La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Una década de Césares
Comiença la vida del Emperador Adriano,
copilada por el señor don Anthonio de Guevara, Obispo de Mondoñedo,
predicador y chronista, y del Consejo de Su Magestad.


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo primero

Del linage de do descendió, y del lugar y tierra a do se crió Adriano.

Muerto el gran Emperador Trajano, succedió en el Imperio Adriano, el qual era criado, amigo, pariente y aun cuñado del mesmo Trajano. El origen y linage de Adriano por parte del padre fue de Ytalia, natural de una ciudad llamada Hadra; y por parte de la madre fue de España, natural de Gades, que agora se llama Cáliz, ciudad que es en la Andaluzía. Su padre se llamó Elio Adriano y fue casado con una muger española que se llamava Domicia Paulina, muger assaz sabia y hermosa, y nascida en la ciudad de Cáliz, y era sobrina del Emperador Trajano, hija de su hermana, a la qual él mucho amava porque desde niña la avía criado en su casa. Tenía Adriano una hermana que se llamava Paulina, y ésta fue casada con un cónsul que avía nombre Severiano, y el padre de su padre de Adriano se llamava Marillino, y era del linage de los priscenos, el qual linage floresció mucho en tiempo de los Scipiones. Nasció Adriano en Roma a nueve días de hebrero, siendo cónsules Vespasiano Séptimo y Titho Quinto, en el año de la fundación de Roma de quatrocientos y ochenta y ocho.

Tenía Adriano el cuerpo muy alto y bien sacado, excepto que inclinava la cerviz un poco y en la nariz era algo romo, la cara tenía morena, los ojos más blancos que negros, la barba negra y espessa, las manos más nerviosas que carnudas, la cabeça grande y redonda y la frente muy ancha, lo qual era indicio de tener como tuvo gran memoria.

Quando su padre murió, no avía Adriano sino diez años, y [426] dexóle por tutores a Ulpio Trajano y a Celio Taciano, de los quales el uno era su tío y el otro su muy gran amigo; y rogóles mucho que le criassen aquel niño sabio y esforçado, porque no menos abilidad tenía para lo uno que para lo otro. En edad de los diez años, ya Adriano estudiava gramática; y, luego que murió el padre, le pusieron los tutores a estudiar la lengua griega, en la qual él fue tan docto y tan experto, que por excellencia le llamavan en Roma el niño griego, porque tan prompto era en el hablar el griego como otro el romano.

En edad de diez y seys años, tomóle desseo de passar en España por ver su antigua tierra, y vino en la ciudad de Cáliz, do su madre avía nascido y de do era natural Trajano; y allí, dexadas las letras, començó a exercitarse en las armas, porque en aquel tiempo los de España tenían allí muy famoso estudio de sciencia y los romanos tenían allí escuela de guerra. En correr y en saltar era Adriano muy ligero, en que se dize dél que muchas vezes corría a porfía y otras vezes saltava sobre apuesta, y hartas vezes no más de lo que a correr y saltar ganava de aquello se mantenía. Era muy agraciado en correr cavallos ligeros y presciávase mucho de conoscerlos, y alabávase muchas vezes, ya después que era viejo, que en su vida subió en carro, ni en mula, ni en otro animal si no fue en cavallo.

Desde que fue mancebo Adriano, fue enemigo de la occiosidad y aun de los que eran ociosos, porque muchas vezes dezía él que no se acordava desde edad de diez años (ora estuviesse quedo, ora anduviesse camino) que no truxesse consigo algún libro para leer o alguna arma para pelear.

Naturalmente Adriano era agudo y bivo, y parescíase en él en que no se contentava en saber lo que sabían algunos, sino que trabajava por saber lo que sabían todos, es a saber: que con los philósophos quería disputar, con los maestros de armas pelear, con los artífices labrar y con los pintores pintar. Loávase Adriano (y, según escriven dél los antiguos, con razón se loava) que no uvo sciencia, ni arte, ni officio, ni invención en el mundo que no supiesse, o a lo menos que no trabajasse de la saber. [427]

Quando Adriano era moço, era muy mal suffrido, en que no sólo no suffría que otro le precediesse, mas aun que ninguno con él se ygualasse, y por maravilla avía ruydo en que él no se hallasse o por él no se levantasse. Como Taciano, ayo que era de Adriano, le reprehendiesse porque no era pacífico y manso como lo era Emilio, otro mancebo, su primo, respondióle él: «Emilio, mi primo, no por más es pacífico sino porque es covarde, y de ser yo traviesso he venido a ser esforçado.» Ni siendo niño, ni siendo mancebo fue Adriano hombre que prorrumpía en palabras, aunque le hiziessen ni dixessen muchas injurias, porque a la verdad, aunque tenía perezosa la lengua, tenía muy prestas las manos.

Fue Adriano muy sano en el cuerpo, excepto que algunas vezes se quexava dolerle el oýdo yzquierdo, y otras vezes le lagrimava un ojo, mas estos dos males ni le impedían el oýr, ni menos el ver. [428]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo II

De algunas malas inclinaciones que tuvo Adriano.

Fue el Emperador Adriano muy amigo de caça, y la caça en que él se exercitava no era de cetrería, sino de montería, porque él no quería bolar aves por tomar passatiempo, sino pelear con las fieras bestias por mostrar su gran ánimo. Tan dado y tan osado fue Adriano en la caça, que con mucha razón le notavan el tiempo que consumía en ella, y esto no sólo por occupar en aquel vicio tanto tiempo, mas aun porque se veýa muchas vezes en peligro. Acontesció algunas vezes que, andando a caça de bestias fieras, se perdía Adriano por aquellas bravas montañas, y seguíasele desto que no pocas vezes comiera si tuviera pan y beviera si hallara agua. Quando yva a caça, él se llevava la vallesta para tirar y la aljava de las viras y la mochila del mantenimiento, y poníase siempre en el passo por do la bestia avía de passar, y teníales tan poco miedo y era de la caça tan cobdicioso que, si era osso, acometíale, y si era león, esperávale. No se lee que oviesse muerto león sino uno, mas ossos y otros animales brabos fueron muertos por sus manos infinitos. Corriendo Adriano en pos de un venado, acobdicióse tanto a seguirle y trabajó tanto por alcançarle, que se despeñó de una peña y se desconcertó un ombro y se quebró una pierna y echava mucha sangre por la boca.

En la provincia de Misia hedificó Adriano una ciudad, a la qual puso por nombre Caça de Adriano, porque allí solía él tener su choça y de allí salía a caçar a la mañana, y allí se tornava a dormir a la noche. Tuvo un cavallo muy atinado en la caça, el qual como una persona parava y estava quedo [429] quando sentía venir la caça, y allende desto ygualmente corría cuesta abaxo que cuesta arriba. Llamávase este cavallo Borístenes y, quando se murió, no sólo le hizo Adriano enterrar con mucha honrra, mas aun le mandó hazer de mármol una muy rica sepultura.

Presciávase Adriano de pintar figuras muy al natural, y de esculpir en mármol con gran sotileza, y no menos se occupava otras vezes en hazer nuevas invenciones de cera, y fue en estas artes tan polido, que hizo a la diosa Venus de alabastro, y pintó la guerra de Carthago de pinzel, y formó toda la ysla de Creta de cera. Aunque en estas cosas era muy diestro, juntamente con ello era muy embidioso, porque tan gran embidia y aun rancor tenía con un artífice que le dezían ser más polido que no él en el pintar o labrar, como si Adriano uviera de ganar a ello de comer.

Avía en Roma dos maestros, que se llamava el uno Dionisio y el otro Milesio, varones por cierto famosos en todas las artes liberales, y como eran muchos en Roma los que freqüentavan sus officios y muchos más los que loavan sus obras, tomó tan gran embidia desto a Adriano, que, aunque no halló razón para matarlos, no le faltó ocasión para desterrarlos. Otro gran maestro de hazer casas, como el Emperador Trajano estuviesse con él traçando el Gran Gimnasio y la Casa Metodea, y ambos porfiassen sobre la forma que se tendría en hazer una escalera, acaso hallóse presente Adriano y dixo allí su parescer, y el parescer era muy fuera de propósito, y entonces díxole el Polidoro, que assí se llamava el maestro: «Si no supiesses más, señor Adriano, de pintar calabaças que de traçar escaleras, tan poco crédito tendrías con los pintores como tienes con los artífices.» Adriano, aunque supo dissimular aquella palabra, no la pudo olvidar, porque desde la muerte de Trajano y que vino a sus manos el Imperio, no le costó más al triste de Polidoro dezir aquella palabra injuriosa, sino que por vengarla Adriano le quitó la vida.

Como Adriano era tan gran griego y latino, compuso algunas obras, ansí en metro heroyco como en oración soluta, y holgávase mucho de que se las loavan, y no podía tener paciencia de que algunos no las leýan. Florescía en aquellos [430] tiempos en Roma la lengua griega, y a esta causa la doctrina de Homero fue muy extimada, y tomóle desto a Adriano tan grande embidia, que mandó que no leyessen a Homero en público ni en secreto, sino que leyessen la doctrina de Anthímaco, que fue un philósopho muy obscuro. Tenía por condición Adriano de ser muy ressabido en el preguntar y muy curioso en querer por menudo saber las cosas, de lo qual era notado y aun murmurado, porque los príncipes que se acevilan a saber cosas menudas, siempre son varios en proveer las cosas grandes.

Era también Adriano hombre vario, es a saber: que algunas vezes se determinava súbitamente en hazer o emprender una cosa y, después que se resfriava, desistíase luego della; y desto no menos que de lo otro era con razón accusado, porque los graves príncipes han de tener reposo en el deliberar y diligencia en el executar. Fue Adriano en dos cosas muy extremado, es a saber: en que no tenía medida en el amar ni peso en el aborrescer, porque dava todo su coraçón al que amava y empleava todas sus fuerças contra el que aborrescía. Dado caso que esta manera de amar y aborrescer se sufra en otros, no por cierto se permite en los príncipes virtuosos, porque, si son desenfrenados en el amar, causan en los otros que no aman embidia; y, si son absolutos en el aborrescer, buscan para sí gran infamia; y por esso les conviene en el amar ser discretos y en el aborrescer cautos. Fue assimesmo muy extremado, en que si loava una cosa, la ponía en las nuves, y si no le caýa en gracia, la abatía hasta los abismos, por manera que dezían de Adriano todos que en el loar era muy gracioso y en el motejar no poco malicioso.

Parescíanle bien las mugeres hermosas a Adriano, y fue en este vicio tan absoluto y aun dissoluto, que no sólo se aprovechava de las vírgenes y persuadía a las casadas, mas aun en las casas de sus proprios amigos tenía sus amores secretos. Consideradas por una parte muchas injusticias, y por otra parte muchas justicias que hizo Adriano, no quisieron los historiadores collocarle con los príncipes piadosos, ni tampoco condempnarle con los príncipes tyranos, porque a la verdad, si castigó a algunos por justicia, también mató a otros por embidia. [431]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo III

De los amigos y enemigos que tuvo el Emperador Adriano.

Siendo en edad Adriano de diez y nueve años, como fuese avisado Trajano de la abilidad que tenía el moço, ansí para las letras como para las armas, embió por él desde Roma a España, con el qual se uvo de tal manera, que en el tractamiento le assentó en su cámara y en el amor le rescibió por hijo. Vista la natural bondad y la gran abilidad que tenía Adriano, desde aquel tiempo puso en él los ojos Trajano, assí para honrrarle en la vida como para dexarle por emperador después de su muerte. De ser tan privado Adriano de Trajano se le siguieron, andando los tiempos, no pocos enojos a la persona y peligros a la vida, porque sus émulos con embidia le rebolvían con Trajano y con malicia le malignavan con el pueblo. Antigua pestilencia es ya ésta en las cortes de los príncipes, que, en poniendo el príncipe los ojos en uno para honrrarle, luego se juntan y se amotinan todos a perseguirle.

