Filosofía en español 
Filosofía en español

José de Jesús Martínez Navarrete (a) Chuchú Martínez  1929-1991

José de Jesús Martínez

Doctor en filosofía por la Universidad de Madrid en 1958 con la tesis El problema de la muerte (primera dirigida por Ángel González Álvarez), nacido en Nicaragua, después ciudadano de Panamá, “hermano” de Ricaurte Soler (‘A Ricaurte Soler, hermano’, dedica en 1987 su libro Mi general Torrijos), profesor de filosofía marxista en la Universidad de Panamá, dramaturgo, poeta, matemático, piloto aéreo, militar en la Guardia Nacional y edecán del general Omar Torrijos.

Nacido en Managua, Nicaragua, el 8 de junio de 1929, realiza sus estudios primarios en San José de Costa Rica, y los secundarios en la Tabor Academy (“estudié en un colegio medio militar en los Estados Unidos” MgT 20), en Marion, Masachusets. Cursa estudios universitarios en la Universidad Católica de Chile y en la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1950, en México, figura José de Jesús Martínez, con veinte años y como procedente de Panamá, entre los colaboradores de la revista Universidades de América (que publica la UNAM y dirige Rómulo Pozo), junto a otros panameños como Rogelio Sinán y Armando Díaz Wong. Publica La estrella de la tarde, y otros poemas (Nuevo Mundo 1950, 83 págs.), donde, según un cronista del momento, “nos entrega en este libro la imagen angustiada y heroica de su realidad espiritual, que es como decir, su corazón multiplicado, lleno de rebeldías muertes y resurrecciones”, y al año siguiente Tres lecciones en verso (poemas) (México 1951).

En 1954, como nicaragüense, se establece en España durante unos años, merced a los auspicios del Instituto de Cultura Hispánica (nombre que adopta, al ser asumido por el Estado, el Instituto Cultural Iberoamericano constituido el 4 de julio de 1946 –aniversario de la declaración useña de independencia– y nada menos que en la cámara de Felipe II, en el Real Monasterio de El Escorial, por su presidente, el nicaragüense Pablo Antonio Cuadra Cardenal, en presencia de, al menos, otros dos nicaragüenses, Julio Ycaza Tigerino y Carlos Martínez Rivas, en el contexto del XIX Congreso Mundial de Pax Romana). El entonces todavía nicaragüense José de Jesús Martínez logra desarrollar, en esos años de efervescencia cultural del régimen socialista derechista de España, su carrera como dramaturgo, logrando estrenar La mentira (Madrid 1954) en 1955 y La Perrera (Colección de Teatro Alfil, Madrid 1955) en 1957. Paralelamente va elaborando su tesis doctoral, bajo la dirección de Ángel González Álvarez, catedrático de Metafísica de la Universidad de Madrid (la cátedra que antes había desempeñado Ortega), que defiende en 1958: El problema de la muerte (245 folios, Tesis inéditas T7398). Vive por tanto en Madrid hechos significativos como la muerte de Ortega (octubre 1955) y el Homenaje laico preparado por el “Congreso de Escritores Jóvenes”, el Manifiesto a los universitarios madrileños (febrero 1956) o la declaración del Partido Comunista Por la reconciliación nacional (junio 1956), &c.

1955 «Autocrítica. En el Teatro del Instituto de Cultura Hispánica se estrenará esta noche La mentira. Su autor dice: “Quiero agradecer públicamente, a la Asociación Cultural Iberoamericana el apoyo que ha hecho posible este primer ensayo de nuestro grupo, y el interés que han puesto todos en su realización, de manera muy especial al inteligente actor panameño, Miguel Moreno, a quien escogí para que protagonizara mi obra; al primer actor costarricense Jorge Charpentier, a la ecuatoriana María Ester Martínez, a Rafael Sarró, director, que tanto ha hecho por la obra, y a los demás artistas que forman parte en ella. De La mentira nada puedo decir en concreto. Sigue –creo yo– esa dirección que dejó apuntada Unamuno y que en el teatro español actual sólo explota Buero Vallejo. —José de Jesús MARTÍNEZ”.» (ABC, Madrid, jueves 17 febrero 1955, pág. 47.)

«En el Instituto de Cultura Hispánica se estrenó La mentira, de José de Jesús Martínez. Anoche se estrenó en el Teatro del Instituto de Cultura Hispánica la obra de José de Jesús Martínez La mentira, que fue interpretada por un grupo de estudiantes hispanoamericanos, entre ellos el panameño Miguel Moreno, el costarricense Jorge Charpentier y la ecuatoriana María Ester Martínez, dirigidos por Rafael Sarró, y ante un decorado de graciosa y expresiva síntesis. Actrices y actores pusieron a contribución su gran entusiasmo, y en muchas ocasiones un fino sentido de la incorporación escénica, aunque por lo extenso e importante de los papeles y la falta de adiestramiento tuvieran que esperar en algún inmomento la ayuda del consueta. Grandes aplausos sonaron al fin de cada cuadro y al terminar la representación para premiar la labor de cuantos intervinieron en la velada. || José de Jesús Martínez ha confesado en su autocrítica que La mentira sigue en el teatro una línea unamunesca. Y ello es muy cierto. Porque aparte los “americanismos” del diálogo que en nuestros oídos suenan de un modo gracioso, y por cierto nada desagradable, la tesis, la enjundia de esta comedia dramática pertenece al acervo de las preocupaciones fundamentales del autor de Amor y pedagogía. Todo en La mentira oscila alrededor de un doble juego: la realidad y el sueño, el paisaje de la vida y el panorama onírico que alternan en los distintos cuadros de que se compone la pieza. Abusa el autor de las escenas de dos personajes y le falla la riqueza dialéctica cuando hay tres o cuatro en escena. También acusa en exceso las repeticiones y reiteraciones innecesarias que empobrecen el juego verbal. Pero, aparte de esos defectos, tiene del teatro un concepto alto, ambicioso y puro. El protagonista de La mentira, con una obsesión morbosa hacia la ensoñación, es una figura de ficción admirablemente pensada y realizada, y el curso de la trama se va desarrollando con excelente pulso y medida, hasta llegar a un desenlace original y turbador de atrevida y valiente estructura. Tiene José de Jesús Martínez nervio y temperamento de dramaturgo, positiva capacidad de síntesis y loable idea de la invención escénica. Aunque en este primer intento haya errores e ingenuidades, no encierran gran importancia. Lo que interesa es su porvenir de autor, que a nosotros nos parece risueño y halagüeño. —Alfredo MARQUERIE.» (ABC, Madrid, viernes 18 febrero 1955, pág. 43.)

