La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Una década de Césares
Comiença la vida del buen emperador Trajano Coceyo,
natural de España, nascido en la ciudad de Cáliz, copilada por el señor don Anthonio de Guevara,
Obispo de Mondoñedo, predicador y chronista y del Consejo de Su Magestad.


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo primero

De quatro muy nombradas ciudades que perescieron en España.

Antes que oviesse emperadores en Roma, ni se levantassen guerras en Carthago, avía en quatro provincias de Hespaña quatro muy insignes ciudades, las quales en potencia competían con Roma, y en riqueza con Thyro, y en hermosura con Helia, y en opulencia con Tharento. La primera era Numancia; la segunda, Cantabria; la tercera, Istóbriga; la quarta, Ytálica. Strabo, Isidoro y Pomponio Mela ponen en admiración a los lectores de la potencia, riqueza y abundancia de aquellas cuatro ciudades, y por otra parte es muy gran compassión ver que no ay que ver agora en ellas.

No sin causa se dize que no ay que ver en ellas, porque, dado caso que se sabe la provincia y el término y el clima do estavan fundadas, apenas podemos atinar a nombrar do puntualmente fueron hedificadas. A la ciudad de Numancia succedió Soria, a la ciudad de Cantabria succedió Tudela de Navarra, a la ciudad de Istóbriga succedió Mérida, a la ciudad de Ytálica succedió Sevilla. El sitio de la muy nombrada Numancia, según unos fue en una cuesta cabe Soria de la otra parte de la puente, y según otros fue su fundación en Garrai, aldea de Soria junto cabe Duero. El sitio de Cantabria fue una legua de la ciudad de Logroño, de aquel cabo de Ebro, en un alto do están agora muchas viñas. El sitio de Ystóbriga fue do son agora las Ventas de Caparra, y según otros fue en el monte que está entre las Varcas de Alconeta y el Cassar de Cáceres. El sitio de Ytálica fue junto a la ciudad de Sevilla, algunos dizen que camino de Carmona, y que los [360] caños de Carmona se hizieron para bastecer la ciudad de Ytálica.

¡O, secretos juyzios del Muy Alto!, ¡o, instabilidad humana!, que vistos personalmente por mí todos estos lugares do fueron fundadas estas excelentíssimas ciudades, no sólo no hallé torre, ni muro, ni calle, ni casa que contemplar, mas aun apenas hallava piedra do tropeçar. Mucha razón tenemos de exclamar, y mucha más tendrá el discreto lector de se espantar, pues vimos a Numancia resistir quatorze años a los romanos, y vémosla agora hecha una dehesa de ganados. Sabemos que Cantabria fue la postrera cosa que los romanos ganaron en España, y agora no ay sino un pago de viñas en ella. Somos ciertos que la mayor fuerça que el rey Viriato tuvo en España fue Ystóbriga, y agora no ay sino enzinas y xaras en ella. Los que escriven de la ciudad Ytálica dizen que ella fue la más fuerte y más estimada de todo el reyno de Vandalia, y agora cogen trigo y cevada en ella.

Scipión Africano destruyó la ciudad de Numancia porque en el primero bello púnico no quiso ayudar a los romanos. Graco, capitán romano, destruyó la ciudad de Istóbriga, porque dende allí le hazía Viriato la guerra. El exército pompeyano destruyó la ciudad de Itálica porque en la parcialidad de Julio César siempre fue fidelíssima. El Emperador Augusto destruyó la ciudad de Cantabria, y esto más como hombre movido con yra que no guiado por razón. Fue, pues, el caso que, como tuviesse a la ciudad cercada y en muy gran estrecho puesta, embió a requerir a los ciudadanos que le entregassen todos sus thesoros y que se hiziessen a Roma perpetuos tributarios. Visto por los cantabrios lo que el Emperador Augusto les pedía, respondiéronle en una carta de esta manera:

Emperador Augusto:
Rogamos a los immortales dioses sean en tu guarda, y a ellos plega de averiguar entre ti y nosotros quiénes son los que en esta guerra tienen justicia. Ya sabes tú, ¡o, immortal príncipe!, que los hombres, aunque tienen potencia para emprender las guerras, no es en su mano sino en las de los [361] dioses alcançar las victorias, porque muchas cosas començamos los hombres con malicia, las quales después acaban los dioses por justicia. Con tu muy sobrada potencia no es menos sino que has puesto a esta triste ciudad en muy gran estrechura, de manera que ya ni tenemos pan que comer, ni agua que bever, ni pellejos que vestir, ni cortezas que calçar, ni torres do nos acoger, mas junto con esto has de saber que, si nos faltan armas con que pelear, no nos faltan coraçones para morir. Bien paresce que tú has experimentado nuestras pocas fuerças y que no has conoscido nuestros muy grandes ánimos, pues nos pides los thesoros de nuestras casas y la libertad de nuestras personas. Las minas que nosotros tenemos no son de oro para te servir, sino minas de hierro para tu soberbia quebrantar. ¿No te paresce a ti, ¡o, Emperador Augusto!, que pues vosotros, los romanos, ha quatrocientos años que peleáys fuera de vuestras tierras por ser señores, será razón peleemos nosotros dentro de nuestras casas por no ser esclavos? Prosigue tu guerra, y haz lo que suelen hazer los otros capitanes de Roma, y no cures de amenazarnos y mucho menos de halagarnos; porque, dado caso que nuestras tierras y casas sean por fuerça tuyas, jamás mientra nosotros biviéremos seremos sino de los dioses y nuestros.

Oýda por el Emperador Augusto esta respuesta, juró por los immortales dioses de no tomar a ninguno dellos a vida, ni dexar en la ciudad piedra sobre piedra; y de la manera que lo prometió, así lo cumplió. Diría, pues, yo en en este caso que, si fue malo jurarlo, fue muy peor cumplirlo (aunque sea costumbre antigua la palabra del rey inviolablemente ser guardada), porque el buen príncipe no ha de poner en obra lo que ha jurado estando con saña. [362]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo II

De la naturaleza y nascimiento del Emperador Trajano.

Prosiguiendo, pues, nuestro intento, es de saber que en los tiempos que andavan las guerras muy encendidas entre Julio César y Pompeyo, los pompeyanos tenían a Istóbriga, que agora es Lebrixa, y los cesarinos tenían a Gades, que agora es Cáliz, y estas dos ciudades servían de recoger a los desterrados y de amparar a los aliados y vencidos. Antes que la ciudad de Ytálica fuesse por los pompeyanos destruyda, florescían en ella dos muy nombrados cavalleros: el uno se llamava Julio Coceyo y el otro se llamava Rufo Ulpio; y estos dos cavalleros no sólo eran capitanes en armas, mas eran de aquellos dos linages cabeças, es a saber: de los Coceyos y de los Ulpios.

Antes que las crudas guerras entrassen en la ciudad de Ytálica, estos dos linages siempre tenían entre sí muy gran competencia; mas, después de començada la guerra, vinieron en gran amicicia, porque muchas vezes acontesce que los coraçones que no se pudieron ayuntar en uno por amor se conciertan después por temor. Destruyda la ciudad de Ytálica, fuéronse a bivir estos dos cavalleros a Gades, que agora se llama Cáliz, y el uno dellos, que se llamava Coceyo, fue abuelo del Emperador Nerva, y el otro, que se llamava Rufo Ulpio, fue visabuello del Emperador Trajano y del Emperador Adriano por parte de las madres.

Nasció el Emperador Trajano en la ciudad de Cáliz, a veynte y uno de mayo, en el segundo año del imperio de Nero, siendo cónsules Rufo y Cathino. En aquellos tiempos no avía en toda la Europa tan famoso y tan generoso, ni aun tan [363] provechoso estudio, como era el de la ciudad de Cáliz, porque allí estudiavan todos los de África y venían a deprender dende Grecia. E porque no parezca ser esto cosa fabulosa, lean a Plutharco en la Vida de Trajano, y a Philón en el libro De las Achademias, y a Philóstrato en la Vida de Apolonio.

En aquella ciudad de Cáliz, hasta que Trajano uvo quinze años, estudió la lengua griega y latina, y rethórica. Era Trajano alto de cuerpo, el rostro algo negro, los cabellos raros, la barba espesa, la nariz corva, grandes espaldas, las manos largas y los ojos en el mirar amorosos. Ya que Trajano entró en los diez y seys años, yva olvidando las letras y exercitándose en las armas, en las quales él fue no menos mañoso que esforçado y esforçado que mañoso. Era Trajano muy ligero, si corría a pie, y tenía mucha destreza en menear un cavallo, por manera que se cuenta dél que jamás le vieron caer yendo cavalgando, ni le pudo hombre alcançar yendo a pie corriendo. Fue el caso que vinieron a la ciudad de Cáliz una flota de pirratas (que quiere dezir cosarios), los quales, como fuessen muchos y tomassen a los de la ciudad desapercebidos, el buen mancebo Trajano mostróse aquel día tan esforçado en pelear y tan venturoso en vencer, que a él solo se atribuyó la libertad de la patria y la gloria de la victoria.

Entre los mirmidones, que son los de Mérida, y entre los ricinos, que son los de Trusillo, se levantó en aquel tiempo una no pequeña guerra sobre los pastos de Guadiana, porque los de Mérida dezían que de tiempo immemorable eran suyos, y los de Trusillo dezían que los perdieron y ellos se los ayudaron a ganar de los enemigos. Los de Mérida fueron a pedir socorro a los de Cáliz, a causa que eran entre sí confederados, a razón que por gran excelencia estas dos ciudades eran en España proconsulares, que quiere dezir que no las podía governar pretor ni censor, sino cónsul o su teniente de cónsul, que era el procónsul. Los gaditanos aceptaron la embaxada de los mirmidones en querer embiarles socorro, y como eligiessen a Trajano por capitán de aquel exército, respondió:

Ni lo permitan los hados, ni lo manden los dioses que yo tome espada para derramar sangre de mi patria, porque si [364] los unos son nuestros amigos, no por cierto los otros son nuestros enemigos. (E dixo más.) Pues la guerra no está començada, y la cosa sobre que debaten se puede averiguar por justicia, sería yo de parescer que les embiásedes embaxadores que los pusiessen en paz, y no capitanes que les començassen la guerra.

En conformidad de todos se dio y aceptó la respuesta de Trajano, el qual, dende en adelante, fue tenido por cavallero muy esforçado y por hombre muy cuerdo. No todas vezes suelen andar pareadas estas dos virtudes, es a saber: esfuerço y cordura, porque ay algunos que son denodados para emprender los peligros y no son cuerdos para evitarlos. [365]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo III

De cómo Trajano passó de Hespaña en Ytalia siendo moço.

En el segundo año que imperava el buen Vespasiano, revelóse la Gran Bretaña, que agora se llama Inglaterra, contra el Emperador romano, a la qual guerra concurrió Trajano, acompañado de otros muchos de su pueblo, y esto hizo él por echar cargo a Roma y por alcançar para sí fama. Era capitán por los romanos en aquella guerra Drusio Torcato, el qual, como persuadiesse a Trajano que tomasse gages (es a saber: gozasse del sueldo del Pueblo Romano) como gozavan todos los que estavan en aquella guerra, respondió Trajano: «Los mercaderes que vienen desde mi tierra a ésta vienen por ser más ricos, mas los cavalleros no venimos por ser más ricos, sino a ser más honrrados, y por esso te dezimos que en toda esta guerra te serviremos tan fielmente como si llevássemos gages de Roma; y en lo demás pierde cuydado, que nosotros nos mantendremos cada día por nuestra lança.»

La fama que alcançó Jugurta en la guerra de Numidia, aquélla alcançó Trajano en la guerra de Bretaña, en que el uno y el otro fueron cavalleros estrangeros y mancebos aventureros y aun venturosos, porque por las hazañas y prohezas que en aquellas guerras hizieron fue Jugurta hecho rey de Munidia y el buen Trajano vino a ser Emperador de Roma. El día que entró Drusio Torcato en Roma triumphando de los britanos, como fuesse acompañado no sólo de los cavalleros vencidos, mas aun de los cavalleros vencedores, preguntavan todos los romanos por Trajano por verle y conoscerle, porque su fama era a todos nota, mas su persona de nadie [366] era en Roma conoscida. De aquí vino que, después andando los tiempos, como Trajano y Mario Fabricio compitiessen sobre el consulado de Germania, el Fabricio motejó a Trajano de cavallero estrangero en la naturaleza y de mala dispusición en la persona, al qual respondió Trajano: «Yo te confiesso, Mario Fabricio, que primero fue conocida en Roma tu buena cara que no tu mala vida; mas confiéssame tú a mí que conoscieron primero en Roma mi buena vida que no mi mala cara.»

En el tiempo que Trajano entró la primera vez en Roma, Titho, hijo de Vespasiano, era Emperador della, el qual hizo a Trajano señor de diez legiones y embióle a las fronteras del Illírico, do estuvo todo el tiempo que bivió el Emperador Titho. Muy de mal se les hizo a las legiones romanas llevar por capitán a Trajano, diziendo que era en edad mancebo y en nación estrangero, mas después que conoscieron en él tanto esfuerço en el pelear y tanta cordura en el governar, como a padre le amavan y como a capitán le obedescían. Como en un invierno le faltassen a Trajano bastimentos, a causa que tenía hechas treguas con los bárbaros, díxole un cavallero: «No es justo que tú tengas tanta tristeza, y nosotros suframos tanta penuria. Ten por bien que dissimuladamente quebremos las treguas y desta manera perveremos a nosotros y a nuestras bestias.» Respondióle el buen Trajano: «No sólo rescibo pena de lo que me dizes, mas aun affrenta de lo que me osas dezir, porque las cosas que assentamos y prometemos no las emos tanto de guardar por averlas a los hombres prometido, quanto por averlas por los immortales dioses jurado.»

