Obras de Aristóteles Moral a Nicómaco 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Patricio de Azcárate

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Moral a Nicómaco · libro sexto, capítulo III

Del arte

En lo que puede ser de otra manera de como es, es preciso distinguir dos cosas: de una parte, la producción, es decir, lo que producimos exteriormente, y de otra, la acción, es decir, lo que sólo pasa en nuestro espíritu. Se ve que la producción y la acción son muy diferentes una de otra. En este punto nos referimos a lo que se ha dicho en nuestras obras Exotéricas. [156] Por consiguiente, la disposición moral que, auxiliada por la razón, nos hace obrar, es muy diferente de esta otra disposición que, auxiliada igualmente por la razón, nos hace producir las cosas. Estas dos disposiciones no están comprendidas recíprocamente la una en la otra; la acción no es la producción, como la producción no es la acción. Pero como existe un arte (tomemos por ejemplo el arte especial de la arquitectura), y este arte es el resultado de una facultad de producción de cierto género, ilustrada por la razón; y como además no hay arte que no sea una producción auxiliada por la razón, así como en nuestra inteligencia no hay una facultad productiva que no sea también un arte, se sigue de aquí que el arte se confunde en nosotros con la facultad que produce las cosas exteriormente, auxiliada por la verdadera razón. Todo arte, cualquiera que él sea, tiende a producir; sus esfuerzos y sus especulaciones sólo tienen un objeto, que es hacer nacer alguna de estas cosas que pueden indiferentemente existir o no existir; y cuyo principio está únicamente en el que hace la cosa y no en la cosa hecha. Así el arte, no se refiere a las cosas que existen necesariamente o que se producen necesariamente, ni tampoco a las cosas que la naturaleza rige por sí sola; porque todas las cosas de este orden tienen en sí mismas el principio de su existencia. Por otra parte, siendo muy diferentes entre sí la producción y la acción, se sigue que el arte toca a la esfera de la producción y no a la de la acción propiamente dicha; y en cierto sentido puede decirse que la fortuna y el arte se aplican a los mismos objetos, como lo observa muy bien Agathon:

«La fortuna ama al arte; y el arte a la fortuna.»

El arte es, por consiguiente, cierta facultad de producir, dirigida por la razón verdadera, mientras que el defecto de arte, la incapacidad, es por lo contrario una facultad de producir conducida sólo por una razón falsa, aplicada siempre a las cosas contingentes, que pueden ser de otra manera de como son.

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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 1, páginas 155-156