1957 «Próximo estreno de La Perrera en Teatro de Ensayo. El próximo lunes, día 15, a las once de la noche, se estrenará en el teatro de la Comedia, La Perrera, comedia dramática en tres actos, original del dramaturgo nicaragüense, José de Jesús Martínez. La obra, patrocinada por el Instituto de Cultura Hispánica, será presentada por el Teatro de Ensayo de Escena, bajo la dirección de Aitor de Goiricelaya y José Moraleda. La interpretación estará a cargo de Lola Lemos, Pablo Sanz, Guillermo Deu, Luciano Liñán, Ventura Oller, Carmina Santos, Francisco Natividad y Enrique Marco.» (ABC, Madrid, miércoles 10 abril 1957, pág. 57.)

«El Teatro de Ensayo ‘Escena’ estrenó La Perrera, de José de Jesús Martínez. Anoche, el Teatro de Ensayo Hispano-americano ‘Escena’ estrenó, en función patrocinada por el Instituto de Cultura Hispánica y la Embajada de Nicaragua, La perrera, de José de Jesús Martínez, con gracioso escenario sintético de Héctor Pascual y acertada dirección de Moraleda y Goiricelaya. Interpretaron sus papeles con la mejor voluntad y entusiasmo Lola Lemos, Guillermina Deu, Carmina Santos y los señores Sanz, Liñán, Oller, Natividad y Marco. Al fin de las dos jornadas sonaron insistentes y cariñosos aplausos y el autor salió a saludar. Hace catorce o quince años Modesto Higueras, director del T.E.U., estrenó la versión española de Navidades en la Casa Bayard, de Thornton Wilder, donde el reflejo del paso del tiempo en las generaciones con cierta técnica regresiva por un lado y porvenirista por el otro, constituye temática fundamental. Esa misma idea ha inspirado también, aunque en plano más modesto, al joven autor nicaragüense José de Jesús Martínez, de cuya vocación y aptitud dramática tuvimos buena noción con su anterior estreno, La mentira. La noble ambición y el deseo de buscar formas nuevas originales y difíciles son méritos indudables de La perrera. Su defecto fundamental radica en la reiteración de idénticas frases en el diálogo y en el abuso de las escenas de dos personajes. Pero José de Jesús Martínez posee sensibilidad, pasión y preocupación de dramaturgo. —A. MARQUERIE.» (ABC, Madrid, martes 16 abril 1957, pág. 47.)

«La capital, al día. Mundo y mundillo teatral. En la Comedia. El teatro de ensayo ‘Escena’ estrenó en el Teatro de la Comedia el drama La perrera, original del autor nicaragüense don José de Jesús Martínez, en función patrocinada por el Instituto de Cultura Hispánica. Esta obra ha revalidado en esta noche de su estreno en Madrid el gran éxito que obtuvo en la capital de Nicaragua. El autor del drama está considerado como el mejor comediógrafo contemporáneo de su país. Fuertes aplausos premiaron la obra y a sus intérpretes. José Antonio BAYONA.» (La Vanguardia Española, Barcelona, martes 16 abril 1957, pág. 7.)

«Lectura de una obra teatral cubana. En el salón de actos del Instituto de Cultura Hispánica se verificará hoy, jueves 27, a las siete y media de la tarde, la lectura de la farsa en cinco cuadros Los siervos, original del escritor cubano Virgilio Piñera. La lectura correrá a cargo del teatro de ensayo ‘Escena’, en su ciclo de teatro hispanoamericano, bajo la dirección de Aitor de Goiricelaya, actuando como intérpretes Antonio Garay, Juan Miguel Lizárraga, Luis Sáenz, Venancio Muro, Sergio Meiidizábal, Enrique Marco y José Triana. Después de la lectura se celebrará un coloquio sobre teatro hispanoamericano, en el que tomarán parte el dramaturgo peruano Salazar Bondy, el autor nicaragüense José de Jesús Martínez, la actriz María Victoria Salinas, del Teatro Experimental de la universidad de Chile, y José Moraleda, director del teatro de ensayo ‘Escena’. Las invitaciones pueden recogerse en el Departamento de Asistencia Universitaria del Instituto de Cultura Hispánica.» (ABC, Madrid, jueves 27 junio 1957, pág. 61.)

En Madrid es alumno de José Luis López Aranguren, catedrático desde 1955 de Ética y Sociología en la Sección de Filosofía:

«A mí me recordaba una teoría, basada en Marx y en Weber, que un profesor, José Luis Aranguren, a quien yo le debo muchísimo, nos explicaba en su cátedra universitaria de Madrid. De acuerdo con esta teoría, frente a la ética católica del fracaso, donde el camino al cielo está lleno de espinas, se levanta, con Lutero y Calvino, en los inicios de la modernidad, la ética del éxito, mucho más cónsona con la mentalidad y los intereses de la naciente burguesía. Según esta concepción, la única forma que tenemos de saber que estamos entre los elegidos, que estamos en gracia de Dios, es a través del resultado de nuestras empresas. No es, pues, dinero o poder lo que persigue el rico. Lo que persigue es saberse amado por Dios.» (MgT 280-281)

«Hoy me sorprendo de cuántos detalles recuerdo de esa película a la que no le puse la más mínima atención. Yo tengo la impresión de que es una mano extraña la que nos graba las cosas en la memoria, de que no depende de uno lo que después se va a recordar. Por ejemplo, recuerdo, vívidamente además, un hombre gordo que viajaba en un autobús, en México. Le faltaba un botón en la camisa. De esto hace casi cuarenta años. Pero no recuerdo el acto en el que me doctoré, por ejemplo. Tendría que ponerme a escarbar. Y a lo mejor ni así.» (MgT 177)

«Recuerdo que una vez, caminando por las calles de París, le mostré la Opera y le dije medio en broma, aludiendo a mi época de estudiante: “Vea usted, mi General, mientras usted trabajaba en un radio patrulla dirimiendo pleitos de vecinos que se tiran los orines, yo estaba allí adentro, oyendo ópera”. “Sí –me dijo–, pero por eso mismo tú eres sargento y yo soy general”. Seguramente tenía razón, pero estaba respirando por la herida, porque yo sé que siempre envidió la vida medio bohemia del estudiante en Europa y de la cultura refinada a la que no tuvo acceso. Su universidad fue, literalmente, la de la calle. Y en ella se doctoró, magna cum laude.» (MgT 110)

Desde 1960 se asienta en la ciudad de Panamá, junto con su amigo Ricaurte Soler, donde desarrolla su carrera de profesor de secundaria y en la Universidad de Panamá, enseñando filosofía y luego matemáticas. Desde su primer número, octubre de 1960, forma parte de la revista Tareas: su nombre aparece entre los 139 “patrocinadores” de los dos primeros números, el tercero publica su poema Lección sobre las manos (marzo-abril 1961, págs. 89-92) y el cuarto su drama Caifás (homenaje a Rogelio Sinán) (mayo-julio 1961, págs. 47-111), &c. Un profesor peculiar, poeta y dramaturgo, que también es aviador, instructor de vuelo y sucesivo propietario de aviones, de los que puede vivir cuando su independencia le hace perder sus empleos académicos.

