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Metamorfosis del Antiguo Régimen en Nación política: fase de holización sintética (reconstrucción) de la sociedad política / Dialelo político
Partiendo del Estado de Francia, organizado según la morfología del Antiguo Régimen, hemos regresado (fase de holización analítica) [734] hasta las unidades identificadas con los individuos o átomos racionales (que no son, por tanto, ni las familias ni los grupos, etc.) en los que ellas se resuelven, y a partir de las cuales habrá de dar comienzo la reconstrucción (holización sintética) de la sociedad política.
Pero ocurre que en el estado límite de resolución, los átomos racionales o individuos con los que nos encontramos, no tienen por qué diferenciarse de los individuos o átomos racionales con los que nos encontraríamos en cualquier otro proceso de racionalidad similar practicado en otros Reinos o Estados. Dicho de otro modo: el proceso holización tendría como consecuencia la “anegación” de los ciudadanos franceses en el océano de una Humanidad en la cual, las paredes de los recintos holizados (los Estados), que separan a los hombres alojados en ellos, habrían también quedado disueltas. Es decir, a partir de los individuos o átomos racionales no podríamos reconstruir la Francia de la que habíamos partido; y si la reconstruimos, de hecho, es porque la hemos mantenido presupuesta, de acuerdo con el dialelo político, porque únicamente en virtud de un dialelo [826] es posible la reconstrucción. Son estos átomos racionales, refundidos con todos los demás hombres (por la Declaración de los Derechos del Hombre), los que habrán disuelto las paredes de la Francia que se pretendía reconstruir. Sólo si se mantenemos firmes las fronteras de la sociedad política de la que hemos partido, es decir, si aceptamos el dialelo político, podríamos reconstruirla. A partir de un “estado natural”, indeterminado (ahistórico), flotante en el Género Humano, no sería posible comenzar la reconstrucción, es decir, la totalización (holización) de átomos racionales constitutivos de la sociedad política. Será preciso detener, por anástasis [105], el proceso holizador.
Y, así las cosas, decimos que el límite inmediatamente anterior al momento en el que la figura del volumen de la sociedad política de partida, y la figura de sus partes átomas racionales comienzan a “disolverse”, el límite que encontraron los revolucionarios franceses, fue precisamente la Idea de Nación política. De este modo, los hombres (los animales grupales o comunitarios, el zoon koinonikon de Panecio) podrían asumir la figura de ciudadano (el animal político, el zoon politikon de Aristóteles, el animal que vive en ciudades, en Estados). La tensión dialéctica entre Hombre y el Ciudadano quedará así establecida, por tanto, desde el principio de la Revolución.
En consecuencia: la Idea de Nación política fue la construcción interna imprescindible en el proceso de holización sintética para definir esa realidad que se pretendía alcanzar; pero de tal suerte que la sociedad política reconstruida a partir de un Estado previo plenamente constituido (el Antiguo Régimen), lejos de quedar anegada “en la humanidad que la envuelve”, pueda mantenerse en los límites de su “ámbito natural” (en rigor de su ámbito histórico).
Ahora bien, el dialelo que, en el proceso de racionalización holizadora, es preciso reconocer para que, tras el regressus [holización analítica], fuera posible reconstruir la sociedad política francesa como una democracia republicana [holización sintética], fue establecido, no por un mero acto de la razón raciocinante de los diputados reunidos en nombre de la soberanía pública, sino por las tropas del duque de Brunswick que, junto con las de sus aliados, intentaron detener el proceso revolucionario de “atomización”, en su fase de trituración, a fin de reponer en el trono a Luis XVI, el rey absoluto de Francia, del Antiguo Régimen (las críticas que Burke hizo a la Revolución en sus principios –Reflexiones sobre la Revolución francesa, 1790– podrán reinterpretarse como críticas a lo que llamamos “holización”, como método revolucionario).
De este modo fue cómo la Nación francesa se convirtió en el objetivo de la Revolución, en el momento de la holización constructiva. “Detenerse en la Nación” (que de ese modo se creaba como categoría política), como paso imprescindible del proceso de una racionalización revolucionaria, que tenía forzosamente que autodefinirse en un ámbito universal, era el resultado del ataque a la Revolución de las fuerzas reaccionarias del Antiguo Régimen, que ponía en peligro los mismos resultados primeros de la “trituración atomizadora”. Porque ese ataque demostraba que el dialelo estaba realizado por la interacción dinámica de las potencias exteriores y de la sociedad antigua del interior. El dialelo quedaba realizado por el hecho mismo de la permanencia de Francia en el proceso de su transformación o metamorfosis, desde su estado de Reino absoluto hasta su estado de Nación republicana.
No puede, por tanto, considerarse del todo casual, sino más bien como resultado de los cursos convergentes de los procesos de racionalización, el hecho de que la proclamación de la Nación republicana (que sustituía a la monarquía) y la victoria de Valmy tuvieran lugar en el mismo día, a saber, el 20 de septiembre de 1792; ese día las tropas de Kellerman, al grito de “¡Viva la Nación!” (en lugar de gritar, como habían gritado siempre, “¡Viva el Rey!”) derrotaron al ejército prusiano. “En este día y en este lugar nace una nueva época de la historia del Mundo, y bien podréis decir que habéis presenciado su nacimiento”, fueron las célebres palabras de Goethe, testigo presencial de la batalla de Valmy.
La victoria del ejército republicano sobre las potencias extranjeras, que representaban al Antiguo Régimen que se resistía a caer, es la que confirió realidad a la nueva categoría de la historia política (la Nación política), que había sido acuñada por los diputados de la izquierda [732] de la Asamblea revolucionaria.
A partir de ese momento será ya imprescindible, en la teoría y en la realidad de los acontecimientos políticos ulteriores, plantear los problemas tomando como referencia la Idea de Nación política; y será necesario no olvidar nunca que no fue la Nación (que no existía todavía) la que dio lugar al Estado, sino que fue el Estado Antiguo, establecido durante siglos, el que pudo transformarse en Nación política.
Ahora bien, la revolución racionalizadora no podía sostener su desarrollo manteniéndose en su propio recinto (holización revolucionaria “en recinto cerrado”), dada la presión exterior que sobre este recinto ejercían los Estados o Imperios del Antiguo Régimen que lo envolvían. En sentido, afirmamos que el Imperio de Napoleón [736] fue el “instrumento” a través del cual los principios racionales de la Revolución podían consolidar su proyecto de ampliación fuera de sus fronteras, derribando las monarquías absolutas europeas que rodeaban a la Nación política emergente.
{MI 126-127, 143, 127-131 /
→ BS29 3-28 / → MI 93-154 / → MD / → EFE / → ENM 81-153}