Como Severiano, marido que era de una hermana de Adriano, murmurasse de su cuñado Adriano, diziéndole a Trajano que estavan todos maravillados en Roma de ver a Adriano tan su privado y que se presumía que después de sus días le avía de dexar el Imperio, respondióle Trajano: «Quién me ha de succeder en el Imperio, solos los dioses son sabidores dello; mas, dado caso que, yo lo queriendo y los dioses lo permitiendo, me succediesse en el Imperio Adriano, séte dezir que para regirle no será nescio, ni para deffenderle covarde.» La respuesta que dio Trajano fue muy buena, aunque no sin un resabio de malicia, porque aquel cónsul Severiano ni [432] de esforçado le loava ni por sabio le tenía. Este Severiano siempre fue gran enemigo de Adriano y siempre trabajó de rebolverle y apartarle de la amistad que tenía con Trajano, y algunas vezes estava Adriano en desgracia de Trajano, y otras vezes tornava y amávale y tratávale como a hijo, por manera que Adriano ardía entre dos fuegos, es a saber: tener cuydado de resistir a los enemigos y solicitud en conservar a los amigos.

El primer officio que Adriano tuvo en Roma fue que, siendo Trajano cónsul y siendo emperador Domiciano, le hizieron decenvirato, es a saber: le señalaron por uno de los diez varones que estavan deputados para determinar las contiendas de los pueblos. Dio en este officio Adriano tan buena cuenta, y cobró en Roma tan buena fama, que paresció a todos que le podían fiar ya officios de governar república sin tener consigo compañía, y assí fue que el año siguiente le hizieron tribuno de la segunda legión, es a saber: que tenía cargo de governar y castigar a la segunda capitanía de los exércitos que estavan en la guerra, porque era costumbre en Roma que cada capitanía tuviesse un capitán que peleasse y un tribuno que la rigiesse.

Passado el año de su tribunado, fue embiado a Mesia la Inferior y governó la provincia con tanta prudencia y tuvo con los bárbaros tanta destreza, que holgavan de obedescerle los unos y no osavan resistirle los otros. Estava Adriano no poco congoxoso por saber si estava en gracia de Trajano y movíale a sospechar esto ver que él estava en Mesia y que su enemigo Severiano estava con Trajano en Roma; y si por caso dixessen dél alguna cosa allá, tenía lugar la malicia de su enemigo para lo agraviar y él por estar lexos no podía por sí responder. Tenía Trajano un camarero muy privado suyo, que avía nombre Galo, y éste era en extremo amigo de Adriano, y como llegasse nueva a Adriano que Galo, su amigo fidelíssimo, era muerto, hízole hazer muy grandes obsequias y lloró por él muchas lágrimas. Succedió en la privança de Galo otro que avía nombre Sura, varón assaz cuerdo y sabio, y también éste como Galo fue muy amigo de Adriano, y la causa por que tenía a todos los privados por amigos fue porque Adriano [433] en el dar era muy largo y en hazer por sus amigos determinado.

Diose assimesmo Adriano a contentar y a servir a Plotina, su muger que era de Trajano, y diose en esto tan buena maña y vino en tanta gracia de Plotina, que de aquella tan estrecha amistad sacó él más provecho que no ella honrra. Tenía Trajano en su casa una sobrina suya que se llamava Sabina, y como fuesse ya muger para casar y muchos romanos anduviessen por casarse con ella, Plotina y Sura trabajaron y persuadieron a Trajano la casasse con Adriano, diziéndole que con este casamiento escusava dos casamientos, es a saber: buscar muger para Adriano y buscar marido a Sabina. Como Adriano presentasse muchos dones y offresciesse hazerle muchos servicios a Plotina, lo uno por el gran amor que le mostrava, lo otro por averle casado con Sabina, respondióle ella: «Según lo que yo te quiero, Adriano, poco es lo que por ti he hecho, respecto de lo que entiendo hazer, porque yo podré poco con mi señor Trajano o, como agora te tiene por sobrino, te adopte y tome por hijo.» Después que Adriano cobró a Plotina por señora, y a Sabina por muger, y a Sura por amigo, en poco tenía la enemistad de Severiano, su enemigo, porque en la casa de Trajano todos le honrravan ya como a privado y le servían como a señor. [434]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo IV

Del amor que tuvo el Emperador Trajano con Adriano.

De averse casado Adriano con Sabina, sobrina que era del Emperador Trajano, se le siguió dello no poco sino mucho provecho, porque allende de ser con Trajano el más privado y ser de Plotina la Emperatriz muy quisto, todos los más negocios del Imperio se despachavan por su mano. Como Adriano presumiesse de muy eloqüente, representó un día en el Senado una farsa pastoril y riéronse muchos oradores que estavan allí, no sólo de lo que dezía, mas aun del estilo baxo en que lo dezía. Determinó de darse a las letras latinas y arte oratoria, en la qual después tanto se fundó, que le davan a él tanta gloria en el hablar como a Cicerón en el escrevir.

En la primera guerra que Trajano tuvo con los dacos, fue en ella Adriano hecho qüestor, es a saber: que tuvo cargo de hazer proveer los reales de bastimentos, y éste era officio en los exércitos de mucha honrra y no de poca confiança, porque él tenía las cofres del dinero y por su mano se pagava todo el campo. Quando Trajano estava malo o estava muy occupado, en su lugar yva Adriano al Senado, mas los senadores, aunque le consentían hablar, no le dexavan presidir, porque era ley muy usada entre ellos que, estando juntos en el Senado, ninguno fuesse osado de dar palmada para callar, ni mandar cerrar la puerta, ni entrar vestido de toga, ni assentarse en la silla más alta, si no fuesse el ditador o el emperador.

A todos era notorio en Roma ser Adriano muy privado del [435] Emperador Trajano y ser de Plotina su muger muy quisto, y junto con esto, como él era hombre prudente y astuto, aunque no le dexavan pressidir en el Senado, todas las cosas se guiavan por su consejo, por manera que dentro se hazía lo que a él parescía y fuera lo que él mandava.

Como se supo la nueva en Roma que el rey de los dacos se avía otra vez revelado, luego persuadió Adriano a Trajano que fuesse él mesmo a la guerra y no diesse a otro aquella empresa, y el mesmo Adriano se fue con Trajano a la guerra en la qual le siguió y le sirvió más que ningún capitán de los que estavan en ella; y por cierto él hizo allí cosas tan animosas y tan señaladas, que con Trajano alcançó más gracia y puso a su persona en muy gran estima. Como Adriano se señalava también en la guerra de Dacia, parescióle a Trajano encomendarle la segunda legión, la qual estava so amparo de la diosa Minerva, y de tal manera la governava y tan gran ánimo a su gente ponía, que él era el que más en los enemigos hería y el que menos a los peligros temía. La cosa más presciada que tenía el Emperador Trajano era un diamante que le avía dado Nerva, y este diamante dio a Adriano en aquella guerra de Dacia, y fue tan guardado y tan estimado este diamante de Adriano, que jamás hombre se lo vio sacar del dedo hasta el día que fue muerto y enterrado.

Acabada la guerra de Dacia, Trajano bolviósse a Roma y Adriano quedó por pretor de aquella provincia, siendo cónsules Sura y Severiano. Poco tiempo avía passado de la governación de Dacia quando le llegaron a Adriano nuevas provissiones del Senado para que se pasasse en Panonia, en la qual no sólo fuesse governador de la justicia, mas aun tuviesse cargo de las cosas de la guerra, porque ciertos bárbaros del Danubio avían entrado con armas en aquellas provincias y avían saqueado muchas tierras. Llegado Adriano a Panonia, muy en breve alançó a los enemigos y visitó los pueblos y reformó los exércitos y castigó a los officiales que estavan allí romanos y, hecha su información, halló que eran muy amigos de holgar y no enemigos de robar. Llegada la fama a Roma de la loable governación que tenía Adriano en Panonia, luego en el siguiente año, al tiempo de las kalendas de Jano, eligiéronle [436] por cónsul los del Senado. Verdad es que, si fueron muchos los que aquella electión aprovaron, no fueron pocos los que la contradixeron, mas al fin más fuerça tuvo la diligencia de los que lo procuravan, que no la malicia de los que lo contradezían. [437]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo V

De la solicitud que puso Adriano para alcançar el Imperio.

En todos los reynos y provincias do Adriano estava por pretor o por qüestor, luego pesquisava si avía allí algunos que fuessen magos o adevinos; y si los hallava, persuadíales con palabras y aun offrescíales ricas joyas para certificarse dellos si después de la muerte de Trajano avía de venir a sus manos el Imperio, porque no sólo tenía desseo de alcançarlo, mas aun era solícito en saberlo. Estando en la provincia de Mesia, supo de un mathemáthico cómo avía de ser emperador y, preguntando al mathemáthico cómo lo sabía, respondió que un tío suyo se lo avía dicho, el qual no sólo era muy docto en los cursos naturales, mas aun sabía los secretos de los immortales dioses.

Aunque Adriano residía en provincias muy estrañas, no se descuydava de servir a la Emperatriz Plotina y de contentar al camarero Sura, por manera que, si pensavan sus enemigos estar él lexos, le tenían cerca sus continuos servicios. Ya que Trajano se hazía viejo y enfermo, no se descuydava Adriano de solicitar a Plotina y a Sura para que persuadiessen al buen Trajano que le adoptasse por hijo, mas por otra parte contradezíanlo el cónsul Severiano y Palma y Celso y otros enemigos suyos, a los quales aprovechó poco la diligencia que ponían y la malicia con que lo negociavan, porque descubrieron lo que procuravan y no alcançaron lo que desseavan.

Ora por sola la voluntad de Trajano, ora por importunidad de Plotina, ora por ruegos de Sura, ora porque lo merescía su persona, el Emperador Trajano se determinó de adoptar y [438] tomar por hijo a Elio Adriano, para que después de sus días le sucediesse en el Imperio, porque el Emperador Trajano uvo muchos reynos que dar y no tuvo un hijo a quien los dexar. Antes que Trajano adoptasse a Adriano, muy determinado estuvo de no señalar persona que le succediesse en el Imperio, sino que quería immitar a Alexandro Magno, el qual, a la hora de la muerte, como le preguntassen a quién señalava que le succediesse en el Imperio, respondió que al que fuesse dél más digno. Hizo Trajano una nómina o un memorial de todos los más virtuosos y sabios que a él le parescían ser del Imperio más dignos, y junto con esto hízoles escrevir sendas oraciones, dellas en griego, dellas en latín, y él mesmo escrivió de su mano lo que le parescía de la condición y abilidad de cada uno, para que después de sus días el Senado abriesse y leyesse aquella escriptura, y que de allí eligiessen no al que más lo solicitava, sino al que mejor lo merescía.

En un tiempo fue muy gran privado de Trajano un cónsul que avía nombre Neracio Prisco, y a éste tuvo en su voluntad de dexar por su successor en el Imperio, atanto que le dixo un día Trajano: «Neracio Prisco, desde agora te encomiendo el Imperio si me acontesciere de súbito algún triste hado.» Todos los que contradezían la adopción de Adriano, todos ellos favorescían la electión de Neracio Prisco; mas la fortuna que lo uvo de hazer, que Neracio vino en gran odio de Trajano, lo qual fue en no pequeño provecho de Adriano, porque dende en adelante, aunque le quedavan enemigos para el Imperio le contradezir, no tenía ya opositor que le osasse pedir.

Quando Trajano passó de España en Asia a la guerra de los parthos, mucho trabajaron Sura y Plotina que Adriano fuesse embiado por pretor de Siria, el qual estando en Antiochía fue avisado por un mensagero de Trajano que en otro tiempo avía sido su tutor cómo Trajano le avía ya adoptado por hijo y le avía señalado por su successor en el Imperio. Supremo fue el gozo que con aquella nueva rescibió Adriano, y mostrólo en tan excessivo grado, que luego hizo celebrar con grandes juegos el día de su nascimiento, y esto no sólo aquel día, mas cada año lo celebrava toda su vida, porque aquella [439] era la cosa que más su coraçón avía desseado y aun en la que más sus fuerças por alcançarla avía empleado. Eran cónsules a la sazón Sosio y Pletorio, con los quales tomó nueva amistad Adriano, y el fin de emprender esta nueva amistad fue para que assí como Plotina y Sura le procuraron con Trajano el Imperio, aquellos dos cónsules se le substentassen en el Senado, por manera que si veló para alcançarle, se desvelava para substentarle.