«En Panamá hay un oligarca, sin señas particulares, que se llama Boby Eisenmann Junior [Ithiel Roberto Eisenmann Field Jr., 1937]. Boby se compró un puesto en la oposición a Torrijos financiando un periódico llamado, perfectamente adrede, como su colega nicaragüense, La Prensa [1980]. No conozco bien la historia, pero parece que Boby juega un poco a conspirador y el General Torrijos lo embarca al Ecuador. Pero él, naturalmente, termina en Miami. De él, y de otros como él, dijo Torrijos que ellos allí, en Miami, no estaban exilados. Que exilados estaban en Panamá. Todos sus intereses, su cultura, su lenguaje, lo tienen allá. Aquí lo que tienen son tiendas, negocios, y a eso no se le puede llamar patria. Pues bien, yo le trabajé a ese señor. Mucho antes del 11 de Octubre del 68, antes de Torrijos, quiero decir, en una de mis frecuentes quedadas sin trabajo en la Universidad y en la secundaria, esa vez creo que por haber ido a Cuba a un festival de teatro, yo le trabajé a Boby como piloto de un avión que tenía y que hacía vuelos a Playa Coronado, un proyecto urbanístico de casas de playa para la gente rica. [Desarrollo Golf Coronado, S.A.] Nadie me dijo que estaba denigrando mi dignidad de catedrático universitario sirviéndole de chofer, porque un piloto no es otra cosa, a un oligarca. Todo el mundo lo vio como una cosa perfectamente natural. Nunca llegué a entrar a la casa de Boby. Si me daban ganas de orinar, lo hacía detrás de un árbol. Una vez pedí un vaso de agua, y me lo dieron a través de una de las ventanas de la cocina. En tanto que en la casa de mi General Torrijos comía en la mesa con él. Con Torrijos mi oficio era “repugnante”, un oficio revolucionario, histórico, de grandes satisfacciones. Con el otro, en cambio, no, porque ser sirviente del sirviente del yanqui, nos hace, por transitividad, sirvientes también del yanqui, que para ellos es un honor.» (MgT 261-262)

«Más o menos por esa época, con el apoyo del General Torrijos, me compré una avioneta nueva. Digo, nueva para mí, porque era un avión de segunda mano. De segundo cielo, habría que decir. Incluso más viejo que el que ya tenía, pero con unas características más convenientes para el uso que pensaba darle. Era el cuarto avión en mi vida. Eso es como decir: mi cuarta mujer, mi cuarta parte de la vida. El que yo tenía era un Cardinal, muy bonito y bastante nuevo. Espacioso por dentro, y silencioso. Le tenía instalada una tocadora de cassette, de manera que podía subir más arriba de las nubes y oír los conciertos brandenburgueses. Eso era como tener quince años, tenerle miedo a la muerte e ir a misa. Mi avión volaba como una reina, sin esfuerzo, pero, así mismo como una reina, sin ninguna capacidad de carga. Y tardaba mucho en despertarse, en espiritualizarse, en despegarse de la tierra, donde pasaba todo el día durmiendo. Necesitaba mucha pista. Y además, que fuese de cemento. No quería tener nada que ver con pista de tierra. Pero la reina tenía una mancha en su biografía: había matado a un hombre. Con la hélice le cortó la cabeza. Y esas cosas cuentan en la personalidad y perfomancia de un avión.» (MgT 186)

Prólogo a la segunda edición

por José de Jesús Martínez

Un filósofo muy ilustre dijo una vez que la América Latina no había pensado. Sin duda quiso decir que entre nosotros no ha habido ningún Hegel, ningún Parménides. Lo cual es efectivamente cierto. Por razones bien claras, que este mismo libro pone de manifiesto, los pensadores americanos nunca han sido virtuosos de la Filosofía, no han tenido la delicada habilidad para tejer ideas con la asepsia del laboratorio ni la holgura material para construir esos grandes sistemas o catedrales del pensamiento. Pero, para quienes la actividad, la acción de pensar, no es un experimento químico sino una actividad, una acción, que emerge de la vida y de la coyuntura histórica, el contenido de este libro –y mostrar es la forma más contundente de demostrar– que el espíritu americano ha reflejado las luchas y contradicciones de su biografía social y económica. Y además, que este pensamiento americano tiene todas las intenciones de revertir, armado de razones, sobre esa misma realidad de donde emergió y que no ha traicionado por el prurito de aparecer en una Historia de la Filosofía.

De la exigencia de una segunda edición en corto tiempo y en un medio como el nuestro, del excelente libro del Dr. Ricaurte Soler, podemos sacar una segunda conclusión realmente optimista: Los americanos no sólo hemos pensado, y bien, sino además pensamos en ello. Es decir, estamos tomando conciencia. Esa conciencia sin la cual nuestras ideas habrían sido inútiles objetos de museo, y no lo que en este libro se convierten: herramientas y armas para el combate y el progreso.

(Ricaurte Soler, Estudios sobre historia de las ideas en América, Universidad de Panamá, Panamá 1966, págs. 3-4.)

El 11 de octubre de 1968 triunfa el golpe de Estado por el que los militares, encabezados por el Teniente Coronel Omar Torrijos y el Mayor Boris Martínez, deponen al presidente constitucional Arnulfo Arias Madrid. José de Jesús Martínez participa en las manifestaciones que en la Universidad de Panamá se producen contra el golpe: “…canté el himno nacional llorando por los efectos de los gases lacrimógenos, pero también de rabia, de impotencia y de humillación. Al final, terminamos sitiados en el Hospital Seguro Social, adonde habíamos corrido a refugiarnos. Perdí mi trabajo en la Universidad y tuve que irme a trabajar a la de Honduras” (MgT 21-22).

«Cuando regresé, el perfil auténtico de Torrijos comenzaba a dibujarse, pero todavía no lo pude reconocer. A todo esto, la vida había metido su mano en la mía y mi mujer se había casado con un gringo. Por eso, años después, le bromeaba al General diciéndole que él me debía una mujer, porque por culpa suya había perdido la mía. Y que mi antiimperialismo no era solamente político, sino que, además, un asunto personal. Me fui becado a Francia por dos años a estudiar matemática. Allí me empaché de arte, de café, vino... Hoy me doy cuenta de que en París llegué a una esquina, y que la angustia de mirar por todos lados era la de quien busca valores como puntos de referencia…, la de quien busca una dirección, un sentido..., aunque fuese un pretexto... No encontré nada. Sólo Panamá, allá en la lejanía. Regresé a Panamá porque no tenía dónde ir. De nuevo en la Universidad, ya no como profesor de filosofía sino de matemática, me refugié en un equipo de cine experimental universitario. Con ellos fui un día a la base militar de Río Hato a filmar la llegada de un grupo de estudiantes para una jornada de trabajo voluntario. Como llegaban temprano en la mañana, nosotros nos fuimos desde la tarde anterior. Nos alojaron en unas barracas cerca del mar, muy cómodamente, pero dormí mal esa noche. […] Cuando amaneció les manifesté a los compañeros cineastas, Pedro, Enoch, Rafael, mis deseos de entrar al reclutamiento. Pero también mis dudas sobre si podría yo, a mis 45 años, aguantar un régimen de vida tan riguroso y de ejercicios tan violentos. Ellos prefirieron no opinar. En eso acertó a pasar por ahí un oficial, el entonces Mayor Roberto Díaz, y yo le dije que quería hacerme recluta. Me dijo que lo consultaría, mirándome inquisitorialmente. Y yo pensé que todo quedaría allí. Seguramente mi audacia y mi desenvoltura verbal cuentan con mi habitual fracaso de embonar con la realidad y de ver realizados mis proyectos. No solamente estoy acostumbrado a fracasar sino que incluso cuento con esos fracasos. Pero esa vez también eso fracasó, porque media hora más tarde me dijo el Mayor Díaz que había hablado con el General Torrijos y que éste le había dado el visto bueno para que yo pudiera ingresar al reclutamiento. A condición de que me cortara la barba. Una larga barba de clochard que yo siempre he considerado que me hace parecerme a mí. Después supe que el General había dicho, al enterarse de mi solicitud, que seguramente yo andaba buscando tema para escribir una novela. Y de verdad que en esos meses que duró el reclutamiento tuve unas experiencias buenísimas que andaban buscando autor. Pero el hecho, bueno o malo, es que yo siempre he querido mantenerlas bien aparte, la literatura y la vida, por respeto a ambas.» (MgT 21-26)

