Filosofía en español 
Filosofía en español

Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza

Pedagogía Proletaria. Jornadas Pedagógicas de Leipzig 1928

II. Fin de la Educación

A) Escuela y sociedad
por Pistrak (Unión Soviética)


INFORME

I. Dos sistemas esencialmente diferentes

Nosotros consideramos el problema “Escuela y Sociedad” desde dos puntos de vista: primero, exigencias que la sociedad, globalmente y en sus diversas clases, presenta a la escuela; y segundo, influencia que la escuela puede tener en el desenvolvimiento social y en las relaciones sociales.

El problema es muy complicado. Su complejidad consiste, principalmente, en esto: en que la sociedad no presenta una unidad homogénea. El desenvolvimiento de la sociedad pasa por toda una serie de contradicciones, por la lucha de clases. Para plantear correctamente el problema “Escuela y Sociedad” hay que analizar escrupulosamente la estructura de la sociedad de que se trate y las tendencias de su desarrollo histórico.

Hace diez o quince años el problema “Escuela y Sociedad” se hubiera podido plantear bajo dos aspectos diferentes: considerándolo desde el punto de vista actual, dentro de las condiciones de la sociedad capitalista de clase, y desde el punto de vista futuro, sociedad socialista sin clases. Después de la Revolución de Octubre de 1917, cuando en una parte bastante extensa del mundo se ha establecido un régimen nuevo, que difiere del capitalismo y puede considerarse como un régimen de transición hacia la sociedad sin clases, el problema “Escuela y Sociedad” no es ya un problema de hoy y de mañana, sino un problema actual, de hoy, en dos sistemas sociales esencialmente diferentes. Aquí, como en los demás problemas sociales, conviene subrayar la conclusión principal siguiente: En el mundo existen hoy dos sistemas sociales diferentes esencialmente, en los cuales las relaciones entre la escuela y la sociedad también son distintas. ¿En qué consiste la diferencia entre los dos sistemas: sistema capitalista y sistema soviético? En el régimen capitalista, las clases dominantes y la “opinión pública” (a veces tan difusa), que refleja bajo una u otra forma el sentir de esas clases, miran su estructura social como algo eterno, inconmovible, que sólo puede desenvolverse y perfeccionarse gradualmente por reformas insignificantes, no fundamentales, que no afectan a la esencia del régimen de clase.

Toda idea que traspase los límites fijados, donde comienza la destrucción de la estructura social, no es admisible para el régimen dominante ni puede aplicarse a la escuela, sea cual fuere el valor numérico de los grupos sociales que plantean problemas tan atrevidos.

Para que la escuela y los maestros se mantengan siempre dentro de los límites fijados –admitiendo solamente ciertas reformas escolares– la clase dominante recurre a los más diversos medios: a la religión, a la prensa, a las ciencias y a la ideas nacionalistas, a las riquezas culturales acumuladas por la nación, utilizadas en su aspecto idealista, creando de tal suerte una “opinión pública” confusa e indefinida que se refleja también en el desarrollo de las ideas pedagógicos. De ahí la poca atención que la escuela burguesa pone en elaborar un concepto definido; de ahí la ausencia de ideas y el eclecticismo que reina en el modo de entender las relaciones sociales; de ahí la divergencia de las investigaciones sociales pedagógicas, y de ahí, por último, los resultados relativamente débiles a que conducen los esfuerzos pedagógicos convergentes de la “Sociedad”, de la Escuela, del Estado y del Maestro.

Completamente distinta es esta cuestión en el sistema soviético. La esencia de éste consiste en no considerase como un sistema acabado, estable, sino dinámico; sistema de transición hacia una etapa más elevada, hacia la sociedad sin clases, hacia el socialismo. De ahí nacen los dos elementos principales que llevan en sí la solución de el problema “Escuela y Sociedad”. El primero es la identidad de las aspiraciones y la coincidencia de todos los esfuerzos sociales progresistas, lo que produce los máximos resultados en la evolución social. El segundo es una división consciente en dos grupos, aplicada a fenómenos sociales coexistentes: grupo de prejuicios contra los que la sociedad entera, incluida la escuela, tiene que luchar hasta destruirlos; grupo de gérmenes de la nueva vida que hay que favorecer, desarrollar y robustecer como premisas de un régimen todavía desconocido en la historia de la Humanidad.

