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Metafísica · libro cuarto · Γ · 1003a-1012b
VI Refutación de los que pretenden que todo lo que parece es verdadero
Veamos una dificultad que se proponen los más de estos filósofos, unos de buena fe, y otros por el solo gusto de disputar. Preguntan, quién juzgará de la salud, y, en general, quién es el que juzgará con acierto en todo caso. Ahora bien, hacerse semejante pregunta, equivale a preguntarse si en el mismo acto que uno la hace está dormido o despierto. Todas las dificultades de este género tienen un mismo valor. Estos filósofos creen que se puede dar razón de todo, porque buscan un principio, y quieren arribar a él por el camino de la demostración. Pero sus mismos actos prueban, que no están persuadidos de la verdad de lo que anticipan; incurren en el error de que ya hemos hablado; quieren darse razón de cosas respecto de las que no hay razón. En efecto, el principio de la demostración no es una demostración; y sería fácil convencer de ello a los que dudan de buena fe, porque esto no es difícil de comprender. Pero los que sólo quieren someterse a la fuerza del razonamiento, exigen un imposible, piden que se les ponga en contradicción, y comienzan por admitir los contrarios.
Sin embargo, si no es todo relativo, si hay seres en sí, no podrá decirse, que todo lo que parece es verdadero, porque lo que parece parece a alguno. De suerte, que decir que todo lo que parece es verdadero, equivale a decir, que todo es relativo. Los que exigen una demostración lógica, deben tener en cuenta lo siguiente: es preciso que admitan, si quieren entrar en una discusión, no que lo que aparece es verdadero, sino que lo que aparece es verdadero para aquel a quien aparece, cuándo y cómo le aparece. Si se prestan a entrar en discusión, y no quieren añadir estas restricciones a su principio, caerán bien pronto en la opinión de la existencia de los contrarios. En efecto, puede suceder, que la misma cosa parezca a la vista que es miel, y no lo parezca al paladar; que las cosas no parezcan las mismas a cada uno de los dos ojos, si son diferentes el uno del otro.
Es fácil responder a los que, por las razones que ya hemos indicado, pretenden que la apariencia es la verdad, y por consiguiente, que todo es verdadero y falso igualmente. Unas [143] mismas cosas no parecen a todo el mundo; ni parecen a un mismo individuo siempre las mismas; parecen muchas veces contrarias al mismo tiempo. El tacto, sobreponiendo los dedos, acusa dos objetos, cuando la vista no acusa más que uno. Pero en este caso, no es el mismo sentido el que percibe el mismo objeto; la percepción no tiene lugar de la misma manera, ni en el mismo tiempo; y sólo bajo estas condiciones sería exacto decir, que lo que aparece es verdadero.
Los que sostienen esta opinión, no porque vean en ella una dificultad que resolver, y sí tan sólo por discutir, se verán precisados a decir, no «esto es cierto en sí» sino: «esto es cierto para tal individuo» y, como ya hemos dicho precedentemente, les será preciso referir todo a algo, al pensamiento, a la sensación. De suerte que nada ha sido, nada será, si alguno no piensa en ello antes; y si algo ha sido o debe de ser, entonces no son ya todas las cosas relativas al pensamiento. Además, un solo objeto sólo puede ser relativo a una sola cosa o a cosas determinadas. Si, por ejemplo, una cosa es a la vez mitad e igual, lo igual no será por este concepto relativo al doble. Con respecto a lo que es relativo al pensamiento, si el hombre y lo que es pensado son la misma cosa, el hombre no es aquello que piensa, sino lo que es pensado. Y si todo es relativo al ser que piensa este ser se compondrá de una infinidad de especies de seres.
Hemos dicho lo bastante para probar, que el más seguro de todos los principios es, que las afirmaciones opuestas no pueden ser verdaderas al mismo tiempo, y lo bastante para demostrar las consecuencias y las causas de la opinión contraria.
Y puesto que es imposible, que dos aserciones contrarias sobre el mismo objeto sean verdaderas al mismo tiempo, es evidente que tampoco es posible que los contrarios se encuentren al mismo tiempo en el mismo objeto, porque uno de los contrarios no es otra cosa que la privación, la privación de la esencia. Pero la privación es la negación de un género determinado; luego si es imposible que la afirmación y la negación sean verdaderas al mismo tiempo, es imposible igualmente que los contrarios se encuentren al mismo tiempo, a menos que no esté cada uno de ellos en alguna parte especial del ser, o que se encuentre el uno solamente en una parte, pudiéndose afirmar el otro absolutamente.
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