Constantino Láscaris-Comneno Micolaw 1923-1979
Filósofo nacido en España y radicado desde 1956 en Costa Rica, república que le reconoció en 1998 como Benemérito de la Patria: “La filosofía en Costa Rica tiene, en el Doctor Láscaris Comneno, a su fundador indiscutible en el quehacer universitario y sistemático.”
Nieto de Manuel Lascorz Serveto (1849-1906): “Ha fallecido en Zaragoza el noble español D. Manuel Lascaris, descendiente y heredero de la antigua familia imperial griega de dicho apellido. Era hombre inteligentísimo y de vasta ilustración. Descanse en paz.” (La Correspondencia de España, Madrid, 20 septiembre 1906, página 3)
Hijo del abogado Eugenio Láscaris-Comneno, nacido en Zaragoza en 1886 y bautizado como Eugenio Lascorz Labastida en la basílica del Pilar, pero que recuperó legalmente los apellidos de sus antepasados (al ser reconocido como Eugenio II, príncipe real de Grecia y Chipre, príncipe imperial de Constantinopla, príncipe de Tracia, Nicea, Macedonia y Trebizonda…, por un sector de quienes pretendían restaurar en Grecia a esos supuestos descendientes del emperador Constantino el Grande) y de Nicasia Justa Micoláu Traver (turolense de Valjunquera, quien al casarse el 17 de enero de 1920 ya había trocado su primer apellido por Micolaw, para mejor ambientar las aspiraciones familiares, por lo que sus seis hijos ya nacieron Láscaris Micolaw: Teodoro, Constantino, Juan Arcadio, Alejandro…).
Hermano menor de Teodoro Láscaris-Comneno Micolaw [Teodoro IX en tanto que primogénito de Eugenio II], nacido en Zaragoza el 27 de octubre de 1921, filósofo también (en 1958 marchó a América, fue profesor en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja, Colombia; se radicó en Venezuela, como catedrático de filosofía de la Universidad de Carabobo, en Valencia, donde falleció en 2006).
«La Corona de Grecia. Varios diputados griegos han expresado el propósito de ofrecer la Corona de su país al Príncipe Eugenio Lascaris, descendiente de los antiguos soberanos helenos. El Príncipe Lascaris disfruta de muchas simpatías en la nación.» (Diario de Córdoba, 28 de diciembre de 1923 [día de los Santos Inocentes], pág. 2.)
«La actual situación de Grecia. Resuelta la crisis en Grecia con la formación del Gobierno presidido por Tsaldaris, quien representa la aspiración monárquica del país, puede darse por segura una restauración que traiga consigo la vuelta al esplendoroso pasado del pueblo helénico. La Prensa se ocupa insistentemente de este problema, ya que una gran mayoría monárquica es partidaria de la restauración a favor de la antigua familia imperial bizantina de los Láscaris, representada por su último descendiente el príncipe Eugenio, verdadero ídolo de los patriotas griegos. Ya en 1924 la candidatura del príncipe Eugenio fue acogida excelentemente, aunque el plebiscito forzado que dio entonces la victoria a la República hizo imposible el triunfo de aquel ideal.» (El Día, Alicante, 31 marzo 1933, pág. 4.)
«Un príncipe griego en las filas del requeté. Zaragoza. Desde los primeros días figura alistado en los Requetés de esta provincia el príncipe Eugenio de Láscaris, pretendiente al trono de Grecia.» (El Diario Palentino, 12 agosto 1936, pág. 4.)
«El príncipe Eugenio y el Generalísimo. El príncipe Eugenio de Grecia, tan identificado con nuestro glorioso Movimiento nacional desde el mismo día en que se inició y profundo admirador de nuestra querida España por la que siente sus mayores fervores, ha dirigido al Generalísimo el siguiente telegrama: “Excelencia Generalísimo don Francisco Franco. Salamanca. Al comenzar segundo año Era Triunfal gloriosa Reconquista Española, felicito a Vuecencia efusivamente en nombre verdadero Pueblo Heleno que me honro en representar, reiterándole adhesión personal inquebrantable. ¡Arriba España! El Príncipe Eugenio Láscaris-Comneno, Duque de Atenas y de Lepanto.”
A este telegrama el Generalísimo ha contestado con el siguiente: “Salamanca. A Su Alteza Imperial y Real el Príncipe Eugenio Láscaris-Comneno, Duque de Atenas y de Lepanto. Zaragoza. Teniente Coronel Ayudante del Generalísimo. Su Excelencia el Generalísimo agradece su telegrama adhesión con motivo aniversario glorioso Movimiento Nacional y le envía su saludo.”
En idéntico sentido de cariñoso agradecimiento ha contestado nuestro insigne Caudillo a otros dos telegramas enviados también por la augusta esposa del príncipe Eugenio y por su hijo primogénito el príncipe Teodoro, Diádoco de Grecia, que dicen así:
“Excelentísimo señor don Francisco Franco, Generalísimo de los Ejércitos españoles. Salamanca. Ruégole acepte sincera felicitación entrada segundo año Era Triunfal de esta epopéyica lucha española, digno parangón guerra Independencia Helénica contra bárbara tiranía turca. ¡Arriba España! La Princesa Nicasia de Láscaris-Comneno, Duquesa de Atenas y de Lepanto.”
“A Su Excelencia el Generalísimo Franco. Salamanca. Grecia admira a su hermana España en estos momentos históricos transcendentales para su vida y por mi conducto la juventud helénica saluda a vuecencia y a la juventud española tan noble y tan heroica, y les felicita comienzo segundo año Era Triunfal que Dios quiera sea de victoria ya definitiva. ¡Arriba España! El Príncipe Teodoro Láscaris-Comneno Príncipe de Tracia y de Nicea. Duque de Esparta.” (El Día de Palencia, 2 agosto 1937, pág. 2.)
Constantino Láscaris estudió el bachillerato en el Instituto Goya de Zaragoza, su ciudad natal, donde fue alumno del filósofo Eugenio Frutos Cortés y compañero de Félix Monge Casao y de Gustavo Bueno, su gran amigo en adelante (“mi alter ego Constantino Láscaris”, Cuestiones cuodlibetales, pág. 27).
«Bueno: De la Universidad de Zaragoza conservo el mejor recuerdo. Allí estaba ejerciendo el “ministerio” de la Filosofía D. Eugenio Frutos. Representaba una verdadera excepción en el país por aquel entonces, una especie de islote o ínsula, por su profunda cultura científica e histórica, su liberalismo, su naturaleza práctica y su temperamento poético, que a mí entonces me parecía tan extraño en un filósofo. En torno a Frutos nos agrupábamos algunos estudiantes, que profesionalmente íbamos a dedicamos al oficio (entre ellos recuerdo principalísimamente a mi amigo Constantino Láscaris) y otros que, orientados hacia otros menesteres, tenían mucha relación con nosotros: Félix Monge, Fernando Lázaro Carreter…» (Teorema entrevista a Gustavo Bueno, Valencia 1973, pág. 128.)