E, muerto el Emperador Titho, succedió en el imperio su hermano Domiciano, lo qual, como lo supo Trajano, luego dexó el cargo que tenía de ser capitán frontero en el Illírico. Mucha pena rescibió el Emperador Domiciano y todo el exército, y aun todo el Señado, por aver desamparado Trajano las fronteras del Illírico, porque en las cosas de la guerra tenía larga experiencia y aun mucha fortuna. Muy gran vigilancia tenían los romanos en buscar y en conservar a los capitanes bien fortunados, a los quales dissimulavan y sufrían más deffectos que a todos los otros, y esto hazían ellos porque ay [367] muchos capitanes que, si son diestros en las armas, son muy desdichados en la execución dellas. Estando, pues, Trajano en Roma, sin querer tener cargo de exército, díxole el Emperador Domiciano: «Di, Trajano, ¿por ventura tengo yo menor imperio que mi padre Vespasiano tuvo, o soy más ingrato que fue mi hermano Titho, para que por ellos aventurases cada día la vida y por mi servicio no quieras tomar en la mano una lança?» Respondióle Trajano: «Yo te confiesso que eres tan poderoso como tu padre y de tan buen conoscimiento como tu hermano, mas junto con esto eres muy súbito en el mandar y muy acelerado en executar lo mandado, y podría ser que, teniendo cargo de tus huestes, me mandasses alguna cosa, la qual cumpliéndola, yría contra la bondad a que soy obligado, y, no la cumpliendo, quebrantaría el juramento de fidelidad que te tengo hecho.» [368]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo IV

De la amistad y parentesco que tenía Trajano con el Emperador Nerva.

En aquellos tiempos estava fuera de Roma desterrado por el Emperador Domiciano un cónsul que avía nombre Nerva Coceyo, varón que en la edad era muy anciano y en todo lo que dezía y hazía tenía gran crédito. Trajano, como a la sazón estava en desgracia del Emperador Domiciano, salióse de Roma y fuese para Nola, un lugar de Campania do estava Nerva, porque cosa es muy común un hombre aflicto buscar la compañía de otro aflicto. Estos dos excelentíssimos varones (es a saber: Nerva y Trajano) muchos días se estuvieron allí en Campania pobres, desterrados, perseguidos y desfavorescidos, esperando quándo Domiciiano los embiaría a matar o quándo oyrían que él era muerto; porque si ellos desseavan a él la muerte, no menos buscava él ocasión para quitar a ellos la vida.

Trajano, como era moço, tenía en muy gran veneración a Nerva, que era viejo, y Nerva tomó tan gran amor con Trajano, que le amava y tratava como a hijo, porque Trajano, allende de ser para todas las cosas abilíssimo, era en la conversación muy amoroso. Estando en aquel destierro, halláronse Nerva y Trajano parientes, es a saber: de una patria que era España y de un lugar que era Ytálica, y que el uno descendía de los Coceyos y el otro de los Ulpios, dos famosos y antiguos linages, de los quales arriba contamos. Quando Trajano passó en Ytalia, no halló otro pariente sino a Nerva y a Ulpio Ricino su tío, el qual fue dos vezes cónsul en Roma.

Algunos dizen que este cónsul Ulpio Ricino fue padre [369] de Trajano, mas la verdad es que no fue sino su tío, porque Plutharco, en una epístola que escrive a Trajano, dize: «Sabida la buena nueva en Roma de cómo venciste al rey Decébalo que tiranizava essa tierra, fue tanto el regozijo que tomó el pueblo, que, si como estavan los huessos de tu padre en Hespaña, estuvieran en Ytalia, no menor honrra hizieran a ellos en la sepultura que harán a ti el día que entrares triumphando por Roma.»

Como era tan anciano y tan honrrado Nerva, y tan valeroso y tan bienquisto Trajano, yvan y venían de Roma a Campania muchos romanos a verlos; y esto hazíanlo secreto que no público, a causa que el Emperador Domiciano era muy sospechoso, porque a la verdad muy pocos son los que osan servir ni seguir a los que los príncipes muestran aborrescer. Entre los otros que yvan de Roma a Campania a ver aquellos dos cavalleros era el gran philósopho Plutharco, el qual con Trajano y Trajano con él tomaron entre sí tanta y tan larga amicicia, que sola la muerte fue la que dio fin a ella.

Como Plutharco veýa tanta abilidad y voluntad en Trajano para aprender, y junto con esto no avía guerra en que se exercitar, embevecíase ya Trajano tanto en las letras, que aborrescía las armas, por cuya ocasión, como burlando, le dixo Nerva: «De mi consejo, dexarías los libros y tornarías a las armas, pues tienes mejores manos para pelear que lengua para disputar, porque no es justo dexes de ser único entre los capitanes por ser razonable entre los philósophos.»

Estando Trajano allí en Campania, se casó con Plotina, muger que fue suya única, y dízese ser única, porque antes ni después no tuvo más de aquélla, la qual virtud en ningún príncipe romano se halló hasta él; porque, en envegesciéndose o en desagradándoles una, luego tomavan otra.

Como un día se tractasse entre ciertos romanos una conjuración para matar al Emperador Domiciano, y en mucha poridad diessen parte dello a Trajano, respondióles: «Bien veo que Domiciano no merescía ser emperador elegido, y que mucho menos meresce ser en el imperio sustentado; mas ni por esso seré en que por mi consejo sea muerto, porque más quiero suffrir a un tirano que no cobrar renombre de traydor.» [370] Estando un día muchos romanos murmurando de las insolencias y desafueros del Emperador Domiciano, díxoles Trajano: «La intención con que me tractava Domiciano los dioses la han de juzgar, que de las obras que él me hizo yo no me puedo quexar, pues fue ocasión que yo cobrasse por padre a Nerva, por maestro a Plutharco, por muger a Plotina y, sobre todo, que me hizo conoscer la adversa fortuna, porque, no me presciando de antes sino de mandar, agora ya no sé sino servir.»

Un año antes que muriesse Domiciano o, por mejor dezir, que le matassen, fuesse a la guerra de Germania, y en aquel año fue Trajano elegido por cónsul en el Senado de Roma. Mucha pena se le hizo a Trajano de aceptar aquel consulado, y esto no porque no era amigo de honrra, sino por la pena que sentía en dexar la compañía de Nerva. [371]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo V

De cómo Nerva fue hecho Emperador y tomó por hijo a Trajano.

No pudiendo ya los romanos suffrir las injurias y tiranías de Domiciano, determinaron de matarle, y de hecho le mataron, a catorze días de octubre, siendo en edad de quarenta y cinco años y aviendo sido emperador quinze. Grandes tiempos avía que no se avía divulgado nueva tan alegre en todo el Pueblo Romano como fue la nueva de la muerte de Domiciano, de manera que se davan ricas albricias a los correos que las traýan y se hazían grandes alegrías en los pueblos do llegavan, porque desseavan todos tanto su muerte quanto tenían aborrescida su vida. Patronio, capitán de la guarda, y Partenio, su camarero, fueron los que hizieron la conjuración y mataron a Domiciano, y estos mesmos dieron orden en que luego fuesse electo por Emperador Nerva.

Tenían tan gran odio los romanos contra Domiciano, que, no contentos con verle muerto y traer su cuerpo a pedaços por Roma arrastrando, todas las estatuas de metal le quitaron y todos los arcos y títulos le rayeron, y todos los hedificios que avía hecho le derrocaron, y todas las escripturas do estava su firma quemaron, y a todos los que se llamavan Domicianos como él desterraron; por manera que ni le podían ver bivo, ni le querían oýr nombrar después de muerto. Otro día que Domiciano fue muerto, Nerva Coceyo fue por emperador declarado, y de su electión fue muy contento todo el Pueblo Romano, lo uno por ser como era tan virtuoso y lo otro por aver sido enemigo de Domiciano. Luego que fue Nerva electo emperador, a la otra embió a Trajano por pretor [372] a Germania para que tomasse en su poder las legiones y governasse aquella provincia, lo uno porque Trajano era muy deseado de toda la gente de guerra; lo otro porque de Calfurnio, capitán de Domiciano, no se tenía mucha confiança.

Entre otras malas condiciones que tenía el Emperador Domiciano era que todo aquello que a él le parescía bueno, rico o hermoso loávalo mucho, y avíanse de tener por dicho que todo lo que él loava se lo avían de presentar de gracia; y si no, luego se lo tomava por fuerça. Destas semejantes cosas halló Nerva en su palacio muchas riquezas agenas que avían sido robadas, las quales por público pregón fueron todas a sus dueños restituydas, por manera que este buen príncipe no sólo no quiso tomar lo ageno, mas aun restituyó lo que por su antecessor avía sido robado.

Quando Nerva fue por emperador elegido, era además muy viejo y de enfermedades muy perseguido, porque no avía en él cosa sana si no era la lengua con que hablava y el buen juyzio con que regía. Los romanos, como veýan a Nerva tan viejo y tan enfermo, y que se quexava que no podía dormir, y que de muy pocas cosas su estómago osava comer, teníanse por dicho que avía de bivir poco y con este motivo començáronle a tener en poco. Visto por Nerva que, según su edad, avía de bivir poco y que ya los romanos le tenían en poco, acordó de prohijar a Trajano y tomarle por compañero en el imperio; y así fue, que luego le embió la insignia imperial, que era una capa a manera de muceta, y con ella le escrivió una carta en la qual no yva otra palabra escripta sino ésta: «Phebe tuis telis, lacrimas ulciscere nostras.» Como si dixera: «¡O!, gran cavallero Trajano, tendrás cargo de, con tus venturosas armas, vengar mis tristes lágrimas.» Por la desobediencia que los romanos tenían a sus mandamientos y por el desacato que tenían a su persona pedía Nerva a Trajano aquella vengança, porque cosa es muy usada entre los hombres perseguidos y aflictos que las injurias que no pueden vengar por sus manos las lloran con los ojos.

En el tiempo que esto passava estava Trajano en Alemania, en la ciudad de Agripina, que agora se llama Colonia, y la noche antes que le llegasse la imperial insignia y la carta del [373] Emperador Nerva soñó que le vestían una vestidura de púrpura y que le ponían un anillo en la mano derecha y que le coronavan con una corona. Solos tres meses y cinco días passaron después que Trajano fue emperador electo que Nerva fue muerto, el qual murió en edad de ciento y diez años, y diez meses y diez días. [374]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo VI

De las leyes que Trajano hizo en provecho de la república.

A la ora que supo Trajano cómo era ya defuncto el Emperador Nerva, partióse para Roma, do en llegando celebró las obsequias de su señor y amigo Nerva, y fueron tales y tan ricas, que más parescían fiestas de bivos que no honrras de muertos, porque no avía en ellas cosa que pusiesse tristeza si no era ver a Trajano andar muy triste.

La primera cosa que Trajano dixo y prometió y juró en el Senado fue que ningún hombre que fuesse bueno y pacífico por su mandado y consentimiento sería muerto, lo qual él guardó en todo el tiempo que le duró el imperio. En pos desto mandó llamar a Emiliano, capitán que era de las pretorianas huestes, al qual mandó quitar el officio y desterrar del imperio, lo uno porque desobedesció al Emperador Nerva; lo otro porque hurtava las pagas a la gente de guerra. Mandó pregonar públicamente que todos los que tuviessen quexa de los cónsules o de los senadores o de los censores o de otros officiales de Roma, lo viniessen a dezir, porque él quería satisfazer a los unos y corregir a los otros. Personalmente, visitó Trajano todos los officios de Roma, es a saber: do vendían el pan, do pesavan la carne, do medían el vino, do moravan los mercaderes, do posavan los estrangeros, y ansí de todos los otros officios, en los quales aprobó todo lo bueno que tenían y enmendó todo lo malo que usavan.

Vedó que no uviesse en Roma bodegones, es a saber: que no se vendiesse pan y vino y carne y fruta aderesçado en una casa, diziendo que los aparejados vicios son ocasión de hazer [375] muchos viciosos. Mandó que se registrassen todos los vezinos de Roma y hallaron dozientos y ochenta y cinco mil casas de hombres casados, y quarenta y dos mil mancebos por casar, y siete mil sacerdotes de templos, y treynta y dos mil mugeres públicas, y doze mil casas de mesones, y sessenta y cinco mil negociantes estrangeros. Vedó Trajano que ningún pobre anduviesse de puerta en puerta, sino que a todos los que no lo podían ganar los mantuviessen del erario público, y a los que podían trabajar les diessen en qué trabajassen en las obras del Senado. A todos los juglares, y a todos los que jugavan farsas, y a todos los truhanes mandó que deprendiessen officios y se mantuviesse cada uno en su casa; y si no, que se tuviessen por despedidos de Roma. Mandó Trajano reformar a todos los estados y hizo examinar a todos los que estudiavan, y sin comparación fueron más los que desterraron por inábiles y viciosos, que los que quedaron por doctos y virtuosos. Como avía en Roma gentes de tierras estrañas, y junto con esto avía tantas mugeres, perescían muchas dellas en el parir y moríanse muchos niños por no tener do los criar. Fue el caso que el buen Trajano hizo una generosa casa en el Monte Celio y dotóla muy bien de su patrimonio, do todas las mugeres que quisiessen fuessen allí por espacio de dos meses a parir, y que a todos los niños por espacio de quatro años fuessen obligados a los criar.

