Trotski pasa unas semanas en España y escribe Mis peripecias en España
Reedición con prólogo plagiario de Pepe Esteban
→ Texto íntegro de León Trotski, Mis peripecias en España
El texto de Trotski, traducido por Andrés Nin y publicado en 1929 por la Editorial España (→ “Socialfascistas publican las andanzas de Trotski por España”), reproducido en las recopilaciones filotrotskistas editadas en 1933 por Editorial Fénix y en 1971 por Ruedo Ibérico, en 1975 por Akal (→ “Una edición basura de 1975 y su secuela digital de 2009”) y en 2007 por Endymion (→ “Reedición subvencionada en época de Zapatero”), fue de nuevo reeditado en 2012 por la editorial Reino de Cordelia, con un prólogo de José Esteban, en el que afirma, sorprendentemente, que “la fortuna de estas sinceras y apresuradas páginas no ha sido muy fructífera en nuestro país”, viniendo a presentarse esta reedición de 2012 como recuperadora directa de la de 1929 (no menciona, por supuesto, ninguna de sus predecesoras), con la confusa afirmación, además, de que “este volumen recupera las ilustraciones realizadas por K. Rotova para la edición príncipe rusa” (que toman, obviamente, de la edición madrileña de 1929, sin decir que también habían sido ya reproducidas por Endymion en 2007). No incorpora esta edición de 2012, en teoría, ni la Nota editorial anónima de la edición de 1929, ni la semblanza de Trotski que allí firma Julio Álvarez del Vayo. Pero ofrece, sin embargo, un “Prólogo” que firma, hasta la saciedad, José Esteban (en sobrecubierta, en cubierta, entre los créditos –donde reclama © 2012 para el mismo–, en portada, en el índice, y en las páginas 9 y 19, primera y última de tan signado prólogo), un prólogo plagiario.

Lev Trotski, Mis peripecias en España, Reino de Cordelia, Madrid 2012, 184 páginas.
[Lomo sobrecubierta y cubierta] “Lev Trotski · Mis peripecias en España · 7”. [Sobrecubierta y cubierta] “Mis peripecias en España · Lev Trotski · Traducción de Andrés Nin · Prólogo de José Esteban”. [Solapa anterior de la sobrecubierta] «Lev Trotski…” [Solapa posterior de la sobrecubierta] «Reino de Cordelia”. [Contrasobrecubierta] Mis Peripecias en España. [3] “7 Mis Peripecias en España”. [4] “Primera edición en Reino de Cordelia, enero de 2012 (Basado en la edición publicada por la editorial España en 1929). Edita: Reino de Cordelia. Derechos exclusivos de esta edición en lengua española © Reino de Cordelia, S.L. Avd. Alberto Alcocer, 46 - 3º B, 28016 Madrid. Prólogo de © José Esteban, 2012. Cubierta de © Raúl Arias, 2012. Traducción de Andrés Nin. Ilustraciones de K. Rotova. ISBN: 978-84-939798-0-5. Depósito legal: P-264/2011. Diseño: Jesús Egido. Edición y Maquetación: Chema Izquierdo. Corrección de pruebas: Pepa Rebollo. Imprime: Gráficas Zamart. Impreso de la Unión Europea, Printed in E. U. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.” [5] “Mis Peripecias en España | Lev Trotski | Traducción de Andrés Nin | Prólogo de José Esteban | Ilustraciones de K. Rotova” [7-8] Índice. [9-19] “Prólogo por José Esteban” (I. El Viaje, 9-13; II. El Autor, 14-17; III. El Libro, 18-19). [21-181] Mis Peripecias en España. [183] “Esta primera edición en Reino de Cordelia de Mis Peripecias en España se acabó de imprimir en el invierno de 2012” [184] “La versión electrónica de este libro está disponible en librosinlibro.com ISBN 978-84-939798-1-2.”
Otra de las peculiaridades de esta edición de 2012 estriba en la imbecilidad o estupidez –por la que no circulan solos– que consiste en rebautizar a León Trotski como Lev Trotski (ya puestos, podían escribir Лев Тро́цкий). El talibanismo rebautizador lo han trasladado incluso a la firma del prólogo que Trotski escribió en ruso para la edición española de 1929, que si allí aparece firmado por “León Trotski. Constantinopla, junio de 1929”, convierten, enmendando la traducción de Tatiana Enco de Valero, en “Constantinopla, junio de 1929. Lev Trotski” (se les pasó rebautizar Constantinopla como Κωνσταντινούπολις, Constantinopolis, قسطنطينيه, o Estambul-İstanbul).
