Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomo cuarto Carta XIII

Responde el Autor a un Tertulio, que deseaba saber su dictamen en la cuestión de si en la prenda del Ingenio exceden unas Naciones a otras

1. Muy señor mío: Es muy proprio de Tertulia, y aun de una formal Academia, el asunto que Vmd. participa haberse tratado en la que frecuenta; esto es, si en el ingenio, o habilidad intelectual hay exceso de unas Naciones a otras; y en caso de haber desigualdad, a cuál, o cuáles se deba adjudicar la preferencia. Duda es ésta, que me ha ocurrido algunas veces, pero pasé por ella ligerísimamente, haciendo poquísima reflexión, hasta ahora, que [146] Vmd. proponiéndome la materia, como por vía de consulta, me ha excitado a meditar algo seriamente sobre ella. La cuestión consta, como se ve, de dos partes. Y en cuanto a la primera, parece ser se da por asentada, hablando en general, aquella desigualdad, pues la suponen necesariamente los mismos que discrepan sobre conceder la ventaja a esta, o aquella Nación; como asimismo los que califican ésta, o aquélla de sutil, o de grosera. Los Antiguos comúnmente reputaban los Griegos por los más perspicaces de todas las Naciones; y al mismo tiempo dentro de la misma Grecia hacían una notable excepción en perjuicio de la Beocia, a quienes capitulaban de rudísimos, de donde procedió el injurioso sarcasmo de Sus Boeotica, por ser esta inmunda bestia una de las más torpes que hay en la amplísima prole de los irracionales.

2. Entre los modernos suponen la misma desigualdad, ya los muchos que a la propia Nación conceden la ventaja, ya los pocos, que, desnudos de pasión, la atribuyen a otra distinta, v.gr. unos a la Inglesa, otros a la Francesa, otros a la Italiana; no faltando tampoco votos a favor de la Española. En lo propio convienen los que notan de ingenios pesados los de algunas Naciones, en que padecen más que otros los Holandeses, Alemanes, y Suizos. A los primeros ya les viene de la antigüedad la expresión injuriosa e Auris Batava. De la Alemania dudó el discreto Padre Bouhours si era capaz de producir algún bello espíritu. Y el Cardenal Du-Perron, hablando del Jesuita Gretsero decía, que para un Alemán tenía bastante entendimiento. Ya se ve lo que significa esto. En orden a los Suizos fue muy celebrado el dicho del Mariscal de Cramont, Jefe de especial reputación en los Reinados del Luis XIII, y Luis XIV. Disputábase en una conversación, cuál de los brutos, por la perspicacia, o sagacidad, era más parecido al hombre. Y después que uno votó por el perro, otro por el caballo, otro por el elefante, &c. cerró la plana el Mariscal con este fallo: Sienta cada uno como quisiere. Yo digo que el animal más parecido al hombre es el Suizo. [147]

3. Lo que yo siento es, que en esto se habla con más preocupación que solidez. Y empezando por la Beocia, en aquella Provincia nacieron Plutarco, uno de los mayores genios que tuvo la Antigüedad, y el gran Poeta Píndaro, a quien una mujer de la misma Beocia, la admirable Corinna, disputó el Principado de los Poetas Líricos, que no pudo cuestionarle Poeta alguno de otra Nación. Dícese que le venció en algunos certámenes, aunque no faltan quienes atribuyan este triunfo más a su hermosura, que a su ingenio.

4. La Holanda produjo excelentísimos Gigantes literarios. Testigos un Erasmo, y un Grocio en todo lo que es inconexo con la Religión. Un Cristiano Hughenio en Filosofía, y Matemática. Y aquel que ya todo el mundo llama el gran Boerhave en la Medicina.

5. La Alemania en nuestros días tuvo al incomparable Sajón Gofredo Guillermo, Baron de Leibniz, a quien los Diaristas de Trevoux, no obstante la diversidad de Religión, apellidaron el Legislador de las Ciencias, y con razón; pues apenas hubo alguna parte de ellas en que no fuese eminentísimo, y en que no hiciese nuevos descubrimientos. Otros muchos grandes hombres produjo Alemania, como los Reuclinos, los Tritemios, los Clavios, los Kepleros, los Kirquerios; pero ninguno me ocurre, que a vista de este Gigante no parezca Pigmeo.