No consintió Trajano que holgassen en Roma más de veynte y dos fiestas en todo el año, diziendo que sin comparación eran más servidos los dioses el día que los romanos trabajavan que no el día que holgavan, porque más eran los vicios que cometían que no los sacrificios que offrescían. Moderó Trajano los sacrificios que se offrescían a los dioses, es a saber: que no fuessen tantos ni tan ricos, diziendo que más querían los dioses que enmendássemos las vidas, que no que les offresciéssemos nuestras haziendas. A los sacerdotes de los templos mandó dar azeyte, y a las vírgines vestales trigo, y a los cavalleros veteranos paño para vestir, y a los muy pobres leña para quemar, y a los embaxadores vino que bever, porque todas estas cosas no sólo eran en Roma muy caras para comprar, mas aun no todas vezes se hallavan a vender. [376]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo VII

De las muy notables virtudes que tuvo Trajano.

El año que Trajano vino en Roma a ser emperador cumplió quarenta y dos años, en la qual edad assí todas las cosas le succedían y moderava que ni por la juventud se arrojava a hazer cosa loca, ni por la vejez y pereza dexava alguna cosa mal proveýda. Fue Trajano príncipe en cuyas palabras ni obras jamás se conosció tener embidia, y, como una vez el philósopho Plutharco le loasse desta virtud, díxole Trajano: «Hágote saber, Plutharco, que, de puro soberbio, yo no soy embidioso, porque siempre me tuve por dicho de aprender tan grandes y tales cosas, que todos tuviessen embidia de lo que me viessen hazer y yo no la tuviesse de nadie de lo que uviesse hecho.»

No fue Trajano hombre malicioso ni sospechoso, aunque de su natural era muy agudo, lo qual suele en pocas personas acontescer, porque comúnmente los hombres muy agudos no suelen ser en las condiciones muy sanos. Como los grandes negocios naturalmente traygan consigo grandes cuydados y enojos, aunque a Trajano le davan algún enojo, jamás hombre le veýa enojar, porque más señorío tenía en él la antigua prudencia que la súbita yra. Aunque Trajano tuvo muchos que le querían mal y procuravan mal, dellos por malicia, y dellos por embidia, y dellos porque los castigava, jamás se halló que a ninguno quisiesse del todo destruyr, sino que castigando a los bulliciosos y viciosos más se presciavan de la clemencia que se quexavan de la pena.

Aunque Trajano no fue muy docto, fue por cierto muy gran amigo de los hombres doctos, a los quales él promovía a [377] honras y estados, y presciávase él mucho de tenerlos por amigos, por manera que en su Casa y Corte a hombre docto jamás le vieron necessitado. Era Trajano amigo de saber las ambiciones de Roma y la desorden de su casa; mas, junto con esto, no quería que se lo dixessen por manera de murmurar, sino como quien viene a avisar. Fue Trajano gran enemigo de lisongeros, y no menos de los detractores, por cuya causa dizen que dezía él muchas vezes: «Más seguro es a los príncipes sufrir a quien les diga sus yerros proprios que no oýr a los que les dizen los defectos agenos. (Y dezía más.) De necessidad ha de tener las manos ensangrentadas el príncipe que a murmuradores da sus orejas.»

Caresció Trajano del vicio común que suele reynar en todos los hombres, es a saber: ser cobdiciosos, de la qual cobdicia él no fue notado ni acusado. Antes, por ser largo y dadivoso, fue de todas las naciones muy quisto, porque eran infinitos los que se loavan de lo que les avía dado y ninguno se quexava de cosa que oviesse tomado.

Naturalmente era Trajano amigo de la guerra y, después de començada, era muy solícito en proseguirla y muy constante en acabarla. Dado caso que se aviciava en la guerra, no por esso dexava de buscar todos los medios para conservar la paz, porque, según él dezía, jamás los dioses permiten que sean vencidos en la guerra, sino los que son enemigos de la paz.

Era Trajano muy templado en el gasto ordinario de su casa, y, junto con esto, era muy largo en las cosas de la guerra, y por cierto en esto se mostrava él ser príncipe cauto y prudente, porque, según dezía Plathón, si en la repúbica no son los gastos ordinarios y templados, no puede después aver para resistir a los enemigos. [378]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo VIII

De los muchos y muy superbos hedificios que hizo Trajano.

Hizo en Roma Trajano muchos y muy notables hedificios, es a saber: una plaça muy grande y todas las cosas que estavan en torno della. Hizo una calçada empedrada, vía Salaria, que durava dos leguas y media, por la qual podían yr y venir sin polvo en el verano y sin lodos en el invierno. Hizo un templo al dios Apolo, y otro templo al dios Mars, y otro templo al dios Jovis, y otro templo al dios Esculapio, y otro templo a la diosa Ceres, y otro templo a la diosa Bellona, y otro templo a la madre Berecinta, a la qual llamavan los romanos «Madre de todos los dioses».

Reparó todos los muros caýdos, hizo tres puertas más de las que avía, hizo diez pares de moliendas sobre varcos en el río Tíberin, en las quales mandó que moliessen primero que todos los sacerdotes y las vírgines vestales y los cavalleros veteranos. Reparó y ensanchó el Coliseo, y puso en él puertas y guardas, y muchas estatuas de oro y de plata; y tenía por costumbre todas las vezes que yva a él de ser el primero que entrava y el postrero que salía.

Hedificó en todos los barrios de Roma latrinas públicas, y mandó so graves penas que ninguno fuesse osado de ensuciarse en las calles ni plaças, por manera que en tiempo de Trajano no parescía toda Roma sino una sala barrida. En la región quarta, junto al templo de Serapis, hizo Trajano unos muy sumptuosos vaños, muy más anchos que los que hizo Titho, y muy más ricos que los que hedificó Tiberio. Hizo asimismo Trajano cien casas anchas y rezias do matassen los [379] carneros y vacas para las carnicerías. En los huertos Vulcanos hedificó Trajano una casa de plazer, y en ella hizo una alverca de agua y peces para pescar, mas no se halla que en ella comiesse ni menos durmiesse. Cabe las casas de los Favios traxo de muy lexos una fuente, y en torno della hizo una plaça, y llamóla la Plaça de Dacia.

Naturalmente Trajano era amigo no sólo de hedificios, mas aun de ver hedificar, y conoscióse esto en que hizo ley que todos los que levantassen en Roma nuevos hedificios les pagassen del erario la tercia parte de los gastos. Cosa fue maravillosa, que en estos y en otros muchos hedificios que Trajano hizo en Roma, a ninguno cohechó dineros, a ninguno forçó a trabajar por fuerça, a ninguno dilató la paga, porque dezía él que más honesto y aun seguro era a los príncipes morar en pobres posadas que no de sudores agenos hazer casas ricas. [380]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo IX

De algunos vicios de que fue notado Trajano.

No caresció Trajano de algunas flaquezas humanas en que suelen caer los hombres humanos, porque si de muchas cosas fue con razón loado, no sin ocasión fue de otras notado. Hasta oy no ha avido príncipe en quien concurriessen todas las virtudes ni en quien se hallasen todos los vicios, porque no hay hombre tan desbaratado, que no se halle en él que loar, ni ay hombre tan corregido, que no aya en él que corregir.

Era Trajano naturalmente superbo y ambicioso de honrra, y sobremanera se holgava que le pusiessen en las plaças estatuas de oro y que su fama se derramasse por todo el mundo. En todos los hedificios que hazía ponía los títulos de sus triumphos y persuadía a los oradores que compusiessen en su alabança muchos metros, los quales él hazía esculpir en las más altas piedras de aquellos hedificios.

En los vicios de la carne fue Trajano no poco carnal, aunque es verdad que en este caso a ninguna persona hizo fuerça; mas, junto con esto, como era diligente en el persuadir y muy largo en el dar, en ninguna persona ponía los ojos que no le viniesse a las manos. En las ropas y en la manera de hazerlas y traerlas, fue Trajano muy curioso y muy costoso, porque no avía día que de oro o de plata o seda no sacasse sobre su persona alguna cosa nueva. Según emos dicho, era Trajano príncipe prudente y agudo; mas, junto con esto, era muy amigo de su parescer proprio, de lo qual se le siguió muchas vezes ponerle en cuydado; porque no ay, ni uvo, ni avrá en el mundo príncipe tan sabio, que algunas vezes no tenga [381] necessidad de mudar el consejo. Fue Trajano amigo de varones sabios, mas él no era docto ni leýdo, y, como se lo retraxesse su amigo, el philósopho Plutharco, díxole Trajano: «No me criaron a mí los dioses para rebolver los libros, sino para menear las armas.»

Quando a Trajano le vacava tiempo de las guerras, era muy amigo de tomar plazer en cosas vanas y de burlas, y en esto consumía muchas noches y días, y deste vicio no fue poco notado y aun acusado; y no por cierto a sinrazón, porque los príncipes que se prescian ser buenos príncipes de tal manera han de tomar su passatiempo, que no parezca que pierden el tiempo. Dado caso que Trajano quitó en Roma muchos vicios y desterró della a muchos viciosos, fue notado y culpado que deffendió y sustentó a los gladiatores, los quales eran hombres ociosos y sediciosos, y esto hizo porque en su mocedad avían sido sus amigos y holgávase con ellos; y menos en esto que en lo otro Trajano tuvo razón, porque no es justo que el príncipe tome tal recreación para su persona que sea en perjuyzio de la república.

Fue Trajano muy atentado en el comer, mas junto con esto fue poco sobrio en el bever, porque en buscar el vino era algo cuydadoso y en beverlo no muy templado. Dado caso que algunas vezes bevía algo más de lo que convenía a la salud de su cuerpo y a la auctoridad de su persona, mas nunca hombre le vio que en aquel tiempo hiziesse ni proveyesse cosa fea. [382]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo X

De la primera guerra que Trajano tuvo contra los dacos.

En el año quadragéssimo quarto de su edad, y segundo de su imperio, vino la nueva a Trajano cómo Decébalo, rey de los dacos, que agora se llama el reyno de Dinamarcha, se revelava contra el Imperio Romano, la qual nueva puso no poco escándalo en el Senado romano, lo uno porque aquel reyno naturalmente era bellicoso, lo otro porque el rey Decébalo era príncipe atrevido y determinado. Como el Emperador Domiciano era más amigo de los vicios que enemigo de los enemigos, en todo su tiempo nunca el rey Decébalo obedesció al Imperio Romano, por manera que los dacos avían cobrado gran ánimo y los romanos tenían perdido su crédito. Determinóse Trajano de yr en persona a aquella guerra, para la qual él escogió muy poco exército, aunque de mucho esfuerço, porque dezía él que, assí como a la mesa no se han de traer sino los manjares que se han de comer, ansí a la guerra no se han de llevar sino los que han de pelear. E dezía más: «Por experiencia lo he experimentado, ansí en el comer como en el pelear, que los muchos manjares en la mesa empalagan y los muchos hombres en la guerra estorvan.»

Sabido por el rey Decébalo que Trajano movía de Roma para le yr a conquistar, determinóse de le salir al camino a rescebir, y lo que le dio el pensamiento aquello puso por obra, porque tenía en tan poco a los romanos, que sentía por affrenta verse cercado dellos. Como los exércitos estuviessen ya en vista los unos de los otros, siendo como eran los bárbaros muchos y los romanos tan pocos, muchos aconsejavan a [383] Trajano que hiziesse una paz o una tregua honesta y se bolviesse sin peligro a Roma. Respondió a esto Trajano: «Gran poquedad sería la nuestra, y con razón nos culparían en Roma, si repentinamente alçássemos la mano desta guerra sin que primero provássemos a qué se estienden sus fuerças, y también viéssemos qué tales son nuestros hados, porque ya puede ser que, si es grande su potencia, sea muy mayor nuestra fortuna.»

Tenía el rey Decébalo occupados todos los passos peligrosos, y avía quebrantado las puentes y varcas de todos los ríos, y avía robado todos los bastimentos por do avían de passar los romanos, y todas estas cosas fueron ocasión de acrescentar a Trajano el trabajo, mas no fueron poderosas para estorvarle el camino, y mucho menos para disminuirle el ánimo; porque era tan esforçado Trajano, que do veýa estar más dubdosa la fortuna, de allí esperava más cierta la victoria. Tomó Trajano los altos de las sierras, y por allí con todo su exército caminó muchas noches y días, y no le avía passado por el pensamiento al rey Decébalo que por aquellas tan fragosas montañas caminaría Trajano, porque no pensava él que podrían caminar los hombres por do no podían huyr los animales.

Fuele necessario al rey Decébalo bolverse a las tierras llanas y hazerse fuerte en las ciudades fuertes, y éste fue el fin de Trajano, en no querer pelear en los montes peligrosos, sino en los campos llanos, porque dezía él que no venía a pelear con las montañas que crían animales brutos, sino a domeñar las ciudades que sustentan a los hombres sediciosos. En muy breve espacio tomó Trajano cinco ciudades y siete castillos y muchos prisioneros, entre los quales tomó a Mirto, tío y ayo y capitán del rey Decébalo, varón de gran gravedad y de mucha auctoridad.

Era Trajano tan riguroso con los que le resistían y tan piadoso con los que se le davan, que, unos por amor y otros por temor, andava ya secreta plática en el reyno de entregarse todos a Trajano, porque veýan que cada día crescía la potencia de Trajano y se disminuýan las fuerças del rey Decébalo. Teniendo Trajano cercada una ciudad que se llamava Mirtha, [384] teniendo que la tenía en mucho aprieto, acordó el rey Decébalo de embiarle un poderoso socorro, contra el qual salió Lucio Mileyo, capitán de Trajano, el qual peleó tan varonilmente en aquella hora, que no dexó a los enemigos ni sola una persona que no fuesse muerta o presa. Como en aquella batalla fuessen muchos muertos de los romanos y viniessen della muchos más heridos, faltando trapos para atar las heridas, rompió Trajano su propria camisa para atarlas.