Cuando el periódico La Acción del sábado 11 de noviembre de 1916 (ver “¿Qué pasa?”) informa de que “un individuo ruso, llamado Bronstein Trotzky” ha sido detenido en Madrid, dice que “en la casa en que fue hallado se hacía llamar León Trotzky”. Conducido Trotski por dos policías que le trasladan de Madrid a Cádiz en tren, envía desde Córdoba, el 13 de noviembre de 1916, un telegrama de protesta al periódico La Acción que firma León Trotzky (ver “León Trotzky protesta”). Como Leon Trotzky fue registrado en la Isla Ellis al desembarcar en Nueva York el 14 de enero de 1917. León Trotski le dicen las ediciones en español de esta obra de 1929, 1971, 1975 y 2007; León Trotsky la de 1933. Estos pedantes hodiernos se someten como alumnitos aplicados a esas pautas presuntamente internacionales que regurgitan de tarde en tarde burócratas normalizadores (como cuando en 2001 la Academia de la Lengua, en pleno delirio inconsecuente sumiso del imperialismo cultural anglosajón, decide para la lengua española, que ellos pretenden pastorear, su «regreso al alfabeto internacional, que supone prescindir de las antiguas letras che y elle»: ¿regreso a dónde? ¿y la eñe? ¿acáso no es internacional el alfabeto español? Bobos). A la decisión de la editorial, y de José Esteban, de decir Lev a León Trotski, se suma la circunstancia de que esta edición, aunque la editorial tiene su domicilio en Madrid, no aparezca firmada en España: hecho el libro en un taller de Palencia (con depósito legal de 2011 en esa provincia, “se acabó de imprimir en el invierno de 2012”), sus editores lo proclaman “Impreso de la Unión Europea. Printed in E.U.”. ¡Cuánto esfuerzo para que no se incumpla el aforismo clásico: “cada día que amanece, el número de tontos crece”!
[ Índice ]
Prólogo por José Esteban, 9
Mis peripecias por España, 21
Prólogo, 23
I. De París a España, 27
II. Camino de Madrid, 35
III. En Madrid, 37
IV. En la Cárcel Modelo, 51
V. Más sobre la cárcel, 69
VI. En libertad vigilada, 79
VII. Hacia el Sur, 85
VIII. En Cádiz, 97
IX. Conversaciones, 119
X. Lecturas sobre España, 125
XI. Siguen las lecturas, 131
XII. Más conversaciones y más libros, 139
XIII. Fiestas y espectáculos, 147
XIV. Enseñanzas históricas, 151
XV. A Barcelona y en Barcelona, 159
XVI. La expulsión a América, 167
XVII. Aquí termina España, 175.
(Trotski, Mis peripecias en España, Reino de Cordelia, Madrid 2012, páginas 7-8.)
[ Solapa ]
Lev Trotski (Yánovka, Ucrania, 1879 - Coyoacán, México, 1940) es uno de los políticos rusos que más luchó por la revolución, hasta el punto de enfrentarse a Stalin, lo que acabaría costándole la vida. De origen judío, estudió Derecho en Odessa y muy pronto comenzó a participar en movimientos obreros y a defender ideas socialdemócratas. En 1898 fue detenido y desterrado a Siberia, de donde escapó gracias al pasaporte de un antiguo carcelero suyo llamado Trotski, pseudónimo que ya no abandonó jamás. Reclamado a Londres por Lenin, en 1905 regresó a Rusia, donde expuso por primera vez su teoría de la “revolución permanente” y volvió a ser deportado a Siberia. Logró huir a Finlandia y hasta la Primera Guerra Mundial residió en Viena, desde donde dirigió Pravda. A partir de entonces emprendería una larga peregrinación por Europa, de expulsión en expulsión, que le llevaría a Francia, España y desde aquí a Nueva York. En 1917 volvió de nuevo a Rusia y se sumó activamente a la revolución soviética, fue miembro del comité central del partido bolchevique, presidió el soviet de Petrogrado y tras la muerte de Lenin sostuvo una postura crítica con Stalin, que le expulsó de la URSS en 1929. Se exilió en Constantinopla, donde escribió Mi vida (1930), Historia de la revolución rusa (1932) y el prólogo a Mis peripecias en España. Posteriormente se trasladaría a Francia, Noruega y desde allí a México, donde en 1938 fundó la IV Internacional. Dos años después, el largo brazo de Stalin consiguió darle muerte en un atentado perpetrado con un piolet por el comunista catalán Ramón Mercader.
(Trotski, Mis peripecias en España, Reino de Cordelia, Madrid 2012, Solapa anterior de la sobrecubierta.)
Reino de Cordelia
2 La Velada en Benicarló. Diario de la guerra de España, Manuel Azaña. Prólogo de Isabelo Herreros y José Esteban. Epílogo gráfico de Vicente A. Serrano.