6. Por los Suizos hablen los dos Bernullis, de Basilea, Jacobo, y Juan, tan profundos Matemáticos, que con otros tres contemporáneos suyos, uno Francés, otro Inglés, otro Alemán, hicieron clase aparte, superior a todos los demás de esta profesión, que florecieron en aquel tiempo. Agréguese a éstos otro Bernulli, Nicolás, hijo de Juan, de quien en el Suplemento de Moreri del año 35 se lee, que de ocho años hablaba, sobre la lengua nativa, la Francesa, la Flamenca, la Alemana, y la Latina. Y hoy es un gran ornamento de la Imperial Academia de Petresburg, adonde fue llamado, como Profesor ilustre de las Matemáticas. [148]

7. Mas porque como de los Suizos sólo he nombrado ingenios celebrados en la profesión Matemática, podrá alguno discurrir en aquella Nación alguna particular disposición genial, que únicamente los hace aptos para las Facultades pertenecientes a esta línea; el Cardenal Palavicino nos muestra en la persona del maldito heresiarca Ulrico Zuinglio un Suizo de ingenio prestantísimo para todas las Ciencias: Obscuro natus genere in Helvetia, sed ingenio aptissimo ad omnes disciplinas addiscendas (Hist. Concil. Trident. lib. 10, cap. 19). Y por lo que mira especialmente a las Artes Política, y Militar, ¿cómo se puede negar un gran conocimiento de ellas, por lo menos de la primera, a una Nación poco numerosa, que no obstante estar colocada entre dos poderosísimas, y sin embargo de sus domésticas discordias, en asunto de Religión, está conservando su libertad más há de cuatro siglos?

8. Si se me dijere, que de cada una de las cuatro regiones expresadas he nombrado pocos ingenios; responderé, que ingenios de la estatura de los que he nombrado en ninguna parte hay muchos. Y el que pretenda lo contrario, señálelos. Es verdad que si se da estimación a algunos catálogos impresos de Escritores de este, y aquel Reino, que andan por el mundo, y a los magníficos elogios con que los exaltan los que formaron esos catálogos, se hallará que cada uno de esos Reinos produjo un gran número de Gigantes literarios, porque el catálogo de cada Reino es obra de un natural del mismo Reino; y cada uno habla de su patria como el payo que decía, que el campanario de su Aldea era mayor que la Giralda de Sevilla. Yo ví algunos de esos catálogos, y en ellos altamente elogiados sujetos a quienes por sus escritos muy a mi satisfacción había tomado la medida, y conocido por ella, que su estatura no excedía la ordinaria, y muy ordinaria. Pero los que leen algunos de estos catálogos, sin más noticia de los elogiados que las que les ministra el mismo catálogo, dirán [149] asombrados lo que los mentirosos exploradores de la tierra de Canan: Ibi vidimus monstra quaedam filiorum Enoc de genere giganteo, quibus comparati quasi locustae videbamur. Siendo tan falsa la literatura gigantesca de aquellos Autores, como la corpulencia gigantesca de los Cananeos, que nada excedía a la de las regiones vecinas.

9. De modo, que el que leyere esos varios catálogos, determinado a juzgar por su informe los sujetos, hallará que no hay Provincia, por pequeña que sea, que en Jurisprudencia no haya producido diez y ocho, o veinte Covarrubias; en Teología otros tantos Suárez; en Historia otros tantos Zuritas; en la predicación otros tantos Vieiras, &c. Las de tales escritos más parecen representaciones cómicas, que narraciones serias. Representaciones cómicas digo, porque como en éstas un hombre ordinario representa un héroe; en aquellos escritos se hace que un muy mediano Literato figure un Sabio de primera clase, y primera orden.

10. Realmente, vuelvo a decir, los muy ilustres, y agigantados Ingenios en cualquiera Reino son raros. Es así que esta raridad puede ser mayor, o menor en unos Reinos que en otros, y acaso habrá Nación, o Naciones tan infelices, que no parezca en ellas alguno de esta clase. Que no parezca digo, pues el que no le haya no puede saberse. ¡Cuántos talentos insignes, que pasmarían al mundo, si salieran al Teatro, quedan escondidos, porque su pobreza, o la de su Patria, o otra circunstancia adversa les negó las ocasiones de manifestarse!

11. ¿Y qué sé yo si el concepto común de que unas Naciones son más ingeniosas que otras, procede en gran parte de que muy comúnmente se equivocan el ingenio con la ciencia, y la rudeza con la ignorancia? Si en una Nación no hay estudios, ni públicos, ni particulares, y falta en ella toda cultura, como en casi todas las de la Africa, y la de América, la voz común declara [150] por rudos sus habitadores; como al contrario los naturales de Provincias, donde hay socorro abundante de todo género de literatura, y enseñanza de las buenas Artes, son reputados por muy hábiles. Uno, y otro sin bastante fundamento. Los Griegos, tan orgullosos un tiempo con su saber, que trataban de bárbaros a todos los demás habitadores del mundo, hoy pueden ser tratados de bárbaros de aquellas mismas Naciones, a quienes llamaban bárbaros ellos. Transmigraron las Escuelas, y las ocasiones de su uso de la Grecia a otros Reinos; y con ellas transmigró de aquella gente a otras la reputación de hábiles para las Ciencias, y las Artes.