Pocos días después que Adriano fue adoptado, llególe nueva cómo Sura, su muy especial amigo, era muerto; y dizen que dixo entonces Adriano: «En la muerte de Sura pierde Trajano buen consegero, y Plotina buen servidor, y yo un buen amigo, y el Imperio un buen romano.» Poco tiempo después que fue adoptado Adriano (es a saber: passados catorze meses), murió Trajano; y luego Plotina, su muger, y el cónsul Taciano, como eran amigos de Trajano, pusieron muy gran diligencia para que primero supiessen en Roma cómo succedía en el Imperio Adriano que no que les llegasse la nueva de la muerte de Trajano. A la hora que Adriano supo que Trajano era muerto, fuese a juntar con Plotina y con Taciano, los quales tres juntos encubrieron la muerte de Trajano por algunos días, diziendo que estava tan enfermo, que no quería ser visitado, y esto hazían ellos por apoderarse del exército y por ganar primero la voluntad del Senado. Escrivió Adriano al Senado, haziéndole saber cómo Trajano estava ya muy al cabo de su vida, y que supiessen también cómo le avía adoptado y señalado por su successor en el Imperio, y que les rogava mucho lo tuviessen por bueno, y que por aquélla les prometía y jurava de no repartir ninguno de los officios sin que primero ellos quedassen contentos. [440]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo VI

De cómo fue declarado por Emperador en muriendo Adriano.

Llegada a Roma la nueva de la muerte de Trajano, luego se divulgó cómo dexava a Adriano por su successor en el Imperio, y sobre si confirmarían o si desharían la tal electión uvo grandes altercaciones en el Senado, y fue la cosa tan importunada por los amigos y tan contradicha por los enemigos, que aýna se levantara entre ellos un tal bello intestino, que fuera peor que el de César y Pompeyo. Los criados de Trajano, y los amigos de Plotina, y los parientes de Taciano diéronse tanta priessa en el negocio, que dentro de tres días hizieron confirmar el Imperio a Adriano, y fue muy gran ocasión para venir en esto el Senado que supieron cómo Adriano estava en Siria apoderado del exército y que podía ser que hiziessen después por fuerça lo que entonces no querían hazer de grado. Luego que Adriano supo cómo ya el Imperio le era confirmado, escrivió al Senado dándole gracias por lo que avía hecho y rogándole que Trajano fuesse entre los dioses collocado, pues avía sido príncipe tan divino, lo qual el Senado hizo de muy buena voluntad, diziendo que a Trajano, aunque se le acabó la vida, para siempre en Roma duraría su fama.

En memoria que Trajano avía vencido a los parthos, ordenaron en Roma que cada año celebrassen los juegos párthicos, y duraron éstos entre los romanos por espacio de muchos años, mas al fin ellos y los juegos uvieron fin. Ante de todas las cosas proveyó Adriano en dar orden cómo el cuerpo de Trajano fuesse llevado en Ytalia y allí se le diesse [441] generosa sepultura; y para effectuar esto mandó poner sus polvos en una buxeta de unicornio, y aquélla metida en otra de oro, y la de oro metida en una columpna de mármol excellentíssimo, y la columpna enforrada de púrpura muy rica, y todo esto puesto en una galera, embió a Taciano y a Plotina con el cuerpo a Roma. Toda Roma salió a rescebir el cuerpo de Trajano, y, según se dize y se escrive, jamás se mostró por ninguno tanta alegría entrando bivo, que no fue muy mayor la tristeza que todos mostraron por venir Trajano muerto.

Detúvose Adriano en Anthiochía, que es cabeça de Siria, lo uno para recoger todo el exército, lo otro para rehazerse de dinero, porque ya como era invierno, ni podía campear por ser el tiempo rezio, ni podía caminar por estar necessitado. Fue allí avisado Adriano cómo los mauros le desafiavan, los sármatas se amotinavan, los britanos se revelavan, los palestinos le resistían, los egipcios le desobedecían y que todos los bárbaros se alteravan. Finalmente, es de saber que de tal manera se escandalizaron todos los pueblos, oýda la muerte de Trajano, que no paresció sino que dexava a todo el mundo sin dueño. Visto por Adriano que se levantava todo lo más del Imperio, determinóse no de hazerles guerra, sino rogarles con la paz, y para esto desamparó a todos los reynos y provincias que estavan de aquel cabo del río Éufrates y del río Tigris, los quales el buen Trajano avía conquistado y ganado, en cuya conquista empleó su generosa persona y dio fin a su muy loable vida. A todos los reynos y provincias embió Adriano embaxadores para confederarse de nuevo con unos y confirmar las pazes antiguas con otros, y con algunos capituló cosas tan infames para él y tan aventajadas para los otros, que fuera muy mejor levantar una muy generosa guerra, que no procurar una tan infame paz.

Parnaspate, rey de los parthos, vino a quexarse a Adriano, diziendo que el buen Trajano le avía dado aquel reyno y que de su propria mano le avía coronado, y que agora, después que Trajano era muerto, no sólo no le querían obedescer, mas aun en el reyno no le dexavan venir. No quiso, o no osó por entonces Adriano emprender guerra con los parthos, sino que a Parnaspate diole el señorío de ciertas tierras que [442] en la provincia de Siria a la sazón estavan vacas para que como señor gozasse de los fructos y como pretor romano governasse los pueblos.

Luego que Adriano alcançó el Imperio, luego se publicó y dixo a todos que quería ser príncipe muy piadoso, y a la verdad en algunas cosas de clemencia él se mostró ser hijo de Trajano, mas en otras rigurosas parescía ser hermano de Nero. Era prefecto de Roma uno que avía nombre Bebio, el qual en las cosas que tocavan a la honrra y provecho de Adriano le era contrario, y como le aconsejasse Aciano que matasse a Bebio, pues avía sido su enemigo, respondió: «No sólo no quiero matar a Bebio, mas aun el officio de prefecto que tenía por un año le quiero confirmar por toda su vida.» Estavan en la isla de Ponto desterrados Laberio y Frugio, dos senadores que eran romanos, a los quales mandó tornar a sus casas y que les fuessen restituydas sus haziendas, mas como el cónsul Frigio fuesse algo bullicioso y anduviesse rebolviendo a Adriano con el Senado y al Senado con Adriano, mandó que en el río Tíber le echassen bivo y por cierto él alcançó tanta honrra en matar aquél como en perdonar a otro. A ciertos cavalleros del exército que dixeron a Adriano antes que fuesse emperador que avía de ser emperador hizo dobladas las mercedes, diziéndoles que no se las dava porque lo sabían, sino porque se lo desseavan. [443]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo VII

De la primera vez que entró en Roma y de las cosas que allí hizo.

Ya que se venía el verano, partiósse Adriano de Anthiochía para venir a Roma, y dexó por prepósito de Siria a Catilio Severo, y tomó el camino del Illírico, y determinóse de hazer a los sármatas guerra, pues no avían querido rescebir a los embaxadores de la paz. Salióle al camino Lucio Turbón, pretor que avía sido diez años en Mauritania, con el qual tuvo Adriano grande amistad siendo mancebo en la casa de su señor Trajano, y luego le hizo pretor de la provincia de Dacia y de la provincia de Panonia. Lucio Turbón estava a la sazón en África por maestro de los cavalleros, y dixéronle a Adriano que estava muy rico y apoderado del reyno, y que toda aquella riqueza no la avía alcançado saqueando en los tiempos de guerra, sino cohechando quando todas las cosas ya estavan en paz. Mucho le pesó a Adriano de lo que le dixeron de Lucio Turbón, porque era su amigo y aun porque fue criado de Trajano; mas, esto no obstante, aplicó todo lo que tenía al erario y desarmóle de cavallero.

Quanto más Adriano crescía en potencia, tanto más a sus enemigos les crescía la embidia, por manera que ni podían inclinar sus coraçones a le amar, ni querían aplicar sus fuerças a le servir. Fue, pues, el caso que Palma y Celso y Sobayo y Lucio, yendo Adriano a caça, determinaron en la caça de quitarle la vida, y para esto tenían concertado que, quando él fuesse corriendo en pos de algún animal fiero, ellos le aguardassen en el passo más espesso, y que allí, so color que erravan los tiros al venado, assestassen y matassen a Adriano. [444] Todos estos quatro eran hombres nobles en sangre y ricos en hazienda, y llamávanlos consulares porque en otro tiempo avían sido cónsules, mas, como la trayción fue descubierta, primero fueron ellos descabeçados por justicia que no que Adriano fuesse a caça.

Mucho alboroto uvo en toda Roma de que se supo Adriano aver hecho de aquellos quatro consulares tan cruda justicia, lo uno porque dezían que Adriano les avía levantado aquel testimonio, lo otro porque estavan abezados a que el buen Trajano era muy poco de los que les castigava y mucho lo que les perdonava. Como supo Adriano que por la muerte de aquellos quatro consulares estava toda Roma escandalizada y que de hombre vengativo y cruel estava infamada su persona, determinó con toda brevedad de venir en Roma a escusarse de aquella culpa. No estavan en tan mal estado las cosas de Adriano en la república como en el camino le avían dicho, y paresciósse bien en que el Senado le offresció el triumpho que a Trajano le era devido y que por atajarle la muerte no pudo gozarlo. Mas Adriano no quiso aceptarlo; antes, ordenó que la ymagen de Trajano entrasse en el carro triumphando porque el buen Trajano no caresciesse de triumpho aun después de muerto.

Luego que Adriano fue en Roma, fue a visitar el sepulchro de su señor Trajano, delante del qual derramó muchas lágrimas de sus ojos y offresció por él a los dioses muy sumptuosíssimos sacrificios. Estando junto todo el Senado y aun todos los principales del pueblo, hízoles Adriano un muy prolixo razonamiento, en el qual les dio cuenta del estado en que estava el Imperio y se escusó que en la muerte de aquellos quatro consulares él no avía sido culpado, porque los officiales del Senado avían hecho la pesquisa, y que los pretores del exército avían executado la sentencia. Offresció el Senado a Adriano que se llamasse Padre de la Patria, mas él no lo quiso rescebir, diziendo que aquél era uno de los títulos de su señor Trajano, y que, pues le avía sido buen padre, era razón que fuesse él buen hijo.

Era costumbre en Roma y en toda Ytalia que, quando entravan los príncipes nuevamente a imperar, que todas las [445] ciudades y pueblos les sirviessen con cierta summa de oro y plata, el oro para hazer una corona y la plata para el servicio de su casa; y a las vezes les presentavan tanto oro para la corona, que les sobrava para yr a la guerra. No sólo no quiso Adriano que fuessen en su nombre a pedir este servicio, mas aun a los que le traýan se le hazía tornar, diziendo que entonces estaría rica su corona quando estuviesse rica su república. Los officiales del erario (es a saber: los que tenían la massa de Roma) avían hecho mucho pujar la renta, y esto inventando cada día muchas maneras de tributos en la república, lo qual sabido por Adriano, mandó quitar a la república todas las imposiciones nuevas que la avían puesto y mandó despedir de los officios a los que lo avían inventado. Quexáronse a Adriano todos los romanos que estavan los bastimentos en Roma muy caros, y entonces Adriano proveyó que se traxesse mucho trigo de Sicilia, mucho vino de Candía y mucho azeyte de España; y allende desto puso tal tasa en los mantenimientos, que podían compadescerse los pobres con los ricos.

Prometió y juró en el Senado de no matar a ningún senador aunque de muerte le hallasse culpado sin que primero el acusado fuesse oýdo y fuesse su causa vista por todo el Senado; y a la verdad, este juramento, si escusó a Adriano de hazer muchas muertes, también fue gran ocasión para que los senadores cometiessen muchas culpas. Miren los príncipes lo que juran y lo que prometen, porque el día que el príncipe se inabilitare para castigar a los viciosos, aquel día le han de yr sus vassallos en pos de los vicios.