Láscaris y Bueno se trasladaron a Madrid, para completar la especialidad de Filosofía, cuyos cursos comunes habían cursado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, y en junio-julio de 1946 ambos fueron invitados a participar en el XIX Congreso Mundial de Pax Romana (los dos residían aquel curso en el Colegio Mayor Ximénez de Cisneros):
«Primer ejemplo: al terminar mi carrera, fui invitado, junto con otro gran amigo y compañero [Constantino Láscaris], a actuar como redactor de una «ponencia sobre la persona humana» que, al parecer, debían presentar los estudiantes universitarios al congreso de Pax Romana que iba a tener lugar en Salamanca y el Escorial. Si no recuerdo mal esto fue hacia 1946, una ocasión que el gobierno franquista aprovechó, después de la Segunda Guerra mundial, para salir del aislamiento político en el que había quedado tras la retirada de los embajadores. Lo que no estoy muy seguro ahora es cuál fue el organismo que nos seleccionó, ni sé ahora ni supe entonces, cuál fuera la estructura organizativa de aquel congreso. Lo que sí creo saber (y cualquiera podrá comprobar si lee aquella ponencia, que supongo se conservará en algún archivo) es que el documento fue redactado dentro de la más estricta ortodoxia tomista, pero que, por iniciativa mía, pusimos en ella una «firma», es decir, una señal o indicio que diese testimonio, cuando fuera oportuno, de la actitud de sus redactores. Esta señal fue una tesis solemne que proponíamos en la ponencia como corolario de nuestra argumentación metafísica, una tesis por la que proclamábamos el derecho de la persona humana a comer carne y en la que condenábamos enérgicamente al vegetarianismo. Recuerdo el placer que los autores experimentábamos en el momento en el cual, en el Paraninfo pontificio de Salamanca, los asistentes, entre ellos graves y multicolores prelados, al llegar al final de la hoja en la que estaba nuestra tesis, cabeceaban en signo de aprobación, acaso encontrando algo de originalidad en aquella llanura escolástica; recuerdo la satisfacción que nos produjo el hecho de ser llamados por unos obispos que nos felicitaron efusivamente. Y recuerdo que, ya de vuelta al asiento, un tercer amigo, compañero de Colegio Mayor que deambulaba por allí, se paró ante nosotros y mirándonos fijamente, medio en broma, medio en serio nos dijo: «¡Apócrifos!». Lo que también puedo decir en defensa retrospectiva de mi conducta juvenil es que yo me abstuve de toda ulterior relación con la organización de Pax Romana, a pesar de los consejos de algunos amigos, que veían en esas relaciones un camino abierto para mejorar la situación profesional, o simplemente para conseguir alguna beca.» (Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, Mondadori, Madrid 1989, página 31.)
«Bueno: Compañeros de promoción fueron, además de Constantino Láscaris, Fernando Montero Moliner, Carlos París Amador, José Perdomo, el P. José Todolí, Gonzalo Fernández de la Mora, &c.» (Teorema entrevista a Gustavo Bueno, Valencia 1973, págs. 129-130.)
Doctor en Filosofía por la Universidad de Madrid, con la tesis El pensamiento filosófico de Quevedo (378 hojas), dirigida por Santiago Montero Díaz, defendida el día 4 de noviembre de 1946 ante un tribunal formado por Eloy Bullón Fernández, Santiago Montero Díaz, Juan Francisco Yela Utrilla, José María Sánchez de Muniaín Gil y Anselmo Romero Marín. Obtuvo Premio Extraordinario de Doctorado.
«Constantino Láscaris-Comneno Micolaw. El pensamiento filosófico de Quevedo. Como señala el título, el intento de esta Tesis fue hacer un estudio puramente expositivo de las ideas filosóficas contenidas en la obra de Quevedo. En extracto, los puntos tratados son: I. Quevedo en la Historia de la Filosofía, estudiando su posición, especialmente dentro de la corriente senequista española. II. La visión de la Historia de la Filosofía contenida en la obra de Quevedo. III. El concepto de Naturaleza, estudiando especialmente el concepto de “discordia cósmica” y la crítica y valoración de la astrología y la alquimia. IV. La “Hermenéutica antropológica: la conciencia que el hombre tiene de lo que él mismo es”, destacando especialmente el concepto de “cuidado”, como resultado de la superación de la “confusión”. V. La “Hermenéutica antropológica: el hombre como anhelo de autosuperación”. El fracaso teórico del hombre cuando intenta superar el cuidado por los caminos de la política, el amor, amistad y la filosofía, siendo la moral senequista, cristianizada, la que permite dicha superación, dándose en ese punto el hallazgo de la fe. VI. El hallazgo de la fe da la posesión al creyente, de las tres verdades, de raíz agustiniana, fundamentales: la separabilidad y espiritualidad del alma humana, la Providencia y la existencia de Dios; terminando Quevedo por la afirmación de la existencia de Dios y la incognoscibilidad de su esencia.» (Sumarios y extractos de las tesis doctorales leídas desde 1940 a 1950 en las secciones de Filosofía y Pedagogía, Universidad de Madrid, Madrid 1953, págs. 83-84.)
Ya doctor, formó parte de los tribunales que habían de reconocer como doctores en filosofía a Jaime Bofill Bofill, Ramón María Condomines Valls, Miguel Querol Gavaldá, &c.
«Seminario de Estudios Europeos. Reuniones en esta nueva institución de cultura creada en Madrid. Se ha constituido, en Madrid un Seminario de Estudios Europeos, que se ocupará del examen de las constantes históricas de Europa y de sus problemas actuales. Lleva celebradas dos reuniones, en las que intervinieron D. Ángel Álvarez de Miranda, licenciado en Filosofía y director del Colegio Mayor Nuestra Señora de Guadalupe, y D. Juan Ignacio Tena, letrado de las Cortes Españolas. En días sucesivos intervendrán D. George Uscatescu, doctor en Derecho y en Filosofía; D. Antón Würster, doctor en Filosofía; profesor Cieker, diplomático; D. Santiago Galindo, licenciado en Derecho y publicista; D. Carlos Castro, doctor en Filosofía y subdirector del Colegio Mayor Santiago Apóstol; D. Rodrigo Fernández Carvajal, licenciado en Ciencias Políticas y editorialista de la revista Alférez; D. Constantino Láscaris Comneno, licenciado en Filosofía; D. Juan Luis Camblor, licenciado en Ciencias Políticas, y los estudiantes americanos D. Jorge Mencías, don Hugo Marconi y D. Carlos Martínez Rivas.» (ABC, Madrid, domingo 2 de noviembre de 1947, pág. 19.)
Colabora en 1948 en Alférez con dos breves notas: “Un diálogo” [21:7] y “La novela clave” [22:7]. Ayudante y profesor de filosofía en la Universidad de Madrid, en 1951 fue nombrado Secretario de la Sección de Ética que ese año se constituye en el seno del Instituto Luis Vives de Filosofía, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
«Dos Órdenes de Caballería tienen su sede en Madrid. Dos Órdenes de Caballería existen alctualmente en el mundo, cuyos Grandes Maestres tienen hoy su sede en Madrid: la de Constantino el Grande y de los Wendos y la de San Lázaro de Jerusalén. De la primera es Gran Maestre soberano don Eugenio Lascaris Comneno y de la segunda el Príncipe Gran Maestre don Francisco de Borbón y de la Torre, duque de Sevilla. Los dos han prestado sus servicios en el Ejército español, el primero como auditor del Cuerpo Jurídico y el segundo como teniente general. El primero es descendiente directo de la dinastía suavia Lascaris Comneno que reinó en el Imperio Romano de Bizancio y el segundo está a la cabeza de la rama segunda de la de Borbón. […] La Soberana Orden Imperial de Constantino el Grande y de la Corona de los Wendos, fue fundada como “milicia de los Caballeros Laureados Constantinianos y Heraclianos” en el año 312, por el emperador de los romanos Cayo Flavio Valerio Constantino, dicho el Grande, con ocasión de su señalada victoria sobre Majencio, usurpador de la dignidad imperial, en la que, según la tradición se le apareció una cruz en el cielo, oyendo al mismo tiempo las palabras ultraterrenas “en toyto nika” (“in hoc signo vinces”). […] Esta Orden tiene diversas lenguas que comprenden naciones en las que se habla un mismo idioma, a cuyo frente existe un Gran Maestre designado por el Gran Maestre Soberano. Los Caballeros profesos de la Orden se hallan sometidos a la ley monacal de San Basilio el Grande y militan bajo el amparo de San Jorge de Capadocia. Existe una Lengua luso-hispanoamericana. El fin principal es la defensa de la Santa Fe de Cristo y mantener la doctrina histórico-filosófica de la unidad de la cultura romano-bizantina. Acata la autoridad suprema de la Santa Sede, la insignia de la Orden es la Cruz Constantiniana purpúrea trifoliada, filateada de oro, cargada del anagrama de Cristo de oro.» (Imperio, Zamora, 8 de julio de 1950, pág. 3.)
