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Moral a Nicómaco · libro noveno, capítulo XII

Dulzuras de la intimidad

¿Puede decirse que la amistad sea como el amor? ¿Y que así como los amantes se complacen apasionadamente en ver el objeto amado y prefieren esta sensación a todas las demás, porque en ella, sobre todo, consiste y se produce el amor, de igual modo los amigos aspiran sobre todas las demás cosas a vivir juntos? La amistad es una asociación, y lo que uno es para sí mismo, lo es para su amigo. Ahora bien, lo que uno ama en sí mismo es sentir que se existe, y se complace en la misma idea respecto del amigo; pero este sentimiento no obra ni se realiza sino en la vida común, y he aquí por qué los amigos tienen tanta razón para desearla. La ocupación que constituye propiamente la vida, y en la cual se encuentran más encantos, es también aquella en la que quiere cada cual que participen sus amigos viviendo juntos. Y así, unos beben y comen juntos; otros juegan juntos; otros cazan juntos; otros se entregan juntos a los ejercicios de la gimnasia; otros se consagran juntos al estudio de la filosofía; en una palabra, todos pasan el tiempo haciendo juntos lo que más les encanta en la vida. Como quieren vivir siempre con amigos, buscan y distribuyen todas las ocupaciones de manera que puedan aumentar esta intimidad y esta vida común. Esto es precisamente lo que hace tan perjudicial la amistad de los hombres depravados. Inconstantes en sus afectos, sólo se comunican los malos sentimientos; y se pervierten tanto más cuanto más se imitan mutuamente. Por lo contrario, la amistad de los hombres de bien, siendo como es honrada, se acrecienta con la intimidad; y hasta parece que los amigos se mejoran continuándola y corrigiéndose recíprocamente. Y así fácilmente se sirven mutuamente de modelo cuando gustan unos de otros, y de aquí el proverbio.

«Siempre de los buenos se saca el bien.»{190}

Demos aquí por terminada la teoría de la amistad, y pasemos ahora a la del placer.

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{190} Verso de Theognis.

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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 1, página 266