El año que Adriano entró en Roma era año muy caro y aun no muy sano, y él, usando de gran magnificencia, mandó distribuyr muchos dineros entre los necessitados de la república, por manera que no se halló persona que de hambre muriesse ni aun que extrema necessidad padesciesse. Avía muchos que andavan desterrados y otros que estavan presos por deudas que devían al fisco (es a saber: a su Cámara), y Adriano mandó pregonar que todos los que deviessen dineros fuessen absueltos de sus deudas, y que por la tal deuda ninguno anduviesse huydo, ni estuviesse en la cárcel preso.

Derogó Adriano la ley y costumbre que tenían sus antepassados, [446] es a saber: que los bienes de los condempnados fuessen para los príncipes, y mandó que dende en adelante no los confiscassen para su Cámara, sino para augmento de la república, porque dezía él que nunca pesaría al juez de castigar en otro la culpa quando se acordasse que del culpado heredava la hazienda.

En extremo se holgava quando yva alguno a alguna cosa le pedir y mucho más se holgava si tenía que le dar; mas si por caso no podía darle lo que pedía, dávale a lo menos muy buena respuesta. Dende que Adriano se apoderó del Imperio, jamás hombre le oyó hablar de Trajano, que no dixesse «Trajano, mi señor». [447]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo VIII

De las buenas costumbres que tenía el Emperador Adriano.

Inquirió Adriano con muy gran diligencia y con mucho secreto qué vida los senadores hazían y en qué exercicios se exercitavan, y al que hallava ser pobre y virtuoso augmentávale el patrimonio, y al que hallava ser rico y vicioso tenía maneras para echarle del Senado. Muy astuto y muy considerado príncipe era Adriano en castigar a sus officiales y criados, es a saber: que no supiessen en el pueblo por qué quitavan a uno del officio; y allende desto, si los removía de una cosa, recompensávalos en otra, de manera que, si los castigava, no los deshonrrava. Muchas vezes dezía Adriano esta palabra: «Al que yo viere ser extimado y acatado en la república, antes me determinaré de quitarle la cabeça que no la honrra.»

Las rentas que dexó en muchas partes de Ytalia el buen Trajano para criar niños y para substentar biudas y para casar huérfanas no sólo las confirmó, mas aun las mejoró. A todos los criados de Trajano mejoró en officios, y a los que no eran para officios dioles dineros. Mandó Adriano saber quántos hombres nobles avían venido a pobreza, y a los que por adversa fortuna eran pobres socorríalos para con descanso bivir, y a los que por vicios vinieron a pobreza dexólos en su pobreza padescer. A todas las romanas biudas ayudó y dio para casar sus hijas; y quanto era largo en ayudar a las hijas, era muy enemigo de dar para los hijos, porque dezía él que no merescía ser casado el mancebo que por sus manos no ganava el casamiento. [448]

Celebró por espacio de tres días la fiesta del dios Genio (es a saber: el día de su nascimiento), y mandó en aquellos días dar ración a todo el pueblo, y él con todos los senadores y nobles comieron en su imperial palacio; y no fue tan pequeña la costa que se hizo en su comida y en dar de comer a toda la república que si, como fueron tres, fueran seys los días, las rentas todas del Imperio se gastaran y aun de las del erario se tomaran. Hizo representar por seys días continuos el juego de los gladiatores, y quisiera el pueblo que se jugaran los juegos circenses; mas Adriano no quiso consentirlo, y esto no porque no avía gana él de verlos jugar, sino porque supiessen en Roma que no menos pertenesce al príncipe moderar las cosas de burla que ordenar las cosas de veras.

Antes que Adriano fuesse Emperador fue tres vezes cónsul, y a esta causa hizo a muchos romanos que fuessen tres vezes cónsules, y, como se agraviassen algunos porque no los hazía también a ellos cónsules, respondióles él: «Los que me excedieron en merescimiento, aquellos solos han de ygualar comigo en dignidad.» Dentro del ámbito de Roma, nunca antes de Adriano uvo más de dos cónsules, el uno para governar la república y el otro para yr a la guerra; mas Adriano añadió y crió otro tercero cónsul, porque si acaso estuviesse el uno malo y el otro residiesse en la guerra, no estuviesse sin cabeça la república. Tutino, noble cavallero romano, era a la sazón prefecto del pretorio, y Adriano crióle en senador y diole las insignias consulares, de lo qual se agravió todo el Senado, diziendo que el Emperador no lo devía ni podía hazer, lo uno porque no lo merescía Tutino, lo otro porque avía de tomar el parescer del Senado. Enojóse Adriano de lo que dixeron los romanos, y dende adelante usava de más libertad en repartir los officios y de menos compañía en determinar las cosas, como hasta allí siempre tomasse acompañados para juzgar y dava parte al Senado de lo que avía de proveer.

Tenía en muy gran veneración a Severiano, marido que era de su hermana, al qual dava mucho y honrrava mucho, y todas las vezes que yva Severiano a entender en la Cámara, le salía Adriano a rescebir a la puerta. Aunque Severiano yva a visitar a Adriano y Adriano salía a rescebir a Severiano, [449] antiguo y muy mortal era el odio que se tenían el uno al otro, y en ese caso cada uno dellos mostró la dañada intención que tenía, porque Severiano trabajó mucho por quitar a Adriano el Imperio y la honrra, y Adriano muy fácilmente le quitó a él la vida.

Quando estava Adriano en Roma, por lo menos yva tres vezes al Senado en la semana, y si él estava enfermo o muy occupado, no embiava a otro en su lugar, sino que viniessen do él estava, por manera que ninguna cosa de importancia se avía en el Senado de expedir sin que él en ella diesse su parescer. Como una vez estuviesse Adriano muy malo y por occasión de una muela tuviesse hinchada la cara, ordenaron los médicos que le sacassen la muela y le diessen una sangría; y, como llegassen a una los del Senado a consultar cosas de la república y el barbero a sacarle la muela, hizo entrar el Senado y detener al barbero, y suffrió dos horas el dolor de la muela, que fue el tiempo que duró la consulta.

Era Adriano de familiar conversación, en especial con sus familiares amigos y con sus particulares criados, con los quales se yva a comer a las huertas, a pescar a los ríos, a caçar a los campos y a tomar otros semejantes passatiempos. Era naturalmente compassivo de los enfermos, y en esto ni mirava que fuessen sus amigos o sus enemigos; porque ygualmente a todos los visitava y de su despensa y cámara los proveýa. No sólo visitava a los que de hecho estavan enfermos en las camas, mas aun yva a ver a los hombres ancianos que ya por viejos no podían salir de sus casas, a los quales por estenso preguntava los años que avían bivido, los reynos que avían andado, los peligros en que se avían visto, las enemistades que avían tenido y las necessidades que avían padescido; por manera que muchas vezes de lo que aquéllos le dezían del tiempo passado, tomava él exemplo de lo que avía de hazer en el tiempo presente.

Fue Adriano por excellencia amigo de hombres muy virtuosos y de philósophos muy sabios, y jamás en la paz ni en la guerra carescía de su compañía, porque de los virtuosos aprendía cómo devía bien bivir y los philósophos le enseñavan cómo avía bien de governar. Turbón, maestro de los [450] cavalleros, tenía un hijo con Adriano, mancebo que era assaz dispuesto y esforçado, y de Adriano muy privado; mas junto con esto teníale por presumptuoso en el hablar y por cobdicioso en el negociar, porque todo lo que por su ruego hazía Adriano, todo lo vendía él a dinero. Sabida la verdad deste caso, rescibió dello Adriano muy gran enojo, y mandó que luego el moço fuesse preso y le tomassen todo quanto avía cohechado, y que cada cosa fuesse tornada a su dueño, y a él que le llevassen a la ysla de Ponto desterrado, al qual dixo Adriano: «Deste caso tú quedarás castigado y yo escarmentado, para que jamás a criado mío muestre favor demasiado ni extremado, porque no tornéys el amor en sobervia y vendáys el favor por cobdicia.» [451]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo IX

De la manera que se avía con la gente de guerra.

Quando Adriano partió de Alemania para venir a Roma, no pensó detenerse tanto en ella, mas la occasión de su tardança fue que, como el buen Trajano en los postreros años se detuvo tanto tiempo en las guerras de Asia y de Europa, a la verdad estava no muy corregida la república de Ytalia.

Partió Adriano de Roma y vínose derecho a la Gallia Transalpina, y esto no para conquistarla, sino para visitarla, y los gallos holgavan mucho con su venida y hazíanle muchos servicios en cada provincia; porque Adriano fue el primero príncipe romano que entró en Francia en paz, porque todos sus predecessores entraron de guerra. Anduvo personalmente visitando toda la Gallia, en la qual hizo algunos hedificios nuevos, reparó otros viejos, reparó los templos, reformó los sacerdotes, libertó algunos cavalleros, dio donaciones a los pueblos, perdonó algunos excessos y castigó otros; finalmente, en todo lo que hizo fue a los ciudadanos grato y a las repúblicas provechoso.

Ordenadas las cosas de la Gallia, tornóse otra vez Adriano a passar los Alpes y tomó el camino de Alemania, y la intención que llevava era no de levantar guerra, sino de procurar paz, porque Adriano naturalmente era amigo de tener con todos paz, mas si no querían, era después muy porfiado en la guerra. En el tiempo que Adriano tenía mayor paz, entonces exercitava la gente de guerra como si de hecho estuviera en la guerra; y por esta causa dezía él que por esso todos los príncipes holgavan de tener con él paz, porque le veýan estar [452] siempre a punto de guerra. Inventava Adriano muchos torneos do los cavalleros exercitassen sus fuerças, hazía juegos palestres do corriessen, armava torres de madera y tierra que combatiessen, hazía que diez a diez peleassen, buscava lugares fuertes que minassen, constreñíalos a que unos con otros luchassen, llevávalos cabe los ríos do nadassen; finalmente, él los tenía tan ocupados, que quisieran ellos más pelear un día de veras que no tantos días de burla.

De los mesmos manjares que comían los más pobres del exército, de aquellos comía Adriano, es a saber: tocino gruesso, queso ratonado, búfano en cecina, pan de cebada, agua de charcos; y si alguna vez le tenían o le aparejavan alguna cosa de la qual en sus reales no uviesse abundancia, de tal manera la repartía, que la menor parte era suya. Que pocas, que muchas, siempre traýa sobre sí algunas armas, y si por caso veýa a algún cavallero desarmado, luego le mandava quitar el sueldo, diziendo que el hombre que no anda armado no meresce ser tractado ni honrrado como cavallero. En los exércitos, ygualmente entre mayores y menores se repartían los officios, es a saber: que al tiempo de tirar, todos tiravan; al tiempo de cavar, todos cavavan; al tiempo de velar, todos velavan; y destos trabajos no eximía más a sí que a los otros, porque él mesmo velava en las estancias y con sus manos cavava en las minas.

No tenía ni consentía tener en la guerra mesas altas para comer, ni portales para se passear, ni cuevas para se recrear, ni escalentar agua para se vañar, ni aderesçar manjares para comer, ni traer ungüentos odoríferos a vender; porque, según él dezía, no se han de untar los buenos y animosos cavalleros sino con la sangre de sus enemigos. Traýa Adriano vestiduras humildes, mas muy limpias, porque era muy amigo de limpieza, ansí en el vestir como en el comer; y sobre manera aborrescía a los hombres que en esto no eran polidos, diziendo que los hombres suzios siempre son de torpes juyzios. Nunca traýa en la guerra seda, ni púrpura, ni vestidura rica, ni se atacava con agugetas presciosas, y la empuñadura de la espada no la traýa de oro, ni de plata, ni aun de marfil, y las armas tampoco las traýa doradas, mas junto con esto eran muy finas y rezias. [453]

Quando alguno se señalava en la guerra en hazer grandes hechos, luego él se señalava en hazerle grandes mercedes, por manera que los servicios que le hazían en la guerra no los remitía a pagar en Roma. De que caminava por tierras montuosas, muchas vezes se apeava él por hazer apear a los otros, y andava quinze y veynte millas a pie, llevando las armas a cuestas; y esto hazía él porque, si acaso topassen con los enemigos, los cavallos no llegassen fatigados.