En una palabra, la diferencia entre los dos sistemas sociales consiste en que la revolución social es un “salto desde el reino de la necesidad al reino de la libertad”, como decía Engels.

El desenvolvimiento histórico de la sociedad capitalista, trastornado por la lucha de clases, está dirigido por palancas colocadas más allá de la voluntad de los hombres y que residen en las fuerzas productoras de las cuales dependen las relaciones de producción. Tal es el sentido de las palabras “reino de la necesidad”.

En el régimen soviético, la clase obrera, en unión de los campesinos, conduce con voluntad consciente las palancas del desenvolvimiento social, dando una dirección determinada a todos los fenómenos sociales. En ese sentido, el régimen soviético es “el reino de la libertad”, porque la revolución de Octubre significa la comprensión de las leyes históricas por la clase obrera.

II. El sistema capitalista

¿De qué modo la sociedad capitalista ejerce su influencia sobre el carácter de la escuela destinada a las diversas clases de la población? ¿Cómo consigue que acepte su ideología y la dirige conforme a las exigencias de la burguesía?

Hay que notar, en primer término, que la sociedad capitalista carece de la escuela única, tal como la entiende el régimen soviético. No existe ningún país donde las clases privilegiadas no tengan su escuela privilegiada, bien sea dentro del sistema escolar del Estado o merced a la organización de escuelas privadas de tipos diferentes. Por ese camino las clases más privilegiadas aseguran a sus hijos una educación de clase determinada. En cuanto a la escuela común, que suele ser una escuela del Estado, destinada a las grandes masas de la población, es natural que sea establecida por las clases ricas, no para desarrollar ulteriormente los ideales de los trabajadores, sino con el fin de inspirar a esas grandes masas una cierta filosofía sin ideas, que, en fin de cuentas, ha de sostener el régimen existente.

El sistema escolar del Estado impide de esa manera la manifestación de los ideales de las clases oprimidas y restringe grandemente las pretensiones sociales de la escuela. Por lo tanto, es muy natural que en todos los países tengan que luchar las masas, de uno u otro modo, por el mejoramiento de la escuela, aun dentro de los planes del régimen existente. Basta tomar como ejemplo la cuestión “Escuela y Religión”, para ver cómo casi todos los países capitalistas se oponen a la separación de la escuela y la iglesia, a no ser por la presión de las masas; pero aun entonces limitan extraordinariamente las posibilidades de educación irreligiosa y disminuyen, al menor resurgimiento de la reacción, los derechos del pueblo en ese dominio.

Las reformas en materia religiosa no se hacen nunca mas que a medias (hay muchos ejemplos de ello). Siempre se dejan en las leyes escolares las suficientes, callejuelas por donde la religión, como filosofía de la sumisión al estado de cosas actual y como justificación de la injusticia histórica, pueda recobrar, llegada la ocasión, las posiciones parcialmente perdidas.

Para satisfacer las necesidades primordiales del pueblo, la escuela pública debe corresponder a la vida de ese pueblo. En ese sentido, la sociedad capitalista ha hecho progresos enormes. Hay brillantes ejemplos de sistemas escolares adaptados perfectamente a las costumbres; sistemas que preparan futuras esposas –buenas amas de casa y buenas madres–; futuros trabajadores de necesidades limitadas y aspiraciones sociales restringidas; sistemas, en fin, cuyo ideal es hacer fieles de la “felicidad burguesa”.

