Filosofía en español 
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Materialismo / Idealismo político y democrático

[ 851 ]

Idealismo político y democrático como espiritualismo en relación con la Guerra

1. El idealismo político, en general, y el idealismo democrático [844], en especial, no es capaz de establecer la conexión interna que la experiencia histórica nos notifica entre las sociedades políticas en general y la violencia interna, presente en cada sociedad política, o externa (principalmente la violencia que termina con la guerra). Parece evidente que a partir de la capa conjuntiva (en función de la cual el idealismo democrático define al Estado que, de modo redundante, se designa como Estado de derecho) no es posible derivar, de modo necesario, la violencia interna ni la guerra, en sentido político, porque los componentes de la capa conjuntiva tanto pueden combinarse entre sí por vía no violenta o pacífica como por vía violenta y bélica. Y este indeterminismo es suficiente para probar la imposibilidad de “deducir” de la capa conjuntiva la conexión de la sociedad política con la paz o con la guerra.

Al idealismo democrático solo le queda una salida: acogerse a la diversidad de especies reconocidas en el género “sociedad política” y tratar de establecer la conexión con la violencia y con la guerra, no ya en el terreno genérico, sino en el específico [837-838]: la violencia y la guerra (según el idealismo político, en general, y el idealismo democrático, en particular) estarían implicadas en las autocracias, y en las aristocracias, mientras que las democracias abrirían el campo a la no violencia y a la paz.

Las aristocracias y las autocracias, precisamente por las desigualdades sociales que implican, serían incapaces de extirpar la violencia entre los ciudadanos, entre los grupos, facciones o clases sociales (a lo sumo, sería el Estado quien asumirá el monopolio de la violencia), ni la guerra entre los Estados, porque la ambición interna de las autocracias o de las aristocracias no tendría por qué detenerse en las fronteras de la capa cortical [828]. Pero (supone el idealismo democrático) estas tensiones internas o externas, como causas de la violencia o de la guerra, desaparecerían en la democracia. Desde luego en la democracia igualitaria (en la cual las tensiones, por definición, quedarían neutralizadas), pero también en la democracia libertaria (cuando se mantiene el principio del respeto mutuo) y, por supuesto, en la democracia de la solidaridad (lindante, como hemos dicho, con el comunalismo totalitario y, por tanto, no democrático-capitativo) [887].

2. En cualquier caso, no hay que perder de vista la afinidad entre el idealismo político, en general, y el espiritualismo político, afinidad que fundamos en la interpretación de la violencia y de la guerra como resultados de la “confrontación de las conciencias”, de los espíritus [843] antes que de los cuerpos.

San Agustín, en La Ciudad de Dios, pone, como causa primera de la guerra, a la libertad de aquellos espíritus angélicos de superior categoría, creados por Dios, que los llevó a enfrentarse con Dios mismo en la primera rebelión que hubo en el universo entre los espíritus finitos y el Espíritu infinito. La rebelión de los ángeles acabó con su arrojamiento ad infera. Y fue uno de estos ángeles caídos quien tentó a Adán y Eva, también personas libres, al pecado. Un pecado que habría quebrantado la naturaleza humana, “separándola de sí misma, al separarla de Dios”. El pecado, que sería definido por San Pablo como “alienación” [306] (Efesios IV, 18: Alienati a vita Dei per ignorantia), en un versículo que Lutero tradujo en la Biblia de Württemberg así: “…und sie sind fremd geworden dem Leben, das aus Gott ist”.

El término Entfremdung alemán ocupó un lugar de primer orden en el sistema filosófico de Hegel, y de él pasó al sistema del materialismo histórico de Marx, a su doctrina de la alienación originaria del Género humano, al fraccionarse en dos clases antagónicas, la de los desposeídos (simbolizados a veces por Abel) y la de los poseedores de riquezas, creadores de ciudades (simbolizados por Caín). Aunque algunos comentaristas, como Richard Schacht, consideran que la utilización por Marx del concepto de Entfremdung tuvo un sentido irónico, “para ser entendido por los filósofos” (como dice Marx en La ideología alemana), lo cierto es que, esta idea de alienación de Marx, tuviera una intención irónica o no, se incorporó enteramente en serio al Diamat: la alienación originaria, la fractura del Género Humano en clases antagónicas, sería convertida en el motor de la Historia.

