Filosofía en español 
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Estética y Filosofía del arte

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Arte y Religión terciaria: desconexión interna de sus relaciones

En las religiones terciarias [351] el sentido de la relación entre la religión y el arte cambia radicalmente. Las religiones terciarias se despliegan, ante todo, como una crítica demoledora del zoomorfismo y del antropomorfismo de las religiones secundarias (y, por tanto, de las primarias), que no podría dejar de tener consecuencias letales para el arte. Aristóteles fue el fundador de una teología natural en la cual el Dios único es incorpóreo y, en consecuencia, no puede ser representado por ninguna imagen zoomórfica o antropomórfica, afirma (en Metafísica A 5, 986b21) que Jenófanes fue el primero en poner a la unidad como principio de todo, “aunque no aclaró si la unidad era la unidad de forma de Parménides o la de la Materia de Meliso, sino que elevando los ojos al cielo dijo que lo Uno es el mismo Dios”.

Esto significa que, desde el monoteísmo terciario, la involucración de la religión con el arte se hace problemática (por no hablar de la involucración del Dios aristotélico con la religión misma). Esto es evidente en la arquitectura que es, en principio, un arte llamado a perder su conexión interna con la religión; el templo, como habitación de Dios (que habita más allá de los cielos, es incorpóreo y se manifiesta ubicuamente en todas partes), pierde su sentido. Eustacio de Sebaste expresó esta duda en forma de pregunta mordaz: “Si Dios está en todas partes, ¿cómo pretender encerrarlo en el templo?” Es cierto que esta pregunta no implicaba la demolición de los templos secundarios, pero sí su transformación en la línea en la cual el Concilio de Gangres respondió a Eustacio: “No tratamos de encerrar a Dios en el templo, sino a los fieles en él”.

El templo dejará, sencillamente, de ser la “casa de Dios” y se convertirá en la “casa de los fieles”, en sinagoga o en mezquita, cuya disposición arquitectónica tendrá ya más que ver con la “casa del pueblo” que con la “casa de Dios” [676]. Pero la verdadera conexión entre la religión y el arte arquitectónico se habrá perdido. El verdadero “templo del Señor” habrá que situarlo, por ejemplo, en el interior del mismo hombre, como dicen San Pablo y otros muchos textos evangélicos.

También se irán disolviendo las conexiones directas e internas entre la religión terciaria y las demás artes. El islamismo es seguramente la religión que con mayor radicalismo, acaso por sus vínculos originarios con Aristóteles, ha mantenido las prácticas iconoclastas, eliminando toda representación pictórica o escultórica, zoomórfica o antropomórfica de sus templos, y a veces incluso la música, como ocurre en Arabia Saudita, lo que ha empobrecido notablemente a la religión musulmana y ha propiciado su involucración anómala en la sociedad política que tiene abducida.

Si el cristianismo propició de modo decisivo, junto al desarrollo de las ciencias, el desarrollo de la escultura, de la pintura y de la música (“la Iglesia se extendió cantando”, decía San Juan Crisóstomo), en cambio el islamismo orientó la vida religiosa hacia un iconoclasmo llamado a empobrecer, hasta extremos inconcebibles, el cultivo de las artes plásticas y, sobre todo, el de la música, en el ámbito islámico (y otro tanto habría que decir del empobrecimiento científico, una vez agotada en el siglo XI la herencia que los musulmanes habían recibido de la ciencia griega).

Cabría concluir que en las religiones terciarias, las artes dejan de ser sustantivas [648] y se convierten en artes serviles o instrumentales de los sacerdotes o de los fieles; lo que no significa que ellas hayan de perder toda su sustantividad. Simplemente, lo que habría que concluir es que la sustantividad de las artes religiosas terciarias ya no será religioso-numinosa, aunque pueda seguir siendo en muchos casos sagrada, es decir, fetichista o santa [678].

{LFA 291-293 /
EC84 / → CC 229-271}

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