Semejante adaptación es, a veces, sorprendente. Se entiende la vida misma de las masas como algo estable que no va más allá de cierto grupo primario de ideales burgueses: el confort doméstico, las distracciones dominicales, las fiestas religiosas tradicionales, todo lo que paralice los proyectos sociales y las tentativas más o menos formales de cambiar el régimen existente. En circunstancias de una depresión económica crónica, en circunstancias de continuo paro, cuando los trabajadores no tienen seguro el jornal diario, la burguesía tiene como ideal una vida modesta y relativamente acomodada. Quiere crear gentes cuyo ideal sea una prosperidad personal modesta y tranquila; quiere hacer la felicidad de sus hijos, casar a las muchachas, buscar una posición a los muchachos, ahorrar una pequeña cantidad para los casos desgraciados, y pasar el resto de la vida reposadamente teniendo cuidado de sus nietos. En cuanto a la penosa situación de las masas, ha de considerarse desde el punto de vista de los ideales adoptados por la escuela, como un fenómeno pasajero; que cambiará pronto “por la gracia de Dios”.

En tan estrechos horizontes de felicidad burguesa está encerrada toda la influencia que la escuela pone al servicio de las necesidades sociales. Y es natural, en un régimen burgués; no es cosa de poner ante los ojos de los niños las pugnas sociales y las fuerzas motrices de la historia; esto conduciría a la revisión de las relaciones entre el proletariado futuro y el régimen social actual.

Ese idilio escolar se va haciendo, con relación a las masas obreras de la sociedad, cada vez más penoso; de día en día se hace más difícil el inspirar ideales de felicidad burguesa a un niño proletario. Por consiguiente, la escuela se ve poco a poco obligada a cesar de educar a los niños, en la plena acepción de la palabra, y, necesariamente, no queda más que la enseñanza apartada del sistema general de la educación, es decir, que la instrucción solamente viene a ser ahora el cometido principal de la escuela.

Las exigencias que el Estado presenta a la escuela consisten, principalmente, en el cumplimiento de un programa de estudios determinado y en el establecimiento de un régimen formal, definido, al cual han de someterse todos los escolares. La educación, es decir, el desenvolvimiento completo del individuo, que busca su puesto en la lucha y la vida sociales, se suprime o se reduce a los términos de la educación llamada moral, enseñada dogmáticamente.

Pero, al mismo tiempo, entre los intelectuales que procuran sustraerse a la influencia de la burguesía, surgen otros ideales pedagógicos. Hasta se ven intentos de realizar esos ideales, expresados en la organización de escuelas experimentales de tipos diferentes. Generalmente las escuelas experimentales se organizan con recursos privados o colectivos; excepcionalmente están subvencionadas por el Estado, pero sólo, en el caso de que sus conclusiones experimentales no contradigan las bases del sistema escolar existente, o resuelvan cuestiones pedagógicas particulares, sin tocar a las cuestiones de principios.

Las escuelas experimentales, en la sociedad burguesa, tienen tres maneras de desenvolverse: se convierten en escuelas privilegiadas para los hijos de los intelectuales, ricos –en cuyo caso, su dependencia respecto del grupo social que las frecuenta precipita a esas instituciones por el camino de la degeneración, sobre todo en lo que se refiere a su fin pedagógico principal– o renuncian poco a poco a sus fines pedagógicos de principio, bajo la presión del Estado, transformándose entonces en escuelas modelos, que se ocupan de problemas metodológicos limitados, sin duda interesantes, importantes y necesarios, pero sin perspectivas para la transformación social; o, por último, las escuelas experimentales que no quieren renunciar a sus principios, evolucionan, por la lógica de los hechos, desde los problemas pedagógicos a los problemas más generales de orden social. Cada vez más (y precisamente empujadas por la práctica) van comprendiendo que las reformas pedagógicas están íntimamente ligadas a la necesidad de una reconstrucción fundamental de las relaciones sociales. De este modo van poniéndose más y más en contradicción con el sistema escolar existente, y de ordinario perecen bajo sus golpes.

El error principal que cometen hasta las mejores de esas escuelas, consiste en soñar en la transformación de las costumbres sociales (es decir, de las relaciones sociales) por la influencia pedagógica y cultural que ejercen sobre los niños. La recomendación de no tomar como punto de partida mas que al niño, suprime la esencia de las contradicciones sociales y cambia la enorme lucha de clases en una reforma insignificante y sin perspectivas, en una corrección de las almas humanas, sin reconstruir la base material.

