Filosofía en español 
Filosofía en español

materialismo

“Materialismo científico”

1841 «Las miserables propensiones hacia las cuales van dirigidas en el día las investigaciones científicas, si hubiesen sido respetadas escrupulosamente, hubieran ahogado todo concepto grande, todo juicio elevado, y de consiguiente toda certidumbre, toda luz. Apresurémonos a romper los estrechos límites dentro los cuales parece se ha pretendido comprimir la inteligencia humana. Apresurémonos a romper las cadenas con que se nos ha cargado desde que dimos los primeros pasos en la ciencia, y no nos dejemos imponer el yugo brutal del materialismo científico. Estudiemos los hechos sin prosternarnos delante de ellos con una servil estupidez; estudiémoslos sin perder de vista la palanca que los mueve, que los descubre y que los ordena, ni las convicciones que ilustran y estimulan nuestra investigadora actividad; no nos dejemos dominar por fenómenos aislados; miremos libremente a derecha e izquierda, arriba y abajo; extendamos el horizonte de nuestras meditaciones; y procuremos asimismo hallar las relaciones que enlazan los fenómenos entre sí, y que descubren el orden que los hace suceder y reproducirse. Entonces no nos hallaremos ya, como el discípulo de las doctrinas materialistas, más ignorantes que un niño que sabe su catecismo, ni estaremos como él reducidos a no poder afirmar sino la nada de la ciencia. De este modo nos remontaremos a la inteligencia de las leyes generales que rigen el mundo físico y el mundo moral; estableceremos entre estas leyes las diferencias que en ellas se manifiestan, y no confundiremos en una misma explicación la pesadez de los cuerpos brutos, la excitabilidad de los seres organizados y la actividad propia del hombre.» (Dr. L. Cerise, “Algunas reflexiones sobre la profesión de fe de M. Broussais” [en la Revista médica francesa y extranjera, París, octubre 1839], La civilización, revista religiosa, filosófica, política y literaria, dirigida por Jaime Balmes, Barcelona 1841, tomo primero, pág. 524.)

1845 «Voy a responder en breves palabras, y aun estas serían innecesarias si Vd. quisiese tomarse el trabajo de buscar, en el resumen de mis estudios sociales, los aforismos 36, 37 y 136 de la edición española, y a los cuales corresponden los números 35, 36 y 139 de la traducción francesa leída en la academia de ciencias morales y políticas del instituto real de Francia. Helos aquí, para que Vd. los recuerde: “36. El criterio de la razón, aplicado al orden científico, llegó sucesivamente al período presente, que es el conocimiento del mundo fenomenal, donde todo aparece material”, “37. Así todos los hechos consignados por la razón, mostrando el predominio y la primacía de la materia, constituyen la ciencia del día materialista”, “136. El actual periodo material de la ciencia, debe ser transitorio”. En la lectura que hice en el instituto, precisé más este aforismo, diciendo: “139. El periodo del materialismo científico, es solo transitorio al espiritualismo científico.” […] Ahora, discurra Vd. como le parezca; pero sea Vd. consecuente con lo que admita o establezca. Si Vd. desecha, porque no se la presento claramente determinada, la tabla de salud para salvarse del materialismo científico, contribuya Vd. a él como el señor Cubí y todos los sabios que profesan las ciencias de observación. No por esto le condenaré a Vd. ni a nadie que tal senda sigue; al contrario, les estimularé a que la corran con ardor, único medio de salir de ella lo más pronto posible, salvando así el periodo de transición a que he aludido en mis aforismos.» (Ramón de la Sagra [1798-1871], “Frenología”, El Clamor Público, Madrid, viernes 28 de noviembre de 1845.)

1855 «“La moral –exclamó el profesor Rodolfo Wagner en la asamblea de naturalistas y médicos alemanes verificada en Gotinga–, la moral que se desprende del materialismo científico puede reasumirse en estas palabras: comamos y bebamos, porque mañana no existiremos.” […] Pretender que el materialismo científico cambia todas las ideas nobles y grandes en vanos sueños y que no tiene base moral ni porvenir, es una suposición tan arbitraria y gratuita, que nos dispensa de refutarla seriamente.» (Luis Büchner, Fuerza y materia, Conclusión.)

1860 «Y sin embargo, el materialismo científico, que tan perniciosa influencia ha ejercido en la práctica de la medicina, no ha sido ciertamente perjudicial para los progresos de las ciencias anatómicas, físicas y químicas; las cuales, por el contrario, a la luz que permite semejante filosofía, han hecho conquistas de mucho precio, llegándose a elevar a un grado de perfección muy satisfactorio. ¿En qué consiste esta diferencia? Hállase indudablemente en la naturaleza misma de los objetos que constituyen estos diversos órdenes de conocimientos. La física y la química, como ciencias de análisis, de elementos, de partes, de pormenores, se avienen bien con una filosofía en que están relegadas al segundo término las consideraciones generales. El materialismo excluye de sus síntesis precisamente lo que se elimina de la consideración para investigar las cosas en cuanto representadas o conocidas; el entendimiento se ocupa de la diversidad, la examina y comprende sin necesidad de fijarse reflexivamente en la unidad que la vivifica. El error es tratar de subordinar esta unidad a la diversidad que forma el objeto preferente de las ciencias de observación; pero este error no interesa directamente a la observación misma de los pormenores. No saliendo de ellos, la observación es rigurosamente exacta, y da siempre resultados previstos y calculables. ¿Qué importa que el materialismo idolice las fuerzas, convirtiendo los fenómenos eléctricos y los caloríficos, por ejemplo, en cuerpos imponderados, y que estudie otra parte del dinamismo inorgánico bajo el nombre de fuerzas inherentes a la materia? ¿Qué importa este error ontológico, si al cabo se limita a apreciar y calcular los resultados en lo que tienen de parcial, de diverso, de analítico? Sus explicaciones del mundo, su cosmogonía y su meteorología se resentirán de este vicio fundamental; no dará razón suficiente de la unidad; pero en cuanto esté sujeto al número o a la multiplicidad, su experiencia le proporcionará resultados positivos, y precisamente la mecánica experimental, la física, la química, la anatomía, &c., son partes de la ciencia de la naturaleza que tienen por objeto la consideración de las cosas en particular, en cuanto múltiples y calculables.» (Matías Nieto Serrano [1813-1902], Ensayo de medicina general, o sea de filosofía médica, Madrid 1860, pág. 423.)

1868 «En fin, en el Congreso de la paz, no se hace mas que hablar contra la religión, la Iglesia, la monarquía, la propiedad, la familia, y todo lo grande y santo que hay en el mundo. Y no se nos tache de exagerados: el Sr. Bakounine ha resumido las horribles doctrinas que ha sustentado en el Congreso, en tres palabras: ateismo y materialismo científico y humanitario; de cuyo principio ha deducido las conclusiones: supresión de la propiedad individual, de la herencia, de la familia, del matrimonio, de la educación paterna; igualdad completa del hombre y de la mujer; atribuciones de los hijos al Estado; de la tierra a todos, del capital a la asociación.» (“El Congreso de la paz”, La Época, Madrid, sábado 3 octubre 1868.)