Constantino Láscaris matrimonió, el 5 de abril de 1951, con Elena Galina Slepuhin Rudkowskaia, rusa:
«Enlace Láscaris-Slepuhine. En la iglesia de San Francisco el Grande se celebrará mañana, día 5, la boda del hijo de los príncipes Láscaris Comneno, Constantino, con la señorita Elena Slepuhine Rudikowski, ahijada de los señores Morren.» (ABC, Madrid, miércoles 4 de abril de 1951, pág. 16.)
«Enlace Láscaris-Slépuhine. En la iglesia de San Francisco el Grande se ha celebrado la boda de la señorita Elena Slépuhine Rudkowskaia con el príncipe Constantino Láscaris Comneno Micolaw, profesor de Filosofía de la Universidad de Madrid. La ceremonia se verificó con arreglo al rito romano oriental bizantino, apadrinando el enlace la madre del novio, princesa Nicasia Micolaw de Láscaris Comneno, representada por doña Enriqueta Perala de Monzón, y el señor Lucien Morren, profesor de la Universidad Católica de Lovaina. Firmaron como testigos, por parte del contrayente: el príncipe Antonio Manuel Guadan de Láscaris Comneno; D. José Castán Tobeñas, presidente del Tribunal Supremo; D. Jesús de Cora y Lira, general, del Cuerpo Jurídico de la Armada; D. Miguel Allué Salvador, D. Antonio Monzón Barberán, D. Mariano de Azcoiti, el conde de Prast, el conde de Manacor, D. Manuel Guerra Arnal, D. Salvador de la Lama y D. Diego Muñoz-Cobo. Por parte de la desposada lo hicieron los señores Viliam Kona, Viliam Pavol Mihalovitch, marqués de Valldemosa, D. Ernesto Santolaria, D. Manuel Perala Santolaria, D. Juan Francisco Marina Encabo, don Manuel Mindán Manero, D. Gustavo Bueno Martínez y D. Félix Monge Casao.» (ABC, Madrid, miércoles 11 de abril de 1951, pág. 19.)
«Declarando admitidos definitivamente los aspirantes que se indican como opositores a las cátedras de «Historia de la Pedagogía e Historia de la Pedagogía Española» de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid [...] los siguientes aspirantes: Doña María de los Ángeles Galino Carrillo, Don Evelio Teijón Laso, Don Emilio Hernández Rodríguez, Don José Perdomo García, Don Cristino Floriano Cumbreño, Don José Artigas Ramírez, Don Constantino Láscaris Comneno Micolaw. Madrid, 21 de mayo de 1951.» (Boletín Oficial del Estado, 9 junio 1951, pág. 2794.)
«Notas críticas y aclaratorias a la Ley para la ordenación de Enseñanza Media. Se publican en el numero de “Juventud”, correspondiente a esta semana. En el número del semanario Juventud que esta semana se pone a la venta, se incluye una separata, de treinta y dos páginas con el texto íntegro de la Ley para la Ordenación de la Enseñanza Media, con comentarios y notas aclaratorias, de las que es autor Constantino Láscaris Comneno, especialista de sólida formación y prestigio en cuestiones de enseñanza. Estas notas críticas y aclaratorias para facilitar la comprensión de la Ley y su alcance, van interpoladas en el texto legal, el cual lleva, como apéndice, el primer decreto de aplicación aprobado recientemente por el Consejo de Ministros, referente al sistema de asimilación de los alumnos del plan del 38 al nuevo plan previsto. Este número de Juventud se vende al precio de una peseta, y los pedidos pueden hacerse directamente a la Administración del Semanario, Diego de León, núm. 49. Madrid.» (ABC, Madrid, sábado 14 de marzo de 1953, pág. 18.)
«Declarando admitidos definitivamente los aspirantes que se indican como opositores a las cátedras de «Historia de la Pedagogía e Historia de la Pedagogía Española» de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid [...] los siguientes aspirantes: Doña María de los Ángeles Galino Carrillo, Don Evelio Teijón Laso, Don Emilio Hernández Rodríguez, Don José Perdomo García, Don Cristino Floriano Cumbreño, Don José Artigas Ramírez, Don Constantino Láscaris Comneno Micolaw, Don Fermín de Urmeneta Cervera; y Don Benito Salvador López Herrera.» (Boletín Oficial del Estado, 25 julio 1953, pág. 4528.)
El 23 de abril de 1953 el diario ABC de Madrid afirmaba en un editorial (“Falsas órdenes de caballería y falsos títulos nobiliarios”) que «son tambien citadas como falsas […] la 'Orden de la Corona de Espinas', de la que es gran maestre un tal Walker, que se intitula 'Príncipe abad de San Luis', la 'del Temple', la 'Constantiniana Lascaris', la de 'San Juan de Acre', la del 'León de la Cruz Negra'…». Haciendo uso del derecho de rectificación, aparecieron en el ABC del primero de mayo dos cartas de aclaración y rectificación, una de ellas firmada por Eugenio Láscaris Comneno, encabezada en inglés: “Sovereign and Imperial Order of Constantine the Great. Madrid, 24 de abril de 1953…”, que decía:
«La Orden de Constantino el Grande, siguiendo su secular denominación, se califica de Soberana e Imperial. Imperial, pues su arraigo lo tuvo en el otro tiempo glorioso Imperio de Constantinopla, y Soberana por su extensión universal, no ser nacional, y por la calidad titular de sus grandes maestres. […] Tal palabra de Soberana para la Orden de Constantino el Grande es puramente simbólica, ideal o espiritual, sin que tenga materialidad. Como, por ejemplo, a algunas ciudades se las califica de “inmortales” y sabido por todos es que ninguna lo puede ser, y no por ello se atenta contra ninguna ley divina.»
Constantino Láscaris, mientras tanto, hablaba de la caída de Constantinopla en el Centro de Estudios Orientales y entraba en la junta directiva de la novedosa Sociedad Española de Estudios Clásicos:
«Convocatorias para hoy. siete y media de la tarde: Centro de Estudios Orientales (Conde de Cartagena, 17). Don Constantino Láscaris Comneno, “España y la caída de Constantinopla”.» (ABC, Madrid, martes 9 de junio de 1953, pág. 41.)
«Sociedad Española de Estudios Clásicos. En el salón de actos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas se celebró ayer tarde la sesión constitutiva de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, destinada a aunar los esfuerzos de cuantos en España se dedican a estos estudios. Tras unas palabras del presidente y el secretario de la Comisión organizadora, Sres. Fernández-Galiano y Rodríguez Adrados, sobre los fines y esperanzas de la naciente Sociedad, se procedió a la la elección de la primera Junta Directiva de la misma, que quedó constituida del modo siguiente: presidente, D. Antonio García Bellido; vicepresidente primero, D. Antonio Tovar; vicepresidente segundo, D. José Vallejo; secretario, D. Francisco Rodríguez Adrados; vicesecretario, D. Juan Zaragoza Botella; tesorero, D. Eugenio Hernández Vista; vocales, R. P. Ignacio Errandonea, D. Constantino Láscaris Comneno, D. Pedro Pericay, D. Antonio Magariños, D. Manuel Fernández Galiano. Finalmente, el presidente, Sr. García Bellido, pronunció unas palabras de saludo y agradecimiento a los numerosos concurrentes al acto, para el que se recibieron numerosas adhesiones.» (ABC, Madrid, domingo 10 de enero de 1954, pág. 48.)