3 BUG (Bicho), Miguel Ángel Martín.
4 Gente con Clase. Un profesor de español entre extranjeros, Juan Lázaro. Ilustraciones de Carla Berrocal.
5 Dismundo, Rogelio Blanco Martínez, Prólogo de Juan Gelman.
6 La Cruzada de los Niños, Marcel Schwob. Edición y traducción de Luis Alberto de Cuenca. Ilustraciones de Jean-Gabriel Daragnès
Fotografías de cubierta: Lev Trotski en su exilio de México.
(Trotski, Mis peripecias en España, Reino de Cordelia, Madrid 2012, Solapa posterior de la sobrecubierta.)
Mis Peripecias en España
Expulsado de Francia por germanófilo y de Alemania por francófono, Lev Trotski llegó a España en 1916, donde permaneció tan sólo unos meses. Tiempo suficiente para que sufriese todo tipo de incidentes, que motivaron una interpelación parlamentaria al Gobierno del conde de Romanones. Trotski fue encarcelado en Madrid y trasladado posteriormente a Cádiz en espera de un barco con rumbo a Nueva York. El libro se publicó en español en 1929, traducido por Andrés Nin y con prólogo del propio Trotski enviado desde Constantinopla. Mis peripecias en España retrata a una sociedad atrasada, pícara y corrupta que el líder de la revolución soviética compara constantemente con Alemania y Francia. Este volumen recupera las ilustraciones realizadas por K. Rotova para la edición príncipe rusa.
«En esta cárcel de Madrid todo se puede tener: un buen cuarto, cerveza, vino, tabaco, luz hasta hora avanzada de la noche; basta sólo pagar. Este liberalismo carcelario está sin duda fundado en motivos de orden fiscal. Al alquilar estas “habitaciones amuebladas” a sus inquilinos más pudientes, el Estado economiza en los gastos carcelarios».
(Trotski, Mis peripecias en España, Reino de Cordelia, Madrid 2012, Contrasobrecubierta.)
El prólogo plagiario
La editorial Reino de Cordelia está dirigida por el periodista Francisco Jesús Egido Salazar (Ponferrada 1959, fue redactor-jefe de Diario 16 y jefe de redacción de Tribuna), impulsor de Rey Lear Ediciones (Rey Lear S. L., constituida en abril de 2006, B84700087) y máximo accionista de Reino de Cordelia S. L. (constituida en noviembre de 2008, B85558385). Como también firma el diseño de este libro, hay que felicitar a Jesús Egido por el buen acabado y lo cuidado de la edición. Lástima que objeto tan armonioso quede ensuciado por un prólogo que, en su mayor parte, no es sino refrito de textos que ya tenían vida propia y no precisaban padre putativo.
En efecto, José Esteban Gonzalo firma un Prólogo, dividido en tres partes, que es deudor, prácticamente en su totalidad, de textos que figuran en la edición de 1929, de los que se apropia, con © y todo, con gran desenvoltura. Para probar esta afirmación nada mejor que ofrecer a doble columna los textos (del Prólogo de Pepe Esteban prescindimos de cuatro notas en las que explica quiénes fueron Després, Anguiano, Nin y Trotski). Tan profunda es la asimilación, que el prologuista de 2012 asume incluso en primera persona un testimonio recabado por los editores de 1929: “Don Roberto Castrovido nos dice que no tuvo…”, se transforma bajo la firma de José Esteban, nacido en 1935, en “Don Roberto Castrovido nos dijo que no tuvo…”. Pero sucede que Castrovido murió en México en 1941.
La primera parte del Prólogo firmado por José Esteban se inspira puntualmente en la Nota editorial de la edición de 1929 (que va sin firma, pero pudo deberse a Juan Negrín, Luis Araquistain o su cuñado Julio Álvarez del Vayo, socios los tres en la Editorial España).
Editorial España, Madrid 1929
Expulsado de Francia por germanófilo, León Trotski vino a España en 1916. Espíritu complejo, en quien rivalizan el hombre de acción y el temperamento literario, Trotski no se resignó a sufrir pasivamente su pintoresca odisea en España: tomó notas de su accidentado viaje por nuestro país. El resultado es este libro, traducido por primera vez del ruso a otra lengua europea.
¿Y cómo le vio España a él? Hubiéramos querido interrogar a los policías, a los hoteleros, a las gentes que tuvieron con él algún trato y de las cuales habla en este libro. Como rara vez da sus nombres, nos ha sido imposible encontrarlos. Y es lástima, porque algunos quizá hubieran contado pormenores interesantes de la personalidad del gran revolucionario ruso.