Siempre possava dentro de los reales y ordinariamente se yva de tienda en tienda a visitar los heridos y tener conversación con los sanos. Tenía tanta conversación Adriano con su gente de guerra, que por nombre llamava a muchos y de gesto conoscía a todos, por manera que no podía entrar en su campo enemigo estrangero que dél no fuesse conoscido. Quando vacava alguna lança entre su gente de guerra, buscavan los capitanes a los que en su lugar avían de succeder, mas Adriano mesmo los avía de examinar, y esto hazía él por conoscerles los rostros y por provarles las fuerças.

A los que avía de hazer tribunos o capitanes de sus exércitos avían de ser hombres esforçados y no cobdiciosos, y aun junto con esto que no fuessen mancebos desbarbados ni tampoco viejos quebrantados, porque con la mucha mocedad no sabrían governar y por la mucha vegez no podrían pelear. Hazía muy bien pagar la gente de guerra, y tenía prohibido a sus capitanes que no hurtassen dineros de la paga ni aun tomassen cosa que por su gente les fuesse presentada, y esto hazía Adriano por evitar en los unos la necessidad y en los otros la cobdicia.

Prohibió por edicto público que ninguno llevasse a la guerra cosa superflua, y que ninguno fuesse osado de vender ni comprar cosa que no fuesse allí muy necessaria. Era muy solícito en que los reales estuviessen proveýdos de mantenimientos y, después que eran traýdos, de tal manera los apresciava, que ni el que comprava fuesse robado ni el que vendía defraudado.

Immitando a Vegecio, escrivió Adriano un libro do ponía la manera que avían de tener los capitanes en pelear y de la manera que los tribunos los exércitos avían de regir, y conforme [454] a esto hizo muchas y muy excellentes leyes, las quales por largos tiempos fueron por todos los príncipes romanos guardadas. En este caso de ordenar, proveer y corregir la gente militar, solos tres príncipes fueron los que en summa perfición lo proveyeron y sobre ello velaron, es a saber: Augusto, Trajano y Adriano; porque todos los otros príncipes no para defender, sino para dissipar a la república tenían la gente de guerra. [455]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo X

De lo que hizo en Inglaterra y en Francia y en España.

Todo el tiempo que Adriano estuvo en Alemania no se occupó sino en corregir y enseñar a buenas costumbres a la gente de guerra, y esto no hazía él sin gran prudencia y a manera de buen marinero, el qual en el tiempo que está la mar en calma aderesça él las velas y áncoras para la fortuna que se ha de seguir en pos della. Desde Alemania, vínose Adriano a la Gran Bretaña, que agora se llama Inglaterra, y tampoco halló allí guerra como en la Galia, y no se tuvo entonces a poca maravilla, porque desde Julio César, que fue el primero que los conquistó, hasta el tiempo de Adriano, jamás estuvieron sin tener guerra con los gallos o estar revelados a los romanos. Luego que entró en Bretaña, se informó muy por menudo de todas las leyes que tenían y de todas las costumbres que guardavan; y, vistas y examinadas todas, algunas les aprovó y otras les quitó; en especial, les quitó que un marido no pudiesse tener dos mugeres ni una muger siete maridos.

Quando Julio César tomó aquella ysla de Inglaterra, traxo a bivir en ella a muchos pueblos de Ytalia, y los naturales con los estrangeros, aunque no tenían entre sí guerra, no tenían tampoco verdadera paz, porque los britanos llamavan a los romanos advenedizos y los romanos llamavan a ellos bárbaros. Visto por Adriano que para quererse ni tractarse bien no aprovechavan ruegos ni se enmendavan por castigos, acordó de partirles por medio el reyno; y fue el caso que por medio de todo el reyno hizo de mar a mar un muro, obra por cierto jamás oýda ni vista y do este príncipe empleó gran riqueza. [456]

Estando Adriano en Bretaña, fue avisado desde Roma cómo la casa de su muger no estava muy corregida, y la causa desto era que algunos romanos se avían entremetido en acompañar a la Emperatriz, la conversación de los quales era más en perjuyzio de su fama que en provecho de su servicio. Septicio Prefecto y Suetonio Tranquilo, que a la sazón tenían cargo de escrevir las cartas del Senado, éstos y otros se hizieron muy familiares de la Emperatriz Sabina, a los quales Adriano embió a mandar que fuessen de Roma desterrados y de los officios privados.

Sabina, su muger de Adriano, era tenida por muy libre en el hablar y por no muy corregida en el bivir. Muy aborrecido estava Adriano en tener por muger a Sabina, y no en secreto sino en público dezía a todos que, si fuera él un hombre plebeyo, ya uviera hecho con ella diborcio, porque en la conversación era presumptuosa y en el bivir absoluta. Era Adriano muy inclinado a saber no sólo las condiciones y inclinaciones que sus amigos tenían, mas aun de la manera que en sus proprias casas bivían, y para saber esto a los criados y a los esclavos y a los labradores que les traýan los bastimentos preguntava qué comían, qué bevían, qué gastavan sus amos en sus casas.

Sabina, muger de Adriano, escrivió una carta a un cavallero romano, quexándose dél que ya no la quería ver, por querer regalarse en los vaños de Bretaña y por aver tomado otros nuevos amores en aquella tierra. Fue el caso que la carta vino a manos de Adriano y, como aquel cavallero le pidiesse licencia para yr a Roma so color de querer yr a visitar su casa, respondióle Adriano: «Mi muger Sabina no me escrive a mí lo que escrive a ti.» Visto por aquel cavallero que lo que passava entre él y Sabina era a Adriano notorio, no sólo dexó la yda a Roma, mas aun se absentó de la ysla de Bretaña.

Puestas en orden todas las cosas de la Gran Bretaña, supo Adriano cómo en la Gallia Transalpina, que agora se llama la Dulce Francia, se avía levantado una popular sedición entre pueblos y pueblos, la qual era de tan mala manera que, si luego no se atajava, podría prorrumpir en una guerra prolixa. Toda la contienda era sobre los términos y pastos de un lugar [457] que se llamava Apim, y luego Adriano se passó en la Gallia y personalmente fue a ver las dehesas y los mojones dellas; y, oýdos los unos y oýdos los otros, partióles ygualmente aquellos términos. Como un romano dixesse a Adriano que aquello era officio de pobres censores y no de altos emperadores, respondióle él: «Más quiero repartirles los términos en paz, que no conquistarles los pueblos con guerra.»

Ya que Adriano se quería partir de la Gallia, llególe nueva de Roma cómo Plotina, su muger de Trajano, era muerta y, como avía sido su única señora y su especial amiga, mostró tanto sentimiento de su muerte, que allende de suspirar y de llorar y se entristeçer tanto ya que era extremo, passó mucho tiempo en que no quiso comer. Detúvose allí do le tomó la nueva muchos meses y escrivió luego al Senado que contassen a Plotina entre las diosas, y por otra parte él mandó offrescer por ella generosos y costosos sacrificios y hedificó en su honrra y perpetua memoria un templo cerca de Mausín, al qual adornó de maravillosos mármoles y dotó de muy ricas joyas.

Despachadas las cosas de Francia, vínose por los montes Perineos en España, y tuvo todo un invierno en la ciudad de Tarragona, la qual en aquel tiempo era la cosa más fuerte, más rica y más estimada que avía en España. Quando el Emperador Octavio conquistó a Cantabria, hizo en Tarragona una casa nobilíssima, la qual por ser muy antigua estava muy maltractada, y luego el Emperador Adriano la mandó a su costa reparar y rehedificar, por manera que reparando los hedificios, renovó allí el nombre de los romanos. Ya que la casa imperial estava hecha, hizo allí cortes Adriano con todos los grandes señores y ricos hombres de España, en las quales hizo muchas leyes buenas, en especial mandó que el padre que tuviesse un hijo, fuesse para la guerra; y el que dos, fuesse el otro para la sciencia; y el que tres, enseñasse al tercero algún officio de la república.

Quexáronse allí los españoles que las naos de Ytalia llevavan muchas cosas de España (es a saber: oro, plata, seda, azeite, hierro, trigo y vino) y que de Ytalia no traýan cosa a España, y mandó Adriano que en ninguna nao estrangera se cargasse [458] cosa de España. Hizo Adriano muchas mercedes a muchos, y a otros llevó consigo, y a otros dio officios por mar y por tierra muy honrrosos, y generalmente dio a todas las ciudades dineros para que reparassen los muros caýdos, por manera que todos quedaron en España dél muy contentos.

Allí en Tarragona, andándose Adriano passeando solo por una huerta, acaso soltóse un moço loco y fuesse a él con una espada sacada, y Adriano aunque estava sin armas, tomó al moço loco la espada, y sin mandar que a él hiziessen mal ni a sus amos diessen pena, proveyó en que le curassen, del qual hecho fue Adriano loado de esforçado y de piadoso. En la provincia de Tarragona también tenían differencia sobre los términos como en Francia, y proveyó Adriano que se pusiessen mojones de piedra, a manera de colunnas, porque no las pudiessen hurtar los unos ni mudar los otros. [459]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo XI

De cómo Adriano passó en Asia, y de las cosas que allí le acontescieron.

Visitadas todas las provincias de España, navegó Adriano por el mar Mediterráneo a la isla de Sicilia y luego se subió en el monte Ethna por ver si podría conoscer el nascimiento del sol y por saber de dó procede el arco del cielo tener tantas variedades de colores; mas al fin él vino más espantado que doctrinado. Como Adriano descendió del monte Ethna espantado y cansado y aun burlado, no se detuvo más en aquel reyno de quanto visitó todas las obras que avía hecho el buen Trajano, las quales él amplió con hedificios y dotó de patrimonios.

Estando Adriano en Çaragoça de Sicilia, supo cómo Astarlique, el mayor señor que avía en Germania, era muerto, y luego crió un rey de Germania, al qual embió a governar y enseñorear la tierra, y fue bien rescebido y mejor obedescido, porque estavan los germanos muy afrentados de no tener reyes que los governassen, sino cónsules que los castigassen. Los maurinos y los numidanos estavan entre sí muy divisos y, como supieron que Adriano estava en Sicilia y de camino para passar en África, ellos mesmos atajaron la guerra y dieron assiento en la paz. En aquel tiempo, los parthos súbitamente tomaron armas, salieron en campo, hizieron capitanes y fortalescieron las fronteras, diziendo que ellos avían de ser señores de los romanos y no los romanos dellos.

Como supo esta commoción Adriano, mandó por una parte aderesçar gran exército para passar en Asia, y por otra parte escrivió a los parthos una carta, en la qual les dize que él [460] los tiene por amigos y el Senado los tiene por hermanos, y no por vassallos; y fueron desto tan satisfechos los bárbaros, que luego dexaron las armas y pregonaron paz por todas las tierras. Aunque le dixeron que los parthos eran ya retirados, todavía navegó Adriano hazia Asia, y fue primero a Achaya, y entró en Eleusin, famosa ciudad que es en aquella provincia; y, como llevasse gran exército y poco dinero, tomó las cosas sagradas de los templos, diziendo que él no lo hazía como príncipe romano, sino como griego, porque Hércules y Philippo, que fueron reyes griegos, lo avían primero hecho.

Entrava en los templos de Asia solo, lo qual le tenían todos a muy gran esfuerço, porque él estava sin armas y todos los sacerdotes estavan armados. Como le preguntasse uno por qué entrava solo y desarmado en los templos, pues entrava a robarlos, respondió: «Porque a los bárbaros emos de tomarles lo que tienen con armas, mas a los dioses emósselo de pedir con ruegos.»