Pero, a principios de 1954, Hidalguía, la revista de genealogía, nobleza y armas, publicaba en su nº 4 (enero-marzo) un largo y demoledor artículo de José María de Palacio y de Palacio (médico, nacido en 1915, Caballero de la Orden de Malta, III marqués de Villarreal de Álava, casado en 1945 con María Sacramento de Oriol y Urquijo): “Las falsas Órdenes de Caballería. Reflexiones en torno de un Porfyrogénito y Emperador de Byzancio de… vía estrecha, Gran Maestre de la ‘Soberana Orden Imperial de Constantino el Grande y de la Corona Real Eslava de los Wendos’ (El curioso caso del doctor Lascorz)” (págs. 73-97); y como la revista «se ha creído en el deber, antes de publicarlo, de celebrar una entrevista con la familia Láscaris, y efectuada aquélla con D. Teodoro, D. Constantino y D. Juan, y de acuerdo con los mismos, se inserta, como criterio y razonamiento personal de dichos señores ante aquella genealogía, la tradición familiar sobre la existencia física de un Alexios Manouil Láscaris, venido de Grecia, hijo de Andrónikos, y de otro coetáneo suyo, Manuel Lascorz y Serveto, hijo de Victorián y nacido en Plan (Huesca)», añadió de seguido otro artículo firmado “Por el Príncipe Teodoro Láscaris Comneno”: “La familia imperial Láscaris desde el siglo XVIII hasta principios del XX” (págs. 97-101).
Los Láscaris trasladaron la discusión a la prensa diaria y, en el diario Informaciones de Madrid del 13 de marzo de 1954, apareció una entrevista de Josefina Carabias con Teodoro: “Una discusión bizantina: el príncipe Eugenio de Láscaris, pretendiente legítimo al trono de Grecia. Su hijo, el príncipe Teodoro, responde a la Revista Hidalguía, que acusa a su padre de falsario”. Informaciones publicó el 3 de abril una larga carta al director del marqués de Villarreal, respondida por otra carta firmada por “El príncipe Teodoro Láscaris, Doctor en Derecho”, que apareció en el Informaciones de primero de mayo: “el marqués de Villarreal de Álava es nuestro enconado perseguidor. Ya es antigua, de varios años, su campaña.” El 15 de mayo el diario Informaciones anunciaba que daba por terminada esa polémica publicando unas “Aclaraciones del marqués de Villarreal de Álava a don Teodoro Láscaris”.
Como era de esperar el nº 5 de Hidalguía (abril-junio 1954) recopiló esa “Polémica sobre las falsas Órdenes. La crisis de una familia imperial” (págs. 261-276), ofreciendo los textos completos de las cartas del marqués respecto de las versiones publicadas en Informaciones y con una nota de la dirección de la revista, en la que toma partido contra “la fantasía cancilleresca y emotiva del último documento aportado por los Sres. Láscaris”, dando también por “finalizado en este número de Hidalguía el asunto de los ‘Láscaris’ españoles”.
Pero en su nº 6 (julio-septiembre 1954), además de ofrecer Hidalguía los resultados de una encuesta entre sus lectores (“La campaña contra las Ordenes no reconocidas por el Vaticano la aprueban 561, la consideran muy dura 14 y la tienen por desacertada 7”), insertó “como final de la polémica entre nuestro colaborador señor Marqués de Villarreal y los señores Láscaris” un “Informe del Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica sobre la polémica en relación a los señores Láscaris” (págs. 441-448). En efecto, el 18 de junio de 1954 seis de los siete miembros (no firmó el documento, pero públicamente se expresó también contra los Láscaris su antiguo amigo, José María Lacarra Miguel, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza y correspondiente de la Historia en Zaragoza) de la comisión nombrada al efecto por el Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica (presidida por Miguel Gómez del Campillo, académico de la Historia, e integrada, además de Lacarra, por los genealogistas Manrique Mariscal de Gante, magistrado del Tribunal Supremo; Florentino Zamora Lucas, archivero; Félix Val Latierro, archivero y perito calígrafo; Miguel de Codes, arquitecto; y Faustino Menéndez Pidal, ingeniero de caminos), resolvieron “que el verdadero apellido de los antepasados de don Eugenio Láscaris es el aragonés Lascorz”. Esta resolución fue aireada por los responsables de Hidalguía, que incluso lograron que fuera reproducida por la brasileña Revista Genealógica Latina (1956, vol. 8, págs. 273-279). Estos varapalos a las pretensiones familiares de los Láscaris-Comneno facilitó, en buena medida, que los desairados príncipes filósofos, hijos del pretendiente Eugenio II, se acabaran radicando fuera de España.
«Coloquios filosóficos en Zaragoza como homenaje a San Agustín. Zaragoza 29. En los primeros días de octubre próximo, del 3 al 6, se celebrarán en Zaragoza, como homenaje a San Agustín en su centenario, unos coloquios filosóficos, a los que asistirán y en los que tomarán parte gran número de descollantes especialistas en la materia, tanto nacionales como extranjeros. Las ponencias de estos coloquios, los primeros que se celebrarán en Zaragoza con arreglo a como suelen desarrollarse en los medios culturales de más elevado tono, estarán a cargo de los siguientes profesores: doctor Michele F. Sciacca, D. Adolfo Muñoz Alonso, don Joaquín Carreras Artau, D. Miguel Cruz Hernández, D. Manuel Mindán Manero, D. Constantino Láscaris Comneno, D. Gustavo Bueno Martínez y reverendo padre Lope Cilleruelo, agustino. Cifra.» (Hoja del Lunes, Madrid, lunes 30 agosto 1954, pág. 3.)
«Convocatorias. A las siete de la tarde: Instituto Luis Vives (Serrano, 127). Don Joaquín Carreras Artau, “La filosofía de Berkeley”; D. Constantino Lascaris Comneno, “Consecuencias de la reducción del ser del yo, consistente en percibir a ser percibido”.» (ABC, Madrid, viernes 29 de octubre de 1954, pág. 38.)
«Convocatorias. A las ocho. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Medinaceli, 4), don Constantino Láscaris Comneno, “La Filosofía vulgar según Ángel Ganivet” (organizada por la Asociación Española de Etnografía y Folklore).» (ABC, Madrid 18 enero 1955, pág. 27.)
«Inicia sus tareas la III Semana Española de Filosofía. Ayer se inauguró la III Semana Española de Filosofía en el Instituto Luis Vives, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, organizada conjuntamente por aquel centro y la Sociedad Española de Filosofía. Presidió la sesión D. José Royo, vicesecretario del Consejo, en representación del presidente, Sr. Ibáñez Martín, imposibilitado de asistir a última hora. El discurso inaugural corrió a cargo del director del Instituto y presidente de la Sociedad, D. Juan Zaragüeta, y versó sobre el tema “Problemática de la Libertad”. En la jornada de hoy, D. Jaime Bofill, catedrático de la Universidad de Barcelona, defenderá la ponencia sobre “Ontología y Libertad”, a las diez y media de la mañana, y a las siete de la tarde disertara D. Constantino Láscaris, profesor de la Universidad de Madrid, sobre “La libertad de la Filosofía griega”.» (ABC, Madrid, 14 abril 1955, pág. 47.)