Reino de Cordelia, Madrid 2012
Prólogo por José Esteban
I. El Viaje
Expulsado de Francia por germanófilo, el revolucionario ruso Lev Trotski vino a España en 1916. Persona compleja en la que rivalizaban el hombre de acción y un fuerte temperamento literario, se limitó a sufrir pasivamente su pintoresca odisea entre nosotros. Tomó notas de su accidentado viaje y el resultado es este pequeño librito.
La fortuna de estas sinceras y apresuradas páginas no ha sido muy fructífera en nuestro país. Traducido al español por Andrés Nin, apareció en la Editorial España en 1929, con una introducción de su propio autor.
Las únicas personas conocidas que menciona son tres: el socialista francés Després, que era gerente de una Compañía de seguros y que le ayudó económicamente; el ilustre periodista don Roberto Castrovido, que, aunque no llegó a conocer a Trotski, interpeló en el Congreso al gobierno de Romanones sobre el caso de su detención, y Daniel Anguiano, secretario del partido socialista en aquella época. Després, que era el que nos hubiese podido suministrar más detalles, hace tiempo que se ausentó de Madrid. Don Roberto Castrovido nos dice que no tuvo el gusto de conocer a Trotski. Fue un día a la cárcel con el fin de visitar a Torralva Beci, que se hallaba preso; allí le hablaron de un detenido ruso, hombre que no podía disimular su extraordinaria personalidad; todos, incluso los carceleros, se hacían lenguas de la valía de este hombre y le tenían por un ser superior. Al poco tiempo, Castrovido interpelaba en el Congreso sobre la detención del “pacifista” ruso, sin obtener ningún resultado. Particularmente, el conde de Romanones le dijo:
Las únicas personas conocidas que menciona en su libro son tres: el socialista francés Després¹, que era gerente de una Compañía de Seguros y que le ayudó económicamente; el gran periodista don Roberto Castrovido, que, aunque no llegó a conocer al revolucionario ruso, interpeló en el Congreso al Gobierno de Romanones sobre el caso de su detención, y Daniel Anguiano², secretario del partido socialista en aquellos días. Després, que era el que nos hubiera podido facilitar más datos, desapareció de Madrid sin dejar rastro. Don Roberto Castrovido nos dijo que no tuvo el gusto de conocer a Trotski. Fue un día a la Cárcel Modelo para visitar a Torralva Beci, que se hallaba preso; allí le hablaron de un detenido ruso, de extraordinaria y arrolladora personalidad. Al poco tiempo, Castrovido interpelaba en el Congreso sobre la detención del “pacifista” ruso, sin obtener ningún resultado. Particularmente, el conde de Romanones le dijo:
—Se trata de un sujeto en extremo peligroso, expulsado de Francia por sus ideas y a quien la Policía francesa nos lo ha entregado encargándonos mucha cautela. Ningún interés tenemos en retenerlo; por el contrario, nuestro deseo es deshacernos también de él.
Días después Trotski fue conducido a Cádiz; Castrovido no volvió a tener otras noticias que una carta, escrita en castellano, en la cual le daba las gracias por su intervención en el Congreso.
Anguiano sí llegó a conocerle; recuerda, sobre todo, la impresión profunda que producía en la gente el fuerte temperamento de Trotski. “En su mirada escrutadora –dice– se adivinaba la energía sobrehumana de este hombre.”
—Se trata de un sujeto en extremo peligroso, expulsado de Francia por sus ideas, a quien la Policía francesa nos lo ha entregado encargándonos mucha cautela. Ningún interés tenemos en retenerlo; por el contrario, nuestro deseo es deshacernos también de él.
Días después, Trotski fue conducido a Cádiz. Castrovido no volvió a tener otras noticias que una carta, escrita en castellano, en la cual le daba las gracias por su intervención en el Congreso.
El socialista Anguiano sí llegó a conocerlo y aún recuerda la impresión tan fuerte que le produjo. “En su mirada escrutadora –dice– se adivinaba la energía sobrehumana de este hombre”.
Se hospedó –después de pasar unos días en un hotel más caro– en una pensión modestísima de la calle del Príncipe, pues andaba muy escaso de dinero. Por aquel tiempo residía en Madrid otro ruso, obrero manual, quien ya presentía la importancia que habrían de tener Lenin y Trotski en un futuro movimiento revolucionario de Rusia. Al enterarse de que su compatriota estaba preso, mostró un deseo vehemente de entrevistarse con él; fue a la cárcel, acompañado de Anguiano, y sostuvo con el detenido una larga conversación en su idioma.