Dos caminos se abren delante de esas tentativas: el camino de la degeneración o el camino de la revolución.

En el terreno de las investigaciones sociales pedagógicas, se comprueba con clarísima evidencia a qué laberinto conduce el régimen de clase al pensamiento pedagógico activo, en qué laberinto se halla el problema “Escuela y Sociedad” dentro de las condiciones del régimen burgués.

La única solución es que la lucha social substituya a las reformas pedagógicas. Dicho de otro modo: hay que crear la condiciones sociales en que las reformas pedagógicas y el campo de la educación tengan, como perspectiva, un grado de evolución aun desconocido en la historia de la humanidad.

III. El sistema soviético

Esta cuestión varía por completo en el sistema soviético, diferente, en principio, al sistema burgués.

Antes hemos caracterizado el sovietismo como un sistema dinámico, dirigido a un fin determinado. Puede añadirse que el sistema soviético, o sistema de la dictadura del proletariado, en la época de transición, no disimula las contradicciones de clase, no las cubre con la bandera de la falsa democracia, sino, por el contrario, señala francamente los fines de la clase proletaria haciéndoles penetrar en toda su edificación. Esto es lo que llamamos forma suprema de la democracia. Y no tenemos necesidad de cubrir la dictadura con un parlamentarismo anticuado, porque la dictadura del proletariado es la dictadura de los intereses de la gran masa del pueblo.

Nosotros tenemos en nuestro sistema la escuela única, lo cual quiere decir unidad de clase, y no escuela de un solo tipo. Tenemos escuela única desde el punto de vista de la ideología; única desde el punto de vista de los fines de la educación; única desde el punto de vista de las formas principales del trabajo pedagógico. Se puede decir, con seguridad, que la escuela soviética es casi la única escuela del mundo que tiene como fin preparar a las gentes para la filosofía materialista revolucionaria pura, y darles una ideología social única, orientada hacia los mismos fines.

Ese problema deja su huella en todo el trabajo escolar, hasta en sus menores detalles, porque el sentido de la ideología soviética consiste no solamente en la filosofía materialista contemplativa, sino en la acción, en la transformación de la teoría en práctica en todos los detalles y a cada paso.

La escuela soviética ensaya también la manera de ligarse a la vida, y en el terreno de los métodos adecuados para conseguir esta unión recoge lo más importante de la experiencia de las otras escuelas. En esta cuestión, como en las demás, no negamos la importancia de la cultura burguesa, mejor dicho, la importancia de toda la cultura de la humanidad, acumulada durante el período prerrevolucionario. Sin embargo, no creemos que el valor de esa cultura esté en sí misma, sino que hay que aprovecharse de ella en beneficio de los nuevos fines sociales que se propone el sistema soviético. La relación entre la escuela y la vida en nuestro país difiere de la establecida en los países burgueses. Nuestro medio, desde el punto de vista cultural y técnico, está muy atrasado; es tenebroso e ignorante, lleno de prejuicios de todas clases, supervivencias del servilismo y de la burguesía. La adaptación a la vida no significa sumisión a ella, sino una influencia sobre ella. La misión de la escuela, respecto a la vida, consiste, según nuestro entender, en esto: que todo ciudadano que termina sus estudios en la escuela debe saber manejar las nuevas palancas, creadas por la transición desde el poder burgués al poder proletario, y que tengan su empleo, cualquiera que sea, en la vida cotidiana. Todo ciudadano debe conocer la obligación que tiene de unir sus esfuerzos a los de los demás para mover esas palancas por la fuerza colectiva. Es necesario que todo joven, cuando acaba sus estudios, sea innovador, reformador y constructor, no en general, no platónicamente, sino dentro de las condiciones de existencia actuales, con todos sus defectos y prejuicios.

