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Moral a Nicómaco · libro cuarto, capítulo IV

Del justo medio entre la ambición excesiva
y la completa indiferencia respecto de la gloria

Al parecer debe existir, como se ha dicho en lo que precede, alguna virtud que bajo el punto de vista del honor se aproxime mucho a la magnanimidad y que sea para ella lo que la liberalidad es a la magnificencia. Ambas, es decir, la liberalidad y esta virtud anónima, se alejan de lo grande; pero nos proporcionan la disposición moral que conviene tener respecto de las cosas medianas y pequeñas. Así como para dar y recibir las riquezas hay un justo medio, que está entre dos vicios que pecan, el uno por exceso y el otro por defecto; así pueden distinguirse en el deseo del honor y de la gloria dos matices, el uno más acentuado, el otro menos, e igualmente un medio que se muestra cuando sólo se aspira al honor en las ocasiones y en la manera que convenga aspirar. Si se critica al ambicioso, es porque busca los honores con más ardor del que conviene, y los reclama de cosas de las que no debía reclamarlos. No se censura menos al que, demasiado poco celoso de la estimación pública, no intenta adquirir el honor mediante bellas acciones. A veces, por lo contrario, se aplaude al ambicioso, a quien se considera dotado de corazón varonil y noble, así como se aplaude también al hombre sin ambición, cuyo corazón llamamos prudente y moderado, según dijimos más arriba. Pero es evidente, que pudiendo un término que expresa la tendencia hacia tal o cual cosa ser tomado en muchos sentidos, nosotros no tomamos aquí siempre el nombre de ambicioso de una misma manera. Y así le alabamos, cuando tiene más ambición que el común de los hombres; y a la vez le criticamos cuando es más ambicioso de lo que debe ser. No teniendo el medio nombre especial, y quedando en cierta manera vacío, los extremos lo reclaman y disputan queriéndole para sí, bien que donde quiera [107] que haya exceso y defecto, necesariamente tiene que haber un medio. Puede ambicionarse el honor más o menos de lo debido; pero también se puede ambicionar hasta el punto que sea conveniente; y esta disposición, sin nombre particular, que es el justo medio en punto a ambición, es la única digna de nuestra alabanza. Si se compara este medio con la ambición propiamente dicha, parece una indiferencia absoluta respecto de la gloria; y si se compara con esta absoluta indiferencia, parece, por lo contrario, una ambición verdadera. Cotejado con cada uno de los extremos, es en cierta manera el uno y el otro indistintamente.

Por lo demás, esta alternativa se encuentra, al parecer, en todas las demás virtudes; y si los extremos resultan aquí más completamente opuestos, es porque el medio que los separa no ha recibido un nombre especial.

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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 1, páginas 106-107