Obras de Aristóteles Moral a Nicómaco 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Patricio de Azcárate

[ Aristóteles· Moral a Nicómaco· libro cuarto· I· II· III· IV· V· VI· VII· VIII· IX ]

Moral a Nicómaco · libro cuarto, capítulo VI

Del espíritu sociable

En las relaciones de todas clases que los hombres tienen entre sí en la vida común, lo mismo en la simple conversación que tratándose de negocios, hay personas que procuran hacerse agradables a todo el mundo. En su deseo de agradar, todo lo aprueban; no contradicen nada, creyendo que es un deber no disgustar nunca a las personas con quienes hablan.

Hay otros que, dotados de un carácter completamente opuesto, hacen la contra en todas las cosas, sin cuidarse de los disgustos que puedan causar; y se les llama batalladores y pendencieros. Es claro, y no hay necesidad de decirlo, que estas dos disposiciones opuestas son dignas de censura, y que sólo es laudable la disposición media, que hace que se acoja o que se rechace como es debido a los hombres y a las cosas que deban acogerse o rechazarse.

Por lo demás, esta sabia disposición no ha recibido nombre particular; pero se parece mucho a la amistad; porque el hombre, que encontramos en esta disposición media, es tal a nuestros ojos, que desde luego nos prestaríamos a llamarle un verdadero amigo, si a sus buenas maneras uniera un sentimiento de afección hacia nosotros. Pero se diferencia de la amistad en que el corazón de tal hombre no se siente impresionado, ni seriamente ligado a aquellos con quienes habla; no toma las cosas como es debido, ni por amor, ni por odio, sino que todo lo hace simplemente porque él es así de suyo. Esto es tan cierto, que se muestra siempre del mismo modo con los que conoce que con los que no conoce; con los que ve habitualmente, que con los que ve raras veces; lo cual no impide que guarde con cada uno las formas convenientes; porque no debe tratarse con el mismo tono a los amigos que a los extraños, cuando hay que darles pruebas de interés o de disgusto. He dicho, de una manera general, que el hombre de este carácter será en la sociedad todo lo que debe ser; pero añado ahora, que refiriendo cuanto hace al bien y a lo útil, conseguirá seguramente no disgustar a nadie, y ser agradable a todo el mundo. [111]

En efecto, parece no pensar más que en los placeres y en las penas que nacen del comercio social. Pero siempre que no le venga bien o le resulte daño de tomar parte en ciertos placeres, los rechaza; caso necesario, prefiere con su negativa causar disgusto a los demás. Sobre todo si este placer puede causar un deshonor más o menos grave, y hasta una pérdida, al que se entrega a él, mientras que la contrariedad, que se le oponga sólo puede causarle un pequeño disgusto, entonces se decide a no aceptar la proposición y hasta a combatirla, sin temer el disgusto general que cause.

Por otra parte se conducirá de diferente modo en sus relaciones con las personas de consideración, con el común de las gentes, y con los que son más o menos conocidos suyos. Pondrá el mismo cuidado en tomar en cuenta todas las demás diferencias, dando a cada uno lo que le pertenece, buscando siempre en la cosa misma ocasión de causar placer a otro, y de ninguna manera disgusto; pero inclinándose siempre del lado en que las consecuencias puedan ser más graves; con lo cual quiero decir, que se incline siempre hacia lo bello y lo útil, decidiéndose a causar en el momento pequeños quebrantos, para preparar para más tarde un gran placer.

Tal es el hombre que tiene el carácter medio que acabo de indicar; y que no ha recibido nombre especial. En cuanto al que intenta agradar siempre, si sólo aspira a ser agradable sin ningún otro motivo, le llamamos complaciente; pero si obra así para que le resulte algún provecho personal, si cree hacer de este modo su fortuna u obtener las cosas que la fortuna procura, es un adulador. En fin, el que lejos de querer agradar encuentra malo todo lo que se hace, es, como ya he dicho, el hombre querelloso y pendenciero. Si los dos caracteres contrarios aparecen aquí exclusivamente opuestos entre sí, es porque el medio no ha recibido nombre particular.

<< >>

www.filosofia.org Proyecto Filosofía en español
© 2005 www.filosofia.org
  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 1, páginas 110-111