El plan de cooperación de Lenin da a la escuela grandes posibilidades de actividad social. Él nos demuestra cómo los veinte millones de pequeñas economías personales de los campesinos, habiéndose escapado a las formas capitalistas de la economía rural, se transforman en grandes economías socialistas. Todo escolar, al terminar sus estudios, debe saber buscar los puntos de apoyo necesarios en este vasto mar de pequeñas economías, para orientarlas lentamente, pero con seguridad, hacia el camino de la cooperación. Mejor dicho, la transformación de la vida exige que se adapten a ella con el fin de transformarla de una manera más segura, más sólida y más productiva. Y, si en las condiciones de la sociedad de clases, la escuela no puede ser un factor de transformación social, puesto que en ella las fuerzas esenciales se hallan fuera de la voluntad humana, en las condiciones de la dictadura del proletariado, la escuela, por el contrario, viene a ser una de las palancas de la historia orientada hacia un fin, por la libre voluntad de la clase obrera. Lenin ha expuesto esta misma idea en sus últimos artículos de la manera siguiente: “¿En qué consiste el carácter fantástico dé los planes de los antiguos cooperadores, desde Robert Owen? En que soñaban en transformar pacíficamente la sociedad contemporánea por el socialismo, sin tomar en consideración la cuestión principal, la cuestión de la lucha de clases, la conquista del poder político por la clase obrera, la cuestión de la abolición de los explotadores. Por eso tenemos razón al encontrar en ese socialismo “cooperativo” un carácter fantástico; en considerar algo románticos esos sueños de transformar los enemigos de clase en colaboradores, y la lucha de clases, en paz (paz social, por decirlo así) por una simple cooperación del pueblo.

“Es indudable que hemos tenido razón, desde el punto de vista del problema fundamental del presente, pues el socialismo no puede realizarse sin la lucha de clases por el poder político.

“Pero ved cuanto ha cambiado la situación hoy día, ahora que el poder del Estado se halla en manos del proletariado, que está abolido el poder político de los explotadores y que todos los medios de producción (excepto aquellos que el Estado obrero cede por cierto tiempo, voluntaria y condicionalmente, a los explotadores en forma de concesión) se encuentran en manos de la clase obrera.

“Ahora tenemos el derecho de decir, que el simple aumento de la cooperación es idéntico para nosotros (menos la excepción estipulada) al acrecentamiento del socialismo. Y, al mismo tiempo, estamos obligados a reconocer un cambio fundamental en nuestro punto de vista sobre el socialismo.

“Consiste este cambio fundamental en que antes colocábamos el centro de gravedad, y debíamos colocarlo, en la lucha política, en la revolución, en la conquista del poder, &c., mientras que ahora el centro de gravedad se ha trasladado al trabajo de organización pacifica y “cultural”.

“En ninguna parte las masas populares prestan a la verdadera cultura tanta atención como entre nosotros; en ninguna parte las cuestiones relativas a esa cultura se plantean de una manera tan profunda y tan continua; en ningún país el poder del Estado se encuentra en manos de la clase obrera, que, en general, comprende perfectamente los defectos de su cultura, o mejor, de su instrucción elemental, y en ningún sitio se hacen tantos sacrificios para mejorar la situación en este respecto.”

La restricción de los límites de la educación que se observa en la escuela burguesa, por los motivos de que hemos hablado antes, no es necesaria en las condiciones del sistema soviético. Por el contrario, el régimen soviético es, de por sí, una escuela social. La amplitud de la educación va tan lejos, que sus límites se hacen invisibles, a veces. La influencia pedagógica de todo el régimen soviético penetra en los más pequeños rincones de la vida cotidiana. Su influencia transformadora crea sensiblemente, de día en día. Se puede observar a simple vista. Se refleja en el ritmo general de nuestra educación en todos los aspectos de la vida, ritmo que sobrepuja al ritmo de desarrollo de cualquier otro Estado, aun de muchos más ricos y más adelantados técnicamente.