Y esta doctrina marxista no deja de contener estromas [1] propios del espiritualismo, porque la fractura de la sociedad originaria en clases también habría sido causada por la ambición, la codicia o la envidia, es decir, por sentimientos subjetivos (psicológicos o espirituales) más que por necesidades económicas objetivas. Y por ello, la alienación originaria, podría ser extinguida en el estadio final de la humanidad en la sociedad comunista, que representaría un retorno a la comunidad primitiva anterior a la alienación. Esta es, a nuestro entender, la razón última por la cual Marx consideró como “prehistoria de la Humanidad” al curso efectivo de la humanidad que todavía no ha alcanzado el “estado final”, porque solo tras la implantación del comunismo, la alienación originaria puede desaparecer. Lo que invita a sospechar si Marx, al tanto de las doctrinas de Darwin, hubiera aproximado al “hombre prehistórico” con alguno de los homínidos primates precursores suyos.

San Agustín, sin embargo, no pudo admitir que la alienación original de los espíritus, de la cual habían surgido las ciudades Estado, las repúblicas y los imperios [716-726], es decir, la Ciudad terrena, pudiera ser recuperada en el horizonte mismo de estas ciudades terrenas, tales como Babilonia o Roma. Solo Cristo pudo reducir la fractura del Género humano, su alienación; luego la paz ya no podría venir del Estado, fuera este autocrático o democrático, sino de la Iglesia romana. El agustinismo político fue de hecho un componente esencial del Antiguo Régimen, moderado, sin duda, por Santo Tomás, que rechazó la interpretación del pecado original como quebranto de la propia naturaleza humana y defendió la posibilidad de una “ciudad terrena”, de una sociedad política “perfecta en su género”.

En cualquier caso, el idealismo político solo puede dar cuenta de las conexiones internas entre la sociedad política y la no violencia, o la paz, negando sencillamente (como San Agustín), que las sociedades políticas históricas (las autocracias esclavistas, los imperios o las repúblicas aristocráticas), cuando utilizan la violencia o la guerra, puedan ser consideradas como verdaderas sociedades políticas [864]. Las sociedades políticas que utilizan la violencia o la guerra serían propiamente sociedades zoológicas (y esta es la expresión que consideramos más genuina del idealismo, en su versión espiritualista, el de aquellos que se manifestaban, en la época de la guerra de Irak, en las procesiones multitudinarias por la “Paz, No a la Guerra”, avergonzándose “como hombres, de la Guerra”).

3. El idealismo político, en sus versiones más fundamentalistas, atribuye a la democracia la capacidad para dinamizar la vida misma del Estado, incluyendo su vida económica, que está en la base del “Estado del bienestar” [832]. La democracia de la libertad [887] dejará paso libre a la iniciativa de los emprendedores, cuya creatividad “privada” logrará mejor y más rápidamente obtener sus frutos frente a la democracia burocrática y partitocrática [897]. Por ello, el mejor test del idealismo democrático que cabe hacer a los gobiernos de las potencias democráticas, es éste: su creencia en la capacidad de resolver los conflictos, tumultos o guerras, suscitadas en nuestros días en tantos países islámicos del África mediterránea o del Oriente medio, mediante la implantación de la democracia [846] en tales países. El idealismo democrático (sin duda más teórico que real) de las “potencias occidentales” (Francia, Italia, España, Estados Unidos,…) se manifiesta en el momento de establecer sus “hojas de ruta” para resolver los graves conflictos suscitados entre los pueblos islámicos; en estas hojas de ruta no figura explícitamente el petróleo, sino la democracia.

{EC112 /
EC 110, 112-113 / → LVC / → PCDRE 277-280 / → BS30 /
EC13 / → EC14 / → EC33 / → EC52 / → EC116 / → EC148}

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