Obras de Aristóteles Metafísica 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 Patricio de Azcárate

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Metafísica · libro tercero · Β · 995b-1003a

I
Antes de emprender el estudio de una ciencia es preciso determinar las cuestiones y dificultades que se van a resolver. Utilidad de este reconocimiento

Consultado el interés de la ciencia que tratamos de cultivar, es preciso comenzar por exponer las dificultades que tenemos que resolver desde el principio. Estas dificultades son, además de las opiniones contradictorias de los diversos filósofos sobre los mismos objetos, todos los puntos oscuros que hayan podido dejar ellos de aclarar. Si se quiere llegar a una solución verdadera, es útil dejar desde luego allanadas estas dificultades. Porque la solución verdadera a que se llega después, no es otra cosa que la aclaración de estas dificultades, pues es imposible desatar un nudo, si no se sabe la manera de hacerlo. Esto es evidente, sobre todo respecto a las dificultades y dudas del pensamiento. Dudar en este caso es hallarse en el estado del hombre encadenado y, como a éste, no es posible a aquél caminar adelante. Necesitamos comenzar examinando todas las [96] dificultades por esta razón, y porque indagar, sin haberlas planteado antes, es parecerse a los que marchan sin saber el punto a que han de dirigirse, es exponerse a no reconocer si se ha descubierto o no lo que se buscaba. En efecto, en tal caso no hay un fin determinado, cuando, por lo contrario, le hay, y muy señalado, para aquel que ha comenzado por fijar las dificultades. Por último, necesariamente se debe estar en mejor situación para juzgar, cuando se ha oído a las partes, que son contrarias en cierto modo, todas las razones opuestas{105}.

La primera dificultad es la que nos hemos propuesto ya en la introducción{106}. ¿El estudio de las causas pertenece a una sola ciencia o a muchas, y la ciencia debe ocuparse sólo de los primeros principios de los seres, o bien debe abrazar también los principios generales de la demostración, como estos: es posible o no afirmar y negar al mismo tiempo una sola y misma cosa, y todos los demás de este género? Y si no se ocupa más que de los principios de los seres, ¿hay una sola ciencia o muchas para el estudio de todos estos principios? Y si hay muchas, ¿hay entre todas ellas alguna afinidad, o deben las unas ser consideradas como filosóficas y las otras no?

También es indispensable indagar, si deben reconocerse sólo sustancias sensibles, o si hay otras además de éstas. ¿Hay una sola especie de sustancia, o hay muchas? De esta última opinión son, por ejemplo, los que admiten las ideas, y las [97] sustancias matemáticas intermedias entre las ideas y los objetos sensibles. Éstas, decimos, son las dificultades que es preciso examinar, y además la siguiente: ¿nuestro estudio abraza sólo las esencias o se extiende igualmente a los accidentes esenciales de las sustancias?

Además ¿a qué ciencia corresponde ocuparse de la identidad y de la heterogeneidad, de la semejanza y de la desemejanza, de la identidad y de la contrariedad, de la anterioridad y de la posteridad, y de otros principios de este género, de que se sirven los dialécticos, los cuales sólo razonan sobre lo probable? Después, ¿cuáles son los accidentes propios de cada una de estas cosas? Y no sólo debe indagarse lo que es cada una de ellas, sino también si son opuestas entre sí{107}.

¿Son los géneros los principios y los elementos?, ¿lo son las partes intrínsecas de cada ser? Y si son los géneros, ¿son los más próximos a los individuos, o los géneros más elevados? ¿Es, por ejemplo, el animal, o más bien el hombre, el que es principio, siéndolo el género más bien que el individuo? Otra cuestión, no menos digna de ser estudiada y profundizada, es la siguiente: fuera de la sustancia, ¿hay o no hay alguna cosa que sea causa en sí? ¿Y esta cosa es o no independiente, es una o múltiple? ¿Está o no fuera del conjunto (y por conjunto entiendo aquí la sustancia con sus atributos), fuera de unos individuos y no de otros? ¿Cuáles son en este caso los seres fuera de los cuales existe?