Trotski preguntó por qué estaba preso Torralva Beci; cuando se le dijo que por un artículo que había sido considerado como escarnio al dogma católico, contestó:
—En Rusia no se lleva a un hombre a la cárcel por ese delito.
Se hospedó en una pensión modestísima de la calle del Príncipe, pues andaba mal de dinero. Un obrero ruso, residente en Madrid y que presentía el papel que habrían de jugar Lenin y Trotski en la futura revolución rusa, fue a la cárcel con Anguiano y sostuvo con el detenido una muy larga conversación.
Otro día, en la pequeña habitación de la casa de huéspedes en que se alojaba, les dijo a los que le acompañaban:
—He sido expulsado de Alemania por francófilo; de Francia, por germanófilo. Claro está que yo no soy una cosa ni otra; soy un socialista que ve en la guerra una consecuencia fatal y lógica del sistema capitalista; nuestra misión no ofrece dudas: consiste en aprovechar el desequilibrio y el hambre creados por la guerra para excitar a las masas a la revolución.
Un día, antes de entrar en la cárcel, el revolucionario contó en la casa de huéspedes:
—He sido expulsado de Alemania por francófilo; de Francia, por germanófilo. Claro está que yo no soy una cosa ni otra; soy un socialista que ve en la guerra una consecuencia fatal y lógica del sistema capitalista; nuestra misión no ofrece dudas; consiste en aprovechar el desequilibrio y el hambre creados por la guerra para excitar a las masas a la revolución.
El día en que Trotski salió con dirección a Cádiz, Anguiano fue encargado de acompañarle a la estación. En el escaparate de una repostería de la calle de Carretas vio un pollo asado, que quiso comprar para la cena; pero, una vez dentro del establecimiento y al saber que costaba seis pesetas, le pareció demasiado caro; se lo manifestó así al dependiente, quien le dijo que ese era su precio; por fin, y no sin regatear aún con el repostero, se llevó el pollo.
Mencionamos aquí este detalle porque refleja bien la situación económica de Trotski en aquel tiempo.
El día en que salió en dirección a Cádiz, Anguiano fue el encargado de acompañarle a la estación. En el escaparate de una repostería de la calle de Carretas vio un pollo asado. Pidió precio, y al saber que costaba seis pesetas, le pareció caro, pero al fin, no sin regatear, se lo llevó para cenar. (Mencionamos este nimio detalle porque refleja su terrible situación económica).
Ya en la calle, se encaró con Anguiano y le dijo:
—Compañero, usted es un hombre de partido que tendrá, sin duda, otras obligaciones más importantes que acompañarme a la estación. Como quiera que entre nosotros huelgan en absoluto los formulismos sociales, le ruego que vaya a cumplir con su deber.
Y en la calle, le dijo a Anguiano:
—Compañero, usted es un hombre de partido y tendrá, sin duda, otras obligaciones más importantes que acompañarme a la estación. Como quiera que entre nosotros huelgan en absoluto las formalidades sociales, le ruego que vaya a cumplir con su deber.
Anguiano replicó:
—No es para realizar un mero formulismo por lo que le acompaño; yo no puedo dejarle mientras no tenga la evidencia de que usted sale para su destino sin ningún tropiezo.
—En ese caso, vámonos –fue la contestación de Trotski.
Anguiano nos refiere su gran sorpresa al enterarse, algún tiempo después, del papel desempeñado por Trotski en la revolución.
—Desde luego, advertí en él un hombre extraordinario –dice–; pero estaba muy lejos de suponer que había conocido a una figura de semejante talla. Más tarde tuve el placer de escucharle en un mitin, en Leningrado. Así como Lenin era un orador fogoso y arrebatador, un desbordado torrente de pasión, Trotski es un orador reflexivo, que, no obstante, conmueve a las muchedumbres. Su palabra está cargada de pensamiento y de fuerza. No olvidaré nunca su silueta aguda y flemática, su rostro de líneas angulosas, que refleja una energía extrahumana.
Esto es todo lo que hemos podido averiguar de Trotski tal como fue visto en España.
Anguiano replicó:
—No es para realizar un mero formulismo por lo que le acompaño; yo no puedo dejarle mientras no tenga la evidencia de que usted sale para su destino sin ningún tropiezo.
—En ese caso, vámonos.
El líder socialista estaba muy lejos de imaginar que había conocido a figura de tal calibre. “Más tarde –confesó– tuve el placer de escucharle en un mitin en Leningrado. Así como Lenin era un orador fogoso y arrebatador, un desbordado torrente de pasión, Trotski es un orador reflexivo, que, no obstante, conmueve a las muchedumbres. Su palabra está cargada de pensamiento y de fuerza. No olvidaré nunca su silueta aguda y flemática, su rostro de líneas angulosas, que refleja una energía sobrehumana”.