Fue Adriano a Athenas, y miró curiosamente la manera que tenían en enseñar y la orden en el bivir, y dixo que no avía cosa en Athenas perfecta si no era Agonata, maestro de gladiatores, porque en su officio más diestro era en el jugar con las espadas que no los philósophos en enseñar las sciencias. Esto no obstante, honrró mucho a los philósophos y dio grandes libertades a algunos pueblos, y dende tornóse a Roma, y no se detuvo más en Roma de quanto visitó y honrró y aun lloró sobre el sepulchro de Plotina.

Luego se partió Adriano para Sicilia, y dende para África, en la qual visitó muchos pueblos, renovó algunos hedificios y desterró algunos de los numidanos y aun a muchos de los mauritanos, porque eran muy bulliciosos. Tornóse luego Adriano a Sicilia, y dende a Roma, y dende passó otra vez en Asia, y fuesse derecho a Athenas, y acabó allí un templo que avía començado, el qual dedicó al dios Júpiter, y esculpió en él la ymagen de Trajano y pintó con su propria mano la figura de Plotina, su especial señora y amiga. Lo más en que se occupó Adriano en toda la Asia fue hedificar, reparar y consagrar templos, en las quales ponía su nombre, y pintava de pinzel o esculpía de alabastro su figura. [461]

Estando Adriano en necessidad de dineros para pagar sus exércitos, embió a los de Capadocia que le socorriessen con el tributo que avían de dar a Roma, y que, como hasta allí lo pagavan por tercios, se lo diessen todo junto. Y los de Capadocia, viendo que les pedían lo que devían, y no lo que tenían, diéronle todo el tributo junto y sirviéronle con otra gran summa de dinero.

Combidó Adriano a comer al rey Cosdroe, rey que era en la sazón de los parthos, y allende de las fiestas que le hizo, restituyóle una hija que por rehenes le avía tomado el buen Trajano y una litera, la qual era en labor muy rica, y de oro y unicornio y plata toda labrada, y diole muchas joyas. Muchos reyes de Asia y otros grandes señores y ricos hombres de Asia vinieron a visitar a Adriano, y él les dava tan largo y les hazía tal tractamiento, que quanto plazer tomaron los que le visitaron, tanto pesar uvieron los que no le pudieron venir a ver.

Pharasmano, rey de los alanos, fue combidado y aun rogado que se viesse con Adriano y que renovasse lo que con el buen Trajano avía capitulado, y él, no lo queriendo hazer, dende a pocos días no le faltó occasión a Adriano para quitarle la hazienda y desterrarle de Asia, por manera que vino a pedir de rodillas lo que antes le dieran estando assentado. Andando Adriano visitando por toda Asia a los presidentes y procuradores della, halló en algunos dellos muy inormes delictos, a los quales él castigó con ferozes castigos, y fue en este caso tan inexorable para perdonarlos y tan duro para castigarlos, que no sólo buscava quien los justiciasse, mas aun incitava a quien los accusasse. En este caso no meresce ser loado, sino notado y reprehendido Adriano, porque a los príncipes virtuosos y generosos, más natural les ha de ser compadescerse del accusado que no incitar al accusador.

No se sabe por qué Adriano tomó enemistad con la ciudad de Anthiochía, y fue tan grande el odio, que trabajó de apartar Asiria de Fenicia, y esto no más de porque no fuesse cabeça de tantas provincias Anthiochía.

Fue avisado Adriano que tenían en costumbre los judíos de cortarse los miembros genitales, y como les fuesse puesto mandamiento que en sus carnes no hiziessen tal torpedad ni [462] crueldad, no sólo no lo quisieron obedescer, mas aun tomaron armas para se revelar, porque dezían ellos que con tal condición se subjectaron a los romanos con que los dexassen bivir en sus leyes y ritos. Fuese Adriano a dormir una noche encima del monte Olimpo, con intención de sacrificar allí ciertos sacrificios y de ver el nascimiento del sol, mas aquella noche levantóse tan gran tempestad, que derramó todos los sacrificios y cayeron allí muchos rayos, por manera que, si le fue mal en el monte Ethna, le fue muy peor en Olimpo el de Asia.

Fuese Adriano para Arabia y visitóla toda y trabajó mucho y no prometió poco a quien le mostrasse la ave Phénix; mas, según dezía él, ni la pudo ver, ni halló hombre que la uviesse visto. Visitada toda Arabia, fuese Adriano a la muy nombrada ciudad de Pelusio, no por más de ver la sepultura del gran Pompeyo, la qual él renovó y enrriquesció, y aun offresció allí muy sumptuosos sacrificios en honrra del Gran Pompeyo, lo qual como se supo en Roma, tomó dello muy gran plazer todo el Pueblo Romano. No sólo honrró la sepultura de Pompeyo, mas aun hizo mercedes al pueblo de Pelusio porque tenían aquel sepulchro acatado y honrrado, y encima del sepulchro puso Adriano este verso, escripto de su propria mano: «Osta viri magni, tenui quam clausa sepulchro.» [463]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo XII

De cómo, estando en Egipto, se le ahogó un su muy gran privado.

Tenía Adriano un mancebo muy privado suyo, al qual llamava Antinoi, y fue tan señor en las cosas del Imperio y tan excessivamente quisto de Adriano, que más parescía tenerle por dios para le adorar que no por criado para dél se servir. Qué fuesse la occasión de tan gran privança muchos en este caso soltaron la lengua contra Adriano, mas al fin se resumen en dos, es a saber: que le tenía para sus deleites proprios y que le ayudava aquel moço a sus encantamentos, porque Adriano diose mucho a la maldita arte mágica, aunque muchas vezes se quexava averse engañado en ella.

Navegando Adriano por el río Nilo, el su muy privado Antinoi se ahogó, y sintió Adriano tanto su muerte, que no sólo puso por él luto muchos días, mas a manera de muger derramó por él muchas lágrimas. Puso Adriano las estatuas de Antinoi por todos los templos de Asia, y los griegos por hazerle plazer consagráronle en dios, y duróle mucho tiempo a Adriano que no se occupava en otra cosa sino en hablar de Antinoi y en escrevir versos para su sepulchro. Estuvo Adriano todo un verano a las riberas del río Nilo, y allí communicava con los sacerdotes egipcios muchas cosas, assí de la astrología como de la mágica, y no menos de la música, a la qual se dio tanto y tan de veras, que era cosa maravillosa y monstruosa verle tañer y cosa muy dulce oýrle cantar.

Prescióse Adriano de enamorado, en especial de escrevir muy enamoradas cartas y de no servir sino a damas muy hermosas. Deprendió en Asia Adriano a jugar nuevos juegos de [464] armas, en especial se dio mucho al esgrimir de espada, y fue en esto tan perito, que al que con él se ponía a esgrimir, le dava quantos golpes quería y en los lugares del cuerpo que apostava.

Fue Adriano hombre severo, alegre, grave, cortés, burlón, sufrido, sobresalido, paciente, furioso, guardador, largo, dissimulador, piadoso y cruel; finalmente, fue vario en los vicios y inconstante en las virtudes, porque muy poco tiempo se abstenía de lo malo y por menos espacio permanescía en lo bueno.

A sus amigos era Adriano grato por una parte y ingrato por otra, es a saber: que les dava mucha hazienda, mas no se le dava mucho por su honrra, porque fácilmente oýa dellos murmurar sin por ellos querer responder. Muy culpado fue en este caso Adriano, y no menos lo será qualquier príncipe que cayere en este vicio, porque los generosos y virtuosos príncipes de sus enemigos han de oýr murmurar con pena, que de sus amigos no han de consentir dezir una mala palabra. Grandes inconvenientes se le siguieron al Emperador Adriano de no ser a sus amigos fiel amigo, y parescióse bien en Taciano, en Nieto, en Severo, en Septicio, a los quales en un tiempo él los tuvo por amigos y después los persiguió como a enemigos. Eudemio, varón romano y generoso, fue de Adriano tan gran amigo, que offrescía a los dioses sacrificios porque le diessen el Imperio, y después tomó Adriano con él tanto odio, que le persiguió no sólo hasta echarle de Roma, mas aun hasta ponerle en muy estrecha pobreza. Poleno y Marcelo fueron de Adriano tan maltractados y perseguidos, que eligieron antes por sus proprias manos morir, que no debaxo de la governación de Adriano bivir. Elidoro, famosíssimo hombre que era en letras, assí griegas como latinas, no sólo fue de Adriano perseguido, mas aun muerto y despedaçado, y fue su muerte muy llorada, porque era muy provechoso a toda la república. Olvidio, Quadrato y Acatalio y Turbón, varones consulares y antiguos, fueron por Adriano perseguidos, aunque no muertos, porque desseando cada uno su vida, se desterraron de Roma y aun de Ytalia. El noble cónsul Severiano, marido que era de Sabina, su hermana de Adriano, [465] siendo en edad de noventa años, le constriñó a morir no por más de que no se alabasse que avía visto a Adriano primero que él morir. Contava muchas vezes el buen viejo Severiano los emperadores que avía enterrado y hallavan que eran treze, y si Adriano moría antes que él, serían con él catorze, lo qual como supo Adriano, quiso antes quitarle a él de entre los bivos que no que le contasse a él entre los muertos.

En todas las cosas era Adriano muy docto, es a saber: en leer, escrevir, cantar, pintar, pelear, caçar, jugar y disputar, sino que tenía con ello una gran tacha, es a saber: que si sabía mucho, presumía mucho, y esto conoscíanselo todos, porque burlava de todos. Tenía Adriano muy gran comunicación con Floro poeta, el qual en aquel tiempo era docto para enseñar y muy gracioso para hablar. Estando en el reyno de Palestina Adriano, escrivióle su amigo Floro estas palabras: «Yo no quiero ser emperador para andar por las islas de Bretaña y para andar por las nieves de Asia.» Respondióle a esto Adriano: «Si tú no quieres ser Adriano, tampoco quiero yo ser Floro para andar por las tavernas y para comer en los bodegones y para ser despedaçado de piojos.»

Amava y loava y aun immitava la manera de hablar antigua; dávase a la arte oratoria; tuvo en más a Tullio que a Cathón, a Virgilio que ha Enio, a Salustio que a Celio, a Plathón que a Homero; finalmente, aquella escriptura tenía por buena que a él solo contentava. Después que entró en Egipto, dávase mucho a la Astrología, en que tenía por costumbre de sacar y escrevir por aquella sciencia todo lo que en aquel año le avía de acontescer, y ansí lo hizo el año que murió, mas no alcançó que avía de morir. Una cosa tuvo Adriano por excellencia, y fue que todo lo que desseava saber procurávalo saber muy bien, y a esta causa fatigava mucho a los maestros de las artes con dificultades y qüestiones por poder quedar con lo cierto y aclarar lo que estava dubdoso. Quando disputava con los philósophos, y por occasión de lo que les dixesse o respondiesse fuessen tristes, pesávale mucho porque muchas vezes dezía él que más quería él para sí que le quitasse su enemigo la vida que no la alegría. [466]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo XIII

De las grandes mercedes que hazía Adriano.

Una de las cosas que el Emperador Adriano tuvo digna por cierto de ser loada fue que usó con todos de muy gran magnificencia y largueza, porque naturalmente en el rescebir era esquivo y en el dar muy largo. Jamás cosa alguno le pidió que no se la diesse si a otro no la uviesse dado; y si la avía dado, dava esperança de le dar otra cosa. Dava y hazía merced de villas, ciudades, castillos, provincias, reynos, montes, ríos, dehesas, salinas, moliendas, officios, y no sólo esto que caýa en la governación de la república, mas aun dava los cavallos de su cavalleriza, las ropas de su persona, las provisiones de su despensa y los dineros de su Cámara, por manera que él se ponía en necessidad por quitar a otros de necessidad.