Sabido en la ciudad cómo el socorro que les venía era desbaratado y que Trajano para curar sus heridos su propria camisa avía despedaçado, temieron la victoria y espantáronse de obra de tanta clemencia, y ambas estas dos cosas fueron en muy gran perjuyzio del rey Decébalo, mayormente como él era superbo y orgulloso, porque el buen Trajano, si con los trabucos y ingenios le derrocava las piedras de los castillos, con la fama de sus buenas obras le robava las voluntades de sus exércitos. Tomada y entregada por los romanos la ciudad de Mirtha, luego el rey Decébalo embió embaxadores a Trajano, diziendo que él quería subjectarse al Imperio Romano, con tal condición que las cosas que se capitulassen fuessen platicables y las cosas que le mandassen fuessen agibles; porque de otra manera él y los suyos estavan determinados de morir antes con libertad que no bivir en servidumbre.

Las condiciones que Trajano le embió a pedir fueron que dexasse las armas, que deshiziesse el exército, que derrocasse los castillos, que entregasse los ingenios, que restituyesse lo robado, que fuesse amigo de los amigos y enemigo de los enemigos del Senado, que le entregasse los capitanes que avían venido en su socorro, que diesse cien mil pesantes de oro para pagar el exército y que diesse un hijo suyo en rehenes para seguridad de lo capitulado. Todas estas condiciones fue contento el rey Decébalo de jurarlas y guardarlas, excepto aquella de entregar los capitanes que vinieron a le favorescer y socorrer, diziendo que tan fea cosa ni convenía a la clemencia de Trajano pedirla ni a su real fidelidad otorgarla, porque no por más él entregava a sí y a sus tierras sino por guardar a sus aliados y amigos las vidas.

Vino el rey Decébalo a verse con Trajano y, hincadas las [385] rodillas por el suelo y quitada la corona de la cabeça, besó a Trajano la rodilla y la mano, al qual, levantándole del suelo y tornándole la corona a la cabeça, díxole Trajano: «Dexéte besar la rodilla por la rebeldía que me tuviste y dite a besar la mano por el vassallazgo que me deves. Agora hágote assentar cabe mí como amigo y tórnote la corona como a rey. Por esso sabe entender el yerro passado y conservar el beneficio presente, porque de otra manera a mí pondrás en trabajo y a ti en peligro.» [386]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo XI

De cómo Trajano triumphó de los dacos y reformó la república.

Proveýdos muchos castillos y derrocados por suelo otros, y pagados de los dineros del rey Decébalo los exércitos, partióse Trajano para Roma llevando consigo al hijo del rey por rehenes y a otros cavalleros por embaxadores, porque era ley muy usada y muy guardada entre los romanos que de ningún valor era lo que se capitulava en la guerra si no se confirmava en el Senado de Roma. Los embaxadores del rey Decébalo primero llegaron a Roma que Trajano, los quales quitados los bonetes, y derrocadas las armas, y juntas en alto las manos, suplicaron humilmente al Senado tuviesse por bien perdonar al rey Decébalo la rebelión que contra ellos avía hecho, y que confirmassen todo lo que Trajano avía con él capitulado, porque de lo passado su rey se arrepentía y en lo por venir él offrescía la emmienda. Con prompto ánimo aprobó y confirmó el Senado romano todo lo que Trajano con los dacos avía capitulado, y luego mandaron a los embaxadores que cobrassen las armas y anduviessen por la ciudad libres, porque era ley inviolable que los embaxadores cuyos príncipes tenían con el Pueblo Romano guerra no pudiessen traer sobre sí ningún género de armas ni andar por la ciudad libres sin licencia.

Muchas y muy estremadas fueron las fiestas con que rescibieron los romanos a Trajano, y muy muchas fueron las riquezas que él metió en su triumpho, y, dado caso que los romanos se alegravan ver su Imperio rico y poderoso, más mucho más les plazía ver venir a Trajano bueno y bivo, porque era [387] increýble el amor que todos le tenían y eran sin prescio los sacrificios que por él offrescían. El día de su triumpho llevava Trajano al hijo del rey Decébalo consigo en el carro, y esto porque era muy niño, al qual después él trató no como a prisionero, sino como a hijo proprio. En conquistar a los dacos y en visitar a los germanos, bien se detuvo Trajano casi dos años, y, buelto que bolvió en Roma, no halló tan corregida como él la avía dexado a la república. Y desto no es de maravillar, porque, en haziendo los príncipes guerra a sus enemigos, luego los ciudadanos hazen paz con los vicios.

El día que entró Trajano triumphando en Roma, acaso el que más en los juegos se señaló y con quien más Trajano aquel día se holgó fue con un maestro de farsas que avía nombre Pilas, el qual por el premio de su trabajo no rogó a Trajano sino que le diessen licencia que usasse de su officio. Y respondióle Trajano: «Los príncipes han de mirar que lo que mandan sea justo; mas, después de mandado, por ningún ruego ni servicio han de revocarlo. Lo que yo haré por ti será que te quiero dar de mi casa tanto quanto puedas ganar andando jugando por las plaças de Roma.»

Aunque Trajano andava cargado de armas, rodeado de negocios, occupado en guerras, entremetido en hedificios, importunado de amigos, fatigado de enemigos y, sobre todo, desvelado en ampliar su fama y perpetuar su memoria, jamás se descuydava en la buena governación de la república. Los baxos y ceviles negocios no con menos atención los oýa ni con menos diligencia los despachava que los muy arduos de la república. Por muy occupado que Trajano estuviesse en las cosas de la guerra, nunca por esso se descuydó en la administración de la justicia. Todo el tiempo que estava en Roma, una o dos vezes cada semana se assentava públicamente a despachar cosas de justicia. Por muy retraýdo que Trajano estuviesse en su casa, ni por muy malo que estuviesse en la cama, ni por muy occupado que estuviesse en la guerra, jamás a hombre que le viniesse a pedir justicia se le negó audiencia. Quando alguno venía muy turbado y furioso a quexarse de otro que fuesse su amigo o enemigo, luego Trajano ponía en la una oreja el dedo, diziendo que aquélla dexava [388] para oýr al acusado. Nunca Trajano se assentó a oýr y determinar cosas de justicia si no fue a la puerta del Emperador Titho y en la plaça de Augusto, y preguntado por qué allí más que en otra parte respondió: «Assiéntome do se assentaron los príncipes justos, porque no haga cosa injusta acordándome dellos.»

Estando Trajano a cavallo y de camino para la segunda guerra de los dacos, llegó a él una muger y díxole: «Emperador Trajano: yo soy pobre y vieja y biuda, y, no teniendo más de una hija, me la forçó uno de tu casa.» Respondió Trajano: «No me seas, pobre muger, importuna, que yo te juro por los immortales dioses que buelto de la guerra yo te haga justicia.» Replicó a esto la vieja: «Y ¿qué seguridad tienes tú, Trajano, que bolverás de la guerra?» Oýda esta tan lastimosa palabra, luego Trajano se apeó en tierra y dilató la partida hasta que cumplió de justicia a la pobre vieja.

Tenía por costumbre Trajano, en dándole uno una quexa, luego la hazía escrevir en un libro que tenía en su cámara, y esto hazía el buen príncipe para pedir cuenta al juez que la remitía, o para que a él no se le olvidasse de despacharla. En algunas cosas algunos príncipes con Trajano ygualaron y en otras otros le sobrepujaron; mas en la rectitud de la justicia ningún príncipe uvo como él en Roma, porque jamás a hombre él hizo injusticia, ni jamás se conosció affición ni passión en su sentencia. Muchas vezes dezía Trajano que, para ser los príncipes justicieros, era necessario que ellos en sí fuessen justos, porque los súbditos y bassallos más fácilmente se persuaden a hazer lo que veen que no a obedescer lo que les mandan.

Trajano fue el primero que puso patrones en el Senado que defendiessen a los pobres, y el primero también que señaló un día en la semana para que se viessen sus causas. Los censores en Roma no estavan más de dos horas assentados de la mañana y una a la tarde para oýr causas, y Trajano ordenó que residiessen tres horas a la mañana y dos a la tarde, y fue desto muy loado Trajano, porque fue ocasión de abreviar los pleytos y de desagraviar a los pleyteantes. En tiempo de Trajano ninguno que tenía cargo de justicia podía augmentar más [389] la hazienda, sino en el estado de riqueza o pobreza que començó a governar, en aquél se avía de conservar, y para pago de su trabajo, allende de las mercedes que el príncipe le hazía, casávale a sus hijos de los bienes de la república. Sabido por Trajano quán immortales eran los pleytos en el Senado, ordenó que los pleytos de Ytalia no pudiessen durar más de un año y los de tierras estrañas medio. Hizo Trajano muchas casas en Roma a do los censores concurriessen a oýr y administrar justicia, y también hizo cárceles fuertes y rezias, por manera que este buen príncipe proveyó que los buenos fuessen oýdos y los malos castigados. [390]


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Capítulo XII

De la segunda guerra que Trajano tuvo contra los dacos.

Veynte meses después que Trajano venció a los dacos, muriósele el hijo del rey Decébalo en Roma, el qual estava allí en rehenes de lo que su padre avía jurado y capitulado, y sintió tanto Trajano la muerte de aquel niño como si fuera su hijo heredero. El día que murió el hijo del rey Decébalo, dizen que dixo Trajano: «No me pesa de la muerte deste niño por lo que a su padre ha de pesar, sino por los desconciertos que ha de hazer, porque agora, si estava quieto, más era por cobrar el hijo que no por obedescer al Senado.» No mucho tiempo después que esto passó, llegó nueva a Trajano cómo otra vez era revelado el rey Decébalo, y que para resistir a los romanos reparava los fosos, bastecía los castillos, se confederava con los comarcanos, se rehazía de bastimentos, y sobre todo hazía guerra a los amigos de los romanos. El campo de Agio, que era una tierra muy populosa y gruessa, aviéndola Trajano restituydo a quien la avía tomado, tornó otra vez el rey Decébalo a la tomar y ocupar, por manera que en todo lo que con Trajano avía asentado fue fementido y en todo lo que le avía jurado le fue perjuro.

Hecha relación destas y otras cosas al Senado, declararon al rey Decébalo por enemigo para que todos tuviessen libertad de hazerle mal y daño, porque era ley entre los romanos que, dado caso que alguno se amotinasse o revelasse contra el príncipe, hasta que le declarassen por enemigo en Roma no podían guerrear a él ni a su tierra. Determinóse Trajano de yr otra vez en persona a la guerra de Dacia, y no quiso [391] llevar consigo ningún cónsul ni capitán notable de Roma, diziendo que, pues el rey Decébalo a él solo avía quebrantado la palabra, a él solo convenía vengar la tal injuria. El rey Decébalo, comoquiera que avía experimentado las fuerças de Trajano, no quiso como en la guerra primera esperarle en el campo, sino que se retraxo a las más fuertes fuerças de su reyno; mas poco le aprovechó, porque juró Trajano antes que saliesse de su casa de quedar muerto en Dacia o de traer bivo o muerto al rey Decébalo a Roma.

Muchos de los unnos, que agora se llaman los de Ungría, y muchos de los renos, que son los que moran cabe el río Rin, avían venido en ayuda del rey Decébalo, los quales todos, como vieron venir a Trajano tan poderoso y tan determinado, desampararon al rey Decébalo; mas ni por esso se apartó de su propósito, porque tenía de condición que en començar los negocios era capitoso y en proseguirlos muy osado. Tenía el rey Decébalo hedad de quarenta y dos años, príncipe por cierto dispuesto en el cuerpo, gracioso en la conversación, magnánimo en el gastar, esforçado en las armas, cuydadoso en las guerras, aunque muy desdichado en ellas, y esto le hizo perder a sí y a todas sus tierras, porque muy poco aprovecha la diligencia do la ventura es contraria. Fue muy infelice príncipe el rey Decébalo en tener por competidor a tan felice príncipe como era Trajano, porque al uno se le hazían todas las cosas como quería y al otro todas al revés de lo que desseava.

Después de cinco meses que la guerra se avía començado, como el un príncipe cada día más cresciesse y el otro más disminuiesse, retráxose el rey Decébalo a un castillo con todos los cavalleros más esforçados de su campo, y allí Trajano expendía todos sus ingenios por le tomar y el rey Decébalo empleava sus fuerças por se defender. Por consejo de Decébalo, descolgáronse una noche del castillo seys cavalleros mancebos y fuéronse al campo de Trajano, fingiendo que yvan huyendo, los quales yvan con ánimo de matarle con armas o darle en lo que comiesse yervas. Avía inventado esta trayción el rey Decébalo, porque, faltándole como le faltavan las fuerças, queríase aprovechar de trayciones y mañas. Como [392] Trajano era de condición sincera y no maliciosa, ninguna cosa sospechó de aquella malicia; antes los rescibió con clemencia y se ponía a platicar con ellos gran parte del día, preguntándoles de los exércitos y condiciones del rey Decébalo, y por qué avía quebrantado lo capitulado y jurado. No faltó en el campo de Trajano quien conociesse que en el mirar, andar y callar aquellos mancebos eran traydores o eran ladrones, y, como fuesse preso uno dellos, conosció que por consejo y mandado del rey Decébalo avían allí venido a matar a Trajano.

Como desta trayción quedasse el rey Decébalo burlado y los traydores castigados, determinó de inventar otra, y fue el caso que sobre tregua dixo que quería hablar a Longinos, capitán muy famoso y muy querido de Trajano, el qual, como llegasse a la fortaleza sobre seguro, asióle y prendióle el rey Decébalo. Mucho enojo uvo Trajano en saber que su capitán Longinos estava preso, y no menos le uvo de Longinos porque de la seguridad de Decébalo se avía confiado, diziendo que el hombre que a los hombres era fementido y a los dioses perjuro no merescía ser creýdo. Embió a dezir el rey Decébalo a Trajano que le perdonasse todo lo que hasta allí se avía cometido a él y a sus cavalleros, que de otra manera no soltaría a su capitán Longinos. A esto respondió Trajano que si él prendiera a Longinos de buena guerra, él hiziera toda cosa por libertar su persona; mas, pues Longinos se fió, no se aviendo de fiar, de su palabra, obligado era él a conservar su vida, porque los buenos príncipes más obligados son a mantener lo que prometen que no a procurar lo que desean.