De manera que, mediados los años setenta, José de Jesús Martínez, coetáneo del general Omar Torrijos Herrera (1929-1981), adalid máximo de la Revolución Panameña, ingresa con vocación tardía en la Guardia Nacional y poco a poco se va convirtiendo en “hermano”, asesor político, confidente, guardaespaldas y edecán del Comandante en Jefe de la Guardia Nacional, máxima autoridad de Panamá.

«José de Jesús Martínez (Panamá, 1929), cuyo especialidad universitaria explica parcialmente el carácter filosófico de su teatro, había estrenado su primera obra, La mentira (1954), en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid. Allí mismo será representado en 1976 su drama Enemigos (1962), como producción cultural de dicha institución. La crítica calificó de “admirable” la puesta en escena y de “drama tenso, intenso y trascendido” el texto, que enfrenta a “tres personajes tras un combate en tiempos de la revolución mejicana”.» (Manuel Pérez, “Autores iberoamericanos en la escena madrileña de la transición política”, Teatro 1992, nº 2, pág. 200.)

Durante un quinquenio José de Jesús Martínez acompaña a Torrijos por todo el mundo. En 1976 y 1977 serán un trío, pues se les suma el joven fotógrafo angelino Tom Zimberoff, incluso durante la firma de los determinantes tratados con el presidente Carter en Washington, el 7 de septiembre de 1977.

José de Jesús Martínez

Tom Zimberoff, General Omar Torrijos in Panama 1976-77

https://vimeo.com/35473106

Derrotado Carter en las elecciones presidenciales yanquis de 4 de noviembre de 1980, inicia Ronaldo Reagan, en enero de 1981, su mandato imperial: en mayo un sospechoso accidente aéreo termina con Jaime Roldós, presidente constitucional del Ecuador; y el 31 de julio desaparece por Penonomé la aeronave de la Fuerza Aérea Panameña en la que viajaba Torrijos, comandante de la revolución panameña.

«El imperialismo lo tenía vigilado al General, esperando que cometiera el primer error, esperando pacientemente que cayera en una trampa. Hasta que caímos. Cayó. Desde Penonomé hasta Coclesito, hay 11 minutos de vuelo en el Twin Otter, un avión canadiense famoso por lo seguro. A los 5 minutos de haber despegado, se debe poder ver el aeropuerto de Coclesito. No hay forma de que en un intervalo tan corto nos “sorprenda” el mal tiempo. Es como si nos cogiera una tormenta cruzando una calle. Puede que cruzando una plaza, pero no una calle. Cinco minutos de vuelo son una calle. No una plaza. Los pilotos de la Fuerza Aérea se jactaban de que el General Torrijos no volaba en tiempo malo aún cuando éste mismo lo ordenara. […] Hay que descartar, pues, la posibilidad de que el piloto se haya metido adrede en el mal tiempo. En la radio de la casa de la escolta, se oyó cuando el Capitán Adames, comandante de la aeronave, cerró el plan de vuelo. Un piloto hace eso cuando tiene el aeropuerto a la vista, y sabe que llegó sin problema. Para no complicar más las tareas del descenso y el aterrizaje con la de estar hablando por radio. En esa misma radio se oyó cuando el escolta Machasek, a bordo del avión, solicitaba dos autos en la pista. Habían llegado. Y eso fue lo último que se oyó. Después unos campesinos dijeron que oyeron dos explosiones. Como si una hubiese sido cuando el avión estaba en vuelo, y la segunda al momento del impacto con el cerro. Unos cuantos días antes Hugo Guiraud, el director del proyecto de Coclesito, había visto, y denunciado, aviones gringos sobrevolando el área. Alegaron que “se habían perdido”. La fábrica canadiense del avión mandó a sus técnicos a investigar los restos del avión. Se descartó absolutamente la posibilidad de que hubiese sido un fallo de máquina. Existe una tecnología del asesinato tan sofisticada y eficiente como la que puede poner a un hombre en la luna. Me consta que hay bombas especiales, capaces de inutilizar a la gente sin matarla y sin producir daños materiales. Se las tiene para el caso de secuestros. Esto lo digo porque el avión del General no se despedazó en el aire. Quedó más o menos concentrado en un mismo sitio. No hay necesidad de referirse a la “coincidencia” de la muerte, igualmente por “accidente” aéreo, del Roldós, del Ecuador, y del General Hoyos, del Perú, justamente en momentos en que al imperialismo le conviene que estos dirigentes desaparezcan. Aquí mismo en Panamá, y en un lapso de tiempo muy reducido, mueren, por “accidente” aéreo también, o “avionazo”, como se ha dado en llamarlos, los dirigentes guerrilleros Jovel, de El Salvador, y Bateman, de Colombia. Desde el punto de vista matemático, la probabilidad de que todos estos “accidentes” hayan sido tales, es tan pequeña que debemos considerarla nula. Seguramente todavía no se han descubierto las evidencias físicas conclusivas que demuestran que el imperialismo mata a sus enemigos. ¡Como si hubiese que demostrarlo! Y en particular las que se refieren a la muerte del General Torrijos. Como si no se hubiesen descubierto, y hecho público en los propios Estados Unidos, planes concretos de la CIA para asesinar a Torrijos. Pero yo pienso que las evidencias políticas son tan convincentes como cualquiera otras. Y los norteamericanos tenían razones políticas de sobra para asesinar al General. El mismo General Torrijos me lo dijo, comentando un documento oficial de los norteamericanos, los Dissent Papers, que pudimos interceptar. “Mira, Chuchú, aquí dicen que soy ‘visceralmente anti-norteamericano’, que soy ‘borracho’ y que puedo ‘destruir el Canal’. Suma esas tres cosas”. Y se me quedaba viendo, para ver si a mí me daba el mismo resultado que a él: “Hay que eliminar a Torrijos”. Quizás no se pueda probar directamente, todavía, que fue la CIA quien lo eliminó, pero sí indirectamente, porque se puede probar que no fue un accidente. No lo mató una falla mecánica del avión. No lo mató un mal tiempo sorpresivo. No lo mató una imprudencia ni una falta de pericia del piloto. Entonces, ¿quién lo mató? Cuando el escándalo de Watergate en 1973, entre las porquerías que salieron a flote del fondo de la política norteamericana, fue un proyecto de la CIA de asesinar a Torrijos. El plan aborta, porque se había hecho público, pero no se desactiva, y el odio siguió incubado, madurando para una mejor ocasión. Y esto en 1973, cuando el patriotismo de Torrijos comenzaba a despuntar con actos modestos pero significativos, como su convocatoria, en Panamá, del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El Documento de Santa Fe y los Dissent Papers dicen bien clarito, hasta para quien no quiera oír, que el 31 de Julio de 1981 había razones políticas de sobra para eliminar de la escena centroamericana al dirigente que con más fuerza, y eficacia, podía oponerse a la estrategia imperialista para la región. La prueba de que nadie más que ellos pudieron haber sido, es una prueba de que fueron ellos. Estoy seguro de que después vendrán otras.» (MgT 348-352)