De muchos defectos y flaquezas era notado Adriano en su bivir, y todos los coloreava y encubría con ser largo en el dar. Fueron muy grandes las mercedes que hizo a Epiteto y a Elidoro philósophos, mas mucho más fue lo que dio a Phavorino que a todos, porque le dio muy gran hazienda y le honrró en la república. Tenía en costumbre que, quando llamava con su carta a alguno que viniesse para yr a la guerra con él, dávale todo lo necessario para ella, es a saber: armas para pelear y dineros para gastar. Supo Adriano que en Numidia avía un cavallero que avía nombre Malacón, varón muy esforçado y bellicoso, al qual, como le llevasse consigo a la guerra y no quisiesse rescebir lo que solía dar a los que yvan en su compañía, díxole Adriano: «Más razón es que haga yo primero mi officio que no tú el tuyo, es a saber: antes que comiençes tú a [467] pelear te lo comienço yo a agradescer, porque al fin más hazes tú en arriscar por mí la vida que no yo en darte de mi hazienda.»

Muchas vezes se alabava Adriano que jamás se acordava aver comido solo, sino que siempre comían con él philósophos que disputassen en philosophía o capitanes que hablassen en cosas de la guerra. Era limpio en el vestir y curioso en el comer, y un día mandó traer ante sí los manjares que se comían en la despensa por sus criados, y como hallasse que los despenseros avían sisado dellos, mandólos a todos açotar y despedir, porque si tenía ánimo para hazer merced de una provincia, no podía tener paciencia que le hurtassen ni sola una blanca.

Acaso vio un día a un viejo escudero, al qual avía él conoscido en la guerra que se estava refregando y rascando a unos mármoles del templo, y como le preguntasse por qué allí se rascava y la ropa deshazía, respondióle el viejo: «No tengo que vestir, ni menos quien me dé de comer, y ¿quieres, Adriano, que halle quien me aya de rascar?» Tomóle a Adriano muy gran compassión de lo que vio y mucho más de lo que oyó, y luego le mandó dar hazienda para bivir y esclavos para le servir. Como sea tan natural entre los pobres la embidia como es entre los ricos la soberbia, luego otro día vinieron otros dos pobres viejos a ponerse delante Adriano para ver si usaría con ellos de alguna liberalidad, el qual, como los viesse, mandólos llamar y mandó al uno que rascasse al otro y después el otro que rascasse al que le avía rascado. A Pharasmaco, rey que fue de los parthos, dio Adriano muy grandes dones, es a saber: le embió cinqüenta elephantes armados con sus torres y trezientos hombres de Hiberia, que eran naturales de España, los quales él tenía para su guarda. Muchas guerras venció con las armas, mas muchas más atajó y apaziguó con dones, porque a los pueblos dava libertades y a sus señores y reyes hazía grandes mercedes.

Aunque en algunas cosas particulares, assí de sus amigos como de sus enemigos se mostró afficionado y apassionado, universalmente en lo que tocava al bien de la república siempre fue amigo Adriano de administrar justicia. Quando [468] acontescían algunos casos graves, apassionávase y enojávase de súbito, mas, al tiempo de determinarlos y juzgarlos, mirávalo y examinávalo con mucho peso. Pocas cosas determinava sin consejo, y para esto tenía siempre cabe sí a Silvio y a Neracio, los quales eran los más doctos de aquel tiempo y estavan aprobados por el Senado.

Naturalmente era de coraçón inquieto y de su condición bullicioso, y acontescíale muchas vezes que, estando leyendo en algunas hystorias, si leýa de algún lugar o tierra que en alguna cosa fuesse de las otras extremada, tomávale tanto desseo verla que de no poder verla muchas vezes se entristecía.

Dado caso que era largo y magnánimo con los philósophos, con los pueblos, con los de la guerra y con sus amigos, mucho más lo era con los que administravan la justicia, es a saber: con los tribunos, con los censores y pretores; y, como le dixesse Phaborino que por qué era con ellos tan largo, respondió: «Hago a los que administran justicia ricos porque robando no hagan ellos a otros pobres.» [469]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo XIV

De las leyes y hedifficios que hizo Adriano.

Muchas y muy corregidas leyes hizo Adriano, las quales fueron por el Senado aprovadas y por toda la república rescebidas y por mucho tiempo guardadas. Ordenó que, si alguno quisiesse mudarse de una ciudad a otra, que su casa libremente la pudiesse vender, mas que no fuesse osado de la derrocar y de los materiales se aprovechar, porque mucho pierde de auctoridad la república quando en los hedifficios está arruinada. Ordenó ansimesmo que quando alguno por sus inormes delictos fuesse condennado a perder la vida y a confiscarle la hazienda que los hijos del tal tuviessen en la hazienda la parte décima, por manera que por lo que le quitavan avían de llorar la culpa del padre, y por lo que le davan avían de sentir la clemencia del príncipe. Avía ciertos casos vedados, en los quales, si alguno caýa, le accusavan como de crimen lese magestatis, y Adriano quitólos todos, diziendo que aquellas leyes eran en muy poco servicio del príncipe y en muy gran daño de la república. Las haziendas de los estrangeros y peregrinos solíanlas heredar los príncipes romanos, y ordenó Adriano que las heredassen sus proprios hijos o sus parientes más propinquos. Ordenó que quien hallasse algún thesoro en su propria heredad que fuesse todo suyo; y, si le hallasse en heredad agena, que diesse la mitad al dueño della; y, si lo hallasse en lugar público, que partiesse ygualmente con el fisco.

Vedó que ningún señor pudiesse de su propria auctoridad matar a su esclavo, aunque meresciesse muerte por algún delicto, sino que el tal castigo se hiziesse por el juez que tiene el [470] príncipe deputado. Puso orden en el comer y en el vestir, es a saber: que ninguno comiesse cosas superfluas ni tuviesse vestiduras demasiadas. Vedó que ninguno fuesse osado andar en litera, y una que él tenía mandóla quemar en la plaça. Mandó que los cónsules y senadores siempre anduviessen vestidos con toga, que era una vestidura de paz. Vedó que ninguno fuesse osado entrar en los vaños antes de mediodía, si no fuesse enfermo. Ordenó que todos los moços que carescían de padres tuviessen tutores hasta los veinte y cinco años, aunque fuessen casados. Vedó que ninguno fuesse osado de vender esclavo ni esclava a rufián ni a chocarrero, diziendo que era cosa muy injusta tener esclavos aquellos que toda su vida se andavan occiosos. A los mercaderes o cambiadores que por maldad y no por necessidad se alçaron con el vanco o hizieron quiebra en su crédito, ordenó que los tales fuessen puestos a la vergüença en la plaça y después fuessen desterrados de Roma. Ordenó que la cárcel estuviesse dentro de Roma, como de antes siempre estuvo fuera, mas junto con esto ordenó que ninguna justicia se esecutasse dentro de la ciudad, diziendo que ciudad tan generosa y que a los dioses estava consagrada, no era razón que con sangre de malos hombres fuesse contaminada. Ordenó que de una puerta adentro no se pudiessen vañar hombres y mugeres, sino que los hombres se vañassen en una casa y las mugeres en otra, y que so pena de la vida ninguno entrasse en casa vedada. Él fue el primero que puso en Roma abogado del fisco. Ordenó que los días de las fiestas no anduviessen los mancebos por las calles corriendo en carros, lo uno porque no desempedrassen las calles, lo otro porque no tropellassen los niños. Prohibió que ni para el príncipe ni para los cónsules romanos tomassen a los labradores por fuerça los bastimentos, sino que cada uno vendiesse a quien quisiesse y do quisiesse y a como pudiesse. Mandó que ninguna muger fuesse osada de curar con palabras, ni tampoco fuesse osado algún hombre de curar con medicinas compuestas, sino que curassen con simples yervas.

Ymitó mucho a Trajano su señor en los hedifficios, es a saber: que en todas las tierras, provincias y reynos que estuvo [471] hizo muchos y muy nombrados hedifficios, y lo que más es, que en ninguno escrivió su nombre si no fue en el templo de Trajano. En Roma casi renovó todo el templo que llamavan Pantheo, do estava la diosa Berecinta y adonde eran honrrados todos los dioses. Estava el campo Marcio antiguamente cercado y por la mucha antigüedad estavan los hedifficios ya por el suelo, y Adriano no sólo renovó las paredes caýdas, mas aun hizo allí unas generosas casas. Hedifficó el palacio real que llamó de Neptuno, ensanchó la plaça de Augusto, empedró la plaça de Trajano, redifficó el vaño de Tiberio, alçó mucho más el templo de Thito, y en todos estos hedificios puso los nombres de los príncipes que antiguamente los avían hedifficado y no puso el suyo que los avía rehedificado. Desde el fundamento hizo una solemníssima puente que después se llamó la puente de Adriano. Hizo ansimesmo un sepulchro junto al río Tíberin, las piedras del qual fueron traýdas de la India y los artífices de Grecia. Trasladó el templo de la diosa de la Buena Fortuna y trasladó la estatua de Deciano el artífice que estava allí puesta, la qual era tan pesada, que fueron necessarios veynte y quatro elephantes para moverla. Estava esta estatua consagrada al sol, y Adriano hizo hazer otra tan pesada y tan rica para consagrarla a la Luna, y fue el gran Polidoro el artífice della. Hedifficó en Roma el hedifficio el qual mucho tiempo se llamó Moles Adriani y agora se llama el castillo de Sanctangelo. Sacó de madre muchos ríos para regar los campos, traxo muchas fuentes para proveer las ciudades y en Grecia hedifficó una ciudad la qual se llamó en otro tiempo Adrianópolis. En el reyno de Palestina rehedifficó la gran ciudad de Hierusalén, la qual avía sido destruyda por Thito y Vespasiano, y púsola por nombre Elia, a causa que se llamava él Elio Adriano. [472]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo XV

De algunas cosas que dixo graciosas y jocosas.

Fue el Emperador Adriano príncipe no sólo agudo y proveýdo en lo que hazía, mas aun muy urbano y gracioso en lo que dezía. Fue, pues, el caso que como Faborino, amigo que era de Adriano, tuviesse una casa muy vieja y hiziesse en ella una portada muy pintada y blanca, díxole Adriano: «Parésceme, Faborino, esta tu casa píldora dorada, que alegra defuera y amarga dentro.»

Otro amigo de Adriano que se llamava Silvio era además muy negro en el rostro y assaz mal dispuesto en el cuerpo, y, como viniesse un día a palacio vestido todo de blanco, dixo a los que estavan cabe sí Adriano: «Aquella cara negra con aquella ropa blanca no paresce sino mosca en escudilla de leche ahogada.»

Vio un día el Emperador Adriano desde su palacio a un senador vestido de negro, y encima traýa una capita corta y de grana, y, como le preguntasse Adriano por qué andava de aquella manera por allí vestido, respondió el dicho senador: «Ándome por aquí, Señor, con esta capa colorada, por ver si podré pescar alguna dama.» Respondióle luego Adriano: «Más me parescéis hamapola en anzuelo para pescar ranas, que no hombre enamorado para caçar damas.»

Acontesció que, como le pidiesse uno una merced, el qual tenía canas y al presente se la negasse, acordó aquel hombre dende a ciertos días raerse la cabeça y hazerse la barba y tornar a pedir de nuevo lo que antes avía pedido, y, como le viesse Adriano barbihecho y remoçado, respondióle: «Lo que agora pides, ya lo negué a tu padre.» [473]

Tenían en Roma muchas bestias fieras para reflejar una fiesta, y como dixessen unos senadores a Adriano que se hazía tarde y que era tiempo de yr a correr las bestias, respondióles él: «Mejor dixérades 'vamos a ser corridos de las bestias' que no 'a correrlas', porque si ay diez que las osen esperar, ay diez mil que echen a huyr.»

Avía en Roma un hombre que se llamava Enacio, el qual era ya muy viejo, y hombre de su natural bullicioso, ambicioso, pleytista, barbullón, casamentero, importuno y entremetido; finalmente, ni parava de día ni dormía de noche, y, como dixessen a Adriano que Enacio era muerto tomóle muy gran risa y, dándose una palmada en la frente, dixo: «Por los immortales dioses juro que estoy espantado cómo Enacio para morirse tuvo tiempo, según de noche y de día estava occupado.»

Vino a negociar un hombre veterano con el Emperador Adriano y, como propusiesse su demanda y replicasse lo que Adriano le avía de replicar a ella, y no dexasse hablar al Emperador palabra, díxole Adriano: «Amigo, tú comes a dos carrillos; no podremos comer ambos juntos.» Fue por cierto muy hermosa y muy urbana la respuesta, porque quiso en ella dezir Adriano que, si aquel veterano proponía y se respondía, que no podría él administrarle justicia.