Y esto es lo que sabemos del paso del revolucionario por España.
La segunda parte del Prólogo firmado por José Esteban aprovecha la parte final de la Nota editorial de la edición de 1929 y algunos párrafos del principio y del final del Apéndice que Julio Álvarez del Vayo añade a esa edición, “Notas para una semblanza de Trotski”. Como puede advertirse, José Esteban menciona el texto de Álvarez del Vayo, y hasta un par de veces entrecomilla citas suyas, refundiendo el resto.
Editorial España, Madrid 1929
Este libro que ofrecemos hoy al lector español tiene ahorra, pasados algunos años, un extraordinario interés psicológico. Hay en estas páginas un humorismo acre y flagelador, de un tono completamente eslavo. Se muestra aquí un aspecto interesantísimo de la compleja y rica personalidad de León Trotski: el aspecto de hombre agudo y curioso, dotado de un incisivo espíritu crítico. Naturalmente, el autor examina las cosas y las personas con un criterio estrictamente revolucionario, pero también con una flexibilidad y una perspicacia sorprendentes. Trotski ha calado hondo en no pocas cosas de España. Este relato le acredita de hombre certero, capaz de ver, en una rápida ojeada, algo más que la superficie de las cosas.
Es el libro de un hábil psicólogo y de un observador avezado. Leyéndolo se comprenden sin esfuerzo otras facetas del temperamento de Trotski.
Reino de Cordelia, Madrid 2012
Prólogo por José Esteban
II. El autor
El libro apareció –como dijimos– en 1929. Hay en sus páginas un humorismo acre, de un tono completamente eslavo y en el que su autor se muestra agudo y curioso, así como incisivo y crítico. Podemos decir que el revolucionario leyó claro y hondo en muchas de las cosas que vio en España. Y este breve, pero muy sustancioso relato, le acredita de sicólogo así como de gran observador.
Por Andrés Nin, traductor del libro, conocíamos el deseo de Trotski de escribir un prólogo especial para la edición española. Por diversos conductos le escribimos a su destierro de Constantinopla pidiéndoselo, y ya desesperábamos de recibirlo cuando he aquí que, compuesta la obra, llega a última hora a nuestras manos. Le acompaña una carta, escrita en francés y fechada el 6 de junio de 1929 en Constantinopla, donde, entre otras cosas, se nos dice:
Etant donné que je ne connais pas la langue espagnole, je suis obligé d'écrire la préface en langue russe. Y a-t-il chez vous un traducteur suffisamment competent? Je suis obligé d'insister sur une traduction exacte et litteraire.
El prólogo lo ha traducido del ruso doña Tatiana Enco de Valero.
En esta edición española hemos reproducido, como graciosa curiosidad, los grabados de la edición rusa de 1926, originales de K. Rotova.
Andrés Nin³, traductor del libro, conocía el deseo de Trotski de escribir un prólogo para la edición española. Los editores se pusieron en contacto con el autor en su destierro de Constantinopla, y cuando ya desesperaban, apareció, ya compuesta la obra, con una carta en francés, el prólogo escrito en ruso. Traducido por Tatiana Enco de Valero, se puso al frente de la edición, que reproduce, como graciosa curiosidad, los grabados de la edición rusa de 1926, originales de K. Rotova.
Apéndice
Notas para una semblanza de Trotski
[…]
Uno de sus primeros actos de rebeldía, en la escuela de Odesa. […] Pero el profesor de Historia, acaso agudizado el instinto por las dotes naturales de previsión que lleva consigo la asignatura, no deja de observar, contrariado:
La curiosa edición se enriquece con una semblanza del revolucionario escrita por Álvarez del Vayo. “Ya desde un punto de vista político, literario o simplemente humano, su silueta fascina lo mismo en la cumbre del poder que en el destierro. Tiene el atractivo singular que ofrece todo riesgo".
Su novelesca vida, así como su no menos novelesca muerte4, ha hecho correr ríos de tinta. Su rebelión juvenil en la escuela de Odesa descubre ya una personalidad atrayente y sugestiva, que hizo exclamar a su profesor de Historia:
—Este demonio de muchacho dará que hacer algún día.
(También el padre de Kerenski, en cuya escuela estudió Lenin, se quedó un cuarto de hora bien claro mirando fijamente al que un día iba a desalojar del Poder a su hijo.)
A Trotski se le destinaba para ingeniero. Pero él era de los llamados a trazarse por sí mismo su destino. Entre las veleidades de su adolescencia, dos inquietudes le dominan: la preocupación literaria, que no ha de abandonarle nunca, y el sentimiento de solidaridad con los oprimidos por el régimen zarista.