«El viernes 31 de julio de 1981 fue uno de esos días aciagos que nadie espera que ocurran. El general Omar Torrijos Herrera, líder del proceso panameño que culminó con el triunfo de la nación panameña sobre el imperialismo yanqui y su dominación colonial en nuestro país, murió víctima de lo que se presume con bastante certeza fue un atentado de aviación. Partió de este mundo sin decir adiós y se llevó con él a su ínclita revolución, que en la intimidad, decía Chuchú, el mismo general llamaba revulú. Su desaparición cambió toda la escena política nacional. El siniestro significó para Chuchú y Soler que había caído el telón del llamado proceso panameño, que ambos apoyaron con la razón y el corazón. El dolor es contagioso... mucho más el dolor infinito. Lo sintió Chucho Martínez con la muerte de Omar Torrijos. Lo sintió Soler con la muerte de Chuchú. Lo sentí yo con la muerte de Soler. Los tres llegaron hasta el umbral de su utopía nacionalista con el triunfo de los Tratados Torrijos-Carter, pero ninguno alcanzó a celebrar la victoria final aquel inolvidable mediodía del 31 de diciembre de 1999.» (Miguel Montiel Guevara, Ricaurte Soler. La cuestión de Identidad Nacional y Latinoamericana, Panamá 2013, págs. 16-17.)

Prólogo a Ideario: Omar Torrijos

Omar Torrijos y José de Jesús Martínez

Los textos del General Torrijos fueron escritos o dichos con el propósito de mover al pueblo panameño en determinada dirección. Porque es la dirección de nuestros actos, y no su dimensión, lo que realmente cuenta. “Un sólo milímetro en la correcta dirección histórica –decía–, es un avance mil veces mayor que un metro en la dirección opuesta”. Por eso mismo cuenta más, tiene más peso histórico específico, un obrero, un estudiante, o un guardia raso, correctamente politizado, que un Ministro, un Profesor, o un alto Coronel, nadando contra la corriente de nuestros tiempos.

Esta correcta dirección de ataque se aplica en dos frentes: el interno o doméstico, y el internacional. En el frente internacional la dirección del torrijismo es frontalmente contra el imperialismo norteamericano. La presencia física, ostensiva e insolente del enclave colonial en el centro geográfico, económico y cultural de nuestra Patria, le da a esta dimensión del pensamiento del General Torrijos un peso moral de acero y concreto. El imperialismo en Panamá no es un concepto abstracto.

Ni puede tampoco serlo, en consecuencia, el antiimperialismo del General Torrijos.

En el frente interno, la dirección de fuego que el General Torrijos, con sus palabras y sus acciones, quiso imprimirle al Pueblo panameño, apuntaba a dos objetivos estratégicos: primero, la conquista del Poder Popular y, segundo, un Estado económicamente próspero y, por lo mismo, independiente.

La creación de la Asamblea de Representantes de Corregimientos, las Juntas Comunales y Locales…, son colinas ganadas, pasos encaminados a la conquista del primer objetivo. Los Asentamientos Campesinos, las fábricas, los ingenios estatales, y sobre todo la recuperación del Canal y su Zona…, pasos encaminados a la conquista del segundo objetivo.

Estos dos objetivos no son independientes. El segundo sin el primero, es decir, un Estado productor rico, pero no en las manos del que produce su riqueza, es Capitalismo Estatal, la forma de explotación capitalista más refinada e hipócrita: a través de un tercero, un Estado intermediario. Y lo primero sin lo segundo, es decir, un Poder Popular sin poder económico, es lo mismo que nada, porque de acuerdo a un viejo aforismo: “El que ostenta el poder económico ostenta el poder político”.

En la batalla de Panamá por su liberación y desarrollo, ha caído el General Torrijos, su principal estratega. Pero no ha caído su estrategia. Nos la ha dejado en herencia a través de sus obras, sus instituciones, sus escritos y su ejemplo. Y permanecen los elementos básicos que la componen: la politización del Pueblo, la lealtad de la Guardia Nacional al ideario torrijista, la solidaridad internacional, y el apoyo entusiasta de la juventud.

Los textos del General Torrijos no fueron escritos o dichos con el propósito de ser objetos de meditación, de discusión o de admiración. Son un llamado a la acción.

José de Jesús Martínez
Panamá, 13 de Febrero de 1982

(Ideario: Omar Torrijos, Selección y prólogo de José de Jesús Martínez, EDUCA, San José de Costa Rica 1982, pág. 5.)

1983 «Graham Greene visita en La Habana a Fidel Castro. La Habana. El escritor inglés Graham Greene estuvo veinticuatro horas en La Habana, cinco de ellas en charla nocturna con Fidel Castro. El autor de Nuestro hombre en La Habana llegó a esta capital en vuelo procedente de Nicaragua, acompañado por el panameño Jesús “Chuchu” Martínez, miembro del equipo personal del fallecido Omar Torrijos, y regresó a Managua en la mañana del día siguiente.» (ABC, Madrid, 14 de enero de 1993, pág. 41.)