Hemos dicho antes cómo debe ser el adolescente que acaba sus estudios en la escuela soviética. Sin embargo, hay que advertir que para que un adolescente, al término de sus estudios, posea las cualidades necesarias del sistema soviético, no basta con enseñarle tales o cuales disciplinas. Es indispensable que todo escolar soviético reciba las adquisiciones y los hábitos necesarios a la actividad transformadora dentro de la escuela, por la experiencia del trabajo social realizado en el transcurso de sus estudios. De ahí se desprende cuál es lo esencial en la escuela soviética: el trabajo social. La necesidad para la escuela entera, para el maestro, para la colectividad infantil y para cada uno de los escolares de realizar un trabajo de utilidad social según sus fuerzas y su desenvolvimiento intelectual, nace de las cualidades principales del sistema soviético y de esa gran influencia cultural que es un factor de orden histórico. Así, la escuela soviética está ligada a la sociedad mucho más íntimamente que cualquier otra escuela. Servir las necesidades sociales, en una dirección determinada, es el principal problema cultural de la escuela. En este sentido, el problema “Escuela y Sociedad” está resuelto en principio por la escuela soviética, y, como tal, no se plantea ya en el régimen soviético.

Para caracterizar la esencia de las relaciones entre la escuela y la sociedad dentro del sovietismo, vamos a tomar el mismo ejemplo, es decir, el sistema de los establecimientos experimentales pedagógicos. Hay pocos países en donde los grandes pedagogos tengan tan amplio campo de acción y tan vastas posibilidades como entre nosotros para comprobar experimentalmente las ideas pedagógicas.

La obra de las escuelas experimentales de la Unión Soviética presenta dos particularidades características. En primer término, está organizada, en general, por el Estado proletario, el cual sostiene toda iniciativa que tienda a comprobar, no solamente los pequeños problemas metodológicos, sino también la exactitud y la vitalidad de la grandes nociones pedagógicas. La Unión Soviética es el único país en el que las escuelas experimentales son obra del Estado. La otra particularidad es que no hay –y sería inadmisible dentro del régimen soviético– establecimientos experimentales que trabajen en direcciones sociales diferentes. La grandeza del problema de la transformación social, la inmensidad del campo de acción, la conjunción de todos los pequeños esfuerzos en una sola fuerza de progreso social, todo ello infunde en los pedagogos soviéticos una ideología pedagógico-social única. Y aunque los establecimientos experimentales son de tipo tan diverso y de distinta estructura interna, los pedagogos están aquí íntimamente unidos, más que en cualquier otra parte, por aspiraciones únicas y por ideas comunes.

Si en los países burgueses, las escuelas experimentales han influido muy poco en la instrucción oficial, en las condiciones soviéticas, por el contrario, han servido de base a una gran cantidad de disposiciones escolares (programas manuales, métodos, &c.). Ello nos demuestra que el problema “Escuela y Sociedad” está, en principio, resuelto dentro de la Unión Soviética. Y no se ha resuelto mediante investigaciones pedagógicas, sino por la lucha social y gracias a las posibilidades sociales.

IV. ¿Cuál es la misión de los maestros?

¿Cuál debe ser la conducta de los maestros avanzados en relación con el problema “Escuela y Sociedad”, en los países burgueses?

Hasta que llegue el momento en que se solucione completamente esta cuestión por el procedimiento de la lucha de clases y por la creación de las condiciones apropiadas al desenvolvimiento del trabajo pedagógico, creemos que es preciso luchar hasta crear –sobre la base de la democracia parlamentaria– una escuela que encierre gérmenes del porvenir y que prepare para la lucha social.

Una de las cuestiones más importantes es la lucha contra la religión en la escuela. Aquí, la tarea principal es librar al futuro ciudadano de la opresión de la ideología hostil a los trabajadores que encierra la religión. El daño de la religión consiste, principalmente, en que procura servir, a veces con éxito, como derivativo del descontento originado por el régimen existente. Trata de descargar la energía acumulada orillando la lucha de clases.