Aunque esto dixo Trajano en público, mucho trabajava por libertar a Longinos, ora fuesse por troque, ora fuesse por dinero; mas, como lo supo Longinos, bevió ponçoña con que se mató, y embió a dezir a Trajano que nunca los dioses lo mandassen que, por dar a él la vida, capitulasse con el rey Decébalo cosa fea. Este hecho romano tan grande de Longinos traxo en admiración a los amigos y puso gran espanto a los enemigos, porque a Trajano quitó de congoxa y para sí adquirió perpetua fama.

Visto por el rey Decébalo que lo más de su reyno estava tomado, [393] y que lo que por tomar quedava ni podía defender lo uno ni lo otro, determinó de matarse, unos dizen con ponçoña, otros dizen que se ahogó en agua, otros dizen que se ahorcó de una soga. Finalmente, fue hallado muerto y sin herida, al qual Trajano mandó cortar la cabeça y embiarla a Roma. [394]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo XIII

De los grandes hedificios que hizo Trajano en el reyno de Dacia.

Muerto el infelice rey Decébalo y venida toda la tierra en poder de Trajano, hízola provincia, es a saber: que le quitó el título de reyno y la preheminencia de governarse por cónsules, sino que se llamasse provincia y la governassen pretores. Gran número fue de vezinos los que Trajano sacó de Ytalia y llevó en aquella tierra, y muchos más fueron los que sacó de aquella tierra y traxo en Ytalia; y esto hizo él no sin gran prudencia, porque sacando a los unos assegurava el reyno y llevando a los otros vivirían como vivían en el Imperio Romano.

Quando el capitán Longinos murió, dexó un hermano menor en edad, mas ygual a él en esfuerço, y a éste hizo Trajano pretor de Dacia y le dio por suyo proprio el castillo do murió su hermano, diziéndole que, de las dos cosas, la una le dava por su virtud y esfuerço, y la otra por lo que Longinos su hermano le avía servido. Proveyó Trajano en que se buscasse el cuerpo de su capitán Longinos, al qual mandó hazer un tal y tan rico sepulchro, que se dubdava si le diera tantas riquezas en vida quantas gastó en hazerle aquella sepultura. En todo el reyno de Dacia no avía cavallero que tuviesse renta, sino que todas eran rentas reales, de las quales el rey a cada uno repartía como merescía y como le servía, y de aquí se seguía que, como el reyno era tan opulento, el rey avía de ser muy rico.

Quando Trajano vino la segunda vez a Dacia, estava el rey Decébalo muy rico, assí de oro como de plata, lo uno porque [395] era mucho lo que el reyno le rentava y lo otro porque no era poco lo que él a todos robava. El rey Decébalo, no sabiendo lo que haría la fortuna dél y de su reyno, determinó de enterrar todos sus thesoros en un río al qual sacó de madre y, hechos en lo más hondo dél sepulchros de piedra do abscondiessen su thesoro, hizo que tornasse por do solía correr el río. Llamávase aquel río Sargecia y, porque no se descubriesse el secreto, mandó matar a todos los que fueron en enterrar aquel thesoro, mas poco le aprovechó, que un pescador que a la sazón pescava en el río lo descubrió después a Trajano, por manera que no ay cosa tan abscondida, que no la descubra la cobdicia humana.

Venidos aquellos thesoros en poder de Trajano, dividió dellos por su exército, según los méritos de lo que cada uno avía servido, y de la parte de lo que a él le cupo, lo primero que mandó hazer fue un templo al dios Jovis muy sumptuosíssimo, en el qual dexó proveýdo que por él y por el pueblo romano se offresciessen sacrificios cada año. Rehedificó también allí la casa real (es a saber: do solían morar los reyes de los dacos), la qual por la antigüedad estava ya algo vieja y con las continuas guerras no muy bien tractada: obra por cierto fue deleytosa de ver y apazible de morar.

Reparó assimesmo muchas puentes quebradas, adobó muchas presas de molinos abiertas, adobó por los caminos muchas calçadas quebradas, en todos los lugares hizo casas nuevas y rehedificó infinitas que estavan quemadas. Rompió caminos muchos por montañas ásperas, de nuevo levantó muchas fortalezas y renovó otras viejas; finalmente, apenas anduvieran por aquel reyno por espacio de una legua que no hallaran de las manos de Trajano alguna memoria. No contento con lo hecho, hizo encima del río Danubio una puente de piedra, la qual fue tan subtil en el hedificio y tan costosa en el gasto, que avía pocas obras que le ygualassen y ninguna que le sobrepujasse. Tenía la puente veynte arcos en largo, y cada pilar era no más de una piedra quadrada, y tenían los arcos en alto ciento y cincuenta pies, y esto sin los cimientos, y avía de pilar a pilar ciento y sessenta y dos pies, y la anchura de los arcos por arriba era quarenta pies, y sobre todo era de [396] ver el primor de las molduras y la riqueza de las piedras; porque era de tal lustre la piedra, que al parescer merescía ser engastonada en plata. Cosa increíble parescía al juyzio humano poderse hazer puente en aquel río, porque el río era ancho, era prophundo, era arcilloso, era raudo y sobre todo que por ninguna parte podía ser echado para que al tiempo de assentar los cimientos quedasse en seco. Fue tan extremado o, por mejor dezir, tan monstruoso aquel hedificio, que uvo necessidad que se experimentassen allí todos los altos juyzios, que empleassen allí sus fuerças los romanos, que gastasse allí Trajano todos sus thesoros; porque en la obra se requería mucha potencia y en la orden della muy mucha industria.

Muy poco es lo que puede engrandescer la pluma respecto de lo que se espantaría el que lo viesse por vista, y para ser más creýble, oy día assoman los pilares sobre las ferozes aguas, mostrando la soberbia del poder y la riqueza del emperador. Quiso Trajano con aquel hedificio espantar a los que eran bivos y poner en admiración a todos los advenideros, para que fuesse evidente argumento que no avía cosa tan impossible ni tan ardua, que con manos de hombres no se pudiesse emprender y con las riquezas romanas no se pudiesse acabar. La causa que dava Trajano en aver hecho aquella puente tan costosa y tan monstruosa fue dezir que la hazía para que los bárbaros que moravan de la otra parte del Danubio pudiessen venir a pelear con los romanos, aunque el río estuviesse elado, y también porque los romanos que allí moravan no se diessen a plazeres y occio con pensar que los enemigos tenían al ojo. No tuvo tal ánimo ni esfuerço el Emperador Domiciano, el qual por temor que las gentes bárbaras no viniessen a pelear con las huestes romanas mandó derrocar los arcos de aquella puente, por manera que el uno hizo puente para combidar a los enemigos a pelear y el otro derrocóla por miedo de pelear. [396]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo XIV

De la segunda vez que Trajano entró en Roma, y de las notables cosas que hizo en ella.

En acabar las guerras, en concertar la provincia, en repartir las tierras y en dar perfición a los hedificios, bien se detuvo Trajano en Dacia más de tres años, en los quales, según él después contava, fueron muy grandes los trabajos y peligros en que se vio su persona y no pequeños los gastos que hizo de su hazienda. Sabido por los bárbaros que moravan de la otra parte del Danubio las victorias que Trajano avía avido y los muy ricos hedificios que avía hecho, y las grandes dádivas que avía dado, y la clemencia que con los prisioneros avía usado, embiaron sus embaxadores a Trajano, los quales de muy buena voluntad assentaron con él paz perpetua y se obligaron a guardarle el reyno de Dacia.

Increýble fue el amor que todas aquellas naciones tomaron con Trajano, y conoscióse bien quando salió de aquella tierra para se tornar a Roma, en que por todas las ciudades que passava y por todos los caminos que caminava, eran tantos los lloros y alaridos que davan todos por su partida, que parescía temblar la tierra. Según las larguezas y prohezas que en aquellas provincias Trajano avía hecho, no es de maravillar que en su partida fuesse tan llorado, porque con los muchos beneficios les avía ganado los coraçones y con los grandes hedificios les avía ennoblescido sus pueblos.

Universalmente de todos los amigos y enemigos jamás príncipe como Trajano fue tan temido en la guerra ni tan amado en la paz. Lo que hizo a Trajano ser tan amado y tan quisto fue en que no se descuydava de los amigos y también [398] tenía muy gran cuenta con los enemigos, por manera que los que estavan en su deservicio se lo avía de conoscer en las palabras, y los que estavan en su servicio, en palabras y obras. Infinitos fueron los que se loavan aver sido Trajano con ellos piadoso, pero jamás ninguno se quexó que le fuesse ingrato.

Enio Prisco, noble y antiguo romano, preguntó al Emperador Trajano que por qué él más que todos los príncipes passados era tan quisto. Respondióle Trajano: «Porque naturalmente soy amigo de perdonar a los que me enojan y de no olvidar a los que me sirven.» A la verdad lo que dize Trajano es verdad, que el odio y el amor de la gratitud y ingratitud tiene principio, porque no ay tan feroz enemigo como aquel que en algún tiempo tuvimos por amigo y después de la tal amistad le fue alguno ingrato.

Despachadas, pues, todas las cosas de Dacia, bolvióse Trajano en Roma, y si fue grande el triumpho de la primera guerra quando al rey Decébalo venció, sin comparación fue muy mayor el de la segunda guerra quando le mató. Duraron las fiestas del triumpho de Dacia ciento y veynte días, en los quales se mataron cien leones, y de otros animales silvestres más de diez mil, es a saber: corços, venados, javalines, lamias, toros, zebras, lobos, ossos, montesas, cíclades, búfanos, llorias, rinocerontes, locinios, camellos y onças, los quales todos se traxeron, dellos de los desiertos de Áffrica, dellos de la gran India.

Acabadas las fiestas del triumpho, luego Trajano hizo hazer a los dioses grandes sacrificios en remuneración de los peligros de que le avían librado y de los triumphos que le avían dado. Mandó hazer templos de nuevo, uno al dios Incógnito de los romanos y otro al dios Mars, que era dios de los dacos. Mandó dar gran summa de dinero a todos los sacerdotes de los templos, lo uno para que offresciessen sacrificios cada día a los dioses por la salud dél y prosperidad de sus reynos, lo otro para que reparassen y ennoblesciessen sus templos. A la venida de Dacia, quando passó Trajano por el río Rubicón, como se detuviesse un día por no poder se passar la barca, luego que llegó en Roma embió maestros y dineros para que labrassen una puente en aquel río, la qual fue más provechosa, [399] aunque no tan sumptuosa como la que hizo en el Danubio. En las lagunas Pontinas hizo hazer Trajano una calçada la qual se hizo de piedra, y muy larga y muy ancha, y que fue obra muy provechosa, y aun que no fue poco costosa, porque allí do no avía antes sino agua y lodo, uvo después muchas casas y vezinos.

En aquel tiempo murió en Roma un médico que avía nombre Suras Licino, en la muerte del qual mostró Trajano gran tristeza y mandóle poner en la plaça una estatua y en el campo Marcio hazerle una muy rica sepultura. Avía en Roma dos varones doctos en letras y virtuosos en costumbres, los quales eran de Trajano muy amigos y en el pueblo muy estimados. Llamávase el uno Palma y el otro Celso, y a estos dos dio muchos officios de honrra y les puso estatuas de alambre en la plaça. Hizo Trajano en Roma muchas y muy grandes librerías, en las quales puso libros de todas las sciencias y de todas las lenguas, do pudiessen leer los estrangeros y deprender los naturales. Doquiera que Trajano entrava, ora fuesse en el Imperio, ora fuesse en reyno estraño, siempre era curioso en hazer buscar cinco cosas, es a saber: cavallos de buena raça, hombres doctos, armas nuevas, mugeres hermosas y libros antiguos. Todas estas cosas, o qualquiera dellas, ni se le encubrían por descuydado ni las dexava de comprar por dinero. En la plaça llamada Dacia puso Trajano una muy altíssima colunna, obra por cierto para ser de una piedra muy superba y para contemplar el ancho y altura muy espantosa. No se escrive de dó le traxeron a Trajano aquella colunna, ni quál fue su intención de ponerla en aquella plaça, más de quanto adevinan unos que la quería para que encima della fuesse su sepultura, otros dizen que no sino para perpetuar allí su memoria. [400]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo XV

De lo que Trajano hizo en Sicilia y en África y en España.

Estando Trajano muy embebido en los hedificios de Roma, escrivióle Rufo Galba, pretor de África, cómo toda África estava escandalizada a causa que los numidanos y los mauritanos tenían entre sí grave guerra. Oýda esta nueva en el Senado, dizen que dixo Trajano: «Pésame de la guerra, mas plázeme de la ocasión que me da de passar en África, porque grandes días ha que desseava ver los famosos campos de Carthago, do Scipión en breve espacio ganó para sí immortal fama y Aníbal perdió en un día lo que ganó en diez y seys años en Ytalia.»

