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Moral a Nicómaco · libro octavo, capítulo VI
La verdadera amistad no se extiende a más de una persona
No es posible ser amado por muchos con una perfecta amistad, lo mismo que no lo es amar a muchos a la vez. La verdadera amistad es una especie de exceso en su género; es una afección que supera a todas las demás, y se dirige por su misma naturaleza a un solo individuo; porque no es muy fácil que muchas personas agraden a la vez tan vivamente, ni quizá sería bueno. Es preciso también haberse conocido y experimentado mutuamente y tener una perfecta conformidad de carácter, lo cual es siempre muy difícil. Pero cuando no hay de por medio otra cosa que el interés o el placer, es posible agradar a un crecido número de personas; porque hay siempre muchos dispuestos a contraer estas relaciones, y los servicios que se cambian de esta suerte pueden no durar más que un instante. De estas dos especies de amistad, la que se produce por el placer se parece más a la amistad verdadera, cuando las condiciones queda hacen nacer son las mismas por una y otra parte, y los dos amigos gustan uno de otro o se complacen en las mismas diversiones. Esto es lo que forma las amistades entre los jóvenes; porque en ellas es donde precisamente reinan la liberalidad y la generosidad de corazón. Por lo contrario, la amistad por interés es sólo digna del alma de los mercaderes.
Los hombres afortunados no tienen necesidad de relaciones útiles, pero necesitan relaciones agradables, y por esta causa quieren vivir habitualmente con algunas personas. Como el fastidio de la vida se quiere siempre evitar, y nadie soportaría continuamente ni aun el bien, si el bien le fuese penoso, los ricos buscan amigos que les sean agradables. Quizá les convendría más buscar en sus amigos la virtud al lado del placer; porque entonces reunirían todo lo que se necesita para que haya verdadera amistad. Pero cuando se ocupa una elevada posición, se tienen generalmente amigos de muy diversas clases. Unos son amigos útiles; otros amigos agradables; y como es muy raro que unas mismas personas tengan a la vez ambas cualidades, los opulentos se cuidan poco de buscar amigos agradables que estén al mismo [223] tiempo dotados de virtud, ni amigos útiles con el único objeto de hacer grandes y bellas cosas. Pensando en sus placeres, sólo quieren amigos dóciles y amables, o bien gentes hábiles y dispuestas siempre a ejecutar lo que se les mande.
Mas estas cualidades, el placer y la virtud, no se reúnen frecuentemente en el mismo individuo. Se ha dicho con razón, que el hombre virtuoso es a la vez agradable y útil; pero jamás un amigo tan perfecto se une a un hombre que le supera en posición, a menos que él no supere igualmente en virtud a este hombre opulento; de otra manera no compensaría su inferioridad con una igualdad proporcional. Pero no hay muchos hombres que se hagan amigos con estas condiciones.
Las amistades de que acabamos de hablar están fundadas también en la igualdad. Los dos amigos se hacen los mismos servicios, y están animados el uno para con el otro de las mismas intenciones, o por lo menos cambian entre sí una ventaja por otra ventaja, por ejemplo, el placer por la utilidad; pero ya hemos hecho observar, que estas amistades son menos verdaderas y menos durables. Como tienen semejanza y desemejanza a la vez con una sola y misma cosa, es decir, con la amistad fundada en la virtud, parecen a la vez que son y que no son amistades. Por su semejanza con la amistad virtuosa parecen amistades verdaderas; la una tiene lo agradable, la otra lo útil, doble ventaja que se encuentra igualmente en la amistad virtuosa. Mas como de otra parte esta se encuentra fuera del alcance de la calumnia y es durable, mientras que aquellas dos amistades inferiores pasan pronto y difieren aun en muchos puntos, puede también sostenerse que no son amistades; tan grande es su desemejanza con la amistad verdadera.
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