En segundo lugar, la sociedad burguesa, obligada a hacerse ecléctica merced a los progresos de la educación en materia religiosa y a las conquistas de las ciencias naturales e históricas, presenta a la escuela muy pocas exigencias en lo que se refiere a la creación de una filosofía determinada. La escuela debe aprovecharse de ello para tratar de restringir aún más las exigencias del poder público. Ciertas escuelas lo hacen. Respetando las exigencias formales del programa, procuran permanecer libres en el terreno educativo. Ello conduce a otra reivindicación: a la autonomía interior de la escuela. Hay que procurar también que el maestro, ligado al Estado por un mínimo de obligaciones puramente formales, tenga la libertad en la elección de los métodos de trabajo, de la organización del medio infantil, de la influencia educativa, &c. De este modo, habiendo satisfecho el mínimum de exigencias formales, al menos se podrá dar otra orientación social a los escolares.

En las escuelas de población proletaria se puede contar con una ayuda considerable por parte de los padres. La experiencia nos dice que, en la lucha por la emancipación de la escuela, aunque sólo fuera respecto al régimen interior de la educación, los proletarios están siempre dispuestos a ayudar a la escuela con su trabajo personal, con sus recursos, creando alrededor de ella un compacto grupo social. Tal manera de plantear la cuestión puede tener, como resultado, que la mayoría de los padres proletarios se convencerán, una vez más, del vicio del actual régimen social.

Y esto, a su vez, conducirá al recrudecimiento de la lucha social por la transformación del sistema existente. La experiencia de varias escuelas alemanas prueba que, en este terreno, la escuela responde efectivamente a las necesidades de la sociedad y obtiene grandes resultados.

Tal es el fin que debe proponerse, en principio, un maestro con ideología de clase, respecto del problema “Escuela y Sociedad”. En cuanto a nosotros, pedagogos soviéticos, nuestro deber para con el proletariado internacional es acumular la experiencia de un trabajo realizado en diferentes condiciones sociales.

Europa y América vendrán a nosotros algún día y nuestra experiencia podrá ser aprovechada mucho más allá de los límites geográficos actuales de la Unión Soviética.


TESIS

Primera parte.

1) Para plantear rigurosamente el problema “Escuela y Sociedad”, hace falta analizar la estructura de clase de la sociedad y las tendencias de su desarrollo histórico.

2) Hoy día coexisten dos sistemas sociales que difieren en sus principios: el sistema capitalista y el sistema soviético. Las relaciones mutuas entre la escuela y la sociedad en ellos son fundamentalmente diferentes.

3) El orden social capitalista, según el punto de vista de las clases poseedoras, es eterno e inmutable. La idea de transformar radicalmente ese orden social está considerada por esas clases como una idea destructora de la civilización. En semejantes condiciones no es posible la reforma de la enseñanza más que dentro de los límites estrechamente determinados. En ese orden de ideas se emplean todos los medios posibles –coercitivos, intelectuales, &c.– para impedir cualquier extralimitación.

4) Por esas razones, la escuela burguesa está incapacitada para dar un concepto unificado del mundo. De ahí resulta la carencia de principios y el eclecticismo que se manifiestan en la concepción de las relaciones sociales y en la diversidad de orientaciones que siguen los esfuerzos pedagógicos de la “sociedad”, de la escuela pública y del cuerpo docente.

5) La diferencia específica del sistema soviético estriba en considerarse como dinámico, como un sistema de transición a un estado superior, al orden socialista. De ahí resulta la polarización hacia el fin que caracteriza los esfuerzos sociales en todos los órdenes de la vida soviética, y por lo cual está condicionada la lucha contra las supervivencias del pasado, en vías de extinción, así como la cuidadosa solicitud de que se rodean las primicias del porvenir.

6) La revolución social es un salto desde el reino de la necesidad al reino de la libertad (Engels). El sistema capitalista constituye “el reino de la necesidad”; el régimen soviético, “el reino de la libertad”.

Segunda parte.

1) En el sistema capitalista no hay indicios de escuela única: la clase dominante posee para sí una escuela privilegiada. La escuela pública, destinada a los trabajadores, está encargada de imbuirles un espíritu gregario, burgués, con objeto de retener a las masas dentro del plan de la sociedad de clases existente.

2) En este orden de ideas, el sistema capitalista saca partido de la religión, la cual, con cualquier legislación escolar y cualesquiera que sean las circunstancias, penetra en la escuela visible o insensiblemente.