Partióse Trajano de Roma y tomó la vía de Sicilia, en la qual se detuvo todo el invierno y, por no estar ocioso, apenas dexó lugar en la ysla que por él no fuesse personalmente visitado. Ninguno de los que bivían en Sicilia se acordava aver visto príncipe romano en ella, por cuya causa halló Trajano muchas cosas que reparar en los muros y muchas más que emmendar en las costumbres. Como fue informado Trajano que en el Faro de Mecina se abscondían muchas naos de estrangeros para enojar y se acogían también zabras de cossarios para robar, fue a verlo en persona y a su costa mandó hazer tres fuerças a la lengua del agua. Ora que faltó diligencia en los unos, ora que sobró malicia en los otros, fue el caso que, antes que los maestros las acabassen de hazer, las començaron los cossarios a derrocar. Entre los panormitanos, que son los de Palermo, y entre los de Mecina de tiempos antiguos avía gran contienda, y Trajano no sin gran trabajo [401] determinó todos sus pleytos y hizo que fuessen dende en adelante amigos. Para que la paz fuesse perpetua, y para desarraygar las passiones de aquella ysla, las cabeças principales de los unos y de los otros salariólos Trajano en su casa y hazíalos cada día comer a su mesa. En Palermo, en Mecina y en Catania mandó Trajano hazer en cada lugar su templo y los dioses a quien fuessen dedicados aquellos templos dixo que los escogiessen los vezinos.

Reparó Trajano en Sicilia la casta de los buenos cavallos, rehedificó los muros caýdos, hundió las monedas adulterinas, erigió nuevos castillos, fundó superbos templos, puso paz entre los vandos, dio muchos dones (aunque no libertades) a los pueblos. Preguntado Trajano por qué a los sículos no dio libertades como las dava a los otros reynos, respondió: «Porque la servidumbre los conserva y la libertad los destruye.» Passado el invierno, ya que era la primavera, passóse Trajano en África y tomó tierra en el puerto do solía ser la gran Carthago; y como no hallasse della ni sola una piedra que diesse testimonio cómo allí Carthago avía sido fundada, dizen que dixo Trajano: «Mal me paresce que Carthago tanto resistiesse a la potencia de Roma, y muy peor me paresce que no se contentasse Roma hasta toda destruyrla.» Allí do fue la antigua Carthago hizo hazer Trajano un castillo más hermoso que fuerte, y en él hizo poner dos estatuas, la una de Aníbal carthaginense, la otra de Scipión Africano, mas luego que se absentó de aquella tierra Trajano, los pirratas le pusieron por el suelo.

Luego que Trajano entró en Áffrica, se levantó una general pestilencia en ella, por cuya causa ni pudo yr a ver lo que desseava, ni hazer lo que pensava. Como la pestilencia andava tan cruda, fue necessario a Trajano retraerse al puerto de Bona, que estava algo más sana, y allí embió a llamar los principales de los numidanos y de los mauritanos, los quales delante de Trajano luego fueron amigos y dexaron en sus manos todos los negocios. Entre todos los príncipes del mundo, esta excelencia tuvo Trajano, que jamás hombre vino a su presencia que le negasse lo que él pidiesse ni le desobedesciesse en lo que él le mandasse, porque en el mandar era [402] muy cuerdo y en el rogar muy humilde. Bien pensó Trajano detenerse en África más de dos años y no estuvo quatro meses, y, según él después dezía, si la pestilencia no le fuera tan contraria, él dexara de sí tan gran memoria en África como la dexó en Dacia.

Hízose a la vela Trajano en el puerto de Bona, y vino por el estrecho a Gades, que agora se llama Cáliz, ciudad de España en la qual él se avía criado, y della siendo muy mancebo avía salido. Muchos previlegios dio Trajano a los gadetanos, ansí como a sus naturales y amigos, entre los quales fueron dos muy notables, es a saber: que fuessen ciudadanos y que de ninguna mercadería que llevassen por mar pagassen tributos. Hizo Trajano en Cáliz un templo sumptuosíssimo al dios Genio, que es el que tenían los romanos por dios del nascimiento. Hizo también un calce de piedra y argamassa entre la mar y la tierra, mas no fue acabado quando del ímpetu del agua fue destruydo. Intentó de reparar las colunnas de Hércules, las quales por la gran antigüedad estavan ya perdidas, y, como le dixessen que pusiesse en su nombre otras, por manera que los advenideros llamassen las colunnas de Trajano, y no las de Hércules, respondió: «Lo que yo devo hazer es que, como Hércules vino desde Grecia a España a buscar honrra, que vaya yo desde España a Grecia a ganar fama.»

Vino Trajano a ver dó fue la ciudad de Ytálica, do sus abuelos nascieron antes que fuesse destruyda, y como la quisiesse tornar a rehedificar Trajano, díxole un mathemático que no lo hiziesse en ninguna manera, porque tanto quanto ella cresciesse en el hedificio, él disminuyría del Imperio. Mandó hazer Trajano en España la puente de Alcántara, obra que dura hasta nuestros tiempos y en quien concurren generosidad y subtileza y provecho. Hizo otra puente en el río de Tejo, cabe Istóbriga, y ésta es la puente que agora está quebrada a las Barcas de Balconeta.

Mandó Trajano continuar la vía Publia, y es el camino que agora llaman en España la Calçada, que va desde Sevilla a Salamanca; y llámase vía Publia, que quiere dezir el camino de Publio, porque el primero que le començó fue Publio Fábato, uno de los cónsules que pelearon con Viriato. Lo que Trajano [403] hizo en aquella calçada fue poco más o menos desde el Casar de Cáceres hasta una legua antes de las Ventas de Caparra; y esto no porque lo dizen claro los escriptores, sino por las colunnas que ay en aquel camino, las quales dizen en sus letras ser puestas en tiempo de Trajano. Y el que quisiere ser curioso en las yr a ver, como muchas vezes las fuymos a ver y leer, y aun a medir, hallará que dentro del término dicho no hallará nombre de otro príncipe sino de Trajano, y antes del Casar ni después de las Ventas de Caparra no hallarán a Trajano en ninguna colunna escripto. El fin que tuvo el cónsul Publio Fábato en hazer aquella calçada fue por hazer división entre la provincia Vética, que es Andaluzía, y entre la provincia Lusitania, que es Portugal. Partiendo desde Sevilla para Salamanca, todo lo que la calçada dexa a manyzquierda era antiguamente de Lusitania, y todo lo que queda a manderecha era de Andaluzía. Entre el procónsul de Bética y el procónsul de Lusitania avía muy gran contienda sobre averiguar hasta dó llegava la jurisdición del uno y la jurisdición del otro, y por esta causa se hizo aquel tan sumptuosíssimo y tan largo camino como es el de la calçada.

Sobre el río de Guadiana mandó hazer Trajano una muy prolixa puente, en medio de la qual hizo una plaça do concurrían los dos pueblos a tractar la mercadería. Esta puente es la de la ciudad de Mérida, la qual oy en día paresce ser muy larga y tenía en medio de la puente un tajamar que subía el río arriba bien un tiro de piedra, el qual por ambas partes venía hasta la puente con sus muros continuado, en medio del qual estava la plaça o mercado. Quando los griegos fundaron a Mérida, hizieron en ella dos barrios, y el río Guadiana yva por medio dellos, y do agora está Mérida era el barrio más rezio y el que estava de la otra parte del río era más deleytoso, por manera que el uno tenía para acogerse en tiempo de guerra y el otro tenía para se holgar en tiempo de paz. Como el cónsul Publio Fábato hizo la división de Portugal y Andaluzía, cupo el barrio que estava de aquella parte del río a la provincia Lusitania, y el barrio que es agora Mérida cupo a la provincia Bética, y desde aquel tiempo se levantó entre ellos muy gran contienda, por manera que derribaron [404] la puente que estava en medio de la ciudad y el dinero de los unos no valía entre los otros.

El buen emperador Trajano, queriendo atajar estas tan antiguas enemistades, hizo en medio de la ciudad sobre Guadiana la puente que oy está, y por quitar los pundonores si los unos yrían al barrio de los otros hizo en medio de la puente una plaça, do todos concurrían a hablar y a tractar su mercadería. Duró la prosperidad de Mérida hasta que los godos entraron en España, los quales teniendo guerra con los silingues, que a la sazón señoreavan a toda la Andaluzía y, como se hiziessen fuertes en Mérida, fueron los silingues por los godos allí vencidos y aquellos generosos y antiguos hedificios derrocados. En ninguna ciudad de toda Europa concurrían juntamente quatro hedificios quales los tenía Mérida, es a saber: un superbo coliseo, unos arcos por do venía agua, un templo de Diana, una puente en que avía una plaça; los quales todos, aviéndose tardado en hazer muchos años, perescieron en un día. [405]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo XVI

De cómo Trajano passó de España en Asia y de la manera que se avía en la guerra.

Después que Trajano visitó en España la provincia Bética y la provincia de Lusitania y la provincia de Carpentania, vínose por la provincia de Tarragona, y avía aquel año en toda la tierra muy gran necessidad de pan, y esto le constriñó a Trajano apressurar el andar y abreviar el embarcar, por manera que la pestilencia le echó de África y la hambre de España.

Partióse Trajano de España con determinación de no parar hasta Asia y de allí tornar el camino para la mayor Armenia, y jamás quiso tomar tierra en ningún puerto de Ytalia sino que por do passavan a manera de peregrinos no paravan más de a renovar los bastimentos. Todos los que navegavan con Trajano yvan espantados en ver que se passava por los puertos de sus reynos como por tierras de enemigos. Tenía Trajano un capitán que se llamava Valerio Graco, el qual era del Emperador muy gran amigo y aun teníale por su deudo, y a éste dizen que dixo Trajano en mucha poridad y secreto: «Si yo hallara guerra en Sicilia, o en África, o en España como la hallé en Dacia, para que en ella uviera avido alguna victoria, no me passara sin entrar en la tierra de Ytalia; mas, pues que assí es, yo juro a los immortales dioses de no poner los pies en Ytalia hasta que merezca entrar triumphando en Roma.» Altas y muy altas palabras fueron éstas, y dignas y muy dignas de ser en los coraçones de los príncipes escriptas, por ver a este príncipe que se desterrava de los regalos de sus proprios reynos por yr a buscar fama a reynos estraños. [406]

Muy determinado se fue Trajano a tierra de Armenia, en la qual entró haziendo guerra, y la ocasión que tomó fue que avía dicho el rey de los armenios que no avía tomado la corona por mano de los romanos, sino del rey de los parthos. No se contentó Trajano con hazer guerra a los armenios, sino que también entró en tierras de los parthos, porque en la Trapa, que es una su muy principal provincia, tuvo más de tres meses toda la gente de guerra. El rey de los parthos llamávase Parthuro y era hombre anciano, y visto que Trajano le offrescía la guerra, determinó de presentar a Trajano la paz, el qual, como fuesse retraýdo de todos los parthos porque mostrava dentro de sus reynos tener temor, respondióles él: «Si fuesse la guerra de exércitos a exércitos, no temerían los parthos a los romanos; mas peleamos con el Emperador Trajano, al qual dieron los dioses tan gran fortuna, que sobrepuja a toda nuestra potencia.»

Sin consumir muchos días y sin emplear muchas armas, hizieron con Trajano paz los parthos y se dieron por vencidos los armenios. A Parthamisires, rey que era de los armenios, quitóle el reyno y dio Trajano el reyno y la corona de su mano al hijo, y esto hazía Trajano a causa que avía el rey Parthamisires dicho que por los parthos, y no por los romanos, avía sido coronado, por manera que el buen Trajano en quitar el reyno a su padre hizo justicia y en darle a su hijo mostró su clemencia.

No se contentó Trajano que los parthos tuviessen paz y fuessen tributarios a los romanos, sino que el rey Parthuro por las manos de Trajano fuesse coronado, y ansí fue que delante de Trajano hincó las rodillas, rescibió la corona, le besó la mano y consintió el tributo. Anduvo Trajano por todas aquellas provincias, y a los reyes que le obedescían benignamente los tractava y en sus reynos los confirmava; y a los que le hazían resistencia, a otros hazía merced de la tierra y a ellos embiávalos presos a Roma.

Tenía Trajano en costumbre que en todas las ciudades que eran cabeças de reynos o provincias, las quales él tomava por fuerça de armas, mandava hazer un castillo fortíssimo do se reparassen los exércitos y un templo sumptuosíssimo do [407] adorassen a los dioses romanos. Como Trajano anduvo, visitó y conquistó a todas las tres partes del mundo (es a saber: Asia, África y Europa), y en todas ellas trabajó dexar de sí immortal fama, créese piadosamente que todos los príncipes romanos juntos no hizieron tantos hedificios como hizo Trajano sólo.

Traýa Trajano sus huestes muy aderesçadas y muy corregidas, y aun muy subjectas, y todo esto procedía de andar él con ellas y tenerlas muy bien pagadas; porque, según él dezía, la hueste que de su proprio príncipe no es visitada y pagada nunca la tendrá bien subjecta.

Quando Trajano estava en la guerra, en el comer y en el vestir más parescía compañero que no emperador romano, porque muy pocas vezes se desnudava las armas y muchos eran los días que comía en pie. Como tenía las carnes algo secas y nerviosas, era muy pacientíssimo en los trabajos de la guerra, es a saber: en sufrir hambre, frío, sed, aguas, nieves, soles, humedades y peligros, los quales él no rehusava como covarde, sino que los buscava como animoso, porque en trances peligrosos, jamás dixo a sus capitanes «Yd» sino «Vamos», «Hazed» sino «Hagamos», «Pelead» sino «Peleemos».

Tenía mandado a sus exércitos que no quemassen casas, ni encendiessen miesses, ni derrocassen moliendas, ni talassen huertas, diziendo que estas cosas hanse de tomar, mas no assolar. Quando Trajano quería tomar alguna ciudad, no empleava en cosa más sus fuerças que era en quitar a los enemigos las aguas. En los reales de sus enemigos hazía sembrar de sí nuevas falsas, es a saber: que si tenía bastimentos, dezir que le faltavan; si tenía dineros, dezir que eran gastados; si tenía mucha gente, dezir que se le yva; si quería en breve combatir, dezir que ya se quería yr. Y desta manera hazía que se desapercibiessen los enemigos y él entonces rehazía más sus exércitos.