«En la Universidad 'Menéndez Pelayo', de Santander. […] Otros conferenciantes que han tenido importante y activa intervención en las tareas del cursillo han sido don Constantino Láscaris Comneno, profesor de la Universidad de Madrid, quien nos desarrolló dos animadas conversaciones sobre “Cultura y civilización”, las dos desarrolladas magistralmente y seguidas de interesantes intervenciones de algunos del auditorio.» (Ignacio Sardá Martín, «II Conversaciones de Enseñanza Primaria», Imperio, Zamora, 4 agosto 1955, pág. 2.)
El 13 de marzo de 1955 nació en Madrid su hija Ana Isabel Láscaris-Comneno Slepuhin.
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«Aquel hombre de buena fe, que nunca se negaba a nada, acudió ilusionado a varias oposiciones a cátedras de Universidad con notable preparación. La suerte le volvió la cara. No podemos juzgar sobre las decisiones de los respectivos tribunales, pero sí nos consta que Constantino quedó sumamente decepcionado. Y le perdimos. La acucia de dar estabilidad a su vida y trabajo le impulsó a aceptar el ofrecimiento de un puesto docente del máximo nivel en la Universidad costarricense de San José. Con ello nuestra república hermana hizo un magnífico negocio y los españoles sufrimos una gran pérdida.» (Manuel Fernández Galiano, “Otras notas necrológicas”, Estudios clásicos, nº 84, 1979, págs. 364-365.)
Constantino Láscaris, invitado por Rodrigo Facio Brenes (1917-1961), rector de la Universidad de Costa Rica, se traslada en 1956 a esa república hispanoamericana, en la que se nacionaliza en 1959 y donde mantendrá una sorprendente actividad hasta su muerte, contribuyendo de manera decisiva a la institucionalización de los estudios filosóficos en Costa Rica, y aún a la cristalización de la identidad nacional costarricense, mediante sus libros, la prensa y exitosas intervenciones en televisión.
Ya en 1958 fue de los pioneros en reivindicar el estudio de la “filosofía en América”, aprovechando que el Congreso Internacional de Americanistas se reunía por vez primera en Costa Rica (XXIII Congreso Internacional de Americanistas, San José de Costa Rica, 20-27 julio 1958). En efecto, durante su primer siglo de existencia sólo una vez se preocuparon los Congresos Internacionales de Americanistas directamente por la filosofía (entendida como una disciplina gremial más), y sucedió en el Congreso de Costa Rica de 1958. La comisión organizadora de ese Congreso (su presidente fue por primera vez una mujer, Doris Z. Stone; Carlos Meléndez su secretario general) “incluyó dentro de su programa, además de los temas tradicionales en estos congresos, el de la Filosofía en América. Con ello buscaba mejorar la comprensión e integración de los distintos aspectos que ofrece nuestro continente y además facilitar el intercambio de puntos de vista con los especialistas de las diversas áreas culturales.” [En la mención que Juan Comas, en su historia crítica, hace de esta solitaria sección, se desliza un mínimo error, pero que afecta de forma radical al sentido: dice Comas que esa sección se dedicó a “la Filosofía de América”, pero en las Actas, que él cita, se lee “la Filosofía en América”.] A la sección de filosofía del Congreso de Americanistas de 1958 presentaron sus trabajos diez autores (entre ellos Constantino Láscaris Comneno y Pablo Antonio Cuadra), que fueron publicados como tomo III de las Actas, y que desde julio de 2001 están disponibles en internet.
«Asociación Centroamericana de Amigos del Libro Español. Se ha constituido recientemente en San José (Costa Rica) la Asociación Centroamericana de Amigos del Libro Español, con el noble propósito de fomentar la difusión y el conocimiento de los libros españoles en el conjunto de países de América Central. El promotor y primer secretario general de dicha Asociación es don Santiago Pedraz, director de la distribuidora “El Libro Español”, organización creada hace unos meses en Costa Rica y patrocinada por el Ministerio de Información y Turismo y el Instituto Nacional del Libro Español. La presidencia de dicha Asociación le fue ofrecida a don Juan Trejos, prestigioso librero costarricense y padre del actual presidente de la República. La vicepresidencia la ostenta el doctor Constantino Láscaris, profesor de la Universidad de San José. El ministro de Educación de Costa Rica, don Guillermo Malavassi; el embajador de España, don José Manuel de Abaroa, y el presidente del Instituto Costarricense de Cultura Hispánica, don José María Cañas, fueron designados presidentes de honor de la citada Asociación. Para iniciar sus actividades, y con el fin de dar a conocer sus propósitos, la Asociación ha convocado dos concursos literarios para universitarios y estudiantes de enseñanza media denominados, respectivamente, “Premio Lope de Vega” y “Premio Magón”, dotados con sendos diplomas y lotes de libros y cuyo tema es la exaltación de los valores del libro.» (ABC, Madrid, 5 noviembre 1966, pág. 99.)
Falleció prematuramente en San José de Costa Rica en julio de 1979. Su hija, Ana Láscaris-Comneno Slepuhin, es psicóloga y especialista en tecnología educativa en la UNED de Costa Rica.
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1956 «Hablando con Constantino Láscaris, oriundo de Grecia, secretario de la revista Oriente, me decía de Salónica que era una de las colonias más numerosas que había de sefarditas, que los alemanes se llevaron los sesenta mil que había y no se volvió a saber de ellos.» (Benjamín Martín Sánchez, «El pueblo judío antiguo y actual ante la Biblia», Imperio, Zamora, 11 febrero 1956, pág. 7.)
1974 «En los siglos posteriores (tercero y segundo) desaparecen las citas literarias, pero esto no significa que las comunidades pitagóricas hubieran desaparecido del todo. Constantino Láscaris y A. Guadán, han sugerido que el estudio de monedas, cerámica y, en general, del material arqueológico con emblemas pitagóricos –pentalfas, cuadrados–, podría ser un método para establecer la historia de los pitagóricos. Les ha seguido Holgar Thesleff (sin embargo C. J. de Vogel cree que algunos de estos emblemas podían tener mera intención ornamental).» (Gustavo Bueno, La metafísica presocrática, capítulo 2, Pentalfa, Oviedo 1974, pág. 122.)
1979 «Es triste, pero inevitablemente humano, que vayan ya produciéndose bajas entre los que, muy jóvenes casi todos, iniciamos hace treinta años esta azarosa navegación de los estudios clásicos en España. Y más triste que las desapariciones se produzcan a edades que pueden considerarse prematuras a la luz de la duración media de la vida en los hombres de hoy.
De Costa Rica nos llegan noticias del fallecimiento el pasado 6 de julio de un gran amigo, un consumado filósofo y publicista y un hombre de bien: Constantino Láscaris-Comneno. Le tratamos y quisimos mucho en los años cuarenta y cincuenta, cuando, terminada su carrera en la Licenciatura de Filosofía, prometía convertirse en una gran figura de nuestro pensamiento. Como, por otra parte, la tradición y aficiones de su familia le arrastraban al estudio de la antigua Grecia y Bizancio, Constantino se insertó muy naturalmente en el círculo que entonces formábamos incipientemente los amantes de estas materias. Su nombre aparece con frecuencia en nuestra revista, con ocasión de las labores de la Sociedad, de que formó parte desde sus comienzos, y en otras tareas en que nos ayudó, como la meritoria de que se encargó sistemática y generosamente y que consistía en espigar, de entre lo mucho que el profesor a la sazón de la Universidad leía en todos los campos, los artículos que pudieran interesar a los humanistas sin estar publicados en revistas propiamente humanísticas y a los cuales dedicábamos al principio una sección.