1984 «Graham Greene: “Torrijos estaba obsesionado con la muerte” Libro-reportaje sobre el líder panameño. Londres. Alfonso Barra. Graham Greene, que cumple ochenta años en octubre, hace otra salida al campo turbulento de la política centroamericana. Su pluma se transforma, de nuevo, en tizona defensora de los dirigentes izquierdistas. El libro publicado ahora, Getting to know the general (Conociendo al general) es un reportaje laudatorio dedicado a Omar Torrijos, el tenaz liberador del Canal de Panamá. Hay más tratamiento de malos y buenos que profundidad en el análisis del personaje. El año 1976, Greene descansaba merecidamente en Antibes, muy lejos de toda conmoción revolucionaria. Recibió una sorpredente invitación para ir a Panamá, invitado por él héroe Omar Torrijos, a quién no conocía personalmente. El buen lazarillo del novelista en aquel país es José de Jesús Martínez, “Chuchu” para sus compatriotas, sargento de la guardia personal del presidente. En la primera entrevista, Torrijos criticó a los intelectuales. “Los intelectuales –precisó– son como el cristal fino, como la copa de cristal que se quiebra por un ruido. Panamá es, por el contrario, roca y tierra.” La andanada del general es bien recibida por el novelista. Le aclara que se salva de ser intelectual porque hizo novillos a tiempo en la escuela. Resume Greene el pensamiento religioso del general con el comentario de éste: “Si en un pueblo encuentro la hierba sin cortar en el cementerio es que es un mal pueblo. Si no cuida de sus muertos tampoco cuidará de quienes están vivos.” Torrijos admiraba a García Márquez y estaba obsesionado con la idea de la muerte. Tuvo una amplia cantera de asuntos amorosos extramatrimoniales, pero, fue fiel al pasado con su mujer, hija de un judío de Nueva York. Torrijos es presentado como un dirigente socialdemócrata que quiere para Centroamérica justicia con independencia, sin hostigar a Estados Unidos. No era comunista, pero admiraba a Tito y tenía buenas relaciones con Fidel Castro. El general Torrijos muere el año 1981 en accidénte de aviación. Chuchu cree que fue asesinado. Una bomba en el avión. Según Greene, los únicos interesados en su desaparición no son los norteamericanos sino los militares salvadoreños y los conservadores de Panamá. Graham Greene ofrece un reportaje interesante y con buen ritmo descriptivo. Los malos se parecen a Boris Karloff (Pinochet), con ojos de zorro (Videla), mal trajeados (Banzer). Los buenos como Omar Torrijos son guapos, tienen una figura seductora y cabellos románticos.» (ABC, Madrid, viernes 28 septiembre 1984, pág. 43.)

José de Jesús Martínez publica en 1987 su libro testimonio Mi general Torrijos, que había de convertirse en su obra más difundida, publicada en Panamá por el Centro de Estudios Torrijistas, consagrada tras recibir el cubano Premio Casa de Las Américas 1987, y reeditada numerosas veces en Costa Rica, Cuba, Nicaragua, Argentina, Colombia, El Salvador, México, Venezuela, &c.

«Decía el General Torrijos que los intelectuales éramos de “cristal de murano”, en tanto que la realidad era de “tierra y roca”. Por eso eran tan desastrosos nuestros choques, nuestras contradicciones con la realidad. […] El General contaba muy complacido el cuento de un intelectual al que le había confiado la dirección un proyecto agrícola. Un día el General lo va a visitar y le pregunta cómo le va. “Mal –le dice el intelectual–, la realidad no se ajusta a la teoría”. “¿Cambiamos la realidad, compañero?”, le pregunta el General. “Mejor cambiamos la teoría, General”, le contestó el intelectual. No para refutarlo, al revés, para reírme junto con él, yo le conté al General lo que se dice del gran filósofo idealista de estirpe española, Benito Espinoza, que cuando le argumentaron que su teoría se contradecía con la experiencia, contestó: Nego experientam. Que es como se dice en latín “Me vale verga la realidad”. Y eso le daba más cuerda a la risa del General. Y sin embargo, él mismo era un intelectual, y sus críticas constantes a la filosofía, a la cultura elaborada, eran filosóficas y culturalmente elaboradas ellas mismas. Lo dijo Pascal, para citarlo de nuevo a pesar de todo: “Burlarse de la filosofía, eso sí que es filosofar de verdad”. Y el General Torrijos, en el fondo, siempre tuvo un gran respeto por esos valores académicos que él mismo no había podido perseguir formalmente. Por ejemplo, cuando viajaba de incógnito, su “profesión u oficio” era el de “profesor”. Nunca le pregunté profesor de qué cosa pensaba él que era la profesión de su doble, pero yo creo que era algo de humanidades. Posiblemente de filosofía.» (MgT 150-151)

«Cuando estaba con él, sobre todo en el exterior, me presentaba de diversas formas. Todo dependía de la gente con la que estábamos. Por ejemplo, si era con estudiantes, me presentaba como “profesor”. Si era gente rica, como “doctor”. Si no me presentaba, inmediatamente adquiría mi papel de sargento. O el del rango del oficial de enlace, si había alguno. Antes de tomar cualquier pose, yo esperaba que me presentara, porque las poses son diferentes. Por ejemplo, un profesor puede cruzar las piernas completamente, pero un militar no. El militar las cruza hasta el tobillo, nunca hasta la rodilla. El único militar que he visto cruzar las piernas hasta la rodilla fue el General Torrijos, pero él era una excepción. Digamos que fue un poco un profesor frustrado. Una vez veníamos volando en el Concorde, el avión supersónico que vuela más rápido que una bala fusil. De alguna manera se enteraron de que él venía a bordo y un miembro de la tripulación se acercó a saludarlo. ¡Entonces a mí me presentó como su piloto personal! Cuando el capitán del Concorde lo supo, me mandó a llamar a la cabina, y tuve miedo de que me fuera a dar la cortesía de probar los mandos del avión. Eso se entre pilotos. Y el General lo sabía. Afortunadamente no lo hizo. Estoy hablando del humor del General Torrijos.» (MgT 165-166)

«En una ocasión cenaba con Marcos en un restaurante más o menos modesto de Tegucigalpa. Discutíamos filosofía. Como yo soy doctor en eso, no quería dar mi brazo a torcer. Quien sabe qué tesis existencialista yo defendía, la cosa es que le eché mano a mi título para callarlo. Entonces llegó un un niño pordiosero (¡que palabra tremenda esa!) y me pidió las sobras. Yo había ordenado pollo pero seguramente tenía hambre, porque no dejé nada. Así se lo dije al niño, como pidiéndole disculpas. “No importa –me dijo el niño–, deme los huesitos”. Y cogió los huesitos, los puso todos en una mano y se los fue comiendo con la otra. Entonces Marcos, victorioso, con su acento y sintaxis nicaragüense, se me tiró encima a rematarme: “Ajá, niñó, hablá ahora, hablá…” Porque sabía que no existía en todo el universo una palabra que osara tapar el hueco de silencio hondo que el muchachito nos dejó. Nuevamente la sonrisita de Marcos. Aparentemente eso era exactamente lo que quería decirme, decir.» (MgT 179)

1987 «La Iglesia denuncia la arbitrariedad de las leyes. La Iglesia católica de Panamá, en un comunicado remitido el domingo y que recoge la agencia Afp, acusa a las Fuerzas Armadas panameñas de intimidación y denuncia la “arbitrariedad” de las leyes, reclamando también la liberación del coronel Roberto Díaz, antiguo “número dos” de las Fuerzas de Defensa panameñas. […] Por otra parte, el general Omar Torrijos murió asesinado, afirmó en el programa Testigos de la Historia del Canal-5 de la TV panameña, José de Jesús Martínez, que fue guardaespaldas del militar, según Efe. El entrevistado, más conocido en Panamá y en el mundo intelectual como “Chuchú” Martínez, sostiene la tesis de que “los norteamericanos” lo mataron, “como a Samora Machel, de Mozambique, y a Jaime Roldós de Ecuador”. […] Por su parte, la revista Newsweek dice que la Administración Reagan está dispuesta a seguir apoyando a las Fuerzas Armadas panameñas, siempre y cuando este respaldo no refuerce la posición de Noriega.» (ABC, Madrid, martes 4 agosto 1987, pág. 26.)