Era Trajano muy largo en dar a los que le descubrían el secreto de sus enemigos, y junto con esto era muy solícito en guardar no entrassen espías en sus exércitos. Quando tenía guerra en una ciudad o tierra, no quería que los suyos salteassen en torno de aquella comarca, porque dezía él que el [408] provecho sería poco de lo que robassen en a aquellos pueblos, y el daño sería mucho en quitar no viniessen bastimentos. A un capitán que prendió a un labrador que arava y mató dos bueyes con que arava, mandó Trajano con innominia desterrar, y al labrador que le diessen sus armas y cavallo y todo lo que se le devía del sueldo.

Por ningún excesso mandava Trajano matar a ninguno en la guerra, si no era al que se dormía siendo centinela y al capitán que huýa de la batalla y al que con muger se echava por fuerça. Era Trajano tan piadoso, que muchas vezes perdonava a los delinqüentes, especialmente quando estava en la guerra; mas dos delictos jamás se los vieron perdonar, es a saber: a los que blasfemavan de los dioses y a los que forçavan mugeres. Fue Trajano muy cuydadoso en visitar sus reales y tener por cuenta a todos los exércitos, y esto a fin que no anduviessen entre ellos hombres vagamundos, por manera que no andava hombre en la guerra que no truxesse armas y fuesse a la batalla. Traýa Trajano en sus exércitos maestros de todos los officios para que enseñassen el arte de cavallería a todos los mancebos, es a saber: cómo avían de jugar de espada, tirar a la vallesta, correr un cavallo, escalar un muro, minar un castillo, luchar con un enemigo y passar a nado un río; finalmente, todo lo más en que Trajano se occupava era en augmentar y noblescer su cavallería. [409]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo XVII

De los títulos honrosos que los romanos embiaron a Trajano y del terremoto de Antiochía.

Mucho quisieran los romanos que, quando Trajano navegó de España en Asia, que tomara tierra en Ytalia; mas, quando supieron las victorias y prosperidades que avía avido en Asia, fueron muy grandes las alegrías que se hizieron en Roma. En los tiempos passados algunos príncipes vencieron a los parthos y otros fueron dellos vencidos; mas nunca príncipe como Trajano les hizo por miedo que le entregassen el reyno y que de su voluntad el rey, hincadas las rodillas, quisiesse por el príncipe romano ser coronado. Los parthos era gente tan indómita, que dezían ellos que los dioses podían absolutamente perderlos; mas que era impossible los hombres vencerlos. Muchos días estuvieron en el Senado debatiendo sobre determinarse qué gracias a Trajano le escrivirían y qué insignias de honrra le embiarían, pues por su virtud ellos todos eran honrrados y por sus hazañas eran en todo el mundo temidos.

Vino todo el Senado en un acuerdo, y fue por cierto generoso acuerdo, es a saber: que se hundiessen todos los géneros de monedas que avía en el Imperio, y hizieron una moneda nueva en nombre de Trajano, en la qual estava esculpido Trajano y en torno della estava este letrero escripto: «Imp. Vlp. Tr. opti. da. parth. p. p. trib. con. ii. sem. aug.» Que quiere dezir: «Éste es el Emperador Ulpio Trajano, el qual fue muy bueno y muy bienaventurado, venció a los parthos, triumphó de los dacos, fue padre de la patria, fue tribuno del pueblo, fue cónsul dos vezes: será immortal su memoria.» Supremo [410] fue el gozo que tomó Trajano de que vio la moneda que avía hecho el Senado y de que leyó lo que en ella estava escripto; mas de todos los títulos que le dieron, de ninguno tanto se gloriava ni alabava como era llamarle «Imperator Optimus», que quiere dezir «príncipe muy bueno», porque dezía él que todos los otros títulos los avía ganado con armas, mas aquél con virtudes.

Por causa de ampararse de los fríos y de proveerse de bastimentos, retrúxose Trajano a la ciudad y provincia de Antiochía el invierno, en la qual acontesció, estando él allí, un tal y tan feroz terremoto qual jamás en los siglos passados avía sido visto ni oýdo. Fue, pues, el caso que, a veynte y dos días del mes de octubre, ya casi que quería amanescer, repentinamente se levantaron unos vientos tan rezios y tan importunos, que arrancavan los árboles, batían las aves, derrocavan las tejas y hazían temblar las casas. Luego en pos desto començó a relampaguear y a tronar, y de tal manera centelleava que, siendo de noche, parescía ser de día. A los truenos y relámpagos siguiéronse luego espantosos rayos, los quales con su furioso ímpetu rompían los superbos hedificios, encendían los altos montes, matavan súbitamente a los hombres; finalmente, no parescía sino que el mundo se abrasava y la tierra se abría.

Si la tierra estava escandalizada, no por cierto estava la mar quieta, sino que las aguas se començaron en ella a hinchar, los vientos a alterar, los peces a se turbar, el ayre a se escurescer y, lo que era más espantoso, que assí parescían cruxir y bramar las aguas como si fueran bestias fieras. Luego en pos desto vino de súbito un calor o bochorno que constriñó a todos a desabrocharse los pechos, afloxar la cintura, ahorrarse de la ropa, subirse a los terrados, sudar los cuerpos y (lo que era peor de todo) que, si salían al ayre, los derrocava por andar rezio; y, si se metían en el mar, los anegava por andar bravo. Como los vientos eran en su brabura y fortaleza tan peregrinos y la tierra de la sequedad del verano estava tan seca, levantaron un tan áspero polvo, que parecía estar el ayre de polvo quajado. Era cosa monstruosa y espantosa de ver el ayre espessado con polvo, ver las mares bramar, ver los ayres [411] entre sí combatir, ver que unos a otros no se podían ver, ver que las bocas no osavan abrir, ni con las narizes resollar; porque era tanto el polvo que tragavan, que de súbito en el suelo muertos caýan.

Todas estas calamidades y prodigios eran por cierto espantosas, mas no eran universalmente peligrosas, porque si eran muchos los que peligravan, eran muchos más los que se salvavan. Començó, pues, luego a temblar la tierra, y fue tan nuevo y tan inusitado el temblar, que los hedificios antiguos caýan, los muros se abrían, las torres se hendían, las paredes se desmoronavan, los monumentos se rompían y las piedras unas con otras topavan. En una parte estavan todos los hedificios caýdos; en otra, las casas medio derrocadas; en otra, los muros abiertos; en otra, los árboles arrancados; en otra, los animales domésticos muertos; finalmente, no uvo en toda la ciudad algún barrio do no empleó sus fuerças el terremoto. Si tal destruyción uvo en los árboles y piedras, ¡qué tal devía ser la calamidad que passarían los hombres! Era cosa lastimosa de ver cómo davan bozes los hombres, gritavan las mugeres, lloravan los niños, bramavan los animales, topávanse unos con otros, unos quedavan muertos, otros descalabrados, otros piernicoxos, otros mancos de los braços y otros trançados los cuerpos.

A la sazón que esto passó, avía venido a Antiochía gran número de gente de todas las naciones del mundo, unos a ver a Trajano, otros a pedir justicia, otros que andavan en la guerra, otros que los traýan pressos, otros que eran peregrinos estrangeros, y en todos estos no quedó hombre que no fuesse muerto o descalabrado si no fue una muger y un esclavo. Aquella noche del terremoto estava en una casa de plazer fuera de la ciudad Trajano, el qual saltó por una ventana; y no fue en el saltar tan pressuroso, que no le magulló el braço derecho (no sabría dezir si fue madero o teja o ladrillo). Quedó Trajano tan espantado del temblor de la tierra, que todo el tiempo que se detuvo en Antiochía no quiso morar en ninguna casa, sino en el campo: debaxo de una tienda dormía y comía.

Muchos días después que passó esto, andando unos a [412] mirar los hedificios caýdos, oyeron una boz de una muger y, como cavassen hasta lo profundo, hallaron a una muger y a un niño que en la concavidad de un soterrano avían escapado. Y fue cosa de admiración cómo, estando tanto tiempo sin comer la madre, tuvo leche para mantener al niño. Alimpiando assimesmo otros unos hedificios para rehedificarlos, hallaron a una muger muerta y a un su hijo bivo que le mamava la teta.

Al tiempo que temblava en Antiochía la tierra, de tal manera tembló y se abrió el monte Cáucasso, que pensaron todas las ciudades comarcanas que todas aquellas montañas venían a caer sobre ellas. Ríos que de immortal memoria corrían se secaron, fuentes en lugares nunca vistas ni pensadas remanescieron, otras fuentes que de antigüedad manavan para siempre quedaron secas, muchos cerros y cumbres allanó, muchas honduras y valles trayendo tierra de otras partes alçó; finalmente no uvo casa en Antiochía y su tierra que no fuesse o del todo destruyda o casi de otra manera mudada. [413]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo XVIII

De cómo Trajano subjetó a la Assiria y de lo que hizo en Babilonia.

Ya que venía el verano, aparejó Trajano y salió de las tierras de Antiochía, y fuesse él camino de Assiria para conquistarla por guerra si no se le diessen en paz. Llegando, pues, a las riberas del gran río de Éufrates, halló las naos quemadas y las puentes todas quebradas y a todos los bárbaros puestos en armas con ánimo de morir o defender sus tierras. Como los bárbaros supieron la venida de Trajano, quemaron los montes do avía leña y talaron todos los bosques y riberas do avía madera porque no tuviessen con que hazer naves ni rehedificar las puentes. Supo Trajano que muy lejos de allí, en el monte Nisibín, se labravan unas naos, y embió luego por ellas, las quales en unos carros fueron traýdas y en muy breve espacio fueron encima de Éufrates enjauladas y armadas. Passado el río Éufrates, halló Trajano otro río que se llamava Pessín, junto al monte Cardio, el qual también era poderoso, y hizo Trajano deshazer las naves y llevarlas otra vez por tierra a aquel río, con las quales combatió a los bárbaros que las riberas defendían. Según los bárbaros después dezían, determinados estavan todos de morir antes que dexarse subjetar, sino que pensaron que Trajano no era hombre mortal que los quería combatir, sino alguno de los dioses immortales que los quería destruyr, y movíales a pensar esto ver que no menos llevava Trajano naos por la tierra que ellos por la mar.

Llámase aquella tierra la provincia Adjabena, la qual toda allanada y so su subjeción puesta, passósse a Arbela y a Guanguemela, [414] dos provincias que son opulentíssimas, en cuyos campos en los siglos passados el gran rey Darío fue vencido del Magno Alexandro. Todo aquel verano expendió Trajano en conquistar aquellas provincias, las quales, aunque diffieren en los nombres, no diffieren en el señorío, porque siempre son anexas al reyno de Assiria, al qual los bárbaros, mudando la s en t,, la llamaron Attiria.

Ya que yva en declinación el verano y se allegava el invierno, determinó Trajano de yr a invernar a Babilonia, en el qual camino ni halló enemigos que le resistiessen ni amigos que le acompañassen, porque son tan solos y tan secos aquellos desiertos, que apenas se hallan en ellos animales brutos.

Antes que entrasse en Babilonia Trajano, quiso personalmente yr a ver el lago de Beturino, el agua del qual tiene esta propriedad, que arzilla o tierra o cal o arena o yeso que quagen con ella, házese un betún dello tan rezio, que no es más rezia la piedra ni el hierro. Con esta agua fueron hechos los ladrillos y fueron quajados todos los materiales con que se hizieron los muros de Babilonia. Fue ansimesmo Trajano a ver la cueva de do manava aquella agua, de la qual sale un tan pestilencial hedor, que mata a los animales que por allí cerca andan y caen las aves que por encima buelan. Los hombres que por allí passan no ossan yrlo a ver y mucho menos llegarse a la cueva a oler, excepto los eunucos que son castrados, los quales ni temen en verlo ni peligran en olerlo.

No se hartava Trajano de mirar a Babilonia, y holgávase mucho de ver muchas antiguallas que avía en ella, y tenía muy gran compassión, y aun dezíalo muchas vezes, de ver quántos y quán nombrados príncipes avían consumido allí su hazienda y empleado lo mejor de su vida por perpetuar su fama, los quales eran ya olvidados y sus superbos hedificios caýdos.

Una obra intentó a hazer Trajano en aquella tierra, la qual sobrepujo no sólo a todas las que él hizo en Roma, en Ytalia, en Sicilia, en Dacia, en España; mas aun a todas las que Nino y Belo y Semíramis y Alexandro hizieron en Babilonia. Era Trajano de tan altos pensamientos, que en las guerras que intentava y en los hedificios que hazía no se contentava él de [415] pensar que pensassen los otros que ygualava con los príncipes passados, sino que avían de pensar y confessar él ser único entre todos. Fue, pues, el caso que abrió las madres del río Tigris y del río Éufrates, y hizo hazer del uno al otro una muy prophunda cava por do el agua del uno se passasse al otro. Cosa agora muy ligera de escrevir y que fue entonces muy espantosa de ver, en que la cava que mandó hazer Trajano del un río al otro era tan alta y tan ancha y tan prophunda, que muy grandes naves atravessavan por ella. Encima de aquella canal hizo Trajano una muy solenníssima puente, y un castillo muy fuerte, y una casa muy rica, y unas huertas muy alegres, y en torno de la ribera muchas alcayrías y casas; y porque de Trajano quedasse allí perpetua memoria, llamávala la Trajánica Babilonia. No duró mucho tiempo este hedificio que hizo Trajano, y fue la causa que, como el río Éufrates tenía la madre por do corría más alta que no el río Tigris, crescía Tigris y disminuýase Éufrates, y temiéronse los babilónicos que el uno por faltarle agua se perdiesse y el otro con la mucha pujança de agua dañasse.