Este es rasgo muy típico de su excepcional persona. Así como el entusiasmo, común a toda su familia, en que los intelectuales de primer orden han sido muchos. En las Actas del I Congreso Español de Estudios Clásicos, de 1956, hallamos, por ejemplo, dos comunicaciones de Constantino Láscaris-Comneno, La enseñanza de la historia de la Filosofía griega y Los "perros filósofos" de Platón; una de su hermano Juan Arcadio, Los orfanotrofios griegos y su perduración en Bizancio; y una cuarta de su primo, el excelente numísmata Antonio Manuel de Guadan, Sobre un grupo de dracmas de imitación emporitana con leyenda-símbolo.
Aquel hombre de buena fe, que nunca se negaba a nada, acudió ilusionado a varias oposiciones a cátedras de Universidad con notable preparación. La suerte le volvió la cara. No podemos juzgar sobre las decisiones de los respectivos tribunales, pero sí nos consta que Constantino quedó sumamente decepcionado. Y le perdimos. La acucia de dar estabilidad a su vida y trabajo le impulsó a aceptar el ofrecimiento de un puesto docente del máximo nivel en la Universidad costarricense de San José. Con ello nuestra república hermana hizo un magnífico negocio y los españoles sufrimos una gran pérdida.
Desde entonces apenas le vimos. Siguió colaborando con nosotros aun desde lejos: todavía en fecha tan relativamente reciente como 1968, el bello fascículo que dedicamos a la Grecia actual, y que tan mala acogida tuvo en el país de los coroneles, ofrecía (XII 143-168) su hermosísimo Elogio del nacionalismo o la isla del amor y de la guerra, homenaje fervoroso a la joven Chipre y a su presidente monseñor Makarios. Algo más tarde nos visitó: por desgracia, en una estancia brevísima y que apenas nos permitió cambiar impresiones.
Supimos, sí, de él por sus actividades en aquella Universidad, de la que se convirtió en uno de los más firmes puntales y a una de cuyas Facultades al parecer se va a dar su nombre; por su acertada dirección de la Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, que en cada número mostraba la impronta de un gran promotor e ideólogo; y por las publicaciones que fielmente nos iba mandando.
Su amplio espíritu humanístico le llevó, en España primero y en América después, a abarcar un gran espectro de estudios literarios y filosóficos en sus siempre acertadas aportaciones. Por lo que toca a los libros de cierta entidad, aquí se ocupó de Menéndez Pelayo (1955), Descartes (1956) y san Agustín (1960); en su nueva patria, y bien podemos llamarla así puesto que terminó por nacionalizarse en ella, dio a las prensas sus utilísimos Fundamentos de Filosofía (1961), El liberalismo (1969), más una selección traducida de Parménides (1975); en la vecina república de El Salvador, los Estudios de Filosofía moderna (1966).
Sus artículos, muy abundantes, son casi una enciclopedia de la Filosofía y el pensamiento. Láscaris escribió sobre el pitagorismo (también en el aspecto numismático, estudiado por él en colaboración con Guadan), Alcmeón, Platón, el cinismo, Séneca, Prudencio; Cervantes, Quevedo, Gracián; Balmes, Ganivet, Machado, García Morente; el Cusano, Pascal, Husserl; y una especie de obligación interior le llevaba también a ocuparse de temas bizantinos o neogriegos, en la revista Oriente, que alcanzó muchos números, y en otras: la Alexíada, Psellos, la toma de Constantinopla y sus repercusiones figuraron entre sus temas predilectos. Sin que descuidara nunca los ensayos didácticos, pues nuestro amigo fue siempre gran profesor.
No cometió el error, llegado a su nueva tierra, de sentirse suspirante y nostálgico exiliado, antes bien, se dedicó con celo a mejorarla e ilustrarla y, sobre todo, a entenderla mejor: su Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica (1965), su Historia de las ideas en Centroamérica (1970), incluso su chispeante folleto anticolonialista De Salomón a Demóstenes Smith (1972) quedarán para siempre entre las obras básicas de la cultura centroamericana, tan relevante en el civilizadísimo país que le prohijó. Y dejo intencionadamente para el final la que para mí es su obra cumbre en este sentido: su precioso libro El costarricense, editado en 1975 y luego en 1977, demostración total de cuánto amaba Láscaris a los hombres de aquel país que tan bellamente describe.
Sus segundos compatriotas han correspondido a ello con sinceros elogios fúnebres: era el maestro de los filósofos costarricenses; era el hombre más generoso que yo haya conocido en mi vida; era un hombre tremendamente popular; fue espejo de sabios y de hombres; se mantuvo simultáneamente fiel a todos sus grandes amores, Costa Rica, España, la libertad y el espíritu. No cabe decir más. Excepto una cosa entrañablemente sentida: Dios le haya acogido en su seno.» (Manuel Fernández Galiano, «Otras notas necrológicas», Estudios clásicos, nº 84, 1979, págs. 364-366.)
1991 «Constantino Láscaris Comneno. Descendiente de los príncipes de la Casa Imperial bizantina de su nombre, nació en Zaragoza el 11 de septiembre de 1923. A los siete años empezó su formación en el colegio de la Compañía de Jesús en el que permaneció seis cursos, a los que andando los años se referiría en su Autobiografía en los siguientes términos: “A esos estudios debo mi formación cultural básica, mi hondo respeto por el saber y por los clásicos, mi amor por las humanidades, una real agilidad para el cálculo matemático, una formación enciclopédica bien dirigida y un escepticismo para los ritos religiosos”. Al iniciarse en 1936 la Guerra Civil que produjo la ruina económica de su familia, prosiguió su bachillerato en el Instituto “Goya” y, concluido aquél, en 1941 iniciaba la carrera de derecho, aunque ganado muy pronto para la filosofía por las lecciones del profesor de aquella Universidad, Eugenio Frutos, al año siguiente abandonaba el derecho para emprender aquellos estudios, que concluiría en 1944 en la Universidad de Madrid, en la que se doctoró dos años más tarde con un importante trabajo sobre El pensamiento filosófico de Quevedo. Profesor ayudante de S. Montero Díaz durante sus años de doctorado, en el curso 1948-1949 obtenía por oposición una plaza de profesor adjunto en la cátedra de Historia de la Filosofía, y poco después se incorporaba también al Instituto “Luis Vives” de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, iniciando desde ambos puestos una importante labor de investigación, centrada en torno a la filosofía griega a la que se sentía vinculado por tradición familiar y de la que fueron sus primeros resultados una serie de artículos sobre el pitagorismo, mas sin abandonar otras áreas históricas como muestra su trabajo sobre el Discurso del método aparecido también en la Revista de Filosofía en 1955.
Sin embargo, determinadas frustraciones académicas sufridas en 1956 lo movieron a buscar nuevos horizontes, marchando aquel mismo año a Costa Rica, como profesor contratado, para organizar los estudios de la filosofía en la Universidad de San José, que hoy lleva su nombre, y donde llevó a cabo una espléndida labor académica y cultural canalizada junto a su cátedra universitaria a través de la Sociedad de Filosofía y de la Revista de Filosofía de aquella Universidad, que él fundó en 1957 y que dirigió a lo largo de dieciséis años. La huella que nuestro autor dejó en la vida cultural y hasta en la social y política de aquel país, cuya nacionalidad adoptó en 1959, fue honda y perdurable, pues junto a su labor renovadora de las instituciones universitarias, ejerció también su fecundo influjo a través de numerosísimas conferencias e intervenciones en radio y televisión. Pero también inversamente el país ganó su voluntad de tal manera que pese a las varias invitaciones recibidas de otras Universidades americanas sólo raramente se decidió a atravesar sus fronteras para pronunciar algún ciclo de conferencias o dirigir un curso en centros extranjeros como el mantenido en 1964 en la Universidad de Río Piedras de Puerto Rico; y esto incluso en momentos tan difíciles como los vividos durante 1974 y 1975 cuando una contrarreforma universitaria estuvo a punto de echar por tierra su labor de casi veinticinco años de ilusionado trabajo. Su muerte acaeció en San José de Costa Rica el 4 de julio de 1979.