3) En algunos casos la escuela burguesa está cuidadosamente adaptada a la vida de las grandes masas; pero se concibe esa vida como una felicidad semiburguesa, con ideales muy limitados o reducidos, basados en el bienestar personal y en la creencia en “la ayuda de Dios”, llamada a dar el mismo bienestar a la progenie de los trabajadores.

4) La acción de la escuela sobre la sociedad y la de ésta sobre aquélla se desarrolla entre los reducidos límites de los ideales semiburgueses. He aquí por qué la escuela no tiene la posibilidad de denunciar las contradicciones sociales y de revelar las fuerzas motrices de la historia, pues eso conduciría a una alteración del orden social existente.

5) Por esa razón la escuela va descuidando la educación en el amplio sentido de esa palabra, y se dedica a intensificar la instrucción.

6) Las tentativas de realizar otros ideales pedagógicos, cuya iniciativa corresponde a los intelectuales que intentan a veces librarse subjetivamente de las influencias burguesas, hallan su adecuada expresión en las escuelas experimentales. Esas escuelas experimentales tienen tres maneras de desenvolverse: o degeneran en escuelas privilegiadas para la clase poseedora, o restringen sus ensayos pedagógicos dentro de los límites permitidos por la sociedad burguesa, o se ponen en contradicción con las relaciones sociales establecidas, y, entonces, peligra su existencia.

7) El defecto capital de las mejores escuelas experimentales consiste en imaginar, de un modo completamente idealista, que puede obtenerse la transformación de la sociedad ejerciendo una influencia pedagógica sobre los niños. Olvidan que el orden económico capitalista es el reino de la necesidad. Esta situación no puede terminar con reformas pedagógicas, sino con lucha social.

Tercera parte.

1) Completamente distinto es el sistema soviético. La escuela soviética no disimula los contrastes de clases y los fines de clase de la totalidad del sistema soviético en general, y de la escuela en particular; al contrario, los subraya. La escuela soviética está unificada en lo que respecta a los fines de la educación y a la orientación social: la agudeza y la precisión de la filosofía revolucionaria, la tendencia a transformar en todo momento la teoría revolucionaria en práctica revolucionaria.

2) La adaptación de la escuela soviética a la vida no se hace sometiéndose a las condiciones actuales de ésta; la escuela es como una palanca aplicada a las condiciones y con la cual aniquilaremos las supervivencias, favoreceremos y consolidaremos los fenómenos renovadores.

3) Los límites de la educación, restringidos en la sociedad burguesa, se ensanchan de un modo insospechado en la sociedad soviética, en el seno de la cual la acción de las ideas, como factor histórico, adquiere una importancia aumentada continuamente.

4) De ahí resulta el principio esencial de la escuela soviética, a saber: el trabajo socialmente útil. La escuela soviética está más que ninguna otra al servicio de la sociedad.

5) Del mismo hecho provienen también las características de los establecimientos consagrados a la investigación pedagógica en la U.R.S.S. En primer lugar, es el Estado proletario el que los organiza. En segundo lugar, no hay en ellos tendencias sociales diferentes. Todos siguen la tendencia social propia del sistema soviético.

Cuarta parte.

1) Mientras el procedimiento de la lucha de clases no proporcione la solución de principio del problema “Escuela y Sociedad”, es conveniente, en aquellos países cuyo orden social se basa en la división de clases, con democracia parlamentaria, combatir por una escuela que lleve en sí los gérmenes del porvenir y prepare para la lucha social.

2) La lucha de la escuela contra la religión es de mayor importancia, porque la religión, a veces, sirve de derivativo al descontento acumulado en las masas y las desvía de la lucha de clases.

3) Aprovechando las tendencias de la escuela burguesa a restringir la obra educativa, hay que luchar por una cierta autonomía interior de la escuela que nos satisfaga más que la mínima parte de las exigencias del programa impuesto por el Estado. Dentro de los límites de la autonomía interior, es posible desarrollar los gérmenes de una educación social proletaria.

[Pedagogía Proletaria, París 1930, páginas 71-83]