1875 «La concepción monística del mundo es calificada por los partidarios del inmovilismo y por el vulgo indocto, de materialista y atea. Respecto al primer punto oigamos la protesta del ilustre naturalista Ernesto Haeckel: “Se dice con frecuencia, que el monismo cuya causa defendemos es idéntico al materialismo. Como se califican igualmente de materialistas al darwinismo y la doctrina de la evolución, no puedo menos de protestar contra la ambigüedad de esta expresión y contra la perfidia con que se emplea por ciertas gentes, para herir de interdicción nuestra doctrina.” “En la expresión materialismo se mezclan y confunden dos cosas, que en realidad nada absolutamente tienen de común, es decir el materialismo de las ciencias naturales y el materialismo moral. ¿Cuál es en el fondo el materialismo de las ciencias naturales, que es idéntico a nuestro monismo? Es sencillamente que todo se verifica en el mundo por razones naturales, que todo efecto tiene su causa y toda causa produce su efecto. Somete también el conjunto de todos los fenómenos perceptibles a la ley de causalidad, a la ley de conexión necesaria entre los efectos y las causas. Rechaza en absoluto toda creencia milagrosa y toda idea preconcebida de procedimientos sobrenaturales. En el dominio del saber humano no hay para él verdadera metafísica sino física en todas partes, unión indisoluble de la materia, la forma y la fuerza. En todo el extenso campo de las ciencias anorgánicas, en física, en química, en mineralogía, en geología, este materialismo, es tan generalmente admitido que nadie duda de él. En biología ya es diferente, continúa combatiéndose de diversas maneras, sin oponerse otra cosa que el fantasma metafísico de una fuerza vital, o simples dogmas teológicos. Si conseguimos ahora demostrar que la naturaleza perceptible es una y las mismas 'grandes leyes eternas' obran en los fenómenos de la vida de los animales y de las plantas, que en el crecimiento de los cristales y en la fuerza de expansión del vapor acuoso, habremos sometido justamente a la doctrina monística o mecánica todo el dominio biológico, la zoología, lo mismo que la botánica. ¿Será fundada entonces la acusación que se nos hace de materialismo? En este sentido la historia natural entera y la misma ley de causalidad son puramente materialistas.” “El materialismo de las costumbres o ético es bien distinto del materialismo científico, con el cual nada tiene de común. El materialismo ético el 'verdadero materialismo' tiene por fin único en la práctica de la vida el refinamiento del placer sensual… Que el verdadero valor de la vida no consiste en el placer material sino en el fin moral; que la verdadera felicidad no reside en la posesión de los bienes mundanos sino únicamente en una conducta virtuosa, son verdades desconocidas al materialismo moral. En vano se buscará este materialismo entre los naturalistas y los filósofos, cuyo supremo goce es la contemplación intelectual de la naturaleza, cuyo objeto supremo es el conocimiento de las leyes naturales. ¿Se le quiere encontrar? Que se le busque entre esos hipócritas que se ocultan bajo la máscara de una austera piedad y quieren solo ejercer una tiranía jerárquica y explotar a sus contemporáneos”.» (Rafael García Álvarez [1828-1894], “Darwin y la teoría de la descendencia”, Revista de Andalucía, Málaga 1875, nº 11, págs. 242-243.)

1877 «Les Etudes Religieuses, revista católica que publican los Padres de la Compañía de Jesús en Lyon, en el número de Enero de 1877, publica un artículo, titulado El monismo o el materialismo científico, que vamos a extractar y comentar. De seguro que se alegrarán de ello nuestros lectores. La citada revista, con el fin de que sus lectores conozcan los más modernos sistemas materialistas y sepan quiénes son los filósofos, los falsos filósofos, que hoy llevan enarbolada la execrable bandera del materialismo, comienza por citar las obras que se propone refutar, que son: 1.º Historia de la creación de los seres organizados, por Haeckel. 2.º Conferencias sobre la teoría darwiniana, por Buchner. 3.º El concepto mecánico de la vida, por Virchow. 4.º Los límites de la filosofía natural, por D. Bois-Reymond. 5.º Del origen de la vida sobre la tierra, por W. Thomson. 6.º Materia y fuerza, por Benze Jones. 7.º La base física de la vida, por Huxtley. 8.º Las fuerzas físicas y el pensamiento, por Tyndall. 9.º La temperatura y la vida animales en el mar, por V. B. Carpenter. 10. La misión de los hombres de ciencia en la sociedad, por A. Gould. 11. El origen de las especies, por R. Wallace. 12. La ciencia de la vida, por W. Kuhue. 13. La evolución de los seres vivientes, por O. Schmidt. 14. La fuerza vital en la Academia de Bruselas, por E. Alglave. 15. Fisiología comparada, por Vulpian. 16. Física fisiológica, por M.Gavarret. 17. La fuerza y el movimiento, por M. Beaunis. 18. Definición de la vida, por Cl. Bernard. 19. La fisiología general y el principio vital, por Paul Bert. Enumeradas estas obras, dice la revista: “El monismo es un nombre con el cual ciertos materialistas contemporáneos designan su triste doctrina. Según parece, el primero que ha adoptado este nombre ha sido Haeckel, profesor de zoología en la Universidad de Jena.” Como nuestros lectores todos comprenderán, monismo se deriva del griego monos, que significa uno o solo. Los modernos materialistas se dan esta denominación para manifestar que no admiten dos sustancias o espíritu y materia, sino una sola, que es la materia. Monismo y materialismo o sistema que niega el espíritu, son, pues, una misma cosa.» (El consultor de los párrocos, Madrid 1 febrero 1877, 39.)

«Feuerbach ejerció grandísima influencia en Jakob Moleschott, acaso el más profundo, y sin duda el más interesante de nuestros escritores materialistas. Aunque su Kreislauf der Lebens sólo obtuvo cuatro ediciones, mientras que el Kraft und Stoff de Büchner ha alcanzado ya a la 13.ª o a la 14.ª, fácil es advertir que, principalmente de Moleschott, recibieron impulso Vogt, Büchner y Czolbe, jefes del materialismo científico desde 1850 hasta 1860. En la Geschichte der Materialismus de Albert Lange, cuya tercera edición acaba de publicarse después de la sentida muerte del autor, tenemos reseña y crítica tales del materialismo alemán, que podemos contentarnos con la ligera mención que de él hemos hecho, tanto más, cuanto que el desarrollo de esta tendencia, que en parte procedió de la declinación de los sistemas especulativos, y en parte también del rápido progreso de las ciencias naturales, especialmente de la fisiología, pertenece ya al pasado más bien que al presente. […] El antiguo materialismo científico, según resulta clarísimamente de lo que dice Czolbe, no tenía idea de la evolución, la cual forma hoy día parte integrante de toda teoría naturalista del Universo. Mientras los otros escritores pertenecientes a la escuela adquirían, andando el tiempo, esta noción.» (W. Wundt -Mind-, “Estado actual de la filosofía en Alemania”, Revista Contemporánea, Madrid, diciembre 1877, nº 12, 351-353.)