[…] La participación de Trotski en la revolución de 1917, su obra magna como creador del ejército rojo, son hechos más conocidos y que pertenecen a la historia reciente.
[…] su fama de organizador, de trabajador incansable, que penetra, dominándolos, en los problemas más diversos de la política interior y exterior, sin tener que renunciar por ello a escribir sobre literatura, a sostener una polémica con Kautsky, a dictar por teléfono a su secretario en Moscou, desde su tienda de campaña, docenas de artículos y proclamas, aumenta de día en día, hasta que, después de la muerte de Lenin, surge violenta la polémica interna del partido.
En el destierro, durante el tiempo que estuvo confinado en Alma Ata, a cinco jornadas de caravana de la estación de ferrocarril más próxima, y ahora en Constantinopla, él continúa dando muestras de su energía indomable, puesta al servicio de la idea de la revolución permanente, y convencido de la imposibilidad de instaurar el socialismo en un solo país, sobre todo si, además, está económicamente retrasado: los dos conceptos fundamentales del "trotskismo".
—Este demonio de muchacho dará que hacer algún día.
(También el padre de Kerenski, en cuya escuela estudió Lenin, quedó un cuarto de hora bien claro mirando fijamente al que un día iba a desalojar del poder a su hijo).
A Trotski se le destinaba para ingeniero. “Pero él era de los llamados a trazarse por sí mismo su propio destino. Entre las veleidades de su adolescencia, dos inquietudes le dominan: la preocupación literaria, que no ha de abandonarle nunca, y el sentimiento de solidaridad con los oprimidos por el régimen zarista”.
Su participación en la revolución de 1917 puede considerarse su gran obra como creador del Ejército Rojo, donde demostró sus dotes de organizador, de trabajador incansable, sin renunciar para ello a la literatura, a sostener una polémica con Kautsky o a dictar a su secretaria en Moscú, desde su tienda de campaña, docenas de artículos y proclamas, hasta que la muerte de Lenin hace surgir la violenta polémica interna del partido.
Después, desde el destierro, confinado primero en Alma Ata, y ahora (en la fecha de aparición del libro, 1929) en Constantinopla, y hasta su violenta muerte en México, continuó dando muestras de su energía indomable, puesta al servicio de la revolución permanente y su convencimiento de que el socialismo no podía instaurarse en un sólo país y, sobre todo, si éste, era económicamente atrasado.
La tercera parte del Prólogo firmado por José Esteban sintetiza, con alguna cita entrecomillada, el “Prólogo a la edición española” escrito por Trotski, transcrito íntegro en la reedición de Reino de Cordelia (que, como ya se dijo, no incorpora formalmente ni la nota editorial ni el apéndice de Álvarez del Vayo a la edición de 1929).
Editorial España, Madrid 1929
[…] En la cárcel de Madrid, en el tren, en el hotel de Cádiz apuntaba mis impresiones sin un fin determinado. Mis cuadernos de apuntes hicieron luego el viaje conmigo a través del Atlántico; se quedaron entre mi equipaje durante las semanas en que disfruté de la hospitalidad del rey de Inglaterra, en el campo de concentración del Canadá, y volvieron a atravesar conmigo el océano y la península escandinava, hasta Petrogrado. En el torbellino de los acontecimientos de la revolución y de la guerra civil olvidé su existencia. En 1924, hablando con mi amigo Voronski, mencioné de pasada mis impresiones y mis apuntes españoles. Voronski dirigía entonces la mejor revista literaria mensual de la República soviética, y, con su energía de periodista nato, se aprovechó inmediatamente de mi indiscreción para no dejarme marchar sino después de haberme comprometido solemnemente a buscar mis cuadernos de notas, a darlos a copiar y a ponerlos en cierto orden. Así surgió este librito. Otro de mis amigos, Andrés Nin, decidió traducirlo al español. Tenía grandes dudas sobre la sensatez de esta empresa. Pero Nin mostró gran insistencia. Por tanto, la responsabilidad de la aparición de este libro en español pesa sobre él.
Reino de Cordelia, Madrid 2012
Prólogo por José Esteban
III. El libro, Mis peripecias por España
En la Cárcel Modelo de Madrid, en el tren, en el hotel de Cádiz, Trotski apuntaba sus impresiones, sin un fin determinado. Sus cuadernos de apuntes le acompañaron luego a través del Atlántico, en la hospitalidad que disfrutó del rey de Inglaterra, en el campo de Concentración de Canadá y volvieron con su autor hasta Petrogrado. En el torbellino de su vida se olvidó de esos ligeros apuntes. Pero ya en 1924, hablando con su amigo Voronski, mencionó de pasada sus apuntes sobre España. Entonces, Vorosnki [sic], que dirigía la mejor revista literaria soviética, con su energía acostumbrada, le obligó a buscar sus apuntes y a ponerlos en orden. Así surgió este librito. Otro de sus amigos, Andrés Nin, decidió traducirlo al español.
