El Clamor Público
Periódico político, literario e industrial
 
Madrid, miércoles 12 de noviembre de 1845
número 480, páginas 3 y 4

Con el objeto de amenizar nuestro periódico, ofreciendo toda la variedad posible a sus lectores, sin desatender en lo más mínimo la parte política que cada día ofrece mayor interés, publicaremos sucesivamente en la sección literaria un extracto de las lecciones de frenología y magnetismo que ha empezado a dar en el Liceo el señor Cubí, y que llaman extraordinariamente la atención, tanto por no haberse explicado nunca estas ciencias en Madrid, como por el acierto que demuestra este distinguido profesor en sus exámenes frenológicos, y su habilidad en las pruebas magnéticas. No creemos que baste pasar la vista por la corta reseña que desde hoy insertamos, para aprender la frenología y el magnetismo, pues a nuestro juicio no puede penetrarse en los arcanos de esas nuevas ciencias sin oír la voz del maestro y presenciar los análisis que practica, pero es suficiente para dar una idea de los principios y reglas generales en que se fundan a aquellos que no pueden asistir a la cátedra, y para recordar lo que han oído al señor Cubí los que se hayan matriculado y concurran constantemente a sus lecciones.

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Sección literaria

Frenología y magnetismo

Primera lección del señor Cubí

A pesar del mal tiempo, se reunió anteanoche en el salón amarillo del Liceo un concurso bastante numeroso. El señor Cubí comenzó a hablar a las 6 y 20 minutos, y anunció que sus lecciones se dividirían en dos partes, la primera sería de aplicación, y la segunda de localización frenológica.

Dijo que la frenología es una continuación de la metafísica, como la química lo es de la alquimia; que los frenólogos han derribado el edificio levantado por los Aristóteles, los Descartes, los Lockes; pero que han conservado las ruinas servibles, con las cuales y otros nuevos materiales han levantado otro edificio mental más sólido, más capaz y completamente adaptado a los adelantos actuales.

«Los sistemas, añadió, progresan a medida que progresa el hombre, porque la ley primera del cielo es el orden y la armonía, y no pueden existir sistemas de ninguna clase, que no estén en concordancia con los conocimientos del día.»

«Los órganos descubiertos son 59, los cuales manifiestan otras tantas facultades mentales. Para tener una idea clara y limpia de ellas, es menester considerar la cabeza humana como un Congreso, en el cual cada facultad es un diputado que defiende su causa, su partido o su deseo especial. Cuando en este Congreso hay un miembro que por su elocuencia arrastra a los demás, es preciso que el señor Razón hable y haga hablar al señor Benevolencia, al señor Justicia, al señor Veneración, a fin de que haya una deliberación menos agitada y una decisión que aprueben todos, o al menos, la gran mayoría de los diputados. De este principio nace en la práctica un gran dominio, por una parte sobre las pasiones animales, y por otra, un aguijón para aquellas facultades que de suyo obran débilmente por tener órganos débiles.»

Demostró el señor Cubí este principio con casos prácticos muy a propósito y en extremo entretenidos. La claridad, la facilidad, la sencillez y el fervor con que el señor Cubí sentó o ilustró estas doctrinas, nos hicieron mirar la frenología como una ciencia destinada a producir saludables reformas morales, y al orador como un hombre dotado de talentos, franco y nada ponderativo.

Por este mismo principio estableció el señor Cubí la norma de moralidad filosófica, que consiste en que jamás ofendamos en nuestra conducta ninguna de nuestras facultades mentales. Igualmente estableció la teoría de la dicha, de un modo nuevo. «La dicha consiste, dijo elocuentemente el señor Cubí, en satisfacer templada y armónicamente todos nuestros deseos.» Ylustró con tanta claridad y tal copia de conocimientos fisiológicos o sicológicos estos principios, que nos persuadimos que aun cuando el señor Cubí no hablara una sola palabra de la frenología, considerada en su parte práctica, sus discursos serían altamente instructivos y moralizadores, estableciendo la super-estructura de un completo sistema sicológico.

Pasó luego a la descripción del celebro y cráneo con el objeto de probar que los órganos mentales residen en la superficie de aquella noble entraña, y de que la caja huesosa que la cubre corresponde a ella en tamaño y configuración, salvo algunos casos que en sus lecciones posteriores explicará el señor Cubí.

En seguida enseñó a localizar el órgano de la amatividad; dejando este distinguido español complacido y satisfecho al numeroso e inteligente auditorio que se había reunido para escucharle.

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Mariano Cubí Soler
1840-1849
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