1879 «El nihilismo en Rusia. El cabildeo de nuestros partidos, grupos, fracciones, fraccioncillas y hasta individualidades, nos priva del espacio que necesitamos y de la atención que deberíamos prestar mas asiduamente al movimiento social de Europa, del cual no podemos emanciparnos por completo ni dejar de sufrir sus consecuencias. El internacionalismo en los Estados-Unidos, el socialismo en Alemania, el comunalismo en Francia, aun revistiendo odiosos caracteres, aun amenazando todo lo que es conservador, todo lo que es progresivo, todo lo que es inteligente, no llega ni con mucho al espíritu de barbarie que se revela en el movimiento continuo que mina en sus cimientos a la sociedad moscovita. Nos referimos al espantoso programa de los nihilistas rusos, programa que excede y sobrepuja en violencias al de los socialistas o internacionalistas europeos. El programa plantea resueltamente la lucha entre la actual sociedad económica y civil y otra sociedad nueva, sumida aun, afortunadamente, en las tinieblas del porvenir, y que no está llamada, así lo esperamos, a ver la luz de los pueblos civilizados. Si semejante sociedad pudiera prevalecer, sería tanto como hacer retroceder al mundo al estado salvaje y al despotismo primitivo, pues participaría de entrambos caracteres. Los nihilistas rusos se atreven a suponer que han imaginado un orden de cosas, con el cual se lograría la emancipación intelectual y económica del pueblo, realizada: 1.º Por la abolición de las religiones y de los cultos, por la propagación del ateísmo y del materialismo científico y humanitario. 2.º Por la abolición del derecho de propiedad hereditario. 3.º Por la completa igualación de los derechos políticos y sociales de la mujer con los del hombre, y como consecuencia, por la abolición del derecho de familia, así como del matrimonio religioso y civil, corolario histórico del derecho de herencia. Este es en sustancia el lenguaje de los nihilistas rusos, despojado de todo artificio, de toda hipocresía y aliviado de circunlocuciones y paráfrasis. Llamando las cosas por su nombre, es como se sabe lo que cada cual quiere.» (La Época, Madrid, lunes 31 marzo 1879, pág. 1.)

1883 «Pues bien, Señores, yo no quiero que se cambie ni siquiera que se altere la religión de nuestros padres. Conozco que nuestro tiempo no ha menester tanto la revelación de nuevas creencias como la espiritualización, si es permitido hablar así de las añejas y extendidas. Cuanto más fuerzas se gastan y más años se emplean en el trabajo de redimir un pueblo acostumbrado a la servidumbre, más se persuade nuestro ánimo de que se necesita para romper los lazos materiales un lazo moral que una los hombres entre sí al par de darles un ideal a cuya virtud puedan conocerse y estimarse el precio de la libertad. Yo también tengo, como decía en su maravilloso discurso el señor Pidal, más angustias por la crisis que atraviesa el espíritu humano y por los sofismas y errores que amenazan a todo cuanto hemos creído y adorado sobre la faz del planeta; yo también me revuelvo contra una filosofía que sólo conoce la materia, lo más desconocido para nuestra inteligencia y sólo adora el movimiento, lo más necesitado de un motor inmóvil; yo no quiero hacer del espacio infinito un paño fúnebre para envolver el esqueleto de una humanidad sin alma; yo no quiero hacer del tiempo un río eterno, sin fuente y sin desagüe, corriendo a ciegas, sin impulso y sin objeto para dibujar en su movible superficie seres múltiples sin causa que desaparecen a una en sus abismos sin finalidad, sin destino; yo protesto contra que la personalidad humana sea un agregado de átomos y la conciencia otro agregado de sensaciones, y el espíritu una triste asociación de ideas, y la libertad una determinación dinámica o mecánica de los nervios y de los músculos; yo no quiero vivir en el Universo sin número, sin medida, sin ideal, sin una suprema inteligencia que lo rija, circundado de ese triste inconsciente monstruo ignaro e informe parecido a colosal ogro que arrojara los hombres, los expósitos de la casualidad, a los vacíos de la nada; yo necesito encontrar en el árbol de mi genealogía los ángeles del cielo y no las bestias del bosque para morirme como Platón y como Cristo en el culto a la inmortalidad, y no como los cerdos de Epicuro en el pudridero universal de las carniceras especies; yo sé que necesitamos levantar nuestros brazos a lo infinito y pedirle a Dios que ilumine a esos ciegos, los cuales no ven su luz, en cuyos resplandores se anima el calor de la vida universal, y que piden demostración de su existencia, cuando es una verdad que contiene, primero todas las demás verdades teológicas, cual los axiomáticos postulados contienen todos los teoremas matemáticos; pero no podremos, no, levantar el ideal, devolver su energía firme a la voluntad, restituir los principios morales de libertad y responsabilidad al hombre y a la creación el Creador, si subimos al materialismo científico, infundado, pero sabio, al materialismo eclesiástico, utilitario y burdo, que quiere hacer del sacerdote católico un voluntario carlista, del Monte Esquinza un templo, de la Inquisición extinta una llama celestial, poniendo al altar como una trinchera más en nuestras guerras civiles y consagrando a los bárbaros y crueles tiranos con el Evangelio que ha traído la revelación del Verbo y del Eterno al espíritu, así como a las sociedades humanas la revelación de la libertad y de la igualdad, elementos esenciales de los derechos modernos y motores incontrastables del progreso universal.» (Emilio Castelar [1832-1899], “Discurso del señor Castelar” [en el Congreso, el sábado 7 de Abril de 1883, en la discusión sobre el juramento político], El Globo, domingo 8 de abril de 1883, pág. 2.)

1884 «Ateneo. Anoche terminó el Dr. Vera (don Jaime) su interesante discurso sobre la psicología como ciencia natural, teniendo, si cabe, más interés que en las sesiones anteriores. Ocupóse en particular en la de anoche de demostrar la inutilidad y aun acción perturbadora de la psicología idealista en los problemas más importantes para la masa social, poniendo de manifiesto, por el contrario, las ventajas de la psicología materialista, a cuyo fin examinó y presentó datos muy curiosos sobre la locura, el suicidio, la educación y la criminalidad, haciendo muy oportunas observaciones sobre los actuales sistemas penitenciarios, y en particular sobre la Cárcel Modelo. Terminó defendiendo las doctrinas del materialismo científico hasta en sus consecuencias morales y sociales, que es donde más suele atacárseles, haciendo notar que dichas doctrinas no son inmorales, ni destructoras del orden social, ni de la libertad política. Fue muy aplaudido.» (La República, diario federal, Madrid, domingo 8 de junio de 1884, pág. 3.)