12. ¿Y qué estimación tenían tampoco los ingenios Griegos en aquel tiempo anterior, en que ya los Sacerdotes Egipcios, ya los Magos Orientales se juzgaban únicos depositarios de las Ciencias? De modo que éstas por varios accidentes fueron rodando de unas Naciones a otras, sin inmutarse el temperamento de cada una: aquel temperamento digo, a que se atribuye el que sean más, o menos hábiles los que nacen debajo de tal, o tal clima. Con que subsiste siempre en un punto mismo la habilidad nativa, aunque con una desigualdad grande en las oportunidades para hacerla fructificar.

13. Pocos años há eran tenidos los Moscovitas por gente sumamente estúpida, y brutal, que conservaba toda la barbarie, y aun acaso con algún aumento de sus antiguos progenitores los Scytas. Hoy florece entre ellos el estudio de Filosofía, Matemática, Política, Arte Militar, las Liberales, y Mecánicas, sin que las cualidades del terreno, o la atmósfera, sean otras de lo que eran antes; debiéndose mudanza tan prodigiosa únicamente al accidente feliz de lograr aquel Imperio un Monarca de grande habilidad, celo y aplicación. En otras Naciones Septentrionales se puede notar la misma variación, aunque con movimiento mucho más tardo. ¿Qué semejanza hay de los Suecos, y Dinamarqueses de estos tiempos a aquellas fieras, que, con el nombre [151] de Godos, Vándalos, y Alanos, vinieron del Norte a desolar nuestras Provincias.

14. Estas reflexiones me hacen ahora vacilar en el concepto, que antes tenía, de que cierta Nación es superior en la penetración intelectual a todas las demás del resto de Europa. ¿Mas qué inconveniente habrá en que la nombre? Hablo de la Anglicana. Por lo que mira a los ingleses modernos hay una razón visible para que entre ellos haya más hombres sobresalientes en las Ciencias naturales, que en otra Nación alguna, sin exceder a las demás en el ingenio, que es ser mayor, o más común la aplicación al estudio. Monsieur Rollin, tan conocido en el mundo por las muchas, y bellas historias que escribió, con algún dolor confiesa, que dicha aplicación reina con grande exceso en Inglaterra, respecto de la Francia; lo cual conoció, en que habiendo tratado muchos Gentil-Hombres, viajeros de aquella Nación, apenas vió alguno que no fuese adornado de bellas noticias en alguna, o algunas Facultades. Y por otras partes tengo entendido, que muchos de los Milordes, o Señorazos principales, si no los más, tienen excelentes Bibliotecas, de que se aprovechan, y permiten aprovecharse a otros. Así puede muy bien suceder, que sin exceso particular en los nativos talentos logre la Gran Bretaña sujetos más instruidos en las Ciencias, y Artes, que otras Naciones: al modo que una tierra sin más copia, o mejor calidad de jugo nutricio que otra, produce más, y mejores frutos, sólo por exceso del cultivo. A que se debe añadir, que es más fácil hallarse entre cuatro mil, que entre dos mil, que se apliquen, cuatro sobresalientes ingenios.

15. Es verdad que la Inglaterra ha mostrado no pocos genios tan altos, u de tan superior nota, que ha movido a algunos Literatos de otras Naciones a concederle alguna ventaja genial sobre las demás. Heideggero, Autor Alemán, reconoció en los ingleses un genio más sutil que en las demás Naciones. El gran Fontenelle [152] (de quien se puede asegurar, que ninguno estuvo más proporcionado que él para decidir en esta materia), aunque en ninguna parte dice con expresión esto mismo, en muchas habla con tal énfasis de los ingenios Anglicanos, que sin violencia alguna se le puede atribuir la propia opinión. Y es muy de notar, que son muchos los Autores Franceses que, no obstante la notoria emulación de las dos Naciones, dan por sentada en la Inglesa una mayor penetración, y profundidad en el pensar, reservando para sí la gloria de explicarse mejor; y no puede negarse que en esto segundo son muy superiores los Franceses a aquellos vecinos suyos: por lo que ya vino a hacerse como adagio lo de concepto Inglés en pluma Francesa.