Profundo humanista por formación y espíritu y dotado de una fina sensibilidad, la actividad intelectual de C. Láscaris estuvo básicamente orientada al estudio de la historia de la filosofía, en una amplia visión panorámica que abarca desde los autores clásicos griegos, a los que dedicó una atención preferente, hasta la más reciente problemática de la educación como medio para evitar la deshumanización del hombre, objeto central de su pensamiento. El estudio de esta temática, tratado con ágil pluma y sobre todo en sus últimos años a través de una técnica ensayística, estuvo presidido en su época de madurez por unas convicciones racionalistas a través de cuyos postulados trató de superar el historicismo de su juventud. Por lo demás, sus estudios antropológicos, objeto predilecto, como queda dicho, de su interés, se movieron en un clima existencialista bajo el influjo sobre todo de Sartre y para cuyo análisis se sirvió de la fenomenología, si bien como simple instrumento o método de trabajo.» [sigue una relación bibliográfica de libros, artículos, prólogos, traducciones y estudios, papeletas 10679-10919], Gonzalo Díaz Díaz, Hombres y documentos de la filosofía española, CSIC, Madrid 1991, tomo IV, págs. 595-602.)
La Asamblea Legislativa de la República de Costa Rica, casi veinte años después de su muerte, decidió reconocer a Constantino Láscaris como Benemérito de la Patria (acta de la sesión plenaria nº 132 de 25 marzo 1998, acuerdo nº 4014 de 26 marzo 1998, Gaceta nº 86, de 6 mayo 1998).
«Constantino Láscaris, Benemérito en Costa Rica. La Asamblea Legislativa de Costa Rica ha nombrado “Benemérito de la Patria”, por unanimidad, al profesor y filósofo español Constantino Láscaris, quién vivió en el país desde 1956 hasta 1979.» (ABC, Madrid, 31 marzo 1998, pág. 52.)
«Constantino Láscaris Comneno Nicolaw. Nació en la ciudad de Zaragoza, España, el 11 de setiembre de 1923. A los dieciocho años ingresa a la Facultad de Derecho en la Universidad de Madrid, sin embargo, su profunda afinidad con la filosofía lo induce a trasladarse a la Facultad de Filosofía y Letras, donde obtiene la licenciatura al cumplir los veintidós años. Dos años más tarde logra el grado de Doctor en Filosofía. En 1957 llega a Costa Rica, por invitación de don Rodrigo Facio, entonces Rector de la Universidad de Costa Rica, para hacerse cargo de la Cátedra de Fundamentos de Filosofía de Estudios Generales. Al poco tiempo de su llegada señala los desaciertos de la pedagogía de la época y se introduce en el vasto campo de nuestra realidad nacional para emprender una de sus obras más importantes, la Historia de las Ideas Filosóficas en Costa Rica. Lo cautivó nuestra libertad, estudió a profundidad el alma costarricense, se introdujo en sus raíces por medio de investigaciones sobre determinadas épocas, personas y acontecimientos nacionales, y se prendió de ella, de tal modo, que se nacionalizó por su voluntad. Dada su actividad intelectual escribe numerosos libros y trabajos del acontecer académico y nacional. Algunas de las actividades y fundaciones en las cuales trabajó: Revista de Filosofía de Costa Rica, Asociación Costarricense de Filosofía, Cátedra Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica, propulsor del Centro Universitario del Atlántico en Turrialba, cofundador del Instituto de Estudios de la Técnica de la Universidad Nacional y fundador de los Estudios Generales libres. Su paso por la Universidad de Costa Rica dejó una obra de gran trascendencia académica a la cual estuvo entregado hasta el último día de su vida. La filosofía en Costa Rica tiene, en el Doctor Láscaris Comneno, a su fundador indiscutible en el quehacer universitario y sistemático. Don Constantino, no solo encarna el papel de educador insigne y filósofo comprometido, sino al hombre de pensamiento liberal, amante de esta Patria, con un gran sentido costarricense de la libertad y de oposición a toda dictadura y a toda planificación rigurosa. Disfrutaba tanto dialogar con grandes pensadores y políticos costarricenses como con campesinos y gente humilde, quienes lo querían y apreciaban. Fue formador de hombres de gran pensamiento como: Roberto Murillo, Francisco Antonio Pacheco, forjadores del desarrollo intelectual de muchos costarricenses. Apasionado defensor de la libertad, criticó severamente las prácticas que atentaban contra el sistema democrático del país. Falleció el 8 de julio de 1979.» (Asamblea Legislativa de la República de Costa Rica: Beneméritos de la Patria: Constantino Láscaris Comneno Nicolaw, en asamblea.go.cr [versión 22 marzo 2010].)
Constantino Láscaris Comneno
El intelectual más influyente de todos los tiempos en Costa Rica
Wall Street International Magazine ❦ 8 enero 2022 ❦ por Óscar Álvarez Araya
El filósofo Constantino Láscaris
Constantino Láscaris fue un filósofo español y costarricense que se destacó como célebre profesor universitario, articulista de prensa, conferencista y autor de importantes libros. Según su discípulo, el también filósofo Roberto Murillo *: “Llegó a ser en Costa Rica el intelectual más influyente de todos los tiempos”.
Láscaris nació en Zaragoza, España, el 11 de septiembre de 1923 en una familia de antecedentes griegos y bizantinos. A los seis años empezó sus estudios en el Colegio de la Compañía de Jesús y luego continuó con su bachillerato en el Instituto Goya de Zaragoza. Allí fue alumno del filósofo Eugenio Frutos Cortés.
En cuanto a su formación en filosofía la inició en la Universidad de Zaragoza y, posteriormente, se doctoró en la Universidad de Madrid con una tesis sobre el pensamiento filosófico senequista de Francisco de Quevedo. Recordemos que Séneca fue el gran pensador del estoicismo romano y español.
En su juventud, Láscaris perteneció al círculo de los “socráticos” y fue compañero de estudios y gran amigo del filósofo español Gustavo Bueno. En la Universidad de Madrid empezó su carrera académica como profesor adjunto de filosofía y también como secretario en la Sección de Ética del Instituto Luis Vives de Filosofía.
Realizó viajes de estudio a Bonn, a Lovaina y a París. En la “ciudad luz” conoce a Elena Galina Slepuhine Rudkowskaia, de origen ruso, con quien se casa en 1951 y será madre de sus hijas, la matemática Tatiana y la psicóloga Ana.
En París también recibe influencias del movimiento existencialista. Como escribió Roberto Murillo: “Los estudios en París después de la Segunda Guerra Mundial, coinciden con el auge del movimiento existencialista. Láscaris lo toma por el lado serio, profundiza en la ontología de Heidegger y de Sartre…”.
En 1956, el joven filósofo es invitado por el entonces rector de la Universidad de Costa Rica, Rodrigo Facio Brenes, a ejercer la docencia y a dirigir la Escuela de Filosofía en Costa Rica. A partir de entonces, con 32 años, empezó a desempeñarse como profesor en las Escuelas de Estudios Generales y de Filosofía de dicha universidad. Muchas veces en sus clases hacía referencia a los filósofos de la Grecia antigua, en la que tenía raíces familiares. Ofrecía seminarios sobre Platón y Aristóteles y en ocasiones se declaró “gréculo” y afrancesado.