1885 «El Espiritismo es una escuela filosófica, y las escuelas filosóficas obedecen al desarrollo del talento humano. Quitadle al Espiritismo la inmortalidad del alma, que a pesar de tantos creyentes nadie ha demostrado, y todos esos fenómenos que como tales son reconocidos por los partidarios de esa escuela, tendrán perfecta explicación dentro de las propiedades de la materia, que en su inmenso laboratorio, verifica eternamente la Naturaleza. Muy original y atrevido es el pensamiento de la célebre espiritista [Amalia Domingo Soler], al atribuir y afirmar el deísmo, dentro del materialismo científico; cuando este se basta con los adelantos que le suministran las ciencias, y en particular, la fisiología; pues no hay médico razonable, ni naturalista sensato, que en sus profundos estudios no destierre los sofismas de un poder misterioso y sobrenatural.» (Ramón Cartañá, “El que no sabe es como el que no ve” [respuesta a la espiritista Amalia Domingo], La luz del porvenir, Barcelona, 25 junio 1885, pág. 38.)

1886 «Hoy nos encontramos en una época de transición científica. La idea unitaria, aplicada a todas las manifestaciones de la inteligencia; el materialismo científico, que es el naturalismo llevado a su término dando a los conocimientos un saludable tinte positivista; la doctrina de la evolución transformista enlazando los eslabones de los seres en compacta cadena, y los sueltos eslabones de ciencias distintas en una sola ciencia, siendo el lazo común de todas las manifestaciones humanas, tanto en lo material como en las pretendidas funciones espirituales, han contribuido todos a disipar los cómodos dualismos, a hundir en las células de los cerebros débiles los excesos sobrenaturales y las concepciones teológicas.» (Odón de Buen [1862-1945], “Estado de las ciencias naturales al terminar el año de 1885”, La América, Madrid 28 de marzo de 1886, pág. 12.)

1887 «Al materialismo científico corresponde el naturalismo literario, el realismo artístico, el socialismo político, el comunismo económico y el nihilismo social. La teología, la metafísica, la jurisprudencia, la medicina, la historia, las ciencias morales y políticas, en fin, hasta las mismas matemáticas, ya lo sabéis, han sufrido el golpe de esta invasión del materialismo en la ciencia, viendo destruido su objeto, o rebajada su dignidad, o puesto en duda el carácter evidente de sus axiomas. Todo está ya reducido a encontrar en el campo del microscopio, o en los residuos de la retorta, los anillos, invisibles aún, de la eterna transformación de la materia.» (Alejandro Pidal y Mon [1846-1913], “Discurso del Excmo. Sr. D. Alejandro Pidal” [“De la metafísica contra el naturalismo”, pronunciado en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas el 3 de abril de 1887], La Unión, diario católico-monárquico, Madrid, viernes 22 abril 1887.)

1888 «Todos los clubs jacobinos, todos los elementos revolucionarios, están prontos a entrar en campaña y a establecer la Commune en los grandes centros el día en que fuera proclamada en el Hotel de Ville. Y estos grupos son numerosos y tienen nombres varios y sonoros: “El Materialismo científico,” “Los Renovadores de Clichy,” “El Libre pensamiento,” “El Comité revolucionario del 13.º distrito,” en una palabra, todo lo que puede llevar con propiedad el apelativo de radical, socialista y republicano.» (“La manifestación de París”, La Época, Madrid, domingo 2 de diciembre de 1888, pág. 3.)

1891 «A esta raza viril que prefería mil veces la muerte a la esclavitud y que todo lo fiaba al propio esfuerzo, que sólo pudo vencer y dominar muy a la larga la superior pericia, el valor igual la tenacidad de los romanos; a esta raza sencilla y amante que hubo de dar a la perfidia púnica sus más sobrios, más sufridos y más valerosos soldados; a esta raza que fue el último baluarte de la ibérica resistencia contra Roma en el inmortal Medulio –la Numancia gallega;– y a esta raza que, mezclada con la pelasgo-semita, hubo de brillar bajo el espléndido sol de la cultura heleno-latina, para honrar a su siglo con el reformador Prisciliano, bárbaramente sacrificado a la crueldad sacerdotal; y a este cruzamiento, rejuvenecido por la roja sangre del sajón; debe la patria al volteriano fraile que desde su modesta celda de Oviedo hubo de desafiar las iras del ruin e imponente Santo Oficio, admitiendo la admirable doctrina de Newton y defendiéndola cuando en Inglaterra era sospechosa y en Francia era rechazada, y proclamando, en medio de un siglo en que privaba la estéril metafísica a la observación como la más pura fuente de los conocimientos positivos; al valeroso tribuno Ruiz Pons, que lanza el primero desde los escaños del templo de la ley hispano el ¡muera la intolerancia religiosa! pasando por encima de la ineptitud canonista de Aguirre, de la petulancia doctrinaria de Olózaga y del religioso celo del piadoso ingeniero Sagasta, en medio de aquella España presa del fanatismo carlista, del vil escepticismo moderado y de la calamidad católica, apostólica, romana, progresista. Debe los ilustres Chao, Armesto y Ojea y es deudora, en fin, del poeta López Lorenzo, tan aplaudido como llorado en la Argentina, y del pensador Manuel Barros, distinguido y entusiasta adalid del materialismo científico. Y pudiera añadir que de él son esclarecidos vástagos la insigne doña Oliva Sabuco de Nantes, si a las atinadas observaciones de nuestro Verea y Aguiar hemos de atenernos, Juana de Vega, que comparte con el invicto Mina los riesgos de la labor revolucionaria; Rosalía Castro, que llora en versos incomparables las propias y las ajenas desventuras, y Concepción Arenal, que truena en ardientes e inspiradas estrofas contra la opresión que cristianamente ejercía el blanco sobre el hombre de color, porque si tan interesantes figuras no fueron libre-pensadoras, merecían serlo. Se dirá seguramente que Prisciliano no es verdaderamente libre-pensador y que Feijoo y Ruiz Pons no lo fueron por modo tan preciso como Servet y Giordano Bruno, a lo que pudiera replicarse que el sistema religioso del primero obedecía a personales ambiciones, nunca a un interior sentir…» (José de la Hermida Castro [†1913], “El libre-pensador gallego”, Las dominicales del libre pensamiento, Madrid, sábado 23 de mayo de 1891, pág. 1.)

1893 «Por esto afirmo que el verdadero materialismo científico, racional o filosófico es necesariamente deísta, y en cualesquiera de las propiedades con que se nos manifiesta un objeto material sólo hallaremos los atributos con que la divinidad le dota.» (J. Gómez Arias, “Consideraciones sobre la inercia”, Revista de navegación y comercio, Madrid, 15 agosto 1893, pág. 450.)

