Viernes 14 de noviembre
Dado un ligero resumen de las anteriores lecciones, habló el señor Cubí en estos términos
«Sabio, bello, maravilloso, es, señores, el orden y arreglo que se nota en los agrupamientos de los órganos. Descubriólos Gall indiferentemente, hoy el lenguaje, mañana la secretividad, otro día la benevolencia, y cuando se hubieron encontrado los 39 que hoy se conocen, se vio que sus respectivas posiciones sólo podían ser de divino, no de humano origen.»
«La amatividad es, en su último resultado, el órgano de la reproducción; ¿y cuáles son los órganos adyacentes de que está rodeado? La filogenitura, amor de prole, y la adhesividad, instinto de cariño, apego, devoción, afecto a las personas, propensión a asociarse, que reunidos constituyen las relaciones domésticas.»
«En efecto, la amatividad, en criaturas algo elevadas, no puede concebirse sin la ayuda y cooperación de la filogenitura y la adhesividad ; y estos órganos, que fueron descubiertos en épocas muy distintas y muy apartadas una de otra, se vio al fin que constituían todos ellos un grupo, y que, como tal, llamamos grupo de las afecciones domésticas. Pero, señores, no nos olvidemos jamás, de que si bien estos instintos son sublimes, no dejan de ser ciegos y egoístas, y que obrando por su solo impulso pueden a veces conducirnos a los mayores precipicios. Un almirante inglés, en quien los órganos domésticos estaban desarrollados con exceso, se hallaba a no mucha distancia de su casa con una escuadra de tres navíos y una fragata, envuelto en una densísima neblina. Próximas las pascuas de Navidad, en las que, por poco que se pueda, se reúnen en el hogar doméstico todos los miembros de la familia, el almirante no pudo resistir la tentación de ir a reunirse con la suya, y mandó dar la vela a la escuadra en medio de aquellas espesas nieblas.»
«El Sr. Razón, en su congreso mental, decía no, y ponía de manifiesto los casi seguros funestos resultados; el Sr. Justicia decía no, horrorizado del crimen que iba a cometerse poniendo tantas criaturas humanas en peligro de ahogarse; el Sr. Benevolencia decía no, estremeciéndose al ver que podría hacerse padecer tantos daños; también dijeron no otros miembros; pero el grupo doméstico dijo sí; y, arrastrando a los demás órganos, causó el naufragio de toda la escuadra y de todas las tripulaciones sin salvarse un hombre apenas. ¡Qué lección tan sublime nos ofrece aquí la frenología! ¡El ciego grupo doméstico, para satisfacerse a sí egoísticamente, causó la intempestiva muerte de almirante, y por muchos años el desconsuelo y aflicción de toda su familia!»
«Lo que acabo de referir, respecto al grupo doméstico, puede decirse respecto a la conservatividad que está rodeado de los órganos de la acometividad, destructivilidad y alimentividad; que reunidos constituyen el grupo de la conservación. Recorriendo así la cabeza, veremos que todos los órganos están tanto más cercanos unos de otros cuanto más necesaria o indispensable sea su mutua cooperación.»
«Mi principal objeto está noche, sin embargo, no es la explicación de los varios grupos sino lo que naturalmente es el hombre, según el particular desarrollo que manifiesten las tres grandes regiones superior, inferior e intelectual, en que está dividida la cabeza y cuya posición o localidad cefálica conocen Vds. ya.»
«Siempre que se les presente delante de los ojos una cabeza con la parte superior anterior e intelectual muy aplastadas, el hombre es un pícaro, pero un pícaro en pequeño. Será asesino, ladrón, estafa, pero no tendrá talento para formar vastos planes de asesinar, matar ni estafar en grande, ni tampoco de evadir la justicia. Estas cabezas son las que, en el lastimoso estado en que se halla la legislación europea, van a parar en los patíbulos, y las que pueblan las cárceles y los presidios. Este, señores, es el cráneo de un famoso ladrón y asesino, que inesperadamente me presentó un alumno en una lección. Sin titubear un instante dije lo que había sido, y después confesó que era el cráneo de uno que había sido el terror por algún tiempo de aquellas comarcas, y que las fracturas que en él aparecían habían sido causadas por los golpes que se le dieron al cogerle.»
