Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza
Pedagogía Proletaria. Jornadas Pedagógicas de Leipzig 1928
V. Disciplina escolar
E) Conclusiones de los informantes
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FREINET: En nuestro informe hemos tratado de resolver el problema de la disciplina en la escuela primeria con un espíritu práctico. Sin embargo, no hemos querido considerar las formas de la disciplina en la vida diaria de la escuela.
A nuestro juicio, se hace mal al reducir este problema al mantenimiento del orden, de la disciplina, de la autoridad en la escuela. La disciplina en tal sentido no debería ser objeto de ningún problema en la escuela ideal. En ésta no deberá haber más que el problema del desenvolvimiento del niño, del trabajo y de la vida infantil. Si hablamos de disciplina, es únicamente porque la sociedad contradice los esfuerzos de la educación, únicamente porque la preparación fundamental para la vida y el trabajo por la escuela no puede ser realizado.
Por esto es por lo que proponemos en nuestra conclusión práctica, ante todo, palabras de orden de naturaleza material y social. Si queremos escapar a los errores pedagógicos que reglamentan actualmente toda la vida escolar, es absolutamente necesario que sepamos atacar la cuestión de la disciplina por una vía nueva, a la que no llegaremos más que con la colaboración de todos los educadores del pueblo.
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MOORE: En los últimos tiempos, el educador inglés se ha visto agobiado de trabas. Durante la huelga de los mineros, bastantes han sufrido sanciones. En más de un caso, el gobierno les ha castigado prohibiéndoles enseñar en todo el país, es decir, que les ha condenado a morir de hambre. En Inglaterra, desde el momento en que los maestros se ponen al lado de los obreros, se les prohíbe trabajar como maestros. Este es el motivo que explica la debilidad de las organizaciones inglesas de maestros. Estoy admirado del grado de libertad y de las grandes posibilidades de que goza el maestro alemán. Inglaterra se tiene por un país libre; pero la libertad de las clases bajas y de los maestros es muy restringida. Los maestros no tienen ninguna posibilidad de emplear a su gusto el tiempo libre de que disponen, ninguna libertad de tratar a su modo a los alumnos y la enseñanza, que es completamente despótica. Inglaterra tiene la más vieja de las burguesías, y oprime actualmente a la clase obrera que lucha en defensa de sus derechos. Esta situación pesa también sobre los maestros. Sólo la liberación de la clase obrera libertará a la vez la escuela.
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BERNFELD: ¿Puedo comenzar con una observación general? Tengo el sentimiento de que mi informe haya dado lugar a bastantes equívocos. Me parece que algunos de entre vosotros no le han seguido con el estado de ánimo que sería natural en un Congreso internacional. Es necesario que comprendan que un análisis científico no puede abarcar todo. Si algunos camaradas han tenido por exacto mi análisis de la escuela media, les ruego piensen en que no es posible, sin embargo, tratar al mismo tiempo los tipos escolares enteramente diferentes. No he creído necesario insistir sobre el hecho de que no considero la verdadera escuela como posible más que después de la revolución, porque esto me parece cae por su propio peso. Si he querido colocar bajo otro punto de vista lo expuesto por el camarada Freinet, es precisamente porque, para nosotros, educadores marxistas, nuestra situación es más penosa, por lo mismo que trabajamos más. Cuanto más trabajamos, más sufrimos, porque no nos es posible hacer nada en tanto que nuestros camaradas de partido no nos hayan dado el poder con la ayuda de la clase obrera en armas; pero al mismo tiempo vivimos, pensamos, queremos hacer nuestro trabajo en un sentido netamente socialista. Es cierto que trabajamos en la periferia del movimiento obrero, que no aportamos más que algunas piedras al edificio. No me parece, por tanto, bastante que nos limitemos a declarar que no tendremos une misión propia que cumplir más que después de la revolución. Considero de importancia proyectar más luz sobre algunos organismos que ocupan lugar preeminente entre la escuela y la sociedad. Esos organismos son, para mi, las organizaciones infantiles y de jóvenes, que existen fuera de la escuela, y que deben laborar en la escuela. La cuestión de la Juventud socialista se me presenta como la misión primordial que se impone a la actividad de un psicólogo marxista.