1894 «Caserio [Gerónimo Caserio, 1873-1894, anarquista italiano asesino del presidente francés Sadi Carnot el 25 de junio de 1894, guillotinado el 16 de agosto] no es un asesino vulgar. Es un tipo. En él el orgullo engendró la irreligión; la irreligión el anarquismo y el crimen. Es el producto de un estado de espíritu, el fruto de una atmósfera intelectual y moral. Joven aún, se convierte a “la nueva ciencia”. Sus consejeros le han arrancado la fe y lo han abierto los horizontes de “la ciencia”. La ciencia (nótese que Caserio no sabe leer) le ha revelado las abominaciones del orden social. Acá la opulencia insolente: allá la miseria inmerecida. La declaración de Caserio ante el tribunal de Lyon contiene toda la magnificencia de los lugares comunes anarquistas. Puesto que hay abusos en la sociedad, es preciso cortar la cabeza. El razonamiento es pobre desde el punto de vista filosófico; pero la filosofía no es la cualidad madre del anarquismo y de los anarquistas. Este hecho tiene un carácter histórico. Caserio es el símbolo de una porción de nuestra civilización. Los cerebros frustrados, las imaginaciones inflamables se alumbran como el incendio al contacto de la ciencia militante. Gracias a las predicaciones tomadas del positivismo y del darwinismo, la lucha a muerta contra el orden social se convierte en una religión, un sacerdocio. Caserio se imagina tener una misión, el sentido moral se borra, la imaginación se exalta. En el momento en que Dios no existe y en que la sociedad es un lugar de injusticia, ¿por qué no atacar a sus representantes? El anarquismo no es una aberración; es el resultado de la ciencia militante; es el desenvolvimiento natural del socialismo ateo; como el socialismo ateo, es hijo del liberalismo positivista y del materialismo científico. El anarquismo crecerá contra los asesinos y sus agitadores, porque los Gobiernos dejan que se forme una Juventud sin Dios y sin fe; porque los jóvenes que aparecen a la vida sin ningún freno religioso y presencian los espectáculos de la desigualdad social serán los prisioneros y los soldados del anarquismo. Este ha nacido en las escuelas y en los laboratorios de la ciencia. La instrucción sin educación religiosa y moral, es un grano de rebelión y de muerte. Nada más natural. La humanidad marcha bajo la presión de las ideas morales. Cuando no se halla a Dios, aparece el germen de la muerte. El determinismo científico, el dilettantismo, el escepticismo tolerante y consciente son cómplices de la anarquía. Lombrosso acaba, en un estudio especial, de determinar las causas del anarquismo. Para Lombrosso, Caserio es víctima del atavismo y de la herencia. La teoría no es nueva, pero es peligrosa. No; el anarquismo no es una enfermedad: es el término de un estado de espíritu. Quien ha estudiado la filosofía de la historia, sabe que en las ideas y atmósferas intelectuales nacen las revoluciones sociales y políticas. Los humanistas hicieron la Reforma, Rousseau y la Enciclopedia desencadenaron la Revolución francesa. De esta atmósfera intelectual han surgido el socialismo ateo y el anarquismo bárbaro.» (La Unión Católica, Madrid, miércoles 8 de agosto de 1894, pág. 3.)

1898 «Nos pensamos que, a lo menos, queriendo descubrir los autores y cómplices de tales motines, acordarían buscarlos entre los que sienten aversión a la doctrina católica y excitan las almas a todas las concupiscencias desordenadas por el materialismo científico y político y entre aquellos en fin que ocultan sus intenciones culpables a la sombra de asambleas sectarias, en las cuales afilan sus armas contra la seguridad y el orden de la sociedad.» (León XIII, Carta Encíclica Spesse volte, 5 agosto 1898; en La Unión Católica, Madrid, 15 agosto 1898.)

1902 «Antes de decir o de escribir algo acerca de la palabra con que encabezo estas líneas, que tanto ha revuelto a los hombres; dedicados a la investigación y propagación de las llamadas ciencias biológicas, incluyendo en ellas las doctrinas del llamado materialismo científico o filosófico, debo de exponer unas cuantas ideas para aclarar conceptos sumamente errados, por haberse lastimosamente tergiversado las doctrinas que de las modernas teorías han tratado de explicar los autores de las mismas, y que no han sido bien conocidas por aquellos críticos de pacotilla, al tratar de vulgarizar la ciencia poniéndola en ridículo ante el público necio, ignorante, pero al mismo tiempo altamente pretencioso en cuanto se refiere a ella, creyendo entenderla por conocer unas cuantas palabras empleadas en su complicado y laberíntico lenguaje.» (Félix de Unamuno, “El materialismo”, La Revista Blanca, Madrid, 15 diciembre 1902, pág. 365.)

1903 «Que los señores médicos y farmacéuticos sean, admitan o crean las doctrinas del Materialismo científico filosófico, a nadie debe de chocar ni llamar la atención, por cuanto de los estudios llevados a cabo en tales carreras o facultades conducen paulatina e insensiblemente a lo que en las mismas se enseña, para lo cual no hay más que citar algún ejemplo y después sacar las consecuencias o las conclusiones que puedan deducirse de cada ejemplo.» (Félix de Unamuno, “Sobre el mismo tema”, La Revista Blanca, Madrid, 15 julio 1903, pág. 54.)

1905 «De él se ha derivado tanto el idealismo como el materialismo científico.» (“Biografía de Kant”, Manuel Kant, Por la paz perpetua.)

1906 «También las ciencias exactas tienen sus ciclos reversibles, sus períodos cinogenéticos, su especie de evolución panspermista; con la diferencia de que, mientras Pouchet y Joly afirman irracionalmente la preexistencia indefinida de los gérmenes, o su espontánea aparición, allí donde reclamen su presencia fenómenos incomprensibles al ya enterrado materialismo científico, las ciencias exactas señalan el origen de las ideas madres, al paso que registran cuidadosamente las diversas fases que recorre una teoría desde su aparición hasta su última consecuencia.» (Fr. Antonio Blanco, agustino, “Conferencias científico-escolares. Por qué es azul el cielo”, España y América, 1 junio 1906, nº 11, pág. 172.)

1907 «Si, por otra parte, se considera que en la teoría de Santo Tomás la propiedad esencial del espíritu es no servir de base a las relaciones de espacio, como creadora de la sensación, se ve claro que su intensión viene en semejante esfera a confundirse con su extensión física; de donde resulta que la opinión escolástica, que parece tan idealista al principio, es el materialismo mismo, el materialismo en toda su crudeza; pero no el materialismo científico, que localiza el alma en el cerebro, sino el materialismo vulgar, que identifica el cuerpo con el espíritu.» (Edmundo González-Blanco [1877-1938], “El conflicto actual del Aristotelismo y del Empirismo en la Psicología”, Nuestro Tiempo, Madrid 25 febrero 1907, nº 94, pág. 334.)

1909 «Lombroso. En Turín, de cuya facultad de Medicina era prestigiosísimo profesor, ha muerto repentinamente el 19 del actual este sabio ilustre, del cual varias veces nos hemos ocupado por ser uno de los valientes experimentadores de los fenómenos psíquicos supranormales que del materialismo científico pasaron, por convencimiento adquirido en la directa observación de los hechos, al campo espiritualista.” (Lo Maravilloso, revista de psicología y dinamismo inexplicados, Madrid 25 octubre 1909, nº 14, pág. 169.)

