Mariano Cubí Soler 1801-1875

«Secuela del materialismo, la doctrina frenológica y craneoscópica formulada por Gall y Spurzheim, confundida con el mesmerismo, acerca de la cual habían visto la luz en España algunos libros y folletos, encarnó en D. Mariano Cubí y Soler (1801-75), catalán educado en América, el cual se impuso penoso apostolado recorriendo casi toda España y sufriendo críticas, burlas y un proceso ante el tribunal eclesiástico de Santiago. Entre los muchos libros escritos por Cubí, se refieren a nuestra materia Introducción a la Frenología (N. Orleans, 1836), Manual de Frenología (Barcelona, 1844), Sistema completo de Frenología (id.) y varios opúsculos de controversia. Llevó con paciencia los contratiempos, escribiendo que «el hombre que de buena fe abraza una causa filosófica... debe bendecir los embates que le obligan a explicarla...» En su excursión a Sevilla el año 1845 dio pruebas prácticas de sus conocimientos en el Presidio, abrió gabinete de consulta en la Fonda de Europa y, dando un modelo de cabeza humana con indicación de los órganos referentes a las cualidades y pasiones del individuo, la fábrica de loza conocida por La Cartuja, sin rival en España, construyó numerosos y bellísimos ejemplares que aún se ven en los despachos de personas estudiosas.
En el teatro Principal pronunció un hermoso discurso, muy aplaudido, a modo de preparación para los dos cursos que explicó en la Universidad ante considerable número de alumnos matriculados. No cabe duda del relevante servicio prestado por Cubí a la cultura pública popularizando conocimientos entonces poco cultivados. Algo me sorprende que Menéndez y Pelayo en sus Heterodoxos, III, p. 698, busque antecedentes a las doctrinas de Gall y de Cubí, olvidándose del primero y más filosófico de los precursores, del gran Alonso de Fuentes, que en su Filosofía natural señaló las localizaciones cerebrales, vía en que siguieron sus pasos con menos exactitud el Br. Sabuco y Huarte de San Juan. Ni tampoco era novedad en Sevilla, donde desde el primer cuarto de siglo se extendió la afición a estos estudios, al punto de que los Sres. Herrera Dávila y Alvear, editores de la biblioteca titulada «Colección de tratados breves y metódicos», ofrecieron en 1826 un tratado de Frenología.» (Mario Méndez Bejarano, Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX [1929], págs. 487-488.)
1826 «El traductor español or a new and practical system for translating the Spanish language. By Mariano Cubi y Soler. London: printed for Boosey and Sons, Broad Street, Royal Exchange, 1826, 12.º Damos noticia de esta obrita por parecernos en su una de las más útiles entre las elementales que deben adoptarse para el estudio de la lengua española por los extranjeros. Nuestro idioma, libre de las infinitas trabas que casi todos los demás vivos mundo civilizado presentan a causa de la enorme diferencia y desproporción entre los sonidos y los signos para la sencillez de la pronunciación, es por lo mismo acaso el que más comprueba la importancia del traducir desde luego, para hacer un abundante acopio de voces, sobre que puedan recaer las reglas de la gramática y las observaciones sobre los primores de la lengua. Bajo este punto de vista el Traductor Español es un manual utilísimo y un auxiliar de los más propios para proporcionar al aficionado una y otra ventaja, de adquirir voces y de aprender a coordinarlas y a usarlas en sus diversas acepciones y modificaciones. Para esto último, no basta el auxilio de la traducción literal interlineal; así, por ejemplo, uno que traduzca corrientemente del español al inglés el evangelio de San Juan por el llamado Sistema Hamiltoniano, se verá muy embarazado todavía para traducir un trozo compuesto de las mismas palabras tomadas de aquel mismo texto, pero que estén de otro modo colocadas y usadas en diferentes acepciones, o destinadas a expresar otro género de ideas. El autor de la obrita que nos ocupa sigue un método más completo. Ofrece 109 páginas de trozos, no todos, pero sí la mayor parte, tomados de escritores clásicos, como Granada, Mariana, Cervantes, Saavedra, Feijoo, colocándolos en tal orden, que los géneros de estilo a que pertenecen vayan presentando gradualmente las dificultades de la versión desde el sentido natural hasta el figurado en los giros más atrevidos. En el texto van señaladas con letra bastardilla todas las modificaciones de los verbos, para llamar la atención sobre las infinitas formas de este elemento esencialísimo de la proposición. Al pie del texto van anotadas las explicaciones que parecen más necesarias, así en cuanto a la gramática como en cuanto a los idiotismos del castellano. Síguense a esta parte sustancial de la obra otras dos no menos útiles, que consisten en dos vocabularios alfabéticos, muy sucinta y claramente interpretados en inglés, de las voces contenidas en los trozos comprendidos en aquella; en el primero de estos vocabularios están las voces que no son verbos, distribuidas en lecciones por separado para cada clase de palabras de diverso número de sílabas desde una hasta seis y más; y en el segundo se comprenden los verbos con todas sus formas por el mismo orden relativo al número de sílabas. El autor ha dado a esta parte de su obra el título de: el Lector Español, porque además de servir de diccionario, puede, con el auxilio del acento que está señalado en la sílaba que lo recibe, y con el de una breve explicación del valor de las letras en castellano puesta al principio, ser materia para el ejercicio práctico de la pronunciación en las diez lecciones en que está repartido. Desde la página 111 hasta la 124 se hallan algunos extractos de las poesías de Garcilaso, Meléndez e Iglesias. Creemos que hubiera sido acertado dar alguna mayor extensión a los trozos poéticos diversificándolos, no solo en los géneros, sino también en los estilos de las diversas escuelas de la poesía española. También quisiéramos ver sustituidos muchos trozos de prosa moderna por otros que perteneciesen a escritores de más mérito y de mayor nota entre nuestros contemporáneos, que los que se han elegido en esta obra. Finalmente, desearíamos verla adornada con algunos otros requisitos que la hubieran hecho más completa; pero tal cual es, aún merece recomendarse como una de las más provechosas para los ingleses que quieran aprender el castellano, y ella sola puede ahorrarles mucha parte del trabajo y del dispendio en libros elementales más voluminosos.» (Ocios de españoles emigrados. Periódico mensual, Londres, agosto 1826, tomo VI, nº 29, págs. 184-185.)
★ Sobre Mariano Cubí Soler en el proyecto Filosofía en español
1845 [Mariano Cubí] Frenología y magnetismo: primera lección · lección II · lección III · testimonios · lección IV · lección V
1845 Ramón de la Sagra, Frenología
1876 Miguel Arañó, Biografía de D. Mariano Cubí y Soler