Se ha declarado aquí, con gran ardor, que se veía claro, que se conocía el sentido de la escuela laica. Nosotros no lo conocemos. Es posible que mi partido (el partido socialdemócrata – Nota del editor) se equivoque sobre la cuestión de la escuela laica; mas sólo la experiencia nos ilustrará. No quiero ocultar que yo mismo y bastantes más la miramos con cierta prevención, temiendo hallarnos en terreno poco firme. En consecuencia, nada sé de cierto sobre el particular. Una cosa hay cierta, y es que no podemos prescindir de la escuela laica. Pero es cierto, al mismo tiempo, que la escuela laica no puede formar ella sola el programa pedagógico de una política socialista. Se puede tratar de una política de enseñanza socialista sin necesidad de colocarse enteramente en el terreno de la escuela puramente laica. Tenemos aún las escuelas de Comunidad de Trabajo, que son una cosa completamente diferente, pero donde, de hecho, se da algo de educación de clase. Se dirá que esto es poco aún. Yo voy más lejos y no veo contradicción en el hecho de reclamar a la vez la escuela laica y la lucha de clases en las organizaciones infantiles. No comprendo por qué en el movimiento obrero no debe haber ciertas contradicciones, tanto más tratándose de cuestiones accesorias. Sé que en esto no estoy de acuerdo con el partido comunista; pero yo no soy comunista. No obstante, comprobamos que estamos de acuerdo en bastantes puntos prácticos. Sobre todo, en discusiones privadas, se puede hallar en ambos lados cuestiones poco claras, que conviene salvar, simplemente en consideración a que el verdadero trabajo apenas se ha comenzado. Es posible que ese trabajo de investigación, emprendido a un mismo tiempo por tantas personas, conduzca a resultados que permitan en seguida clasificar los principios bajo un punto de vista de izquierda o de derecha, completamente opuestos. Actualmente no nos hallamos en ese caso.
Algunas observaciones sobre Viena: Debemos tener en cuenta el hecho de que todo movimiento intelectual sufre constantes oscilaciones. Cuando un movimiento socialista de los alumnos de escuelas medias deja de interesarse en la política escolar, todo se reduce a un juego, aunque se ocupe de marxismo. No me hallo en disposición de sembrar ilusiones sobre la situación en Viena. El movimiento de los alumnos era realmente muy interesante entre 1923 y 1925. Actualmente ha decaído; labor es de los alumnos hacerle resucitar.
La cuestión está en saber en qué medida el educador debe influir en los niños bajo el punto de vista político, en el más estricto sentido de la palabra.
Creo que el movimiento infantil podría proporcionarnos una ocasión en que la unidad sea posible, no sólo en teoría, sino en la práctica.
Sobre otra de las cuestiones, opino que el educador socialista puede ampliamente descuidar al individuo; que el educador ejerza una gran influencia sobre el individuo, sin ocuparse de él como tal individuo.
El camarada Sothmann dijo que la escuela laica está destinada a formar una aristocracia obrera. No creo que se pueda ni que se deba de tal modo simplificar esta cuestión. No es del todo fácil conocer inmediatamente la función de una institución pedagógica. Para considerar las cosas científicamente, es necesario tener presente en el espíritu la gran dificultad de los pronósticos. No se puede, en materia de educación, separar tan fácilmente los puntos de vista de la derecha y de la izquierda. Este error conduce a afirmaciones a veces revolucionarias, y a veces ultraizquierdistas, es decir, reaccionarias de hecho.
[Pedagogía Proletaria, París 1930, páginas 198-200]