1914 «Un periódico católico, El Universo, de Madrid, en su número del 24 de Agosto de 1914, después de protestar contra los que le acusen de cualquier deseo contrario al bien de los beligerantes todos, y después de maldecir la Alemania de Kant, de Fichte, de Hegel, de Krause, del materialismo científico, de Strauss y de la escuela de Tubinga, base e iniciación del modernismo religioso, reconoce en el carácter alemán cualidades inestimables: la reflexión, la laboriosidad, la disciplina civil, de que es reflejo la militar, y cierto candor u honradez nativa, algo de Margarita antes de ser pervertida por Fausto, que se echa de menos por completo en nuestras caducas razas meridionales.” (Edmundo González-Blanco, “Criterios sobre la guerra”, Mundo Gráfico, Madrid, 9 diciembre 1914, pág. 8.)

1922 «Tampoco examina aisladamente el materialismo científico y el socialismo, a los cuales incluye en la concepción naturalista. Para Eucken todos los sistemas se integran en dos direcciones opuestas: la del naturalismo y la del idealismo.» (Santiago Valentí Camp, “Rodolfo Eucken”, Ideólogos, teorizantes y videntes, Barcelona 1922.)

«En este sentido, la ciencia del profesor Nicolai debe ser en extremo eficiente, porque, aunque no quiera sacarla del reino de las leyes fisicoquímicas, aunque profese un materialismo científico, eso no le impide ser idealista en la vida, como lo demostró en la guerra. Y acaso es lo uno por ser lo otro.» (Luis Araquistain, “El hombre Nicolai” [Jorge Federico Nicolai, 1874-1964], La Voz, 21 diciembre 1922.)

1925 «Si no la libertad política, la libertad humana fue alcanzada en el vuelo magnífico del emancipador pensamiento germánico. La rebelión de Lutero señala el comienzo de una nueva Era. En ella están, en germen, la demoledora crítica histórica, las radicales negaciones de Straus, la implacable crítica teológica, que sólo deja del Cristianismo un perfume moral. Sin ella hubiera sido imposible la obra de los filósofos: la crítica sagaz, penetrante, profunda, de Kant; el esfuerzo poderoso de Hegel, que arranca el Mundo de sus cimientos para hacerle girar con el ritmo eterno de la evolución; el pesimismo fecundo de Schopenhauer, cuya filosofía viene a restaurar las fuentes primitivas de la sabiduría humana, de donde manaron los Vedas; la doctrina profundamente humana de Krause, que formula los nuevos ideales de la vida. Por un verdadero prodigio de energía espiritual, del idealismo hegeliano, absurdo, pero grandioso, sale el materialismo científico de los Feuerbach y los Bruno Baüer, y el mismo procedimiento dialéctico que sirve a Hegel para glorificar el Imperio y divinizar al rey de Prusia, sirve a Marx para lanzar contra la organización capitalista el ariete de su crítica económica. Y del pensamiento en apariencia más conservador salen los atrevimientos inauditos de Max Stirner y la audaz y formidable protesta nietzscheana…” (Álvaro de Albornoz, “La Democracia y la Sociedad de Naciones”, La Libertad, Madrid, 2 junio 1925, pág. 1.)

1935 «¿por qué dicen los metafísicos que la metafísica es superior a la física?, Bernardo Martínez. Porque durante mucho tiempo se dio más importancia al llamado espíritu que a la materia. Sin embargo, hoy, seriamente, nadie estudia la Metafísica. La propia Filosofía, última manifestación de la Metafísica, se ha visto invadida por el naturalismo o el realismo, que son las fórmulas equilibradas del materialismo científico, creadoras también de la Filosofía.» (“Consultorio”, La Revista Blanca, Barcelona, 1 marzo 1935, pág. 213.)

1946 «El materialismo científico-natural es el materialismo de los sabios y naturalistas, que sobre la base de los datos prácticos, experimentales, de su ciencia, llegan inevitablemente a la interpretación materialista de los fenómenos de la Naturaleza» (“Materialismo científico natural”, Diccionario Filosófico Marxista, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1946, 1946, págs. 200-201.)

1948 «Más adelante, después de haber observado con razón que la evolución del pensamiento filosófico está determinada a fin de cuentas por las condiciones materiales de la vida social, y no tiene más que una autonomía relativa, infringe él mismo más de una vez ese principio fundamental del materialismo científico separando continuamente la exposición de los diferentes sistemas de las circunstancias históricas concretas y de la base de clase de una u otra filosofía.» «En virtud de lo cual el manual del camarada Alexandrov no permite explicar las condiciones del nacimiento y del desarrollo del materialismo científico que ha crecido sobre el pedestal de granito de las conquistas de las ciencias naturales contemporáneas.» (A. Zdanov, “Sobre la historia de la Filosofía”, Nuestra Bandera. Revista mensual de orientación política, económica y cultural, editada por el Partido Comunista de España, enero-febrero 1948, nº 24 extraordinario, págs. 82-86.)

1951 «Esta descripción del materialismo científico está en oposición directa al fundamentalismo científico.» (Charles West Churchman, «Teoría materialista de la medición», en Filosofía del futuro. Exploración en el campo del materialismo moderno, Compañía General de Ediciones, México 1951, pág. 534.)

1954 «En todo caso, tales estudios pueden ayudar a comprender lo que pasa dentro del cerebro del hombre sano y del ser enfermo, aclarando la relación existente entre el cuerpo y la mente. Si se llega a establecer de modo concluyente la existencia de propiedades mentales del ser humano no ligadas a ningún fenómeno físico, se liberará a la psicología y la psiquiatría de la desviación a que las han condenado tres siglos de materialismo científico dedicados a destacar la materia y degradar el espíritu. En cuanto a las demás disciplinas científicas y filosóficas, la parapsicología sería para la religión lo que la biología para la medicina y la física para la ingeniería. Si la parapsicología se refiere a manifestaciones no físicas de la personalidad, lógicamente debería estudiar todo lo perteneciente al reino de lo espiritual. Hasta hoy día la Iglesia ha rehusado no ya aceptar sino siquiera reconocer la existencia de los experimentos psi, como si temiera encontrarse en ellos con un enemigo más difícil de combatir que el propio espiritismo. Y sin embargo, si la religión desea sobrevivir al impacto de las fuerzas ateas que hoy la combaten, debería aceptar los nuevos instrumentos de la ciencia moderna e incorporarlos a su arsenal de herramientas psicológicas de exploración del alma humana. Pues el alma es el objetivo de la religión, como lo es, en último término, de la psicología y del arte. La parapsicología puede darle a la religión un modo de explorar el alma humana y a la vez de hacer comprensibles y aun científicamente aceptables algunas de las concepciones religiosas que hasta hoy la ciencia había rechazado. La parapsicología está elaborando una nueva filosofía de la vida y aun del más allá, en la que no deseo entrar hoy, pues sólo me interesa como psiquiatra el campo de su fenomenología y lo que ésta puede ofrecer al estudiante de las ciencias de la mente.» (Félix Martí Ibáñez [1911-1972], “A través de las barreras del tiempo y el espacio. Parapsicología, psiquiatría y religión. Nueva filosofía de la vida y aún del más allá”, España Libre. Órgano de la Confederación Nacional del Trabajo de España, Toulouse 3 octubre 1954, pág. 3.)