Mis conocimientos de la lengua española quedaron en un grado muy rudimentario: el Gobierno español no me dejó perfeccionarme en el idioma de Cervantes. Esta sola circunstancia basta para explicar el carácter, harto superficial y ligero, de mis observaciones. Sería inútil buscar en este libro cuadros más o menos amplios de las costumbres o de la vida política y cultural de España. Lo dicho anteriormente demuestra cuán lejos está el autor de semejantes pretensiones. No viví en España como investigador u observador, ni siquiera como un turista en libertad. Entré en este país como expulsado de Francia y residí en él como detenido en Madrid y como vigilado en Cádiz, en espera de una nueva expulsión.
El Gobierno español no le dejo tiempo, se lamenta Trotski, para perfeccionarse en la lengua de Cervantes. “Sería inútil buscar en este libro cuadros más o menos amplios de las costumbres o de la vida política y cultural de España. (...) Entré en este país como expulsado de Francia y residí en él como detenido en Madrid y como vigilado en Cádiz, en espera de una nueva expulsión”.
[…] El tono general del libro expresa, en toda su espontaneidad, las sensaciones con que efectué el viaje por Irún, San Sebastián, Madrid hasta Cádiz, y de allí otra vez a Madrid y Barcelona, para desembarcar luego, despegando de la costa europea, al otro lado del Atlántico.
Pero si este librito puede despertar el interés del lector español e inducirle a penetrar en la psicología de un revolucionario ruso, no lamentaré el trabajo que ha hecho mi amigo Nin para traducir estas páginas escuetas y sin pretensiones.
Constantinopla, junio de 1929.
Según, pues, su autor, sólo recoge las impresiones, con toda su espontaneidad, recopiladas en el viaje de Irún, San Sebastián y Madrid, hasta Cádiz, y de allí otra vez a Madrid y a Barcelona, para desembarcar, dejando atrás Europa, al otro lado del Atlántico.
Y termina así su prologuito: “Pero si este librito puede despertar el interés del lector español e inducirle a penetrar en la psicología de un revolucionario ruso, no lamentaré el trabajo que ha hecho mi migo Nin para traducir estas páginas escuetas y sin pretensiones”. Y lo fecha y data en Constantinopla, en junio de 1929.
Y poco más. Adéntrese el lector en estas singulares páginas, llenas de aciertos acerca del país y de los españoles, de nuestra Policía y de nuestras cárceles. Por fin, el 13 de enero, domingo, de 1917, el revolucionario llega a Nueva York. “Cielo gris sobre el agua verde-gris. Gotas de lluvia. El barco se pone de nuevo en movimiento. Orillas veladas por la niebla. Árboles de invierno. Edificios de puerto. Todo predice la gigantesca mole que por ahora se oculta aún en el amanecer brumoso.
Aquí termina España.”
En las cubiertas y en el prólogo de esta edición de Reino de Cordelia se reproducen algunas fotografías de Trotski, que no tienen que ver cronológicamente con sus peripecias en España, incluyendo dos versiones de una de las tomadas en mayo de 1920 en la plaza Sverdlov de Moscú, con Lenin, de la que fueron luego borrados Trotski y Kamenev, y otra del Trotski agonizante en un hospital de México “tras ser atacado con un piolet por el catalán Ramón Mercader”. Puede así incorporarse esta edición a la tradición exaltatoria de Trotski y del trotskismo propia del anticomunismo de la Guerra Fría, tan auspiciada, entre otros, por el Congreso por la Libertad de la Cultura, del que José Esteban fue compañero de viaje.
La edición de Reino de Cordelia también fomenta el autodesprecio nacional propio de quienes han mamado, asimilado y gustan de propalar la leyenda negra antiespañola. En 1929 los editores valoraban que “Trotski ha calado hondo en no pocas cosas de España”. Los progres reeditores de 1975, inspirándose en esa frase de 1929, incorporaban ya un matiz de autodesprecio: Mis peripecias en España “supo calar hondo en no pocas de nuestras limitaciones”. Pero los acomplejados reeditores europeístas de 2012 van más allá y pontifican (en la contrasobrecubierta) que “Mis peripecias en España retrata a una sociedad atrasada, pícara y corrupta que el líder de la revolución soviética compara constantemente con Alemania y Francia”. Cada día que amanece, el número de tontos crece.