«La cabeza, de grande parte intelectual, grande parte animal, pero muy deprimida la parte superior anterior, es de un pícaro en grande. Estas cabezas son las que trastornan, agitan, conmueven las sociedades humanas, para criminales y egoísticos fines. Todo lo atropellan, todo lo salvan; cometen los más complicados, vastos y horrendos delitos, y por fin evaden muchas veces la justicia humana. Por lo común, se hallan en los más altos puestos de la sociedad, y haciendo befa y escarnio de los miserables pícaros en pequeño, a quien suelen tratar con el mayor rigor. No perdamos jamás de vista, señores, que entre dos pícaros será más peligroso el que más talento o parte intelectual tenga.»
«Una cabeza, cuya parte intelectual esté grandemente desarrollada, pero la animal superior posterior poco proporcionalmente, es una cabeza de vastas teorías, de excelentes planes, pero de ninguna ejecución; viene a ser un carpintero bueno sin herramientas.»
«Estos hombres hacen grandes discursos , proponen los más sublimes planes de reforma, pero si los pueblos tienen la desgracia de nombrarlos, como por lo común los nombran, para poner en práctica lo que tan hermosamente dicen, se llevan terrible y fatal chasco, realizándose aquel refrán que dice: «Del dicho al hecho hay gran trecho.»
«Así tenía la cabeza Fourier, así tenía la cabeza San Simón, y así tienen la cabeza aquellos generales que trazan sobre papel hermosos planes de campaña, y siempre pierden las batallas. Si bien Fourier en el fondo es hombre que entendió, y acaso descubrió las leyes externas de la sociedad, y se le deberán a él con el tiempo reformas grandes, reformas saludables, reformas verdaderamente humanitarias, y sin querer negar tampoco que entre lo mucho bueno que dijo hay mucho de visionario, fue no obstante hombre que jamás dio, ni quiso, y si hubiera querido no habría podido dar un paso hacia la ejecución de sus vastos y grandiosos planes. Si por una fatalidad hubiese emprendido la ejecución de alguna de sus colosales teorías, por sólida y bien trazada que hubiese sido, en la práctica Fourier lo habría echado a perder. Ni se diga que esto hubiera sido por falta de capitales, por falta de ayuda, por falta de cooperación ajena, que a una cabeza grande, activa y bien organizada en todas sus regiones nada de esto le falta.»
«Si se les presenta a Vds. una cabeza equilibrada, esto es, con ninguna de las tres regiones preponderantes, es una cabeza indecisa y de continuas luchas y guerras mentales, como la de nuestro dulcísimo poeta Meléndez, que no se cansaba de decir:
¡Qué sedición, oh cielos! en mí siento,
Que en contrapuestos bandos dividido
Lucha en contra de sí mi pensamiento!
«San Pablo (Romanos cap. VII, versos 18, 23.) habla también de esas guerras y luchas mentales.
«No hay poeta dramático, no hay historiador que no las haya descrito. Una cabeza, pues, de luchas o equilibrada, está naturalmente tan propensa al mal como al bien, y ningún frenólogo puede dar una opinión general de ella sin conocer antecedentes. Será buena o mala, según su educación, los ejemplos que haya tenido a la vista, y mil otras circunstancias externas. En esta clase de cabezas puede aplicarse muy bien lo que suele decirse de que el hombre es como un trozo de mármol, del cual sólo con el trabajo inteligentemente dirigido puede sacarse una estatua. La frenología nos enseña, como lo verán Vds. cuando hable de la educación, instrucción y amaestramiento, el modo de dirigir el trabajo para que se desarrollen y hagan dominantes la parte intelectual y moral, activándose al mimo tiempo la animal en las cabezas equilibradas. Aquí ven Vds. cuán calumniosas son todas aquellas imputaciones que se hacen contra la frenología, diciendo que establece pasiones irresistibles y que tiende al fatalismo.»
«La frenología no establece nada, no hace nada, no constituye nada; sólo describe al hombre como Dios le ha creado. En esto no hace más ni menos de Io que hace Tácito, Guaciardini, Robertson, Prescott, Solís y los demás grandes historiadores. No hay más diferencia entre estos autores y la frenología, sino que ellos describen al hombre según efectos o hechos consumados, y la frenología según las causas que son origen de esos hechos, explicándonos a más el modo fisiológico o sea higiénico de modificar aquellas causas y, por consiguiente, de dirigir a un bien los hechos que han de ser resultado suyo.»