El miércoles 20 de diciembre de 1989 el ejército de los Estados Unidos de Norteamérica bombardea la ciudad de Panamá y 26.000 soldados yanquis comienzan la invasión de la República en la que todavía mantienen “la Zona”…, Operation Just Cause que, más de 3.000 muertos después, dan por concluida el 31 de enero de 1990 con la detención del general Manuel Antonio Noriega.

La invasión a Panamá, entrevista con José de Jesús Martínez

(realizada por Claudio Coronati, tres meses después de la invasión, con imágenes grabadas en la Universidad de Panamá)

Durante el año 1990 profesores y exprofesores de filosofía de la Universidad de Panamá asumen la tarea de interpretar lo sucedido e incorporarlo a la filosofía de la historia panameña e hispanoamericana. En diciembre aparece el libro de Olmedo Beluche, La verdad sobre la invasión (publicado por CELA –Centro de Estudios Latinoamericanos ‘Justo Arosemena’, institución constituida en torno a la revista Tareas, que Ricaurte Soler venía dirigiendo desde 1960–, Panamá, diciembre 1990; 2ª ed., febrero 1991; &c.; en 1993 CELA publica su Diccionario de sociología marxista), a principios de 1991 se distribuye desde México el libro de Ricaurte Soler, La invasión de Estados Unidos a Panamá. Neocolonialismo en la posguerra fría, y está a punto de aparecer, en Bogotá, el libro de José de Jesús Martínez, La invasión de Panamá… Pero el domingo 27 de enero de 1991 un infarto acerca la muerte a Chuchú, y en su casa de Panamá se le va la vida.

1991 «José de Jesús Martínez, Ex-Torrijos Aide, 61. José de Jesús Martínez, poet, playwright, philosopher and mathematician and a former aide to the late Gen. Omar Torrijos Herrera, the Panamanian leader, died on Sunday at his home in Panama. He was 61 years old. He died of a heart attack, associates said. A native of Nicaragua who became a Panamanian citizen, Mr. Martínez was perhaps best known to Americans as the “Sergeant Chuchu,” who was described by Graham Greene in Getting to Know the General, a work of nonfiction published in 1984. Mr. Martínez had volunteered to become a member of the Panamanian National Guard, achieved the position of sergeant and was widely regarded as General Torrijos's closest adviser, accompanying him on many of his international trips. Mr. Martínez was married to a number of women and had many children. Mr. Martínez won the National Theater Prize in Madrid in 1952 for his play, La Perrera. He won Panama's Premio Ricardo Miro in 1969 and in 1971 for playwriting and for his philosophical essays. He also won Cuba's Casa de Las Americas prize for his book, Mi General Torrijos, published in 1987. Mr. Martínez studied at the Catholic University of Chile, the Autonomous University of Mexico and later did doctoral and postdoctoral work in Spain, Germany and France.» (The New Yort Times, Nueva York, martes 29 enero 1991, pág. B4)

«José de Jesús Martínez, poeta, dramaturgo, matemático y ayudante del general Torrijos. José de Jesús Martínez, guardaespaldas y hombre de confianza del fallecido presidente panameño Omar Torrijos, falleció el pasado domingo en su residencia en Panamá de un ataque cardiaco. Tenía 61 años. Conocido como Chuchú o el sargento Chuchú, había nacido en Nicaragua y tenía nacionalidad panameña. Estudió en la Universidad Católica de Chile, en la Universidad de México y en la Sorbona de París, donde se licenció en matemáticas. Obtuvo doctorados en universidades europeas, entre ellas la Complutense de Madrid, donde se doctoró en Filosofía. Fue también aviador, catedrático de Filosofía Marxista y director del Centro de Estudios Torrijistas.» (El País, Madrid, miércoles 30 enero 1991.)

«José de Jesús. José de Jesús Martínez, guardaespaldas y hombre de confianza del fallecido presidente panameño Omar Torrijos, falleció, a los 61 años de edad, el pasado domingo a causa de un ataque cardiaco.» (ABC, Madrid, miércoles 30 enero 1991, pág. 42.)

2007 «He leído un par de veces Conociendo al General, el relato que Graham Greene escribió sobre Panamá y Torrijos. Es un libro mediocre que, sin embargo, me hizo saber bien de un personaje de novela: el genial José de Jesús (Chuchú) Martínez, escritor, profesor universitario de filosofía y matemáticas, que a los 42 años de edad decidió hacerse soldado para estar bajo las órdenes directas de Torrijos. Su caso llegó a oídos del General, que lo tuvo haciendo instrucción durante dos años, hasta que lo convirtió en sargento y lo ascendió a jefe de su escolta personal. Mi general Torrijos es el libro central de Martínez, escrito desde la devoción, lleno de viajes y datos históricos, relatos políticos, intrigas y diálogos de Torrijos con cientos de importantes interlocutores, que se hubieran perdido sin la cercanía cómplice de Chuchú Martínez, íntimo amigo de Greene hasta su muerte. Mis amigos Arístides Royo y los hermanos Morgan, Eduardo y Juan David, me llevaron por primera vez a la “Fundación Omar Torrijos”, donde la sombra de Chuchú está en todas partes junto a su General. Martínez, fallecido de infarto hace años, sostuvo siempre que la muerte de Torrijos fue provocada por un atentado con ínfulas de accidente. Otros creen que fue un accidente con sombras de atentado. Es el caso que, hoy, cuando atravieso una vez más las aguas mágicas del canal de Panamá, recuerdo las palabras premonitorias de Torrijos: “Yo no quiero entrar en la Historia, sólo quiero entrar en el Canal”.» (Juan Jesús Armas Marcelo [1946], “Por el canal de Panamá”, ABC Cultural, Madrid 6 enero 2007, pág. 8.)

