticos, el tema sobre el americanismo cultural. En tanto que éste sea concebido como expresión autóctona, original, genuina, de una Cosmovisión que nos sea propia, fruto de una historia política y cultural inconfundible, es por demás problemático que se encuentren hallazgos en nuestro pasado cultural. Pero hay que distinguir entre originalidad filosófica hispanoamericana y originalidad filosófica, o cultural para ser amplios, en Hispanoamérica. Nosotros afirmamos y creemos demostrarlo en el Capítulo primero, que estos países han contribuido, inclusive Panamá, originalmente, a la cultura universal. Que esta originalidad nos sea propia solo en cuanto se desarrollen módulos culturales imitados, pero no en cuanto implique una actividad creadora en sentido radical, es una aserción aceptable. Lo que no impide por otra parte que afirmación tal conduzca a la dilucidación del problema de definir hasta donde una originalidad en no es una originalidad de.

El pensamiento panameño adquiere su más genuina significación, sin que esto entrañe un descuido absoluto de la especulación filosófica en su reflexión sobre la particularidad nacional y en las expresiones autoconscientes de tal particularidad. Íntimamente ligada a esta reflexión sobre la peculiaridad istmeña están los fenómenos políticos que caracterizan su agitado devenir histórico durante la pasada centuria. Los intentos independentistas y autonomistas constituyen el estímulo que posibilita la introspección panameña sobre su autenticidad como ser colectivo claramente diferenciado. Pero la individualidad de la entidad nacional no se busca sólo en la dimensión histórica o temporal. La consciencia de la peculiaridad geográfica o espacial adquiere fundamental importancia en el proceso de ir acumulando categorías que definan la panameñidad, categorías que, independientemente de su realidad, han actuado como instancias justificadoras de nuestra personalidad como pueblo. La sola efectiva vigencia de estos instrumentos de calificar la realidad istmeña es motivo suficiente para conferir al movimiento independentista de 1903 un contenido que en modo alguno se compagina con las interpretaciones extranjeras, y colombianas, en especial, de la etiología de ese mismo movimiento.

Si existe, pues, una interrelación esencial entre el pensamiento panameño y la realidad histórico-política del Istmo durante el decimonono, tal realidad condiciona, parcialmente al menos, la temática de la actividad espiritual del período. A esto hay que agregar la tónica general de las corrientes ideológicas hispanoamericanas, importadas de Europa, y las direcciones predominantes del pensamiento europeo de todo orden. Hay, consecuentemente, una trilogía de circunstancias que vierten su influencia sobre la cultura istmeña en lo relacionado con los patrones culturales que se acepten o rechacen. No deja de ser importante señalar que la impronta ideológica después de la Revolución fue marcada por Europa (Francia e Inglaterra fundamentalmente), pero nunca más, en forma apreciable, por los módulos culturales de la Península Ibérica. Esto es cierto incluso para la reacción anti-positivista que se desarrolló en nuestros países a raíz de la quiebra del cientificismo europeo.

La circunstancia panameña al modificar, y ser modificada en el orden político, por el pensamiento istmeño, requiere una previa caracterización esquemática de sus momentos históricos principales. Pero estos momentos están íntimamente ligados con las funciones desequilibradoras de la zona del tránsito que se agudizaron durante el siglo XIX. Es que la función transitista está vinculada a la psicología de esperanza y desaliento que sus paradojas producen en la consciencia popular. Sin pretender profundizar en los repliegues del alma istmeña en un intento de esbozar una psicología del pueblo panameño, parece históricamente demostrable que la esperanza y desesperanza que fueron concomitantes a las eventualidades transitistas contribuyeron a afirmar la nacionalidad, a la vez que a sumir en breve letargo la consciencia de nuestra personalidad, según que las realizaciones tangibles derivadas de la consciencia istmeña de la supremacía geográfica de su habitat llenasen o no las aspiraciones generales. En tal sentido, la polarización histórica Interior-Capital actuando a través de un movimiento pendular de la actividad socio-económica, cobra caracteres de dramática intensidad. Los fenómenos independentistas adquieren así medular importancia en el Interior y la Capital indistintamente, según que la ruta y sus eventualidades anulen, o suman en breve letargo, la consciencia nacional, o según que los intereses del Interior, al declinar el tránsito, actúen con proyecciones individualizadoras de la nacionalidad al amparo de raciocinios de oportunidad –el espectro de la anarquía colombiana– erigidos en atalaya defensiva de esos mismos intereses.

El pensamiento panameño se aboca a esta problemática surgida de la zona del tránsito. Arosemena es claro ejemplo de la variabilidad de repercusiones que determina el transitismo en los intelectuales. Si no hay, por una parte, afirmación más contundente de panameñidad que la obra misma de Don Justo, por otra, en más de una ocasión, permitió en sus proyectos legislativos, no llegados a materializarse, la inoperancia de la autenticidad nacional al pretender hacer del Istmo un “Pro Mundi Beneficio” al amparo de plurales potencias extranjeras. El devenir íntegro de lo que denominaremos Concepción del Istmo, está relativamente determinado por preocupaciones de esta índole.

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Por lo que toca a la redacción misma de los capítulos subsiguientes nos ha preocupado fundamentalmente la concisión y la sobriedad. Se ha usado, pero no se ha abusado, de una terminología técnica en los lugares cuya oportunidad y conveniencia es manifiesta.

Algunas de las interpretaciones propuestas aquí difieren de las habituales, y otras tantas están en consciente oposición con varias ya formuladas. Aunque el material documental y bibliográfico se cita con abundancia no se ha querido exagerar, cosa de no convertir la lectura en una sucesión ininterrumpida de farragosos documentos y citas bibliográficas.

En las citas de documentos se ha conservado la ortografía del original, salvo en los casos que se señale lo contrario. Finalmente, el orden de los capítulos: Positivismo, Anti-Positivismo, Americanismo, Panameñidad, Concepción del Istmo, obedece a razones lógicas; no cronológicas. La unidad de temas tan diversos en apariencia, es la que se ha querido explicar en la presente introducción.

(Ricaurte Soler, Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad durante el siglo XIX, Panamá 1971, páginas 1-10.)