Obras de Aristóteles Moral a Nicómaco 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Patricio de Azcárate

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Moral a Nicómaco · libro octavo, capítulo primero

Caracteres generales de la amistad

A todo lo que precede debe seguir una teoría de la amistad, porque ella es una especie de virtud, o por lo menos, va siempre escoltada por la virtud. Es además una de las necesidades más apremiantes de la vida; nadie aceptaría esta sin amigos, aun cuando poseyera todos los demás bienes. Cuanto más rico es uno y más poder y más autoridad ejerce, tanto más experimenta la necesidad de tener amigos en torno suyo. ¿De qué sirve toda esa prosperidad, si no puede unirse a ella la beneficencia que se ejerce sobre todo y del modo más laudable con las personas que se aman? Además, ¿cómo administrar y conservar tantos bienes sin amigos que os auxilien? Cuanto mayor es la fortuna tanto más expuesta se halla. Todo el mundo conviene en que los amigos son el único asilo adonde podemos refugiarnos en la miseria y en los reveses de todos géneros. Cuando somos jóvenes, reclamamos de la amistad que nos libre de cometer faltas dándonos consejos; cuando viejos, reclamarnos de ella los cuidados y auxilios necesarios para suplir nuestra actividad, puesto que la debilidad senil produce tanto desfallecimiento; en fin, cuando [212] estamos en toda nuestra fuerza, recurrimos a ella para realizar acciones brillantes:

«Dos decididos compañeros, cuando marchan juntos,
Son capaces de pensar y hacer muchas cosas{159}

Añádase a esto, que por una ley de la naturaleza el amor es al parecer un sentimiento innato en el corazón del ser que engendra respecto del ser que ha engendrado; y este sentimiento existe no sólo entre los hombres, sino también en los pájaros y en la mayor parte de los animales que se aman mutuamente, cuando son de la misma especie; pero se manifiesta principalmente entre los hombres, y tributamos alabanzas a los que se llaman filántropos o amigos de los hombres. Todo el que haya hecho largos viajes ha podido ver por todas partes cuán simpático y cuán amigo es el hombre del hombre. podría hasta decirse que la amistad es el lazo de los Estados, y que los legisladores se ocupan de ella más que de la justicia. La concordia de los ciudadanos no carece de semejanza con la amistad; y la concordia es la que las leyes quieren establecer ante todo, así como ante todo quieren desterrar la discordia, que es la más fatal enemiga de la ciudad. Cuando los hombres se aman unos a otros{160}, no es necesaria la justicia. Pero, aunque sean justos, aun así tienen necesidad de la amistad; e indudablemente no hay nada más justo en el mundo que la justicia que se inspira en la benevolencia y en la afección. La amistad no sólo es necesaria, sino que además es bella y honrosa. Alabamos a los que aman a sus amigos, porque el cariño que se dispensa a los amigos nos parece uno de los más nobles sentimientos que nuestro corazón puede abrigar. Así hay muchos que creen, que se puede confundir el título de hombre virtuoso con el de amante.

Muchas son las cuestiones que se han suscitado sobre la amistad. Unos han pretendido que consiste en cierta semejanza, y que los seres que se parecen son amigos, y de aquí han venido estos proverbios: «el semejante busca su semejante; el grajo busca a los grajos»; y tantos otros que tienen el mismo sentido. Otra opinión completamente opuesta es la que sostiene por lo [213] contrario, que los que se parecen son opuestos entre sí, a la manera de los alfareros que se detestan siempre mutuamente. también hay teorías que intentan dar a la amistad un origen más alto y más aproximado a los fenómenos naturales. Así, Eurípides{161} nos dice que «la tierra desecada ama la lluvia, y que el cielo brillante gusta, cuando está lleno de agua, de precipitarse sobre la tierra». Por su parte Heráclito pretende que «solamente lo rebelde, lo opuesto, es útil; que la más bella armonía no sale sino de los contrastes y de las diferencias; y que todo en el universo ha nacido de la discordia». también hay otros, entre los cuales puede citarse a Empedocles, que se colocan en un punto de vista completamente contrario, y que sostienen, como dijimos antes, que lo semejante busca a lo semejante.

Dejemos aparte aquellas de estas diversas cuestiones que tienen carácter físico, porque son extrañas al objeto que aquí tratamos; y examinemos todas las que se refieren directamente al hombre, y que tienden a dar razón de su carácter moral y de sus pasiones. He aquí, por ejemplo, las cuestiones que podemos discutir: ¿puede existir la amistad entre todos los hombres sin excepción? ¿O acaso, cuando los hombres son viciosos son incapaces de practicar la amistad? ¿Hay una sola especie de amistad? ¿Pueden distinguirse muchas? A nuestro parecer, cuando se sostiene que no hay más que una sola, que varía simplemente en el más y en el menos, no se aduce en apoyo de tal afirmación una prueba bastante sólida, puesto que hasta las cosas que son de un género diferente son susceptibles también del más y del menos. Pero este es punto que ya hemos tratado anteriormente.

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{159} Esto dice Diómedes hablando de sí mismo y de Ulises. Iliada, canto X, v. 224.

{160} Admirable doctrina precursora del cristianismo y que Aristóteles toma de las enseñanzas de su maestro. Véase la Política, lib. II, capítulos I y VIII.

{161} No se sabe a qué pieza de Eurípides pertenecen estos versos.

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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 1, páginas 211-213