Sus lecciones son muy bien recibidas por los jóvenes estudiantes y transmitidas a todo el país por la Radio Universitaria. Se le invita a dar conferencias y a escribir artículos en diferentes periódicos y revistas. Destaca también como comentarista de televisión. Se le asigna la dirección de la Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica. Y en 1968 obtiene la nacionalidad costarricense.
En la Universidad Nacional de Costa Rica ofrecía Láscaris en 1980 el curso de “Historia del pensamiento político” en la Escuela de Relaciones Internacionales. Curso que asumió este servidor después de su partida. Gracias al ejemplo del maestro continué toda mi vida en el estudio de la historia de las ideas políticas, económicas y sociales.
Don Constantino fue el autor de importantes libros tales como El costarricense, con una mirada desde afuera de la idiosincrasia del costarricense y su Historia de las ideas filosóficas en Costa Rica, ambos muy bien recibidos por el público lector y por la crítica literaria. Ya para entonces algunos de sus colegas se preguntaban si Láscaris había cambiado la vocación de filósofo por la de historiador de las ideas en Costa Rica. En esta labor de investigador de biblioteca siguió hasta producir su Historia de las ideas filosóficas en Centroamérica, muy bien documentada. Hoy en día son de referencia obligatoria sus libros sobre la historia de las ideas en Costa Rica y Centroamérica.
Tanto su apariencia física delgada y un tanto informal como el contenido y el tono de sus clases, artículos y conferencias tenían un matiz provocador y controversial que gustaba mucho, especialmente a las nuevas generaciones. Con frecuencia se presentaba a ofrecer sus lecciones sin la faja o cinturón en su pantalón. Fue también pescador de caña y sobre todo un hombre de tertulia, un gran conversador.
Casi siempre tenía puntos de vista disruptivos, diferentes y hasta opuestos a los de la mayoría o por lo menos en contra de lo que entonces se aceptaba como el sentido común o lo normal. Así, por ejemplo, se pronunció a favor de la legalización del consumo de la marihuana en el contexto del año 1968. Este navegar contra la corriente le granjeó numerosos admiradores y también algunos críticos.
Conocí personalmente a Láscaris en 1969 cuando yo era el presidente de la Asociación de Estudiantes de Estudios Generales y él ya era toda una celebridad. Pasaba por la oficina de nuestra asociación para preguntarnos por nuestras ideas y nuestros objetivos. Se identificaba con nuestras causas del movimiento estudiantil universitario tratando de entendernos. Fiel a su espíritu socrático nos hacía muchas preguntas y nos escuchaba con suma atención.
“Para muchos, Láscaris fue el hombre de las paradojas… Parecía usarlas como carnaza…para provocar el pensamiento de sus interlocutores”. En su definición filosófica “fue sorprendente y paradójico, declarándose a veces platónico y hacia el final de su vida materialista craso”.
Durante buena parte de su vida y posiblemente hasta en su muerte fue un discípulo de Jean Paul Sartre. Siempre distante del eje nazi-fascista e incluso del franquismo de su España originaria. Pero no llegó a ser marxista y ni siquiera socialdemócrata, corriente de pensamiento a la que en su Historia de las ideas de Costa Rica definía como social estatismo.
En las décadas del cincuenta y del sesenta parecía un liberal, algo de izquierda, para terminar en su madurez como un defensor y promotor de la libertad individual, de la democracia y de los derechos ciudadanos. Su acercamiento y sus coincidencias con el liberalismo clásico fue público y notorio en la fase final de su existencia.
El controversial maestro de filosofía decidió fallecer en San José, Costa Rica, el 5 de julio de 1979 a la edad de 55 años. El ambiente filosófico e intelectual se llenó de luto.
Casi veinte años más tarde la Asamblea Legislativa lo declaró Benemérito de la Patria en 1998, afirmando que “la filosofía en Costa Rica tiene en el Doctor Láscaris Comneno a su fundador indiscutible en el quehacer universitario y sistemático”.
Fue, de todos mis profesores de la Universidad de Costa Rica, el que más me impactó en mi formación profesional para el resto de mi vida.
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* Murillo. R. (1990). Segundas estancias. Cartago, Costa Rica: Editorial Cultural Cartaginesa.
Óscar Álvarez Araya (1950) es un politólogo costarricense, profesor de relaciones internacionales, diplomático, autor y coautor de 45 libros y publicaciones. Fue Embajador de Costa Rica en Taiwán (1998/2006) y Asesor del presidente de la República de Costa Rica (1990/1994).
★ Bibliografía selecta de Constantino Láscaris Comneno
1952 Colegios mayores, Editorial Magisterio Español, Madrid 1952, 166 págs.
1953 Prontuario de historia de la filosofía y de los sistemas filosóficos, Koel, Madrid 1953, 115 págs.
1955 Marcelino Menéndez Pelayo, La filosofía española, selección e introducción de Constantino Láscaris Comneno, Rialp, Madrid 1955.
1959 Antología filosófica. Antropología y filosofía práctica (selección por Constantino Láscaris Comneno), Universidad de Costa Rica, San José 1959. [en págs. 59-68 incorpora “Estudio de la universalidad semántica”, de Gustavo Bueno, un extracto de Las estructuras 'metafinitas'.]
1961 Fundamentos de filosofía, Universidad de Costa Rica, San José 1961, 278 págs. 2ª ed.: Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José 1977, 202 págs. 4ª: San José 1979, 205 págs.
1964 Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica, Editorial Costa Rica, San José 1964, 631 págs. 2ª: Editorial Costa Rica, San José 1975, 512 págs. 3ª: Universidad Autónoma de Centro América, San José 1983, 514 págs. Desarrollo de las ideas en Costa Rica, Editorial Studium, San José 1975.
«Valeriano Fernández Ferraz. Memorias», Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, 14, 1964, vol. IV, páginas 211-226.
1970 Historia de las ideas en Centroamérica, Editorial Universitaria Centroamericana, San José 1970, 485 págs. [hasta 1838]. En edición póstuma, el extraordinario (vol. XXVII, nº 65, junio 1989) de Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica: Las ideas en Centroamérica de 1838 a 1970 (revisión del manuscrito y edición por Olga Cecilia Estrada Mora).
1975 El Costarricense, Editorial Universitaria Centroamericana, San José 1975, 477 págs. 2ª ed.: 1977. 3ª: 1980. 4ª: Editorial Universitaria Centroamericana, San José 1983, 477 págs. 5ª: EDUCA, San José 1985, 477 págs. 6ª: EDUCA, San José 1989, 477 págs. 8ª: EDUCA, San José 1994, 477 págs.
★ Bibliografía selecta sobre Constantino Láscaris Comneno
1980 Guillermo Malavassi (introducción y selección), Olarte, Láscaris y la filosofía latinoamericana, Editorial Universidad de Costa Rica, San José 1980, 247 págs.
1989 Rodrigo Cordero, «Láscaris fue nuestro Sócrates», La Prensa Libre, 13 mayo 1989, pág. 11.
★ Textos de Constantino Láscaris Comneno en el Proyecto Filosofía en español
1948 “Un diálogo” · “La novela clave” (en Alférez, octubre y noviembre-diciembre).
1952 “¿Facultad Politécnica?” (Alcalá, 25 enero 1952)
1954 San Agustín. Estudios y coloquios (Zaragoza, 3-6 octubre 1954)
1958 “Continentalización y universalización de la razón” (ponencia defendida el 21 de julio de 1958 ante el XXIII Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en San José de Costa Rica)