Avía un senador en Roma que avía nombre Fabio Cathón, y era en los días ya muy anciano y que en el pueblo tenía mucho crédito; mas junto con esto era muy pequeño de cuerpo y que se enojava muy de súbito, aunque se le passava presto el enojo. A éste dixo una vez Adriano: «No deves echar en el fuego tanta leña, pues tienes la chimenea tan pequeña, porque de otra manera siempre será humosa.» [474]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo XVI

De algunas cosas que hizo dignas de loar y de otras dignas de reprehender.

El Emperador Adriano quería y tractava muy bien a sus criados, mas no podía sufrir que se presciassen ser sus privados, porque dezía él que no los tenía para que le mandassen, sino para que le sirviessen. Enojávase con los que no eran moderados en las obras y corteses en las palabras. Estando en España, en la ciudad de Tarragona vio en una huerta a un criado suyo que se andava passeando en medio de dos senadores, al qual mandó dar una muy gran bofetada y que le dixessen esta palabra: «El Emperador manda que te den esta bofetada porque ayas vergüença de osarte passear con aquellos que eres obligado a servir.»

En el comer ni era templado, ni tampoco borace, sino que era de algunos manjares apetitoso y goloso, porque ninguna cosa dexava de comer por salud y menos por virtud. Comía bien faysanes, perniles de tocino, lechones silvestres, leche reziente de vacas, almendras tostadas y higos verdes. Sabíale muy bien el vino y bevió dello tanto, que algunas vezes empescía a la salud de su persona, y aun al crédito de su fama. Levantávase muy de mañana, a causa que de noche muy poco dormía; mas, como le destemplava en el bever y se desconcertava en el comer, muchas vezes dormía tanto entre día, que quando despertava era ya de noche.

Uvo en su tiempo grandes terremotos y pestilencias y hambres, en los quales trabajos y calamidades él se mostró príncipe piadoso y magnánimo, porque en las hambres dava a muchos pueblos que comiessen y en los terremotos dava dineros [475] con que rehedificassen. A muchas ciudades quitó del todo los tributos y a otras afloxó dellos, por manera que no uvo ciudad en su Imperio la qual no rescibiesse alguna nueva merced de su mano o no le quitasse algún antiguo tributo. En el quinto año de su Imperio cresció tanto el río Tíberin, que el daño que hizo en tres días no se reparó en seys años.

Fue de la gente de guerra muy temido porque los castigava y fue muy amado porque los pagava. Una de las cosas que le hizo ser loado de los historiadores y ser bienquisto de los romanos fue que en el tiempo de la paz tenía muy bien corregida la gente de guerra, y en tiempo de guerra governava no menos que en tiempo de paz la república. Todas vezes que venían a comer o a le visitar los senadores, siempre los rescebía en pie; y, si eran cónsules salíalos a rescebir; y, si eran censores o tribunos, levantávase quando llegavan; y, si eran otros officiales del Senado, abaxava un poco la cabeça, por manera que a todos hazía mesura y hablava con criança.

Siempre comía la espada ceñida y la capa cubierta, y otras vezes ponía debaxo de sí la toga, y enojávase mucho si al tiempo de comer le hablavan en negocios o le pedían algunas mercedes; y si alguno intentava lo contrario, ni le respondía a lo que dezía, ni le dava lo que pedía. De reparar los templos, de proveer sacerdotes, de offrescer sacrificios era muy cuydadoso, y junto con esto es de saber que no consentía inventarse cosas nuevas y mucho menos consentía introduzirse costumbres peregrinas. [476]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo XVII

De los que adoptó Adriano para que le succediessen en el Imperio.

Después ya que el Emperador Adriano avía andado casi por todo el mundo y navegado por altas mares y passado calores y fríos, vino gravemente a enfermar. Y de sus largas y peligrosas enfermedades él se tuvo la culpa, porque en el calor del verano y en los grandes fríos del ynvierno ni se abrigava con la ropa ni cobijava la cabeça. Luego que començó a enfermar, luego le cayó en su coraçón un gran pensamiento sobre determinarse a quién adoptaría para la successión del Imperio, porque andavan en pos dél muchos que le desseavan y pocos que le merescían.

La muerte de Severiano cuenta Dión que passó desta manera. Estando un día comiendo Adriano, dixo a los cónsules que con él comían: «Querría que nombrássedes diez varones que fuessen doctos en sciencia y limpios en vida, a uno de los quales yo encomiende después de mis días el estado de la república.» Como a tal pregunta callassen todos, dixo Adriano: «No me nombréis más de nueve, que yo tengo uno, y aun tal, que es mi cuñado Severiano, porque tiene edad y gravedad.» Dende a pocos días que passó esto, estando un día Adriano muy malo de un fluxo de sangre que le salía sin cessar de las narizes, pensando que antes que se le restañasse la sangre se le acabaría la vida, señaló con el dedo por su successor a Lucio Cómodo. Ya después que començó a convalescer y supo que Severiano y Fusco, su sobrino, andavan murmurando de lo que avía mandado y que querían para sí el Imperio, començólos a aborrescer y tomar muy gran odio. A este Severiano, [477] siendo en edad de noventa años, mandó Adriano matar porque se assentó en la silla imperial que estava cabe su cama, y porque dio a los privados del Emperador una solenne cena, y porque habló en secreto a los capitanes de la guerra.

Antes que muriesse Severiano, se determinó de dar el Imperio al cónsul Fusco, que era su sobrino; mas, como supo Adriano que Fusco preguntava a los magos y adevinos si avía de venir a él el Imperio, constriñóle a morir, por manera que caresció de la herencia y perdió la vida. Pletorio Nieto vino a ver a Adriano, estando enfermo, al qual, aviendo sido su amigo, no le quiso ver ni oýr, porque pensó que venía no por verle sino por heredarle. Agenciano, el cónsul, noble y antiguo romano que era, también le persiguió y maltractó entonces no por más de por saber que era muy bien quisto de todo el Senado, y que pensavan todos que este Genciano le avía de succeder en el Imperio.

Nunca el Emperador Adriano se mostró tan cruel en la vida como un poco antes que muriesse, porque a todos los que él pensó que pensavan en el Imperio quererle succeder, a todos los mandó desterrar y matar. Estando malo en una aldea que se llamava Tiburtina, de un fluxo de sangre estuvo allí muchos días desesperado y dessabrido, porque no podía tener paciencia en pensar que avía de morir y que otro le avía de succeder. Siempre se llevaron mal la Emperatriz Sabina y él, mas al fin tuvo tales mañas Adriano, que a su muger Sabina le dio sin que lo sintiesse ponçoña, con la qual ella acabó la vida y él perdió la sospecha.

Visto por Adriano que de necessidad avía de morir y que otro le avía de succeder, señaló por su successor a Cenoyo, yerno que era de Nigro, y esto hizo contra voluntad de todos los que le servían y aun de los que bien le querían, porque les parescía que avía otros a quien Adriano devía más que no a Cenoyo, y aun tenían más abilidad para governar el Imperio. A este Cenoyo puso nombre Elio Vero el César, y porque lo tuviesse por bueno el Pueblo y lo confirmasse el Senado, dioles los juegos circenses, que era una cosa a ellos muy grata y distribuyó quatro mil sextercios por Roma. Luego que [478] adoptó a Cenoyo, le dio la pretoría y le antepuso a los pannonios, que eran los que yvan cabe él, y le crió la segunda vez cónsul y le assentó consigo a la mesa y le dexava andar en litera; finalmente, Adriano le tractava como a hijo y todos le servían como a señor. Luego que Cenoyo fue adoptado, cayó del mal de la muerte enfermo, por manera que aun no pudo yr a dar gracias al Senado, y como Adriano le viesse assí tan enfermo, dixo un día en el Senado: «A pared flaca nos arrimamos el día que a Cenoyo adoptamos.» Murió Cenoyo en las kalendas de enero, y a esta causa no fue por el pueblo llorado, porque aquel mes, como estava al dios Jano dedicado, ningún romano era osado llorar por los muertos ni mostrar tristeza entre los bivos.

Viéndose ya muy agravado de la enfermedad, Adriano adoptó y declaró por su successor a Antonino Pío, con tal condición que él adoptasse por sus successores al buen Marco Aurelio y a su hermano Annio Vero. A muchos pesó de la adopción de Antonino, especial a Atilio Severo, el qual con muy gran solicitud solicitava para sí el Imperio, y a la sazón, como era prefecto de la ciudad, a unos corrompía con dineros que dava y a otros atraýa con promessas que les hazía. Como Adriano fuesse avisado de lo que Atilio andava urdiendo, no le quiso mandar matar, mas hízole de toda Ytalia desterrar. [479]


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Una década de Césares / El Emperador Adriano
Capítulo XVIII

De cómo y adónde murió el Emperador Adriano.

El día que mandó Adriano matar al viejo Severiano, antes que el verdugo le degollasse tomó en un vaso unas brasas y, echando en ellas un poco de encienso, alçados los ojos al cielo, dixo: «A vosotros, ¡o, immortales dioses!, pongo por testigos si soy en culpa de lo que soy accusado y por lo que oy soy condennado y muerto, y junto con esto os ruego y requiero que en testimonio de mi innocencia no me deis otra vengaça sino que, quando Adriano se desseare morir, no pueda morir.»

Desde que fue degollado el cónsul Severiano, nunca tuvo más de un día de salud Adriano. Antes, muchas vezes se desseava morir y buscava occasiones para se matar; mas, como sintiesse esto Antonino Pío, hazía guardarle de día y velarle de noche. Como le acossava la enfermedad y no podía comer ni dormir, muchas vezes demandava veneno para bever, otras vezes pedía un cuchillo para se matar, otras vezes no quería comer por de hambre se morir; lo qual como se supiesse en el Senado, rogáronle que tuviesse en aquella enfermedad paciencia, pues los dioses eran servidos de alargarle la vida. Mucho se afrentó Adriano de lo que le rogó el Senado, y como se enojasse del que lo avía dicho, mandó que fuesse buscado y degollado.

Solía yr con Adriano a caça un su barbero, que se llamava Mástor, hombre fidelíssimo y valentíssimo, y que era su muy antiguo criado, y a este rogó y después amenazó en secreto que le diesse la muerte; mas el barbero, espantado de oýr tal palabra, echó a huyr por la puerta afuera. Acaso uvo un [480] cuchillo en las manos y quiso en secreto matarse con él, mas como por fuerça más que de grado se le quitassen, estuvo dende adelante más desseoso de morir y muy enojoso de bivir.

Tenía Adriano un médico, el qual era de nación africano, y a éste rogó que le traxesse un poco de veneno para acabar aquella triste vida y salir de aquel trabajo; mas el médico fue tan fiel a su señor, que por no darlo a Adriano, se determinó de morir y beverlo. Por infelice y muy malaventurado se tenía Adriano: querer morir, y no poder sino bivir. Y a la verdad bien se cumplió en él lo que Severiano pidió a los dioses, es a saber: que le alargassen la vida quando desseasse la muerte. Ya que Antonino Pío estava declarado y confirmado por César, como vio Adriano que cada día empeorava, salióse de Roma y fuese al puerto de Bayas, do estuvo haziendo muchas experiencias de medicinas, las quales para su salud aprovecharon poco y para acortarle la vida le ayudaron mucho.

Murió Adriano en aquel puerto de Bayas, a seys días andados de julio, y fue depositado en una aldea que se llamava Ciceroniana. Bivió sesenta y dos años, imperó veynte y uno, y seys meses, y diez y seys días. Antes que muriesse Adriano, mandó que pusiessen este verso en su sepulchro: «Turba medicorum regem interfecit.» Que quiere dezir: «Por confiarse el Emperador Adriano de los médicos dio tan presto fin a sus años.»

Fin.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Una década de Césares (1539). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 335-904, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión de la Década de Césares, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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