«Cuando yo hable sobre el crimen, legislación, corrección y castigos humanos, demostraré que sólo la frenología ha hecho ver al hombre el origen de la enfermedad, llamada crimen, y la sola medicina que puede curarlo y hasta evitarlo. ¡Y a esta frenología, a esta sublime ciencia, a este descubrimiento, el más grande de cuantos han hecho los mortales, que se da la mano con las sagradas escrituras, que proclaman filosóficamente las máximas que nuestro Divino Redentor estableció evangélicamente, le ha llamado la ignorancia o la mala fe sistema absurdo, sistema materialista, sistema fatídico! Señores, los hechos convencen más que las palabras, y veo ya pintada en los rostros de Vds. la imagen de la convicción de que la frenología es el sistema más completo de filosofía mental que hasta ahora han conocido los hombres, por más que se haya ridiculizado o vilipendiado.»
«Una cabeza grande en las tres regiones, predominando la moral y la intelectual, es una cabeza superior a toda tentación criminal. En ella el libre albedrio, humanamente hablando, es absoluto. Constituye en sí misma la ley del bien. Esta es la clase de cabezas en quien los gobiernos pueden hacer completa y cabal confianza, seguros de que, ni la idea siquiera de una felonía podrá jamás entrar en ellas. Si se atendiese a esta circunstancia no se verían los robos públicos que de mil modos se practican en todas las naciones del mundo, sin exceptuar aquellas que se dicen estar mejor gobernadas. Basta examinar los retratos de Santa Teresa de Jesús, de Isabel la Católica, de muchos individuos del alto clero español, de San Vicente de Paul, de Jovellanos, de Franklin, de Washington y de mil otros desconocidos varones y mujeres que pasaron su vida en la obscuridad, para ver a la legua que estas personas poseían la clase de cabezas que estoy describiendo.»
«Las personas que poseen la parte animal muy deprimida, la intelectual regular, y la moral altamente desarrollada, nacieron para la vida contemplativa; para ofrecer ejemplo a los mortales de una virtud austera y sin mancha.»
El señor Cubí se hallaba muy animado, y puede decirse que hasta esta noche no ha dado pruebas de los dotes eminentes que le ha prodigado la naturaleza para enseñar, interesar, y entusiasmar por medio de la palabra.
Después explicó el profesor varios cráneos de indios salvajes, en quien la educación nada pudo modificar. Entre ellos un cráneo pequeño, deprimido en la parte intelectual y animal, pero muy prominente en la región central superior. «Este cráneo, dijo, es de un antiguo mejicano; es el cráneo de un esclavo nato. No es extraño, pues, que Pizarro dominase tantos millones de hombres con suma facilidad. Así tienen la cabeza los hindús; y cien millones de ellos son dominados por treinta mil ingleses. Pero este otro es el cráneo de un araucano, alto, largo y ancho en todas sus regiones como Vds. notan. Pues bien, los españoles que conquistaron más de treinta millones de indios con un puñado de gente, jamás, nunca pudieron humillar la erguida cerviz de los araucanos. Nosotros hicimos con ellos lo que los romanos hicieron con los vascos. Los desollamos, asaeteamos, martirizamos, quemamos , empalamos, pero mantuvieron intacta su independencia, y forman aún hoy, de todas las repúblicas, antes posesiones españoles, la única comparable con los Estados-Unidos del Norte de América.
Nuestro Ercilla escribió un poema sobre esta indómita gente, y los únicos héroes en él son araucanos.
En seguida suplicó el señor Cubí, que si había algún alumno que hubiese hecho acertados experimentos magnéticos, tuviese la bondad de manifestarlos al auditorio. Tres caballeros sucesivamente se presentaron, y cada uno explicó un caso producido de sonambulismo completo, comenzándose a verificar la predición del señor Cubí, de que dentro de poco magnetizaría todo el mundo en Madrid.
Procedieron luego a magnetizar algunos alumnos en el mismo salón, pero la demasiada luz, la mucha concurrencia, impidieron que se produjera completos resultados, y sí sólo algunas débiles crisis magnéticas.
Cada día van siendo más interesantes estas lecciones, y ya no nos asombramos de que, por todas partes, los alumnos del señor Cubí le hayan tributado tantos elogios como se leen en los testimonios que obran en poder de dicho señor, y de los cuales publicamos algunos en nuestro número de ayer.