Luego ¿los principios, ya formales, ya sustanciales, son numéricamente distintos, o reducibles a géneros?{108} ¿Los [98] principios de los seres perecederos y los de los seres imperecederos son los mismos o diferentes, son todos imperecederos, o son los principios de los seres perecederos también perecederos? Además, y esta es la mayor dificultad y la más embarazosa, ¿la unidad y el ser constituyen la sustancia de los seres, como pretendían los pitagóricos y Platón, o acaso hay algo que le sirva de sujeto, de sustancia, como la Amistad de Empédocles, como el fuego, el agua, el aire de éste o aquél filósofo? ¿Los principios son relativos a lo general, o a las cosas particulares? ¿Existen en potencia o en acto? ¿Están en movimiento o de otra manera?{109} Todas éstas son graves dificultades.

Además, ¿los números, las longitudes, las figuras, los puntos, son o no sustancias, y si son sustancias, son independientes de los objetos sensibles, o existen en estos objetos? Sobre todos estos puntos no sólo es difícil alcanzar la verdad por medio de una buena solución, sino que ni siquiera es fácil presentar con claridad las dificultades.

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{105} Aristóteles, o el filósofo, a quien bien gratuitamente por cierto se pretende atribuir una de sus más preciosas obras, presenta en la De caelo una imagen análoga: «Debemos exponer, ante todo, las opiniones de los demás filósofos (sobre la naturaleza del mundo), porque las demostraciones contradictorias nos obligarán a la neutralidad. Por otra parte, nuestras palabras tendrán más peso, si ante todo traemos al debate las diversas opiniones para hacer valer sus pretensiones; y de esta manera no parecerá que condenamos a los ausentes. Es preciso que los que quieran juzgar sanamente de la verdad se conduzcan, no como adversarios, sino como árbitros.» I, 10, Bekk., pág. 279.

{106} Aristóteles ha probado históricamente, en el libro primero, que la filosofía debe abrazar el estudio de los cuatro principios. –Observemos aquí con M. Michelet, de Berlín, que la enumeración de las dificultades en este capítulo y en los siguientes y su desenvolvimiento, no corresponden exactamente a las soluciones dadas en los otros libros. Muchas cuestiones están fuera de su debido lugar; algunas apenas se tocan; muchas aparecen reunidas a causa de su estrecha afinidad, y de otras, por último, se trata en diversos lugares. Indicaremos, sin embargo, el pasaje o pasajes en que se podrá encontrar la solución de cada uno de los problemas indicados por Aristóteles.

{107} Esta dificultad que Aristóteles no desenvuelve en los capítulos siguientes, tiene implícitamente su solución en el lib. IV, cap. II. –Michelet, de Berlín, Examen crítico, pág. 134: «Aristóteles no ha hecho más que indicar el problema, sin desenvolver las dificultades. Ya Siriano, al final de su comentario manuscrito sobre este libro, llamado Απορηματα, ha observado muy juiciosamente que Aristóteles no la ha tratado ni resuelto separadamente en los libros siguientes, por la razón de que no era más que un corolario de los otros problemas, del quinto, por ejemplo. Porque, dice Siriano, la cuestión relativa a la identidad, a la heterogeneidad, a la semejanza, &c., no es diferente de la que se refiere a las propiedades de la sustancia, puesto que estas categorías no son, en efecto, otra cosa que las propiedades de la sustancia. Y, finalmente, Siriano observa que la respuesta a esta cuestión no es difícil y que Aristóteles la da también en el libro décimo.»

{108} Es decir: ¿hay para cada ser una materia, una forma particular, tiene cada individuo sus principios particulares, o más bien los [98] principios de los individuos pueden reducirse a un cierto número de principios que sean géneros de todos los demás? Véase más abajo, capítulo IV, el desenvolvimiento de esta dificultad.

{109} Esta dificultad se omite también en el desenvolvimiento que sigue, y por la razón, según Siriano, que antes. No es más que el corolario de los otros problemas. ¿Dónde se encuentra la solución? Siriano señala dos pasajes de la Metafísica; M. Michelet otros dos. Pero esta solución se encuentra en todas partes, en la refutación, o más bien en las refutaciones de la teoría de las ideas, en todo el libro duodécimo; en una palabra, resulta de todo lo que dice Aristóteles sobre la naturaleza de los principios.


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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1875, tomo 10, páginas 95-98