16. Pero entre Autores Franceses merece alguna consideración particular el P. Renato Rapin, no sólo por ser un Crítico muy celebrado de los de su Nación, y aun de otras, mas también porque siendo así que su mucha religiosidad es natural le inclinase a mirar con ceño la audacia del genio Inglés, tan intrépido en atropellar las máximas más seguras en que estriba la Religión, no por eso dejó de hacer justicia a ese mismo genio en cuanto a su penetración, y profundidad filosófica; pues en sus Reflexiones sobre la Filosofía, sect. 18, después de confesar en general esa ventaja de la penetración Anglicana en aquellas voces: Los Ingleses, por la profundidad de genio, que es ordinaria en su Nación, &c. hablando en particular de los Filósofos de espíritu original entre los modernos, sólo halla uno en Francia, que es Descartes; otro en Italia, que es el Galileo; pero en Inglaterra reconoció hasta tres, Bacon, Hobbes, y Boyle.

17. Que dijera el P. Rapin, si hubiera alcanzado aquel asombro de los ingenios; aquel, que con vuelo más que de águila se remontaba a las celestes esferas, y con perspicacia más que de lince parece que penetraba hasta la profundidad de los abismos. Mucho más [153] que todo esto significa el nombre del gran Newton. De los tres nombrados por el P. Rapin no he visto a Hobbes, ni cosa alguna suya. Sé que es celebrado por su agudeza; pero también sé que es detestado pr su impiedad: hombre que quiso quitar la Deidad al Rey del Cielo, para constituir deidades los Reyes de la tierra, no reconociendo otras leyes divinas, o humanas que el mero arbitrio de los Príncipes.

18. Bacon, y Boyle fueron Filósofos originales, y profundos: más profundo, y más original que los dos, Newton. A Bacon, descubriéndole la naturaleza el atrio de su magnífico palacio, puso a su vista las puertas por donde se podría entrar a los cuartos interiores, y él dio noticia al mundo de uno, y otro en sus dos célebres obras: Novum organum scientiarum; y de Augmentis scientiarum; A Boyle entregó la llave de una de las principales puertas por donde entró al salón de la Anatomía de los cuerpos inanimados. A Newton dio una antorcha de vivísima luz, con que pudo registrar amplísimos espacios de aquel grande edificio, en quienes todos los Filósofos anteriores nada habían visto sino tinieblas.

19. Otros sujetos muy insignes pudiera nombrar de Inglaterra; pero tales, que tengan sus equivalentes otras Naciones. Fuera de que mi instituto no es sacar al Teatro cualesquiera hombres grandes, sí sólo aquellos pocos.

Qui ob facta ingentia possunt
Vere homines, & semi dei, hereosque vocari.

Palingen. in Crapic.

Sin embargo de lo dicho, la razón alegada antes, de la mayor aplicación de la Nación Inglesa al cultivo de las letras, siempre subsiste para hacer dudar si a ella, más que a alguna particular disposición nativa, debe los Gigantes de extraordinaria estatura, que he señalado. A que se puede añadir, para mantener la misma [154] duda, que el genio Inglés más intrépido, y resuelto, que el de otras Naciones, contribuye mucho al crédito, y esplendor de sus ingenios. Es cierto, que de dos ingenios iguales, pero uno tímido, otro animoso, resplandecerá más el segundo, no sólo en la conservación, en que la audacia es la mayor ventaja de todas para el lucimiento, pero aun en los Escritos; en los cuales el tímido, aunque en muchos asuntos sea capaz de levantarse sobre el modo común de pensar, o discurrir de los demás hombres, varios riesgos que medita en fiar a la pluma ideas particulares, se la hacen contener dentro de unos límites tan angostos, que tal vez, que pudiera aspirar a la gloria de Autor original, por sus miedos queda metido entre la innumerable turba de los vulgares Escritores; al contrario, el animoso, que no recela dar las velas al viento, aunque prevea los peligros del golfo, logra, dando a la luz los pensamientos que le sugiere su genio elevado, ser conocido, y estimado de los hombres de inteligencia por lo que es. Así se puede decir, que en las empresas Científicas, como en las Militares, el valor concurre con el entendimiento a hacer los Héroes, o por lo menos a que sean conocidos por tales los que realemente lo son.