1956 «Las Conferencias. En Toulouse: “La voluntad como factor revolucionario”. El pasado 7 de los corrientes, en el local de las Juventudes Libertarias de Toulouse, tuvo lugar la segunda conferencia del actual ciclo. A la hora indicada, bajo la presidencia del joven Samitier, quien presenta brevemente al orador, empieza el compañero Peirats su disertación. […] Explica seguidamente que lo que nos separa de los marxistas no es una cuestión solamente de tácticas sino de principios. El marxismo niega terminantemente la voluntad. La historia, según él, no la forman los hombres sino que los hombres son formados por la historia. El materialismo científico es el determinismo científico absolutista traducido al campo de la sociología. De ahí aquello de “la libertad es un prejuicio burgués”, de ahí aquello de “la libertad, ¿para qué?” De ahí que no se pueda ser revolucionario sin ser voluntarista, y no se pueda ser voluntarista sin ser revolucionario. El conflicto entre la voluntad y la fatalidad, entre el determinismo y el voluntarismo podría muy bien ser arbitrado por la genial frase reclusiana: “El hombre es la naturaleza formando consciencia de sí misma”.» (CNT, Toulouse, 2 diciembre 1956, pág. 2.)

1957 «Certamen Juvenil Libertario. Por iniciativa de su X Pleno de Regionales, la FIJL en el Exilio organiza un concurso al que da el nombre de Certamen Juvenil Libertario. […] Al lanzar esta iniciativa y darle forma de organización y convocatoria de un Certamen, queremos seguir las huellas de nuestros precursores y estamos animados, como ellos lo estuvieron, por el deseo de proporcionar a las ideas anarquistas mayor consistencia y divulgación. En las bases ideológicas que fueron establecidas en los dos Certámenes que, bajo el impulso de nuestros predecesores, fueron celebrados en el pasado siglo, puede decirse que descansó y se desarrolló el sindicalismo de raíz anárquica y la organización anarquista en España. Pero desde la celebración del que fue denominado II Certamen Socialista ha transcurrido mucho tiempo y, sobre todo, se han producido no pocos acontecimientos en base a los cuales se hace aconsejable el que ciertos aspectos de orden crítico, teórico o filosófico, así como determinados procedimientos tácticos sean analizados, enfocados y fundamentados partiendo de puntos de vista más amplios y más en consonancia con nuestros tiempos. Mas no para modificar nada de lo esencial en las teorías ni en las tácticas anarquistas. No, nada de eso. Al contrario, más bien para remozarlas y reforzarlas, ya que los referidos acontecimientos han venido a fortalecerlas y a confirmarlas. Lo que concretamente nos proponemos es actualizar y robustecer las teorías y las tácticas anarquistas, confirmadas experimentalmente por el curso de los acontecimientos y la actuación de los hombres, presentándolas con argumentos apropiados a la época presente. A nuestro juicio se hace preciso establecer sobre bases más amplias la critica sobre el marxismo, abordando matices y aspectos desconocidos hace setenta años. […] Temario. 1) Crítica general del marxismo desde su aparición hasta la fecha. a) ¿Sigue el marxismo las teorías de Marx? 2) Examen de la situación del proletariado mundial, y análisis de la labor destructora que en su seno ha llevado a cabo el reformismo. […] 20) La escuela anarquista ante el determinismo y el llamado materialismo científico, a tenor de la visión que de ello nos permite tener la ciencia moderna. […] La Comisión Organizadora. Toulouse, 30 de mayo de 1957.» (Solidaridad Obrera. Portavoz de la Confederación Nacional del Trabajo de España, París, 4 julio 1957, pág. 3.)

1960 «A la validez inicial del método económico –que como se ve no excluye la validez filosófica y científica de otros métodos–, se suma la mayor utilidad práctica de aquél, en cuanto que permite traducir en términos cuantitativos, y por lo tanto numerables, los factores cualitativos, de la transformación social, tal y como lo expone con admirable claridad Robert Louzon en las primeras páginas del presente libro. Tal es el verdadero sentido de las expresiones “materialismo científico” y “determinismo histórico”, que apenas tienen nada que ver con el materialismo filosófico o con el ateísmo religioso, de igual manera que el liberalismo económico de la escuela manchesteriana no equivale al liberalismo político ni a la doctrina moral que se funda en el principio de la libertad y responsabilidad del hombre.» (Fernando Valera [1899-1982], “Ensayos sobre el pensamiento y la obra de Robert Luzon”, España Libre. Órgano de la Confederación Nacional del Trabajo de España, Toulouse 4 diciembre 1960, pág. 1.)

1961 «Antes del divorcio hay el matrimonio. Ambos forman el dúo de la ópera bufa Las calamidades sociales. Si la coyunda de los sexos fuese desinteresada, espontánea y biológica; no habría conflictos. La sociedad complica, con sus prejuicios y con sus enredos interesados, a la naturaleza y así los disparates cunden entre las dos. Matrimonio: Unión de dos esclavos para generar la especie infinita de esclavitos. Mujer: esclava de un esclavo. La bestia negra de la Iglesia afirma que lo que ata dios, sólo el diablo intenta desatarlo. Dios: alcahuete de todas las miserias humanas. Diablo: tentación y envite a los bellos placeres. Dios y el diablo: símbolos que explotan las religiones. El materialismo científico, sin el insípido aderezo del espíritu o del alma volátiles ya fulminó ese binomio de mentiras. En amor sexual hay una responsabilidad propia y social. En el matrimonio hay el mínimo afecto y la máxima especulación, salvando las bellas excepciones.» (Mariano Costa Iscar [1883-1966], “Divorcio”, Solidaridad Obrera. Portavoz de la Confederación Nacional del Trabajo de España, París, 24 agosto 1961, pág. 2.)

«G. Ostwald sostuvo, a fines del siglo pasado, la inutilidad perfecta, para la ciencia de la naturaleza, del concepto de materia y su sustitución por el concepto de energía (Die Überwindung des wissenschaftlichen Materialismus [“La superación del materialismo científico”], 1895).» (“Materia”, Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía [1961].)