Desde Babilonia fuese Trajano a la ciudad de Tesiphonta, que era cabeça de aquella provincia, la qual, aunque de algunos se quiso defender, en breve espacio se vino después a entregar. Y allí dizen que uvo Trajano tan gran summa de dinero, que uvo para pagar los exércitos y para hazer los hedificios, y aun para guardar entre sus thesoros. Grandes eran las nuevas que cada día llegavan al Senado de las maravillosas victorias que Trajano avía por todo el mundo, y cómo más que todos los príncipes passados augmentava el Imperio Romano. No sabían los de Tesiphonte hazer sacrificios a los dioses ni guardar fiestas, y a esta causa hizo hazer Trajano allí un templo al dios Júpiter, y enseñóles qué fiestas avían de guardar, y cómo a sus dioses avían de sacrificar. [416]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo XIX

De cómo Trajano trabajó mucho por passar a la Grande India y no pudo.

Vencidas y puestas en orden todas aquellas provincias, determinóse Trajano de navegar por el Mar Rubro, el qual es muy gran mar que desde el Occéano de las Indias hasta Arabia corre, y llámase por otro nombre Mar Eritreo, por memoria de un rey Eritreo que en otro tiempo tuvo aquel señorío. El río Tigris haze en el discurso de su corriente una ysla que tiene treynta millas en ancho y quarenta en largo, y en la población desta reynava Athabilo, príncipe superbo y bellicoso, al qual Trajano sin llegar a las armas le puso so su imperio. Con ser los ayres de aquel mar differentes de los otros mares, y como eran entonces los mayores calores del verano, passó Trajano en aquella navegación mucho trabajo y peligro, y como le dixesse uno que saliesse de la mar y tomasse tierra do él se recreasse y su gente descansasse, respondió: «Los viciosos van dende aquí a Roma a buscar regalos, y los virtuosos dende Roma vienen aquí a buscar trabajos, porque nuestros passados a trueque de grandes trabajos les dieron grandes triumphos, y por esso jamás dexaré de pelear por temor ni de navegar por peligro.»

A la lengua del agua de aquel mar estavan unos pueblos que se llamavan los sipasinos, los quales tenían el nombre de unos campos assí llamados do de muchas partes venían allí a apascentar sus ganados. Estos pueblos sipasinos eran súbditos del rey Athabillo y, como supieron que él a los romanos avía obedescido, ellos todos de muy buena voluntad salieron a rescebir a Trajano. Passadas todas aquellas yslas, y sojuzgadas [417] de una parte y de otra todas aquellas ciudades marítimas, entró ya en el mar Occéano Trajano y, como sintiesse cruxir de nuevo los navíos y que los ayres eran algo espessos y los pilotos en aquel mar no eran diestros, hizo tomar tierra para rehazer su armada. Fue informado Trajano cómo eran de tal condición las aguas de aquellos mares, que no sufrían naos hechas de peregrinas maderas, sino que avían de ser hechas de madera de las Indias, porque de otra manera en muy breves días las comía y otras vezes las hundía.

No se puede dezir la tristeza que cayó en el coraçón de Trajano de que para passar en las Grandes Indias no halló aparejo, porque sus naos no podían navegar por aquellas aguas y para hazer otras no tenía madera de las Indias. De que ya Trajano vio que su viage no llevava remedio, dizen que dixo con un gran sospiro: «De todos los príncipes passados, a solo Alexandro doy la ventaja, no más de por aver passado a la India, mas si a mí la fortuna me dexara, a él como a los otros sobrepujara; porque yo llevava voluntad no sólo de vencer a toda la India, mas de hazer en ella una nueva Roma.» En el tiempo que allí estuvo Trajano, no se occupava sino en preguntar particularmente todo lo que avía en la Gran India, es a saber: qué dioses adoravan, qué templos tenían, qué reyes obedescían, qué manjares comían, qué ropas vestían, cómo peleavan, en qué ciudades moravan y qué exércitos tenían; y quanto mayores cosas le dezían de aquella tierra, mayor dolor de su coraçón se augmentava.

Desde allí embió Trajano a Roma una embaxada, con la qual embió muchas riquezas para el erario, y ansimesmo embió un memorial de todas las provincias y reynos y yslas y naciones y pueblos que avía conquistado y tomado y debaxo del Imperio Romano puesto. Muy grande fue el regozijo que uvo en Roma de que fue divulgada la embaxada, y fueron muy espantados los romanos en leer tantos y tan varios pueblos ser por Trajano vencidos, porque muchos dellos juravan en el Senado de Roma no sólo no se hallar hombre que los uviesse visto, mas aun ni a su noticia por oýdas uviessen venido. Hizieron luego en Roma, en la plaça de Trajano, un arco triumphal, en el qual esculpieron los nombres de los reynos [418] que Trajano avía sojuzgado y las principales provincias que avía tomado; porque, si conforme al memorial que Trajano embió se uvieran todos allí de poner, faltaran mármoles para esculpirlo y maestros para hazerlo.

Ya que Trajano no pudo passar en la Gran India, vino al lugar y casa do el Magno Alexandro dezían aver muerto, y allí rehedificó todo lo que estava por antigüedad caýdo, y aun añadió otros dos hedificios de nuevo y offresció a los dioses muy ricos sacrificios en reverencia y memoria de Alexandro. Navegando Trajano por el mar Océano, camino de la Gran India, pensaron los de Thesiphonte que nunca más tornaría por aquella provincia, y determinaron de revelarse contra él, y para esto mataron a todos los romanos que allí quedaron en guarda y pusieron en armas a toda la tierra. Contra estos y contra otros pueblos que se levantaron embió Trajano a Maximino y a Lucio con poderoso exército, los quales infelicemente pelearon, porque el uno huyó y el otro murió. El que escapó fue Lucio, y éste, por enmendar las cosas passadas, tomó la ciudad de Nisibín, y a Edesa, las quales destruyó y con huego quemó, de lo qual Trajano uvo no poco enojo, porque no quería que en la guerra nadie pusiesse huego. Ericio Claro y Alexandro Severo, dos pretores romanos, entraron por Selencia, a la qual toda saquearon y destruyeron porque les dixeron que Trajano se avía en la mar anegado y por esso se avían revelado y a los officiales romanos muerto.

Temiéndose Trajano que se revelassen los parthos como se avían revelado los otros pueblos, vínose a sus tierras, y poco antes que llegasse a ellos, vínole nueva cómo Arturo, rey de los parthos, era muerto y que todo el reyno estava alterado. Mando, pues, Trajano juntar a todos los que governavan a los parthos, y la junta fue en los campos Thesiphontes do Trajano, subido en en un alto, les habló lo que tenía voluntad de hazer, y que, si lo admitiessen y consintiessen, seguramente le podían tener por padre piadoso; y, si lo contradixessen, le hallarían crudo enemigo. Todos los parthos dixeron que le querían más por padre que por enemigo, y que eran contentos de creerle y obedescerle; mas que le rogavan que no les diesse rey sino que fuesse natural y conoscido, porque, si se dava [419] estrangero, sería muy aborrescido y poco obedescido. Luego allí Trajano tomó una corona en la mano y púsola encima de la cabeça de Parnaspate, y declaróle por su rey y señor, y fueron desta provisión todos muy contentos, porque el rey que les dava era no sólo natural y conoscido, mas era bellicoso y virtuoso. [420]


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Una década de Césares / El Emperador Trajano
Capítulo XX

De cómo Trajano, viniendo de Asia a triumphar a Roma, le tomó la muerte en Sicilia.

Assentadas las tierras de los parthos, bien quisiera venirse Trajano a Roma, lo uno por descansar de tantos trabajos, y lo otro por triumphar de tantos pueblos y reynos; mas llególe nueva cómo los agarenos eran revelados y los pretores romanos estavan huydos. Luego se partió Trajano para la tierra de los agarenos, que es en Arabia, y la cabeça de su provincia es una ciudad fuerte, aunque pequeña, en la qual estavan tales hados o fortuna, que fue por infinitos príncipes combatida, mas nunca fue tomada. Para no ser tomada aquella ciudad, mucho les ayudava el sitio de la tierra, es a saber: en no tener los que la cercavan leña para los ingenios, ni agua para bever, ni pastos para los ganados, y allende desto hiere allí el sol de tal manera a los estrangeros que no están usados, que paresce más quemarlos que no alumbrarlos.

Hizo dar Trajano un combate a la ciudad, y subieron los más esforçados capitanes encima de los muros, mas en muy breve espacio unos dellos fueron muertos y otros derrocados. Acordó Trajano de dar una buelta a la ciudad, y esto sólo y disfraçado, mas por más que se disfraçó fue de los enemigos conoscido y aun herido, porque, al tiempo del ruar los muros, al armígero que le seguía mataron y a él hirieron. Preguntaron a los agarenos si conoscieron a Trajano al tiempo que le hirieron. Respondieron que sí, y que le avían conoscido en aquella vegez tan generosa y en la magestad que representava su presencia. Estando Trajano en aquel cerco, levantáronse terribles truenos y relámpagos, quales en aquellos [421] reynos jamás fueron vistos, y allende desto vinieron sobre el exército romano tantas y tan importunas moscas, que lo que tenían, y lo que comían, y lo que bevían, y aun ellos mesmos estavan cubiertos dellas. Visto por Trajano que no podía tomar aquella ciudad, retiró la gente della y dizen que dixo al tiempo de retirarla: «Pues los agarenos no son con mis armas vencidos ni con mis palabras persuadidos, para algún príncipe advenidero tienen los hados guardado este triumpho.»

En la provincia de Cirene tenía Trajano gran guarnición, assí de griegos como de romanos, y era pretor de aquellos exércitos un romano que avía nombre Andrea, contra el qual los judíos de aquella provincia se revelaron, y al capitán y a todos los griegos y romanos mataron. No contentos los judíos con matar a los romanos, llevavan a la carnicería los cuerpos muertos, y allí los quarteavan y despedaçavan y por peso los vendían, y no menos comían los judíos de aquellas carnes humanas que si fueran de faysanes o gallinas. Añadiendo crueldad a crueldad, sacavan los judíos a algunos romanos que tenían presos y apostavan unos con otros una blanca o una agujeta que de un golpe cortarían al romano la cabeça, por manera que quantas blancas o agugetas el judío tenía, tantas cabeças de romanos cortava. Otra cosa hizieron los judíos en aquellos míseros romanos, la qual fue no menos suzia que fea y fea que suzia, es a saber: que los desollavan bivos y curtían para hazer cueras los pellejos; y lo que más es, que les cortavan las naturas y jugavan a la pelota en la plaça con ellas. Assí como los judíos no dexaron ningún romano que no matassen, assí no dexaron crueldad ni género de muerte que no experimentassen, y en tal caso más nos emos de espantar tener unos coraçones para hazerlo que otros paciencia para suffrirlo.

Lo que hizieron los de Cirene, lo mesmo hizieron los judíos de Egipto y los judíos de la ysla de Chipre, los quales mataron a todos los romanos que estavan en sus pueblos, y no fue tan pequeña la matança que hizieron en Cirene y en Chipre y en Egipto que no fueron más de quinientos mil los muertos entre griegos y romanos. Quando llegó esta tan triste nueva a Trajano, ya él estava muy enfermo, mas no por esso dexó de proveer lo necessario y luego embió a Cirene a Lucio, y a [422] Chipre a Marco, y a Egipto a Severo, los quales hizieron tantos daños en los pueblos y tantas justicias en los vezinos, que si los muertos fueran bivos, ellos se dieran por bien vengados. Elio Adriano estava por capitán de Trajano en guarda de Siria y, como oyesse lo que en este caso passava, descendió súbitamente en Judea y hizo en ella muy gran matança. Escarmentados de aquella tan gran trayción los de Chipre, ordenaron que ningún judío fuesse osado de morar ni aun passar por aquel reyno, y que si acaso por tempestad aportasse alguno en aquella ysla, no pagasse sino con la cabeça.

Siempre fue Trajano de su natural sano, mas con aver andado tantas provincias, con aver seguido tanto las guerras, con aver navegado por tantas mares, con aver suffrido tantas heridas, trabajávale mucho el mal de almorranas. Fue, pues, el caso que, desde el día que Trajano no pudo passar a la Gran India, nunca le vieron con salud la persona, ni menos tener alegría en la cara. Por ocasión de las almorranas tenía Trajano algún fluxo de sangre quando quería hazer mudança el tiempo, lo qual para su salud le era muy provechoso. Ora por los fríos que avía passado, ora por los enojos que consigo tenía, ora por la edad que ya le cargava, recresciósele al buen príncipe que se le pasmó un braço de perlesía y se le cerró el fluxo de sangre por do purgava.

Junto a la ciudad de Seleuca avía unos vaños muy famosos, a los quales concurrían muchos enfermos, y allí se hizo Trajano llevar para ver si podría de aquellas enfermedades convalescer. Según después paresció por experiencia, no sólo aquellos vaños no le aprovecharon, mas aun le dañaron, porque como estava flaco y desfallescido, aunque tuvo esfuerço para se vañar, no le tuvo para sudar. Ya que Trajano se vio sin confiança de la vida, escrivió una carta al Senado de Roma, y, dexando encomendadas las cosas de su casa a Lucio y los negocios de la guerra a Elio Adriano, murió en la ciudad de Seleuca, que es en la provincia de Cicilia, la qual dende adelante se llamó Traginópolis, en edad de sessenta y tres años, aviendo imperado veynte y uno, y seys meses, y quinze días.

Fin.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Una década de Césares (1539). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 335-904, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión de la Década de Césares, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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