20. Pero ve aquí Vmd. que de esta última reflexión mía resulta un argumento de paridad a favor de la común opinión, que a diferentes Naciones reparte desiguales ingenios. Si los Ingleses son más animosos, que los naturales de otros Reinos, luego el valor es mayor, o menor en diferentes climas; lo cual sin duda proviene de la diversidad de los temperamentos. Ahora, pues, según la sentencia más corriente, que no admite desigualdad entitativa en las almas, también de la diversidad de los temperamentos proviene la desigualdad de los ingenios: en diversas Naciones hay diversos temperamentos, (lo cual, no sólo se colige de la desigualdad en el valor, mas también de la diversidad en varias propiedades geniales, que no se puede negar nacen del temperamento [155], pues una Nación es más activa, otra más perezosa; una más ardiente, otra más moderada; una más abierta como la Francesa, otra más circunspecta como la Española; una más sencilla como la Flamenca; otra más cauta com la Italiana, &c). Luego también hay en Naciones diferentes ingenios desiguales.

21. Si he de decir la verdad, no me ocurre solución tan expedita a este argumento, que no admita réplicas sobre réplicas; y como esto me haría alargar mucho, tengo por más oportuno eludir su fuerza, balanceándole con otro argumento en contra, tomado de la experiencia. Yo vivo desde mi adolescencia en una República (la de mi Religión) donde sin cesar se está tomando con bastante exactitud la medida a los talentos de sus individuos, para conferirles los empleos literarios, o excluirlos de ellos. Y aun después de conferidos, dan frecuente materia a los coloquios familiares las noticias de los que desempeñan mejor su obligación, y descubren más, o menos talento en los ejercicios de su profesión, de modo que por grados se está ajustando cada día el valor de la habilidad intelectual de cada uno. En sesenta y un años, o algo más, que ha que vivo en esta República, he visto concurrir en ella innumerables sujetos de todas las Provincias de nuestra Monarquía, de modo que pude tantear bastantísimamente la igualdad, u desigualdad de los naturales de ellas en el asunto de la cuestión; pero protesto, que aunque este objeto me llamó el pensamiento varias veces, nunca reconocí alguna ventaja de unas a otras; sin embargo que en los naturales de estas Provincias se nota comúnmente bastante diversidad de genios. Luego no hay consecuencia de ésta a la desigualdad de ingenios.

22. He razonado lo que, sin orden preconcebido antes, sucesivamente me fue ocurrido por una, y otra parte. Y ahora se me representa que oigo a Vmd. preguntar ¿en qué quedamos? A que respondo, que no me atrevo a dar la sentencia; pero me conformaré con lo [156] que Vmd. resuelva, o con lo que resolviere su Tertulia si en alguna sesión suya se volviere a tocar el mismo punto.

23. Si acaso Vmd. hiciere el reparo de que no hago particular mención de la Nación Española, sobre el asunto de ésta, a que parece debía conducirme el afecto debido a la Nación, le satisfago, remitiéndole al Discurso XIV del IV Tomo del Teatro Crítico, donde me extendí sobre esta materia, de modo, que nada tengo que añadir a lo que allí he escrito. Nuestro Señor guarde a Vmd. &c.

Nota sobre la Carta antecedente

24. Lo que he dicho en ella, que en igualdad de entendimientos los animosos son más capaces de producir Escritos ingeniosos, y brillantes, que los tímidos, pide una advertencia muy importante. La máxima tomada en general es verdadera; porque el tímido, no atreviéndose a salir del camino carretero, ¿qué ha de decir sino lo que antes dijeron otros muchos? Podrá tener algunos pensamientos altos, nobles, exquisitos; pero en su entendimiento quedarán escondidos, y negados a la pública luz desde que nacen, o por mejor decir, condenados a no nacer; pues nunca salen del seno materno, donde no lograron otro ser que aquel que les dio la concepción. El animoso, no dudando llevar el concepto al parto, porque no le aterran los peligros, a que le expone, con un pensamiento singular, y sublime, ilustra a un mismo tiempo su pluma, y la materia en que le emplea.

25. Pero lo primero se ha de considerar, que esta animosidad nunca se debe extender a más que las ciencias puramente naturales, y aun en éstas es menester [157] gran comprehensión para demarcar con exactitud los límites; porque tal vez una novedad filosófica trae en sí envuelta una monstruosidad teológica; u diciéndolo de otro modo, lo que en la ciencia natural parece un nuevo feliz parto, respecto de la sobrenatural no es más que un triste lamentable aborto. La misma Inglaterra, cuyos ingenios he celebrado en la Carta, de dos siglos a esta parte nos ha mostrado con hartos ejemplos a cuán horribles precipicios están expuestas las plumas nimiamente intrépidas.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo cuarto (1753). Texto según la edición de Madrid 1774 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo cuarto (nueva impresión), páginas 145-157.}