2011 «…Chuchú tuvo varias parejas. Cuentan que poco antes de fallecer en 1991, a los 61 años, intenta recordar cuántos hijos tiene de distintas relaciones. Calcula que son diez, pero no está seguro. Se le mezclan los suyos con los que son hijos de matrimonios anteriores de sus mujeres y a los que considera como propios. || En 1983 la periodista Stella Calloni me presenta en Nicaragua a la joven cónsul panameña Luz Lescure, diplomática de carrera y sensible poetisa. Y poco tiempo después Luz me presenta a Chuchú. La charla se prolonga más allá de una botella y media de whisky. Vuelvo a verlo en México en 1990 y me regala su libro de poemas Ars Amandi. No puedo recordar si es en esa ocasión o antes, en Managua, que me dice algo increíble: “–Toda la vida he sido un mediocre. Como piloto, nunca volé un avión de gran envergadura. Como karateca, sólo fui cinturón marrón. Como militar, apenas llegué a sargento… Y nunca hice el curso de paracaidismo.” Desde muchos años antes, este hombre –filósofo, políglota, poeta, miliciano– ya era una leyenda viviente en toda América Central. Pero aquí sigue siendo un total desconocido para nuestros intelectuales a la carta y conferenciólogos, afiliados al club del elogio mutuo, la premiación recíproca y las escaramuzas a los codazos para salir en la fotografía, cultores orales de un concepto de Patria Grande que en la práctica no excede los límites municipales. Por cierto, la mejor foto de José de Jesús Martínez no es la de sus clases magistrales, reconocimientos nacionales e internacionales, viajes por el mundo. Su mejor imagen está registrada en un afiche de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá: besa a un niño durante un viaje para resolver necesidades de poblaciones campesinas. El sociólogo, periodista y dramaturgo panameño Raúl Leis –otro amigo, fallecido en abril de este año– lo recuerda así: “Aun estando cerca del poder, Chuchú no pelechó, ni se enriqueció. Aun poseyendo prestigio y premios literarios, no dejó de ser accesible. Chuchú era muchas veces la imagen fugaz de una barba blanca en motocicleta pasando raudo bajo la lluvia”. Y Stella Calloni, que lo conoció mucho más que yo, le dedica estas líneas simples y precisas: “Murió el 27 de enero, en Panamá, en un barrio popular, rodeado por su última familia, la única con que construyó una casa, un lugar. Pero él estaba solo como siempre vivió. Fue imperfectamente humano, amigo sin dobleces, niño cruel, hombre amantísimo que odiaba la rutina, como odiaba los pies atrapados en la tierra, no sobre la tierra. Amante eterno, sin amor. Padre de hijos propios y ajenos. Un escritor que se avergonzaba de su cultura y de su erudición, que hablaba como un soldado raso y salía a caminar con un amigo bajo una noche estrellada”.» (Roberto Bardini [Buenos Aires 1948], “Breve biografía del cabo y doctor José de Jesús Martínez”, bambupress.wordpress.com/2011/08/13)

2012 «Milvia Martínez es sin duda la bailarina más relevante de Panamá. Alguien podría decir que su elevada expresividad tiene en parte un origen paterno. Milvia es hija del intelectual, poeta, dramaturgo y ensayista Chuchú Martínez. “Fue un hombre extraordinario. De chiquita lo vi muy pocas veces. Pero a los 16 años recuerdo estar con una amiga que escribía un trabajo y consultó el libro de Graham Greene donde aparece ‘Chuchú’ y yo le dije, orgullosa, ese es mi papá”, evoca la bailarina. “A esa edad lo conocí de verdad. Compartíamos lecturas existencialistas y ‘Chuchú’ respondía mis muchas preguntas. Durante su último año compartimos mucho. Fue después de la invasión. Él se escondía en la casa de una compañera argentina y vivimos juntos un tiempo. Se fue muriendo de tristeza y desencanto después de la invasión, comprobando como todo se iba derrumbando. La invasión fue un gran impacto. Gritaba que se quería ir y finalmente murió de un infarto y yo le cerré los ojos”, rememora la bailarina. Por un tiempo Martínez pensó que Chuchú no había sido un buen padre. “Ahora que soy mamá he logrado entenderlo mucho mejor. He experimentado lo difícil que es compaginar ambas vidas, la maternal y la artística. Nadie me entendió tan bien como él. Y cuando lo leo, siento que sus textos me hablan directamente”, destacó. Después de la muerte de su padre, Milvia partió a Chile. “Me llevé ejemplares de todos los libros de ‘Chuchú’. En Chile pasé unos unos 4 años estudiando y retomando la danza. Después de ese tiempo volví a aburrirme”, comenta la artista.» (“El cuerpo iluminado”, La Estrella de Panamá, domingo 28 octubre 2012.)

2013 «Filósofo soñador, soñaba con un mundo feliz porque tenía un corazón de utopía. Toda su vida fue una epifanía donde el Canal Interoceánico era nuestro, Latinoamérica una sola nación y el mundo entero socialista. Hizo suyos los sueños de Bolívar, Monteagudo y Del Valle; el mismo sueño de Augusto César Sandino de una gran nación hispanoamericana. Anhelos compartidos con otro soñador como él, su inolvidable amigo José de Jesús “Chuchú” Martínez, el polifacético asesor del general Omar Torrijos Herrera. El Canal de Panamá ahora es nuestro, el milagro aconteció, pero ninguno de los dos llegó a verlo. El dolor se les enroscó en el alma por el fracaso en el poder de la revolución sandinista, con la que contribuyeron, y el derrumbe del “socialismo real” en Europa del Este. Les explotó el corazón... literalmente, con la “maldita”, como la llama Chuchú, invasión yanqui del 20 de diciembre de 1989 a Panamá. Ninguno de los dos superó la infinita tristeza que se apoderó de su ser y los llevó a morirse uno detrás del otro, llenando de tristeza el corazón de miles de panameños y gente de más allá.» (Miguel Montiel Guevara, Ricaurte Soler. La cuestión de Identidad Nacional y Latinoamericana, Panamá 2013, págs. 15-16.)

Selección bibliográfica de José de Jesús Martínez

1987 Mi general Torrijos, Editorial Legado, San José de Costa Rica 1987, 357 páginas [por la que citamos]. Centro de Estudios Torrijistas, Panamá 1987, 355 págs. Casa de las Américas, Ciudad de la Habana 1987, 271 págs. Editorial Nueva Nicaragua, Managua 1987, 271 págs. Editorial Contrapunto (Colección Premios Casa de las Américas), Buenos Aires 1987, 318 págs. Editorial Oveja Negra, Bogota 1987, 289 págs. Editorial Universitaria, San Salvador 1988, 355 págs. Presencia Latinoamericana, México D.F. 1988, 271 págs. &c.

1991 La invasión de Panamá, Causadías Editores, Bogotá 1991, 152 págs.

1998 Poesía de José de Jesús Martínez, edición especial I; Teatro inédito y prosa selecta de José de Jesús Martínez, edición especial II, Revista cultural Lotería octubre de 1998, 221+165 págs. (“dejamos constancia de nuestro agradecimiento a la viuda de Chuchú, la licenciada Silvana Branchetti de Martínez, quien gentilmente colaboró con estas Ediciones Especiales…”).

gbs