Filosofía en español 
Filosofía en español

Estética y Filosofía del arte

[ 678 ]

Artes sagradas (santos o fetiches) / Artes religiosas estrictas en las religiones terciarias

El proceso de desacralización religiosa del arte y su sustitución por otros valores no religiosos de lo sagrado tiene lugar entre las religiones terciarias (se habla, a propósito del becerro de oro, del fetichismo o idolatría hebrea, o del fetichismo musulmán a propósito de la piedra de la Kaaba). Pero la “cuestión de fondo” sería ésta: ¿acaso las religiones terciarias realmente existentes en la historia (prácticamente las llamadas “religiones superiores”) son siquiera religiones?

El “pueblo de Dios” solo lograría mantener su “alimento religioso” a través de la teología sacerdotal (la Teología natural [21] de signo filosófico –aristotélico o neoplatónico– habría servido sobre todo para alimentar a las élites más que a los fieles, es decir, a los sacerdotes teólogos), pero la verdad es que sus cultos se nutren, en realidad, de reliquias de cultos primarios y secundarios, pero desacralizados religiosamente (lo que se reconoce con el concepto de “sacrificios incruentos”).

Un culto que, sobre todo en el cristianismo (por su dogma fundamental de la Encarnación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad en la persona de Cristo hombre), se ha transformado en una ética [467-468], en el fondo materialista, que se orienta sobre todo al cuidado de los cuerpos (al cuidado de los cuerpos hambrientos de los pobres, pero también de los cuerpos mortales, a los que promete la resurrección de la carne).

El cristianismo, como religión terciaria popular, se aleja de los valores teológicos de lo numinoso, y los sustituye por los valores sagrados de lo santo, vinculados esencialmente a la figura humana. El cristianismo, en este sentido, más que una teología (por ejemplo, una teología de la liberación) sería una antropología revolucionaria en sus principios; y la “teología de la santidad” poco tiene por sí misma de teología, porque lo santo del cielo solo alcanza su significado religioso en la medida en que los hombres resucitados hayan alcanzado una bienaventuranza que les depare la contemplación de Dios.

En consecuencia: el arte cristiano (sobre todo en escultura y en pintura) es un arte en principio servil, es decir, está al servicio de los intereses soteriológicos, personales y grupales, de los fieles, pero cuya sustantividad, cuando se mantiene, lo hará en función de la sustantividad que pueda atribuirse a la pintura o a la escultura profana. El Cristo de Velázquez, por ejemplo, si se considera como obra de arte sustantivo (en cuanto objetivación o estudio de un hombre santo en la cruz), lo será por motivos similares a los que nos hacen decir que es una obra de arte sustantiva Las Meninas. Las tallas de Salzillo, en Murcia, la Virgen de las Angustias o el Cristo yacente que se pasea por las calles sevillanas en viernes santo tendrían más que ver con la santidad que con la religión.

Dicho de otro modo, el arte plástico propiciado por la tradición cristiana, y sobre todo la católica, habría perdido su involucración con los valores de lo religioso, que habrían sido sustituidos progresivamente por los valores de lo santo, valores contenidos en los límites estrictos del “eje circular” [671] de la Antropología.

Y esta conclusión se corrobora en nuestro presente, en el cual tienen lugar asombrosos procesos de “santificación de hombres” que ya tienen muy poco de divinos, aunque con lenguaje teológico se les siga atribuyendo “carismas”, y el tratamiento de santos. Como ejemplos eminentes podemos poner las figuras del Che Guevara (venerado en Bolivia como “San Ernesto Che Guevara”); Elvis Presley, en torno al cual se ha formado una “iglesia” de más de 600.000 fieles (que llaman fans), que van en peregrinación todos los años a Graceland; y Bob Dylan, cuyas conexiones personales con las religiones terciarias fueron convencionalmente más estrechas que las que pudo tener Elvis Presley: Bod Dylan era judío y se convirtió al cristianismo evangélico baptista. Pero la orientación de su arte fue decididamente antropológica y ética, más que religiosa: pacifismo militante contra la guerra de Vietnam, o esperanza en la juventud de los hombres (Man of Peace, Forever Young). Poca teología podemos encontrar en la vida de Bob o en la de sus fieles, salvo la que los teólogos quieran poner en ella (como pueda ser el caso del teólogo Javier Ledesma Saúco, en su libro Bob Dylan, Dios y Jesucristo: ¿una provocación?, presentado en abril de 2007, no en una iglesia consagrada como un dominio del Reino de la Gracia [420], sino en el Museo Municipal de Valdepeñas, con la presencia de un representante del Reino de la Cultura [676], oficiando de concejal de Cultura del ayuntamiento de esa ciudad manchega).

Si los templos terciarios mantienen, a través del cristianismo sobre todo, alguna conexión con el arte sustantivo [648], ya no será a título de habitación del cuerpo numinoso (como es propio de los templos secundarios) [677]. Pues el templo cristiano, si no habitación del cuerpo de Cristo viviente, es el lugar de la custodia del Corpus Christi, que no es propiamente el cuerpo histórico de Cristo, por cuanto no ocupa su volumen corpóreo a través del accidente de la cantidad, sino que es un transformado por transubstanciación del cuerpo constituido por los accidentes del pan y del vino consagrados en la sustancia sin cantidad del Cuerpo de Cristo.

Con todo, es el Corpus Christi, la sustancia divina, la que, ofrecida misteriosamente (“milagrosamente”) a los hombres, mantiene (al menos emic) la presencia real de la divinidad en los templos católicos y, en consecuencia, mantienen también la conexión interna emic entre la religión y el arte en estos templos (por ejemplo, a través de las custodias, algunas de ellas obras de arte de primera magnitud, como la custodia de Enrique de Arfe de la catedral de Toledo, obra cuya morfología no podría haberse formado al margen del dogma religioso del Corpus Christi).

La desacralización religiosa de los templos católicos implica por ello, ante todo, la retirada del Corpus Christi, o su sustitución por trozos de pan o galletas mojadas en vino de Rioja o en sidra, es decir, en sustancias mucho más humanas, como ha sido el caso de una conocida parroquia madrileña, por iniciativa de su párroco, pero con el apoyo entusiasta de los fieles e incluso de algunos políticos socialdemócratas.

Concluimos: la comprensión de los nexos internos entre la religión y el arte requiere regresar a los más profundos estratos de la religión y del arte. Y éste es un camino que la mayor parte de los mortales (sociólogos, historiadores, políticos) no están dispuestos a recorrer. Pero como tienen que “justificar” de algún modo esta conexión (tienen que justificar, por ejemplo, los motivos por los cuales el Estado tiene que ayudar al mantenimiento, recuperación y proceso del arte religioso), recurrirán a la idea de Cultura, y sentenciarán, de modo campanudo: “El Estado tiene y debe mantener las ayudas a las obras o ceremonias de arte religioso porque son Cultura”. O más en concreto: “Forman parte del patrimonio cultural [373-384] de España o de la Humanidad”. Y se quedarán tan frescos, en sede gubernamental o en sede parlamentaria, en sede autonómica o en sede municipal. Tal es la medida de su falsa conciencia o, si se prefiere, de su estupidez.

{LFA 293-296 /
LAF 35-91 / → CC 229-271 / → AD2 / → MC}

<<< Diccionario filosófico >>>