1962 «Por su parte, el marxismo se me aparece como la secularización de algunos de los motivos más profundos del pensamiento judeo-cristiano. Pero «secularización» es algo bien distinto de las puerilidades y absurdos que se le atribuyen a menudo cuando se habla del “materialismo ateo”. Marx ha rechazado en forma tajante el materialismo científico de los positivistas, al menos en lo que al hombre se refiere, y especialmente en su aspecto mecanicista –que podría propiciar la pasividad del hombre–; su raíz historicista lo hace llegar a veces hasta un espiritualismo extremo, como cuando en La ideología alemana, por ejemplo, niega prácticamente la existencia de una naturaleza que no haya sido transformada por el hombre. Es cierto que Marx se caracteriza a sí mismo como materialista histórico en oposición al idealismo de Hegel, pero con esto no está sustituyendo un monismo espiritualista por otro materialista: lo que declara es que el motor de la historia no es una conciencia abstracta que produce ideas, sino la realidad concreta de la vida del hombre.» (“Conrado Eggers Lan, Cristianismo y marxismo”, Correo de CEFYL, Buenos Aires, octubre 1962.)

1963 «Esta sustitución –en el centro mismo del pensamiento de Marx– del concepto de alienación por el de praxis, Auguste Cornu nos la muestra con claridad meridiana. Para Cornu, el materialismo histórico nace ahí precisamente, es decir, cuando el trabajo y la praxis asumen el papel central en la concepción del mundo de Marx. Esto es innegable, pero a condición, desde nuestro punto de vista, de entender este concepto de praxis a la vez como el último triunfo de la conciencia especulativa y como lo que provocará su desaparición próxima, a condición de captar por qué este materialismo histórico, recién nacido, necesita aún de un reajuste total y definitivo para abolir su carácter especulativo y para convertirse en conciencia científica de la Naturaleza y de la Historia{14}. Pero el propio desarrollo del materialismo histórico hará que este reajuste del materialismo sea posible y necesario. Marx realizará esta labor obligatoria por cuenta propia en las Tesis sobre Feuerbach (sobre todo en las 2, 8 y 9) en 1845, y en colaboración con Engels, en La Ideología Alemana en 1945-46 que consistirá precisamente en “ajustar (sus) cuentas con la (su) conciencia filosófica de la (su) época anterior”{15}.
{14} En su artículo sobre “Los Manuscritos” (Cahiers du Communisme, 1963, nº 3) Roger Garaudy muestra de un modo justo que el “cambio radical” de Marx consiste en “el paso de la especulación a la práctica” (pag. 114) pero nos parece que no ha reconocido plenamente la necesidad para Marx, después de “Los Manuscritos”, de destruir su propia conciencia especulativa para inaugurar el materialismo científico. Los “Manuscritos” no son en modo alguno “la etapa decisiva” (pag. 112) ni “el esbozo del Capital” (pág. 113).
{15} Marx escribía en 1859, a propósito de La Ideología alemana en el prefacio de La Contribución a la Crítica de la economía política (pág. 5): “Nos propusimos trabajar en común para aclarar el antagonismo existente entre nuestra manera de ver las cosas y la concepción ideológica de la filosofía alemana: para ajustar cuentas con nuestra conciencia filosófica anterior”. Con este ajuste de cuentas, el materialismo científico, comienza: “Es ahí, donde cesa la especulación, cuando en la vida comienza la ciencia real y positiva, la representación de la actividad práctica del proceso de desarrollo concreto de los hombres... La filosofía independiente pierde su medio de existencia por el hecho de la representación de la realidad”.» (Maurice Godelier, “Economía política y filosofía (a propósito de la obra de Auguste Cornu)”, Realidad, revista bimestral de cultura y política, Roma, nov-diciembre 1963, nº 2, pág. 24.)

1968 «Es totalmente inmotivado el prejuicio, difundido por los positivistas, de que el materialismo niega la formalización del saber y la importancia de la misma para el progreso de la ciencia. Al contrario, el materialismo científico de nuestra época descubre la esencia de la formalización de la ciencia y, al mismo tiempo, subraya la completa inanidad de la interpretación idealista de esa tendencia.» (Pedro Fedoséiev, Dialéctica de la época contemporánea, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1968: El desarrollo de los principios metodológicos de las ciencias naturales, págs. 393-394.)

«Este equilibrio ha planteado diferentes problemas según las ciudades de procedencia de la compañía. Mientras que el T.E.M. en Madrid disfruta de una cómoda subvención gubernamental; ni la A.E.D.A.G. (Barcelona) o el T.C.Z. (Zaragoza), han percibido nada del Estado y muy poco del Municipio. La continuidad y niveles de preparación también han sido distintos; los sectores de público (predominio de estudiantes, burguesía o proletariado) variables; la finalidad misma del espectáculo (dividir, aunar o divertir las clases en oposición) confusa; las bases teóricas de sustentación (del idealismo existencial hasta el materialismo científico) insospechadas... la máquina sin embargo se ha puesto en marcha y ello es esperanzador. En Noviembre de 1966 se organizó, una vez por los organismos oficiales, una confrontación de las distintas compañías de teatro vocacional en el llamado “1er Congreso Nacional de Teatro Nuevo”, radicado en Valladolid.» (Juan Antonio Hormigón, “Teatro universitario de España”, Realidad, revista de cultura y política, [Roma-París], febrero 1968, nº 16, pág. 113.)

1981 «Esto significa, pura y simplemente, el fracaso de la praxis revolucionaria. No ha tenido lugar esa acción de masas liberadora (otra cuestión muy distinta es la valoración de la incidencia en la evolución del capitalismo, debida a los planteamientos y a la presión del socialismo). Y no se puede decir que la situación nuestra no merezca un cambio radical: desde entonces hasta hoy no ha disminuido el terror, la guerra y la injusticia. El materialismo científico, que no quiere ser humanismo, tampoco ha salvado al hombre.» (Reyes Mate, “La vuelta de la filosofía”, Leviatán, revista de hechos e ideas, Fundación Pablo Iglesias, Madrid, primavera 1981, nº 3, pág. 62.)

1983 «En definitiva, es la búsqueda de las bases de un materialismo científico que elimine los peligros del materialismo vulgar, de cualquier tipo, y los peligros del idealismo en la pretensión de construir con el pensamiento grandes sistemas omnicomprensivos, que a veces no son más que una trasposición acrítica de Hegel (en el mejor de los casos, es decir, cuando se es capaz de llegar a eso). De ahí la importancia de su último ensayo, “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”, e incluso de las notas editoriales a El Capital incluidas como apéndices al libro comentado y no excesivamente atrayentes como lectura. Porque, desde luego, cualquier intento de sustentar hoy en día una teoría científica de interpretación y transformación del mundo, es decir, una teoría científica para la emancipación del género humano, debe pasar, siguiendo a Sacristán por la remisión de la aproximación de Marx al concepto de ciencia y la evolución del mismo en su teoría y práctica, y debe intentar desvelar cuál y cómo fue, en lo concreto, la vía de llevarlo a cabo en lo que debería haber sido su obra culminante, El Capital.» (Daniel Lacalle, “Sacristán y el marxismo”, Nuestra bandera, revista teórica y política del Partido Comunista de España, nº 118-119, Madrid 1983, págs. 147-148.)

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