Obras de Aristóteles Metafísica 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 Patricio de Azcárate

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Metafísica · libro octavo · Η · 1042a-1045b

IV
De la sustancia material. De las causas

En cuanto a la sustancia material, es preciso no perder de vista que si todos los objetos vienen de uno o de muchos elementos primeros, y si la materia es el principio de todos los seres materiales, cada uno, sin embargo, tiene una materia propia. Así la materia inmediata de la flema es lo dulce y craso, la de la bilis lo amargo, o cualquier otra cosa de este género; pero quizá estas diversas sustancias proceden todas de una misma materia. Un mismo objeto puede tener muchas materias, cuando una de estas materias viene de otra, y en este sentido es como podrá decirse que la flema viene de lo craso y de lo dulce, si lo craso viene de lo dulce. La flema, en fin, podrá venir de la bilis, mediante la resolución de la bilis en su materia prima. Porque una cosa viene de otra de dos maneras: puede haber producción inmediata o bien producción después de la resolución de la una en sus primeros elementos{338}.

Es posible que de una sola materia provengan objetos diferentes, en virtud de una causa motriz diferente. Y así de madera pueden provenir un cofre, una cama. Sin embargo, hay también objetos cuya materia debe necesariamente ser diferente; no se puede hacer una sierra con madera; la causa motriz no hará nunca una sierra con lana o madera, si es posible producir las mismas cosas con materias diferentes, es preciso que en este caso el arte, el principio motor, sea el mismo, porque si la materia y el motor difieren al mismo tiempo, el producto será también diferente.

Cuando se quiera, por tanto, estudiar las causas, será preciso enumerar todas las causas posibles, puesto que la causa se entiende de diferentes maneras{339}. Así, ¿cuál es la causa material del hombre? Los menstruos. ¿Cuál es la causa motriz? La esperma, quizá. ¿Cuál es la causa formal? La esencia pura. ¿Cuál es la causa final? El fin. Quizá estas dos últimas causas son idénticas. Es preciso también tener cuidado de indicar siempre la causa [247] más próxima; si se pregunta, por ejemplo, cuál es la materia, no responder el fuego o la tierra, sino decir la materia propia. Tal es, relativamente a las sustancias físicas sujetas a producción, el orden de indagación que necesariamente debe seguirse, si se quiere proceder en debida forma, puesto que tal es el número y tal la naturaleza de las causas{340}, y lo que es preciso conocer son las causas.

En cuanto a las sustancias físicas eternas, es preciso proceder de otra manera; porque algunas quizá no tienen materia, o por lo menos su materia no es de la misma naturaleza que la de los demás seres, y sólo es móvil en el espacio. Tampoco hay materia en las cosas que, aunque producciones de la naturaleza, no son sustancias; su sustancia es el sujeto mismo que es modificado. Por ejemplo, ¿cuál es la causa, cuál es la materia del eclipse? No la hay, y sólo la Luna experimenta el eclipse. La causa motriz, la causa de la destrucción de la luz, es la tierra. En cuanto a la causa final, quizá no la hay. La causa formal es la noción misma del objeto, pero esta noción es vaga, si no se le une la de la causa productora. Y así, ¿qué es el eclipse? Es la privación de la luz. Se añade: esta privación resulta de la interposición de la Tierra entre el sol y la luna; esto es indicar, al definir el objeto, la causa productora. No se sabe cuál es, en el sueño, la parte que es primero afectada. ¿No es el animal? Sí, sin duda, pero el animal en una de sus partes; ¿cuál es esta parte, asiento primero de la afección? Es el corazón o cualquiera otra parte. En seguida hay que examinar la causa motriz; después en qué consiste esta afección de una parte, que no es común al todo. Se dirá, ¿qué es tal especie de inmovilidad? Muy bien; pero esta inmovilidad, es preciso añadir, proviene de que el asiento primero del sueño ha experimentado cierta afección.

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{338} Véase lib. II, 2.

{339} Véase lib. V, 2.

{340} Véase lib. I, 3.


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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1875, tomo 10, páginas 246-247